Cuarenta y tres

Se había lanzado contra la pared, golpeándose la cabeza en el camino contra la cama con tanta fuerza que le dejaría un bulto seguramente.

¿La razón? Cualquier otra persona la hubiese encontrado muy divertida. Para Yuuri era un verdadero infierno incluso recordar lo que había pasado minutos atrás.

Apenas aterrizó en el nuevo universo se sintió muy, muy extraño.

Pero cayó en cuentas unas milésimas de segundo después: alguien le estaba practicando sexo oral.

No supo si chillar, echarse atrás, dejarse llevar o qué otra locura. Su cuerpo le estaba diciendo una cosa -que no hiciese nada y que disfrutase, que todo estaba sintiéndose demasiado bien luego de tantas dolorosas semanas- pero su mente estaba maquinando alguna escapada que no lo hiciese ver como un chiflado.

Se decantó por la última opción en cuanto vio el cabello plateado de Viktor entre las piernas. Aquello era simplemente demasiado. Yuuri pegó un brinco, golpeando a su acompañante en la nariz en el proceso.

- ¡Auch! ¿Tan mal estaba haciéndolo? ¿Te he mordido? -preguntó divertido, secándose los labios.

Yuuri no tenía palabras. Tenía el corazón a punto de estallar y el rostro probablemente de mil colores. Se intentaba tapar con las mantas de la cama pero ¿de qué servía exactamente?

Viktor se levantó con un gesto preocupado. También estaba desnudo, lo que no estaba ayudando a los nervios de Yuuri precisamente.

- ¿Yuuri?

- Aléjate -ordenó neuróticamente.

- Vale, vale. Te está agarrando la locura post-sexo, lo entiendo -dijo con una sonrisa-. Pero justo que Kin se había dormido... -suspiró- ¿asumo que no obtendré mi parte?

Estaba anonadado. Otra persona tal vez hubiese mandado a Yuuri al loquero más cercano o mejor una patada hasta la estratosfera. Pero Viktor se veía comprensivo y tampoco le importaba mucho si a Yuuri de repente le pegaba un cabezazo mientras estaba lamiéndole el pene.

¿Y quién era Kin? ¿Era acaso quién Yuuri estaba pensando?

Se le hizo un nudo en la garganta. Incluso sintió una lágrima correr por su mejilla. Viktor se acomodó a su lado, encajando sus cuerpos uno al lado del otro. Con la mano izquierda limpió el pequeño reguero que dejó la lágrima de Yuuri.

Sintió un punto frío que rozaba su mejilla. Un anillo. No tuvo dudas de que era uno de bodas.

- Disculpa -murmuró-. No sé que pasó. Debo haberme dormido un segundo y soñé algo feo ¿es eso extraño?

- Considerando que una de cada seis veces que tenemos sexo te quedas dormido en el acto... no, cielo, no es extraño. Sólo me pone triste pensar que tenemos tiempo reducido últimamente, ¡pero eso no quiere decir que no ame a nuestra bola de felicidad!

Un llanto de bebé empezó a sonar en la lejanía. Menos de medio minuto después sintió también unas pisadas suaves y veloces, seguido de un ladrido de perro. El animal rascaba la puerta del cuarto de Viktor y Yuuri, como si estuviese avisándoles de algo importante a lo que no podían dejar de prestar atención.

- Makkachin es mejor niñero que Yurio, que intentó darle batido de chocolate a un bebé -rió a carcajadas-. No es por ser abusivo, mi amor, pero... te toca a ti.

- ¿Qué? Ah, sí, bueno.

Yuuri dio un traspié antes de salir de la cama. Tomó con cuidado unos bóxers del suelo, procurando no agacharse demasiado y darle una vista muy sugerente de su trasero a Viktor. Podía escucharlo reír a sus espaldas.

Corrió fuera del cuarto.

Vio a un caniche de pelaje castaño oscuro corretear entre sus pies. Por suerte, el can se dirigió dando saltos hasta uno de los cuartos casi al fondo del pasillo.

Caminó con un poco de miedo pero sin detenerse demasiado a culpa del intenso llanto. El perro siguió ladrando, apurándolo a llegar. Yuuri se metió por el marco de la puerta y, en el fondo, no se sorprendió de lo que encontró.

Era un cuarto de bebé, podía decirlo. Las paredes eran blancas y de un amarillo suave, con muchos juguetitos de todo tipo, animales de peluche, biberones, mantitas, así como también un cojín que parecía ser la cama del perro.

La cuna era más bien una cama con barrotes de madera que impedían que quien dormía allí se cayera al suelo. Yuuri tragó saliva y se asomó.

En ella sollozaba el niño más lindo que Yuuri había visto jamás. Apenas parecía haber cumplido el año, con el pelo tan oscuro como el suyo. Sus ojitos estaban cerrados pero se notaba que eran almendrados y fruncía la pequeña nariz de una forma graciosa. Tenía un pijamita con una remera que rezaba: "mi tío vino de Tailandia y solo me trajo esta camiseta".

El niño sintió la presencia de Yuuri alzó los brazos hacia él. No supo si fueron los instintos paternales o que el pequeño le daba demasiada ternura pero lo tomó en sus brazos. Sus llantos cesaron al instante en cuanto acomodó su cabeza entre el hueco de la clavícula de Yuuri.

Contuvo las ganas de volver a llorar. Así que este es Kin.

Kin significaba oro en su idioma. Pensó que el niño era como una verdadera medalla dorada, el mejor premio que dos padres podían obtener.

Se removía en sus brazos intentando dormirse, sorprendido de lo bien que cabía entre ellos. Empezó a tararear con dulce voz alguna vieja nana que su madre le cantaba. Dudaba que las canciones de cuna de su mundo futurista sobre robots que asaltan niños de su cuna no serían muy conocidas allí.

Paseó un poco por la habitación, intentando esquivar a Makkachin, que revoloteaba alrededor asegurándose de que su pequeño humano estuviese siendo tratado con cuidado.

Sobre una de las paredes amarillas se destacaban un montón de fotos. Yuuri esbozó una sonrisa al reconocer a casi todas las personas que salían en ellas, en escenarios uno más divertido que el anterior:

Phichit alzaba a un Kin más bebé mientras besaba su mejilla; Yuri lo tenía sobre sus piernas mientras le prestaba atención a una consola de videojuegos; JJ lo sostenía por debajo de las axilas y lo ponía frente a la barriga de embarazada de una bonita muchacha; Otabek tomando una siesta sobre el sofá con Kin dormido sobre su pecho; Makkachin intentando subirse a la cuna; incluso veía a su hermana Mari en una de ellas, donde dejaba que Kin le agarrara del cabello. Las trillizas de su matrimonio amigo, los Nishigori; Mila y Kin haciendo caras, Minami haciéndole cuernitos, Chris abrazándolo con fuerza junto a una tarta de cumpleaños con el número uno... tanta gente dándole amor a un niño que no había vivido ni un octavo de su vida.

Por supuesto que había muchas más fotos, donde los protagonistas eran el niño, Viktor y él. Al pie de San Basilio, con la Estatua de la Libertad, en una tina de aguas termales, en una pista de hielo donde Viktor patinaba con el bebé en sus brazos y se veía a un Yuuri chillando por atrás.

Esto es una buena vida de verdad.

Sintió el clic de una fotografía tomada con celular. Giró sorprendido, aunque debía haber previsto que sería Viktor quien le tomaba fotografías. Al menos había tenido la decencia de ponerse una bata. Yuuri parpadeó un poco.

- No me disculparé, sabes que me gusta sacarle fotos a las cosas que amo.

- Viktor -Yuuri se sonrojó.

- Como es la última noche en casa, diría que durmamos los tres juntos. O bueno, cuatro -agregó dándole una mirada a Makkachin.

- ¿Última noche?

- Sí, tontito -respondió pellizcando la nariz del japonés-. Mañana sale el vuelo a Budapest. Phichit ha estado torturándome la última semana diciéndome que te tengo demasiado tiempo secuestrado. Y yo le digo "bueno, Phichit, es mi marido", a lo que él siempre responde "¡Pero yo soy como su hermano! ¡Tengo derecho histórico!"

Phichit estaba en Budapest. Quizás más de alguno estaba allí. Los conocía a todos ellos. Se empezó a emocionar un poco.

- Tienes razón, eh... amor -dijo avergonzado-. Vamos a dormir, que estoy ansioso por mañana.

* * * *

En cuanto Viktor, Kin y Makkachin se quedaron dormidos, Yuuri se escabulló en puntas de pie con su teléfono móvil. No tardó demasiado en encontrar el número de teléfono de Phichit en lo que tardó en llegar a la cocina. Eran las tres de la mañana pero esto era una urgencia, Phichit sabría comprender.

- ¿Yeobosaeyo? (1) -contestó una voz seria y masculina al otro lado, con gran velocidad. Yuuri reconoció al instante el idioma.

- Seung-Gil, soy Yuuri.

- Ah, hola. Veo que no eres muy prudente con los horarios.

- Es que apenas ahora puedo hablar y decidí marcarle a Phichit -se excusó. Ya ni siquiera intentaba averiguar que hacía el coreano atendiendo el teléfono de Phichit.

- ¿Estás en problemas? -preguntó con sorna pero un poco preocupado.

- No, no. Estoy bien. Estoy con Viktor, de hecho. Y mañana vamos camino a Budapest a encontrarnos con Phichit y contigo, supongo, ¡todo va a salir bien! -dijo con emoción en susurros.

Seung-Gil no respondió rápidamente y el alma de Yuuri cayó a sus pies. Algo no venía bien.

- ¿Mañana? ¿Cómo a que hora? ¿No hay posibilidades de que viajen ya mismo?

- Seung-Gil, lo veo difícil. Están todos dormidos y no es como si hubiera vuelos a Budapest a toda hora ¡ni siquiera sé que en país estoy!

- Genial. Asombroso. Bueno, tal vez llegues para vernos a todos liarla por TV internacional.

- Oh, no ¿qué diablos está pasando?

- Mañana es la final del Grand Prix. Y Otabek, JJ y yo somos finalistas y ninguno tiene mucha idea de que hacer. También está el imbécil de Michele Crispino y espero se tuerza el cuello en la pista. Esto dará mucho que hablar.

- Joder. Bueno, veré como llegar lo antes posible. Intenten armar revuelo, no sé. Saboteen el concurso, ¡quizás ganemos tiempo! Estoy seguro que sus versiones de este mundo agradecerán que no salgan a la pista a hacer un desastre.

- Supongo -suspiró-. Phichit está durmiendo como morsa ahora, pero claro él no estuvo nominado este año. Ah, y tú te has ganado una final hace dos años. Viktor ha ganado tantas que ya perdí la cuenta y todos esperan que el matrimonio de los reyes del hielo se presente este año.

- ¡Vaya! -exclamó con total sorpresa- Suena un poco asombroso. Seung-Gil, de verdad espero llegar. Ganen todo el tiempo posible.

- No me digas que hacer -masculló-. Buenas noches.

Y colgó. Yuuri inspiró un poco de aire. Tenía que procesar todo lo que Seung-Gil le había confesado. Pero...

Viktor y Kin se veían tan adorables durmiendo al lado del otro. Para Yuuri se veía un crimen despertarlos.

Solo unas horitas. Total que igual no iban a conseguir vuelo adelantado a Budapest.

Entonces se acomodó entre los dos y sucumbió ante el mundo de los sueños, seguro de que esa noche no tendría ninguna pesadilla.

* * * *

Yuuri enloqueció un poco cuando Viktor lo despertó cerca de las 7 de la mañana. Seung-Gil lo asesinaría y seguro sería con las cuchillas de los patines.

Las cosas comenzaron a empeorar cuando de camino al aeropuerto -estaban en San Petersburgo- pudo husmear los pasajes y descubrió que tardarían casi cinco horas en llegar a la capital húngara a causa del vuelo de conexión que tomarían en Minsk, Bielorrusia.

Yuuri, Yuuri, ¿no te cansas de hacerles la vida más difícil a todos?

Deducía que llegarían justo para el comienzo de la competencia, dando muy poco margen a posibles retrasos de salida u otros pequeños y cotidianos percances viajeros.

Casi se le cae el bebé más de una vez y perdió a Makkachin de vista tres veces mientras Viktor hacía el check in de vuelo y despachaba el equipaje. Se veía como si fueran a pasar varios días en Budapest.

- Yuuri, relájate -dijo Viktor masajeando sus hombros-. Llegaremos a tiempo para ver a nuestro hijo mayor -rió.

Yuuri no tenía idea de qué hablaba o a qué hijo se refería y tampoco quería saber. Para colmo, Kin se veía mucho menos adorable que la noche anterior, lloriqueando por un jugo y unas galletas de la máquina expendedora. Por suerte, Viktor se ofreció a ser el padre del año y fue con él a conseguir los snacks por lo que Yuuri solo debía asegurarse de no soltar a Makkachin y vigilar los bolsos de manos. Luego los vio dirigirse hasta el free shop del aeropuerto a mirar algunas tiendas, lo que haría que regresasen en un par de minutos.

Decidió matar el tiempo y acercarse a mirar las tablas de despegues y aterrizajes. Había más de veinte vuelos programados para la media mañana y todo se veía perfectamente en orden.

Encontró su vuelo, el Belavia 942 -la aerolínea nacional de Bielorrusia- y suspiró con una sonrisa cuando vio las letras amarillas en la pantalla que rezaban en horario.

Pero de pronto cambió. Yuuri no terminó de comprender como en unos segundos todo parecía derrumbarse cuando las letras pasaron a informar cancelado.

- ¡¿Qué?! ¡No! ¡No! -empezó a gritar, llamando la atención de muchos viajeros y guardias de seguridad.

- ¿Señor? -se le acercó y preguntó una muchacha que se veía como una azafata muy nerviosa- ¿Lo puedo ayudar?

- De hecho, sí, ¿por qué ese vuelo a Minsk dice cancelado?

- ¡Oh! Lo siento muchísimo pero una fuerte nevada ha hecho que se cancelen todos los vuelos con destino al aeropuerto de Minsk.

Yuuri soltó un gemido lastimero. Makkachin también sollozó al ver a su dueño triste.

Empezó a alterarse de verdad, sintiéndose terriblemente angustiado. La muchacha se veía bastante mal de no poder consolarlo.

- ¿Y sabe que puedo hacer? ¡Necesito llegar a Budapest! Tenía una conexión y necesito llegar hoy sí o sí.

- Lo lamento mucho que se vea atascado en este inconveniente. Le sugiero acercarse a los puestos de las aerolíneas con las que Belavia posee código compartido: Air France, KLM, LOT, Finnair, Austrian Airlines... quizás ellos puedan conseguirle un asiento con la ruta más rápida hasta Budapest.

- Es que lo peor es que necesito también un lugar para mi marido y mi hijo.

La azafata ya no sabía que decirle, así que Yuuri le agradeció para que se retirase. Tenía que encontrar a Viktor pero no podía andar por el aeropuerto con dos mochilas, un bolso de bebé y con una jaula de perro -además del mismo perro-.

Así que veinte minutos cuando Viktor llegó, se tuvo que comer unos cuantos gritos de un alterado Yuuri. Sabía que él no tenía la culpa pero ya se sentía sobrepasado.

- ¡Tranquilo! A mí también me pone de los nervios no llegar a ver a Yurio... debí haber comprado los vuelos para ayer -suspiró-. Iremos a hablar con las otras aerolíneas.

Y eso hicieron, o más bien hizo Viktor, pero todos los vuelos estaban sobrevendidos. Lo más temprano a lo que podían aspirar era un vuelo con escala en Londres y con nueve horas de demora, llegando a Hungría en plena noche.

Yuuri empezó a dar vueltas como loco. Kin estaba sentado en uno de los asientos, comiéndose un paquete de papas fritas con mucha tranquilidad, arrojándole cada tanto unas cuantas a Makkachin.

Viktor estaba pensativo, pero su rostro se iluminó.

- ¡Lo tengo! -dijo- ¿Viste que en Finnair nos dijeron que el problema era la ida a Helsinki, pero que sí tenían vuelos con espacio de allí a Budapest? ¡Tomemos el tren de alta velocidad! Si todo sale bien entonces llegaremos a las seis de la tarde: ¡Justo para la final!

- Estoy empezando a dudar de que todo salga bien...

Y lo dudaba de verdad. Ya estaba imaginándose a los maquinistas en huelga o quizás algún huracán que azotara Helsinki justo cuando llegaran, impidiéndoles abordar una vez más.

- Tranquilo. Tu héroe te encontrará la solución -rió- Equipo: ¡Vamos a Helsinki!

* * * *

Perdieron varios minutos mientras Viktor luchaba con los que vendían los boletos en tren, ya que no querían dejarlo llevar a Makkachin. El ruso se veía decidido a no abandonar a ningún miembro de su familia por lo que finalmente accedieron a venderles un camarote privado. Eso sonaba excelente para Yuuri.

Ahora tenía que aguantar las cinco horas de viaje sin enloquecer.

El trayecto empezó tranquilo. Yuuri estaba muy acostumbrado a los trenes de alta velocidad en su hogar y éste se sentía particularmente como un paseo en bicicleta. Kin no paraba de hablarle a Makkachin, tanto, que estaba haciéndole doler la cabeza a Yuuri. Los hijos son todo un tema.

Viktor se veía más tranquilo que nunca. Tenía unos anteojos bastantes elegantes y de marco plateado que usaba para completar unos crucigramas. Se percató de que Yuuri lo observaba detenidamente y dejó lo que hacía.

- ¿Hay algo que te esté torturando? -inquirió- Te noto tenso.

- Es que ya quiero llegar -respondió mientras se pasaba la mano por el cabello.

- Y te entiendo, porque yo igual. Pero hoy... no sé, ¿seguro que estás bien?

- Perfecto, mi amor -respondió.

Permaneció unos segundos más con el ceño fruncido, pero luego sonrió, antes de volver a sus crucigramas. Yuuri soltó un suspiro.

Intentó conciliar varias veces el sueño pero le era imposible. No entendía por qué le preocupaba tanto que algunos de sus amigos arruinaran algún concurso deportivo de un mundo ajeno; Yuuri sabía muy bien que no era lo peor que habían hecho. Quizás fueran los nervios de lo que vendría luego de aquel universo tan feliz y maravilloso.

La vista desde el tren era bastante preciosa. Se podían ver los paisajes nevados y uno solo podía notar que abandonaba un país por el otro solo por los carteles de las ciudades que atravesaba: Sestroretsk, Pervomayskoye y Víborg para Rusia; Hamina, Kotka, Loviisa y Porvoo para Finlandia. Todos esos nombres se le hacían impronunciables.

Helsinki era casi como la imaginaba: llena de nieve, de edificios blancos y tranquilidad por las calles. Y Yuuri decía casi porque nadie se imaginaba que tras toda esa pulcra belleza se escondía la cuna del heavy metal y uno de las ciudades donde más vodka se bebía. Era un poco contradictoria y le gustaba.

Viktor miraba todo emocionado, igual que el pequeño Kin. Makkachin estaba receloso de tanta nieve, a pesar de que en San Petersburgo también vivían tapados de nieve la mayor parte del tiempo.

Salir de la estación fue todo un tema. La nieve tapaba al menos diez centímetros desde el suelo y las calles no estaban habilitadas para los automóviles. Yuuri sintió que le latía un ojo.

Pasó un buen tiempo desde que descubrieron que podían usar el tranvía hasta el aeropuerto, pero que les llevaría al menos una hora y cuarto por culpa de las congestionadas calles sumado a la distancia. Si tenían suerte, quizás solo cincuenta minutos. Llegarían realmente ajustados para tomar el avión a Budapest.

- ¡Mira el lado positivo! -exclamó Viktor- ¡Hay nieve y a ti te encanta la nieve!

Yuuri seguía sin ver el lado positivo.

Por suerte el trayecto al aeropuerto de Vantaa demoró menos de lo esperado. Estaba a 19 kilómetros del centro de Helsinki y en menos de una hora llegaron al inmenso lugar.

Viktor comenzó a poner prisa también. Tal vez finalmente se dio cuenta que estaban perdiendo demasiado el tiempo y que no podía tomarles tantas malditas horas en llegar a Budapest.

Apenas si podían andar entre todas las cosas que cargaban, niño y mascota incluidos. Debía darle crédito al pobre Kin que estaba comportándose bastante bien para todo el trajín que llevaban.

Una simpática azafata finlandesa los atendió en el mostrador. Miró con una radiante sonrisa al pequeño, al que le regaló un montón de caramelos que tenía en su mostrador.

- Buenas tardes y les doy la bienvenida al aeropuerto de Vantaa. Se agradece que elijan volar con Finnair, nuestra aerolínea nacional, ¿vienen a hacer el check in? -saludó en inglés.

- Ah, no exactamente -respondió Viktor en el mismo idioma-. Queremos comprar unos tickets. A Budapest.

- Oh -dijo la chica con el semblante tembloroso. Yuuri echó a llorar en su mente-. Nuestro último vuelo con destino a Budapest salió con una hora de adelanto como medida de precaución porque se prevé una tormenta de nieve para dentro de un par de horas, ¿puedo ofrecerles un vuelo para mañana? ¿o una conexión con otra aerolínea?

- Es que tenemos demasiada prisa -respondió Yuuri, golpeando nerviosamente el suelo con una de sus botas.

- De verdad lo lamento. Todos los vuelos han estado sobrevendidos por la final del Grand Prix que se celebraba hoy... ¡Un momento! -dijo con un gritito- ¿Ustedes dos no son Viktor Nikiforov y Yuuri Katsuki, las leyendas del patinaje?

El silencio de ambos pero la sonrisa de Viktor terminó de confirmarlo. La chica se llevó las manos a la boca.

- ¡Oh dios mío! ¡De haberlo sabido el piloto hubiese esperado por ustedes, incluso los habríamos puesto en primera clase! Sería un honor que volaran con nosotros.

- Que dulce de su parte -respondió el ruso-. Pero supongo que estamos un poco jodidos.

- En serio es una pena. Muchos fans tenían la ilusión de cruzárselos allá en Budapest. Podría llamar y ver si hay algún vuelo privado hacia allí...

- Descuide -dijo Viktor agitando las manos-. Tomaremos una noche de hotel. Pero quiero el vuelo para primera hora de mañana.

Yuuri no podía replicar. Estaba demasiado cansado y tampoco quería ilusionarse de pensar que tal vez encontraría un vuelo.

La final comenzaba en poco más de una hora. La suerte ya estaba echada.

* * * *

Glosario:

1- Yeobosaeyo: Forma de atender el teléfono en coreano.

* * * *


¡Mucha mala suerte para Yuuri y Viktor! Pero ¿qué opinan de como les fue en la vida? Yo opino que bastante bien :D un hijo, ambos campeones del mundo... Y espero les guste la primera escena, se que todos querían verla con Otayuri pero me pareció que con Victuuri quedaba bastante bien ;)

Se que es un capítulo un poco de relleno pero quería hacerlo lindo y divertido, con Yuuri siendo el imán de mala suerte que es. Quizás sea algo aburrido pero es que gracias a todo lo que pasa aquí se desencadenarán los hechos de los próximos capítulos :D

¡Muchas gracias por todos los comentarios y los buenos deseos de cumpleaños! También agradezco la paciencia, y ayer me olvidé de mencionar: ESTA HISTORIA TIENE 10K DE LECTURAS Y 2K DE VOTOS! Les juro que me emocioné demasiado en cuanto lo vi :')

Les mando un beso enorme, y espero tener pronto el capítulo doble para esta semana ¡Hasta mañana!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top