7


Día tres.

Los rayos del sol penetran los grandes ventanales de la sala principal, debí de haber cerrado las cortinas por la noche. Un fuerte dolor ataca mi espalda y ahí es cuando me percato que este viejo sillón no debería continuar en esta casa.

Lentamente logro ponerme en pie y sin pensarlo marco el número de Joel en la pequeña pantalla de mi celular.

—¡Joel!—grito. —¡Dios! Lo lamento—digo a modo de disculpa. —Olvide que estamos hablando por teléfono—digo sintiéndome malditamente estúpida.

—No te preocupes—contesta. —¿Estas bien?—pregunta con voz somnolienta.

—¿Estabas durmiendo?—cuestiono, ni siquiera mire la hora antes de llamarle, seguro lo desperté.

No importa—responde. —¿Qué tal va todo?—me pregunta interesado.

—Si. Bueno de eso quería hablar... ¿Podrías venir por mi ahora?— suspiro.

—Bueno... Creo que hay demasiado sol para un día de tormenta así que considerare que ya ha terminado todo. Voy para allá—responde causando ruido, supongo que es a causa que se ha levantado de la cama.

—Vale... No tardes demasiado ¿Quieres?—sonrío.

—No tardare lo prometo—sonríe, sé que lo hace porque escuche como una pequeña risita escapaba de sus labios. —Te quiero—dice a modo de despedida.

—Yo a ti—respondo y cuelga la llamada.

Bufo cansada y camino hasta la habitación de Erick. Sin aviso entro y tomo la ropa que traía puesta el día en que inició el huracán. Por suerte el sigue completamente dormido por lo que no tengo que darle explicaciones del por qué me he metido de esta forma en su habitación.

Camino hasta el cuarto de baño y con gran velocidad cambio mi ridículo atuendo por mi ropa. Amarro mi cabello en una coleta y salgo con cautela. De mi mochila tomo uno de mis cuadernos y escribo una nota en una hoja de papel agradeciendo la estancia y paciencia que Erick ha tenido conmigo, minutos después y luego de ordenar todo el desorden causado por mi estancia, Joel me marca nuevamente para avisarme que se encuentra afuera así que sólo dejo la hoja en la barra de la cocina.

Abro la puerta y me encuentro con mi mejor amigo quien lleva una gran sonrisa en el rostro. Salgo de inmediato y cierro la puerta detrás de mí. —¡Joel!—digo lanzándome a sus brazos.

—¡Rachelle!—dice tomándome con fuerza.

—Te extrañe demasiado...

—Yo también te extrañe.

—Odio la obscuridad y tú no estuviste conmigo para protegerme de ello—digo.

Su boca se abre, va a responderme cuando el sonido de la puerta al abrirse le interrumpe.

—¿Rachelle?—dice una voz detrás de nosotros.

—¡Oh! Erick—le miro. —Yo... Mmm... ¿Gracias?—digo en tono de pregunta, en realidad no estoy muy segura de si debo agradecerle.

—No hay de que—responde sin convencimiento. Parece que esta molesto, una vez más.

—Muchas gracias, Erick—interviene Joel. —Gracias por cuidar de mi chica—agradece en media sonrisa estirando su mano para poder estrechar la mano de Erick.

—Si. No importa—responde Erick evadiendo la mano de Joel de manera grosera.

—Debemos irnos y gracias de nuevo Erick—digo, mi voz ha flaqueado pero no lo suficiente para que alguno de los dos se dé cuenta de lo nerviosa que me encuentro.

—Como sea—dice azotando la puerta tras de sí.

Doy un ligero saltito y miro a Joel.

—Vaya ese chico es rudo.

—Así es—digo llamando al ascensor.

—Dime por favor que no te hizo nada—me cuestiona con el semblante completamente serio.

—No—miento.

—¿Segura?—me mira.

—Completamente—vuelvo a mentir.

—Eso espero—aparta su mirada de la mía y nos adentramos al ascensor.
—¿Sabes que quiero?—digo llamando su atención.

—¿Qué?—me mira recargado en una de las paredes del ascensor.

—Darme un baño en mi regadera—digo, las puertas del ascensor se abren y ambos salimos de el en dirección al estacionamiento.

—Si bueno... Creo que es lo que necesitas en este momento—se burla en medio de carcajadas.

—¡Cállate!—grito entrando en el auto.

A lo largo del camino él me cuenta acerca de lo duro que ha sido pasar separados un desastre natural como este.

—Fue duro ¿he?—le miro, él sonríe.

—Demasiado—confiesa. —Tuve miedo, sabes—ríe. —Pero dime ¿Cómo te fue a ti?—me mira.

—Bueno... No quiero hablar de ello—respondo.

—¿Tan mal te fue?—pregunta mirándome de reojo.

—Digamos que él chico es bipolar—digo, él semáforo cambia a rojo y se detiene, me mira, se cruza de brazos y sonríe.

—¿A qué nos referimos con bipolar?—parece demasiado interesado en el tema.

—Bueno, digamos que... Él... Bueno... Yo... Ammm... Mejor olvídalo—digo, él me mira arqueando una ceja pero antes de que pueda decir algo el semáforo cambia a verde y es obligado a avanzar.

—¿Sabes que debes decírmelo o no dejare de joderte hasta que me lo digas no?—dice, su vista esta puesta al frente pero aun así puedo sentir su mirada que me dirige cada segundo, esta tenso, molesto y no lo digo sólo por decirlo lo estoy viendo en sus manos las cuales aprietan el volante con fuerza. —¿Vas a decírmelo?—pregunta conteniendo su enojo. Está haciendo un gran esfuerzo por mantenerse al margen.

—Bien... Él me beso—escupo sin rodeos y el auto se detiene de manera abrupta. "¿Pero qué mierda?" —¿Qué se supone que estás haciendo?—pregunto molesta. Varios automóviles pitan su claxon molestos y algunas malas palabras logro escuchar.

—Él... Él... ¿Él te beso?—balbucea nervioso.

—Si. Y ¿Sabes qué fue lo peor de todo?... El me trato como si yo le hubiese besado—digo, él me mira, su molestia ha disminuido y parece haber comprendido todo.

—Y... ¿te gusto?—pregunta con voz temblorosa.

—¿Qué?—le miro.

—El beso Rachelle el beso—me mira.

—Por supuesto que no—respondo convencida.

—Vale—dice, e inicia en marcha nuevamente, luce bastante relajado luego de esas palabras.

El camino se vuelve silencioso y pesado, él me mira de reojo varias veces, me regala una sonrisa y continúa con la vista al frente.

—Hemos llegado—me informa en un susurro.

—¿Qué?—digo adormilada. ¿En qué momento se supone que me he dormido?...

Joel toma de mi mano y me guía hasta nuestro apartamento, sonríe determinadas veces y luego ríe de unas cuantas estupideces que digo en el camino.

—¿En serio lanzaste la pala de madera por algo como eso?—dice, abre la puerta y se hace a un lado permitiéndome la entrada a casa.

—Así es—digo sentándome en uno de los sillones de la sala.

—¿Entonces aún quieres esas crepas?—me pregunta arqueando una ceja de manera coqueta.

—Demasiado... Muero de hambre—digo haciendo un puchero lo bastante infantil como para que él se ponga en marcha cuanto antes.

—Bien... Preparare algunas para que desayunes—sonríe amablemente y camina en dirección a la cocina.

—Gracias—grito lo bastante alto para que pueda escucharlo.

—No hay de que—logro escuchar.

—Tomare una ducha, no tardo—grito levantándome del sofá. Camino escaleras arriba y me adentro en el cuarto de baño, tomo una ducha lo bastante rápida y tranquilizadora posible. Salgo del baño y me arropo con la ropa más calientita que encuentro en mi armario, regreso a la sala y me encuentro con un Joel lo bastante sonriente y amable como para alegrarte el día.

—Servida señorita—dice haciendo una gran reverencia a la comida sobrepuesta en la mesa.

—Gracias—sonrío agradecida. Tomo los cubiertos entre mis manos y comienzo a devorar la comida de mi plato. —Las mejores crepas de mi vida—digo bebiendo de mi taza de café humeante.

—Mamá me enseño—dice, su mirada se pierde y los recuerdos surgen, darse cuenta no sería imposible si se tratase de la gran sonrisa que se ha dibujado en sus labios.

—¿Extrañas a tu madre?—pregunto interrumpiendo sus recuerdos.

—Más de lo que debería—confiesa.

—Prometo que los veremos pronto— digo, el brillo en sus ojos se hace más intenso y una sonrisa por mi parte hacen mi promesa más creíble.

En lo que resta del día, vemos películas, platicamos de las grandes cosas que hemos pasado juntos al igual que las cosas que no hemos hecho y deberíamos hacer en algún momento. Sinceramente agradezco demasiado que sea él quien este a mi lado. 





*****

Los amo xD

Bonito día...

-All the love

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