Capítulo 9

16 de junio

Desde el día que estuvimos en la playa, comencé a tener dudas. No sabía si se trataba de simple curiosidad o lo que yo había estado evitando todo este tiempo. Tengo bastante en claro que el amor no es algo que me interese. Si la protejo es porque yo permití que se me acercara, lo que provocó cierta familiaridad y ya no podía retroceder en el tiempo. Qué estrés.

Además, aún no quiero que conozca el pasado con el que cargo. Todavía no puedo fiarme por completo de ella, así que por ahora, sólo le cuento lo necesario, asuntos que la involucran directamente. Sé que también está pasando por momentos agobiantes y no le hace falta cargar con los míos.

Y yo que quería este concentrarme en terminar todos los libros que me compré en lo que resta del año. El árbol en el que me he recargado es bastante cómodo, este sitio tiene un toque campestre que me agrada.

A veces venía a este lugar antes de irme al colegio, lo malo era que no me percataba de la hora y solía llegar tarde. Actualmente, no es más un problema, ya que tenía una copia de mi agenda, la cual dejaba en el aula cada vez que me apetecía desaparecer para sumergirme en mi lectura.

Esta vez también se me hizo tarde, pero me dejaron entrar sin problemas. El tiempo transcurrió con rapidez y como Yaiza me había dicho que quería que nos conociéramos mejor, me invitó a comer en su salón, sin embargo, ella no estaba sola. La acompañaba Noah, un amigo suyo de hace tiempo.

Él gustaba de ella, por lo que nuestro primer encuentro no fue en términos muy amigables que digamos. Se esparció el rumor de que me gustaba Yaiza, y a Noah no le agradaba, por supuesto. Para ser sincero, él era demasiado estúpido a pesar de su altura y su cabello de brócoli. Siempre vestía con la misma ropa: unos jeans azules que le quedaban realmente grandes, un polo blanco y una casaca gris.

Cuando llegue al salón, únicamente la saludé a ella. Noah no era de mi interés.

—Hola Yaiza, perdón por la demora. Tuve que ayudar a mi tutora en algunas cosas —justifiqué mientras apoyaba en el muro para luego sentarme.

—No pasa nada. Tranquilo, la cosa es que ya estas acá. —Me dirigió una sonrisa amable.

—Hola Daren, ¿a mí no me saludas? —intervino Noah

—No me interesas en lo absoluto, así que no tengo porque hacerlo. —Lo miré a los ojos, sin expresión alguna.

—Qué raro... Los que somos superiores deberíamos ser vistos así por cualquier debilucho del colegio —comentó con sorna mientras se ponía de pie.

No quería pelear contra Noah, y no es porque le tenga miedo. Si supiera quién fui en mi antiguo colegio, ya estaría de rodillas disculpándose. Más bien, era por Yaiza. Él es su amigo así que no puedo lastimarlo, y mucho menos dejarlo en el hospital.

—Qué aburrido —suspiré.

— ¿Van a discutir de nuevo? ¿En serio no pueden estar tranquilos por una vez?

— nos regañó Yaiza.

—Está bien —cedí—. Perdón, mejor me siento. —Retomó su lugar. Aquella actitud de obediencia me pareció graciosa.

Pasaron varios minutos hasta que sonó el timbre. Era momento de regresar a mi salón, pero cuando intenté despedirme de ella, Noah me empujó contra la puerta, ocasionando que me golpeara en un costado con la manija.

—No abuses de tu suerte Noah. No me provoques —le advertí tratando de recuperar el equilibrio.

—Perdón, perdón no fue mi intención. No pensé que eras tan delicado —se burló.

—¡Ya basta! ¿Estás bien, Daren? —intervino Yaiza, bastante preocupada.

—Sí. Sólo duele un poco, pero ya se me pasará. Tranquila, me he enfrentado a cosas peores —respondí, dedicándole una media sonrisa.

—Perdón, Daren no pensé que te dolería. —Él fingió preocupación por mi estado.

En ese momento, experimenté una sobrecarga de furia, quería darle un golpe que nunca olvidaría.

—¡Noah, ya vete! Sólo causas problemas —gritó Yaiza. —Daren, vamos a enfermería para que te curen. —Me sujetó del brazo.

—Tranquila, no duele.

—Sabes que no puedes mentirme, ¿cierto? Te conozco. Deja de lado tu orgullo.

—. Para mi mala fortuna, estaba en lo cierto: ella empezaba a conocerme mejor.

—Está bien, vamos —dije, resignado.

Cuando llegamos a la enfermería, empezaron a revisarme en el área de las costillas, que estaban algo amoratadas. La enfermera me pidió que me quitara la polo para poder examinar con mayor precisión, pero no acepté.

—Es para revisarte mejor, tengo que ver hasta dónde llega tu hinchazón por el golpe —explicó amablemente.

—No. Tengo motivos para no querer quitarme el polo. Iré con un doctor el día de mañana —respondí, cortante.

—De acuerdo. Entonces ve al baño, úntate esta crema en donde recibiste el golpe y ve a tu clase —indicó, molesta.

—Sí, muchas gracias. —Salí rápido de la sala y vi que Yaiza me estaba esperando afuera.

—¿Por qué no aceptaste quitarte el polo? —me reclamó.

—¿Por qué? ¿Acaso querías verme sin polo de nuevo? —respondí con sarcasmo.

—Te voy a pegar en las costillas. No me provoques —advirtió.

—Es una broma. Fue porque no quería que viera mis cicatrices. Ya habíamos hablado de esto —le recordé mientras desviaba la mirada.

—Supongo que irás a que te revisen, ¿cierto?

—Así es. Mañana iré al doctor, después te comento lo que me dijeron. —Sabía que tendría que contárselo, de otro modo, no me dejaría en paz.


—Entonces mañana me cuentas. Ya me voy a mi salón. Cuídate —me dijo mientras se iba en dirección opuesta a la mía.

Todavía estaba molesto por la provocación de Noah, pero no podía hacerle nada. Tenía que controlarme para evitar hacerme la misma reputación que tenía en mi antiguo colegio.


17 de junio

Qué estrés venir al doctor nuevamente. Menos mal ya lo conozco desde hace tiempo, es el mismo que me ha estado atendiendo desde que formaba parte de Los Cabecillas. Logró curar todas y cada una de las heridas y después las cosió. De ahí vienen mis cicatrices.

Como no quería que Yaiza se ofreciera a venir conmigo, salí en cuanto se escuchó el timbre. Ya tengo suficiente con soportarla en el colegio como para escucharla gritando en el consultorio cuando el doctor me dé el diagnóstico. Conociéndola, le pedirá más detalles sobre cómo me hice aquellas heridas.

Me aseguré de llamarlo con anticipación para agendar una cita, así que cuando llegué, ya me estaba esperando.

—Hola, Doc. A los años —le dije en son de broma.

—Sí Daren. ¿Con qué tipo de herida vienes ahora?

—Con un golpe en la costilla, me aventaron contra una la manija de la puerta. — Tomé asiento para que me revisara.

—Pobre del chico que te hizo eso —comentó con cautela. Él sabía cómo suelo reaccionar en estos casos.

—Esta vez no le hice nada, sólo me enojé con él, pero no lo mandé al hospital.

—Me saqué el polo para que me revisara.

—Déjame adivinar... ¿Una chica otra vez? —insinuó.

—Sí, doc. Fue por una chica —suspiré—. Es todo un dilema, pero logró llamar mi atención.

—¿Cómo se llama? —preguntó mientras me untaba un tipo de crema de extraña consistencia.

—Se llama Yaiza. Es bajita, testaruda, dramática, y sobre todo chillona — anuncié en medio de una carcajada.

—Se ve que te tiene más enamorado que Vanessa. —Cesaron las risas.

—De hecho, me encontré con Axel y me dijo lo mismo.

—¡Listo! Ya está la crema. Ahora deja que repose, luego te quitas la venda y lavas la parte golpeada —indicó mientras colocaba unja receta en mis manos.

—Gracias, doc. Ahora sí me tengo que ir, y rápido. —Me levanté de la camilla.

Olvidé que había quedado con Harold de comprar la comida de la semana. Tuve que subirme en taxi, si no, llegaría tarde y lo más probable es que Harold se gastaría el dinero en otras cosas.

—Al fin llegas Daren. Te estuve esperando por casi veinte minutos —me dijo, bastante molesto.

—Fui al doctor, tuve que venir en taxi y después venir corriendo para llegar lo más rápido posible —respondí, tratando de nivelar mi respiración. Aquella carrera me había agitado.

—Ya no importa. Vamos rápido, que tenemos que ir a casa sino se molestarán pensando que fuimos a beber o algo así.

Harold es el tipo de persona que anda de fiesta en fiesta. Varias chicas querían con él debido a su físico, pero él no buscaba nada serio sólo, sólo aventuras de una noche y listo. Algún día se encontrará con alguien que lo cautive del mismo modo en que me ocurrió a mí.

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