CAPITULO 6

MARLY

El vapor empaña el espejo del baño y mi puño se desliza a la altura de mi rostro para poder ver, mientras envuelvo mejor la toalla a mi alrededor después de una ducha y aprovechando tras secar mi pelo con una más pequeña, continúo con el secador para finalizar el proceso y con el cepillo peinando mi pelo.

En mi habitación y sobre mi cama me espera mi uniforme escolar ya listo como planchado por mamá y mi toque es agregarle una vez puesto, un poquito de perfume.

Frente al espejito de mi escritorio, abro el primer cajón y saco una cajita con cosas que jamás usé pero compré para un momento así.

Maquillajes.

Debo decir que no es un arsenal, pero con lo justo y necesario para mi objetivo.

Conquistar a Cibrian de Hades y con lo que me dijo ayer de estar más agraciada ante sus ojos, es el villano de los villanos.

Mueca con corazones rojos.

Pero, mi villano favorito.

Un poco de rubor en mis mejillas y un leve brillo sabor frutilla en mis labios creo que es suficiente y lo chequeo una y otra vez en el espejito.

Y procuro hacer gestos faciales de seducción como leyó Paty en ese sitio de internet.

No me sale y río.

Pero como dije, siempre optimista y me doy aliento, mientras me pongo mi última artillería pesada y que ayer no le pasó desapercibido al villano de corazones, haciendo en uno de mis lados mi pelo para poner y retenga ese mechón de mi pelo.

La hebilla de brillos.

Tiene sus años pero debe ser de muy buena calidad, ya que jamás las piedras verdes y perlitas que tiene, se deterioraron como despegados.

¿Raro, no?

Porque siguen perfectas y hasta parecen reales.

Y afirmo eso frente aún al espejito.

Excelente falsificación.

Pero debo reconocer que y pese a que lo tengo poco más de ocho años, no es mía.

Cuando era niña y visitando a mi abuelita en vacaciones de lo poco que recuerdo o memoricé con mis padres, socorrimos con unos vecinos a una señora muy hermosa de una recaída por un dolor en el pecho que sufría en plena calle y cuando la ambulancia como paramédicos la trasladaron al Hospital y me disponía a juntar las compras de mandado, descubrí en el suelo esta hebilla.

Quise devolverla y con ayuda de mamá visitamos al día siguiente el Hospital General, pero sin saber su nombre y por más descripción de lo sucedido como físicamente ella, era imposible que me informen si estaba ahí y mucho menos sin ser un familiar directo.

Por eso la sigo teniendo, pero con la idea que tal vez algún día, la vuelva a encontrar por más tiempo pasando y se la devuelva.

Media hora después y esta vez desayunada, saludando a mis padres y ya afuera, me encamino colina abajo y hacia el colegio, pero por el trecho un poco más largo para pasar por el espacio verde donde y con Hades, sembramos el durazno.

Llegando a su esquina me detengo de golpe y estúpidamente me vuelvo hacia el muro próximo que lindera.

Carajo.

Y me asomo apenas.

¡Porque resulta, que el villano está también!

Y diviso desde mi escondite como vuelve a sacar otra botella de agua, desenrosca y luego verter un poco.

Intento espiar por sobre él ya que está inclinado por si está su amigo y compañero de clases, Iván.

Pero, nada.

Está solo.

¿Una oportunidad para los dos?

¿Una señal?

Analizo.

Y mi ánimo como confianza, me incitan.

Sí.

Momento perfecto con esta coincidencia, no solo ir los dos únicamente hasta la escuela, sino y la no menos importante, plan seducción.

Y por eso tras aclarar mi garganta y acomodar mi uniforme, decidida, camino hacia él.

Al verme aparecer.

Para variar.

No se inmuta, pero se pone de pie sin dejar de mirar el sitio donde está plantado el durazno mientras guarda la botella de agua en un lateral de su mochila, seguido a colgarla como siempre de uno de sus hombros.

Sexy y jodido movimiento.

- ¿Qué haces ayudante de Santa, acá? - Su cálido como romántico, saludo mañanero.

Y no me dejo desanimar con su indiferencia.

No sería mi villano favorito, si no.

Y recuerden que prometí que se enamore de mí.

Y mis dos índices al mismo tiempo lo señalan con aire divertido.

- ¿Conquistar tu raro corazón? - Sincera.

Y se limita a mirarme callado con mi pose algunos segundos y cuando creí que me había mandado la burrada infantil más grande del mundo.

Un milagro.

Sí.

En su coma vertical otra vez, una efímera sonrisa, pero sonrisa al fin, dibuja un lado de su boca para voltear y comenzar a caminar.

Y ahora es mi turno de quedarme estática, sin movimiento, pero con mis manos cubriendo mis labios por asombro.

¿Por qué?

Diablos, diablos y diablos.

¡Hice sonreír a Hades!

Y al notar que no me muevo, se detiene a los pocos metros de su andar.

Un lindo y caliente andar de ida, mención aparte.

Para mirarme.

- Si no te apuras, llegaremos tarde a clases, Marly. 

Y otra vez, fascinación.

Él me dijo Marly y aunque las otras veces fue forzoso y hasta con obligación.

Lo que sentí.

Ahora, es de forma linda y aunque con su siempre seriedad, sonó a suavidad y plumas de patitos color blanco.

Y no me hago esperar, corro hacia él.

- ¿Te hice sonreír! - Emocionada y caminando a su par, procurando no dar saltitos a su alrededor como cría.

Me mira de reojo.

- No, no lo hiciste. - Me lo niega.

Pero qué, mentiroso.

Insisto.

- ¡Sí! ¡Si lo hice! - Indico por más altura, su boca. - ¡Lo vi! ¡Tus labios sonrieron!

- No. - Rectifica, acomodando un mechón de su pelo detrás de su oreja.

Y segundo sexy y jodido movimiento, también.

Y me detengo un momento por algo apareciendo en mi cerebro, causando que él también lo haga y me mire extrañado.

Una teoría que me hace sonreír y feliz.

Y lo miro desde el lugar que quedé.

- Si te hice sonreír al decir que quería conquistarte, eso quiere decir... - Lo observo analizante. - ... que te gusto? - Radical.

He inclina su cabeza.

- ¿Qué? - Me parece que no, por su rostro desencajado.

Vuelvo a pensar, pero persisto.

- ¿Ni un poco?

Y se cruza de brazos.

- No. - Rotundo.

Y rayos, me ilusioné.

Sin embargo, apuro mis pasos hacia él porque comenzó a caminar nuevamente, pero deteniéndome frente suyo, extiendo ambos brazos en señal de stop y lo hace, se frena.

Hora de poner en práctica una parte de la seducción que leímos con Paty.

- ¿Estás seguro? - Lo siento, ahora soy insistidora serial y recordando el sitio de internet.

Pose seductora, decía.

Bajo mis brazos y entrelazo mis manos frente mío, seguido a inclinar hacia un lado el cuello y pestañear consecutivamente pero calculando cada uno, con delicadeza femenina.

Creo.

Pero solo consigo que Hades muy extrañado, frunza su ceño sin entender al ver mi acción.

Creo, otra vez.

- ¿Te duele el cuello? - Suelta con aire preocupado.

- No. - Y reafirmo más mi postura seductora como pestañitas.

- ¿Los ojos? - Al ver mi aleteo y pareciendo que le preocupa, porque se inclina frente de mí, y observa con atención primero uno, seguido al otro.

Y mierda.

Me toma de sorpresa eso.

Tres centímetros.

Treinta milímetros para los más perfectos.

Es la distancia que nos separa.

¿O une?

Tres jodidos centímetros que la punta de su nariz y la mía están en un perfecto nivel por agacharse para igualar mi altura y rozarse.

Puedo sentir su perfume.

Puedo ver la intensidad de sus ojos de rasgos exóticos por la mezcla de dos culturas y con claridad, ese color que parece un mar de cobre.

Puedo ver tan cerca y tengo que bloquear la intención de mi dedo de acariciar su relieve, el diseño de sus labios, unos carnosos y con su volumen en forma de corazón.

Y siento mis mejillas arder al focalizar más en ellos.

Calor.

Y más.

Cristo.

Cuando su mirada silenciosa me dice que comprende el motivo de mi acaloramiento y ardor en las mejillas.

HADES

No soy muy fan de los rompecabezas, pero sentía que todo esto entre Marly y yo y mi famoso paso a paso mencionado, eran solo quince piezas de mil quinientos que era el nuestro.

Pero simbólicamente.

Maldición.

Su insistencia ingenua de provocación sin saber que lo tiene.

Perseverancia.

Y la inocencia con su forma de conquistarme en el punto justo en que quedamos ahora.

Cercanos y a milímetros de la tentación de un beso, mientras ella focaliza en mis labios.

Me asalta la seria posibilidad de comerla a besos y con ello, el riesgo que en nuestro rompecabezas de pasar en una gran zancada a mil cuatrocientas piezas de mil quinientas.

Pero, no puedo.

Marly, aún no entendería mi motivo de estar acá.

La causa y con ello, la consecuencia.

Porque, ya no me recuerda.

Y observo fugazmente la hebilla que retiene un lado de su pelo.

Ni siquiera, me reconoce...

Casi 9 años atrás...

Muy despacio y evitando hacer cualquier sonido, abro lentamente la puerta para asomar mi cabeza que y al verme mamá recostada en su cama, sonríe y con algo de esfuerzo de una mano, pero feliz, me dice a modo seña que me acerque.

Yo también sonrío trepando a su cama y me acomodo como puedo a su lado.

- ¿Te sigue doliendo el corazón, mamá? - Despacito y preocupado, le pregunto.

Pero mamá atrayéndome más para acariciar mi cabecita, niega.

- No, cariño. - Dulce. - Solo estoy cansada...

- Por caerte en la calle, ayer? - Y vuelve a negar.

- No me caí, Cibrian. - Me explica sin dejar de acariciar mis mejillas. - Me senté un ratito en la vereda por agotamiento, caminé mucho. - Me dice suave, ya que se cansa. - Y me empezó a doler el estómago por hambre y una niña tan bonita como tu. - Toca mi nariz con cariño, haciendo que sonría. - Llamó a una ambulancia creyendo que enfermé. - ¿Me crees?

Afirmo mientras me dejo abrazar y me acuno más a ella, pero al elevar mi vista, miro su pelo.

- Mamá... - Notando algo. - ...falta una de las hebillas. - Le digo, porque solo tiene una de dos que son el juego.

Asiente.

- Sí y lo siento, amor. - Triste. - Creo que perdí una con toda la confusión de ayer en la calle y mi traslado al Hospital por mi dolor de estómago de hambre.

También me da tristeza, fue un regalo por su cumpleaños que le hicimos con papá.

Yo tuve la idea y papá el que mandó a hacerla en la mejor y prestigiosa joyería del país.

Dos hebillas gemelas y que puestas, entre sus perlas y esmeraldas originales, en un lado forman un pequeño corazón.

- ¿Sabes? - Al advertir mi tristeza por la pérdida. - Cuando mejore... podemos juntos buscar a la chica por si la encontró. - Me dice con cierta voz bajita y entrecortada. - ¿Te parece?

Y feliz otra vez, digo que sí, abrazándola.

Lo íbamos a hacer, pero nunca sucedió.

Ya que el dolor de mamá, nunca fue de estómago ese día y los siguientes por olvidar comer.

Fue, el de su corazón.

Y la despedimos con papá los dos y a muchos hombres que siempre lo acompañaban.

Todos con sus trajes negros, detrás nuestro con respeto.

Y yo tomando su mano y en la otra, sosteniendo la hebilla...

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