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El día de hoy me parece bastante fascinante, no parece estar tan caluroso y eso me agrada porque en verdad odio los días calurosos, así que sin más decido caminar hasta la escuela, no queda tan lejos de mi apartamento y hace bien a la salud caminar siendo que soy una persona muy perezosa que odia ejercitarse muy a menudo.

Mis clases pasan volando una vez más, estoy a punto de tomar mi última clase y afortunadamente ya memorice los edificios asi que ya no me cuesta trabajo moverme dentro de la escuela, el edificio en el cual tomaré clase aparece en mi campo de visión, satisfecha por haber llegado una sonrisa brota de mis labios. Es mi última clase por lo que ver a Johan me entusiasma un poco después de todo el estrés del día finalmente este se acabaría pronto.

Con la mirada busco la cabellera morada de Johan por alguna parte, una vez que lo veo corro en su dirección y cubro sus ojos con ambas manos.

—¿Quién soy?—pregunto al chico de cabello morado como si se tratase de un viejo amigo.

—¡Rachelle!—ríe en modo de saludo y aparta mis manos de sus ojos.

—Así es—sonrío. —¿Cómo es que lo descubriste?—pregunto antes de besar su mejilla.

—Bien. Esa voz jamás se me olvidaría—dice en tono coqueto. —Además de que tú perfume huele a kilometros—ríe.

—Admite que es delicioso— digo pausadamente.

—No puedo negarlo—dice en tono gracioso. —Y... ¿Cómo te fue ayer con el chico malo?—me mira confuso.

—No le llames así sólo llevamos un día de conocernos y ya tienes apodo para él—respondo indignada. Jamás he aceptado que las personas tengan apodos.

—Muy bien. Lo lamento—rueda los ojos.

Tomo asiento a su lado y sonrío.

—¿Qué tal a ti?—le miro curiosa.

—Muy mal—dice molesto. —Conoces a Margott?—me mira.

—No lo creo—confieso.

—Ahí viene—dice señalándola con un movimiento discreto con la cabeza.

—Ella ¿Qué?

—Es mi compañera de trabajo... ¿Sabes lo que es eso?... Debo de hacer todo yo... Y eso que solo llevamos un maldito día de trabajo— confiesa frustrado.

—Cuanto lo lamento—le compadezco, la verdad es que lo hago, si algo odiaba era que alguien tuviese que hacer el trabajo por el equipo y no ayudasen en nada. Lastimosamente siempre fui yo la que tenía que hacer todo el trabajo.

—Ni que lo digas. Ya ni siquiera quiero verla... Y llevamos un maldito día—dice molesto.

—Ven aquí—digo atrayendo su cuerpo en mi dirección a modo de abrazo.

—Gracias—dice enredando sus brazos alrededor de mi cuerpo.

Un carraspeo logra escucharse por toda el aula y por un momento el silencio invade el lugar. Johan se separa de mí con cautela y ambos nos giramos para ver de donde proviene aquel sonido tan peculiar.

"Es Erick, Erick te está mirando ¿Por qué carajos Erick te está mirando?" grita mi subconsciente mientras me mantengo mirándole con nerviosismo pero también algo de molestia.

Él intenso color verde de sus ojos me hacen estremecer, estos me miran con desagrado. Me observa durante unos segundos y luego sin más se aleja y toma asiento hasta la parte trasera del aula.

—Rachelle... Rachelle—dice casi gritando Johan mientras chasquea los dedos frente a mis ojos. —¿Te encuentras bien?—pregunta mirándome con extrañeza.

—Si...si lo siento—me disculpo en media sonrisa.

—¿Paso algo?—pregunta con cierto tono de angustia.

—No. Nada—sonrío.

—Buenos días jóvenes—saluda una mujer caminando en dirección al escritorio interrumpiendo una charla que por supuesto sería incómoda.

"Perfecto" sonrío con molestia.

La clase transcurre normal, los estudiantes anotan los apuntes en sus libretas y luego comienzan a parlotear a todo volumen. Es molesto pero supongo que ni siquiera porque se trata de la universidad las personas maduran un poco.

La campana que indica el cambio de clase o en mi caso el final de mis clases resuena en todos lados, como es de esperarse basta un par de segundos para que todos salgan del aula, soy de las últimas porque sinceramente no tengo prisa por llegar a casa.

—¿Nos vamos Ray?—pregunta con entusiasmo el chico de pelo morado que está situado a mi lado mientras acomoda la mochila sobre sus hombros.

—Si—sonrío y camino a su lado.

—Rachelle, espera...—escucho la voz varonil de Erick deteniendo mi andada. Giro mi cuerpo para mirarlo y lo primero en que mis ojos se fijan es en la sonrisa que lleva en el rostro. —Te veo en mi casa a las 5 pm, no llegues tarde o voy a matarte—guiña un ojo y deja una hoja de papel mal doblada sobre mi mano, para después

—Pero yo...—no me permite decir nada más pues ahora mismo ya no me escucha, se ha marchado. "Increíble". Me digo internamente mientras miro el papel que aguarda entre mi mano, es una dirección pero yo no conozco Los Ángeles, ¿Cómo se supone que voy a llegar?...

—¿Pasa algo Ray?—cuestiona Johan con algo de preocupación en su rostro, los gestos que seguramente tengo en el rostro probablemente son los causantes de la curiosidad de Johan.

—No—le regalo una sonrisa. —Aguarda... Creo que si—le miro un momento—¿Podrías ayudarme a encontrar una dirección?—le miro.

—¿Es la del chico malo?—me mira.

—Se llama Erick—le corrijo.

—Erick—se corrige. —Yo puedo llevarte en mi auto—doy un par de saltitos en mi lugar emocionada siendo mi respuesta de aceptación a la invitación del chico. —Bien—dice mientras continuamos caminando. —¡Vamos!

—Muchas gracias.

Al parecer mi papá tenía razón, conocer gente siempre era útil en algún momento de tu vida.

***

Con el papelito en mis manos me acerco hasta donde se encuentra la puerta marcada con él número 17.

—Es aquí—digo sonriendo.
Pensándolo un poco, me detengo frente a la puerta y luego de varios segundos hago chocar mis nudillos contra el duro material con detenimiento.

—Ya te dije que no quiero tus galletitas de exploradora—grita desde adentro, inevitablemente suelto una carcajada y así es como abre la puerta. Su cabeza apenas y se asoma y una gran mueca de desagrado asalta en su rostro cuando se percata de quien se trata. Inmediatamente me obligo a callar y le miro seria.

—Vine por lo del trabajo—respondo seria.

—Aguarda un momento—dice poco antes de azotar su puerta en mis narices. No lo culpo hace sólo un día yo hice lo mismo.

Minutos después y luego de ver que no saldría pronto, me tumbo sobre el piso. Estoy cansada, supongo que esa caminata hasta la escuela de esta mañana no fue tan buena idea.

—¿Podemos irnos?—dice una voz detrás de mí.

—Ups! Lo lamento—me disculpó mientras intento levantarme.

—Aguarda un momento—se acerca. —Yo te ayudo—dice tomando de mi mano y atrayéndome con fuerza.

—Gracias—sonrío en agradecimiento.

—¿Nos vamos?—me mira nuevamente.

—Por favor—digo en media sonrisa.

Ambos caminamos, esta vez yo soy quien sigue a Erick. Extrañamente ambos iniciamos una charla, una que hace parecer que nos conocemos de toda la vida. Él me cuenta algunas cosas acerca de su niñez y eso me agrada aunque no logro comprender que sucede con él y sus repentinos cambios de humor, no le culpó porque yo soy mil veces peor que él pero realmente es un chico difícil de entender.

—¡Aquí es!—habla en media sonrisa. —Hemos llegado al lugar prometido—sonríe.

—Vaya—sonrío conmocionada. Unas luces intensas iluminan el lugar, es un parque pero no cualquier parque si no uno realmente hermoso, con flores, árboles y muchas, muchas luces que iluminan el camino. Ya ha oscurecido por lo que las luces resaltan y ya casi no hay gente.

—Aquí es donde suelo venir casi todas las tardes... Me agrada el lugar—explica en media sonrisa, ahora sus ojos brillan y resaltan perfectamente en esta noche.

—Me gustan tus ojos—me atrevo a decir. Él me mira durante algunos instantes y luego sonríe. Mi característica principal siempre será la sinceridad, siempre digo lo que pienso y nunca me he avergonzado de ello, muy a pesar de que en algunas ocasiones me ha causado muchos problemas.

—Si se trata de decir que nos gusta el uno del otro a mí me encanta los hoyuelos que se forman en tus mejillas cada vez que sonríes—me alaga. Por inercia sonrío, es un alago que he escuchado una infinidad de ocasiones pero viniendo de él parece ser una característica física realmente buena, este hombre nunca dice las cosas por qué sí. —Ven aquí—dice señalando un lugar con la cabeza.

Sin decir nada, le sigo, es un lugar alto así que el sube primero y después me toma de la mano y me ayuda a subir a una gran roca.

—Este lugar me ayuda a pensar—dice mientras observa un lugar indefinido.

—¡Wow!—digo completamente asombrada con la maravillosa vista que me está regalando este lugar. —La vista es hermosa—sonrío y vaya que lo es, la ciudad lograba verse desde aquí y ni cómo explicar las sensaciones que lograba causarte la vista acompañada del ligero viento.

—Por algo es mi lugar favorito—dice tan perdido en la vista como yo hace unos momentos.

Admiro a aquel chico pero sobre todo me gusta admirar sus ojos verdes y verlo como admira el lugar, está perdido en la vista tanto como yo en él. Una sonrisa se dibuja en su rostro a medida que recorre el lugar, le miro con detenimiento, su nariz refinada y los labios rosados que posee me hacen perderme en él. No lo entiendo, he salido con una infinidad de chicos, pero este chico es desagradablemente perfecto.

Me mira, se detiene en mis labios y luego sonríe de nuevo, sus ojos verdes me miran y penetran mi mirada, me pierdo de nuevo, se acerca hasta mi oído, sus labios rosan el lóbulo de mi oreja, me tenso.

Deja de mirarme así o juró que después no podrás detenerme—susurra firmemente en mi oído.

Mi cuerpo se tensa de inmediato, él se aleja con lentitud y yo sólo me limito a quedarme quieta. Han pasado dos días desde que le conozco y ahora mismo me está volviendo loca ¿Acaso eso es posible?... por supuesto que no, eso solo es posible en las novelas eróticas que tanto he leído en wattpad.

Segundos más tarde, zafa de su cuello la pequeña cuerda que mantiene la cámara estática en su lugar y guiña un ojo en mi dirección, con un click informa que la fotografía ha sido tomada y luego me mira nuevamente.

—Lo lamento—digo con la mirada gacha. —No sé porque no puedo dejar de mirarte—confieso, honestamente no sé porque me tiene tan asombrada un chico que fácilmente podría parecerse a uno de los tantos chicos con los que he salido anteriormente.

—Yo sé porque—arquea una ceja. Mi atención vuelve a él. —Te gusto—afirma con arrogancia.

—¿Disculpa?—pregunto ofendida, en realidad no estoy ofendida, sólo finjo estarlo, este chico no parece merecer mí tiempo.

—¿Existe alguna otra opción?—replica arrogante de nueva cuenta.

Una risa sarcástica se escapa de mis labios. —¿Sabes qué?... Puedo hacerlo sola, gracias, pondré tu nombre en el trabajo—digo tomando toda la cordura que aún conservo y me guardo las palabras que podría utilizar como arma letal, guardando silencio bajo de la roca ágilmente. —Adiós—digo y dándole la espalda sin detener mis pasos.

De camino a casa me permito tomar fotografías estúpidamente al azar, probablemente algunas de todas las que he capturado servirán para mi trabajo.

Cuando llego a casa, abro la puerta para entrar, enciendo la radio y pongo la música a todo volumen. Para ser sinceros la música es una de las pocas cosas que me regalan tranquilidad y en estos momentos era lo que necesitaba, el solo hecho de pensar el gran trabajo que tendría que cargar sobre mis hombros me hace querer volverme loca, porque en realidad lo estoy, debí de haber dejado pasar eso que dijo el idiota de Erick y entonces aún tendría un equipo, pero como siempre mi boca nunca puede mantenerse cerrada y ya la he cagado una vez más.

El ritmo de la música me lleva a otro nivel y sin pensarlo comienzo a bailar de un lado a otro a su ritmo.

La bocina de mi celular parece explotar cuando finalmente me doy cuenta de que mi teléfono no ha dejado de sonar, la canción de Infinity de One Direction suena a todo volumen y parece gritarme cuando finalmente me acerco a mirarle. En la pantalla se marca el número de Jane mi mejor amiga y a un lado sus 16 llamadas pérdidas.

Ups!

Con extrema rapidez deslizo mi dedo hacia el pequeño botón verde y bajo el volumen del radio para poder responder la llamada número 17 de mi mejor amiga.

—¡Jane!—grito con entusiasmo.

—¡Rachelle! ¿Sabes cuantas veces te he llamado? Dios, creí que te habían hecho algo, creí que te habían secuestrado que se yo. ¿Sabes que estuve a punto de llamar a la policía?—grita al otro lado del teléfono.

—¡Hey! Tranquilízate estoy bien. ¿Me escuchas?... Estoy perfectamente bien—digo convencida a manera de que pueda tranquilizarle.

—¿Cómo me pides que me tranquilicé? Me asustaste—solloza.

Aguarda un momento ¿Estás llorando?—pregunto realmente asombrada, está mujer me parece increíble.

Si. ¿Qué tal si te pasaba algo? ¿Qué se supone que iba a hacer yo sin ti?—solloza con dureza.

—Tranquila. Tienes una Rachelle para unos cuantos años más—sonrío. En realidad no sé si verdaderamente eso sea cierto, es decir la vida es totalmente incierta.

Eso espero—sonríe. Sé que lo hace, la conozco de años así que lo imagino por el tono de voz que utiliza para responderme.

—Y... ¿Qué tal todo por allá?—pregunto por cortesía porque siendo sinceros me importa un carajo lo que esté sucediendo por allá, por algo me mudé de país, para no saber de nadie.

—Anna y yo estamos esperando los resultados de la universidad. Espero podamos ir a estudiar contigo, no en la misma escuela claro pero sería muy interesante que viviéramos juntas ¿no lo crees?—me pregunta con entusiasmo.

—Supongo que no estaría mal—contesto. En realidad, deseaba con todo mi ser que ellas ingresaran a la universidad que deseaban y vinieran a vivir conmigo, ambas son personas importantes en mi vida y tenerlas cerca de mí ayudaría un poco con mis problemas emocionales.

—Y bueno... Joel—se detiene.

—¿Joel? ¿Qué paso con Joel?—pregunto con angustia.

Joel ha sido mi mejor amigo desde que tengo memoria, él es mexicano al igual que yo, sólo que él es originario de Guadalajara, se mudó a la ciudad de México a los 5 años. Nos conocimos en el jardín de niños. Desde entonces todo el tiempo estuvimos juntos, jamás nos separamos sino hasta ahora y si no hubiese sido por la estúpida maestra de matemáticas y ese gran cinco en su boleta, él estaría a mi lado aún.

—Nada malo, de hecho creo que es algo bastante bueno. Tanto para él como para ti—ríe. —Pero tendrás que quedarte con la duda hasta que él te lo diga, y disculpa que te corte la llamada pero si sigo hablando voy a terminar metiendo la pata de nuevo—explica con la voz agitada. —Te quiero adiós—y con eso finaliza la llamada.

"Pero que mierda"...

El sonido del timbre llama mi atención.

Salgo de mi habitación y bajo a la primera planta, tomo la perilla entre mis dedos, acomodo mi cabello un poco y giro la perilla para finalmente abrir la puerta.

Ni siquiera tengo la oportunidad de mirar de quien se trata pues tan solo segundos después de que abrí la puerta alguien me envuelve entre sus brazos, un fuerte aroma a perfume masculino ya conocido antes inunda mis fosas nasales, aquellos fuertes brazos se aferran a mí y sin saber cómo reaccionar le rodeo con ambos brazos también, la tranquilidad que me transmiten sus brazos me hacen cerrar los ojos de manera inconsciente, sé de quién se trata. Minutos más tarde me aparta de su agarre y le miro unos instantes, sus ojos me miran y una sonrisa se dibuja en su rostro.

La calidez de su abrazo me hace sentir como en casa, una sonrisa sobresale de mis labios gracias a la gran sensación de felicidad que produce en mí.—Te extrañe mucho—sollozo entre sus brazos.

Con el cuidado que se le daría a un pequeño y frágil cristal él se aleja del abrazo tomando mis manos entre una de las suyas, mientras que la otra la utiliza para limpiar mis lágrimas.

Sonríe.

—Yo también lo hice—da media sonrisa y me mira directamente a los ojos, con lentitud se acerca hasta mi rostro y en un movimiento demasiado lento deposita un beso en mi frente. —Hubiese llegado tiempo antes pero ya sabrás que la señorita Aracely no sede demasiado en sus extraordinarios—ambos reímos. —Pero bueno... Soy Joel y era obvio que iba a lograrlo—responde arrogante

—¡Oh calla!—reprocho riendo.

—Vez. Te vez más hermosa riendo que llorando por un idiota—afirma.

—Pero ese idiota eras tú—digo conteniendo la risa.

—Por eso mismo es que te lo digo—ríe.

Laslágrimas son remplazadas por sonrisas, ahora que él estaba conmigo entonces yatodo iba a estar bien, sin duda alguna.

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