Cincuenta y seis

El shock era demasiado fuerte y abrumador. Yuuri ya no podía ser consciente de nada de lo que ocurría a su alrededor; no le importaba que ahora el cielo a punto de atardecer había comenzado a chispear, primero levemente como una simple molestia en las ventanas pero luego convirtiéndose en una feroz tormenta.

Para Yuuri, todos los hechos que estaban dándose se sentían parte como de una película. Phichit llorando a los guardias que escoltaban a Seung-Gil a un patrullero, JJ chillando a los cuatro vientos que aquello no podía ser un juicio válido, Otabek desmoronado en el suelo...

Nada de eso podía tocarlo. Yuuri acababa de encerrarse en su propia burbuja de protección, una donde imaginaba que ese fatídico día jamás había ocurrido.

Cerró los ojos y se llevó las manos a las sienes.

No está pasando.

-¡Por favor no se lo lleven! -el grito de Phichit- ¡Seung-Gil! ¡Te amo! ¡Te amo! Te amo...

Estamos todavía en mi apartamento en el mundo futurista.

-Esto es un verdadero atentado a la libertad y los derechos humanos -masculló JJ, su voz ya ni siquiera sonaba como la suya- ¡Esto es una verdadera tiranía que no debe ser permitida!

Nunca hemos derrotado al Príncipe.

El Príncipe no existe.

El Triadverso no existe.

Yo no existo.

-¡Eh, por favor! ¡Dejen a Phichit decir adiós! -reclamó la voz de Leo.

Este viaje jamás debió existir.

-¿Yuuri?

Yo no existo. No existo. No soy real. No estoy aquí.

Pero el frío metal en la muñeca le decía todo lo contrario. Dos manos lo tomaron por los antebrazos, obligándolo a quitar las manos de su cabeza.

-Yuuri -volvió a decir Viktor.

No quería abrir los ojos. Si los abría se haría real. Y nada de eso podía ser real.

No es real. No es real. No es real.

-Por favor, mírame.

-No eres real -musitó-. Yo no soy real. Nada aquí lo es.

Viktor entonces lo tomó de las mejillas y le acarició. Sus dedos enviaron un chispazo alrededor de Yuuri, tan fuerte que lo obligó a mirar a la fuente de aquello.

Los enormes ojos azules de Viktor lo miraron con detenimiento. Se veía roto. De una forma que tenía menos solución que la fragmentación.

-Es real -dijo-. Tienes que aceptar lo que está pasando.

-No...

No era real. Porque ¿Cómo podía ser real tanto dolor? ¿Tanto vacío?

-Necesito mi hogar. Necesito tener seguridad de algo al menos una vez en la vida.

Viktor lo atrajo hacia sí. Yuuri no se resistió pero tampoco colaboró; era como una muñeca de trapo que podías mover a tu antojo.

Nada seguía sintiéndose real. Lo único de lo que podía dar fe era del corazón de Viktor latiendo fuertemente contra su mejilla. Yuuri quería separarse.

Él no quería pruebas de que en realidad estaba viviendo esas cosas. Era mejor sentir como si todo fuese una realidad onírica creada por su subconsciente, algo que se deshiciera en cuanto abriera los ojos.

-Te mereces una vida mejor de la que alguna vez podría ofrecerte yo, que estoy aquí tan lejos -susurró sobre su cabello.

Yuuri lloró. Manchó el fino abrigo de Viktor. Las cosas que antes se sentían irreales estaban empezando a sentirse reales de una forma horrible.

-Todos nos merecíamos algo mejor -siguió diciendo-. Tantas opciones en el multiverso y acabamos aquí, en medio de las despedidas y la desolación.

-Nos merecíamos una oportunidad -susurró Yuuri, sujetando su chaqueta con fuerza-. Merecíamos que se nos haya dado una maldita oportunidad.

-Quizás nos dejamos llevar demasiado buscando esa oportunidad que sabíamos que no iba a llegar.

Viktor lo sabía. Yuuri lo sabía ahora, demasiado tarde ya.

Había sido un necio. Un iluso y un soñador. Un adulto que todavía pensaba que los sueños de adolescentes podían hacerse reales.

Yuuri había guardado la esperanza en el fondo de su corazón de que todo al final se acomodaría. Pero ahora las piezas estaban arrojadas y rotas por todo el tablero.

-He arruinado tantas cosas ya -habló él-. Y tú no serás la última cosa que arruine por completo. Por eso te dejo ir, te libero de mí. Porque sé que tendrás una buena vida lejos de la locura.

¿La tendría, acaso?

Yuuri se separó de los brazos de Viktor y se perdió un rato en sus ojos. Le habían encantado la primera vez que los vio, acompañados de un uniforme militar en la Australia Colonial hacía tantos años.

Sonrió ante los recuerdos. Y dejó que la calidez del hogar que esos Viktor y Yuuri habían formado gracias a ellos dos lo llenara por completo.

Se besaron. Yuuri podía saborear sus propias lágrimas muriendo en los labios de Viktor, o quizás eran las lágrimas de él muriendo sobre los suyos. No sabía y no le importaba. Por primera vez estaba besando los labios reales de Viktor y, a pesar de que no era con sus labios, sentía una dolorosa y agradable sensación ante el tacto de ellos.

Esa era la despedida. Un dulce beso para un agrio adiós.

Ninguno intentó devorar al otro ni tampoco profundizar el beso para cargarlo de una pasión que, aunque intentasen reprimirla, estaba. Pero no era el lugar y momento adecuados. Nunca lo sería ya y nunca lo había sido tampoco.

-No es justo que en tantas otras vidas pueda hacer esto sin preocuparme de tener que dejarte ir -susurró entre cortos besos.

-Pero esas vidas no son nuestras. Ésta lo es, por alguna horrorosa casualidad.

Viktor le sonrió, acariciando su mojada mejilla.

-Eres el único Yuuri con el que me alegra al menos haber tenido una casualidad.

Ya no más, suplicó. Sintió que ya no quedaban pedazos de su corazón lo suficientemente grandes como para seguir rompiéndose.

-Tal vez la vida me bendiga algún día con otra casualidad a tu lado.

-Tal vez.

Y le sonrió, porque Viktor merecía más sonrisas que lágrimas. Le sonrió con las únicas fuerzas que le quedaban para hacerlo.

Yuuri se alejó lentamente. El Pájaro de Fuego, el suyo y de nadie más, descansaba frío sobre su pecho; lo único con lo que había empezado esa aventura y con lo único que se iba de ella. Lo apretó un poco con su mano. Sentir su silueta bajo los dedos le daba fuerzas para lo que estaba por venir.

-Que tengas la más brillante de las vidas -dijo como pudo.

-Y yo espero que tengas la más tranquila de ellas -le deseó Viktor.

Por último, le besó la mano que tenía libre.

Phichit ya no estaba a la vista, ni tampoco Leo o Guang Hong. Quizás su amigo había ido corriendo en busca de una oportunidad de ver al hombre que amaba antes de la sentencia final que acabaría por romperlo. Hubiese deseado un segundo más de su viejo amigo para poder darle un abrazo y agradecerle por ser el único sostén que lo había tenido en pie a lo largo del viaje.

Pero ni él ni Phichit hubiesen sido capaces de soportar el adiós.

-Prométeme que te asegurarás que llegue a París -le pidió, refiriéndose al Yuuri del Triadverso-. Ya ha sufrido bastante y yo necesito que él se recupere. Acompáñalo si te lo pide.

-Por ti hago lo que sea.

Yuuri asintió con ánimos un poco renovados. La sonrisa se sentía plastificada en su rostro y fuera de lugar pero ya no podía borrarla. Estaba encontrando dificultad en cambiar tan rápido de gestos.

Configuró las coordenadas de su hogar. Las conocía muy bien. Un nudo de tristeza y alegría se le formó en la garganta cuando vio aquellos pequeños números ordenados. Nueve números que englobaban todo un universo, miles de millones de vidas.

-Adiós.

-Adiós, Yuuri.

No dejó de verlo mientras se iba. Quería grabar cada segundo usado para observar sus hermosos ojos azules en lo más profundo de su alma.

* * * *

Su apartamento estaba exactamente cómo lo habían dejado él y los demás al partir.

Las sábanas y almohadas regadas a lo largo del living, los vasos usados en la mesa ratona, el cuchillo de cocina que Seung-Gil había elegido como su arma personal. Todo.

Yuuri se paseó cuidadosamente hasta el sofá en que Mila y JJ habían dormido, la misma noche que Viktor y él habían hecho una escapada al primer universo que compartieron.

El cuero cedió bajo su peso. Yuuri acarició la superficie como si fuera algo precioso. Y quizás lo era. Era la única prueba que le quedaba de que todo ese grupo de jovencitos que le habían robado el corazón eran reales. Que habían estado allí con él en su hogar, huyendo de los peligros y protegiéndose entre sí hasta al final.

Como por sexta vez en el día sintió que se le aguaron los ojos. Sus propios ojos ahora. Este era el momento que tanto había temido, el aterrador monstruo que lo perseguía a través del multiverso.

Estaba sólo. Y se sentía condenadamente real.

Todas las memorias se sentían demasiado vívidas en su memoria. Las bromas ridículas de JJ, la risa de Phichit, los ojos brillantes de Minami, la osadía de Chris, la determinación de Seung-Gil, el cariño de Mila, la melancolía de Otabek... también el todo de Viktor. Y la testarudez de su tocayo, Yuri, a quien quizás no había conocido tanto como le hubiese gustado pero lo apreciaba.

Lo que alguna vez fue un núcleo de ideales compartidos y seguridad era ahora un pozo de soledad. Todo ido. Todo separado. Todo roto.

-Ésta ha sido tu vida antes -se susurró a sí mismo-. Y lo volverá a ser ahora. No tienes que sufrir por todo.

Pero eran solo mentiras que se decía a sí mismo.

Yuuri intentó no pensar en los años que vendrían. Él no sabía lo que le esperaba. Si un marido o una esposa, si hijos o una mascota, si una hermosa casa o una mochila con la que recorría el mundo. En el multiverso, donde parecía haber una respuesta para casi todo, el futuro era la única cosa que lograba mantenerse incierta.

En lugar de eso decidió imaginar un escenario diferente. Uno dónde quizás los años eran amables con él y Viktor aparecía en su mundo con promesas de amor eterno. No tendrían una boda porque a ellos solo les bastaba con la promesa que se harían el uno al otro. Allí también estarían Yuri y Otabek, con el primero despotricando contra Yuuri para finalmente acabar dando su bendición a la pareja. Minami lloraría con la noticia junto a Yuuri.

Phichit y Seung-Gil también estarían allí. Más adultos y más sabios, también más inseparables que nunca. Le llevarían de regalo a Yuuri algún chuchería exótica que encontraron en alguno de sus viajes, simplemente porque les recordaba a algo gracioso que les había sucedido durante el viaje. Porque todo se resumía a ese viaje en particular.

JJ aparecería con un montón de hijos y Mila no pararía de darles dulces a escondidas a los hijos de él. También estaba Chris, el cual ya no tenía rencor por la muerte de su padre y de su hermana, solamente era sonrisas y se dedicaba a darle amor a todos.

Y podrían pasar años y muchos años en los que ninguno sabría del otro pero, al final del día, ninguno se preocupaba demasiado porque siempre acabarían reuniéndose alguna otra vez.

Era un lindo pensamiento. El primero que se dedicaba a hacer en semanas, quizás incluso meses. Yuuri simplemente dejaba dar rienda suelta a su imaginación, creando escenarios fantásticos que parecían no tener tristezas ni fin.

Entonces abrió los ojos a la realidad. En ese cuarto estaba él sólo y seguiría estándolo hasta que decidiera que su vida no era solo merecedora de desgracias. Pero ¿quién sabía cuánto tiempo le tomaría a Yuuri ver eso?

Estaba sólo ahora y el cuarto estaba lleno de fantasmas de gente que formó parte de su vida. La vida era como un tren, con gente que subía y se bajaba todo el tiempo. Algunos se quedaban más tiempo que otros pero, aunque le costase aceptarlo, a todos les tocaba bajar en algún momento.

La vida tampoco era así de perfecta como se la imaginaba. Pero tampoco era totalmente imperfecta. Él estaría bien. Algún día todo estaría bien.

Afuera hacía una intensa ventisca. Una ventisca que parecía llevarse todas las cosas allí, como los sueños, las esperanzas, los dolores y miedos de toda la gente en Tokio. De la gente del planeta. Incluso parecía arrastrar ese mundo hermoso y paralelo de Yuuri, y ahora todo estaba muy, muy silencioso.


* * * *


Lo sé, lo sé......... Más angst, más dolor, más depresión. No se ni como lo soporto yo misma (?) ¡Pero les prometo que el dolor acabará muy pronto! Porque... ¡MAÑANA ES EL ÚLTIMO CAPÍTULO! ¡Y pasado mañana es el epílogo! T_T

Si tienen más ganas de seguir pasándola mal, les cuento que escribí este capítulo escuchando la cancion Empty chairs at empty tables de la película Los Miserables. Recomiendo escucharla con la segunda mitad del capítulo.

No puedo adelantar nada para mañana. Solo que habrá momentos de sonrisas, momentos para llorar... lo de siempre, ya saben (?)

Como habrán ido sacando cuentas luego de lo que les dije un par de capítulos atrás ¡Solo nos queda despedir a Viktor y Otabek! Y por supuesto también a otros varios personajes de los que podremos saber que han andado haciendo luego de los hechos del capítulo 55.

¡Muchísimas gracias por todos los votos y comentarios! Siempre son hermosamente apreciados y leo todos y cada uno de ellos... Me voy preparando mentalmente para yo decir adiós también y cerrar este fic que me ha traído tantas alegrías (y algunas amenazas de muerte, pero eso es otro tema) <3

¡Besitos y hasta mañana!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top