Dieciocho
Mini maratón 2/2
Al final su estadía en el Palacio de San Petersburgo fue mejor de lo que se esperaba.
Cabalgaba con Snezh en las tardes al lado de Lord Otabek, dejaba que Yuuko le trenzara y acariciara el cabello, cenaba con su abuelo en la gran biblioteca.
Yuri no veía hacía años a su abuelo. No sabía que había ocurrido con él; La Tríada le dijo que el viejo simplemente abandonó Londres y Yuri siento que con eso también lo había abandonado a él. Nada de eso había importado a la hora de pasar tiempo con el abuelo, o también llamado Lord Nikolai Plisetsky.
Lo peor de todo eran las cartas. Al menos una vez por día debía sentarse a responder más de veinte aburridas cartas a un montón de nobles, políticos y otras celebridades del Imperio y del mundo. Yuri tuvo que robarse varios de los libros de las familias reales para saber cómo responderle a sus "primos" lejanos del Reino de Tailandia o a la parlanchina duquesa Sara de Italia, entre otros. El corazón se le hundió cuando descubrió que esa Sara y la Sara Crispino de Venecia eran la misma. Deseó con todas sus fuerzas que el chico hubiese sobrevivido a su ataque.
Eso lo llevó a pensar inevitablemente en el Príncipe de Hielo, de quien no tenía noticias desde que había pisado San Petersburgo. No sabía si le importaba realmente o no. ahora que él también era un príncipe quería gritarle algo como "¿Quién es mejor príncipe ahora, estúpido?".
Hasta que pocos días antes de que se cumpliera la fecha plazo para el regreso de Viktor -y de Otabek, el de casa-, encontró una misteriosa carta dirigida a él sin remitente. No había otra persona en el Multiverso que hiciera algo como aquello. Rasgó el sello de color azul, el único indicativo de que verdaderamente podría tratarse de quién él creía que era.
Estimado Zarévich de Rusia, Yuri Fiodorov Plisetsky:
¿Te queda bien el título, eh? Sé que has estado disfrutando jugar a la casita con el futuro marido de tu hermana recién descubierta. Estoy seguro que este universo te habrá encantado.
Decido hablarte luego de varios días porque, verás, te necesito. Y aunque te lo niegues y creas que triunfarás porque ahora la tienes fácil no significa que seguirá siendo así.
¡Te traigo buenas noticias! Tu nuevo aliado ha triunfado ya en dos universos y seguramente regresará muy pronto a ti. Déjame decirte que ha sido muy estúpido de tu parte aliarte a ese imbécil de La Tríada, pero quién soy yo para juzgar tus decisiones. Mientras sigas siendo eficiente para mí, no me importa nada más.
Otra cosa que quiero decirte: el Doctor Nikiforov de este mundo sabe mucho más de lo que te imaginas, pero no soltará la lengua fácilmente. Así que te sugiero usar todos los métodos posibles para que le saques información sobre ese Pájaro de Fuego roto tuyo ¿O creías que no lo iba a averiguar?
Nos veremos en el próximo mundo. Estoy seguro que te encantará descubrir que eres un estudiante de periodismo allí. Y como todo buen periodista necesitaré que accedas a una información muy importante para mí.
Hasta entonces,
Y larga vida al Zar.
Yuri tomó dos cosas de aquella carta. Una era los datos de su próximo universo: nada bueno podía salir de aquella información.
Y por último, reparó en que para el Príncipe él era de vital importancia. Más de lo que había creído. Ahora empezaba un juego en donde ganaba el que más pudiera prescindir del otro.
* * * *
Lord Altin lo mando a llamar al poco rato a la sala Fabergé del Palacio, a la cual fue escoltada por Yuuko. Era un lugar enorme, con ventanales que iluminaban todo y hacían innecesario el uso de las luces de las arañas. Otabek lo esperaba, observando detenidamente un montón de joyas brillantes protegidas con cristales.
Yuri descubrió que no eran solo joyas; él había escuchado la historia de los huevos de Fabergé (1) y sobre cómo eran de los objetos más valiosos en la historia de la orfebrería. Estos habían pertenecido, en su mayoría, históricamente a la Familia Real Rusa. El que Otabek inspeccionaba era de un azul marino, con detalles en oro al igual que su base, una pequeña réplica de la catedral de San Basilio de Moscú, con sus cúpulas coloridas pintadas en el oro.
- Aquel que piense que la naturaleza es lo más bello que hay, es porque no ha sabido apreciar las bellezas hechas por la mano de los hombres -exclamó, sin dejar de mirar las piezas. Yuri se posó a su lado.
- No lo negaré -secundó.
- Y pensar que fueron hechos por las manos de un mismo hombre -siguió Otabek-. Yo nunca podré crear algo tan bello.
- Ya haces cosas bellas con tu música -masculló Yuri, molesto por la falta de autoestima del chico-. En todo caso yo soy el que nunca hará nada así.
- Quizás no con tus manos, pero los saltos que eres capaz de dar con Snezh y el vínculo increíble que ambos tienen, te hace crear algo bello.
Yuri se sonrojó. Aquello no estaba dirigido a él y empezaba a carcomerle que el zarévich no estuviese allí para poder escuchar las alentadoras palabras del Lord.
Pasearon un poco por el salón, disfrutando de la belleza de los huevos y los millones de colores y detalles en la habitación. Yuri estaba seguro que el zarévich y Lord Altin se pasaban un buen tiempo allí.
Se detuvieron delante de uno que era color púrpura, que tenía rombos hechos en platino y un montón de piedras pequeñas que parecían ser diamantes y amatistas.
Otabek pareció darse cuenta de que miraba la joya embelesado y carraspeó.
- Es tuyo -dijo-. Sé que Su Majestad Imperial no quiso poner ninguno de los huevos de Fabergé a tu nombre y eso te estaba haciendo sentir dejado de lado. Hablé con unos coleccionistas que conservaban unos cuantos y lo compré para ti.
- Otabek... -empezó a decir Yuri, pero realmente no tenía palabras.
- Tómalo -lo interrumpió-. Y gira la piedra de arriba.
Yuri hizo lo que le pidió. El huevo era pesado aún si lo sostenía con ambas manos, y procuró tener mucho cuidado de que no se le cayera al suelo.
Tocó la inmensa piedra violácea de la punta y la giró con fuerza. El huevo se abrió por sí solo al medio, igual como si separaras un huevo de pascua.
La música empezó a sonar y aumentar su volumen gradualmente, mientras una pequeña figura plateada de un muchacho con corona daba giros sobre sí mismo. La canción era esa, la melodía de Otabek con el violín. La que escuchó en los pasillos de La Tríada y en lo más profundo de aquel palacio.
Sintió desfallecer, y de verdad esperó que Otabek no notara que había algo raro en él. Aquello era tan dulce y alentador... Ni siquiera recordaba cuanto el Otabek de casa le había causado desagrado en el último par de semanas. Ahora lo único que quería tener a su lado era a Lord Altin.
- Es un Fabergé original, pero hice que le cambiaran la canción -confesó, con una pequeña sonrisa de orgullo.
- Esto es lo más maravilloso que me han regalado -dijo Yuri de repente-. Estoy seguro que es el mejor regalo que he recibido en estos dieciocho años.
- ¿Más que cuando tu abuelo te dio a Snezh?
- Bueno, puede discutirse.
Los dos rieron brevemente antes de quedar silencio. Otabek bajó la mirada e intentaba reprimir una sonrisita. Entonces Yuri lo supo.
A Lord Altin le gustaba el Zarévich. Le gustaba mucho. Por el tipo de relación que tenían, a Yuri también le gustaba Otabek de seguro. Y se iba a casar con su hermana.
No pudo evitar sentirse más miserable por un muchacho con el que jamás hablaría. Casi podía sentirse la melancolía y dolor del joven noble. También, incluso, se sintió un poco mejor al haber invadido su cuerpo el día del compromiso y evitarle el dolor de recordar la noche en que el hombre que quería se comprometía en matrimonio a otra.
Unas alarmas empezaron a sonar por todo el castillo. Un montón de pasos correteando por los pasillos y un montón de gritos asustados. Incluso escuchó a algunos guardias ladrando órdenes.
El color del rostro de Otabek desapareció, dejándolo blanco y tembloroso como una hoja de papel.
- ¿Otabek?
- Asalto. Son las alarmas de cuando alguien quiere entrar al palacio.
- ¿Alguien? -preguntó Yuri con miedo.
- Un enemigo -masculló, acercándose a los ventanales- ¡Son los rebeldes! Yuri hay que huir ahora.
Yuri, sin soltar el regalo de Otabek, tomó su mano y empezaron a correr.
Sintió que una estrella de mala suerte estaba posada sobre su cabeza y la de todas sus versiones del Multiverso.
* * * *
Los guardias estaban apostados en todas las conexiones de los pasillos y resguardaban los aposentos del zar y la zarina. Mila no podía verse por ningún lado, al igual que su doncella Yuuko. Deseó que ambas estuvieran bien.
Una figura casi se estampa contra ellos mientras buscaban alguna de las salidas de emergencia. A Yuri casi se le salió el corazón al reconocer su cabellera.
- ¡Alteza! ¡Y Lord Altin! ¡Que alegría encontrarlos! Llegué hace unas horas de improvisto y me encuentro con esto ¿Acaso la situación de los rebeldes ha empeorado? -preguntó Viktor.
- Doctor Nikiforov -dijo Otabek, aliviado de verle-. Me alegro de que haya llegado sano y salvo. Si quiere seguir así debería seguir con nosotros hasta una puerta de emergencia.
Unos disparos comenzaron a oírse a la lejanía. Yuri apretó la mano de Otabek y Viktor sonrió.
- ¡Pues no dudes que me largo también!
Los tres empezaron a correr. Tenía una tremenda suerte de que Otabek sabía exactamente el protocolo a seguir en aquellas situaciones y agradecía enormemente que estuviese manteniendo la calma o Yuri ya habría enloquecido.
Viktor a su lado se veía igual que siempre. Despreocupado, a pesar de estar en peligro inminente de muerte.
- ¡Que gran país! -dijo con amargura e ironía- Siempre recibiéndome de la mejor manera.
- Cállese -le ladró Yuri. El Doctor Nikiforov y Lord Altin lo miraron perplejo.
- Ah, Alteza, sus recibimientos siempre son los mejores. Yo que venía tan ansioso por enseñarte sobre Asia.
- Después -los interrumpió Otabek, mostrándoles el camino por una puerta que se camuflaba muy bien en la pared entre unos cuadros y otros adornos.
Los tres se metieron por el hueco y cuando la puerta se cerró, todo quedó en penumbras. Yuri sintió la misma humedad que en la Ciudad Subterránea y empezó a sentir un pequeño ataque de pánico al recordarla.
Necesitaba quedarse a solas con Viktor urgentemente y acosarlo hasta que dijera lo que sabía. Y que le reparara el Pájaro de Fuego. Y que usara el comando UV38 en él.
Tantas cosas lo estaban estresando.
Después de un pequeño recorrido por los mohosos túneles y solo iluminados por una antorcha que Lord Altin había encendido, llegaron a una habitación abarrotada de gente con ropas elegantes.
Al primero que divisó fue a su abuelo.
- ¡Yurachka!
- Abue -dijo, y corrió a abrazarlo.
- Me alegra ver que estás bien. Que los tres están bien. Estaba tan preocupado.
- Fue todo gracias a Lord Otabek -respondió.
Otra figura se sumó al abrazo, apoyando la cabeza en su hombro desde atrás.
- Hermanito -habló Mila-. Al menos tú estás bien.
- ¿Mila? -inquirió, girando para quedar frente a ella- ¿A qué te refieres?
- Papá y Alina. Los tomaron y los tienen como rehenes. Los guardias están como locos intentando luchar contra los rebeldes, pero ya hemos perdido a muchos. Y ahora todos esperan que yo, como heredera tome una decisión ¡No puedo elegir! -lloriqueó la chica en sus brazos.
Yuri no supo que decir, principalmente porque estaba en shock. Apenas sí le había prestado atención a su madre en esas dos semanas. La zarina era una persona bastante arisca y Yuri no quería que su rechazo le doliera, por más de que no fuera su madre original. La suya había sido amorosa, despierta y muy curiosa, siempre al servicio de su hijo Yuri, su marido Ivan y su hijastro Viktor.
Mila se soltó de sus brazos y corrió hasta Lord Otabek, enterrando su rostro lloroso en su pecho. Intentó que aquella imagen no lo hiciera enojar tanto. Él le acarició la cabeza y le besó la frente.
Yuri apartó la vista. Viktor, o más bien el Doctor Nikiforov, fue hasta su lado.
- Interesante ejemplar el que cargas ahí ¿Puedo? -preguntó, señalando con la mirada lo que Yuri cargaba.
El huevo de Fabergé, pensó. Ni siquiera había notado que lo tenía en brazos aún. Viktor se mostró muy interesado en investigar la preciosa joya. El brillo en sus ojos le recordó a su hermano.
Pronto haría un mes de que había partido y que lo había visto por última vez. Entre tantos universos por los que corría, prácticamente no había tenido tiempo de llorar como se debía su desaparición.
Él no era una persona que llorase y mucho en menos en frente que lo conocía. Ahora finalmente estaba dándose cuenta de la locura de la situación. De lo mucho que necesitaba que su hermano volviera a casa y que todo fuera como antes. Pero nunca lo sería.
La mano de Otabek se posó sobre su hombro, reconfortándolo. Yuri quería poder tener la libertad de Mila para pedirle un abrazo, también.
El agarre se hizo un poco más fuerte y, sorprendido, volteó a verlo.
- ¿Yuri? -preguntó con un tono de voz ligeramente distinto. Yuri había aprendido a diferenciarlos.
Oh, genial, masculló para sí. Ha vuelto, pensó al ver el Pájaro de Fuego colgando de su cuello.
* * * *
Glosario:
1- Huevos de Fabergé: son una colección de sesenta y nueve joyas creadas por Carl Fabergé y sus artesanos de la empresa Fabergé para los zares de Rusia, así como para algunos miembros de la nobleza y la burguesía industrial y financiera, entre los años 1885 y 1917. Los huevos se consideran obras maestras del arte de la joyería.
* * * *
¡Volvió Viktor! ¡Y Otabek también! ¡Y el Príncipe!
La pequeña pieza de música que pongo es como imagino que sería la melodía de Otabek :) la pieza es un cover de la serie The OA (maravillosa por cierto, al igual que los artistas del video).
Otro capítulo que me ha gustado mucho. Y tiene un poco de romance, en honor a San Valentín un poco atrasado.
Espero mañana hacer la segunda mini maratón. Si no, la haré entre el finde.
¡Muchos besos y abrazos! ¡Gracias!
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