Cinco
Había estado tan cerca que vio su vida pasar frente a sus ojos. Casi siente que puede llorar de felicidad cuando aterriza en un nuevo mundo. Agradece estar en medio de un montón de gente, así sus jadeos y miradas furtivas a todos lados pueden pasar desapercibidas.
Hay lámparas de papel colgadas por todos lados en todos los colores imaginados pero con el rojo como principal foco. A su alrededor hay un enorme cuerpo de agua, lleno de barcos iluminados. La gente va vestida de todas formas imaginables, pero no puede evitar notar los particulares ojos rasgados en la mayoría de las personas.
Una enorme figura serpenteante, manejada por al menos una veintena de personas pasa frente suyo; los detalles de las escamas, garras y colmillos parecían tan reales. Era un dragón ancestral chino.
Asia. Podía poner sus manos al fuego de que se encontraba en algún lugar de aquel continente. Había una posibilidad de que estuviese en un Chinatown de alguna ciudad occidental, pero la magnificencia del lugar le dijo lo contrario.
- Yuri, ¿Yuri? -inquirió un chico chino a su lado. Yuri lo había notado a su rato pero no sabía que estaba con él. Bueno, no con él precisamente, sino el Yuri de ese mundo- ¿a dónde se habrá metido Leo? ¡Y sigue sin contestar el celular! -agregó agitando su móvil, que lucía sospechosamente similar a los que usaba en casa.
¿Tengo cara de haberlo visto si estoy aquí contigo, larva?, quiso espetar pero se contuvo. Primero averiguar la situación, luego despotricar.
Aquel lugar parecía más bien pacífico. Claramente se trataba de un festejo especial, que Yuri dedujo podía tratarse del Año Nuevo Lunar. Había escapado por los pelos del universo anterior, tanto de los ghouls como del oficial de La Tríada.
Otabek Altin. No tardaría en localizar el nuevo universo, y Yuri aun tenía que encontrar la nueva pista del estúpido Príncipe de Hielo y localizar a Viktor. Quizás ni siquiera estaba en Asia, pero era algo bueno que se tratara de un universo donde el internet existía. Sólo tenía que deshacerse de su compañero. Aunque podía utilizarlo para averiguar sobre el lugar en que estaba, si lo pensaba mejor.
Al rato se les unió un fulano amistoso, que Yuri descubrió era el tal Leo. Los tres vagaron alrededor de la bella fiesta, perdiéndose entre los pasteles de luna y el delicioso aroma de los tés. Para ser su segundo viaje interdimensional, se sentía demasiado bien.
* * * *
El chico chino se llamaba Guang Hong Ji y era su compañero de cuarto en una residencia universitaria en Shanghái en la que estaban becados por un programa de física y matemática. Se rió por la ironía.
Leo vivía en otro pabellón junto a un chico tailandés al que llamaron Phichit. Yuri no podía decir cómo ni tampoco de dónde pero estaba segurísimo que ese sujeto también formaba parte de su vida en Londres. Debía ser algún agente o investigador de La Tríada. Ya se encargaría de eso más tarde.
No se sorprendió cuando entró a su cuarto, dónde una explosión de rosado y animal print le dio la bienvenida. Parecía el cuarto de una muchacha de catorce años, no el de dos casi hombres estudiantes de física. Le gustó de todas formas. Se veía acogedor, hecho a la medida de Guang Hong y el Yuri de Shanghái.
Cuando el chico cayó dormido sobre sus brillantes y bonitas sábanas, Yuri tomó el computador que parecía ser el suyo. Agradeció que en todos los universos su contraseña siempre fuera nikolaiplisetsky, ya que el abuelo era el único que jamás iba a fallarle. Sintió una punzada al darse cuenta cuanto lo extrañaba.
La pantalla se iluminó de todos los colores. Allí en China no estaba permitido usar Google ni Facebook pero parecía ser que el otro Yuri se la había ingeniado. Chico listo, me agradas ¿O me agrado?
Google no tiró muchos resultados, pero en Facebook era otra cosa. Al parecer, Viktor no era una celebridad que había cambiado al mundo como en casa, sino más bien un hombre casado y con una hija. Y vivía en Tokio. El alma se le cayó a los pies.
- Maldito de mierda -masculló en voz baja, pero de repente su casilla de mail recibió un correo de una dirección que no permitía respuesta.
El Príncipe. Pero ¿Cómo lo había encontrado tan rápido? ¿Había trazado un plan tan minucioso dónde él detectaría en que segundo llegaba Yuri a otros universos?
No era tan largo como el de la Ciudad Subterránea, pero igual lo dejó descompensado:
Yuri P.:
Tengo la fe de que cumpliste con tu misión ahí en la Ciudad Segura de Kazán (por si te preguntabas su nombre). Creo que no debo repetir que debes encontrar a Viktor y hacer lo mismo. Pero ahora se viene una parte más interesante.
Estarás al tanto de que Viktor hizo un descubrimiento que podría alterar la paz del Multiverso. La Tríada quiere mantenerlo callado. Ahora él ya no es el único que sabe la verdad, pero si el único que tiene las pruebas.
Creo tener pistas acerca de quién se lo llevó, de acuerdo a lo que hizo con él, pero te dejaré armar las piezas tú sólo ¿Dónde estaría la diversión sino?
Viktor y tú no son hermanos en este universo. Ni se conocen, de hecho, así que te daré una pequeña ayuda. Podrás acercarte a él preguntándole sobre su tesis de licenciatura, ya que él también ha estudiado en la universidad de Shanghái, entonces puedes pedirle asesoramiento. Ingenioso ¿eh?
No te estoy dando esta información gratis, de todas formas. Quizás no lo sepas, pero en este universo tienen un alto avance tecnológico en software de computadora. Han estado a punto de atraparme la última vez que estuve aquí. Lo que te pido es muy sencillo: bloquea el sistema, así se perderán todos los datos de rastreo que puedan haber tenido acerca de mi paradero. En este correo encontrarás el virus que debes plantar. No debes hacer nada más que ejecutar el programa a través de un pendrive infectado.
Si te niegas a hacerlo no te haré nada. Pero te lamentarás cuando no vuelvas a oír de mí, ni mis pistas ni lo que averigüe de la desaparición de Viktor.
Se agarró la cabeza con frustración. Estaba comenzando a odiar su vida un poco más de lo normal.
¿En qué estaba metido el charlatán ese? ¿Y por qué importaba tanto Viktor? ¿Cómo podía saberlo todo y luego fingir que no estaba involucrado?
Yuri no se creía capaz de arruinar el proyecto de aquel universo. Probablemente era el trabajo de toda una vida de un montón de hombres y mujeres. En menos de segundos se vería arruinado.
Pero todo era por Viktor, quien quizás estuviese torturado o atrapado en otro cuerpo contra su voluntad. Con todo lo que el Príncipe le decía, estaba seguro que había sido secuestrado. Viktor no dejaría todos esos rastros si se hubiese fugado. Y principalmente nunca se hubiera fugado abandonando a su hermano y punto.
También estaba el tema de Otabek Altin, que lo estaba rastreando a través de los universos que saltaba. No estaba seguro si podría encontrarlo tan rápidamente en este, pero era mejor ser precavido.
Su mente lo traicionó, llevándolo de vuelta a aquella noche, cuando todo comenzó. Recordaba su mandíbula cuadrada y sus párpados que se cerraban relajadamente. Le daban un toque más sabio a su infantil rostro. Yuri quería olvidarse de ese recuerdo, de la noche en que conoció a Otabek Altin, pero por una razón que estaba seguro que no le gustaría, no podía quitárselo.
Pero ahora era el enemigo. Y huiría de él y se desharía de él si era necesario para salvar a Viktor.
* * * *
La sala central de computadoras no estaba tan lejos de su dormitorio, y le sorprendió ver que cualquiera podía tener acceso a ellas. No era tan imbécil como para usar su tarjeta de estudiante en ninguna de las puertas, así que se vio obligado a forzar el sistema. El maldito Príncipe no había previsto aquello.
El lugar estaba monitorizado constantemente, pero nada que una capucha y un aerosol que encontró bajo su cama no podrían ayudar. Al parecer era un vándalo en aquel lugar.
Se detuvo de repente. Probablemente aquel Yuri sería atrapado, y no solo acabaría con su beca en Shanghái sino que estaría arruinado de por vida para cualquier universidad. Apenas tenía dieciocho años. Estaba cometiendo un crimen atroz hacia su propia persona.
Pero... ¿la carrera de ese Yuri o el propio Viktor, su hermano, eran importantes?
Siguió andando, empezando a sentirse más decidido, pero volvió a detenerse antes de llegar al ala de las salas de informática.
El corazón se le detuvo, y luego empezó a latirle a toda velocidad. Había dos figuras, enfundadas en trajes del Ejército Canadiense, con las chaquetas rojas de puños negros, y la insignia de la hoja de arce sobre el bíceps izquierdo.
Lo peor fue que reconoció a los dos jóvenes vigías. Y sintió náuseas, ganas de desmayarse y temor.
- ¿Te crees que si nos escapamos por unas cervezas van a darse cuenta? ¡Es el Año Nuevo Lunar y nos tienen aquí encerrados! Cuidando una tonta computadora. Créeme que no imaginé esto cuando nos derivaron aquí.
- No creo que al gobierno canadiense le guste ver que dejas su proyecto descuidado por culpa de una cerveza. Mucho menos que andes bebiendo durante el trabajo, JJ.
Yuri quiso gritar. JJ. Jean Jacques Leroy, allí, de entre todos los universos. Se veía ridículo, como siempre, con una sonrisa boba y luciendo su uniforme como si fuera un modelo. Si JJ estaba allí, Yuri podía asegurar que se conocían también. Eso solía pasar, cuando te cruzabas con la misma persona en muchos universos.
Pero lo peor no fue JJ. Lo hubiese sido en otras circunstancias, pero no cuándo tenía al maldito Otabek Altin justo de frente. Estaba más robusto, pero llevaba el mismo corte de pelo. No había diferencias muy claras.
El uniforme militar se le ceñía al cuerpo, dándole mucho mejor aspecto que el de JJ. O quizás era porque Yuri despreciaba a JJ, a pesar de que había tenido que pedirle ayuda antes de partir. Su padre era importante abogado que se encargaba de las acciones legales de la alianza Plisetsky-Nikiforov. JJ iba en camino a ser abogado, también.
Sacudió la cabeza, intentando olvidarse de ellos dos. Intentó husmear desde su escondite tras un pilar, pero no podía distinguir si Otabek cargaba un Pájaro de Fuego. Probablemente no había saltado al universo correcto aún. Pero ¿Qué era peor que el Otabek de su universo dándole caza? El Otabek de su universo en el cuerpo y con el armamento de un Otabek militar.
Debía apurarse. Las distracciones no servían, ya que eran dos militares, y siempre iría uno solo a inspeccionar, así la entrada nunca quedaba sola. Yuri pensó que sería fácil deshacerse de JJ, pero no de Otabek. En ningún universo esa tarea le sería fácil, si es que el chico era como lo pintaban.
- ¿Leroy? -dijo Otabek de repente. JJ le alzó una ceja de forma inquisitiva, pero Yuri no pudo evitar el cambio sutil en su voz.
- ¿Beka? ¿Todo bien?
El oficial no le respondió. Yuri supo entonces de que se trataba: Otabek, el de su mundo, acababa de llegar a Shanghái. Podía notar la pequeña desorientación en la mirada del chico y como se llevaba instintivamente una mano al pecho, buscando el Pájaro de Fuego.
Era su momento. O era atrapado, o le serviría para que Otabek desapareciera, y solo le quedase JJ para encargarse.
Estuvieron parloteando un rato, y pudo confirmar que de verdad era el Otabek de casa. Hacía demasiadas preguntas y trataba a JJ con una formalidad que no había encontrado antes. Entonces se excusó para retirarse un momento.
Yuri se metió en el pasillo más cercano que tenía. No pudo creer que funcionó cuando lo vio alejarse, yendo para el lado de los dormitorios, pero tendría un buen tiempo hasta que Otabek descubriera que estaban a solo unos cuantos metros de distancia. Para lo que él sabía, Yuri podía estar al otro lado del mundo.
Ahora era el momento. Se metió en lo que parecía ser un laboratorio y armó todo el jaleo que pudo, no sin antes pintarrajear una de las cámaras. Entonces huyó por la ventana, sentándose a esperar que JJ fuera para allí.
No supo que hacer. Podía meterse por otra ventana y correr al pasillo, rogando tener el tiempo para forzar la cerradura electrónica. O...
Podía escalar tres pisos, intentar romper un posible vidrio blindado y rezar para no torcerse el cuello.
Le gustaban los desafíos, así que eligió la última opción. No sabía si JJ regresaría pronto para escucharlo romper los cristales pero debía arriesgarse.
Las cornisas eran anchas, y no había distancia entre ventanas aunque eso no quitaba el vértigo. Quiso desfallecer cuando dio con la ventana de grueso vidrio que él creía lo llevaría a la sala central. Intentó con puñetazos, una patada, y nada. Tomó el tarro del aerosol y lo estrelló contra el vidrio. Apenas se hizo una resquebradura, pero era algo. Lo golpeó con todas sus fuerzas sin importarle el ruido. Empezó a ponerse nervioso al notar que era visible desde la entrada, el lugar que probablemente Otabek cruzaría si decidía salir a buscarlo.
Golpeó, una y otra vez. El tubo de aerosol se rompió y desperdigó manchas de pintura oscura sobre su ropa y manos, pero no dejó de golpear. Hasta que finalmente cedió y los cristales cayeron con un agudo sonido. Yuri se metió lo más rápido que pudo. Ya no tenía aerosol pero sus manos estaban manchadas de pintura, por lo que se dedicó a restregarla por los lentes de la cámara. Con eso tendría que bastar.
La sangre le rugía en los oídos. Sudaba como nunca lo había hecho. Inspeccionó unas salas, hasta que dio con la que creía correcta, porque tenía una enorme y moderna computadora.
Esperaba que fuera aquella, o el Príncipe podía empezar a irse a la mierda. Descargó el pendrive infectado, que no tomó más de tres minutos. JJ ya debía estar apostado en la entrada del pasillo otra vez, por lo que regresó por su ventana rota.
Cuando estuvo en el suelo firme, huyó de la Residencia y la Universidad. No podía volver a su cuarto, no cuando Otabek ya seguro sabía sobre su paradero. Pensó en mandar un mensaje a Guang Hong, su pobre compañero de cuarto, que seguramente se preocuparía en cuanto descubriera que Yuri no había regresado. Al final decidió no involucrar la carrera del otro chico, puesto que la suya probablemente estaba a punto de irse al garete.
Shanghái seguía iluminada a pesar de la hora que era. Le hubiese gustado detenerse a admirar la magnificencia de la tecnología y lo tradicional, fusionados perfectamente.
No tenía a dónde ir. No sabía nada sobre ese nuevo mundo y acababa de arruinar la vida de otro Yuri. Se sintió miserable pero no se permitió llorar. Se dispuso a dormir en una plaza como un vagabundo. Quizás Otabek no lo encontraría con las fachas que llevaba: pijamas, pintura púrpura, el cabello sudado y revuelto, botas. Soy un as de la moda, se dijo para consolarse.
Un chico de tez morena pasaba por allí. Cuando detectó a Yuri, entrecerró los ojos. Yuri intentó no devolverle la mirada, pero el chico se acercó. Estaba empezando a sonreír.
- ¡Yuri! Mira nada más que sorpresa encontrarte aquí -le dijo, ofreciéndole una mano. Yuri no la tomó-. Eh, que haya sido el ayudante de tu profesor no quiere decir que no puedas saludarme en la calle ¡Te recuerdo que todavía soy alumno!
- Eh, yo... alto, ¿Phichit? ¿Phichit Chulanont? -chilló, con la garganta seca. El chico rió.
- Es bueno ver que me recuerdas ¿Qué haces aquí? ¿Cómo te va en la universidad?
Creo que ya no iré a la universidad, pensó. Aquel chico podía ser su boleto a una salvación instantánea.
- Discutí con Guang -mintió-. Mi compañero de cuarto.
- ¿En serio? ¡Mira que no iba a imaginarlo! Guang se veía tan paciente contigo. Debes haberlo hecho enfadar bastante.
- Sí... bueno, puedo ser un poco cabeza dura. Y me echó.
- ¡Y que lo digas! Oye, puedes venir a pasar la noche en mi casa si quieres. No eres el primer alumno de primero al que debo socorrer en esta ciudad -rió-. Tengo unos invitados, pero me queda un cuarto disponible.
¿Podía confiar en ese sujeto? Quería creer que sí. Phichit Chulanont trabajaba con Viktor en el área de investigación de La Tríada. Había pasado tiempo en su casa. Era simpático con él. Qué más daba, ¿Acaso podía estar peor? En aquellos momentos el hecho de que fuese un asesino psicópata le parecía como la menor de las amenazas a las que se enfrentaría.
- Vamos -dijo con brusquedad-. Por favor.
* * * *
El edificio dónde Phichit vivía estaba demasiado lejos del parque por lo que fueron en metro. El joven tailandés había parloteado un rato sobre física, matemáticas y anécdotas escolares de Yuri. Al parecer, una vez se le había plantado a otro compañero de intercambio por reírse de sus pantalones de animal print. En otra ocasión había escapado durante una semana de exámenes para ver una exhibición de los guerreros de terracota junto con Leo, el chico que había estado hace solo unas horas con él. Phichit recordaba risueño las anécdotas, pero Yuri estaba seguro que en aquel momento no habría sido tan divertido.
Parecía ser que algunos patrones se repetían, una y otra vez a través del multiverso. Yuri seguía siendo un temperamental, enojón y terco muchacho. Las reglas le seguían pareciendo una pérdida de tiempo.
- Te advierto que mis invitados tienen una niña pequeña bastante pegajosa ¡Es una dulzura! Pero conociendo cómo eres... -empezó a decir, con una sonrisa culpable. Yuri suspiró.
- Me comportaré. Gracias por acogerme, en serio.
- ¡No hay de qué! Me hace pensar que soy un justiciero de alumnos. Seguro Leo te ha contado pero lo he tenido que salvar de varias borracheras y pérdidas de su tarjeta magnética para ingresar al cuarto.
La puerta del departamento se abrió, y lo golpeó un dulce aroma a canela y comida casera. La casa se veía de lo más acogedora, con un sofá enorme, las paredes cubiertas de fotografías y un montón de libros y diplomas. Había ropa por doquier, juguetes, y otros objetos que parecían ser de sus invitados.
Una niña de rasgos orientales y dos coletas jugaba con unos peluches de hámsters. Mordisqueaba un chupete, pero eso no la detenía de hacer sonidos extraños que simulaban ser los que los animales hacían.
Yuri la miró unos segundos. Una sensación extraña lo invadió.
- ¡Miki-chan! ¿Cómo puede ser que te encuentre despierta a estas horas? ¿Y tus padres? -preguntó Phichit divertido, tomando en brazos a la niña que le hacía manitas. Ella se acurrucó en el hueco entre su cuello y hombro, al tiempo que el chico la besaba en la cabeza- Yuri, esta es la hija de mis amigos. Mira, Miki, ¡él ha sido mi alumno!
Yuri quiso corregirle que Phichit no había sido más que un mero ayudante de cátedra. Pero no se vio en condiciones de insultarlo luego de que lo había salvado. Y de que probablemente estaba comprometiéndolo por dar asilo a un criminal. Eso, sin contar a que era el blanco de un muy habilidoso policía interdimensional.
- ¿Phichit? -preguntó una voz desde uno de los cuartos.
- ¡Aquí estoy! ¿Pueden venir un segundo?
Unos pasos y un par de voces que hablaban en japonés fueron haciéndose más nítidos. Yuri vio que se trataba de dos hombres, pero no fue eso lo que captó su atención.
El primero de ellos llevaba el cabello negro y era asiático hasta la médula. Tenía el pelo peinado hacia atrás y unas gafas que gritaban hombre casado. Le sonrió enérgicamente mientras se presentaba, pero Yuri no estaba escuchándolo, porque solo tenía ojos para el otro.
Llevaba el cabello largo, igual que como lo había usado en sus años de juventud. No hubo una pizca de reconocimiento en sus ojos, pero sí los hubo en los de Yuri.
- ¿Viktor? -balbuceó, mirando a la versión de aquel universo de su hermanastro.
* * * *
¡Nuevo universo! ¡Llegaron hasta China! Y Yuri hizo el primer trabajo sucio para el Príncipe de Hielo ¿Hay más teorías acerca de su identidad?
Además ¡¡Viktor y Yuuri tienen una hija!! En este fic estoy siendo muuucho más dulce con ellos dos :) espero les guste este detalle.
Muchas gracias por los votos y comentarios <3 ¡Nos vemos el jueves con el próximo capítulo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top