Capítulo 15

14 de noviembre

No dejaba de insistirme para que le diera el regalo, así que consideré que ya era momento. Me costó encontrarlo dentro de mi mochila, aunque no era tan grande.

Espero que valore todo lo que hago por ella, ni siquiera metí mis cuadernos para que entrara la caja. Maldita sea, tendré que ponerme al corriente de los cursos y en verdad me da flojera.

Llegué temprano como de costumbre, y para mí mala suerte, Yaiza me interceptó justo cuando iba a entrar.

—Dime que eso es para mí —apuntó, entusiasmada.

—No es para ti. Es un trabajo para mi exposición —le aclaré, desviando la mirada.

—Ah, bueno. Espero que hagas una buena exposición.

Su decepción fue evidente, y me pareció divertido. Pero no tenía otra opción más que negarlo, de otro modo, arruinaría la sorpresa. Esperaría a que tocara la campana para ir a su salón, porque le pedí ayuda a su amiga. El plan era que ella la sacaría unos minutos del salón al comenzar el receso, y yo aprovecharía ese momento para dejar la caja cerca de su silla.

Una vez que escuché la señal, salí directamente al lugar del encuentro. La gente me observaba, tal vez les extrañó verme a mí de nuevo con un regalo. Con cada día que pasa, mi reputación se acerca cada vez más al nivel del suelo.

—¿Dónde se sienta Yaiza? —me dirigí a sus compañeros al entrar a su salón.

—Atrás en la última silla —respondieron algunos, en medio de risas.

—Por cierto, si me doy cuenta de que alguien se ríe, no volverá a ver la luz en mucho tiempo —los amenacé con un mohín de burla, y al instante, me obedecieron. Un momento después, vi a Yaiza entrando por la puerta.

—Daren, ¿Qué haces acá? —me preguntó, molesta.

—¿Qué no puedo venir a verte? —repliqué.

—Déjate de bromas, ¿Qué quieres? —insistió.

—¿Acaso no querías tu regalo? —Le entregué la caja aprovechando su desconcierto, y me di cuenta de que quería llorar.

Cielos, es demasiado chillona.

Aquella caja estaba forrada de imágenes de Stich. En el interior, había una pijama de Stich, chocolates, y unas tarjetas tipo vales, para que pudiera pedirme cualquier cosa sin derecho a reclamo, o para hacer con todo lo que ella quisiera durante un día.

Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.

—¡Gracias, gracias de veras! —exclamó eufórica mientras se acercaba para darme un beso.

Todos nos observaron. Yo me mantuve en silencio por unos en los que sus amigas gritaban al unísono.

—De nada. Me tardé haciendo la caja, espero que la guardes bien.

—Eso haré —aseguró—. Está hermoso, muchas gracias —repitió, avergonzada.

—Bueno, ahora sí me tengo que ir. Ya tocó la campana, hablamos en la noche

—anuncié.

Su reacción fue totalmente inesperada. No pensé que me daría un beso en frente de todos y la verdad, no me molesta. Lo que si temía, era que algún infiltrado de Los Cabecillas estuviera ahí, ya que no pude dejar de sentir una presencia hostil mientras estuve dentro de su salón. No quise alarmarla porque de seguro iba a preocuparse.

Tengo bastante trabajo que realizar para poderprotegerla, sin embargo, aún no era el momento de derrotar a Los Cabecillas.Todo a su debido tiempo, aunque ya me urge que esto termine, ya no quieroponerla en riesgo.

26 de noviembre

No he sabido nada de Axel desde mi último enfrentamiento con él. Pensé que las cosas habrían mejorado, pero no fue así. Nunca imaginé que me iba a enfrentar a la pérdida de aquella persona.

—¿Pasa algo, Yaiza? Ya casi no me hablas. Te alejas cuando quiero hablarte. Dime ¿qué pasó? —Estaba preocupado, ya pasaron varias semanas y no logro entender el motivo de su decisión.

—Daren... No sé cómo vayas a tomarlo, pero tengo pareja... Estaba atónito. Me costaba procesar sus palabras.

—¿Es en serio? Si se trata de una broma, créeme que no la encuentro para nada divertida.

—Perdóname, Daren, de verdad, pero tenía que decírtelo —respondió, cabizbaja.

—No. No te disculpes. Fue mi error porque no debí confiar tanto en alguien. De todas formas, gracias por todo, me divertí bastante contigo. Te deseo lo mejor con tu pareja.

Lo que más me irritaba era que entre sus conversaciones no había nada excepcional. Si se entendían, era tan sólo por capricho, miedo o algún interés oculto. Para mí, aquella relación ni siquiera le importaba. No se llamaban todos los días, y cuando se sentía mal, acudía a mí. Así fueran las tres de la madrugada, yo estaba dispuesto a escuchar sus llantos, aconsejarla y tratar de calmarla. Supongo que fue cierto lo que me decían de que sólo me estaba utilizando para luego desecharme, como si fuera otro más en su lista.

Una vez que me despedí de ella, me di la vuelta para irme.

—¡Daren, por favor espera! —gritó, pero yo simplemente la ignoré.

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No podía creerlo... Pasamos tantas cosas juntos y ahora esta con otro. Decidí buscar a mi primo, que estaba en una fiesta, como siempre. Quiso invitarme una trago, pero lo rechacé. No suelo tomar cuando salgo a fiestas, y además sé que nada se arreglará con eso.

Me parecía extrañó no ver a Kiah por ninguna parte. Él es mi mejor amigo desde que tenemos catorce años. Está al tanto de la frialdad con que me comportaba mientras estuve con Los Cabecillas, y a pesar de eso, siempre me apoyó y no se alejó de mí. Es una de las pocas personas a las que les guardo aprecio.

—Harold, ¿viste a Kiah? —pregunté.

En ese momento, entró una llamada del aludido.

—¿Kiah? ¿Dónde estás? Te estoy buscando en la fiesta y no he podido encontrarte.

—Perdón idiota, esta vez no podremos festejar como siempre. —Estaba agitado.

—¿Dime que pasó? Te oyes extraño.

Tenía un mal presentimiento, algo no andaba bien con Kiah.

—Intentaron asaltarme y me acaban de disparar. Estoy al costado de la tienda. Le han llamado a la ambulancia, pero ya es tarde para mí —explicó con dificultad. Se estaba quedando sin aliento.

—Kiah, dime que es mentira... Dime que me estas mintiendo... —No respondió—. ¡Mierda, Kiah! ¿Dónde estás? —Me sentía impotente de no poder ayudarlo.

—Siento que no fue un asalto normal... Creo que fueron los del grupo... — confesó a duras penas.

—¿Kiah? Mierda, Kiah, responde... ¡Kiah!

La desesperación se apodero de mí, quería salir buscarlo, pero no sabía por dónde comenzar. Harold vino directo a verme, seguramente intuyó que algo no andaba bien conmigo.

—Daren, cálmate. ¿Qué pasó? —Sabía que, si se enteraba, lo asimilaría de inmediato. Él siempre es capaz de dar soluciones.

—Kiah está muerto...

No supo qué decirme por unos minutos.

—¿Sabes en donde se encuentra? Tenemos que ir a buscarlo, o al menos saber a qué hospital lo llevarán.

—Tienes razón. Vamos rápido. No puedo dejarlo así, tengo que hacer algo —le respondí mientras tomaba mi chaqueta negra.

Sabía perfectamente que Kiah ya estaba muerto. No sé cómo pasó todo esto, me distraje tanto pensando en proteger a Yaiza, que no me di cuenta que tenía a otras personas.

Maldita sea, no podía creerlo. Fui un completo idiota por proteger a esa estúpida niña que sólo me estaba utilizando. Yo solía ser feliz, pero ahora las cosas han dado un giro radical. Sentía como mi corazón se volvía negro a casusa del odio y el rencor que me estaban consumiendo. Vino a mi mente Vanessa, aunque no supe el motivo.

A pesar de todo, reconozco que no puedo meter a Yaizaen esto. Seguro que ella ya es feliz con alguien más y esperoque así sea por mucho tiempo. Yo perdí mi oportunidad al dejarla, y lo mejor esque cada quien continúe por su lado. Después de esto, mi vida no volverá a serla misma.

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