Capítulo 12

15 de agosto

Desde el día que advertí a Los Cabecillas, no hemos sabido nada de ellos. Lo más probable es que por ahora hayan decidido mantenerse al margen. Quería evitar que Yaiza se preocupara más de la cuenta, cosa que irónicamente sucedió después de que le conté lo que había sucedido en la fiesta. Me sorprendió bastante verla de pie en la puerta de mi salón.

—¿Qué pasó Yaiza? —pregunté, confundido.

—Es que necesito un favor —respondió, avergonzada.

—Dime de qué se trata, ya veremos si acepto o no. —La miré fijamente. Quería ponerla un poco nerviosa.

—Necesito ayuda en un proyecto que me dejaron y quería que vinieras a mi casa. —Era una oferta tentadora, pero quería saber que me ofrecía a cambio.

—¿Y qué gano yo si acepto ayudarte? —Acorté la distancia entre nosotros y le dediqué una sonrisa traviesa.

—Pues... No sé... Cualquier cosa que quieras —titubeó.

—Es broma. Sólo quería ver como reaccionabas. Es tan sencillo ponerte nerviosa.

— ¡Cállate! —gritó mientras me asestaba un golpe en el antebrazo.

—Está bien. Acepto ayudarte, pero vamos a comprar comida porque si no me dará malestar con lo que tú preparas.

—Ya no te vuelvo a preparar ni mierda, te jodiste. —Alzó la voz mientras se cruzaba de brazos a la altura del pecho.

—Qué rencorosa eres. Vamos a la salida, ya no falta mucho.

Fuimos a comprar la comida, y demoramos demasiado: ya eran las siete de la noche, no sabía hasta que hora iba a quedarme.

—Vamos a comer, tengo hambre —sugirió luego de llevar los platos para servir. No me sorprendió que quisiera comer primero.

—Recién llegamos y ya quieres comer, y encima de todo, aún me falta ayudarte en tu proyecto. Qué estresante es esto —me quejé para hacerla enojar. Disfruto verla molesta, es demasiado tierna.

—Sólo siéntate y come, no seas tan quejumbroso —ordenó.

—¿Sabes porque te hago renegar a cada rato? —añadí mientras la observaba de manera fría.

— ¿Por qué? —me respondió, todavía más enojada.

—No puedo tomarte en serio cuando te enojas por esos cachetes. Te ves demasiado tierna.

—¡Ahora si te voy a pegar! ¡Ven para acá! —Comenzó a perseguirme.

Me escondí en una habitación y no logró verme. Esta era la segunda vez que entraba a su cuarto. No tenía muchas cosas, sólo un pequeño estante, un ropero, un sillón y una cama. Obviamente, todo estaba desordenado.

La sorprendí por detrás, agarrándola de la cintura y acercándola hacia mí.

—Perdiste en buscarme, Yaiza —susurré cuando quedamos a unos centímetros.

Sentí como temblaba, mis labios hicieron contacto con la piel de su nuca. Puse mi mano en su mentón y la giré hasta que me vio a los ojos para depositar un beso en su cuello, y poco a poco fui subiendo hasta su boca, presionando la esquina de sus labios con los míos. Sin embargo, ella me alejó de repente.

—Vamos a hacer el proyecto, se me hará tarde. —Contemplé un atisbo de molestia en su rostro. Supe que quería lo mismo que yo, pero lo bueno se hace esperar.

—Yo puedo hacerlo, así será más rápido —le ofrecí.

—El trabajo es para mañana, así que espero lo termines rápido —recordó.

—Ya, señorita Yaiza. No se enoje sólo porque no la besé.

—¿Qué? ¿Yo molestarme por eso? Por favor, más bien tu deberías estar molesto porque no pudiste besarme bien —comentó con aires de grandeza, para no dejar caer su ego.

—Sí, claro. Como digas. Tú sigue comiendo, se ve que aún tienes hambre. — Ella se sentó en el sillón, llevándose su plato para ver la televisión desde ahí.

Pasaron alrededor de veinte minutos. Ya sólo me faltaba guardarlo.

—Listo —anuncié—. Al fin terminé tu proyecto. Ya me tengo que ir, es demasiado tarde. —El reloj marcaba las diez de la noche. Seguramente mis papás van a colgarme y harán fiesta en mi funeral.

—Te quedó bien, tengo que reconocerlo. En ese caso, nos vemos mañana. Gracias por ayudarme.

Ese agradecimiento lo dijo por cumplir. Si no fuera por su orgullo, ya me hubiera corrido desde hace un buen rato. No puedo creer que aún no se le pase el coraje por lo del beso, sí que es exagerada.

—Nos vemos. Duérmete temprano, que si no mañana llegarás tarde y mi esfuerzo habrá sido en vano.

—Sí me dormiré temprano, no tienes por qué decírmelo a cada rato. —bufó con el ceño fruncido, mientras yo me alejaba para tomar el taxi en dirección a mi casa.

La pasé bien, aunque casi nos besamos. Todavía no es el momento para decirle, tengo que esperar un poco más.

27 de agosto

Faltaba poco para que terminara el colegio. Las tareas ya me tenían abrumado, sólo nos quitaban tiempo, pero no quedaba de otra más que realizarlas.

La directora me llamaba a menudo a su oficina para hablar sobre el tema de los salones. En total eran ocho, los cuales se dividían dependiendo de tu rendimiento en la academia. Jamás creí que quisieran asignarme al primero. No me sentía cómodo a pesar de que Yaiza estaba ahí. Prefería cada uno se quedara en el suyo porque a veces al pasar tanto tiempo con una persona, te aburres de tanto verla y ya que no te emociona el hecho de salir con ella.

—¿Por qué no aceptas venir a mi salón? Sería divertido que estuviéramos juntos.

—Yaiza me preguntaba lo mismo a cada rato.

—Lo que pasa que, al estar tanto tiempo con alguien, llega a un punto que te aburres y prefiero vernos algunos días, pero pasarla genial. Eso es lo maravilloso de nuestra amistad, que nosotros siempre la pasamos genial.

«Por ahora, sólo amistad.

—A veces tú también eres estresante —me dijo mientras me observaba fijamente.

—Por eso ambos nos soportamos, el estrés es lo que nos une. — Me eché a reír con soltura.

—Qué chistoso eres —replicó en forma sarcástica.

—Así me quieres, lamentablemente. —Me acerqué a ella.

—¿Acaso intentarás besarme otra vez? —preguntó

—No. Esta vez no —le aclaré—. Sólo me acerqué para ver si logro poner nerviosa.

—No funcionará de nuevo.

—¿Segura? —La empujé hacia la pared, poniendo mi brazo a un lado de su cabeza—. ¿Y ahora?

—No, tampoco, pero fue divertido verte intentarlo. Mejor vamos a la salida a comprar algo en Starbucks —sugirió mientras se apoyaba sobre mi espalda.

—Bueno, lo intenté. Supongo que yo invito.

Ya me había acostumbrado a invitarle lo que me pidiera, usualmente comida y algo para beber. Si le decía que no, hacía su berrinche de niña de diez años.

Fuimos al centro comercial, no se demoraron mucho en entregarnos nuestro pedido.

—Oye Yaiza, mira —mencioné, señalando hacia un costado. Aproveché que estaba distraída para tomarle una foto.

—¿Qué pasó? En serio, ¿una foto? —Lo había estado planeando porque se ve hermosa de esa manera.

«Maldición, ¿por qué dije que es hermosa?

—Ya sé que soy hermosa, no tienes por qué decírmelo. —No supe qué responderle. Estaba avergonzado. —¿No me dirás nada? ¿Ahora quién intimida a quién? —Me dijo mientras se acercaba un poco hacia mí. —¿Seguirás sin decir nada? Uno de los ex líderes de Los Cabecillas intimidado por una chica...

Me levanté de golpe, y fui hacia un lugar apartado.

»Espera, ¿en serio te molestaste? Era broma. —Ella me había seguido.

—¿Creíste podrías intimidarme? Creo que te equivocaste —La tomé de las dos muñecas y la empujé contra la pared—. ¿Ahora quién es el intimidado, Yaiza?

—Me acerqué lentamente hasta apretar sus labios inferiores contra los míos, suavemente coloqué mi rodilla en su entrepierna, para luego darle un beso en la frente—. Bueno, ahora sí nos vamos. Tengo algunos pendientes.

Me encantó ver la expresión molesta de Yaiza, supo que de nuevo había ganado yo.

»¿Nos vamos? ¿O acaso seguirás pensando en lo que acaba de suceder? — me burlé.

—Cállate ya, si no ahorita te doy un golpe —dijo una vez que aceptó su derrota.

Este día fue bastante divertido. Estoy seguro que no será la última vez que vea esa cara que anuncia resignación.

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