Capítulo I

Los encargos de Fontaine

Siempre creí que jamás me cansaría de hacer mi trabajo. Era emocionante la adrenalina y la mezcla mortífera de ser perseguída y saber que obtendrías un gran benecificio monetario. Y si, me encantaba una buena persecusión pero ahora que lo pensaba con detenimiento ya no se me hace tan divertido.

Bueno quien me culparía de ello no es lo mismo tener a cinco o diez idiotas de traje azul tras de ti que a un gran idiota de procedencia sobrenatural que búsca atraparte y descuartizarte.

«Si, en definitiva no es lo mismo.»

— ¡Puta madre!

Siseé entre dientes mientras me deslizaba de espaldas contra un muro hasta quedar sentada en el duro y húmedo suelo comprimiendo el brazo derecho en un vano intento de frenar la sangre emanana de una herida recien abierta que me hicé al roce con un vidrio roto cuando tropece y caí de bruces.

«¡Puto Vincent!  "Será fácil Evelin" Si claro... ¡Bastardo!»

Gritó mi yo interno. Cabe decir; que me estaban dando una soberana paliza por dios; estabá agotada y aquella "cosa" no me dejabá un respiro. Maldecí a Vincent por millonesima vez en todo el día. Ya era una costumbre hacerlo.

— ¡Vamos! ¡Date prisa!

Susurré con la vista en la herida sintiendo como poco a poco el calor se acrecentaba en aquel lugar los tejidos se estaban regenerando aunque el corte debía ser profundo puesto que tardaba más de lo normal. Di un respingo al percibir los pasos haciendo ecos por todo el sombrío lugar.

Suspiré y volví a ver hacía los lados con detenimiento; húmedo y oscuro.

Repugnante.

Me encontraba en las asquerosas y mal olientes alcantarillas de la ciudad. Se escuchaba el constante goteo del agua estancada y los sonidos producidos por las alimañas que rondaban por allí haciendo eco a cada instante. Elevé mi cabeza observando por una fisura algó pequeña el débil haz de luz que se colaba.

«Debo salir de aqui.»

Con cuidado volví a retomar mi camino sin evitar sonreir; a pesar de los golpes y de la criatura que quería mi cabeza estaba satisfecha de haber obtenido el encargo del inútil de Vincent ¡Joder! el era un maldito demonio y ¡no podía búscar sus pendejadas! Ah no, Era mejor enviarme a mí, claro, así pueden asesinarme más rápido.

«Idiota.»

Estaba por gírar en una cruzada cuando frente a mí se materializo una silueta alta y oscura que sujetaba un enorme tubo oxidado. A duras penas logré agacharme a tiempo y esquivar el impacto de aquel objeto. Agílmente retrocedí rodando en el piso más tarde me arrepentiría por la suciedad e inundicía que ahora se habían impregnado en toda mi ropa; sobre todo en mi pantalon de mezclilla favorito.

— ¡Maldición!

Mascullé al tiempo que aquella criatura de forma humanoide se acercaba más gruñiendo y dejando entre ver la hilera de filosos dientes que procuraría evitar. Se detuvo precisamente debajo de la luz que otorgaban las rendijas de metal que estaban sobre nosotros allí podía vislumbrarse la piel oscura y apariencia viscosa de aquel, lo que parecían ser
sus ojos estaban abrillantados por un fuerte color rojo que solo presagiaba peligro.

En definitiva, odiaba a los "Cenydor" criaturas repugnantes que se alimentaban de alimañas del drenaje y de vez en cuando carne humana eran de figura humanoide y la viscosidad de sus cuerpos era producto de las almas putridas de las cuales fueron formados por los demonios más antiguos. Lo extraño de aquel encuentro es que ellos andaban generalmente en las partes más sombrias y alejadas de la civilización sólo el hambre los hacía surgir y esté frente a mi ya se había dado un banquete minutos antes de mi llegada.

Y vaya que fue un festín, puesto que el lugar donde se supone estaba el paquete que llevaba en mi mochila, era una escena espeluznante. Sangre y más sangre, huesos y restos de piel. Como si hubiese estallado una bomba dentro de alguna persona la sangre incluso llegaba al techo de concreto. Casí devuelvo mi cena eso me revolvío la bilis y el fuerte olor aún me golpeaba la nariz.

«Cuando salga... procuraré darle un puñetazo a ese Fontaine de mierda.»

Hijo de puta, no pudo decirme que su encargó tenía un maldito Cenydor de guardían. Al menos agradecía que la herida de mi brazo ya estaba cerrada lo cuál favorecía enormemente mi capacidad para moverme. En cuestión de segundos volvío a lanzarse sobre mí esta vez alzando el tubo de metal lo suficiente para poder golpearme la cabeza, afortunadamente volví a esquivarlo al agacharme y para darle un puñetazo a nivel del abdomen.

Me arrepentí.

— ¡Joder! ¡Que asco! ¡Que asco!

Sacudí mi brazo al sacarlo con dificultad de aquel amasijo de carne asqueroso y de olor penetrante. Una mala decisión; pues ante mi distracción el Cenydor sujetó mi cuello y me estrelló contra uno de los muros con brutalidad sin soltarme.

Aplastandome la traquea, dejandome poco a poco sin aire y acercando su asqueroso "rostro" al mio. ¡Demonios! su aliento a carne descompuesta me asqueo y al intentar golpearlo para librarme de él mi puño libre se adhirio a su viscoso cuerpo.


«¡Maldición!»

De la nada, el sonido de algó metalico bajo mis pies me hizó cerrar los ojos mientras era liberada y caía al duro suelo una carcajada de locura y el típico y a veces odioso timbre de voz que se me antojaba detestable llegó a mis oidos.

"¡No es hora de juegos muñequita!"

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