Capítulo 2. Guapo... pero idiota
El primer día de las vacaciones de primavera debió haber sido maravilloso, había planeado ponerse su ropa favorita y tomar un café con sus mejores amigos en su cafetería favorita del pueblo, mientras se quejaban de su horrible profesor que les había dejado demasiada tarea. Se supone que se relajaría, y se olvidaría de la escuela.
Tristemente, su plan de un buen desayuno con sus amigos se arruinó cuando abrió la puerta de la cafetería y se topó cara a cara con Jace y Alec. Ellos iban saliendo del lugar y para buena suerte de Magnus, tuvo que chocar con el rubio, salpicando a ambos con el café caliente.
– ¡Fíjate, Bane! – Jace gruñó, limpiando su mano con su pantalón.
– ¡Fíjate tu! – Magnus gritó furioso, sin poder creer que sus mejores pantalones fueran manchados de café. – ¿Tienes idea de cuanto me costaron esos pantalones? ¡No todos usamos franelas y mezclilla barata! ¡Destruiste mis pantalones! –
– No seas dramático, tu eres...– Jace comenzó a gritar de vuelta.
– Ya es suficiente, – Alec interfirió, dándole unas servilletas a su hermano, y ofreciéndole una Magnus, quien simplemente le lanzó una mirada mordaz. – Lo que Jace quería decir es que se disculpa por...–
– ¡No me disculpo! – El rubio interrumpió a su hermano.
– No me importan, – Magnus le soltó a Alec. – No necesito sus disculpas o tu ayuda. Así que déjame en paz. –
Alec retrocedió como si las palabras de Magnus fueran un golpe, luciendo herido y triste.
– Bien. Vámonos Jace. –
Alec salió de la cafetería, siendo seguido por Jace, quien golpeó el hombro de Magnus al pasar. Masajeándose el hombro, Magnus caminó a la mesa donde sus amigos ya le esperaban, viéndole como casi toda la gente en la cafetería.
– Tu siempre sabes como hacer una entrada, – Ragnor le saludó, riendo.
– Les odio. – Magnus contestó, sentándose.
– Si, lo sabemos, – Raphael suspiró. – Nos lo has dicho todos los días por los últimos diez años. Quizá es hora de que lo superes. –
– Nunca. Son unos idiotas, y...–
– Jace quizá si sea algo engreído, pero Alec es realmente dulce, – Catarina dijo, antes de que su amigo terminara. – Deberías conocerle, y darle una oportunidad. Ayudó a Raphael con su tarea de francés. –
Oh, perfecto. ¿Alexander Lightwood era una buena persona? Imposible. Eran enemigos y se odiaban mutuamente tanto en la escuela como en las competencias de caballos. Todos sabían que nada bueno salía de poner a Magnus, Jace y Alec juntos. El resultado final siempre era insultos, gritos y uno que otro golpe.
– ¿Podemos olvidarnos de ellos y continuar con nuestras vidas? No vine aquí a hablar de esos idiotas, – Magnus dijo.
Finalmente, sus amigos dejaron el tema, haciendo Magnus se relajara y se olvidara de sus pantalones arruinados. Aunque Magnus no podía olvidar lo que Catarina había dicho: que Alec era dulce.
Claro. ¿Qué su amiga estaba borracha? No podía haber otra explicación. O quizá su amiga era más objetiva que él, aunque eso no podía ser verdad. Alec no podía ser dulce.
Alec era horrible, como Jace. Bueno, quizá se había intentado disculpar hace rato, pero eso solo fue por no querer hacer una escena ahí, no porque fuera dulce.
Aun no podía olvidar su primer encuentro con ellos, aunque ya hubieran pasado diez años. Porque con el pasar de los años su odio solo se había intensificado. El saber que el rubio era adoptado como él, le hacía enojar aun más, porque no entendía como podía haberle hecho sentir de esa forma cuando Jace había pasado por lo mismo.
Y Alec... bueno, Magnus tenía sentimientos encontrados. No le odiaba tanto como a Jace. Si lo pensaba bien, Alec nunca le había dicho nada malo o grosero. Pero también ese era el problema, Alec nunca había dicho nada.
Quedarse callado cuando molestan a alguien delante de ti es otra forma bullying.
Magnus a veces se preguntaba que hubiera pasado si los chicos se hubieran disculpado después de ese primer encuentro. Quizá podrían haber sido amigos. Pero eso nunca paso. Su padre habló con Maryse y Robert quienes prometieron tomar cartas en el asunto. Lo que probablemente empeoró las cosas porque cuando les volvió a ver en el escuela, Jace se encargó de presentarle ante todos como el peor jinete del pueblo. Fue gracias a la intervención de un chico con voz fría y cabello negro que todos pararon de reír, y así fue como Raphael y Magnus se volvieron amigos.
– ¿Saben de que me enteré? – Raphael dijo, mientras mordía su muffin. – Clary finalmente aceptó salir con Jace. –
–¿Qué? – Magnus casi se ahoga con su bebida. – ¡Dime que estás bromeando! –
– No, – Ragnor contestó, dándole palmaditas en la espalda a Magnus. – Oh vamos, ya es una niña grande y puede salir con quien quiera. –
– Pero no Jace! – Magnus insistió. – Se merece algo mejor. El Golden Retriever ese no es una buena opción. –
Raphael se rio por el apodo, Ragnor giró los ojos y Catarina le miró burlona.
– Tu no puedes hablar sobre buenas opciones Magnus. después de todo tu...–
– ¿No acordamos en nunca volver a mencionar a Camille? – Magnus la interrumpió.
– Tu lo acordaste, yo no, – Catarina le respondió, riendo.
Camille era un mal recuerdo y un gran error. Un nombre que no quería escuchar de nuevo. La odiaba casi tanto como a Jace y a Alec. Podría parecer que Magnus guardaba mucho rencor, pero solo era contra esos tres.
Además, no odiaba a toda la familia Lightwood. Max era adorable, quizá porque era un niño de ocho años. Y realmente adoraba sus idas de compras con Isabelle. Isabelle era encantadora, y neutral, nunca estando a favor ni de Magnus ni de sus hermanos, y muchas veces pidiendo disculpas en nombre de ellos.
– Solo están celosos, – Isabelle le explicó una vez. – Mamá y papá siempre están peleando, y Alec teme que se vayan a divorciar. Tus padres, se ve que se aman mucho. Jace y Alec solo desearían que nuestros padres fueran así.
– Deberían agradecer que tienen padres, – Magnus exclamó.
Isabelle no se atrevió a contestar eso, simplemente cambiaron de tema. Pero Magnus tenia razón, ¿cierto? Los Lightwood tenían padres. Claro que Magnus tenía a Jimmy y Anna, y los consideraba sus padres. Pero Magnus siempre tendría una cicatriz en su corazón por saber que la mujer y el hombre que lo trajeron a este mundo lo habían abandonado a los pocos días de nacido.
Magnus sacudió su cabeza, olvidando ese triste recuerdo y volviendo a la conversación actual. Magnus amaba compartir chismes con sus amigos.
– Vaya, Simon e Isabelle han estado juntos desde hace dos meses y ahora Clary y Jace están saliendo, – Catarina continuó.
– Aceptó una cita, es diferente. Nada asegura que vaya a ser algo serio, – Raphael indicó.
– Si, y lo próximo que sabremos es de alguien lo suficientemente estúpida como para salir con Alec. Pobre chica...– Magnus dijo burlón.
Cuando tres pares de ojos le miraron sin poder creerlo, Magnus supo que había dicho algo mal, aunque no sabía que.
– ¿Qué? ¿Ya está saliendo con alguien? –
– Bueno, – Raphael dijo, le encantaba también el chisme. – Lydia lo invitó a salir el viernes antes de las vacaciones. –
– ¿Y? – Magnus preguntó– ¿Qué pasó? ¿Dijo que sí? ¡Ella merece algo mejor! –
– Dijo que no, – Ragnor contestó. – Y se disculpó diciendo que no era su culpa, que ella era maravillosa y que cualquiera tendría suerte de salir con ella. –
– Te dije que era dulce, – Catarina sonrió.
– ¿Entonces porque no dijo que sí? – Magnus preguntó, con demasiada curiosidad.
– Porque es gay, – Raphael finalmente dijo, sonriendo al ver la cara sorprendida de Magnus.
– ¿Qué? – su amigo debía estar bromeando, porque...
¿Alec Lightwood gay? Eso sería un desastre. Magnus tenía ojos, era imposible no notar como su vecino se había transformado de un flacucho niño a un guapo hombre. Si, le odiaba, pero no era ciego. El chico se había vuelto sexy.
Magnus le había visto varias veces sin playera trabajando en su granja, en los días calurosos de verano, sacudiendo su sexy cabello, sonriéndole a su estúpido hermano y a su linda hermana. Magnus le odiaba, pero si lo que decía Raphael era verdad, Magnus estaba arruinado.
Magnus era demasiado bueno para su propio bien, y que Alec fuera gay hizo que Magnus sintiera empatía por el chico. No pudo evitar imaginar lo difícil que debían ser las cosas para el en casa, con sus padres discutiendo todo el tiempo, Magnus sabía que Maryse y Robert no eran nada liberales, y probablemente no tenían en sus planes tener un hijo gay.
– Creo que lo rompimos, – Ragnor dijo en voz burlona.
– ¿Tierra llamando a Magnus? ¿Tu cerebro aun funciona? – Catarina le habló.
– Creo que nunca ha funcionado, – Raphael se burlo, haciendo que Magnus le golpeara en el estomago.
– Cállate. Aun intento procesar lo que dijeron, – Magnus finalmente dijo.
Catarina rio. Magnus tomó de su café, nada feliz por la cara de diversión de sus amigos, sobre todo el rostro de suficiencia de Catarina, como si ella supiera algo que el no.
– ¿Qué? – Magnus gruñó
– Nada, – Catarina soltó una risita, pero luego agregó. – ¿Estás pensando en que en vez de pelear con Alec, ahora podrías estar haciendo algo mejor con él?
Magnus nuevamente se atragantó con su bebida.
– Que aso, no digas eso, – Magnus gruñó.
Catarina no se veía nada arrepentida.
– Es guapo, – Magnus finalmente admitió, haciendo que Catarina sonriera aun más. – Pero también es un idiota. Supongo que no se puede ser perfecto. –
– ¿Te acostarías con él si no lo fuera? – Ragnor preguntó con interés.
– ¿Podrían dejar de discutir la vida sexual de Magnus? Intento comer, – Raphael se quejó.
Magnus quería besar a Raphael por intentar cambiar de tema, aunque sabía que Raphael preferiría morir antes de ser besado por Magnus.
– Entonces, ¿quieren hacer maratón de películas hoy en la noche? – Raphael sugirió
– Depende de la película, – Ragnor dijo, aunque todos sabían que iría. – ¿Magnus? –
– No puedo esta noche, – admitió con un suspiro. – Me toca alimentar a los caballos, y hoy me toca cuidar a Sapphire. –
– ¡Cierto! Ya casi da a luz, ¿cierto? – Catarina exclamo.
– Si, se supone que debe ser entre esta semana y la otra, no estamos seguros, – Magnus se encogió de hombros.
Sapphire era una yegua muy loquita que curiosamente amanecía en el mismo establo que otro de sus caballos, Pilgrim. Dado que eso había pasado varias veces, los Bane no estaban seguros del día exacto en Saphire había quedado preñada, por lo que solo podían especular la fecha del parto.
– ¿Podemos conocer al potro cuando nazca? – Raphael preguntó emocionado y Magnus asintió.
A Magnus le encantaba la cara de emoción de su amigo siempre que se mencionaban los caballos. Nunca había querido aprender a cabalgar por miedo a que el caballo lo tirara, pero aun así le encantaban los caballos.
– ¿Ya decidiste como llamarlo? Porque si no, recuerda que yo tengo un par de ideas...– Ragnor agregó.
– Cállate, no pienso llamarlo Ragnor Junior, – Magnus protestó, girando los ojos. – Pero no, no hemos encontrado nombre. La escuela me mantiene ocupado y con los entrenamientos con Horrocrux...–
– No puedo creer que llamaras a tu caballo así, ¿y te niegas a llamar a este Ragnor Junior? – Ragnor se quejó.
– Cállate, sabes que fue mi etapa de Harry Potter, – Magnus hizo un puchero, haciendo reír a sus amigos.
Todos recordaban el gran póster de Daniel Radcliffe en la pared de su cuarto, además de otro caballo al cual había nombrado Malfoy
– Como sea. Horrocrux le queda. Tiene el alma de un demonio. Lo amo. –
Ragnor solo susurró, un ridículo. Ragnor siempre se burlaba de eso.
– ¿Vas a participar con Horrocrux en la próxima competencia? – Ella le preguntó a su amigo.
– Si, en dos días. –
El tema le ponía nervioso, ya que sería la primera vez que participaría con Horrocrux, y no sabía como iba a reaccionar el caballo a un ambiente extraño, lleno de gritos y caballos extraños. Necesitaría ser capaz de calmarlo, y para eso necesitaría estar calmado él.
– Escuché que Alec y Jace también participaran, – Raphael dijo, mirando a Magnus para ver su reacción.
– ¡Bien! – Magnus exclamó, aceptando el reto, y evitando la mirada de desaprobación de Catarina.
Era hora de mostrarle a los Lightwood lo bueno que se había vuelto desde la última competencia. Magnus les iba a ganar e iba a disfrutar cada momento.
Segundo Cap... ya en el proximo capítulo los veremos interactuar mas (:
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