Capítulo 23. Misión arriesgada
La seguridad es lo primordial, eso te lo dijo Smoker. No salgas de tu casa hasta que tengas noticias de que han capturado a Spandam. Sin embargo, las cuatro paredes de tu hogar no te están poniendo a salvo, todo lo contrario. Cada vez estás más nerviosa porque desconoces si ese hombre aparecerá en tu casa. Si una vez se puso en contacto con tu padre, es posible que lo haga de nuevo.
Tus ojos están centrados en el móvil, esperando alguna respuesta de Smoker. Él es el único que te transmite confianza. No mencionar al resto. Te preguntas cómo estarán. ¿Te echarán de menos? No lo sabes con certeza. Desearías que nada de esto hubiese pasado o que tu madre no se hubiera enfermado. Tendrías una vida normal y llena de felicidad.
Escuchas un tono de llamada. La pantalla indica un número desconocido. Tu corazón late con intensidad al pensar que podría ser tu acosador. Dudas en contestar la llamada, pero podría ser una pista para conocer el paradero de Spandam. Con valentía, tomas el celular y respondes.
—¿Diga?
—Eres inteligente, ___.
Sin duda alguna, es su voz.
—¿Sabes? La policía me está buscando. De hecho, todo el maldito mundo —murmuró el hombre—. Nunca imaginé que tu difunto padre te hubiera dejado una carta.
Esas palabras te alarmaron. ¿Tu padre había muerto? Sientes una fuerte presión en tu pecho mientras te sientas en el sofá, pensando que tus fuerzas te van a fallar.
—Veo que mis palabras te han afectado —dice él.
—... ¿Qué le pasó a mi padre? —preguntas con voz temblorosa.
—Oh, solo fue un pequeño accidente de coche a cien kilómetros de aquí. Fue un desliz del gatillo —dice con frialdad.
—¡Eres un monstruo!
—¿Vas a insultarme? No sería la primera vez. De hecho, disfruto escuchándote decir palabras obscenas —afirma con una sonrisa maliciosa.
—¡¿Qué quieres de mí?! ¡No conseguirás nada porque mi padre rechazó tu oferta! —le gritas, la ira palpable en cada palabra.
—Solo te quiero a ti. La verdad es que me llamaste la atención desde que te vi por primera vez. Tan inocente y perdida...
—¡Cállate! ¡No quiero escucharte más! ¡Te aprovechaste de la vulnerabilidad de una familia!
—Y nunca imaginé que fueras tan... interesante —continúa él, ignorando tus súplicas—. Aunque, claro, hubiera preferido ser yo el que... en fin, no esos patanes.
Se notaba en su voz que estaba furioso por no conseguir lo que quería. Sospechas que quizás él deseaba obtener algo muy personal tuyo. Son muchas las teorías que pasan por tu cabeza.
—Hagamos un trato —propuso de nuevo—. Ven a mi casa a jugar un rato. Si lo haces, te dejaré en paz.
—... No te creo.
—¿Y alguna vez has creído en esos ricachones?
Es una buena pregunta. Ellos no te han mentido en ningún momento. Una gota de sudor resbala por tu sien. Estás llena de dudas. Spandam, en realidad, sabe cómo manipular a las personas para beneficiarse de su plan.
—Escucha, quiero divertirme contigo. Cásate conmigo y olvidémonos de este asunto. Pero te advierto, si intentas llamar a tu amigo Smoker, lo lamentarás —amenazó.
Te sientes atrapada. Miras el reloj y ves los minutos pasar. Es un sentimiento contradictorio que no logras describir con claridad. Aprietas los labios, conteniendo todos tus remordimientos. Desearías que tus familiares estuvieran aquí para decirte qué hacer. Te sientes completamente perdida.
—... Está bien.
—Qué buena chica —dice él con sarcasmo—. Nos reuniremos en la dirección que te enviaré por correo electrónico.
El hombre colgó la llamada de inmediato. Un minuto después, recibes la dirección. Está a una hora en transporte público. Te preguntas si será su casa. Al comprobarlo en Google Maps con tu móvil, descubres que es un edificio abandonado. No te gusta nada la idea, pero no ves otra opción. Solo esperas que Smoker haya intervenido tu teléfono o algo similar para rastrear tus movimientos.
Ya estás lista para salir de casa. La incertidumbre sobre el aspecto de Spandam te pone nerviosa. Seguramente será un tipo desagradable, piensas. Tomas el primer autobús que pasa. Está casi vacío. No hay nadie conocido que pueda ayudarte. Te sientas en la parte trasera, intentando pasar desapercibida.
El autobús avanza lentamente, pero no hay prisa. El sujeto no especificó una hora de llegada. Sin embargo, deseas terminar con esta situación. Quisieras tener un arma para defenderte de tu acosador. Detestas sentirte tan vulnerable. Mientras miras por la ventana, observas a los niños paseando con sus padres y a jóvenes tomados de la mano. Siempre imaginaste una vida con alguno de tus ex clientes.
Te preguntas, si hubieras seguido ese camino, ¿a quién habrías escogido?
—¿___?
Una voz conocida llamó tu atención. Giras la cabeza y te encuentras con Izou. ¿Qué hace él en el autobús?
—No esperaba verte por aquí —comentó el hombre de la cicatriz y labios carmín—. ¿Puedo sentarme?
—... Sí, claro.
Izou se sienta a tu lado, adoptando una pose tranquila, aunque se percibe una tensión subyacente entre ambos. Recuerdas la última vez que os visteis. Él tuvo un momento de dominancia contigo, dejando claro de lo que es capaz. Ahora, su presencia te resulta extraña.
—¿Cómo estás? —pregunta.
—... Bien, todo bien.
—¿Estás segura? Te noto... tensa —comenta—. Y lo puedo entender, después de que te marcharas de la empresa.
—Sinceramente, me siento muy incómoda —confiesas, apartando un mechón de tu cabello de la cara.
Izou no es idiota. Todo lo contrario. Es una persona capaz de comprender el estado de otro individuo con solo mirarlo. Tú simplemente no quieres hablar del tema. Cómo te gustaría que él te acompañase, pero es una situación arriesgada. Ninguno de los dos ha vuelto a hablar. Solo te centras en tu objetivo y miras de vez en cuando el móvil para no perderte. Izou se dio cuenta.
—¿Por qué tanto interés en un sitio abandonado? —preguntó.
—No es asunto suyo.
—… ¿Alguien te está amenazando? —volvió a preguntar con un tono serio.
—Y yo te repito que no es asunto suyo —repites.
—___, puede que sea el hombre más curioso de esta tierra, pero cuando veo que una señorita bella como tú va a un sitio de esos… Me preocupa —confesó.
—No… No puedo decirlo.
Eso alarmó al onnagata japonés. Una gota de sudor iba resbalando por su sien, preguntándose si iría contigo. Tu rostro indica que no hay mucha seguridad. Él apretó los labios con cierta incertidumbre.
—___… déjame ayudarte —susurró para que nadie más los escuchara—. No quisiera que te pasara algo malo. Y yo creo que tú tampoco.
Tus dedos se mueven con nerviosismo. En realidad, no sabes qué hacer. Izou te da cierta seguridad, al igual que Smoker. Asientes, aceptando que el moreno te acompañe. Solo pidió que no fuera descuidado para no llamar la atención, a lo cual el hombre comprendió.
Ambos llegaron a tu destino. Izou mantuvo la distancia, o más bien, se hizo el loco y fingió no conocerte. Mientras tú te adentrabas en el edificio, el aire frío se te calaba en los huesos, lo cual no era bueno para tu salud. El piso era enorme, con siete plantas, y no sabías a cuál ir. Tu pregunta se resolvió al recibir un mensaje de Spandam: la quinta planta.
Tus ojos miran atrás buscando a Izou. El nombrado está escondido; no quiere que tu seguridad sea en vano. Suelta un suspiro, ya decidida a subir por las escaleras. Estás nerviosa y solo esperas que todo salga bien. Está claro que es una misión arriesgada.
Finalmente, llegas a la quinta planta. Buscas con la mirada al sujeto hasta encontrarlo. Es un hombre bien arreglado, con cabello lila largo y despeinado, y una máscara que cubre su rostro, dándole un aspecto casi asqueroso a tus ojos. Tiene que ser Spandam.
—Vaya, vaya… Al fin llegas —dice con una sonrisa cínica.
—He tenido… problemas con el autobús —mientes un poco.
—Bueno, eso podemos obviar. Ven aquí —te exige.
Ahí está la petición que tanto temías. Ibas caminando lentamente hacia él. Verlo de cerca te dan ganas de escupir saliva en su cara o vomitar. Este tipo es tu peor pesadilla. Fue la causa de que todo esto sucediera. Tus padres aún seguirían viviendo.
—Eres tan bonita —murmuró. Él se atrevió a agarrar un mechón de tu cabello, causándote repulsión—. Me da mucha envidia que te hayan tocado.
—Ya me tienes aquí —dices a punto de retirarte, pero él agarra tu muñeca con violencia.
—No, bonita. Tú no te irás de aquí.
Izou está detrás de una columna escuchando la conversación. Se está preguntando quién era ese tipo y porque te trataba de esa manera. El moreno sacó de su abrigo un revólver; él siempre portaba un arma porque tenía permiso. Si tiene que protegerte, lo hará.
—¿Sabes? Es una lástima que tu padre no haya aceptado desde el principio mi oferta. Así hubiera salvado a tu madre —comentó. Sus palabras son puro ácido.
—¿Por qué yo? —preguntas.
—Ya te he dicho el motivo. Eres muy bonita para cualquier hombre y no quería perder la oportunidad de sacarte de ese mundillo de pobres —iba explicando, mientras sus dedos acarician el contorno de tu mandíbula—. Imagínate las posibilidades de tenerte conmigo.
—No soy gran cosa.
—¿Ah, no? ¿Y cómo me explicas que te hayas acostado con todos esos hombres? —El tono de voz que empleó te dio cierto miedo.
—Necesitaba dinero para el tratamiento de mi madre —te explicas.
—Yo lo sé, y me da mucho coraje. —De pronto, él agarró tus cabellos con fuerza haciéndote daño—. Ahora vas a ser una buena niña y harás lo mismo.
—¡N-No quiero!
—Oh, si que lo harás. Yo tengo todos los vídeos de ti, follándote a esos hombres. Si los publico, entonces revelaré que esos ricachones les gusta estar en una empresa y pagar a las pobres.
Estás entre la espada y la pared. Aunque ya has renunciado a trabajar con la empresa Kanemochi, no quieres poner en peligro a tus ex clientes.
—¡Déjala!
El grito de Izou sorprendió al individuo, quien te giró y te dio la espalda. Tus ojos se abrieron de par en par al ver que el moreno portaba un arma. Lo peor de todo era sentir algo metálico y frío en tu cuello. Spandam sostenía un cuchillo.
—Me dijiste que vendrías sola —recalcó.
—Iba a hacerlo —aclaró Izou—, pero nos tropezamos y sé perfectamente que los ojos de una mujer muestran una gran verdad.
—Ah, ya sé quién eres —comentó, ampliando más la sonrisa—. Eres uno de los clientes de mi chica.
—¿Mi chica? ¿Qué clase de persona eres tú que la amenaza de muerte con un cuchillo?
—Porque es mía.
—Date cuenta de una cosa: es su cuerpo. Ella hará lo que le venga en gana.
Las palabras de Izou son sorprendentes y poderosas. A pesar de haber tenido solo un encuentro sexual y una quedada, está demostrando mucho. Un caballero sin armadura dispuesto a proteger a una dama en apuros.
Spandam comenzó a reírse.
—Tú no sabes nada.
—Cierto. No la conozco mucho, sin embargo, no puedo permitir que le hagas daño.
A Spandam no le gustó mucho esa frase, y presionó más el cuchillo causándote daño. Izou estaba dispuesto a disparar; no iba a permitir que te sucediera algo. De pronto, sin esperarlo, muchos agentes aparecieron de la nada, apuntando al acosador. Spandam se sintió acorralado en ese instante y no entendía el motivo.
Uno de los policías pidió a Izou que bajara el arma, a lo cual aceptó porque no quería meterse en problemas. Fue ahí cuando apareció Smoker con un semblante serio. Tus ojos empezaron a inundarse de lágrimas porque te sentías a salvo.
—¡Spandam! —ordenó Smoker—. ¡Suéltala ahora! ¡Ya no tienes escapatoria! ¡Tenemos todas las pruebas contra ti!
—¡No! —gritó Spandam—. ¡Es mía!
—¡No seas estúpido y arrogante! —replicó Smoker—. ¡Si fuera tuya, la dejarías ir sin lastimarla!
El peli-lila está atrapado. No tenía escapatoria por ningún lado. Todo está acabado para él. Entonces te empujó y caíste en los brazos de Smoker. Todos los agentes aprovecharon el momento para esposarlo. No parabas de llorar. Pensaste que este iba a ser tu final, pero no fue el caso.
Smoker intentó tranquilizarte mientras miraba de reojo a Izou, quien estaba tomando declaración de lo sucedido. Ambos se miraron y asintieron mutuamente, como una forma de respeto.
Ya todo ha acabado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top