Cuarenta y cuatro

Ese no era el reencuentro que Yuri estaba esperando.

Él no pretendía que Otabek lo recibiese con los brazos abiertos y con un beso de película ni tampoco con una fiesta de bienvenida. Pero ciertamente no esperaba que lo tomase por el cuello e intentase ahorcarlo.

En cierto modo entendía la desconfianza. Por culpa de haber sido tan lentos en el universo de la Bratva es que habían conseguido que Yuri fuese asesinado. Eso no quitaba el peso que sentía en el pecho.

Lo más sensato no hubiese sido ir a buscarlo. Las piernas le dolían horrores por culpa de practicar y fallar estrepitosamente en pos de no arruinarlo todo durante la final del Grand Prix. Estaba harto de joder la vida de otros Yuris; acababa de llegar y ya estaba a punto de hacerlo otra vez.

Si conocía a Otabek como él creía que lo hacía entonces lo mejor sería no buscarlo por ahora. Yuri era distinto, hacía una cosa cuando solía querer hacer otra. Por eso él esperaba un poco que la gente lo buscase cuando fingía querer aislarse del mundo. Otabek, por su lado, casi siempre era transparente con sus emociones y no intentaba engañar a los demás con lo que sentía. Si huía del lugar es porque verdaderamente quería estar solo.

Pero tenía que encontrar a alguien. Necesitaba sentir la familiaridad de su hogar.

Volvió rápidamente al lobby, que ya comenzaba a despejarse, en busca de algún rostro conocido: Mila, Minami, Seung-Gil... incluso el asqueroso de JJ, a quien ya le daría una hostia solo porque sí.

Mientras más lo pensaba, menos enojado podía mantenerse. Antes, a Yuri le habría encantado quejarse de cualquier estupidez a su alrededor pero luego de su estadía en el Otro Mundo las cosas se sentían diferentes. Como si no pudiera darlas por sentado, como si quisiera agradecerle al viento de que estaba vivo otra vez.

Decidió ir con su chaqueta del equipo deportivo ruso para intimidar un poco a los empleados. Pidió varios números de habitación que le fueron entregados en el acto solo porque era el tricampeón y quizás futuro tetracampeón, Yuri Plisetsky. Actuó como un pequeño bastardo -pensó que no se podía esperar menos de a quien llamaban el vándalo ruso- y huyó hasta el piso cuatro.

En el camino pensó que diría para convencer. Tenía muchísimas cosas que hablar con cada uno de ellos pero no era el momento: lo único que importaba era demostrar quien era él realmente, que estaba de vuelta y listo para terminar con la misión.

Tras varios segundos debatiéndose, tocó la puerta. Unas voces se oyeron en el interior y le abrió la puerta un muchacho mucho más bajo que él. Lo primero que reconoció fue su mechón pelirrojo.

- ¿Yuri Plisetsky? -preguntó Minami confundido.

- Hola, enano interdimensional, ¿está la vieja bruja en casa? -respondió de manera casual. Minami abrió los ojos como plato, antes de querer cerrar la puerta de un portazo. Yuri la detuvo con el pie.

- ¡MILA! -chilló el chico.

Otra voz se escuchaba desde el baño, por el cual salió Mila -su hermana biológica- con una toalla y el cabello envuelto.

- ¿Qué mierda quieres? Minami, ¡detenlo! Puede ser el Príncipe.

- Yo no...

Pero no pudo terminar porque Minami lo había tacleado y lo tenía acorralado contra el suelo. Pensó que si todos lo recibirían de esa forma, entonces prefería volverse al Otro Mundo.

- Creo que si fuera el Príncipe de verdad ya los hubiera hecho polvo por incompetentes -masculló. Minami le apretó más la cabeza contra el suelo. Yuri suspiró y se dejó; quizás si no oponía resistencia entonces terminaría por convencerlos.

Mila ya estaba hablando por teléfono a alguien más para que apareciese pronto en su habitación, que había problemas.

Nadie dijo nada en lo que tomó que el visitante desconocido llegara al cuarto de Mila. Yuri bufó en cuanto vio a JJ con la camisa mal abrochada entrar como si se paseara por su propia casa.

- Es... ¡¿es el Príncipe?! -exclamó- Prepárate para caer ante el rey -hizo unas extrañas poses con las manos, como si fingiera saber algo de artes marciales.

- JJ, cabeza de termo... ¿no te dejé a cuidado del estúpido perro de Viktor en casa? -le dijo con algo de horror. JJ lo miró perplejo.

- ¿Y-Yu...?

- Leroy, ¿qué le has hecho al jodido Makkachin?

- ¡Nada! ¡Lo he dejado al cuidado de mis... mi madre! -se corrigió rápidamente con algo de tristeza. La mirada le cambió rápidamente- ¿cómo sabes eso del perro? ¡Me lo ha dicho el Plisetsky de casa! ¡No puedes saberlo!

- ¡Porque yo soy el Plisetsky de casa, patán!

- ¡Es mentira! -intervino Mila, que ya tenía los ojos brillosos.

- Me pegaste un chicle cuando tenía como seis años, bruja del infierno. Y ya sé que somos...

Se quedó callado, con los labios apretados. Mila soltó un grito ahogado y antes de que se diera cuenta había empujado a Minami de encima de él. Le envolvió los brazos alrededor del cuello a Yuri.

- ¡Esto es imposible! ¡Te vimos morir! ¡Muerto! ¡Y ahora apareces...! -chilló sin dejar de abrazarlo.

- Ya, ya. Es... una historia larguísima. Ni siquiera tengo un jodido Pájaro de Fuego y me siento como un fracasado pero... he vuelto.

Mila rompió a llorar otra vez, y Yuri se contuvo de hacerlo él también. Los dos se abrazaban fuertemente, ante los aún atónitos JJ y Minami.

- Otabek ha estado cargando el tuyo todo el tiempo y... ¡Oh por Dios! ¡Otabek! ¡Debo avisarle! -amagó con levantarse, pero Yuri la volvió a atraer al suelo.

- No creo que sea el momento.

- ¡Pero...!

- De verdad. Ya nos hemos visto.

La mirada sombría hizo a Mila entender las cosas. Yuri se llevó unos dedos al cuello, donde todavía tenía marcados los cardenales que le dejaron los dedos de Otabek. Cerró los ojos con fuerza para no recordar lo horrible que se sentía quedarse sin aire.

- ¡Yurio-kun! -dijo Minami dándole un abrazo- ¡Me alegro tanto de verte!

- ¡Oye! No me digas Yurio, ¿qué clase de apodo es ese?

- No sé, aquí te llaman así para no confundirte con Yuuri Katsuki, ¡a mí me gusta!

Ese nombre.

¿Por qué se lo encontraba en todos lados? ¿Qué podía tener de especial un cerdo como él?

JJ se le acercó sigilosamente, poniendo una mano en su hombro. Tenía los ojos iluminados, como si acabara de encontrarse con el ídolo de toda su vida.

- Eres tú -fue todo lo que logró articular. Yuri chasqueó la lengua-. Estás vivo.

- Sí, y como no saques tu mano de mi hombro tú no lo estarás.

El canadiense ignoró la amenaza y lo abrazó, alzándolo un poco del suelo. Yuri se removió con todas sus fuerzas.

- ¡Quita! Todavía te odio.

- Otabek y Mila me aman. Pronto lo harás tú también.

- ¡Pues prefiero volver a morirme!

- Yuri -habló Mila- ¿cómo es que has vuelto a vivir?

- Nunca estuve muerto, técnicamente -respondió sacudiéndose la ropa luego de que JJ lo depositara en el suelo-. Es largo de explicar. Hay que encontrar a Viktor.

- No te preocupes por eso. Viktor es una leyenda del patinaje aquí y estará para presenciar el GPF. Él vendrá directo a nosotros.

- Es la última pieza -dijo Yuri con algo de vacilación. Mila asintió-. Eso quiere decir...

Que Viktor volverá pronto. Mañana podría estar con él.

Hiperventiló un poco. Cuando comenzó su viaje nunca se imaginó aquel momento exacto, en el que tomaba la última pieza de su hermano y las unía todas para traerlo de regreso. Yuri solo se imaginaba el momento en que Viktor ya estaba completo, pero eso lo miraba como si fuera un sueño lejano que algún día se haría real.

Pero esto era la verdadera realidad. Y no quedaba nada para terminar su misión, después de tantas cosas por las que él -y el resto- habían tenido que pasar.

* * * *

La madrugada fue todo un ir y venir de gente que conocía. Cerca de las tres de la mañana aparecieron unos adormilados Phichit y Seung-Gil. Casi no conocía de nada al tailandés pero eso no evitó que le arrojara los brazos alrededor del cuello para abrazarlo.

- ¡Estás vivo! -exclamó con emoción- ¡Y Viktor viene en camino! Este día no podría ir mejor.

- Habla por ti -bramó el coreano amargado-. No tienes que competir en una final de patinaje sobre hielo. Y ahora somos cinco personas que la van a cagar sobre el hielo.

- Además los Crispino andan dando vueltas por ahí -intervino Mila-. Hay que tener un ojo sobre ellos.

- ¿Qué no eras novia de la bruja Crispino? -preguntó Yuri.

El rostro de todos se transformó. Los ojos de Mila se llenaron de lágrimas pero ella parpadeó para combatirlas.

Ay, no.

- Son otros Crispino. Hay mucho para poner al día pero no tenemos tiempo.

- ¿Y si saboteamos la final? -propuso Minami.

- Eso mismo me dijo Yuuri hace un rato al teléfono.

- ¡Yuuri-kun es muy inteligente! Me alegra pensar como él -dijo emocionado.

- ¿No sería sospechoso? Además tanta gente que ha venido a ver la final... -habló JJ cabizbajo.

- No te hagas el que tienes moral ahora, ¿te parece mejor ir y partirte algún diente sobre el hielo?

- Yo no soy tan malo patinando. De hecho me gusta bastante -exclamó de brazos cruzados.

- ¡Ugh!

Todos quedaron en silencio, cada uno maquinando en sus cabezas alguna forma de ganar tiempo.

¿Una falsa alarma terrorista? Sería un caos masivo.

¿Provocar un apagón en el estadio? Casi imposible.

Al final decidieron que debían dormir un poco y planear la estrategia apenas se despertasen. Cualquier plan que tuvieran debía llevarse a cabo sobre la hora para así no arriesgarse a que los organizadores del concurso encontraran alguna solución.

Yuri iba a quedarse con Mila. No se atrevía a volver al cuarto de Otabek. Nadie volvió a preguntar por él, y supuso que todos ya sabían de la desaparición del chico.

No podía culparlo. Cuando Mila quedó finalmente dormida a su lado, Yuri se quedó pensando.

Quería decirle tantas cosas y no sabía cómo. Que lo había extrañado, que el único lugar que había extrañado en la tierra eran sus brazos rodeándolo.

¿Tenía algún sentido negar que estaba enamorado? De quien había jurado capturarlo, a quien había insultado una infinidad de veces, en voz alta y en sus pensamientos. Otabek era una brisa de aire fresco en medio de la locura.

Y quizás él se sentía igual, también. No había otra explicación para que le afectase tanto volver a ver al Yuri que creía muerto. La noticia debió haberle provocado un terremoto de sensaciones.

Tenemos una nueva oportunidad.

Yuri no iba a desaprovecharla. Había aprendido muy bien a no tomar por sentado las cosas.

* * * *

Durante el desayuno se vio incapaz de probar bocado alguno. Mila se veía bastante relajada ya que la final femenina sería dentro de dos días y lo más probable es que ya no estarían allí para ese tiempo. Pero Yuri competía esa misma tarde y se le revolvían las tripas de los nervios.

Vio a todos los presentes que también estaban, JJ y Minami, y se tentó de querer arrancarles las sonrisas que tenían en el rostro. Odiaba que el imbécil de Leroy se sintiera tan confiado.

- ¿Alguien ha visto a Phichit y Seung-Gil? -exclamó el japonés presente.

- Estarán practicando el kamasutra -respondió la chica.

- Mila, no seas vulgar -la regañó JJ.

- Tú también debes haber estado practicándola con esa noviecita tuya.

Los ojos de JJ se iluminaron de repente. Yuri no sabía a que se referían. Tuvo un flash de la novia que le conoció a JJ en el mundo congelado y lo bonita que se veía a su lado. Quizás era una chica distinta.

- Es maravillosa, Mila. Te lo juro. Ella tiene que existir en el Triadverso y tengo que encontrarla. No me rendiré hasta hacerlo -dijo decidido. Mila le palmeó la espalda divertida.

Yuri curioseó un poco la gente a su alrededor. El ambiente se veía animado pero notó algo extraño sucediendo al fondo del pasillo exterior al restaurante: podía ver un grupo de gente uniformada de blanco correteando por el lobby. Se veían como...

- ¿Enfermeros? -dijo en voz alta.

- Es normal ¿sabes? Mucha gente se descompone o tiene dolores a causa de los nervios en situaciones así.

Pero Yuri ya había aprendido que nada era normal en su vida. Si aparecían un grupo de enfermeros entonces es porque alguien estaba en problemas. Y estaba casi seguro de saber quién era ese alguien.

La respuesta no demoró en llegar. Phichit Chulanont llegó a los trompicones hasta la mesa del grupo, haciendo que JJ se ahogase con una tostada.

- ¡A que no saben lo que ha ocurrido! -jadeó.

- Estoy bastante segura que tiene que ver con Seung-Gil. Dime que finalmente se ha cortado su propia lengua.

- ¡Se fracturó su propio brazo! ¡Lo hizo con la ventana! Estaba durmiendo y luego escuché un terrible grito de dolor y lo encontré arrodillado en el suelo, sudando y mordiéndose los dientes para no llorar -dijo con tristeza-. Y todo así no tenía que competir. Casi se desmaya del dolor antes de que lleguen los paramédicos.

Yuri lo envidiaba, solo un poco. Seung-Gil estaba libre de competir ahora y quizás había salvado la humillación al de este mundo. Pero aquella treta no le funcionaría a todos.

Otabek encima no aparecía. Los Crispino estarían armando algún plan caótico en alguna parte.

El juego estaba a punto de empezar.

* * * *

Yakov estaba gritándole en el oído. Se sintió con demasiada impotencia al ver a ese maldito y a Lilia Baranovskaya actuar como sus entrenadores siendo que en casa solo se dedicaban a joderle la vida. Ni siquiera sus muertes le habían dado placer o paz; nada de lo que había sido arruinado por sus manos podía ser rehecho.

Resultaba ser que, como uno de los participantes quedaba descalificado automáticamente, se harían los dos programas -el corto y el libre- el mismo día. A Yuri le daba exactamente igual, porque la iba a joder en ambas. El único que verdaderamente se veía un poco preocupado era Leo de la Iglesia. Después de todo era el único patinador real que estaba a punto de competir.

La multitud coreaba los nombres de los patinadores. Pudo escuchar el suyo entre toda la ovación, aclamando que su ídolo saliera a demostrar de lo que estaba hecho. También escuchaba a los periodistas apostados fuera del área de vestuarios, gritando por ver cual patinador sería capaz de concederles una entrevista.

El maldito de Yuuri se había retrasado junto con Viktor. Llegarían al día siguiente pero sería un poco tarde para salvar la situación.

Bueno, mejor acabar pronto.

Pudo ver a muchas otras personas que conocía de casa y que también había conocido durante su casa: Leo, Guang Hong, la bruja malvada de Venecia, Chris... tuvo que bloquear sus emociones para no sentirse destrozado cuando supo de la muerte de éste último.

Este Chris estaba dándoles ánimos a todos, abrazando y besando a quienes se le cruzaban. Incluso se detuvo a abrazar a Yuri, a felicitarlo por todos sus logros a tan corta edad. Chris ya tendría casi treinta años y probablemente debía estar retirado: podía ver la nostalgia en sus ojos cuando observó los brillantes trajes y las cuchillas de los patines.

Yuri se miró a sí mismo. Llevaba un leotardo dorado que se le pegaba al cuerpo y brillaba con lentejuelas y pequeños espejitos. Se sintió como una cabaretera barata. Lilia había trenzado su largo cabello rubio con una corona de trenzas y luego había espolvoreado su rostro con un poco de purpurina.

- Me gustaría decir que harás historia... pero ya la has hecho -le sonrió maternalmente. A Yuri se le cerró la garganta.

- Gracias -pudo mascullar.

- Eres el orgullo de Rusia y mío. No importa lo que pase.

Eso le dio escalofríos. Casi como si Lilia supiera que estaría por liarla de verdad, pero quizás podía ver en los ojos horrorizados de Yuri que todo estaba a punto de irse al diablo.

Los altavoces sonaron con la voz del presentador anunciado en que un par de minutos la competencia daría inicio. También comunicaron la terrible tragedia de la estrella coreana, Seung-Gil Lee, que había anunciado recientemente que aquella sería su última final antes de retirarse. Yuri sintió como si el corazón se le hiciera de plomo. Esto se lo hicimos nosotros.

El primero en pasar fue Michele Crispino. Nunca había hablado con ese bastardo del mundo del Príncipe pero aún así quería darle un puñetazo. Llevaba un traje negro con tiradores blancos, demasiado sencillo para semejante competencia. Su hermana Sara aplaudía con emoción mientras un rubio que reconoció como Emil Nekola, un policía de Interpol, gritaba que su novio sería capaz de ganarle a todos.

Una música melancólica en italiano empezó a sonar.

- Representando a la República Italiana, el medallista de bronce Michele Crispino, de veintiséis años interpretara una bella sonata de su país.

Michele empezó a moverse casi como un profesional. Era un poco torpe para los giros y pasos, pero no estaba totalmente desorientado como Yuri, que se había mirado videos de sus performances en el celular durante toda la tarde antes de la competencia.

- Se viene el primer salto... ¡Un triple ax-...! ¡Uy, se cayó! Pero bueno, no importa, puede remontarla con alguno de los otros siete saltos que tiene en su repertorio.

Yuri quiso estallar de risa al ver a aquel tonto estrellarse contra la pista, pero no pudo. No antes de que él pasara e hiciera el ridículo también.

Michele no se veía nervioso. Era obvio que había patinado antes en su mundo, y quizás el Michele de ese mundo también estaba dando de su parte.

Falló en el segundo salto también, que se suponía debía ser un salchow cuádruple. Yuri no tenía idea de que eran todas esas cosas, y se sentía como cuando estás por entrar a un examen pero escuchas a dos de tus compañeros hablar de algún tema del que no tenías ideas.

El tercero lo clavó por alguna razón: un triple toe-loop y una combinación de lutz simple. La multitud gritó emocionada y eso pareció elevarle los ánimos a ese idiota que siguió clavando los saltos que le quedaban, pero se le enganchó una cuchilla en el pantalón y lo mandó varios metros hasta que se golpeó contra una de las paredes que bordeaban la pista.

Ahora sí que Yuri no se aguantó la risa. A su lado estaba Mila, que se desternillaba histéricamente.

- Que perdedor -dijo secándose una lágrima-. Odio a este Michele. Y ni que decirte de ésta Sara. Luego de lo que le pasó a la mía...

- Sí, se merecen lo peor. Ojalá se quede pegado al hielo y lo deje ahí para siempre.

Mila le dio una sonrisa triste, al tiempo que Michele saludaba al público porque su canción había terminado. La gente estaba atónita y aplaudían automáticamente, pero nadie podía creer que alguien de su nivel hubiese dado tremendo espectáculo.

Que bonita sorpresa se van a llevar.

Michele obtuvo unos 39 puntos, lo cual era un poco vergonzoso siendo que años anteriores había llegado a la medalla de bronce. Sus fanáticos lo ovacionaron de igual manera.

- Ahora sigue el americano Leo de la Iglesia, de veintidós años, que viene dispuesto a conquistar los corazones del público al son de una canción compuesta por sí mismo: Looking for a love like yours.

Leo sonrió a la muchedumbre, lanzando algunos besos que hicieron chillar a las fanáticas. Tenía el pelo recogido y vestía una camisa azul junto con unos brillantes pantalones negros. La música parecía ser acorde con los colores: triste, melancólica.

Por supuesto lo hizo perfecto. Quizás el desastre de Michele le había dado ánimos renovados pero clavó todos sus saltos triples y combinaciones, emocionando al público con la belleza de sus aterrizadas.

- ¡Por primera vez en su carrera profesional hará un salto cuádruple! Recordemos que Leo de la Iglesia es famoso por cautivar al jurado a pesar de no incluir ni un solo cuádruple en sus repertorios.

Leo saltó entonces, y giró lo suficiente hasta que sus patines volvieron a tocar al suelo. La multitud soltó grititos de sorpresa mientras agitaban banderas americanas.

- ¡UN AXEL CUÁDRUPLE! ¡Por primera vez en la historia de patinaje registra este tipo de salto en una competencia! ¡Esto definitivamente sorprendió al público y al jurado!

Leo no dejaba de sonreír al son de su música. Finalmente dio su último salto, un flip triple, que dejó a todos emocionados.

La gente no dejaba de gritar su nombre. Yuri pensó que era muy bueno y que seguramente era quien se coronaría con el oro ese año. Le parecía que era un poco injusto por el chico que se destacara solo porque los otros serían una vergüenza. Él se merecía ganarlo en medio de un montón de verdaderos profesionales.

Leo obtuvo casi 100 puntos y, según el comentador, rompió su marca personal. Empezó a dar saltos en el kiss and cry junto a su entrenadora.

Yuri empezó a ponerse más nervioso.

- Oh no... Ahí va JJ -dijo Mila, sacándolo de su ensimismamiento.

JJ se veía como una estrella de verdad. Tenía un traje rojo como los que usaba la policía montada de Canadá pero sin sombrero y con la tela toda brillosa, igual que los guantes negros que usaba. La gente ondeaba sus banderas con la hoja de arce y gritaba las siglas de su nombre.

- ¡Directo desde Canadá y dispuesto a conseguir su primer oro... Jean-Jacques Leroy, de veintidós años! Le dedica esta performance a su esposa y a su hija no nata, en quien inspira la canción que patinará y compuesta por su propia banda: The Queen's Waltz.

Una música sinfónica comenzó a sonar. JJ se veía seguro de sí mismo, y Yuri casi que no podía esperar a verlo besar el piso.

No esperó demasiado. Se suponía que iba a hacer un toe-loop cuádruple pero quiso hacer uno sencillo y de igual manera fue a dar de cara contra el hielo. Mila soltó un grito ahogado junto con la multitud.

- ¡Eh...! -empezó a decir el presentador- Creo que los patinadores están un poco nerviosos hoy, ¡Pero no hay que preocuparse porque ahora viene el salchow trip-...! Ah, se volvió a caer.

A JJ no le importaba caerse cada vez que giraba. Daba las vueltas suficientes pero los aterrizajes siempre acababan con más de la mitad de su cuerpo rozando el hielo. Él sonreía a la multitud como si estuviera siendo el verdadero rey de la pista.

Los padres de JJ estaban mirándolo desde el puesto para los entrenadores. Ninguno de los daba crédito a lo que veía: JJ no estaba sufriendo un bloqueo, él se veía como si estuviera haciendo desastre tras otro totalmente a propósito.

- Creo que ya no quiero ver -exclamó Mila tapándose los ojos.

Yuri chasqueó la lengua, pero la verdad era que tampoco quería ver. Era demasiada vergüenza ajena y casi un insulto ver a ese idiota arruinar tan hermosa canción con sus payasadas. Podría al menos fingir y no sonreír como si lo que hiciera estuviera totalmente bien.

Cuando estaba a punto de fallar en otro cuádruple como un soberano patán, Yuri se encontró pensando en Otabek. Él también era finalista y no sabía dónde estaba. Nadie había anunciado su desaparición por lo que seguramente también se encontraba dentro del estado, pero le dolía no haberlo visto, y que tampoco se acercara a él.

Dale tiempo, gruñó para sí mismo.

JJ finalmente acabó su performance hacia un público totalmente anonadado y en silencio. De repente alzó ambas manos y torció los dedos en un gesto extraño.

- ¡It's JJ Style! -gritó con emoción. La gente chilló por él pero sus padres y prometida no podían emitir una sola palabra.

Como si no le hubiera alcanzado con haber sido la vergüenza del continente.

En el kiss and cry a JJ le dieron un triste 43, pero él estaba extasiado con su nota. Lanzaba besos y no paraba de gritar su molesta frase.

- Yuri, te toca -exclamó Mila cuando vio las pantallas.

- ¿Qué?

- ¡Ahí estás! ¡Yuri, ven ya mismo para aquí! -gritaba Yakov desde la entrada a la pista.

No, no, no, no, no, no.

Solo necesitaba unos minutos más, ¡no estaba listo!

Mila le quitó la campera y lo dejó con el radiante traje dorado. Pasó en medio de varios patinadores confundidos, que no podían entender que estaba ocurriendo ese día.

Yakov y Lilia empezaron a farfullarle cosas de último minuto no los escuchaba a ninguno. Se concentró en una bandera que tenían un grupo de fanáticas que se hacían llamar las Yuri Angels.

Sintió que Phichit Chulanont se agachaba a su lado para quitarle los protectores de las cuchillas, con las cuales estaba a punto de entrar a la pista.

- ¿Y me has entendido, Yuri?

- Ni una mierda -respondió a Yakov y se fue patinando al centro.

Al menos no me he caído hasta aquí.

No escuchaba nada más que su propio corazón a punto de salirse de su pecho. La gente lo miraba con ilusión y desesperación esperando que fuese quien salvara aquella catastrófica noche.

- En nombre de Rusia viene nuestro tricampeón favorito y también ganador del oro en los juegos olímpicos de Pyeongchang, con una versión remasterizada de la canción que le dio su primera medalla en su debut como senior hace ya cuatro años... ¡Recibamos a Yuri Plisetsky, patinando al son de "Ai ni tsuite, Storgé"! (1)

¿Qué había dicho el presentador? Ya no recordaba ni una sola palabra.

La música sonó pero no registraba ninguna melodía. Solo era ruido en sus oídos.

Tenía que empezar a moverse.

¿Lo hago ahora? Sí, ¡Ahora!

Dio unos cuantos pasos hacia adelante. Sus piernas se sentían como si estuvieran hechas de plomo.

Y entonces se cayó de rodillas contra el hielo. Sentía como le explotaban los huesos de dolor, incapaz de poder levantarse.

- ¡Yuri! -le gritó Yakov- ¡ARRIBA!

- Parece que el campeón no se está sintiendo muy bien -dijo el comentarista preocupado- ¿hay algo aquí de lo que nos hemos perdido?

- ¡Yuri! ¡Yuri!

Otabek, pensó.

Y allí estaba él, usando una chaqueta de Kazajistán, con el cabello peinado hacia atrás. Respiraba como si acabara de correr un maratón y se sujetaba del barandal con fuerza.

- ¡Yuri! ¡Ánimo! -le gritó- ¡DAVAI!

- ¿Otabek?

- ¡YURI PLISETSKY! -volvió a mascullar Yakov.

- ¡Arriba, Yuri! -decía Mila desde su lugar.

- ¡Yuri! ¡Yuri! ¡Yuri! -canturreó Phichit, para ser seguido por sus fans.

Se levantó rápidamente. Ya no podía seguir jugando.

Otabek confía en mí.

Se lanzó de vuelta a patinar, haciendo unos cuantos giros cortos y pasos que recordaba haber visto en los videos.

- ¡Y nuestro campeón ha superado su pequeño bloqueo y ya está arriba otra vez! ¿Hará su primer salto?

Aquí voy.

Yuri tomó envión y saltó. A último momento sintió que se caería y se dio un poco de equilibrio con la mano sobre el hielo.

- ¡Un loop cuádruple, pero ha tocado la pista! ¡Que mala suerte!

Yuri dejó de hacerle caso a lo que decía la gente en el exterior. Su mirada solo estaba enfocada en Otabek, que lo miraba con los nervios a flor de piel.

Hizo el siguiente salto. Un flip sencillo seguido de un salchow, también sencillo. No era nada digno de ser visto pero animó a la gente un poco más.

No se atrevió a hacer ninguno de los cuádruples. Los comentaristas estaban diciendo algo al respecto pero Yuri intentaba conservar el equilibrio mientras hacia un axel triple, por el cual giró de más y se estampó contra uno de los muros.

La canción terminó y Yuri seguía en el suelo. La gente comenzaba a fruncir el ceño. Se veían como si se sintieran estafados y taimados.

Muchos de ellos comenzaron a abandonar el estadio. Una buena cantidad decidió quedarse a apoyar a sus ídolos.

Sintió que un grupo de gente gritaba cerca de la entrada a la pista. Pronto descubrió que era porque Otabek se había metido en ella también y se deslizaba con gran velocidad hacia Yuri.

- ¡Ah, parece que nuestro último patinador de la noche está muy emocionado por competir!

Yuri sintió que sus piernas eran de gelatina en cuanto vio a Otabek de cerca. Se veía tan atractivo usando unos pantalones negros de neopreno, una camisa blanca abierta hasta la mitad del pecho y un ridículo pañuelo color vino.

- Otabek -susurró, extendiéndole la mano.

- Yuri -le respondió él, sujetándolo hacia él.

Entonces en cuanto estuvieron a la misma altura, Otabek lo atrajo a sus brazos y lo besó.

Todos en el estadio chillaron con todas sus fuerzas emocionados y no pararon de hacerlo por varios segundos más.

Su boca era suave y sabía a menta mezclado con algo de café. La piel rasposa de Otabek le rozaba el mentón y hacía que el corazón se le disparase hasta las nubes.

Había desesperación en ese beso, pero también algo más. Algo que Yuri no podía explicar y le encantaba.

- Tanto he soñado con esto -murmuró Otabek sobre sus labios.

Yuri estaba totalmente sin habla. Estaba atrapado entre los fuertes brazos del kazajo que había sido tantas cosas para él: enemigo, persecutor, aliado, amigo, amor.

Tantas palabras para una sola persona. Tantos cuerpos y vidas que habían visitado juntos y todo se reducía a esto. Un simple beso sobre el hielo por el cual Yuri habría hecho explotar el multiverso.

Otabek lo soltó con los ojos iluminados y se alejó al centro de la pista. Yuri se encontró sin saber que hacer hasta que sintió a Yakov arrastrándolo, pisando con cuidado para no resbalarse con sus zapatos en el hielo.

Otabek me besó, pensó emocionado. Intentó no sonreír como un loco enamorado.

- A ver si me explicas que ha sido lo que pasó en la maldita pista que no puedo entenderlo.

- Yo tampoco.

Yakov gruñó algo que no podía entender. Lilia miraba como lo arrastraba hasta el kiss and cry con sorpresa en su rostro.

Yuri obtuvo 20 puntos. Las sollozaron angustiadas. Los comentaristas se lamentaban por la nota del tricampeón y sobre cómo ningún patinador en la historia obtuvo semejante puntuación.

- ¡Y para finalizar...! -empezó el presentador, más nervioso que los mismos patinadores- tenemos a nuestro último campeón y representando a Kazajistán... ¡Otabek Altin, patinando con Beethoven al igual que todos los años!

La música sonó estridente y Otabek se movió ágilmente al compás de ella. Yuri no podía creer que pudiera ser capaz de hacer movimientos tan elegantes. Los pocos fans que quedaban se veían satisfechos, buscando agarrarse de cualquier cosa que se viera medianamente buena.

- Yuri, tienes que hacer la prueba del doping -masculló Yakov-. Y la he pedido yo a ver si no estás drogado.

- ¡No estoy drogado! -bramó- ¡Quiero ver a Otabek!

- Lo hubieses pensado dos veces antes de hacer lo que hiciste.

Una vez más se vio arrastrado, dando patadas al aire. Quería ver a Otabek patinar porque estaba seguro que sería hermoso como él a pesar de todo. Lo último que pudo ver fue cuando trastabilló luego de un flip cuádruple.

Lo metieron en un cuarto donde una mujer en bata lo obligó a orinar sobre un tarro atrás de una delgada cortina. Nunca se había sentido más mortificado, ni siquiera cuando debía fingir ser un principito de la corona rusa.

Y hablando de príncipes, casi quería que el Príncipe apareciera y lo matara otra vez para librarlo de la tortura.

Podía escuchar a la gente corear el nombre de Otabek. Estaba seguro que su performance había salido asombrosa para los parámetros que se venían manejando.

Estuvo un rato en el cuarto con la enfermera hasta que ella le dijo que estaba totalmente libre de drogas. Yakov se veía aún más molesto, como si hubiese estado esperando que su excusa fueran las drogas y no ninguna en absoluto.

Regresaron al estadio y Yuri vio a Otabek al lado de su entrenador en las pantallas.

- ¡Y Otabek Altin recibe 68 puntos! Su puntaje más bajo en toda su carrera pero dado las circunstancias de hoy se encuentra en segundo lugar justo por debajo del americano Leo de la Iglesia.

Yuri lo miró embelesado. Es tan hermoso. Tenía que dejar de admirar su belleza porque seguro estaba viéndose como un imbécil.

El comentarista volvió a hablar:

- Los jueces han decidido suprimir la prueba del programa libre en visto a lo ocurrido hoy con los patinadores. Ningún puntaje sería capaz de cambiar las posiciones en las tablas y han considerado que, por respeto a quienes han comprado la entrada, el concurso acabe en este mismo momento.

Todos quedaron perplejos como por décima vez en la noche. Quien más sorprendido estaba era Leo de la Iglesia, que estaba siendo empujado a la pista.

Otabek y un lloroso JJ también fueron con él. Los jueces coronaron a Leo como el campeón, que lejos de verse feliz estaba totalmente confundido y miraba todo a su alrededor como si esperase que alguien saltase para decirle "¡Sorpresa! Te la has creído, vuelve a practicar tu programa libre".

Le dieron la plata a Otabek y a JJ el bronce, que la alzaba como si fuera él el ganador. Yuri rodó los ojos.

- ¡Yuri! ¡Yuri! -le gritaba desaforadamente una voz.

Lo voy a matar.

En un segundo le estaba haciendo, otra vez, un gancho al idiota de Yuuri Katsuki. A su lado Viktor pegó un salto. El niño que llevaba en brazos se asustó.

- ¿Qué te costaba llegar una hora antes, mínimo? Me dan ganas de cortarte toda la cara -espetó molesto.

- ¡Ay, perdón! Es que conseguimos un vuelo privado a último momento y bueno... llegamos.

- Para eso ni venían.

- ¡Yurio! ¡Suelta a Yuuri! -exclamó Viktor- ¿Qué ha pasado aquí? ¿Por qué están dando las medallas ahora? ¿Qué ha pasado con el programa libre? ¡¿Y por qué no estás en el podio?!

Yuri inspiró aire para tranquilizarse. Sintió gritar a sus espaldas a Mila, Phichit, Minami y un enyesado Seung-Gil.

- ¿Q-qué está pasando aquí? -inquirió Yuuri aún en el suelo.

- Nada muy importante. Le dimos a la gente de aquí algo para hablar de por vida -respondió Mila.

- Estoy muy confundido.

- Ya entenderás, Viktor -habló Phichit-. Vamos al camarín que iba a ser de Seung-Gil.

- Necesitamos a Bek y JJ. El tonto se va a creer mil por haber ganado una boba medalla de bronce.

Viktor empezaba a verse histérico. No ayudaba que Yuuri hablase con familiaridad con todos esos locos y nadie se dignase a explicarle la situación.

Los tres medallistas salieron de la pista, siendo perseguidos por un montón de periodistas. Phichit tomó al niño que Viktor cargaba en brazos y corrió hasta ellos.

- ¡Leo! ¡Mira! Cuida al bebé ¡Ah y felicidades!

- ¿Q-qué? ¿A Kin? B-bueno -murmuró todavía aturdido con el niño en sus brazos. Los dos se miraron con confusión.

Otabek y JJ se escaparon de los micrófonos para volver con su grupo. Yuri sintió nervios en cuanto Otabek se posó a su lado, rozando su brazo con el suyo. No era momento de hablar pero qué bien se sentía tenerlo tan cerca.

Seung-Gil encabezó la marcha hasta el que hubiera sido su camarín si competía. Todos lo siguieron, incluso Viktor, que seguía preguntando a todos que estaba ocurriendo.

Es la hora de la verdad.

* * * *

El camarín estaba vacío ya que su ocupante nunca había tenido tiempo de llevar sus cosas. Yuuri se echó en el sofá agarrándose la cabeza. Se veía bastante alterado pero a Yuri le molestaba que exagerase tanto siendo que él no había tenido que comer hielo literalmente.

- Me van a explicar qué está pasando y me van a explicar ahora -ordenó Viktor.

- Solo un segundo. Necesito que los demás me hagan los honores.

Seung-Gil entonces se sacó la cadena del Pájaro de Fuego que estaba bajo su camisa y se lo entregó a Phichit. JJ hizo lo mismo con el suyo y le siguió Mila. Yuuri se sacó dos Pájaro de Fuego y se los entregó a Phichit.

Yuri estaba a punto de replicar algo pero Otabek lo detuvo con el brazo sobre su rostro. El kazajo se sacó la cadena que llevaba al cuello y también uno que tenía en el bolsillo del lado izquierdo del pecho. Soltó un gritito cuando descubrió que era el suyo.

¿Lo había tenido todo este tiempo? Los ojos se le empañaron de lágrimas.

Phichit ahora tenía las manos llenas de Pájaros de Fuego, que hacían brillar sus piedras anaranjadas bajo la luz del foco.

Viktor soltó una risita nerviosa.

- ¿Son collares de la amistad a juego?

- Algo así -respondió el tailandés-. Cierra los ojos y te daremos el tuyo.

El ruso arqueó una ceja, pero finalmente lo hizo. Todos quedaron en silencio durante varios segundos. Phichit jugueteó un poco con los comandos de todos los dispositivos que tenía con él.

- ¿Yuri? -lo llamó Phichit con un susurro- ¿Nos haces los honores?

- Yo... no sé que tengo que hacer.

- Tienes que usar este -dijo y le entregó un solo Pájaro de Fuego-. Era de Chris y... bueno, ahora será de él.

- ¿De Chris? -preguntó Viktor sin abrir los ojos- ¿Qué le pasó a Chris?

- Cállate -le ordenó Seung-Gil. Viktor resopló.

Yuri tomó el Pájaro de Fuego entre sus dedos; estaba ardiendo. Yuuri se paró a su lado dándole apoyo con una sonrisa.

¿Iba a pasar ahora? ¿Eso reuniría a Viktor? ¿Y que debía hacer luego?

Solo hazlo, le murmuró su propia voz.

Los demás se abrieron paso así Yuri se acercara su hermano. Y así lo hizo, lentamente.

Recordó la última vez que lo vio, la sonrisa nerviosa que le había dedicado y que Yuri no tomó en cuenta. Si tan sólo hubiera sabido por todo lo que pasabas...

Lo miró de cerca. Era exactamente igual que su Viktor, que el Doctor, el profesor, el líder mafioso... tan diferentes y tan iguales.

Se preguntó que haría si en realidad nada ocurría. Si resultaba que había más mundos donde el alma de Viktor estaba escondida.

Hazlo ahora.

Tomó aire con fuerza.

Vuelve a mí, suplicó.

Llevó el Pájaro de Fuego hasta la mano desnuda de Viktor y apretó el comando que Phichit había dejado programado para él.

Ardió en su mano, haciendo que lo soltara con un siseo.

- ¡Ay! -exclamó Viktor, pero su queja quedó ahogada.

Nadie se atrevió a respirar en la sala, a la espera de que algo ocurriera.

Viktor tenía los ojos apretados con fuerza y se sobaba la mano, la cual tenía una pequeña quemadura en el dorso.

Abrió los ojos y miró confuso alrededor. Yuri soltó un jadeo de sorpresa cuando sus miradas se cruzaron. Conocía lo suficiente a la persona que tenía frente a él como para reconocerla.

Alzó una mano hasta los cabellos rubios del chico, los cuales acarició. Entonces sonrió.

- ¿Yuri? -preguntó con la voz débil pero cargada de emoción- ¿Eres tú, hermano?

* * * *

Glosario:

1- Storgé: Amor fraternal para los griegos, en contraste con los otros tipos de amor: Eros (romántico), Ágape (por la humanidad) y Philia (familia).

* * * *


¡Y el momento que todos estábamos esperando ha llegado! ¿Qué ocurrirá a partir de ahora? ¿Cómo se encuentra el Viktor que tanto se ha buscado? ¿Es el mismo?

Espero les haya gustado también la final del Grand Prix :D quizás esperaban más desastres (?) pero si no el capítulo hubiese tenido que terminar con ambulancias por todos lados.

No haré demasiados comentarios porque me gustaría leer lo que piensan sobre todo lo que ha pasado ¡Y sobre lo que se viene! Porque... ¿cuál es la próxima parada? ¡No se la pierdan en los siguientes capítulos!

Muchísimas gracias por todos los votos, comentarios y lecturas <3 este fic atraviesa ya la recta final y de verdad aprecio más que nada ver que la gran mayoría de lectoras aún me acompañan por aquí :D

Espeeeeero subir el capítulo doble para mañana, pero no quiero prometer nada todavía </3 ¡Les mando muchos saludos y nos vemos mañana!

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