Cincuenta y cinco

Si ver el Támesis bajo la neblina londinense fue como una caricia de su hogar, la frescura y el aroma a limón de los aromatizadores del Triad Buildings fue un verdadero puñetazo de lo que alguna vez creyó que era un hogar.

Los pisos, que alguna vez estuvieron llenos de jóvenes viajeros e investigadores emocionados, parecía un lugar fantasma. Absolutamente nadie había allí rondando por los rincones, mirando a la preciosa vista a través de las paredes espejadas o simplemente comentando sobre sus saltos y simulaciones. No mucho tiempo atrás, Yuri fue uno de ellos.

Mientras caminaban esposados hasta el anfiteatro del segundo piso, decidió que aceptaría lo que viniese. Se había acabado el Yuri berrinchudo y caprichoso, el que pensaba que se podía llevar el mundo por delante. Se dio cuenta demasiado tarde que el mundo, al final, era demasiado grande para que una persona lo conquistase.

Caminaba al lado de Minami ya que todos se movían en filas de dos. Otabek cerraba la marcha al lado de Viktor, que se veía igual de cabizbajo desde que lo reunieron. Su hermano no se veía como la misma persona y probablemente nunca lo sería. El brillo de la curiosidad y la simpatía estaba casi apagado en él.

No pensó sobre lo irónico de la vida al ver que Georgi, la bruja malvada, era quien lo escoltaba a su juicio. Aunque recordaba que el Príncipe había confirmado ser él quien ocupaba el cuerpo de la bruja malvada de Venecia. No quitaba que se lo había cruzado en otro par de mundos y seguía sin caerle muy en gracia.

Arribaron al anfiteatro, una construcción magnífica y de forma circular donde La Tríada realizaba sus conferencias -y sus juicios muy de vez en cuando-. Estaba ambientado como si fuera un teatro del siglo XVII, con una pomposa araña y asientos de terciopelo rojo sobre madera pulida de roble. Ya había un podio en el centro del escenario, preparado para que tres personas se acomodaran allí. Yuri empezó a preguntarse quiénes serían los reemplazos de Lilia y Yakov.

Los acomodaron en dos filas en el palco, en donde ya estaban también Emil Nekola y Michele Crispino, ambos con ropa informal. Se le hacía extraño ver a Michele sin su bata de investigador. Ambos se veían terriblemente mal, ojerosos y decaídos.

-Oye, Leo -susurró Phichit a su amigo al lado suyo, ambos detrás de Yuri-. Hay algo que me está comiendo la cabeza desde que llegamos.

-Yo no creo que sea el momento -masculló Leo en murmullos.

-¿Cómo es que Yuuri estaba en tu apartamento cuándo llegamos? Te has olvidado de mencionarme eso -Leo carraspeó.

-¿Yo lo olvidé? -rió nervioso- Mira, Phichit... luego de que ustedes se fueran y de que yo pensara una mentira convincente para Yuuri, él simplemente se desplomó inconsciente en el piso.

-¿Qué? -preguntó el tailandés en shock.

-Sí... con Guang Hong creímos que se levantaría a las horas o al día siguiente como mucho. Pero no despertó hasta tres días después, totalmente desorientado y sin saber cómo llegó a Londres. Nos agradeció que lo "salvamos" (porque algo había que mentirle al pobrecillo) y nos preguntó si podíamos soportarlo un par de horas más hasta que se le pasase el dolor de cabeza. Entonces al rato se desmayó otra vez. Llamamos a un doctor pero él nos dijo que parecía dormido, que no había que preocuparse ¡Pero no se despertó hasta esta mañana que llegaron ustedes!

-¿Cómo es posible...?

-Es por todas las veces que tuvo que ser hospedante en los últimos meses -respondió Viktor, al otro lado de Leo, sin despegar la vista del frente-. Hice una teoría sobre cómo te destroza el cerebro que, una persona de otro universo que no eres tú, use tu cuerpo. Si usar a tus propias versiones les afecta imagina en este caso -cerró los ojos con pesar.

Yuuri estaba al lado de Yuri. Ahora que les habían quitado las esposas, no dejaba de formar puños con las manos que le dejaban blancos los nudillos.

-Está será la última vez -susurró sin mirar a Viktor-. Luego podrá recuperarse, yo no voy a interferir más en su vida. Porque lo hará ¿verdad?

-Espero -respondió el ruso.

En ese momento todos los presentes -que debían ser al menos un cuarto de los agentes más veteranos de La Tríada junto con varias familias- se pusieron de pie.

Por la parte de atrás del escenario apareció Celestino Cialdini. Vestía un carísimo traje negro junto con unos zapatos que brillaban como el sol. Su cabello iba siempre atado en una coleta y su bronceado incluso parecía haberse acentuado. No se notaba tristeza alguna por sus colegas perdidos, pero eso Yuri ya lo sabía.

A su derecha había una mujer asiática, de mirada penetrante y finas arrugadas surcándole las mejillas. A la izquierda había un hombre calvo, con unos pequeños anteojos y también de gran estatura.

Así que esta era la nueva Tríada.

-Le quiero dar la bienvenida a todos los presentes, viajeros, investigadores, agentes e ingenieros y también agradecer la cooperación de nuestros acusados el día de hoy. Sepan que este acto tendrá buena repercusión sobre las decisiones finales.

Sí, seguro, pensó Yuri.

-Primero quiero presentarle a nuestros recién llegados a mis nuevos compañeros directores, la señora Min-so Park -señaló con la mano a la mujer asiática- y al señor Josef Karpisek -señaló al hombre, que saludó con un asentimiento de cabeza-. Aún estamos en duelo por las muertes de nuestros queridos Yakov Feltsman y Lilia Baranovskaya, los cuales no serán olvidados. Haremos un memorial en honor a ellos dos y todo lo que hicieron por nuestra amada Tríada para que pudiera convertirse en lo que es hoy.

Apretó los dientes con fuerza. Las muertes de ellos dos le han venido de diez. Ahora puede jugar a ser la víctima y no culpar a nadie más que nosotros.

-Hoy se juzgará los actos cometidos por los investigadores Phichit Chulanont, Michele Crispino y Viktor Nikiforov; los agentes especiales de Interpol Emil Nekola, Christophe Giacometti, que en paz descanse a pesar de todo, y Otabek Altin; el joven estudiante Jean-Jacques Leroy, así como nuestro visitante de otro mundo, Yuuri Katsuki; y por último a los viajeros y agentes interdimensionales Leo de la Iglesia, Guang Hong Ji, Mila Babicheva, Seung-Gil Lee, Kenjirou Minami y el joven Yuri Plisetsky, nieto de Nikolai Plisetsky, creador del Pájaro de Fuego. Dado que dos de esos acusados no pueden estar aquí presentes, tendrá que imponerse una pequeña pena para sus familias.

»Sin nada más que decir, invito al primer involucrado en esto, Yuri Plisetsky, a contar como se dieron los hechos.

Yuri contuvo un jadeo. Cientos de pares de ojos se clavaron en él, listos para devorarlo como si fuera un pobre conejito. Tragó saliva.

Instintivamente miró hacia Otabek. Este, a pesar de no sonreírle, le alzó el pulgar en señal de apoyo. Era poco pero a Yuri le servía.

Camino hacia los podios en el escenario. Allí había un estrado preparado para todos los que debían declarar en ese día. Se sintió totalmente enjaulado cuando tomó asiento.

-Empieza, valga la redundancia, por el principio -le dijo Celestino-. Háblanos de cómo empezó todo esto.

Yuri cerró los ojos un segundo, preparándose para contar todo lo que vendría. De su boca brotaron las palabras, incapaces de detenerse. Les narró gran parte de su historia -algunas cosas quería que fuesen solo para él- empezando por el día en que Lilia Baranovskaya le avisó de la desaparición de su hermano: el día que le había cambiado la existencia.

* * * *

Ninguno se salvó de hablar. Le siguieron Otabek, Seung-Gil, Phichit, Leo... incluso Viktor, a quien dejaron para el final.

Debían haber pasado casi tres horas desde que Yuri se había subido al estrado a contar su versión de los hechos. Intentaba que la punzante mirada de Celestino no lo intimidara. Yuri enfocaba su vista en Otabek, quizás la única persona de la sala que no lo juzgaba por todas las cosas que habían pasado. Él era el único que había visto la historia desde el comienzo.

Tanto Celestino como Min-so y Josef buscaban hacerlos tropezar con sus testimonios. Les preguntaban cosas que podían hacerlos dudar o usaban sus propias palabras para retorcer toda la idea de lo que acababan de decir.

-Entonces, Mila Babicheva se ofreció a bloquear el universo del Príncipe de Hielo. El mundo al que llamamos segundo Triadverso en algún momento -seguía diciendo Viktor-. Gracias a ella ya no tenemos que temer por una fusión o por los actos terroristas del Príncipe.

Ahí había otra cosa. Yuri no sabía que haría Celestino ahora que habían revelado gran parte de la verdad de la Tríada: lo de los tres universos, el Triadverso que ya no lo era, los comandos secretos del Pájaro de Fuego. Todos parecían haber decidido guardarse los otros horrores de la Tríada. Ciertamente, en aquellos momentos, les serviría solo para tener una mayor condena.

-Puedes tomar asiento -dijo Celestino-. Gracias.

Viktor asintió con la cabeza y regresó a su lugar. Se había especialmente tocado desde que tuvo que narrar su tiempo fragmentado. Era algo que lo acompañaría por siempre.

-Tomaremos un receso de media hora, en donde nosotros decidiremos.

La gente empezó a levantarse de sus lugares. Los acusados no tenían permitido abandonar el anfiteatro sin escoltas. De todas formas, nadie tenía muchas ganas de hacer nada.

-¡Déjenme ver a mi JJ! -exclamaba molesta la voz de una señora- ¡Es mi hijo!

-Tranquila, señora. Lo podrá ver después del juicio -le respondió uno de los policías.

-¡Ustedes no pueden prohibirle ese derecho a una madre!

Nathalie Leroy era bajita, solo tuvo que agacharse un poco para dar un codazo en la entrepierna de un policía y así escabullirse hasta el palco.

JJ dio un salto, al mismo tiempo que los guardias le agarraban las manos por la espalda.

-¡Mamá!

-¡Jean! ¡Hijo! -gritó ella llegando al barandal del palco. JJ hizo fuerza para agacharse y dejar que su madre le besara las mejillas- Ay, mi amor...

-Estaré bien, madre -dijo él para consolarla- ¡Soy más fuerte de lo que ya era! No podrán con tu hijito.

-Bebé, eres un rey en medio de todos estos policías idiotas -sollozó ella.

Yuri rodó los ojos. Así que de ahí viene lo de ser rey.

-¡Yuri! ¡Cariño! -exclamó ella con una sonrisa alentadora.

Le daba miedo mirarla. Yuri estaba muy al tanto de lo que el Príncipe había hecho con sus manos. Casi podía imaginarse el arma y el cuerpo de Alain Leroy a sus pies.

Y mirar a la señora Leroy era el peor de los recordatorios. Pero, Yuri estaba intentando dejar atrás su lado infantil e inmaduro, así que le devolvió la sonrisa. Una que, quizás era fingida, pero buscaba decirle que todos iban a estar bien.

El policía que obtuvo un golpe en su entrepierna tomó bruscamente a Nathalie y la arrastró de vuelta a los asientos normales. Ella ya no gritaba ni pataleaba, solo lloraba.

Divisó a Genya y Fiódor Babichev. O también mejor dicho: su madrastra y su padre. Ninguno se había acercado a decirle nada a Viktor o Yuri, a quienes conocían de toda la vida. La mujer solo sollozaba por su segunda hija perdida. Fiódor al menos tenía la cara de no reprocharle nada al hijo que nunca se había dignado a reconocer.

Viktor le había pedido a Minami que intercambiara lugar con él y se sentó junto a Yuri. Deslizó su mano enguantada entre los dedos de su hermano.

-Has estado brillante -le dijo con una sonrisa- ¿A quién no le ablanda el corazón un hermanito que va en busca de su tonto hermano mayor?

-Te olvidaste de metiche y metepatas.

-¡Ah, sí! La verdadera razón por la que todo ocurrió -bufó con diversión-. Lo peor de todo es que no sé si podré contenerme en el futuro.

-Quizás Celestino decida que ya estás para el geriátrico. Aunque no dudo que acabarás construyendo una máquina para detener el tiempo con dentaduras de ancianitos y bastones.

-No es mala idea -los ojos le brillaban-. Siempre puedo superarme a mí mismo.

Yuri soltó una risa amargada que hizo carcajear a Viktor. Todo se sentía un poco tenso y forzado, pero debía darle crédito por al menos intentar ser el Viktor que solía ser. El Viktor que se olvidaba de preparar el almuerzo por escribir la tesis pero que aún así no dejaba de verse siempre pulcro y arreglado.

-Extraño a Makkachin -suspiró- ¿Quiero creer que lo has dejado con alguien...?

-Está con Nathalie Leroy. Me vi muy tentado de usar el Pájaro de Fuego para mandarlo a la selva amazónica, pero no soy tan desalmado.

-Por esa razón es que te orina el colchón o te roba los cereales -se burló.

-¡Eso es porque tú se lo enseñaste! -chilló dándole un golpe. Viktor no paraba de reír.

Yuri desvió la mirada de Viktor para observar a Otabek. Estaba mirándolos a ellos dos y tenía una sonrisa nostálgica. Él le sonrió de regreso.

La genta comenzó a regresar al anfiteatro. Ahora parecía que incluso llegaban más personas que antes. Y le dio asco pensar que todos ellos iban solo por el morbo de verlos condenados.

Celestino y sus nuevos secuaces retomaron sus lugares en el podio. Tenía ahora una carpeta con varias hojas, que le sacó el aliento y le aceleró el corazón a Yuri. En esa carpeta estaban, seguramente, las sentencias.

De verdad, de verdad, empezó a asustarse un poco por lo que sea que le esperaba.

-Se ha llegado a una decisión unánime, con mucha tristeza en algunos casos.

Celestino se veía como si sintiera mucha tristeza alguna. Y ni hablar de Min-so, que estaba tan seria y seca como una planta muerta; o de Josef, que intentaba ocultar una risita.

-Se llama primero a la señora Giselle Giacometti, madre del fallecido Christophe Giacometti, culpable de los homicidios de Yakov Feltsman y Lilia Baranovskaya.

Una coqueta mujer mayor de cabellos castaños caminó hasta el frente. Tenía un pañuelo con el que se secaba rápidamente las lágrimas.

-En vista de que tu hijo no puede cumplir la sentencia, se te impone una multa de seis millones de libras esterlinas para reponer los daños que se le ha causado a nuestra institución. Pero no te asustes, querida Giselle, no te ponemos una fecha límite ni te quitaremos la casa para que pagues tu deuda -dijo con una sonrisa de comercial.

Giselle asintió con ojos llorosos y resignada, ¿qué le importaba el dinero a ella? Ya no tenía esposo ni hijos. Regresó a su lugar en silencio.

-También se llama a Fiódor Babichev y a Genya Babicheva, padres de la desaparecida Milena Babicheva.

Los señores Babichev caminaron solemnes a su lugar, desafiando a Celestino con sus duras miradas. Aquel hombre no se veía intimidado.

-Se acusa a Mila por hurto de un dispositivo de la compañía, huir de sus deberes laborales para con La Tríada y complotar por homicidio al trabajar con Christophe Giacometti, entre otros cargos menores. Debido a que este comportamiento me devuelve a los tiempos en que su hijo mayor, Vasily Babichev, también actuaba en contra de las ordenes que se le ordenaba; Fiódor, te retiro tu cargo de viajero interdimensional de prestigio. Si tus hijos se comportan de esa manera, ¿qué puedo esperar de su padre?

Y eso que no sabe que tiene como hijo al más problemático de todos, rió Yuri para sus adentros.

-Puede esperar lo mismo que yo espero de usted como líder -respondió Fiódor.

Algunos cuchicheos no se hicieron esperar. Celestino alzó las manos para que todos se silenciaran, sin borrar la sonrisa.

-Pueden retirarse. Ahora llamo al estrado al ex agente especial de Interpol Emil Nekola y al ex investigador Michele Crispino.

El primero de ellos tuvo que agarrar a Michele del brazo y arrastrarlo hasta Celestino, ya que no parecía tener interés de moverse. Sara había sido su vida entera, poco le importaba si La Tríada ahora lo dejaba desempleado.

-Emil Nekola, se te acusa de desacato a las autoridades, así como complot y protección de los jóvenes insurrectos de La Tríada. Y no solo eso sino que también arremetiste, usando tu uniforme oficial, contra tus propios compañeros de Interpol ¿algo que objetar?

-No, señor.

-¿Cómo te declaras?

-Culpable -admitió con firmeza.

-La placa que se te ha sido revocada no se devolverá. Y en tu historial quedará marcado para que no intentes postular a ningún cargo de seguridad civil, militar o política.

-Lo entiendo, señor.

-Ahora -dijo, dirigiendo la mirada a Michele-. Señor Michele Crispino, se le acusa de comportamientos violentos durante sus horas de trabajo, así como amenazas al personal y a tus jefes aquí en La Tríada.

-Es el dolor lo que habla -respondió con voz ronca-. Y me declaro inocente, puesto que cualquier persona que pierde a un ser querido es capaz de hacer o decir las cosas más horrorosas. Pero aceptaré el despido que se que me va a imponer.

-Me alegra ver que no perdiste el sentido común. Pueden volver a sus lugares. Le siguen los viajeros Leo de la Iglesia y Guang Hong Ji.

Los dos muchachos eran los que se veían más fuertes de todos los que pasaron. Ninguno tenía miedo o arrepentimiento en los ojos. Ambos habían sabido por dos semanas lo que estaba por ocurrir y seguramente tenían tiempo de haberse hecho la idea. Yuri los envidió un poco.

-Se acusa a Leo de la Iglesia y a Guang Hong Ji por complot con los insurrectos, huir sin permiso a otro universo de la lista de no permitidos de La Tríada, así como se agregan a los cargos del señor de la Iglesia el manipular a su antojo los comandos de rastreo de los Pájaros de Fuego, que entorpeció la tarea y trabajo de cientos de empleados del lugar ¿Cómo se declaran?

-Culpables -dijeron al unísono, sin pestañear. Aún así notó la tristeza en sus voces.

-Se les revoca para siempre sus permiso como viajeros interdimensionales, así como también la expulsión como trabajadores de La Tríada. Si no tienen nada que objetar, que pasen Kenjirou Minami y Phichit Chulanont.

El primero mencionado dio un brinco en su asiento, totalmente asustado. Yuuri le dio unas palmadas alentadoras en la espalda antes de que saliera corriendo a donde debía posicionarse. Phichit miró con tristeza a Seung-Gil por última vez y también se acercó a gran velocidad, casi tropezándose en las escaleras.

-Kenjirou Minami -dijo con una sonrisa mirando al más pequeño-. Todavía recuerdo cuando te trajimos de Japón.

-Espero que no esté pensando que esa fue una mala decisión, señor -respondió desafiante a pesar de que temblaba.

-De nada serviría arrepentirse. Pero déjame decirte que se te acusa a ti y a Chulanont por complot por el homicidio de Lilia y Yakov, hurto de Pájaros de Fuego, visita a universos vetados y sin permiso, y también por más de 200 horas fuera de servicio en sus puestos de La Tríada ¿Cómo se declaran?

-Culpable -respondió Phichit en voz baja.

-Muy culpable -dijo Minami.

-Serán expulsados como trabajadores de La Tríada y vetados de los viajes interdimensionales. También deberán pagar una multa de un millón de libras esterlinas por los daños ocasionados y el tiempo perdido.

-Sí, señor.

Ni siquiera le dieron tiempo a que los expulsase del escenario, ya que los dos abandonaron rápidamente su lugar.

Yuri empezaba a sentir el corazón en la garganta.

-Se llama a Seung-Gil Lee para recibir su sentencia.

El coreano se tomó su tiempo. No dejó que ni una sola expresión o gesto se escapara de su rostro: estaba tan estoico como siempre.

Cuando tomó su lugar, dedicó varios minutos para fulminar a Min-so Park. Yuri tenía algunos recuerdos de una vieja entrenadora, cuando eran meros adolescentes, que presionaba más de la cuenta a Seung-Gil.

-Seung-Gil Lee se te acusa por los mismos cargos que a tus compañeros Kenjirou Minami y Phichit Chulanont por los que obtienes la misma sentencia de expulsión, pero se te suma el cargo por el asesinato a sangre fría de tres agentes especiales de Interpol en los túneles de Londres.

-Fue en defensa propia -dijo el chico con odio.

-La prueba audiovisual difiere con tu declaración. Se ha hablado con el juzgado británico y tendrás que ir a un juicio por el que se te podría condenar a cadena perpetua en prisión.

-¡NO! -gritó Phichit parándose de su lugar. Yuuri lo tomó del brazo para volverlo a bajar, antes de que algún policía le hiciese algún daño o decidieran llevárselo.

Celestino dio una mirada de advertencia al tailandés. Seung-Gil tenía las manos atrás de la espalda, las cuales movía ansiosamente.

-¿Cómo te declaras?

-En vistas generales soy culpable. Pero no se me puede dar cadena perpetua por defender mi vida y la de mis compañeros Otabek Altin y Jean-Jacques Leroy.

-Eso lo decidirá un juez. Ahora puedes retirarte. Y llamo a Jean-Jacques Leroy.

JJ alzó la cabeza como haría un perro al llamaban para comer. Casi derribó a Yuuri de su silla intentando pasar entre los asientos con su corpulento cuerpo.

-Antes que nada, señor Leroy, he recibido una carta de la Universidad de Oxford a la que usted asiste en dónde se le comunica su expulsión de la carrera de derecho y la imposibilidad de retomar cualquier carrera en dicha universidad o en otras del Reino Unido.

-Alto, ¡¿qué?! -gritó a todo volumen.

Celestino bajó unos cuantos peldaños del escenario y le entregó lo que parecía ser un documento oficial, que JJ le arrebató de las manos. Sus preocupados ojos azules se movían a toda velocidad observando lo que decían aquellas fatídicas líneas.

Yuri estaba seguro que escucho a Nathalie Leroy soltar otro sollozo.

-Debido a que no eres un trabajador de La Tríada no se te puede ser expulsado, pero se te impondrá una multa de cuatrocientas mil libras esterlinas por el robo de un Pájaro de Fuego ¿Cómo te declaras?

-¡Esto es inaudito! ¿Cómo osan expulsarme? -masculló agitando el papel en el aire- ¡No me pueden expulsar! ¡Sólo me faltaba medio año para ser abogado!

-Puede acercarse a hablar con los directivos de Oxford, pero yo ya no puedo hacer más nada.

Se fue echando humo a su lugar. Tenía las cejas y la boca fruncida con odio, sin poder dejar de mirar su carta de expulsión.

Yuri pensó que la había sacado un poco barata. Todos los demás habían quedado en la nada. Luego se retractó y pensó que ser abogado era de verdad importante para JJ.

-Se llama a Yuuri Katsuki del universo futurista.

Yuuri infló el pecho intentando parecer valiente. Phichit le dio unas palmadas en el antebrazo cuando estaba levantándose para enfrentar su futuro destino.

Celestino y Yuuri se miraron con intensidad un par de segundos. Yuri empezaba a preguntarse si Celestino no estaba deseando quemar el anfiteatro con todos esos insolentes adentro.

-Dado que no estás bajo la jurisdicción de nuestro llamado Triadverso, no puedo acusarse de absolutamente nada de lo que ha ocurrido.

»Sin embargo puedo prohibirte la entrada a este mundo. He pedido que fabriquen un dispositivo que indicará la actividad cuántica en los alrededores del cuerpo que estás usando ahora.

Min-so Park sacó una especie de pulsera negra y metálica. Bajó los peldaños del escenario y, sin permiso, encadenó la muñeca de Yuuri con aquella cosa. Viktor jadeó en el momento que se escuchó el click al cerrarse.

-Si tú o cualquier otra persona visita el Triadverso, una señal será mandada aquí a los cuarteles de La Tríada, que rastrearán en dónde sea que estés y serás apresado para que medidas más drásticas sean tomadas, ¿alguna objeción?

-No, señor Cialdini -respondió neutral.

Yuri podía ver que los ojos le brillaban con tristeza.

Celestino sonrió.

-Excelente. Ahora es el turno del investigador y también el verdadero protagonista de la historia, el señor Viktor Nikiforov.

Su hermano se sacudió la ropa antes de pasearse parsimoniosamente por el camino hasta al pie del escenario.

-Tú has sido la mayor víctima aquí, Viktor. Has sido fragmentado contra tu voluntad y luego llevado a rastras en un viaje demencial por todos estos... audaces jóvenes -empezó.

-Lo primero es verdad -coincidió Viktor-. Pero yo no diría que me llevaron a rastras porque recuerdo haber accedido a viajar junto con todos ellos.

-Es entendible que lo veas así, pero el Viktor que todos conocemos es mucho más prudente que esto. Lamento tener que decirte esto, Viktor... pero no estás bien. He pedido que se te remueva de tu cargo de investigador de La Tríada temporalmente pero primero harás una terapia psiquiátrica y psicológica de completa inmersión.

-Quieres meterme en un loquero -sintetizó Viktor. Movió la cabeza para que se le acomodara el flequillo.

-Has pasado por la más traumática de las experiencias. Y, sumado a algunas cosas que contaron en los testimonios... podrías ser un peligro para la sociedad.

-Lo que hice fue para proteger a todos del Príncipe -defendió-. No negaré que las memorias de la fragmentación todavía hacen estragos en mí, pero creo que la terapia es una decisión que yo debería tomar.

-Lo hacemos por tu bienestar. Y déjame decirte que si eres considerado un peligro, entonces no te queda opción.

Viktor apretó los labios. Yuri se sujetó la cabeza con las palmas de las manos.

No, no. Todo parecía empeorar paulatinamente.

¿Qué nos espera a mí y a Otabek?

-Cuando estés mejor lo entenderás, Viktor. Ahora regresa a tu lugar, necesito que el ex agente especial de Interpol Otabek Altin, se presente.

Yuri levantó la vista. Otabek ya estaba caminando con paso firme hasta donde tenía que ir. Le echó una mirada a Yuri cargada de muchas cosas: miedo, desconcierto, quizás también amor.

Le alzó el pulgar de regreso.

-Debo decir que con quien más decepcionado estoy es contigo -fue lo primero que le dijo Celestino-. No sé si eres consciente lo que tu inoperancia para llevar a cabo la misión que se te fue encomendada ha provocado.

-Soy consciente, señor. Me ha ayudado a abrir los ojos.

Celestino entrecerró los ojos, analizándolo.

-Tienes al menos treinta cargos diferentes que no vienen al caso. Tu placa será removida y, al igual que Emil Nekola, se te prohíbe volver a aplicar para formar parte del cuerpo de seguridad nacional o civil. Además hablaré yo mismo con la Embajada de Kazajistán ante el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte para pedir por tu deportación inmediata.

-No... -murmuró Yuri para sí.

Otabek está impasible. Pero Yuri empezaba a romperse por dentro.

¿Nos vamos a separar? ¿Se van a llevar a Otabek?

Él no podía permitir que les quitaran absolutamente todo. Ya habían perdido tantas cosas. Chris, Mila, Lord Altin... incluso podía remontarse a muchísimo más atrás, cuando su mamá y su padrastro acabaron muertos bajo los hierros de un auto por culpa de La Tríada.

No sabía que había estado totalmente ajeno al entorno cuando Viktor le dio un golpecito en la mano.

-Yuri. Te están llamando.

El mundo se le hacía más borroso de lo normal. Logró pararse con la ayuda de Viktor pero terminó sacándolo de un manotazo.

Se cruzó en la escalera con Otabek, que estaba esperándolo al pie de ella y estirando su mano hacia él.

Sus dedos eran lo más cálido que había en toda la habitación.

-Sé fuerte -le susurró. Y lo dejó a su suerte con Celestino.

Yuri se plantó ante su último enemigo en pie.

-Y llegamos al final del juicio -dijo con seriedad-. Yuri Plisetsky, tienes cargos muy graves acusados contra tu persona.

-Todos ellos pueden ser justificados.

-Aquí no importa la justificación. Aquí importa que lo hicieras. Y tendrás las consecuencias por ello.

La gente empezó a murmurar. Yuri se contuvo las ganas de empezar a gritarles a todos que se fueran a hacer algo por sus vidas en lugar de estar husmeando lo que pasaría con todos ellos.

Celestino sacó uno de los papeles de la carpeta y comenzó a leer en voz alta:

-Robo de un Pájaro de Fuego, desacato a la autoridad, incumplimiento de horas de trabajo, huir de un agente oficial de Interpol...

Sólo huí un tiempo, farfulló para sí mismo.

-Eso entre algunos de los tantos cargos menores. Pero no mencionemos que ustedes mismos han confirmado que otra de tus versiones es el Príncipe de Hielo, una amenaza interdimensional. Eso le ha dado un giro a las cosas. Creo que muchos de los presentes pueden confirmar todo lo que hizo aquel muchacho con tu cuerpo mientras nos visitó en el Triadverso.

-Pero ahora está aislado -masculló entre dientes-. Mila se quedó así no tuviéramos que preocuparnos por él.

-Aquí no hay ninguna prueba de eso. Bien podrías ser tú trabajando con él. O incluso tú mismo.

Algunos de sus compañeros en el palco ahogaron un jadeo. Yuri vio por el rabillo del ojo sus rostros preocupados, a Viktor sosteniéndose las mejillas con total nerviosismo. Y Otabek... Oh, Otabek.

Estaba llorando. Una lágrima se había salido de uno de sus ojos y, acostumbrado a nunca hacerlo, ni siquiera había notado aquello. A Yuri se le partía el corazón.

-Tendremos que tomar una muy drástica medida, pero es todo en pos de la protección del Triadverso y los ciudadanos de todas sus naciones.

»Yuri Plisetsky, se te condena al exilio del Triadverso. Serás escoltado hasta otro mundo de deficiente avance tecnológico, sin la posibilidad de acceso a un Pájaro de Fuego.

El mundo de Yuri se derrumbó por completo a sus pies.

Sintió que el aire comenzaba a faltarle luego de que Celestino diera su veredicto final. La multitud había empezado a hablar en voz alta: algunos aplaudían y otros, como los Leroy, estaban empezando a armar un revuelo.

-¡Pues yo me opongo! -gritó JJ desde el palco.

-Aquí no hay un decir de nada. La decisión ha sido tomada. El agente especial Georgi Popovich te llevará al lugar que considere necesario.

-¡Yuri! -gritó Viktor desesperado- ¡Yuri! ¡Déjenme ir con Yuri!

Un guardia lo bloqueó, al igual que a todos los otros que querían salir en defensa de Yuri Plisetsky.

El caos se desató de verdad. Entraron más policías al anfiteatro, varios de ellos directos a esposar a Seung-Gil y al que tendrían retenido hasta el juicio. El chico se retorcía y buscaba meterle patadas sin resultado a los guardias.

Incluso Yuuri, Phichit, Leo y Minami habían intentado ayudarlo. Los tres también fueron bloqueados y arrastrados fuera del anfiteatro.

Viktor estaba rodeado por varios guardias mientras unos hombres con ambo intentaban acercarse peligrosamente a él.

-¡No! Por favor solo quiero decirle adiós -suplicó de rodillas.

-Señor Nikiforov, no me obligue a tener que sedarlo.

-¡Es mi hermano!

Quizás uno de los guardias se apiadó del pobre hombre al que acababan de declarar insano. Lo tomó del brazo y lo arrastró hasta donde Yuri estaba siendo ya sujetado por Georgi.

Viktor envolvió sus brazos en su cuello.

-Todo estará bien -le susurró Yuri en el oído.

Nada estará bien.

-Ya verás que nos volveremos a ver.

Nunca nos veremos otra vez.

Viktor lo apretó más fuerte contra sí, incapaz de decir nada. El guardia detrás de él lo tiró del hombro para separarlo de Yuri. Los primeros intentos fueron imposibles pero finalmente lograron llevarse al sollozante Viktor.

Esto es una pesadilla, se decía Yuri a sí mismo. Tengo que despertar de esta pesadilla.

-Vamos -dijo Georgi sujetándolo del brazo-. No te pongas muy pesado.

Yuri lo fulminó con la mirada, ¿se podía ser acaso tan desalmado?

-¡Yuri! -gritó la voz de Otabek entre el gentío.

Se giró a buscarlo. Era el único del grupo al que todavía no habían bloqueado ni tampoco arrastrado fuera del anfiteatro.

No sería capaz de decirle adiós a Otabek.

Un guardia divisó al rebelde suelto e intentó tomarlo pero Otabek fue más veloz y corrió al encuentro de Yuri.

Georgi estaba totalmente estupefacto en su lugar y no se había movido un solo centímetro. O quizás estuviese fingiendo para no tener que prohibirles la oportunidad de verse una vez más.

-¡Beka! -le respondió Yuri.

Los guardias seguían persiguiendo a Otabek y ya casi lo tenían. Un grupo de personas justo se interpuso entre el kazajo y su objetivo.

¡Quítense, maldita sea!

A Otabek no le importó empujarlo y estiró el brazo. Yuri, a pesar de que Georgi le tironeaba, también estiró el suyo y logró tocar la punta de los dedos de Otabek hasta que entrelazó con desesperación sus manos.

El tiempo parecía haberse detenido para ambos. Solo importaban sus manos y las cientos de chispas que provocaban en los dos.

Nunca llegaría a besarlo otra vez. Nunca llegarían a ser algo de verdad.

Los guardias taclearon a Otabek y lo inmovilizaron contra el piso, haciendo que el golpe de su cuerpo se diera como si un saco de piedras cayera al piso.

Yuri soltó un gemido al verlo hacer una mueca de dolor. Intentaba alzar la cabeza para poder mirarlo una vez más, pero los guardias apretaban su mejilla contra el piso mientras lo esposaban.

-Yuri... -fue lo último que le escuchó decir.

Se tragó todo el sufrimiento que estaba sintiendo. Georgi y otro imbécil más lo arrastraban por la puerta de atrás del escenario, por la que Celestino había hecho su aparición.

Creyó que nunca podría odiar a alguien más que al Príncipe. Había estado muy equivocado. El Príncipe había tenido sus propios motivos -válidos, si los miraba objetivamente- para ser como era. A Celestino no lo movía nada más que la maldad y la codicia por seguir obteniendo poder, un poder que ya nadie osaría con quitárselo luego del espectáculo que había montado ese día.

-¿A dónde me llevas? -le gruñó a Georgi cuando estuvieron solos.

Yuri no era idiota como para intentar algo, teniendo las manos y tobillos esposados. Todos sus otros amigos estaban retenidos y cualquier cosa que él hiciera repercutiría en todos ellos. Ni siquiera cuando estaba en el Otro Mundo sin saber cómo volver se sintió tan atrapado.

Abuelo, sollozó en su mente, no podré tener la vida que te he prometido. Lo siento tanto, tanto.

Toda la vida que podría haber sido y que vio en el humo del Otro Mundo... a la basura. Todo. Chris había muerto por nada; incluso le había facilitado el camino al demonio que era Celestino. Y Mila... si ella seguía viva y se enterase de todo lo que estaba ocurriendo...

Tantas vidas arruinadas en ese viaje. Tanto sufrimiento para nada.

Georgi estaba calibrando el Pájaro de Fuego que enviaría a Yuri a cualquier lugar. Se veía totalmente miserable de tener que hacerlo y Yuri lo odiaba por ello. El chico podría haberse negado o podría haber ayudado a Yuri a escapar.

Pero, ¿se perdonaría si luego arruinaba su vida a costa de salvar la suya una vez más?

-¿Me dejas elegir a dónde me dejarás? -preguntó sin mucha esperanza. Georgi parpadeó varias veces.

-¿Crees que soy un idiota?

-Te juro que no voy a ir a uno de los mundos que he visitado -suspiró-. Les he prometido que los dejaría en paz.

-Como si algún te hubiese dejado elegir.

Sorbió por la nariz y puso la mirada más miserable que podía encontrar en su repertorio de gestos. No le gustaba tener que dar lástima, pero el fin justificaba los medios. Desde ya estaba sintiéndose horriblemente miserable porque, al final, terminaría hiriendo una vez más a otro Yuri. Haría exactamente lo que el Príncipe quiso hacer con él. La vida era irónica e injusta.

¿A cuánta gente más tengo que destruir?

-Por favor... al menos déjame elegir mi prisión eterna.

-Cuando llegues ahí podrás elegir que harás.

Georgi acabó con su tarea de calibrar. Tomó aire varias veces, buscando el valor para cumplir con lo que se le había sido encomendado.

-Lo siento -murmuró.

Y apoyó el Pájaro de Fuego sobre la piel de Yuri, sin soltarlo, para que no corriese el riesgo de viajar junto con él.

Yo ya estoy cansado de decir lo siento.

El tirón del viaje espacio-tiempo lo hizo sentir fuera de lugar. Esa misma mañana había regresado a su hogar y ahora lo estaba expulsando de él.

Cerró los ojos y repitió en su mente los nombres de todos sus amigos. De su familia. De las personas que lo habían ayudado a salirse con la suya hasta hoy.

Se detuvo en el nombre de Otabek. Quería saborear el sonido de las letras en su boca, lo musical de su nombre, el suspiro que se le moría cuando lo mencionaba. De cómo ese nombre había pasado de ser un tabú mientras escapaba de él a ser lo que más quería escuchar cuando estaban separados.

Así que cuando finalmente viajó hasta otra aventura desconocida, repitió ese nombre, una y otra y otra y otra vez.

Otabek. Otabek. Otabek.


* * * *


Yo no soy estúpida, se lo que me espera luego de este capítulo (lo aprendí muy bien en el capítulo 26 de "Hasta que los días nos unan otra vez") así que...

¡Me voy rápido de aquí! A ver si me escapo a tiempo de que se vengan a Argentina especialmente a asesinarme (?)

De todas formas no hay mucho que comentar sin echar más sal a las heridas. No puedo decirles todavía si me disculpo, o no, por esto je

¡Muchísimas gracias por todos los comentarios y votos! ¡Y vayana preparando los pañuelitos para los capítulos que siguen!

¡Besitos y hasta mañana!

P/d: Hoy lo terminé más temprano (una vez que empecé a escribir ya no pude detenerme) ¡Así que quizás me odien un poco menos por esto! :D

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