Capítulo 21. Una esperanza

—¿Tenía una cita concertada con el señor Charlotte?

Primer objetivo: Charlotte Katakuri. Esa amenaza no te gustó para nada por parte de ese desconocido. Tienes que cumplir todo lo que te dice. Le hubieras contado la verdad a Smoker y él intentaría todo lo posible para buscar a tu agresor, pero la inseguridad te carcome y muchas dudas surgen en ti.

—N-No —respondes con sinceridad.

—Siento decir que sin cita no puede ver al señor Charlotte —te dije una mujer mayor y con arrugas. Nariz larga y una cicatriz que recorre su rostro. En su chapa dice Brulee.

—Entiendo… ¿Y dónde puedo…?

—A través de nuestro correo electrónico o nuestra página web. —Brulee sacó de su cajón una tarjeta con toda la información para entregártela.

—Gracias. —Esperabas poder verle.

No ibas a discutir con ella porque no te sale rentable. Sueltas un suspiro de rendición y te das la vuelta para irte. Y al hacerlo, aquel a quienes consideran el hombre perfecto, hizo acto de aparición. Se veía tan apuesto con ese traje negro y, por costumbre, con su bufanda que combina a la perfección con su vestimenta.

Katakuri abrió los ojos de par en par no creyendo lo que estaba viendo. Tú cruzas los dedos para que no te dé la espalda o algo por el estilo. El hombre se mantuvo firme en su compostura y caminó directamente a su despacho. Tú agachas la cabeza sabiendo lo que significaba. Él no quiere saber nada de ti después de lo ocurrido. Tampoco lo vas a insistir. Buscarás a otro hombre. Te despides de la secretaria de Katakuri y…

—Brulee quiero que canceles la cita de las dos. La señorita es una vieja conocida.

Sus palabras te sorprendieron.

—¡P-Pero esa cita…! —se alarmó.

—No voy a discutir. —Katakuri abrió la puerta para luego mirarte—. Adelante, señorita ___.

No has tardado un segundo en acatar su orden. A Katakuri le gustó, al fin y al cabo, eres sumisa cuando quieres. El peli-granate miró a su hermana, como una forma de advertir que no abriese la puerta. Ella te estaba echando maldiciones porque no confía en ti. Y es muy normal.

Estás nerviosa. No sólo porque estás a solas con un hombre dominante, sino que tu agresor puede estar acechando. Pero ¿cómo? Una duda difícil de responderse así sin más.

Ya estás a solas con ese hombre mayor. Katakuri caminó hacia su mesa para tomar asiento e indicó con la cabeza que hicieras lo mismo, pero enfrente. No ibas a desobedecer tal petición, así que lo hiciste. El silencio se hace inminente, pero lo único que no ha cambiado es la mirada depredadora que te dedica Katakuri. Un tipo con ganas de jugar y saber que su juguete favorito está aquí, aunque se guarda las ganas.

—¿Se puede saber qué haces aquí? En ningún momento dijiste que tendrías interés en conocer mi empresa.

—Digamos que… quería hablar con usted —tartamudeas. Oh, la gran debilidad de Katakuri.

—¿Hablar? —repitió.

—Me he dado cuenta que… me he obsesionado.

Katakuri se acomodó en su asiento porque, cuando dijiste esas palabras, una punzada notó en su entrepierna.

—¿A qué te refieres? —preguntó con voz ronca.

—Que me es imposible dejar de pensar en usted —piensas primero antes de decir—. Me trata muy bien, a pesar de que jugamos a ese roleplay.

—... Señorita ___, usted dejó la empresa —aclaró—. Si de verdad quisiera estar conmigo…

—Mi intención no es volver a la empresa —dices—. ¿O acaso todo tiene que ser a través de un papel?

Una buena pregunta para Katakuri. La verdad que él se impresionó mucho que te atrevieras a venir aquí para ofrecer sus servicios de nuevo, pero sin que esté presente la empresa Kanemochi. Arriesgado e intrigante. Sus dedos toquetean la silla a modo pensante, una música un tanto angustiante para ti.

Tú estás inquieta con todo esto, incluso tú desvías la mirada en búsqueda de alguna cámara. No hay nada, ¿no? Además, hay un montón de guardaespaldas en esta compañía y es muy difícil que dejen entrar a un desconocido tal que así.

—No puedo aceptarlo —respondió tajante—. Estaría incumpliendo una condición.

—Entonces… ¿Hay otra empleada que satisfaga sus deseos?

Una pregunta. Una respuesta.

—No —contestó sin ninguna duda.

Tus mejillas se tornan rosas ante esa voz autoritaria. Katakuri, cuando quiere, hace todo lo posible para intimidar a una persona usando el sonido que transmite su garganta para hablar. La tensión que había antes estaba creciendo.

Crees estar entendiendo que Katakuri se está aguantando las ganas de tocarte porque está incómodo en su asiento. Solo hay una manera de detonar ese momento.

—¿Y por qué no me toma, Daddy?

Un gruñido gutural salió de la garganta de ese hombre maduro.

—Estás jugando con fuego, baby. —Él siguió con el juego.

—Sé que me echa de menos. —Tú te levantas de tu asiento para rodear la mesa y estar a su lado—. Puedo percibir que le cuesta respirar ante mi presencia.

—Son cosas tuyas. —A Katakuri le costaba desviar la mirada y, más aún, sus ojos están centrados en tus pechos grandes. Vaya, no se había percatado que llevabas escote.

—Yo quiero jugar con usted.

Y él también. Se está aguantando las ganas de tomar tus muñecas y que te sientes en su regazo. Volver a escuchar tus gemidos, mientras va tocando tu trasero o tus pechos. Mierda. Los pensamientos impuros están dominando su mente. Las provocaciones no son buenas para él. Katakuri carraspeó la garganta.

—No es el mejor sitio.

—Entiendo. —Tu cuerpo se aleja, dejando a un Katakuri hambriento.

—Pero… puedes pasarte por mi casa. Ya sabes dónde vivo —te indicó.

—Entonces… ¿quiere que vuelva sin estar en la empresa?

—Me interesas. No tengo ojos en otra mujer que no seas tú. —Él aproxima sus dedos a tu rostro para acariciar tu mejilla rosada—. Y que no tengas contrato, eso no me impide las ganas de… querer estar contigo.

—¿Y ganaré dinero? —preguntas.

—¿Solo te interesa eso?

Tus ojos parpadean ante esa cuestión. No. Imposible. No puede ser que este hombre tenga un sentimiento fuerte hacia ti. O eso quieres interpretar mediante sus palabras.

—Lo veo está noche, Katakuri-san —dices. Él agarra tu muñeca impidiendo que te marches.

—___… hablo en serio. Me interesas como mujer, no como una cualquiera.

—... Katakuri-san… No puede…

—Ahora sí que puedo porque no hay un contrato de por medio —te interrumpió—. Bueno, el nuestro sigue aún en pie, pero el de la empresa no. Puedo decirte lo que siento y, de verdad, me sentí impotente al saber de qué te retiraste. No sabes la alegría que me dio al verte de nuevo.

Un hombre mayor enamorado de una joven. Esto debe ser ilegal. Además, en ningún momento habéis tenido una cita. Solo esos encuentros fortuitos, es decir, en la cama o en cualquier sitio para tener sexo. Tus cuerdas vocales no podían pronunciar algún sonido porque te quedaste muda. ¿Y si el resto te confesara lo mismo? ¿Cómo lo harías?

Te sorprendes porque Katakuri tomó tus manos con delicadeza para que despertaras sutilmente de tus pensamientos. Es difícil desviar la mirada. Esos ojos granates inspiran confianza. Al igual que sus caricias en tus nudillos.

—T-Tengo que irme —respondes con timidez.

—¿Quieres… cenar conmigo?

—¿Para luego…?

—No niego que me gusta tu cuerpo, pero quiero conocerte a fondo —confesó.

—... Está bien —aceptas.

Katakuri sintió un alivio en su corazón. El mayor estiró uno de sus brazos para tomar una tarjeta pequeña. Ahí está el número de contacto de él.

—Quisiera que guardases mi número para cualquier cosa —recomendó Katakuri—. Te veo esta noche, señorita ___.

♥️♥️♥️♥️

Durante el camino tú sostenías con tus manos la tarjeta que te entregó Katakuri. Esa confesión te está haciendo dudar. Realmente no es buena idea que los sentimientos estén presentes.

Una notificación escuchas de tu móvil. Un mensaje desconocido. No estás segura si es spam u otra cosa, pero decides abrir el mensaje. Tus ojos se agrandan. Son imágenes del despacho de Katakuri, donde estabas tú.

Ese mensaje dice: «Espero que está noche muestres tu lado pervertido».

Todo tu cuerpo empezó a temblar. Tu acosador te está persiguiendo y quiere ver un espectáculo. Tu instinto te indica que debes contárselo a Smoker porque está siendo demasiado y, por otro lado, tienes miedo de lo que pueda ocurrir.

El ruido de los niños despierta tu preocupación. Estás en un parque. No sabes cuántos kilómetros has caminado, pero lo suficiente como para sentarte en un banco e intentar despejar la mente, y aclarar tus dudas. Quieres pedir ayuda a alguien y no puedes.

No evitas llorar en silencio. Cómo te hubiera gustado que tus padres estuviesen aquí para…

—No pensé encontrarla aquí.

Una voz siniestra y atractiva llamó tu atención. Es fácil de reconocer. Tus ojos miran hacia arriba y te encuentras con Rob Lucci. Es raro que él esté por aquí. El moreno se sentó a tu lado manteniéndose callado. Cree que no es un buen momento para decir alguna palabra.

—La noto… preocupada.

—Estoy bien —musitas.

Los ojos de Lucci se clavan en tus manos. Aún sostenías el móvil y seguías temblando y llorando. Él no es estúpido.

—No puede mentirme. Sabe bien cual es mi oficio y puedo ayudarte.

—¿No ha venido a pedirme tener sexo? —preguntas, como si conocieras su naturaleza—. Yo no le intereso.

—Escucha, no quiero usar un método convincente y difícil para el ser humano. —Lucci sacó de su bolsillo el móvil—. Con un solo botón yo puedo descubrir los mensajes ocultos de los que están a mi alrededor. Trabajo para el Gobierno… y lo sabes bien.

¿Y si tu acosador lo descubre? No estás segura de qué hacer. Te muerdes el labio inferior con muchas dudas.

—Hágalo —susurras.

Lucci entendió la indirecta. Usó sus habilidades de investigador encontrando aquel mensaje y las fotos. Frunció el ceño con mucha extrañeza.

—¿Un acosador?

—N-No sé que hacer… Quiere que… vuelva a acostarme con mis clientes…

—Debe ser un enfermo solitario que no sabe llevar sus problemas —murmuró el hombre.

—Me dijo que está obsesionado —añades otro comentario.

—... Averiguaré quién es para que no te moleste.

—¿Por qué lo haces? Yo no te intereso, salvo en el sexo.

Una pregunta incómoda para Lucci. Está claro que él no tenía la respuesta que buscas, por lo que decides levantarte para marcharte. No obstante, él agarró tu muñeca cogiéndote desprevenida.

—Quiero ayudarte. No estás sola.

Una esperanza.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top