Capítulo 5
Esto era lo último que quería enfrentar desde que comenzó mi pesadilla: encontrarme con Draco. No solo lo evitaba porque temía su reacción, sino porque no podía decirle la verdad. Me estoy muriendo. Esta enfermedad, la leucemia, era imparable tanto en el mundo muggle como en el mágico. Aquí, la magia no servía de nada. Los tratamientos solo me daban algo de tiempo, pero no me salvarían. Sabía que no sobreviviría. No todos lo hacen, y la quimioterapia solo prolongaba el sufrimiento. ¿Cómo podía decirle eso a Draco? ¿Cómo podía ver cómo su rostro, siempre lleno de vida cuando me miraba, se desmoronaba al saberlo? Draco ya llevaba el peso de muchas de mis batallas: mis ataques de ansiedad, las peleas interminables con mis padres, mis altibajos emocionales. Incluso se preocupaba por cosas como el Quidditch, y en más de una ocasión le había dicho en broma que parecía más mi padre que mi novio. Eso lo hacía quererlo aún más, aunque a veces exageraba. Pero esto era diferente. Esto no era una pelea emocional que pudiera manejar; esto era la realidad, mi realidad. Una realidad que lo rompería.
—Harry, ¿qué haces aquí? —me preguntó, con un tono tan serio que el miedo me recorrió de inmediato. Sus ojos, esos grises profundos que solían calmarme, ahora solo me llenaban de ansiedad.
—Solo estaba caminando un rato, amor —intenté sonar casual, pero no lo conseguí. La tensión en mi voz era evidente. Draco no era tonto, y su rostro lo demostró. No me creyó ni por un segundo.
—Harry, basta. No sigas mintiéndome. Sé que algo te pasa. Te conozco mejor que nadie, y sé cuando estás escondiendo algo. Ya no eres el mismo, te evades, me evitas. ¿Qué es lo que me estás ocultando? —Su voz era suave, pero sus palabras llevaban una carga emocional tan pesada que casi me derrumbó en el acto. No podía seguir mintiéndole, pero tampoco podía decirle la verdad.
—Yo… Draco… —empecé, pero no pude continuar. Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Sentía que si las dejaba salir, el mundo se derrumbaría a mi alrededor.
—¿Yo qué, Harry? —insistió, su tono subiendo de preocupación a desesperación. Dio un paso adelante y me miró intensamente, buscando una respuesta en mis ojos.
—Por favor, no me hagas decirlo. Te lo suplico —mi voz apenas era un susurro. Estaba al borde de las lágrimas. Sabía que si abría la boca, si dejaba salir la verdad, todo cambiaría para siempre. Quería seguir fingiendo que todo estaba bien, que no estaba muriendo, que aún había esperanza.
Draco me agarró de los hombros con firmeza, y aunque no fue brusco, sentí el pánico en su gesto.
—¿Me estás engañando, Harry? —preguntó, y pude ver cómo su rostro se llenaba de miedo. Estaba aterrorizado por la idea, y eso me dolió profundamente.
—¡No! ¡Por supuesto que no! —exclamé, horrorizado de que pudiera pensar algo así.
—Entonces, dime la verdad. No tienes nada que temer. Lo que sea que estés ocultando, lo resolveremos juntos. Siempre lo hemos hecho. ¿Por qué no confías en mí? —sus palabras eran desesperadas, como si con cada pregunta estuviera tratando de mantenernos unidos, de evitar que algo terrible nos separara.
—No es que no confíe en ti, Draco. Es que esto… esto no es algo que puedas resolver. No quiero que sufras. No quiero hacerte pasar por esto —intenté explicar, pero mi voz se quebró.
—Soy lo suficientemente fuerte para saberlo, Harry. Confía en mí. Dímelo —insistió, su voz firme pero llena de dolor. No quería hacerlo, pero ya no podía seguir ocultándolo.
—No puedo, Draco. No puedes saberlo porque no quiero que, cuando yo… —no podía decir la palabra, pero finalmente la solté—, cuando yo me muera, sufras —dije, y en ese momento, todo el peso de mis palabras me aplastó. Ya no pude contener las lágrimas y caí de rodillas, roto.
—¿Cómo que morir, Harry? —preguntó, horrorizado. Se arrodilló junto a mí, sus manos temblorosas acariciando mi rostro mientras las lágrimas caían sin control.
—Tengo leucemia, Draco. Es un cáncer en la sangre que está destruyendo mi cuerpo. Estoy en la primera etapa, pero no hay cura. La quimioterapia solo retrasa lo inevitable, pero cada día estoy más cerca de… —no pude terminar la frase. El miedo y el dolor me ahogaban.
—Harry… no… no sabía que era tan grave —dijo, con la voz quebrada. Su desesperación era palpable, y yo me sentí aún peor por habérselo contado. Lo que más temía era exactamente esto: verlo sufrir.
—Perdóname, Draco. Perdóname por ocultártelo —dije entre sollozos, mientras él me abrazaba con fuerza, como si su abrazo pudiera detener lo inevitable.
—No tienes que disculparte. No voy a dejarte solo en esto. Vamos a luchar juntos. No me importa lo que digan los médicos, ni lo que digan los magos. Vamos a encontrar una manera. No te dejaré morir, ¿me oyes? —me dijo, con lágrimas en los ojos. Pero yo sabía que no había nada que pudiera hacer, y eso me rompía el corazón.
Sabía que, aunque quisiera, no podría dejar que Draco pasara por esto. Lo amaba demasiado para verlo sufrir. Así que hice lo único que se me ocurrió, aunque me doliera más que nada.
—Perdóname de nuevo —susurré, mientras sacaba su varita de su bolsillo. Antes de que pudiera reaccionar, pronuncié las palabras que borrarían todo.
—Obliviate —murmuré, y vi cómo la luz en sus ojos se apagaba al instante. Draco cayó inconsciente en mis brazos, y me quedé allí, abrazándolo, mientras el peso de lo que acababa de hacer me aplastaba.
Con las fuerzas que me quedaban, lo llevé a la enfermería. Madame Pomfrey me miró horrorizada cuando le conté lo que había hecho.
—Harry, ¿cómo pudiste? ¡No puedes usar un hechizo así sin saber lo que estás haciendo! —me regañó, mientras lanzaba varios hechizos sobre Draco, tratando de contrarrestar los efectos.
—¿Estará bien? —pregunté, temblando de miedo.
—No lo sé. Cada persona reacciona diferente a un Obliviate. No sabemos cómo afectará su memoria o su mente. Tendremos que esperar y ver —dijo, con el ceño fruncido.
La quimioterapia esa noche fue insoportable. No solo por el dolor físico, sino por el emocional. Me quedé al lado de Draco hasta que despertó.
—¿Qué me pasó? —preguntó, desorientado.
Le mentí, diciéndole que lo había encontrado desmayado y lo llevé a la enfermería. No parecía recordar nada, lo que me dio algo de paz, aunque también me dejó una sensación de vacío.
—Gracias, Harry —dijo, pero su tono fue frío, distante. No hubo un beso, ni una caricia, solo una despedida vacía. Lo vi marcharse, y me quedé allí, sintiendo que lo había perdido de una manera diferente.
Antes de irme, Madame Pomfrey me detuvo.
—Harry, tenemos que hacerte unos análisis. Temo que tu enfermedad haya avanzado más rápido de lo esperado —dijo con seriedad.
Asentí, sabiendo que el tiempo se estaba acabando, y que mi vida se desmoronaba un poco más cada día.
Hola mis queridos y bellos lectores primero vengo a agradecer por el apoyo que he tenido en esta historia de verdad gracias sin su apoyo no seria nada, segundo les juro que no los quiero hacer sufrir pero cuando más pienso en como desarrollar la historia más me salen las cosas trágicas, les juro que yo también ando sufriendo por mis propias ocurrencias 😭 pero ya veremos como acabará esta historia y si no me convence dos finales para nuestra paz mental ya veran, eso mis bellos los amooo byeee 🥰
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