Capítulo 10

25 de junio

No volví a ver a Noah después de que me empujó. Para ese momento, ya le había contado a Yaiza lo que me dijo el doctor.

Se escuchaban rumores que había gente vendiendo en el colegio y no eran de mi otra escuela. Tuve que averiguar de quién se trataba para poder proteger a Yaiza, pero también, investigarla porque ya van varias personas me advierten que ella no es lo que aparenta.

Nuevamente, me distancié de Yaiza para evitar que Los Cabecillas o cualquier otra persona piense que tengo un punto débil que podrían utilizar en mi contra. Tenía que ser discreto al observar a mis alrededores. Todos podían ser sospechosos, como dice un dicho "Cuídate de las aguas mansas, que de las bravas me cuido yo". Hasta el más callado podría terminar siendo el líder de todo eso.

En unos minutos recibí un mensaje de mi informante. Quería que conversáramos, ya sabía algunas cosas sobre Yaiza.

—Hola Daren. Bastante tiempo de que no necesitaras mi ayuda —me dijo, riéndose.

—Sí, pasó un buen tiempo, pero recibí varias advertencias de Yaiza. Ahora dime lo que averiguaste —le pedí mientras me recargaba en la pared.

—Yaiza estuvo en Trilce desde primero de secundaria. En segundo año, se cambió a Monserrat y ahí conoció a un tipo llamado Joshua. Es su ex y su primer amor, el cual la marcó totalmente. Le perdonó una infidelidad con la mejor amiga de él, Adriana, para que al final terminaran llevándose de maravilla. Pasados cuatro meses, volvieron cuando ella notó su pequeño cambio, pero luego de otros cuatro meses, terminaron por un acuerdo mutuo ya que ninguno se sentía cómodo por lo de haberle puesto los cachos a Yaiza.

Vaya que se había informado.

»En un tiempo se volvió adicta al alcohol y al cigarro. Andaba de fiesta en fiesta emborrachándose por el rompimiento con su primer amor. Fue una decisión estúpida a mi parecer. Se aferró tanto a ese chico que terminó malográndose. Creo que se debe a la falta de amor paternal ya que su padre las tenía descuidadas tanto a ella como a su hermana, con decirte que ni siquiera asistió a sus nacimientos. También le puso los cachos a su madre en tres ocasiones, y ella los descubrió, pero terminó perdonándolo. De tal palo tal astilla. Ella repitió el patrón con Joshua. Construyó una barrera para no enamorarse, lo cual aprovechó para coquetear con varios chicos, besándolos y dándoles la esperanza de que obtendrían algo a cambio, aunque nunca pasaría. Ella sólo buscaba saciar el dolor provocado por el chico. Actualmente desconozco si piensa de la misma manera, pero te recomiendo tener cuidado. Podrías ser sólo uno más de su lista.

—Sabía que me darías buena información. Ahora quiero que averigües qué pasaba en esas fiestas, quiero saber si anduvo de fácil con alguien. Por cierto, gracias por todo —le dije con una sonrisa ladina, para luego alejarme.

No pensé que Yaiza tuviera una vida interesante, nada que no hubiera visto en mi colegio anterior. Creo que me sentiré altamente decepcionado si me llego a enterar de lo que ocurrió en las fiesta. Espero que no sea una más del montón de chicas que conocí.

6 de julio

Ya llevaba varios días desde que no hablaba con Yaiza. Necesitaba elaborar un plan para salir sin ser vistos, por aquello de "ser discreto". Confieso que lo encuentro abrumador, pero no tengo otra opción, ya que fui yo quien la dejó entrara a mi vida.

Fui a su salón justo antes de la salida una vez que tuve una idea clara de lo que iba a hacer.

—¡Yaiza! —grité, pero en seguida me sentí avergonzado porque aún no terminaban la clase.

—Joven Daren, ¿qué se le ofrece? —inquirió la muestra.

—Necesito hablar con Yaiza sobre algo importante. La están llamando en enfermería porque su mamá le dejó unas pastillas. —Esperaba que se creyera mi excusa.

—Bien. Alumna Yaiza, puede ir —le indicó haciendo un ademán.

—Sí maestra, muchas gracias —respondió confundida mientras me miraba con una furia que nunca antes vi en su rostro. Sabía que lo que me esperaba, pero valdría la pena.

»Daren... ¡¿Por qué mierda vienes a mi salón, gritas mi nombre e inventas esa estúpida excusa?! —grité en el camino hacia la enfermería.

—Perdón. Necesitaba decirte que me esperaras en el parque donde vimos las estrellas.

—¿Estás hablando en serio? ¿Me sacaste del salón sólo para decirme sólo eso? Créeme que si no vale la pena, me vas a conocer de verdad y no te va a gustar

—amenazó fingiendo seguridad.

Me daba gracia verla así porque no la podía tomar en serio. Es tan tierna que no puede infundir miedo, pero no se lo dije porque estaba seguro que en ese mismo instante me mataría.

—Si valdrá la pena, así que deja el drama. Nos vemos en el parque. Dicho esto, me dirigí hacia el baño.

Ya pasó bastante tiempo desde que la cicatriz que llevaba se había abierto. Aún no me recuperaba del todo, por lo que tenía que cambiar el vendaje. Para mi buena suerte, el golpe que recibí con la cerradura de la puerta ya casi había desaparecido. Me quité la polo para curarme y luego regresé a mi salón para recoger mis pertenencias. El timbre de salida ya había sonado.

No tardé mucho en llegar a donde había acordado con Yaiza. El Sol estaba más brillante de lo normal y la brisa del airé generó un ambiente relajante. Me recargué en un árbol a esperarla. Se veía bastante atractiva con esos jeans azules y su top blanco con un chaleco negro. Noté que traía en mismo collar de siempre. Comienzo a sospechar que fue un regalo de su ex. Quizá pueda averiguarlo.

—Ahora sí vámonos, Yaiza —dije mientras me reincorporaba.

—Espera, ¿no me dirás a dónde iremos? —No respondí, simplemente la tomé de la mano y la llevé conmigo a la parada del autobús.

No podía decirle exactamente el lugar, aunque estoy seguro que le gustará. Será como última salida, pero con un toque más panorámico. Como de costumbre, se quedó dormida encima de mi hombro y la desperté cuando ya estábamos a unas cuadras de nuestra parada.

—Legamos —anuncié.

—Daren, ¿en serio vinimos acá? — me dijo algo decepcionada.

—Espera. Esta no es la sorpresa, no te enojes. —Quería generarle intriga.

Bajamos hasta llegar al mirador que se encontraba cerca del acantilado de Costa Verde. Se podían observar la belleza del mar y el resplandor del Sol en medio de una densa calma.

»Bueno, esto sí es la sorpresa. —Ella estaba sorprendida. Dejó de mirarme para concentrarse en el paisaje.

—Este lugar es hermoso, Daren. Nunca lo había visto —suspiró.

—Lo sé —reconocí con orgullo—. Pocos lo conocen, por eso te traje acá. Es como un lugar secreto. Ven, bajemos para verlo más de cerca. —Extendí la invitación.

Llegamos a la orilla y a ella le entraron ganas de meterse a nadar, pero conforme nos acercábamos, la brisa aumentaba, así que optó por sacarse las botas y arremangarse el pantalón. No podía negarlo, Yaiza es muy atractiva. Me quedé petrificado al verla.

—Vamos, acaso no te quieres divertir un rato —me llamó con una voz tierna.

—No soy tan fanático de esas cosas —expliqué mientras me recostaba en la arena.

—Anda, no seas aburrido. Juguemos un rato —sugirió tomándome del brazo, intentando levantarme.

—Está bien, ¡qué testaruda eres! —suspiré

—Correcto, y lamentablemente, así me quieres —recalcó para después enseñarme la lengua.

—Puede ser que sí. —Me saqué las zapatillas y arremangué mis jeans.

Hace tiempo que no pasaba por algo así. La última vez fue cuando estaba con mi pequeño grupo de amistades. Aunque suene raro, solía tener amigos en esos momentos. Ellos eran mi única razón para pelear y convertirme en el más fuerte.

—Oye, idiota. Ven, vamos a meternos un rato. Es divertido —me dijo Kiah mientras juega con Anil.

—Sí, vamos. No seas tan aburrido —continuó Harold mientras alzaba a Karen.

—Son todo un estrés. Déjenme descansar un rato —les pedí mientras observaba el hermoso cielo junto a las nubes.

—Amor, vamos un rato no seas tan aburrido, ¿sí? —intervino Vanessa con esa voz dulce y delicada.

—No me parece, te aprovechas de que no te puedo decir que no —repliqué sonriendo.

— ¡Obvio que sí! Ahora vamos. —Me cogió de la mano.

Todo cambió tras su muerte.

Nos divertíamos tanto, que no nos fijamos en la hora. Él mundo era nuestro por un instante en el que podíamos olvidarnos de los problemas que nos rodeaban.

Se veía hermosa cerca del mar. La sujeté de las piernas y la cargué. Nuestros rostros quedaron a centímetros de tocarse. Fingí que iba a arrojarla al mar y ella comenzó a gritar mi nombre con desesperación sin dejar de reírse. Es el tipo de sonido que nunca quería que terminara.

Para cuando observé el reloj, me di cuenta de que ya era demasiado tarde y teníamos que volver a casa. Lo malo fue que mi pantalón terminó empapado para evitar que le ocurriera lo mismo. Es probable que le dé un resfriado, pero valdrá la pena.

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