Capítulo 9. El leopardo morboso
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
Cuando miraste los ojos de aquel hombre misterioso, tu cabeza te estaba dando señales de advertencia que es alguien sumamente peligroso, pero no le ibas a dar mucha importancia porque es tu próximo cliente. Rob Lucci te pidió que te subieras al auto porque te vio con la bolsa cargada de cosas. Bueno, no era gran cosa, pero no podías negar tal petición. Si es cierto que podías ir caminando perfectamente.
La tensión que se cernía en el coche estaba presente, incluso tú llegaste a pensar que te estabas sintiendo incómoda. Luego te preguntas a dónde te llevará. Él ni siquiera cuestionó el lugar donde vives, simplemente están dando una vuelta alrededor de la ciudad hasta que, finalmente, Lucci decide dar el paso.
—¿Dónde vives? Puedo dejarte en tu casa para que coloques la compra y luego dar una vuelta.
—No quiero ser descortés, pero no me gustaría que mis clientes supieran donde vivo. Lo hago por mi seguridad —confesó.
De alguna manera, a Lucci le gustó esa respuesta. Una presa apreciable y difícil.
—Entiendo. Tengo una nevera atrás en el maletero por si tiene cosas frías —le comentó.
—Se lo agradezco.
De momento, no ha tenido problema con ningún hombre con respecto a su casa. Es una cosa que aprendió de pequeña impartida por su madre. Las mujeres, aunque sean fuertes de espíritu, la fuerza es diferente a la de los hombres. Pero también se está arriesgando a quedar con unos tipos que no conoce. Sin embargo, la empresa siempre hace un estudio antes de realizar su perfil.
Otra vez el silencio. Tal vez Lucci no sea tan hablador. Eso llegaste a pensar. Esa mirada felina daba la impresión de que existe en este mundo solo para dar caza a sus presas. No. Tranquila. Tienes que estar relajada. Te das cuenta de que se estaban alejando un poco de la ciudad. Lucci iba en dirección a un parque gigantesco llamado Elbaf. Uno de los parques más importantes de la ciudad de Grand Line. Mucha gente iba allí para hacer picnic o al parque de atracciones que se instaló.
Tú estabas dudando de que ese muchacho sea un fanático de la diversión. Lo notas en su mirada. Es extraño, pero decidiste no hacer ningún tipo de pregunta. No tardaron mucho en llegar a la zona del aparcamiento del parque de Elbaf y conseguir un hueco. Ya empiezas a escuchar el barullo de los niños o las máquinas de aquel parque en funcionamiento. Ambos salisteis del vehículo y te diriges al maletero para meter la comida fría en la nevera. Este hombre estaba preparado.
—¿Vamos a montar en una de las máquinas del parque temático? —cuestionas.
Lucci no respondió ante aquella pregunta. Bueno, es una manera de que tu cerebro te advierta que no debes insistir. Ya con el coche cerrado caminas junto con él hacia el parque de atracciones. La noria es grandísima capaz de transportar a un montón de gente. Tu mirada se destacaba porque estabas impresionada. No parabas de mover la cabeza de un lado para otro porque había un montón de lugares. No obstante, no le ibas a proponer nada a Lucci.
Ese hombre estaba delante de ti como si nada. Él sabe perfectamente que estás detrás suya, cuál cría persiguiendo a su madre. Muchas preguntas surgían en tu cabeza queriendo conocer un poco más sobre su personalidad o de donde viene. No conseguirás nada porque Lucci es un hombre bastante reservado en todos los sentidos. El silencio es mortal. Tus pensamientos doblegaron tu mente hasta que tu cuerpo choca con el suyo.
—L-Lo siento… —te disculpas por lo bajo.
Ninguna respuesta. Lucci estaba quieto en su sitio con los ojos puestos en un lugar y tú decidiste asomar la cabeza para ver que era. La casa de cristales. Tiene ese nombre debido a que hay un montón de espejos y te puedes ver en diferentes tamaños. Siempre te imaginaste cómo te verías estando delgada.
—Vamos a entrar —habló por fin.
—Es usted mi cliente. Yo haré lo que usted desea.
Palabras mágicas para Rob Lucci que hasta una sonrisa se formó en sus labios estando conforme con tu respuesta. Un escalofrío sientes por tu espina dorsal. No estás segura si es buena señal o no. Simplemente tú acatas la orden y sigues a ese hombre que fue a la taquilla para comprar las entradas. Tú ves por el rabillo a la gente entrar con mucha ilusión, incluyendo niños pequeños.
Con las entradas compradas se fueron directamente a la entrada. Tuvieron mucha suerte de que no hubiese una cola larga. Lucci está sumamente tranquilo y tú estabas todo lo contrario. Solo esperaba que no ocurriese nada malo. Pobre criatura inocente que se estaba metiendo en la boca del diablo.
Cuando entraron, te asustaste de repente porque no pensaste que pasaría un niño así sin más. Ese lugar es un laberinto por lo que se ve. Tú tomaste la decisión de no separarte de Lucci. Él caminaba como si nada, como si conociera ese lugar al pie de la letra. Querías agarrar su chaleco para no perderte y no lo hiciste por miedo a algún comentario por su parte.
Entonces Lucci se detuvo ante una sala bastante pequeña, pero lo suficiente como para que estuvieran ambos. Tu rostro mostraba confusión y mirabas de un lado para otro buscando a alguna persona. De repente sientes la mano de Lucci agarrar por detrás de tu nuca y tú no haces ningún tipo de fuerza. Es más, soltaste un suspiro encantador ante los oídos de ese hombre.
—Que sumisa eres —susurró—. Odio las personas débiles, pero la sumisión es algo que me supera y me excita demasiado.
Esa confesión causó que te sonrojaras de golpe.
—Solo una cosa: ¿serías capaz de tirarte por la ventana si te lo ordeno? —te preguntó a lo que tú niegas con la cabeza. Lucci carraspea la garganta—. No me valen los gestos.
—N-No. —Esa misma pregunta te la hizo Crocodile en su momento.
—¿Ves? No siempre vas a acatar todas las órdenes. —Un dedo se colocó en tu garganta para acariciarte con sutileza—. Soy un hombre dominante y me gusta jugar con mis presas. Tú me has intrigado. De hecho, quiero ver lo que eres capaz teniendo relaciones sexuales conmigo en este preciso instante.
—... ¿Q-Quiere que lo hagamos aquí?
—Oh, ¿te has avergonzado? —se burló un poco. Usó su fuerza para empujarte al cristal. Él es un poco más grande que tú—. El morbo siempre está presente en el ser humano y a mí no me importa hacerlo delante del público. Es mi naturaleza.
Nunca pensaste a llegar que Lucci tuviera cierta fascinación en tener sexo en un lugar público. No podías negarte a nada debido a que firmaste un contrato y has pactado con la empresa. El moreno de rostro felino se iba acercando a tus labios con intención de besarte a lo que abriste un poco tu boca queriendo recibirlo, sin embargo, él se detuvo para admirar tu cara inocente y sumisa.
—¿Me estás provocando? —cuestionó.
—N-No. No es mi intención… —respondes con rapidez.
—Qué mujer tan intrigante tenemos aquí. ¿Tantas ganas tienes de que te folle? —volvió a preguntar. Un grito sueltas porque Lucci agarró tu trasero e hizo que elevaras tus piernas y abrazaras su cintura. Ya notabas aquella erección despertar—. Creo que estar con muchos hombres te está volviendo una pervertida.
—¿E-Eso es malo? —cuestionas.
—No, de hecho, te convierte en algo interesante. —Su mano agarró tu cuello haciendo presión a lo que reaccionas, llevando las tuyas en su muñeca—. No debes temer. Me gusta la asfixia erótica.
—Perdón, es que no estoy acostumbrada a estas cosas —te disculpas.
Cada vez está siendo más interesante para los ojos de aquel hombre felino, no obstante, sus pensamientos más impuros se desvanecieron al escuchar los pasos de los niños entrar y salir por donde están ellos. Luego la miró. Se notaba que tú estabas sonrojada y un tanto avergonzada. Lucci poco a poco te iba bajando a lo que tú suetas un suspiro de alivio.
El hombre movió la cabeza para que lo siguieras. Tal vez cambió de idea porque había mucho niño inocente y no quisieran que los padres les llamase la atención. Definitivamente, tienes enfrente a una persona peligrosa que le gusta el morbo y tomar el control de tu cuerpo. ¿Cuántos hombres dominantes hay en esta empresa? De pronto, sientes tu móvil vibrar haciendo referencia de que recibiste algún mensaje de uno de tus clientes o de alguien nuevo. Ya lo mirarás después porque no quieres ser maleducada con Lucci.
La luz del sol te cegó por unos momentos, pero volviste a acostumbrarte a ello. Tus ojos se centraron en Lucci que está caminando con tranquilidad en dirección hacia el interior del parque, donde hay un inmenso jardín. Tú decidiste seguir. Realmente estabas ahí para acompañarlo, ya sea sexualmente o no, aunque la mayoría de tus clientes han mantenido relaciones sexuales contigo.
—Entonces, ¿te da vergüenza follar en un espacio público? —preguntó Lucci a modo de susurro, pero suficiente para que lo escuches.
—No se lo niego. Sería mi primera experiencia —confiesas con un rubor en tus mejillas.
—Las primeras experiencias son las mejores. Al ser novata, seré compasivo contigo. Sin embargo, esto no será siempre. ¿Está claro?
—Lo entiendo perfectamente.
Lucci se desvió del camino adentrándose hacia los árboles y arbustos del jardín a lo que miras a tu alrededor, asegurándote que nadie los está viendo. Todo despejado. Un suspiro sueltas para continuar por aquel camino prohibido. Lucci encontró un buen lugar; los árboles eran altos para cubrir con sus hojas los rayos abrasadores de aquella estrella y los arbustos son grandes. Imposible de que alguien los vea.
Ahora sus ojos se centraron en ti. Tú estabas cohibida ante esa mirada depredadora. Un gesto de su dedo causó que tú caminaras un poco casi rompiendo aquella distancia que os separaba. Lucci volvió a tomar tu cuello para tener el control absoluto.
—Mala idea en llevar falda, ___ —dijo, atreviéndose a meter su mano para tener mayor acceso a esa zona prohibida. Un suspiro sueltas—. Sin embargo, lo agradezco porque tengo mejores posibilidades de volverte loca.
—Lucci-san. —Grave error de pronunciar su nombre porque él apretó más el agarre.
—Oh, veo que la gatita aprende rápido —añadió con una sonrisa socarrona—. Te pondré a prueba. A ver si eres capaz de no gemir durante todo el tiempo necesario.
Cuando terminó aquellas palabras, tus labios se apretaron con fuerza porque ya sientes aquellos dedos acariciar por encima de tus bragas, estimulando aquella zona. Debes resistir. No sabes por cuánto tiempo, pero esto es una manera de no llamar tanto la atención. Tus ojos no están postrados en Lucci porque te da mucha vergüenza mirarlo, no obstante, él es todo lo contrario. El morbo crecía más en él.
Sientes tus pies moverse por sí solos a causa de Lucci. Tu espalda quedó apoyada en el tronco de un árbol. Tú estás centrada en el placer, ignorando todo a tu alrededor. Tú emites pequeños sonidos, pero no escandalosos para no llamar la atención de nadie. Ya tus bragas se están mojando y un sonido ronco alerta tus sentidos. Fue Lucci que quedó fascinado ante tu rápida respuesta. Una mujer sensible y receptiva en cuanto a sexo se trata.
Él liberó tu cuello para proceder a levantar tu camisa queriendo ver en primera persona tu busto. Luego prosiguió bajando tu sostén. Otro gruñido hizo. Realmente estaba viendo una maravilla. Con esos pechos es capaz de hacer cualquier cosa. Muchas ideas eróticas le estaban surgiendo en la cabeza a ese hombre peligroso. Con sus dedos atrapó tu pezón izquierdo para tirar con mucha fuerza. No gimas muy alto.
—Por tu rostro me indica que te gusta este tipo de trato, ¿verdad? —cuestionó. Tu rostro implica confusión, pero guardas el gemido porque él palmeó con fuerza tu pecho—. Sí, definitivamente eres un poco masoca. —Él sonríe lascivamente—. Creo que me voy a divertir mucho contigo.
No sabes en qué momento, pero realmente te gustó ese trato. Lucci volvió a repetir, viendo que reprimías aquellos gemidos. De verdad, le estabas gustando mucho porque el orden que da, tú lo acatas a la perfección. Por poco más y abres la boca para liberar un suspiro sensual al sentir un dedo entrar en tus entrañas y golpear con mi firmeza. Tus manos se agarran a sus ropas. Tus piernas tiemblan, sintiendo que en algún momento ibas a caer.
Ahí te dabas cuenta que Lucci no es una persona que le gusta regalar flores o una caja de bombones; más bien, es un bruto que le gusta el sexo duro. Es lo que más le llama la atención en este mundo. Tus sonidos se agudizan al escuchar unos adultos aproximarse, pero no lo suficiente para percatarse lo que estaba ocurriendo. Tu corazón estaba latiendo con mucha fuerza a causa de los nervios. Tus ojos imploran que se detuviera, pero él continuará con aquel tortuoso momento.
Lucci inclinó un poco su cuerpo para tomar con su boca tu otro pezón. Aquellos dientes son capaces de sacarte algún que otro suspiro, pero lo retienes. Esos gemidos silenciosos lo incendian aún más. Eres una mujer muy interesante para sus ojos. Ya aquellos botones estaban endurecidos, al igual que tu clítoris que imploraba por más atención.
Tus ojos se volvieron en blanco, ya no pudiendo pensar más. Estás a punto de sucumbir a lo que tapaste tu boca con la mano porque sabes perfectamente que ibas a gritar. Tus paredes vaginales aprisionaron, no uno, sino varios dedos llegando al ansiado orgasmo. No hiciste ningún tipo de ruido. Nadie ha sospechado en ningún momento.
Unas cuantas lágrimas de placer resbalaban por tu rostro. La verdad es que te sentías débil ante ese hombre. Tus oídos se agudizan al escuchar la cremallera y el botón de aquellos pantalones para liberar su hombría. Estaba claro que no se iba a detener por nada en el mundo. Lucci se iba posicionando entre sus piernas para ir entrando poco a poco en sus entrañas.
—Estás muy caliente —dijo. Se notaba que su afición es tomar tu cuello, ¿verdad?—. Has pasado la mitad de la prueba. Vamos a ver si eres capaz de acallar tus gemidos, mientras te esté follando como un verdadero animal.
Cuando dijo eso, aquellos movimientos parece que te estuvieran sacando el alma. Lucci agarró tu trasero para alzar tus piernas y que se quedaran ancladas en su cintura. Definitivamente, este comportamiento es el de un verdadero animal. De pronto, él te besó con fiereza acallando más aquellos sonidos lascivos. Esa lengua jugaba con la tuya demostrando un poder increíble.
Esas estocadas son un tanto profundas. Tus dedos agarraban con desesperación sus ropas sintiendo que te ibas a desvanecer en cualquier momento. Un hombre salvaje que busca diversión. Luego cambió de posición donde le das la espalda y empala de nuevo su envergadura. Te muerdes la mano para no emitir ningún sonido. Te estabas haciendo daño sin querer. Eso incendió a Lucci. No sabes cuanto.
El detonante se activó porque él se movió con mucha más rapidez que antes, tocando puntos que tú desconocías que existían. Implorabas no desobedecer aquella orden, pero estaba siendo difícil y lo haces porque hay niños de por medio. El morbo de que alguien los observaba provocaba que tu sexo se mojara aún más y apretara el pene de Lucci. Este gruñó por lo bajo bastante complacido.
En ningún momento él eyaculó. Tal vez porque tiene bastante resistencia que el resto de clientes. Ya tus manos te estaban doliendo al mantenerlas apoyadas en el tronco de aquel árbol. Lucci tomó tu pierna izquierda para elevar y profundizar las estocadas. Ya sientes un segundo orgasmo aproximándose. Debes resistir. No. Esto estaba siendo bastante difícil para ti.
Y el clímax llegó y pudiste notar aquel esperma llenar tu vagina. Tus ojos se volvieron en blanco por el calor y la sensación de estar satisfecha. Lucci se separó de ti para que recuperes el aliento a lo que tu cuerpo iba cayendo lentamente porque has perdido un montón de energía ante ese orgasmo.
Tus ojos estaban cerrados. Grave error en volver a abrirlos porque te encontraste enfrente el miembro de Lucci muy cerca de tu rostro. Solo significaba una cosa. Casi tiene el mismo tamaño que el resto de clientes que atendiste. Con timidez lo tomas y lo ibas masturbando y no tardas diez segundos para realizar una felación. Aquel sabor amargo de su esperma aún estaba presente, pero adictivo al mismo tiempo.
Lucci estaba maravillado porque has adquirido bastante experiencia con el resto de hombres, incluso se atrevió a darte una cachetada suave. Esa mirada lujuriosa que le estabas dedicando, le daban ganas de corromperte aún más. Él agarró tus cabellos con fuerza importando poco si te estaba doliendo o no, solo quiere que sigas con tu quehacer de limpiar todo el desastre.
Tu lengua jugueteaba con ímpetu su glande. Joder, lo vas a volver loco porque estaba apretando más el agarre para que continuaras. Aquellas venas indicaban que él estaría a punto de explotar. Y así fue. No tuviste elección que ir tragando poco a poco. No dejar ninguna prueba para que nadie sospeche. La cantidad era inmensamente grande producto de aquella pastilla de hormonas.
No te dio tiempo a reaccionar porque Lucci agarró tu brazo para que te levantaras y quedaras apoyada en el tronco. Por un momento, te estremeciste ante su mirada depredadora. Sus dedos tocaban con sutileza tu labio inferior a lo que no resistes en abrirlo un poco.
—Definitivamente, eres una mujer bastante intrigante —dijo—. Eres bastante obediente ante mis peticiones. —Desde su chaqueta sacó un pequeño sobre. Ya sabes lo que significaba—. Espero volver a ver pronto.
—Lo mismo digo, Lucci-san.
Tú tomas aquel sobre, mientras Lucci se encargó de volver a vestirte. Te dio algo de pena y vergüenza de que él se estuviera preocupando en ese aspecto. Tal vez no sea alguien frívolo del todo. Ya estabas decente para salir de aquel lugar secreto junto con Lucci. Y vuestros caminos se separaron al instante.
Un suspiro sueltas sabiendo perfectamente que ese hombre es complicado. ¡Oh! No te olvidaste del mensaje de la aplicación. Tu corazón latió con mucha fuerza porque te escribió Donquixote Rosinante pidiéndote si era posible verse esta noche; necesita tu compañía.
¿Cómo negar a tu primer cliente ante esa petición?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top