CAPITULO 7
HADES
Una tos rasposa pero a la vez discreta en volumen, nos interrumpe y maldigo para mis adentros por reconocerla, al igual que el automóvil oscuro que segundos antes se detiene y desciende el dueño de ese carraspeo.
Yidda.
Como siempre en su traje oscuro impecable, como camisa clara almidonada.
Erguido y con su manos entrelazadas frente suyo, solo muestra movimiento al inclinarse ante nosotros dos a modo reverencia y respeto de mi legado.
Tampoco me muevo, pero mi mirada va a Marly que le gana el asombro de todo esto y con ello, bajando los brazos que interponía mi caminata, para luego ladear su rostro a mi dirección por querer decirme algo, obligándome a inclinarme para nivelar su poca estatura.
- ... este señor japonés con cara seria, es tu familiar? - Me susurra creyendo que Yidda no puede oírla, aunque este futura mano derecha mía y su rapaz oído, puede oír a docenas de metros de distancia por su disciplina, cual disimula muy bien supuestamente no hacerlo, manteniéndose inerte en su lugar junto al coche donde permanece aún la puerta trasera abierta, indicando que debo volver.
La voz de Marly no tiembla, pero percibo cierta alarma por parte de ella por Yidda con su presencia, el chófer fornido al volante y con igual paciencia, esperando y un tercer hombre atrás, que y como Yidda y el conductor, vestido de negro también, acusando su presencia la puerta abierta, la asusta.
Creo.
Y niego interiormente.
Mierda, porque ella obviamente no entiende nada de todo esto.
Aún...
- ... como si lo fuera. - Respondo a su duda. - Debo irme. - Toda mi respuesta, aferrando mejor sobre mi hombro mi mochila, cual niego a Yidda al acercarme y querer tomarla por mí, al subir al auto de la familia.
MARLY
- ¡En poco es la hora de entrada del colegio! - Atino a decir por ver como Hades sube sin más al coche con esos hombres y el que es casi familiar.
La ventanilla se baja por él en el momento que el primer hombre antes de cerrar su puerta le dice algo al oído y acto seguido, abre la del acompañante adelante.
- Iré más tarde... - Es toda su respuesta, continuo a volver a subirla y tras ponerse en marcha el auto, ver como se va colina arriba.
Mueca sin dejar de verlo hasta que se pierde de vista en una calle que dobla.
- Sospechoso... - Suspiro pensativa y aferrando más las tiras de mi mochila para comenzar a caminar y dando pequeños golpecitos a mis muslos en el entretanto por la larga caminata que me espera. - Podrían haberme alcanzado hasta el colegio por lo menos... - Bufo con otro mohín.
HADES
Bajando del coche y subiendo los primeros escalones de casa con Yidda a mi lado, me detengo brevemente.
- No vuelvas a buscarme. - Le digo, retomando mis pasos.
- Hai. - Solo dice ante mi pedido.
- Aún no entiende y la asustan. - Prosigo, pero esta vez sin detenerme mientras se abre la puerta que al ser dobles, lo hacen dos hombres desde el interior, entretanto el que conducía y el tercero que venía a mi lado, quedan a los pies de las escaleras siendo parte de la seguridad exterior.
- Hai. - Vuelve a repetir Yidda.
Y no hace falta más.
Comprende lo de Marly, como yo en este momento entiendo que debo retrasar mi entrada al colegio cuando mi padre y de regreso de uno de sus viajes, me manda a llamar.
Ahora y ya dentro, mi pies no me conducen por ese largo corredor y una de las arterias principales de la gran casona.
Es por otro y del lado contrario se podría denominar por su ubicación, pasando por un par de salas, otra habitación y en su final el destino.
El baño o mejor dicho los baños.
Habitación en proporciones enorme en cuanto a metros cuadrados y este en particular aparte de haber baños convencionales y estilo occidental en otra áreas de casa, se distingue al ser de origen japonés y popular por más privacidad, donde se comparte con demás personas el aseo individual.
Piscina tipo sauna y de concreto, ocupando gran parte de la superficie, cual la profundidad del agua caliente es la comodidad de poder sentarse y conversar con el de al lado, y solo preocuparse por el continuo vapor tapando apenas la visibilidad.
Lugar, cual y en gran parte, la familia Yakuza disfruta y se comparte mientras se bañan juntos o una parte prefiere fuera del agua, hacerlo en pequeñas banquetas bajas con duchador de mano y solo envueltos como rodeando su cintura, cortas toallas dejando a la vista y por esta familiaridad grupal, la totalidad de sus tatuajes expuestos.
Tales y como se dice en Japón, nuestros tatuajes y los Yakuzas, son inseparables y por eso, son mal vistos en la cultura social hasta hoy en día por asociarlos.
No todos los gángsters del mundo tienen un tatuaje y no todos los que tienen el cuerpo completo tatuado, son gángsters.
Pero cuando la cultura pop representa el inframundo, los antihéroes se entintan por completo. Caso en cuestión, los juegos de Yakuza.
Aunque nuestros tatuajes japoneses tienen una historia larga y compleja que nos conecta con gran parte de nuestra cultura del país, incluso si la corriente principal de Japón a menudo quiere saber poco de ellos.
Por miedo.
Sin embargo y pese a eso, nuestros tatuajes de Yakuza van más allá de eso, ya que son por un significado y por ende, especialmente fascinantes el cuidado y la atención que reciben de nuestra parte.
Mi ingreso obviamente llama la atención de todos en el sauna.
Algunos sentados en la banqueta y con el duchador manual en manos mojando sus cuerpos, se giran al verme.
Otros de pie y totalmente desnudos en un rincón, cual repisas de concreto tienen sus objetos personales como más toallas, silencian su conversación al verme.
Al igual, donde está mi padre.
En el sector central del agua estilo termal.
Su gente lo rodea como brotes de la superficie del agua con ese siempre vapor, un vaho como cortina de todo.
Sin embargo mi padre no está sumergido, aunque parte de una de sus piernas al descubierto, sí.
La que descansa sobre el alfeizar del borde de la misma y la otra con su rodilla flexionada es de apoyo y descanso de su mano derecha de forma relajada.
Lleva puesto el típico quimono masculino.
Una bata suave en tono gris que hasta se mimetiza con su cabello por ser del casi mismo tono y cae por su cierto largo, sobre uno de sus hombros de forma lacia y como una cascada plateada y algo negra.
Sus mangas son largas, pero el brazo que descansa sobre su rodilla flexionada y por tal, algo plegada, deja al descubierto y a la vista, el tapiz tatuado de sus tintas orientales cubriendo todo este y más, al elevarlo y por aceptar un poco de té que le ofrece un ayudante.
El té Matcha.
En un pequeño cuenco, ya que no utilizamos tazas, se llena levemente y el calor propio del mismo, se une al vapor que rodea al sauna.
Ritual, también de nuestra cultura siendo en un principio herencia de China y se tomaba como bebida medicinal y luego por placer.
Solo me acerco a mi padre y me inclino al llegar al sauna.
Bebe un pequeño sorbo del cuenco, para dejarlo luego en la bandeja que sostiene el zagal que permanece a su lado y de pie, pero con un gesto de mi padre se retira con la vajilla.
- Tu yubitsume se aproxima, Cibrian-san...
- Hai. - Solo digo.
- ... Yidda lo está preparando. - Prosigue, yendo su vista a él que hace una reverencia ante ello y a modo afirmación. - Ya que lo adelantaremos. - Confirma.
¿Qué?
- Outo-sama... - Reprocho.
Me enoja.
Ya que eso, significa.
Quiere decir...
Mierda.
Mi traslado.
Se supone que sería mas adelante.
Ni siquiera terminé mi mudanza, y ¿ya otra?
Mi padre no se inmuta, solo su mano va a su frente para sus dedos pasarlo a modo pensativo, seguido a hacer un lado un mechón de su pelo que por su largo, oculta una parte.
Peyorativamente soy un kafu para una parte de la sociedad de mi país, ya que soy hijo de padre japonés y madre occidental.
Pero y aunque ese mote es de forma despectiva, en la actualidad con la creciente interculturalidad como la globalización, la identidad y la pertenencia se definen en gran medida por la familia y una gran línea paterna al primer hijo varón de un japonés.
Mi caso.
Y por ende, se me respeta.
Más, cuando mi genética es más de un %90 parecida a mi padre y como en este caso y hacer a un lado su pelo de su rostro y despegarlo, nuestro parecido es casi único y motivo de muchos debates por tal y con solo la diferencia, esos escasos 19 años su paternidad prematura.
Heredó todo esto mucho antes que yo, ya que mi abuelo fue asesinado cuando mi padre era un niño en su preadolescencia y por eso otras familias quisieron abolir la nuestra, pero nuestro sistema de organización criminal con más de 100 años de historia y contando con más de 40 mil miembros solo en japón, aunque hubo una batalla, nuestro clan los abatió.
- Necesitamos volver a Japón...
- ...quiero terminar mi secundario acá... lo prometiste! - Alzo mi voz, nunca lo hago, pero me niego y todos en el sauna detienen sus actividades por eso.
Dejan de conversar.
Dejan de asearse.
Dejan de moverse.
Y como estatuas vivientes nos observan, porque he levantado la voz al oyabun.
Pero mi padre no se inmuta, solo me mira con esa calma que siempre le precede y a su vez, esos ojos cual heredé, juzgan y meditan en silencio.
- Otou-san... - Todo es severo en este momento y debería agachar la cabeza, pero apelo como un hijo a un padre en un lugar común y a un país común, pidiendo ese mismo respeto.
Uno, que incluye además a un deseo que pidió mi madre y pese a que él lo niega ahora, sé, que deseaba cumplirlo.
Inclusive, ahora.
Y por ello suspira, negando.
- Es por tu seguridad... - Poniéndose de pie, causando que todos lo hagan también por respeto mientras acomoda su yukata, que acusa parte de su torso marcado como desnudo por llevarlo algo flojo y entre ello, la franja en blanco de tatuajes y con estos a sus lados, muy característico de nuestra tradición.
Dragones, zakuras y demonios en colores vivos, son parte del lienzo de su piel.
Lo hace atractivo.
Porque mi padre lo es.
Y lo hacen temible.
Porque también, mi padre lo es...
Poco más de un año atrás...
HADES
No, no y no.
Odio todo esto.
Odio esta ciudad.
La detesto mucho.
Mierda, mierda y toda la mierda del mundo.
Y mi corazón solo se oprime, mezcla de odio y tristeza con cada jodido metro que circula el auto por la calle, una, bastante atestada de gente.
Transeúntes en su movida cotidiana por las aceras o entrando como saliendo de algún comercio de turno, al igual que automóviles a la par nuestra o lado contrario.
No quiero estar acá.
Apoyo mi cabeza contra el vidrio del lado de mi puerta.
No deseo mudarme.
Mi madre terminó de enfermarse en una ciudad de este país.
Ella...
Diablos.
Sucumbió finalmente en una ciudad caminando en una acera por más que alguien acudió en su ayuda.
Una muchacha, dicen...
Dijo mi madre.
Y luego a mí, hasta relatándome como si fuera una bonito cuento, una hermosa historia en su cama recostada, ya que fue el inicio de su final a causa de su enfermedad, mientras y como siempre con cariño y ya con apena fuerza, acariciaba mi pelo.
Ella amaba esta ciudad, porque fue donde se conocieron con papá.
Pero para mí, era un gran basurero, ya que y también, nos separaba de ella.
No quiero llorar ante ese recuerdo y apuro mis manos a mis ojos para detener posibles lágrimas.
Y se la llevaba para siempre.
Yidda al volante me mira a través del espejo retrovisor y disimulo mirando hacia la ventanilla.
No me dice nada, pese a que el viejo se da cuenta de todo.
Solo, se limita a continuar manejando.
Iván hoy no me acompaña, quedó en Kansai para ultimar los detalles de mi traslado.
No es en breve aún, sino, el próximo año y faltan meses, pero condicionar mejor la casa para mi llegada como a su vez más personas del clan y el traslado de la colegiatura tanto de Iván como la mía, implica ese tiempo.
Más, cuando las opciones son varias bajo la elección de mi padre, cual obviamente, privadas y de jerarquía académica.
Y bufo por eso.
Porque mi intención en lo posible era pasar desapercibido y no con mi llegada al colegio, estar etiquetado como el hijo de tal.
Y mi segundo resoplido se mezcla con la aparición y por la sirena insistente primero, de una dotación de bomberos pidiendo paso, cual Yidda como resto de conductores lo hacen haciéndose a un lado.
¿Y eso?
Y segundo.
Bajo parte de mi ventanilla para observar.
Dos ambulancias a gran velocidad.
Guau.
Para luego, pedir paso otra segunda dotación de bomberos.
Caos y curiosidad para todos, mientras se intenta nuevamente normalizar el tránsito.
Y más curiosidad de mi parte minutos después, al notar como Yidda y a donde nos dirigimos, pareciera que es el misma de los autobombas y ambulancias.
Saco parte de mi cabeza sobre la ventanilla y mierda, porque una gran columna de humo gris tras unos árboles y edificios, invade el cielo.
Y doble mierda.
Porque llegando y Yidda disminuyendo la velocidad, lo que se está incendiando, maldita sea.
Es un colegio.
No el que era mi destino, si no, uno público y de enorme dimensiones.
Y lo que parece una parte de su tercer piso y como una buena cuarta parte de ella.
Abajo y sus alrededores es desorden, confusión y percibimos con Yidda deteniendo el coche detrás de uno de los camiones de bombero, bastante desorganización por más que las autoridades quieren calmar la situación y los bomberos hacen su trabajo y paramédicos comienzan a auxiliar a los primero damnificados.
Alumnos en su escape, ahogados por el humo de las llamas como profesores.
Todo es vorágine de personas, bajando del coche con Yidda.
Civiles y curiosos interponiendo el trabajo mientras ponen el vallado de la obligada cinta de no cruzar, notando desde mi lugar la llegada de más autos con padres desesperados, bajando de estos y pidiendo por sus hijos.
Otros, llamándolos por sus nombres y siendo impedidos por oficiales, ya que quieren ingresar o acercarse más.
Muchos lamentos y llantos, bajo el arduo trabajo de bomberos, policías y las ambulancias.
- ¡Yidda! - Grito su nombre al notar por las afueras y parte trasera, dos estudiantes tosiendo y como pueden, escapan del edificio.
Corremos a ellos y en ese instante, uno se derrumba en mis brazos mientras el segundo sin dejar de señalar a la construcción y entre tos por causa de la emanación del humo y nervios, nos exclama que hay gente dentro.
- ¿No sacaron a todos? - Yidda pregunta y el muchacho niega tosiendo y cayendo de rodillas al suelo buscando tomar aire.
- ... en el tercer piso... - Tose. - ... quedaron algunos compañeros... - Vuelve a toser violentamente. - ... pude sacar solo a él... - Señala al chico que sostengo y que voy dejando con cuidado en el piso. Está volviendo en si y lo ayudo a aflojar su corbata como abrir su camisa para una mejor respiración.
Bomberos trepan las paredes con las escaleras y otros, ingresan a través de la entrada.
Terceros, ayudan y combaten desde afuera y por medio de las mangueras.
Todo es gritos, instrucciones y miedo.
- Yidda. - Ordeno. - Las ambulancias. - Indico y comprende en llevar los dos estudiantes para que los asistan, cual con ayuda del muchacho levantan al más afectado, pero me llama al notar que camino en dirección a la parte trasera del colegio de y dónde ellos aparecieron.
- ¡Joven maestro! - Se alarma.
- ¡Solo voy hasta el ingreso para ver si no hay más estudiantes como ellos! - Lo calmo y no sé, que me dice, ya que empiezo a correr con rapidez y mi corazón se acelera por la adrenalina.
Una vez dentro es imposible no comenzar a toser, no hay fuego y lo delata que es piso más arriba.
Tal vez el segundo o tercero.
Pero el humo cubre y embarga toda la planta baja que desciende y proviene de las escaleras.
Sin pérdida de tiempo me deshago de mi camisa y quedando en camiseta, continuo y entre mis manos, mojo esta lo mejor que puedo en un bebedero de agua que localizo en un sector para luego y cubriendo parte de mi rostro con ella, sin dudar subir las escaleras.
La visibilidad es casi nula, pero no me detengo y con cada zancada de los peldaños, procuro respirar lo mejor que puedo absorbiendo la humedad de mi camisa sobre mi rostro.
Choco con estudiantes bajando y que huyen de todo esto.
Una chica resbala y otra trastabilla por el empuje de otro estudiante bajando las escaleras y a ambas ayudo.
Llegando al segundo piso dudo si continuar al tercero o entrar a este, ya que todo acusa que el inicio del fuego es piso más arriba, pero dos cosas me convencen en adentrarme a este piso.
Una cuadrilla de bomberos descendiendo del tercer piso, gritando despejado por radio y ayudando a los últimos estudiantes en bajar y al mismo tiempo, subiendo otra partida con la manguera perteneciente al colegio en mano y con urgencia al piso tres.
Seguido a ver como esta dotación se divide para quedar otro grupo a la voz de su superior.
- ¡ El fuego se está propagando a través de la estructura del edificio en el 3er piso! - Grita haciendo señales. - ¡ Afectando materiales combustibles! ¡Hay mucha madera y plástico! - Es lo que escucho de ellos. - ¡Oye, tu! - Lo último, referido a mí. - Me grita porque nota mis intenciones. - ¡No entres, muchacho!
Toso y toso más a medida que me adentro sin obedecer.
Es un pasillo ancho que de un lado tiene las aulas y del otro, los ventanales que procuro abrir para dar paso al aire y se despeje el humo que lo sucumbe y en el entretanto, voy abriendo también, cada puerta verificando que no haya nadie.
Es un final largo con muchos cursos, pero no me detengo apretando más mi camisa mojada contra mi rostro para no inhalar lo que más pueda el humo, aunque no evita que trague parte de ello y siga tosiendo, como fregar cada tanto mis ojos por la invasión de este y lagrimee por la irritación y arda como la mierda.
Llegando casi al final.
Elevo mi vista hacia los techos, maldiciendo.
Lo que afirmó uno de los bomberos se cumple, viendo no solo ese jodido y condensado humo.
Ahora, también.
Parte del fuego del tercer piso llegando y ya cubriendo ese lado del segundo, devorando la última aula y parte de la que sigue.
La buena fortuna al mirar, me indica que no hay nadie con la llegada de los bomberos que me toman y me dicen que regrese, que no debo estar acá, seguido a con la manguera, intentar apagar el fuego de esa habitación.
En mi forcejeo para liberarme, mi vista va a la segunda aula y entre el humo como fuego queriendo consumir parte del cuarto, logro divisar una silueta en el suelo.
Parte de una mampostería se desgarró de la pared lindera a la habitación que consume el fuego y tiene.
Parece, no lo sabría decir por el humo y fuego.
Atrapado en parte de su cuerpo desmayado.
- ¡Hay... a... alguien...n... adentro! - Logro decir sin dejar de toser y liberándome de sus agarre para correr hacia dentro, siguiéndome uno de ellos.
Y para mi sorpresa llegando hasta la persona resulta que no es un él, más bien un ella.
Y jodidamente ese mampuesto no atraviesa su cuerpo, sino, parte de rostro y cabeza.
Su sien está cubierta de sangre, mezcla de hollín y sudor.
No reacciona al bombero auxiliándola, pero musita levemente una queja y es buena señal.
Sonrío.
Está viva.
Un pedazo de techo cae cerca nuestro siendo consumido por el fuego y el bombero intenta cubrirnos a ambos.
- Pued... o... llevarla... - Toso, acomodando mejor mi camisa húmeda sobre mi boca y nariz.
El bombero flexionado como yo, piensa leves segundos para luego y bajo su traje como máscara, afirmar y ayudarme a cargarla y puedo sin molestia, ya que ella es muy pequeñita.
Y me voy bajo sus órdenes de proteger su cuello mientras y con mi ayuda, cubre su nariz como boca con un oxigenador individual que saca de los primeros auxilios que carga.
Los demás bomberos me dan paso a medida que paso entre ellos he intento cargarla lo mejor que puedo, causando que mi camisa arrugada me ayudaba con la respiración, cae sobre la chica.
La miro ya bajando las escalera y procurando en el intento, no respirar con profundidad como toser con fuerza por más que mis pulmones me lo piden a grito.
Algo pincha mi pecho, no sé que puede ser, pero sospecho, algo que lleva en su pelo corto.
No lo puedo ver por estar totalmente su cabeza apoyada y dormida contra mí.
Sigo bajando mientras pongo sobre su herida en la cabeza mi camisa como si fuera a detener la sangre que siento que emana, porque algo viscoso percibo que me recorre en el brazo.
Falta menos, me aliento y me digo con cada escalón que bajo.
- Pronto... estar....ás a sal... vo. - Le digo entre tos y tos, aunque sé, que no me escucha.
- ¡Joven maestro! - Yidda corre hacia mí, una vez fuera, donde me derrumbo al piso sin soltar a la chica.
- ¡Pronto! ¡Avisa a los paramédicos, Yidda! - Le ordeno, que y pese a sus dudas para verificar si estoy bien lo acata, corriendo a unas de las ambulancias.
La acomodo mejor contra el suelo y mi cuerpo, sentado en el piso mientras quiero intentar limpiar esa herida.
Mi mano como parte del brazo, está completamente cubierto de su sangre.
Rasgo desde el cuello parte de mi camiseta para usarla como trapo para limpiar mi rostro como el de ella y ver la zona de mi pecho que me lastimaba.
No es una herida, pero sí, como una marca roja con la sensación de una quemadura por el continuo frote y giro con cuidado su cabeza, por la idea de que si eso a ella también la lastimó.
Y mi mano que indaga, se hela en el momento.
¿Qué?
Como congelándose mi rostro sorprendido al ver de que se trata.
Carajo.
No puede ser.
¿Será?
Y lo saco con cuidado para mirarlo.
Locamente, lo es.
Y lo confirmo, mirándolo entre mis dedos.
La hebilla que perdió mi madre y gemela de la otra que ahora conservo yo y le regalamos con mi padre.
La de perlas y esmeraldas que vale una fortuna y unidas ambas hebillas, forman un pequeño corazón.
¿Pero, cómo?
Me pregunto sin terminar de entender esta jodida coincidencia.
Y quiero seguir analizando todo esto, pero un repentino ataque de tos me agarra.
Procuro parar tapando mi boca con mi puño, pero eso lo aumenta más, ya que necesito largar toda la mierda de mis pulmones por culpa del humo y fuera ya de la adrenalina, mi cuerpo como cerebro comienzan a a sentir la causa de todo.
Una especie de mareo con náuseas.
Dolor en cada jodida articulación.
Músculos.
Y todo esto sin dejar de toser, provocando que no solo mi cuerpo se mueva violentamente.
También.
El de ella por tenerla en mi regazo.
Limpio mis ojos por arder con una mano y boca; y me atraganto más por tenerla sucia y con sangre.
Toso consecutivamente por eso, hasta sentir ardor internamente en mi garganta.
Sin embargo.
Sorpresa.
De pronto.
Algo con delicadeza y a duras pena, me quiere ayudar.
Una mano pequeña y tan sucia como la mía, pero con cuidado sosteniendo parte de la camisa que usé, se apoya en mis labios.
Bajo mi vista.
La chica despertó y limpia desde su posición recostada en mi regazo y luchando con no desvanecerse, mi boca y una porción de una de mis mejillas.
Sus ojos apenas abiertos por la herida, acusan la claridad de ellos y hasta juraría que trata de sonreír agradecida, pero se lo impide un golpe que tuvo en la barbilla.
Su pelo es muy corto, un estilo masculino que la hace más pequeña de lo que es, pero corona su rostro de forma muy linda.
- No lo hagas... - Le digo, tomando su mano que limpia mi rostro entre las mías con suavidad, cuando intenta decirme algo y lucha contra eso, pero la derrota el cansancio como la conmoción de sus heridas y por un leve gemido de dolor en el momento que llega Yidda como la asistencia de salud.
Su mano aún sigue entrelazando la mía y despacio la separo para que puedan transportarla en la camilla, pero sigo la misma hasta la ambulancia donde la van a trasladar.
La suben con cuidado, cuando un paramédico se gira hacia mi dirección antes de montarse y cerrar ambas puertas traseras para marcharse.
- ¿Familiar? - Me dice, creyendo que lo soy y a modo de que suba con él.
Y muerdo mi labio pensativo con gusto a tierra, humo y sangre.
Niego.
- Aún, no. - Percibo el asombro de Yidda ante mi respuesta mientras subo, solo para poner a un lado de su pelo, la hebilla de mi madre y que le pertenece ahora.
Ella está dormida por los efectos de medicamentos que le suministra el segundo paramédico mientras la atiende y bajo de la ambulancia.
- ¿Puedes creer esto, Yidda? - Murmuro viendo ambos como se va la ambulancia en dirección al Hospital.
Yidda se acerca hasta ponerse a mi par.
- La casualidad y el destino joven maestro, son elementos... - Y lo miro raro al no continuar con su oración.
- ... son elementos de qué? - Me dejó con la duda y Yidda, ríe suavemente.
Lo miro por eso más extrañado, pero se limita a palmear mi hombro y a que vayamos hacia el coche.
- El oyabun gritará a los cuatro vientos si se entera de todo esto... - Me mira de cuerpo entero y soy desastre, lo sé.
Sangre, mugre, hollín y ropa desgarrada, me cubre.
Sin mencionar, cada jodido centímetro de mi cuerpo.
Sobre todo brazos como espalda.
Me duelen como la mierda.
- ...no le dirás ¿verdad? - Gimo, masajeando un lado de mis hombros. - Pero sí... - Volteo a él. - ... que ya elegí mi colegio y es este. - No negocio y Yidda solo asiente.
- Sí, joven maestro. - Con una leve sonrisa.
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