CAPITULO 8

MARLY

- ¿Se cumplió un año, ya? - Miro a Paty, curiosa.

Estamos en el primer receso escolar, apoyadas en un pequeño muro del segundo piso, disfrutando del día despejado.

Mi amiga acomodándose como siempre sus lentes, me corrige.

- En realidad un año y meses, Marly. - Voltea a mi dirección y haciendo su mano a modo visera sobre su frente, por el sol dándonos de lleno. - ¿Realmente, no recuerdas nada?

Hablamos de mi accidente.

Y suspiro ante esa pregunta, porque muchas veces me la han hecho y siempre y por más que me esfuerzo, no recuerdo nada en como ocurrió.

Niego, jugando con una hojita que cayó de un árbol, pincelando el borde del muro descansando mi cabeza sobre mi brazo.

- No todo, por más que lo intento. - Procuro hacer memoria, pero absolutamente nada. - Solo la alarma de incendio y todos corriendo, el humo apareciendo y el fuego llegando a una de las aulas linderas, para luego la nuestra. - Relato. - ... hubo empujes, quería huir, pero luego me desvanecí, sin recordar a ciencia cierta mi escape... - Mi mano va a la hebilla de fantasía de perlas y esmeraldas falsas que llevo a un lado de mi cabeza.

La acaricio al sentirla y sonrío levemente por eso, seguido y justo al lado tanteo con mis dedos, donde mi cicatriz mayor es el recuerdo de todo eso a causa de una cirugía que me tuvieron que hacer.

Según sé, algo del techo cayó sobre mi cabeza y me dejó inconsciente, siendo salvada después por las palabras de una enfermera y que dejó dicho el paramédico, un supuesto y casi familiar.

Sí.

Uno que no tengo idea quién es, porque los míos son contados con los dedos de una mano y no fue ni mi papá, mamá y hermano mayor.

Siendo este último, casado ya y viviendo en otra ciudad.

- ... aunque... - Dudo y elevando una de mis manos, causando que tape el sol con él y de sombra a parte de mi rostro.

- ... no olvido esto. - Indico la misma y Paty ríe. 

- ¿Tu mano? 

Mi turno de reír pero seguido a estar seria, mientras giro mi mano en alto.

- Calor... - Susurro.

- ¿Sentiste que te la quemabas en el incendio? - Me dice con susto y niego.

- No, por suerte ninguna parte de mi cuerpo tuvo heridas de quemaduras aunque sí, físicas y esta... - Mi índice va a mi cabeza donde está la cicatriz. Paty lo sabe y lo confirma, subiendo y bajando su barbilla mientras acomoda sus lentes. - Pero no puedo olvidar el otro calor, el que esta mano recuerda.

Como una ráfaga de calidez y humo, raro de explicar lo sé, pero esta sensación ya familiar en mí desde mi accidente y que acoge mi mano como recuerdo, es de igual manera de lo que sentía crease o no, mientras estaba desvanecida y ese supuesto casi familiar me rescató y me cuidó según tengo entendido hasta una vez afuera.

Como si nunca abandonó mi mano mientras esperaba que me atiendan.

Me encojo de hombros.

Supongo.

- ¿Algún bombero?

- Puede ser... - Ya que es una alternativa.

Paty sigue pensando mientras abre una cajita con caramelos ácidos.

- ¿ O algún civil? - Insiste, ofreciéndome uno pero vuelvo a negar nuevamente.

- Tal vez... - Otra posibilidad, mientras ojeo por sobre el muro al patio lleno de estudiantes como a la entrada desde su distancia y hago una mueca al no ver a Hades, aunque sí, diviso a Iván conversando con un par de compañeros, palmera abajo.

Pero al igual que yo, percibo que también lo espera, solo que chequea la hora desde su reloj pulsera mientras yo y desde la altura escaneo todo, cual acosadora americana del chico que me gusta.

Y me derrumbo contra el borde del muro nuevamente.

Corrección, mi amor a primera vista.

Pero de golpe, paso de aburrimiento a sonreír y elevando mi postura, ya que y gracias a mi radar inquisidor, logro ver desde la lejanía como Hades ingresa al colegio por el guardia de la entrada abriéndole uno de los portones.

Pero mi sonrisa que antes mordía mis orejas de lo grande, pasa hacer una mueca de dudas.

- ¿Oye, Paty?

- ¿Si? - Me dice, dejando de leer uno de sus libros de estudio.

Y le indico con mi mano a la dirección de Hades.

- ¿Ese es Cibrian o un espíritu maligno? - Pregunto y mi amiga suelta una carcajada que la oculta contra su libro abierto.

- Es definitivamente el guapo y misterioso Cibrian de Hades, amiga. - Me lo confirma.

Y sí, lo es.

Un escalofrío me recorre por la médula hasta las puntitas de mis pies.

¿Por qué?

Porque si el aura tendría diferentes colores, el que hoy emana Hades es negro.

Lo juro.

 Y bien oscuro.

Su caminar como postura llevando su mochila, lo delata y ni hablar de esos ojos del color de la arcilla mojada a juego con la mirada que tiene y ni se molesta en modificarla a las chicas bonitas que lo saludan para obtener algo de él, como chicos y hasta un profesor dándole los buenos días.

- Es terrorífico. - Suelta Paty y afirmo.

- Terroríficamente hermoso... - Suspiro enamorada. - ... y totalmente mi tipo. - Se lo confirmo por si dudaba, haciendo que nuevamente ría mientras vuelve a su lectura interrumpida de Ciencias Sociales. 

Miro a Hades como ahuyenta con sus manos y de muy mala gana, unas hermosas mariposas que se cruzan y revolotean alegremente, cruzándose en su caminata. 

- Es un despiadado. - Sí, lo es al ver eso. - Pero, totalmente mi tipo. - Sigo diciendo, ahora notando como una chica, tal vez de un segundo año le consulta algo, pero Hades niega con ese ceño siempre fruncido y prosigue caminando, dejándola a una lágrima de llorar y sacudo mi cabeza descontenta, porque obviamente no le importa nada. - Es un ser despreciable... - Murmuro, confirmando que Cibrian de Hades es realmente un espíritu maligno. No sonríe y puedo percibir de su parte, ni una gota de arrepentimiento por ello en sus ojos. Por mas distancia, son tan fríos como los cristales de las ventanas de todo el colegio. - ... pero totalmente mi tipo. - Vuelvo a decir y Paty levanta su vista curiosa por estar totalmente absorta en su lectura, pero le niego y retoma su libro como si nada.

Y suspiro más enamorada.

Tan villano como hermoso.

HADES

Estaba furioso con mi padre, porque realmente no sabía que intenciones se escondían detrás de sus palabras en el sauna.

¿Mudarme nuevamente y a Japón?

Después de toda mi lucha interna que fue aceptar vivir acá y la no menos importante.

Y razón verdadera al descubrir en ese incendio nefasto.

Que mi cultura lo señalaría como mi destino, cuando otros lo llamarían casualidad.

Marly.

Iván procura calmarme cuando le relato el origen de mi enojo.

- ¿Y qué harás? - Sabiendo tan bien como yo, lo que implica.

Sé que a él y al igual que a mí, no le agrada esto, pero su deber es estar a mi lado y acompañarme a donde sea. 

Su padre fue un gran Yakuza y acompañante de mi padre hasta que falleció en un altercado de zonas siendo Iván un niño y el oyabun lo acogió por deber y cariño como un hijo más, al igual que mi madre, ya que Iván era huérfano de ella. Una mujer de origen ruso que al escapar de ese país de conservadorismo social y por bajo la mesa, comunista. No soportó la idea de involucrarse a la mafia al enterarse. Optando por abandonarlo al par de años de nacido, tanto a él como su padre por nunca aceptar ser parte de los Yakuzas, conservando solo la existencia de ella, el nombre que eligió.

Por ese motivo, Iván es como un hermano para mí, aunque seamos muy diferentes para la vista de todos. 

Ambos somos kafu, pero Iván no heredó nada de su padre japonés.

Siendo yo alto, él lo es mucho más y ni hablar de su contextura física.

Es rubio, piel muy blanca con rasgos soviéticos que te harían dudar de negarle algo si se te cruza en tu camino.

En cambio yo, lo contrario.

Piel trigueña, pelo oscuro y ojos rasgados, propio de mi herencia oriental y con la mitad en contextura en cuerpo de mi amigo.

Exhalo aire ante su pregunta y me apoyo con todo mi peso a la pared, sintiendo los dos como el timbre anuncia el fin del receso.

- Lo voy a postergar. - Comenzando a caminar hacia las aulas.

Y ante mi respuesta Iván se sorprende deteniendo sus pasos, porque eso sería contradecir al oyabun.

También lo hago, pero pasos más adelante al ver que no los retoma.

- ¿El oyabun ya lo sabe? - Acercándose.

Con las manos en los bolsillos de mi pantalón, me encojo de hombros.

- Se lo di a entender. - Respondo sin ganas pero muy decidido y me gano un suspiro de mi amigo, ya que sabe mi terquedad y a su vez la de mi padre.

Y ambas también, peligrosas...

POCO MÁS DE UN AÑO ATRÁS EN EL HOSPITAL Y AL OTRO DÍA DEL INCENDIO...

HADES

Antes de ingresar he inclusive desde la base de los escalones que dan la bienvenida a las grandes puertas del nosocomio, cual investigué que todos los heridos de esa escuela fueron asistidos como internados, me quedo breves segundos observando cuidadosamente su entorno.

Porque y aunque Yidda y por orden mía le pedí que se quedara en el auto a mi regreso, siendo el hijo del principal jefe Yakuza de la familia Hades, siempre puede rondar un enemigo y estar alerta es religión en nuestra familia, más, cuando y para variar, era implicarme en algo que mi padre no estaría de acuerdo y el viejo Yidda mi aliado en todo y sabiendo que en este acto.

Niego por esa consecuencia.

Sería como castigo un corte dedo para mi futuro mano derecha.

Y por tal, dudo y giro a Yidda que y entendiendo mi vacilación y desde el interior del coche, es suficiente con su mirada para recordarme que toda esta movida fue hecha con suma de sus precauciones y que todo está bien y prosiga.

Por eso y respirando hondo, comienzo a subir las escaleras y una vez arriba, abro las puertas como atravesar su interior y pedir orientación de donde está internada la chica de pelo cortito.

- ... en el caso de la paciente, existen algunos riesgos asociados a la cirugía... - Podía escuchar minutos después lo que el médico le decía a los padres de la chica, dueña de la hebilla de mi madre por estar la puerta de su habitación completamente abierta.

No sabían de mi existencia por estar lo mas cercano a la pared y contra esta.

- ¿Doctor, se le ocurre alguna forma de reducir esos riesgos? - Uno de sus padres consultaba y este, reflexionó, pero tras eso fue muy optimista.

- Como saben su hija tiene múltiples heridas físicas pero la más importante es es la contusión de su cabeza, cual perdió mucha sangre. Pero tengan en cuenta que Marly... - ¿Se llama Marly? - ... es una persona joven y saludable. - Alienta. - Y no se tienen que preocupar, porque ella va a salir muy bien de la cirugía.

Apenas me asomo y veo un hombre abrazando a su esposa y asintiendo al unísono a lo que el doctor les sigue diciendo, para luego de golpe y dándome apenas tiempo de alejarme unos pasos y disimular, que ellos salen de la habitación para seguir al médico por el pasillo sin dejar de asentir a lo que sea que sus palabras siguen diciendo.

Dudo en ingresar aunque sea unos pocos minutos, pero me decido al notar que y aparte de su cama, la paralela y siguiente está vacía.

Me aproximo lentamente y en lo posible con el mínimo de ruido de mis zapatillas.

Y al llegar a su cama veo como duerme apaciblemente.

La intravenosa y un par de aparatos la monitorean.

Una especie de gorra con vendaje cubre la totalidad de su cabeza, solo dejando ver apenas de su nuca lo que es su corto pelo.

Ambas manos yacen sin movimiento a sus lados y eso hace preguntarme si está bien, provocando unas ganas imperiosa de cubrirlas con la sábana que lo hacen con su cuerpo, pero niego. 

Y hecho sobre toda la habitación, una rápida mirada circular.

Hasta me animo en caminar brevemente sobre toda ella.

Sí, me digo poniendo mis puños a los lados de mi cintura.

- Parece correcta y con las necesidades básicas... - Susurro muy bajito sin dejar de mirar, cuando y caminando a la dirección donde mis ojos no dejan de mirar, descubro en un mueble y junto a unas ropas dobladas, peine y un espejito.

Supongo para Marly.

La hebilla de mi madre.

Me atrevo a tomarla con mi mano y estúpidamente, sonrío sin dejar de mirarla.

Ya que, aparte de encontrarla y sin poder dar crédito a ello, aún.

Miro a la chica dormida bajo los efectos de la medicación.

Resulta, que ella es la que ayudó a mi madre ese día, años atrás.

La vuelvo a dejar donde estaba para tomar con cuidado su mano como lo hice ayer una vez fuera, para tranquilizarla hasta que la asistieran.

Posé mi mirada en ella durante varios segundos, para luego cerrarlos y volver a abrirlos lentamente, dejando con cuidado en la cama esa mano que había secuestrado.

- Gracias, Marly... - Le susurré los más bajo que me permitieron mis labios por esta casualidad diría mi mitad occidental o destino, recitaría mi otra mitad oriental como mencioné anteriormente.

Y un par de veces más volví a murmurar su nombre mientras regresaba, ya que honraba ese nombre.

Me corrijo.

Comencé a adorarlo por como el mismo salía de mi lengua con tanta familiaridad esas dos veces y tres con la primer vez al saberlo por el médico, dándome cuenta de ello sin ningún pensamiento o razón en particular.

Creo.

Pero, me gustaba como se escuchaba y a la vez sentirlo decir en voz baja regresando ya, hasta donde estaba Yidda esperándome.

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