Capítulo 6
11 de abril
Cuando llegué del colegio, estaba exhausto, ya que tuve que estudiar para los exámenes que nos imponía el maldito profesor. Noté que ella ya me estaba esperando. Se acercó a mí con la intención de darme un abrazo.
—Gracias en verd.... —la interrumpí mientras esquivaba su agarre, dando un paso hacia la derecha.
—¿En serio creíste que por haberte dado un regalo tenías derecho de abrazarme? —recriminé, y acto seguido, me asestó un golpe en la cabeza. Yo la sujeté por los hombros y continué—: La próxima vez que hagas eso te irá peor,
¿entiendes? No puedas hablarme con ese tono, aunque supongo que ya sabes con quién estas tratando ¿verdad?
Su expresión taciturna me conmovió. Nuestros rostros quedaron a centímetros el uno del otro.
—Si sé con quién estoy tratando —confirmó—. Más te vale bajarle a ese tono de amenaza.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunté soltando una risotada.
—Aún no es momento de decirlo, ¿no lo crees, Daren?
—Veo que no te gusta perder —suspiré—. Te encuentro agobiante, ¿lo sabías?
—Agobiante o no, así me quieres. Anda, abrázame —pidió alzando la mirada hasta encontrarse con la mía
—Está bien, renegona. — Finalmente cedí y dejé que me rodeara entre sus brazos.
Todos en el salón nos miraban. Algunos rompieron en aplausos y silbidos, por lo que decidí actuar de inmediato para acallarlos.
»Si vuelven a hacer eso, les irá mal —advertí recorriéndolos con una mirada penetrante y una voz gélida. Logré mi cometido, pues volvieron a meterse en sus asuntos.
—Háblales bonito. Ahora, compórtate. —Me sostuvo con más fuerza que al principio.
Esa pequeña frase hizo que recordara un amor del pasado.
—Amor, socializa por lo menos un poco. No seas tan aburrido, ¿sí? —me pidió una voz dulce y que era capaz de relajarme al instante. Ella era la única persona a la que le permitía darme un golpe.
—No hablo con personas que no me importan en lo absoluto —respondí cortante, y al momento, sentí un empujón en la frente.
—Háblales bonito. Ahora compórtate. —La expresión en su rostro me hacía feliz.
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Caminamos un buen rato afuera del salón hasta que sonó la campana. La mayoría salió apresuradamente, como de costumbre. Algunos se reunían a conversar en grupos pequeños, otros se dirigían al centro comercial para conseguir alimentos o implemente beber, y los más tranquilos, se iban a pasear a los parques.
Nosotros fuimos rumbo al paradero, donde nos quedamos esperando por bastante tiempo, hasta que por fin se acercó el autobús que la llevaría a su casa.
—Gracias por acompañarme y también por el regalo, Daren.
—No te preocupes. Lo hice porque me caes bien y para que no estés tan agobiada por lo de tu reputación y tu familia. —Le acomodaba el cabello.
—Nos vemos Daren. —Me dio un abrazo y un beso en el cachete. Simplemente le sonreí.
No sabía con exactitud qué pensaba, pero mientras no sea el hecho de utilizarme o que me considere como alguien fácil, creo que no estaría de más mostrarle un poco de aprecio. Normalmente sólo lo extiendo hacia mis amigos y familiares, pero eso podría cambiar. Me pregunto qué ocurrirá en los siguientes días.
26 de abril
Ya pasaron varios días desde que le di el regalo Yaiza. Nos hemos vuelto más unidos de lo que ya éramos. Hoy iría por primera vez a su casa. Al principio puse de excusa que no entendía un curso, aunque estoy seguro de que ella se habrá dado cuenta, no es estúpida. El tiempo transcurría con lentitud, justo como cuando quieres algo con urgencia. Curiosamente, cuando no estás esperando nada importante, sigue su curso con normalidad.
—¿Ya nos vamos? Tengo que repasar para el examen y obvio tú me vas a ayudar —le dije mientras me recargaba en la puerta.
—¡Ya! ¡Espérate! Tengo que guardar mis cosas. Por Dios, qué desesperado eres
— respondió, algo molesta. Me causaba gracia ver cómo algunos de sus amigos se acercaron en afán de molestarla.
—Provecho... —Masculló una chica con descaro y se giró para ver mi reacción. Qué molestia.
—La paciencia no es una de mis virtudes —respondí en medio de un bostezo.
—Si me di cuenta —puso los ojos en blanco—. Bueno, ya vámonos.
—Por cierto, ¿tendré que cocinar? Porque realmente no me apetece.
—En eso quedamos, espero que cocines rico —me miró con una expresión sarcástica.
El trato era que, si yo la ayudaba a cocinar, ella me ayudaría a estudiar para mi examen.
—Te prepararé lo que quieras. Supongo que tendré que cumplir, qué flojera — resoplé.
Tras veinte minutos en el autobús, llegamos a su casa. Al bajar, experimenté una sensación extraña, como si alguien nos estuviera observando a lo lejos, pero la ignoré. Debe ser producto del nerviosismo que me invade por estar con su familia, aunque no habría ningún motivo, después de todo, no somos pareja, sino simplemente amigos.
Apenas di un pasó dentro de la casa, nos encontramos con su hermana pequeña, a la le caí bien de inmediato. Ella era más extrovertida que Yaiza, lo cual me fastidiaba hasta cierto punto. Me causó algo de gracia la forma en que la niña la hacía renegar, lo malo era que después se desquitaba conmigo.
Ya me ha golpeado por lo menos dos veces, y aunque no le dijera nada sobre eso, no significaba que no retomaríamos la conversación a la brevedad. Sus golpes ni siquiera me duelen, me parecen divertidos.
—Te dejaré estos problemas. —Señaló el cuaderno—. Intenta resolverlos y luego te explico. Tomaré una siesta. —Se veía cansada.
—Está bien, pero igual te despertaré para cocinar. —Tomé asiento mientras sacaba un lápiz de su cartuchera.
—Lo sé, pero que no sea tan temprano, si no, te pego —me dijo con esa sonrisa tierna que la caracteriza.
Terminé los ejercicios en un dos por tres y la desperté. Debo confesar que se veía tierna mientras dormía.
—Señorita, es hora de levantarse —le susurré—. Ya acabé lo que me encargaste, ahora toca cocinar. —Le soplé levemente en la oreja, ocasionando que se levantara rápido y se sonrojara.
—Perdón, me quedé profunda —admitió con voz trémula.
—Si me di cuenta, pero ya tenemos que cocinar. Tú serás mi asistente.
— Ja, ja. Qué gracioso eres —comentó con ironía.
Fue a su habitación a cambiarse de ropa, y me pareció que se demoró una eternidad. Al verla, me quedé impresionado; tan sólo tenía puesta mi polera y un short que se le veía bastante bien, a pesar de que dijo que sólo era su pijama. En un inicio estaba un poco nervioso, pero logré controlarme.
—Yaiza, pásame la bolsa de arroz para lavarlo.
—Ahora te lo paso, déjame terminar de picar la carne. —No se percató de que el piso estaba húmedo, así que trastabilló, pero yo alcancé a sujetarla por la cintura. Nos miramos por un instante.
— ¿Te encuentras bien, Yaiza? —pregunté sin apartar la mirada.
—Sí... Gracias. Creo que ahora sí necesito lavarme la cara. Aún estoy con bastante sueño. —Le temblaba la voz por el nerviosismo. Noté el calor en sus mejillas.
—Buena idea, para que no te pase de nuevo. —Me alejé para que pudiera reincorporarse y caminara rumbo al baño.
Creo que disfrutó lo que acaba de pasar
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»¿Te encuentras bien? —consulté cuando sentí que se estaba demorando.
—Sí. Todo está bien. Ya voy —concretó con nerviosismo.
—Al fin llegas, me faltaban manos para cocinar —bromeé con el fin de que se relajara.
Su hermana entró a molestarla, diciendo que nos estábamos tardando demasiado. Mientras yo seguía cortando las verduras, sentí que la empujó contra mí.
»Yaiza, ¿estás bien? —Su cuerpo estaba completamente pegado al mío y alcanzaba a rozar su oreja con mis labios. —Ten más cuidado —le susurré al oído suavemente.
En un movimiento brusco, se giró para verme y nuestras bocas quedaron a sólo centímetros de tocarse.
—Perdón. Es que me empujó y para no caerme pues... —Trató de justificarse, pero dejó la frase flotando en el airé.
—No te preocupes, hay que continuar.
Lo mío no era ponerme nervioso, pero debo admitir que esta sensación me agradaba, casi me dejo llevar por el momento. Eso ocurre solamente cuando la chica es de mi interés, y ahora sé que Yaiza encaja en esa descripción.
Noté que se estaba haciendo tarde y que el tiempo transcurría con rapidez. No me preocupaba demasiado, porque suelo avisarle a mis padres en dónde me encuentro, para que no se preocupen.
»Creo que ya debo que irme, tengo bastante sueño —dije sin poder evitar una serie de bostezos.
—Si tienes sueño puedes dormir un rato en el sillón —ofreció.
—Podría ser, pero no quiero incomodarte. Tus padres deben estar por llegar así que sería algo irrespetuoso. —Me levanté del sillón y tomé mi mochila.
—No, tranquilo. No importa, de todos modos, la pasamos bien. —Desvió la mirada hacia el suelo.
—Pienso lo mismo. Bueno, cuídate. Nos vemos en el colegio. —Me acerqué a ella y le di un beso en el cachete. Ella se sonrojó y poco a poco me fui alejando rumbo al paradero para tomar mi taxi. No dejó de observarme ni por un segundo.
Había otra chica esperando por el transporte, y ambos abordamos el primero que llegó. Por el rumbo que tomó, supe que la dejaría primero a ella.
—No pensé que llegarías a hablar con Yaiza, Daren —dijo repentinamente, causando que me sobresaltara, pues ni siquiera la conocía.
—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres? —pregunté mientras me recargaba en la puerta del taxi.
—Soy una vieja amiga de Yaiza y se quién eres porque conozco a tu primo. Te vi en una fiesta, el temido Daren... En fin. El punto es que deberías tener cuidado con ella y su familia, no te sientas tan cómodo en ese lugar —aconsejó. No entendía porque me advertía sobre Yaiza.
—Supongo que la conoces bien como para atreverte a hablar de ella sin ofrecerme ninguna prueba. Si eso pasa, sabrás que puedo vengarme, dudo que quieras que lleguemos a ese extremo que llegar a eso. Señor, me bajaré en el siguiente paradero. —Me dirigí al taxista.
—Sólo intento advertirte, pero sé que el ego y orgullo te mantendrán cegado. — Me dedicó una sonrisa ladina.
—Gracias por la advertencia, pero si ella lo hace, yo sabré cómo reaccionar —le respondí cortante, dejándola en el auto.
No sé porque últimamente todos me están advirtiendo acerca de ella. No son mis amigos, muchos menos personas a las que ayudé en el pasado. Tarde o temprano descubriré la finalidad de esto.
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