Cuarenta y dos


El nuevo y último mundo parecía demasiado amigable, o tal vez Otabek pertenecía a un sector que lo era. Localizó los carteles en húngaro en el bar en que estaba, así como el delicioso aroma de un plato de goulash en frente suyo y una enorme jarra de cerveza.

Unas risas conocidas sonaban a su lado: JJ, Leo, Emil y Michele. Se veían bastante borrachos, haciendo caras extrañas y dando golpes en la mesa con sus cubiertos. Había un aire de familiaridad que Otabek también logró sentir cuando estaba junto a su equipo. JJ no estaba aún con él en este mundo, y no sabía si Leo o el Michele del mundo del Príncipe también aparecerían.

- Otabek, cambia esa cara de condenado al matadero -exclamó JJ dando un buen bocado de goulash-. Sabemos que extrañas a tu gatita pero déjalo que tenga su tiempo libre. Hoy es noche de hombres.

- No creo que a mi entrenador le guste verme tan borracho -rió Michele. Otabek jamás lo había visto hacerlo de aquella forma.

- Tranquilo, Mickey. Te cuidaremos con Sara. Aunque si ella desea delegarme todo el trabajo a mí no me quejaré -intervino Emil Nekola.

- ¡Alto ahí! -dijo Leo- se que estamos teniendo un hermoso momento y formando vínculos pero eso no quiere decir que me contendré de patearles el culo en la final de ahí.

- En-tus-sueños -bramó JJ-. No por algo Canadá está en la cima de América, niño mestizo. Te voy a ganar y todo el mundo me aclamará como el Rey del Patinaje.

- ¡Dile eso al tricampeón del oro, medallista olímpico y a su novio el ganador del año pasado! -gritó el checo guiñándole un ojo a Otabek- También tengan cuidado con Mickey, va dispuesto a robarles el cuarto puesto a todos ustedes.

- Mejor novio del mundo -gruñó Michele, pero no parecía ofendido por aquello.

- A mí ninguno de ustedes me da miedo. Quizás me asusta ese coreano demencial que gira más que un trompo, pero ciertamente mi colega Otabek no me asusta y tampoco Plisetsky ¡yo les enseñe todo lo que saben!

Todos soltaron un ugh colectivo, seguido de varias risas.

¿De qué estaban hablando? ¿Una final de patinaje? A Otabek comenzó a sudar con nerviosismo. Sabía bastante sobre tener equilibrio y por supuesto sabía patinar pero no creía que estuviese a las alturas de participar en una competencia para salvar el pellejo de este Otabek.

Mientras los demás contaban anécdotas divertidas de años anteriores, JJ dio un respingo. Cuando Otabek se fijó bien, el Pájaro de Fuego acababa de materializarse sobre el cuello de su amigo, debajo de algunas capas de ropa que nadie notó.

Se veía bastante confundido, e hizo un gesto de interrogación con las manos a Otabek. Éste le hizo señas para que lo siguiera hasta afuera

- Ejem, caballeros. Tenemos asuntos que atender: ya saben, asuntos de amigos -soltó el canadiense entre sonrisas, tomando a Otabek del brazo.

- No creo que a Isabella le guste que te lleves a los patinadores al hotel -rió Leo, pero alzó su jarra y les guiñó un ojo.

- Estoy seguro que es... comprensiva ¡Au revoir!

Los dos soltaron algunos florines húngaros que tenían en sus billeteras con algo de culpa, a pesar de que seguramente sus versiones de ese mundo hubiesen terminado pagando su parte.

Salieron a la intemperie, donde el sol estaba a punto de ocultarse e iluminaba con tonos anaranjados lo que Otabek reconoció como el río Danubio.

- ¿Sabemos a qué hotel hay que ir? -inquirió JJ con un tono un poco divertido, pero podía ver tristeza y vacío en sus ojos.

- La verdad es que no.

- Creo que tendremos que volver adentro como unos verdaderos perdedores y ver si sacamos algo de información.

- JJ -suspiró Otabek-. Sobre...

- No lo digas. No. Hay cosas que hacer y... y yo debo permanecer con la mente enfocada. Por favor, Beka.

- De acuerdo. Sólo iba a decirte que cuentas conmigo -dijo esbozando una sonrisa. JJ le palmeó la espalda.

- Gracias, colega -le sonrió de regreso.

- ¡Ustedes dos! -gritó Michele saliendo a toda prisa del bar.

- Ugh, no.

Michele Crispino llevaba ahora un Pájaro de Fuego. Otabek apretó los puños, conteniendo las ganas de darle la hostia de su vida. Todavía no sabía si él y su gemela eran aliados o enemigos pero la verdad era que no le caían en gracia, cual sea fuera la respuesta.

- Vete -ordenó JJ- ¿Por qué no huyes como durante la fusión del universo de piratas?

- Hay cosas que son más grandes de lo que Sara y yo esperábamos. Ir al Triadverso era un riesgo para nosotros.

- Sí, y ahora nuestra Sara está muerta y mi amiga Mila se encuentra devastada ¡Tanto que decían que ayudarían y yo no he visto ninguna ayuda por aquí! -exclamó con creciente furia-. Otabek y yo nos vamos... a dónde sea que vamos, a dormir a una plaza si es necesario, pero no iremos contigo.

- Tengo la dirección del hotel donde nos hospedamos -dijo victorioso alzando un papel. JJ apretó los labios.

- B-bueno ¡Pero te ignoraré todo el camino!

Y JJ no mentía cuando dijo que iba a ignorar a Michele. Se la pasó dándole la espalda y señalándole a Otabek los lugares que más le gustaba de la capital húngara, Budapest. La ciudad era, en realidad, dos ciudades dividas: Buda y Pest. El trío se encontraba en Buda, la primera mitad, muy cerca del Danubio y con vistas al Budai Vár -el castillo de Buda- sobre la colina de Kelenföld. Era una gran construcción de un estilo híbrido barroco-medieval contemporáneo, a causa de todas las remodelaciones. Lo que más destacaba era su cúpula verdosa y desteñida, que denotaba qué tan vieja era la ciudad.

Michele miraba todo desinteresado; Otabek pensaba que alguien que venía de un mundo en guerra y destrozado sería capaz de apreciar más la belleza de los mundos pacíficos.

El Hotel Ritz-Carlton de Budapest era un verdadero lujo. De afuera se veía como un simple edificio ancho y rectangular de un color blancuzco, pero de adentro parecía un verdadero palacio de 1900.

Estaba atestado de gente de todo el mundo, podía decirlo por las chaquetas deportivas decoradas con banderas y nombres de un montón de países. Algunos dormitaban esperando hacer el check in, otros se abrazaban al reencontrarse con viejos amigos.

- Los encontré -exclamó Phichit Chulanont apareciendo entre la gente con un bolso en mano-. Este lugar es un hormiguero.

- No sé a ti, pero este lugar se me hace como digno de la realeza -dijo JJ, admirando cada mueble y lámpara.

- Tienes razón -rió-. Me gusta, es el primer lugar pacífico al que venimos.

- No por mucho tiempo, fracasados -intervino otra voz que Otabek reconoció.

Mila apareció por entre un pasillo con estilo de iwan, un elemento de la arquitectura marroquí, que era bastante abundante en la sala del Ritz-Carlton.

Llevaba un tapado demasiado largo, unas faldas de mezclilla y unas pequeñas botitas con medias. Se veía como una adolescente a pesar de que la chica ya superaba los veinte años. También tenía un poco corrido el delineador y los ojos hinchados pero nadie hizo mención de ello. La muerte de su novia Sara era demasiado reciente y ya estaba mostrando una fortaleza que no cualquiera podría ser capaz de ella.

- ¡Mila!

- Mientras andaban de paseo por ahí he descubierto muchas cositas interesantes ¡Somos patinadores! ¡Estamos en la final del Grand Prix!

- ¿Qué eso no se hace a fines de año? -inquirió JJ ante la sorprendida mirada de todos- ¡Soy canadiense! ¡Claro que sé sobre la final del Grand Prix!

- Ya sabes cómo son algunos mundos -dijo la chica con un encogimiento de hombros-. Por cierto, Bek, eres el favorito para ganar. El otro favorito es... -se calló abruptamente. Otabek suspiró.

- ¿Debo deducir que es Yuri? -preguntó con un nudo en la garganta.

- Tu novio Yuri.

JJ y Phichit soltaron un grito ahogado, cargado de sorpresa. A Otabek ya no le sorprendía saber que su destino estaba enlazado al de Yuri Plisetsky en más de un mundo.

Excepto en el mío.

Inconscientemente recordó las palabras del Príncipe en el Triadverso, intentando engañarlo de que Yuri seguía vivo por ahí. Sacudió esos pensamientos: no podía ser otra de sus artimañas para salvarse el cuello.

- Por cierto, JJ, hay alguien que me ha estado persiguiendo preguntando por ti...

- ¿Hm?

- ¡JJ! ¡Cielo, ahí estás! -chilló una mujer que aparecía por el mismo pasillo que Mila.

A JJ se le desencajó la mandíbula al verla, y Otabek lo entendía: era preciosa. Cabello negro hasta los hombros, ojos del color del cielo, suave piel de porcelana. La reconoció luego de un par de segundos como la muchacha que acompañaba al JJ de Venecia, donde no habían sido más que un par de turistas. Qué curioso y bonito era el mundo a veces.

Eso no era todo, sin embargo. Un vientre abultado se destacaba entre sus holgadas y finas ropas. Estaba embarazada. Otabek no sabía cuál de todos esos factores había dejado a JJ más impresionado.

- Bastardo con suerte... -masculló el canadiense para sí mismo.

- ¿Bebé? -preguntó ella dudosa.

- Ignórame, linda. Estás radiante. Luces como una verdadera reina.

Ella sonrió con dulzura. Acto seguido dio unos cuantos pasos y se lanzó en brazos de JJ para darle un apasionado besos en los labios. Su amigo no se resistió.

Otabek pudo ver entre los dedos de la muchacha que se enredaban en los cabellos oscuros de JJ algo que brillaba dorado: una alianza de matrimonio. Mila también lo había notado y estaba sonriendo como boba. Phichit se secaba una lágrima imaginaria, o quizás no tanto.

- ¡Te extrañé! Y me aburrí mucho este día sola, por suerte me encontré con Yuri, que me llevó hasta el centro comercial antes de irse a practicar para mañana.

- ¡Vaya! Que casualidad, justo que Otabek lo estaba buscando -exclamó abrazándola por la cintura, haciéndole gestos a Otabek para que interviniera con alguna pregunta.

- ¿Sabes a dónde ha ido? -preguntó con un carraspeo nervioso.

- Pues al estadio, supongo -respondió con una sonrisa despreocupada- ¿Nos vamos a cenar al cuarto? Nuestra terraza tiene una vista excelente a la ciudad.

- Oh, me encantaría, preciosa.

Y así como así, JJ desapareció. Ninguno podía evitar aquello realmente sin lucir de forma sospechosa. Mila chasqueó la lengua.

- Traidor.

- Le hará bien tener algo de consuelo -respondió Otabek-. Esa chica es novia de JJ en más de un mundo.

- No dudes que la buscará en el Triadverso -rió Mila, pero su sonrisa luego desapareció-. Hay algo que no se si estoy segura de hacer.

- ¿Hablas de...?

Ella asintió. Otabek alzó una mano para darle una palmada en el hombro, pero Mila lo tomó como una invitación a un abrazo y se escondió entre el pecho y el tapado de su amigo.

- Estoy tan cansada de todo, ¿a quién más perderé? ¿A ti? ¿Al bobo de JJ?

- No nos vas a perder. Somos un gran equipo. Y están todos los demás, Yuuri, Phichit, Seung-Gil...

Phichit se acercó a ambos y le dedicó una cálida sonrisa a Mila. Ella se la devolvió con timidez.

- Puedes contar conmigo, eso es verdad. Aunque no puedo hablar por Seung-Gil...

Mila ahogó una risita. Otabek le secó un par de lágrimas.

- Eres una de las personas más fuertes que conozco. Uno de los pilares que me queda en esta odisea -le susurró.

- Seré fuerte por ti.

- Me basta con que lo hagas por ti misma.

La pequeña reunión entre los tres amigos no se extendió demasiado. Otabek encontró una tarjeta magnética en su chaqueta con el número 511 en ella. Sin vacilar mucho más tomó el elevador.

Quizás una noche de sueño no vendría mal. Sabía que estaban hasta las manos con el tiempo y que tenían que encontrar el último trozo del alma de Viktor pero necesitaba descansar, del tipo apagar la mente y no pensar en otra cosa.

El cuarto era espacioso y olía limpio, como cualquier cuarto de hotel lujoso. Una cama matrimonial ocupaba gran parte de los metros cuadrados. Aún a pesar de que fuera una habitación grande se veía totalmente desordenada, con un par de valijas abiertas y la ropa toda desperdigada por los muebles y el suelo. Un par de patines colgaban de una silla, así como dos portatrajes colgados de las ventanas, más varios trajes brillosos y coloridos.

Pasó las manos sobre las suaves telas, siguiendo con sus dedos los patrones aplicados en ella. Dos de los trajes se veían no solo como algo que Otabek elegiría -en esa situación- sino que se veían de su talla. Los otros dos eran más pequeños, casi como par un cuerpo de mujer, pero él ya se hacía ideas de a quien le pertenecían.

El pomo de la puerta giró, tras oírse un ligero beep al pasar la banda magnética que desbloqueaba el mecanismo. Sintió que el corazón se le iba a salir del pecho, que el aire no estaba entrando en su cuerpo con mucha facilidad. Tenía unos irrefrenables deseos de correr hasta el recién llegado y estamparle un beso que le devolviera todas las emociones que había perdido en el camino.

Porque en frente de él estaba Yuri Plisetsky. Se veía sudado, con el cabello atado en una coleta y mechones que se escapaban en todas las direcciones. De los hombros le colgaban un par de patines atados por las agujetas, los cuales arrojó al suelo en cuanto vio a Otabek.

Los dos se quedaron mirando varios segundos, sin saber que hacer frente al otro. Otabek tenía miedo de verse demasiado sospechoso frente al Yuri de ese mundo. Era nada más ni nada menos que su novio. Él notaría cualquier actitud extraña.

- Hola -logró balbucear.

- Hola -fue todo lo que respondió, igual de nervioso. Otabek no entendía que ponía nervioso al chico.

Otabek caminó un poco por el cuarto, debatiendo si acercarse. Yuri ya se veía como un ratoncito enjaulado, temeroso pero intentando ocultarlo. Seguía en el rellano de la puerta, como si entrar le supiese también meterse en alguna situación desconocida.

Otabek frunció el ceño, ¿y si realmente lo era...?

Yuri abrió los ojos de repente. Su mirada ya no se posaba en los ojos y rasgos de Otabek, sino en su cuello; en el Pájaro de Fuego.

- O-Otabek ¡Soy...!

No lo dejó terminar. La mano izquierda de Otabek se enroscó alrededor del pálido cuello de Yuri Plisetsky. Fue un puro acto reflejo, no se molestó en dejarlo hablar ni tampoco en darle tiempo de que le confirmara que era el Príncipe.

Apretaba lo suficiente como para dejarlo sin aire pero sin acabar con él: todavía tenía muchas preguntas que hacer. Podía sentir como debajo de su palma luchaba por aire, ahogándose. Otabek, a pesar de que no era más alto, con su fuerza había logrado elevarlo unos centímetros y ahora Yuri daba algunas patadas desesperadas.

- ¿Te parece divertido? ¿Crees que eres muy inteligente o estás por un paso adelante por torturarme con su rostro? -masculló entre dientes- ¿Es graciosa la expresión cada vez que se me parte el corazón al ver otra vez sus ojos, esos mismos que se apagaron de vida porque le disparaste?

- O-Ot-... -balbuceó, con las venas del rostro empezando a marcarse en sus sienes.

Otabek respiraba con dificultad. Estaba cegado por la ira y el hambre de justicia. Aprieta un poco más, anda. Sé que quieres matarlo en su cuerpo pero con esto debería bastarte.

Pero entonces vino el toque.

A Yuri le costaba mover las extremidades pero alzó la mano hasta una de sus mejillas. Sus dedos se posaron suavemente sobre el pómulo de Otabek y lo acariciaron lentamente. Su mano estaba fría, suave, y le recordaba a la última caricia que su Yuri le había dado en la celda de la Bratva.

Otabek lo soltó y su cuerpo cayó con un estruendo. Yuri dio un respiro ronco, como si el aire del ambiente no fuese suficiente para mantenerlo vivo.

Alzó la mirada desde el suelo y la clavó en la suya. Tenía una marca rojiza que se extendía por todo su cuello y su cuello estaba encendido al rojo vivo.

- En... Venecia... -murmuró- me dijiste que haríamos que valga la pena.

No.

- Éramos novios en Buenos Aires. Hacíamos el amor en un jacuzzi.

No era posible.

- Le llevaste una orquídea de color rosa y blanco a Valya.

Dio varios pasos hacia atrás, alejándose como podía de eso, de él.

Porque no sabía cómo llamarlo, pero no podía ser ese él.

- Me salvaste de los vigilantes y me propusiste ser mi aliado.

Las lágrimas calientes bajaban de sus ojos. Otabek parpadeó para combatirlas, pero era demasiado.

- Dejaste que te atravesaran el corazón por mí, por el Zarévich.

- No puedes ser tú -farfulló.

Yuri lo miraba destrozado en el suelo. Todavía no recuperaba las fuerzas del intento de ahorcamiento de Otabek pero no se veía furioso. Se veía como si todo lo que quisiera era ser envuelto por sus fuertes brazos después de tanto tiempo.

Había derribado una silla en su intento de alejarse de aquel chico, de ese Yuri que clamaba ser el suyo.

¿Cómo era posible? Si había muerto en sus mismos brazos hacía casi un mes.

Pero estaba allí, dándole a Otabek la prueba de que lo era. De que estaba de regreso a su lado.

Otabek no podía soportarlo.

No se molestó en tomar un abrigo o calzarse los zapatos antes de huir del cuarto, y en lo posible del hotel, de Budapest, del multiverso, de la vida en sí misma.





* * * *


¡Mil, mil, MIL disculpas por no haber actualizado ayer! Se que lo había prometido pero fue un día exclusivamente largo (y un poco malo) porque no me permitieron rendir por un error que hubo y perdí la oportunidad hasta mayo :( me ha enojado muchísimo y más aún porque perdí tiempo que podría haber usado para subir algo u_u

¡Se que no es de los capítulos más largos, pero pasaron mil cosas! :D espero les haya gustado el final, se que Ota se puso muy intenso... Además de que ¡HUBO REENCUENTRO! aunque no como se lo esperaban, tal vez. Pero hubo JJxIsabella y un poco de EmilxMickey (aunque después llegó el Michele estúpido del mundo en ruinas).

Voy a intentar usar hoy para ponerme al día y hacer capítulos más largos y con más intensidad :D espero les guste de todas formas.

¡Muuuuchas gracias por la paciencia! Si puedo, intentaré subir algún día cap doble <3

¡Besote grande y hasta mañana!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top