CAPÍTULO 39

–El amo está muy dañado. Es como aquella vez.

–¿Creen que sobreviva?

–Tenemos que hacer todo lo posible porque así sea. Aunque la última vez, casi no lo logra. 

Amira contemplaba a lo lejos la escena, su amo rodeado por varios Incubus de bajo rango intentando curar sus heridas. 

–Es mejor si no sobrevive —soltó Amira— Así el trono quedaría libre.

–En ese caso su hijo sería su sucesor—aclara uno de los sirvientes— Después de lo que pasó la última vez es por eso que engendró un hijo para que tomara su lugar si él faltaba.

–¡¿Acaso olvidas que es un desterrado?! Eso pesa más, aunque sea su hijo, no puede tomar el trono.

–Entonces tendríamos que pelear por él.

–Eso es pan comido, ninguno de ustedes podría contra mí —afirmó Amira con presunción.

Amira fue una de las tantas creaciones de Demian, al igual que los arcontes por medio de conjuro todos los Incubus y las súcubos eran creados con dosis exactas de atributos malignos, codicia, odio, belleza, entre otras cosas, a excepción de Massimo, que fue engendrado con genes supremos con el fin de ser el sucesor del trono. 

Massimo siempre había deseado tener el poder suficiente para vencer a su padre y así poder soltarse de su yugo, ser libre. 

Aunque las súcubos al igual que los Incubus no estaban hechos para sentir amor, Amira sentía su equivalente “obsesión”, la obsesión era para los demonios lo que el amor era para el resto del mundo y Amira estaba obsesionada con Massimo quien solo la usaba para satisfacerse hasta el día en el que fue desterrado del Inframundo, pero ahora que el panorama había cambiado y él en verdad estaba enamorado de Isabella los sentimientos de Amira se habían convertido en odio y venganza.

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