Capítulo 2. Primer cliente
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
Desde que te contrataron en la empresa, al día siguiente decidiste dejar el trabajo como limpiadora de casas. Eso sí, a las señoras de esas casas no les gustó demasiado. Es mejor eso, antes de seguir trabajando en un lugar que no te iban a pagar de más. En tu móvil ya estaba instalada la aplicación que te comentó Stussy. Ahí estaba todo. Foto, información acerca de tu cuerpo —por eso las medidas—, estudios, trabajo, disponibilidad… ¡Todo! ¡Era tu perfil profesional en esa empresa!
Tú estabas disponible en cualquier día de la semana, menos los sábados y los domingos por la mañana porque querías dedicar tu tiempo en estar con tu madre. Estás un poco impaciente porque no estabas segura quién verá tu perfil y si tendrá interés en quedar contigo. Son los hombres quienes contactan contigo.
El contrato que firmaste, hablaba sobre las condiciones que te comentó Stussy. Aparte hablaba sobre los gastos en los hoteles o en cualquier actividad, que no debe preocuparse porque eso se encargaba la empresa o los mismos hombres ricos. También se mencionaba que, en el caso de que haya un encuentro sexual —que es el 99’9%—, se les hace cada dos semanas exámenes para ver indicios de alguna enfermedad sexual, tanto a ti como al cliente. Y, por último, los clientes se toman una píldora para reducir la cantidad de espermatozoides para evitar el embarazo.
Eso último te impresionó demasiado, pero también te fijaste que son personas que no les gustaba el condón o utilizar métodos que afecten a las mujeres. Condiciones de igualdad, o eso creías.
Dos días esperaste y recibiste una notificación proveniente de la aplicación. Tu corazón estaba latiendo con mucha fuerza. Dudabas si abrir o no. Tú necesitabas con urgencia el dinero para el tratamiento de tu madre. Solo suplicabas que la persona que haya visto tu perfil y te haya hablado sea alguien normal. ¡Bien! Abriste la app y, sin querer, se te escapó un gemido al ver la foto de tu primer cliente.
Nombre: Donquixote Rosinante.
Edad: 36 años.
Altura: 215 cm.
Estatus: detective privado del cuartel de Marineford.
¡Casi tu corazón se te salía de la boca!
Ese hombre le escribió un mensaje a modo de saludo. Educación ante todo. No dudaste en responder. Él te seguía contestando a cada momento y te preguntó si era posible verse el viernes por la noche. No dudas en aceptar.
Ahora estabas en la calle apoyado en la pared, mientras veías pasar a la gente. En cualquier momento podría aparecer ese hombre, pero llevas un buen rato esperando algún tipo de señal. Tu móvil no recibió ninguna notificación de la aplicación. ¿Y si se le olvidó? ¿Y si esto solo es una broma?
Un suspiro salió de tus labios y estuviste a punto de marcharte a punto de rendirte con tanta espera.
—¡Perdón por el retraso!
Pero una voz causó que te mantuvieras quieta en tu sitio. Tus ojos (c/o) se abrieron de par en par. Dios, en persona era más atractivo que en las fotos. Un hombre no muy mayor que no aparentaba ningún tipo de arruga y una sonrisa de oreja a oreja que transmitía sinceridad ante todo. Tus mejillas estaban ardiendo con mucha fuerza.
—Perdona, no pensaba que el tren se fuera a retrasar —se disculpó el hombre.
—N-No se preocupe, Donquixote-san.
—Eres muy bonita en persona —confesó el hombre con un rubor en sus mejillas también.
—U-Usted también es atractivo en persona. —Los nervios se estaban apoderando de ti. Normal, estas son las consecuencias de estar enfrente de un hombre y volverte tímida.
—Por mi retraso, quisiera invitarla a cenar, si es posible.
Rosinante era un hombre que no tenía ningún tipo de prisa. Tú asentiste, mostrando una sonrisa dulce que derretería el corazón de cualquier hombre. Y la cena se refería a comer en el hotel, su cita. Tú estabas sorprendida que Rosinante fuese alto. Cualquiera diría que era tu padre, en vez de un cliente a quien atenderás esta noche. No. No debes pensar nada. Sólo déjate llevar. Esa es la mejor elección.
El hotel era lujoso. Solo personas adineradas como Rosinante son capaces de permitirse estar en un hotel de gran lujo. Menos mal que tú portas un vestido rojo de falda corta y hombros descubiertos con un poco de escote para ir elegante a tu primera cita, y así demostrar que también eres una persona poderosa. Y eso que el vestido no te lo ofreció la empresa.
Antes de ir a la habitación, acompañaste a Rosinante al comedor para cenar con suma tranquilidad. La camarera os guio hacia una mesa cerca de un acuario lleno de peces. Tú no podías apartar la mirada ahí. ¿Cómo podía ser que tuvieran un acuario acá? Respuesta simple: el director tendrá mucho poder. Escuchaste a Rosinante pedir un vino de lo más caro y luego la camarera les entregó la carta.
—Me siento un poco incómoda —confesaste, llamando la atención del hombre de cabellos rubios—. Es la primera vez que entro a un sitio así.
—Oh, bueno eso ocurre —rio con suavidad.
—Me sorprendió que haya llegado en tren y no en un coche lujoso.
—Como habrás visto mi perfil, mi profesión no me permite llamar la atención —dijo—. Nah, es solo que el motor de mi coche se tuvo que fastidiar hoy. Llevo conmigo la mala suerte. —Rosinante sacó de su bolsillo de la chaqueta un paquete de cigarros y el mechero—. ¿Te importa?
—No, no se preocupe. —De todas maneras, estaban en la zona de fumadores y no podías reprochar. Entonces, te fijaste en una cosa en su hombro izquierdo. Parpadeaste, asegurándote que eso no eran imaginaciones tuyas—. Esto… ¡Donquixote-san, su hombro!
El hombre tardó unos segundos en reaccionar y cayó al suelo para empezar a rodar. Una gota iba resbalando por tu sien y quisiste levantar para ver si estaba bien, pero Rosinante se adelantó y sacudió su hombro quemado.
—Oh, perdona. Soy una persona torpe. Me da vergüenza haberte mostrado este lado mío —contestó, carraspeando su garganta y rascar su nuca.
—¿Se encuentra bien?
—Gracias a Dios, sí —rio por lo bajo.
Que hombre tan curioso. No evitaste reír bajito con cierto nervio. La camarera se aproximó para ver si todo estaba bien y si ya saben que pedir. Tú decidiste comer algo liviano porque no estás segura si te sentará mal la comida. El vino tinto estaba bueno. Suave y no empalagosa. No evitaste lamer tus labios con mucho gusto.
La cena ha sido fantástica. Rosinante no paraba de hablar sobre su familia y sobre el hecho de que había tomado la decisión de tener una vida diferente a lo que estaba acostumbrado. La verdad que ponías interés en la conversación. Esto facilitaba un montón las cosas porque te tranquilizaba. Stussy ya te lo dijo: son hombres que no tenían tiempo para conocer a una mujer y están desesperados en que alguien los escuche.
—¿Aceptaste la oferta de trabajo por falta de dinero? —preguntó, sintiendo curiosidad.
—Sí. Mi anterior trabajo no me permitía ganar suficiente dinero como para pagar el tratamiento de mi madre.
Rosinante posó sus ojos en ti.
—¿Está hospitalizada?
—Cáncer de cerebro.
—Oh, vaya, lo siento mucho —se disculpó—. Debe ser horrible. —El hombre se rascó la nuca—. ¿Y tu padre?
—Huyó al enterarse del estado de mi madre. Por ende, tuve que dejar mis estudios para trabajar. No quiero que mi madre se muera.
—¿Y qué estabas estudiando?
—Medicina.
Estas cosas le fastidiaban un poco a Rosinante por el simple hecho de que estaba viendo a una joven prodigio romper sus sueños. Bueno, no está todo perdido porque esta empresa la sacará adelante junto con su madre. Una sonrisa se formó en sus labios y levantó su copa hacia a ti llamando tu atención.
—Con el dinero que ganarás, ya ese sufrimiento acabará.
Sonreíste ante esa respuesta y brindaste con él. Este hombre en ningún momento te ha incomodado a lo largo de la noche. Eso es un punto a favor.
La cena acabó y llegó el momento de ir a la habitación. Los nervios volvieron a florecer en ti. No parabas de mover tus piernas porque estabas en el ascensor con Rosinante, quien estaba quieto. De vez en cuando él te observaba porque notaba tu nerviosismo en el ambiente. Él solamente esbozó una pequeña sonrisa y palmeó suavemente su cabeza. Eso causó que tú te sonrojas con salvajismo.
El ascensor paró en la planta indicada y los dos salisteis. Tú seguiste a Rosinante cual cordero asustado. Hoy eras consciente de que ibas a perder la virginidad. Cuando el pelirrubio abrió la puerta, te sorprendiste por la habitación porque era amplia y la cama era bastante grande, perfecta para que ocupasen dos personas. Rosinante dejó el maletín en la mesita pequeña y se giró para verte. Él en ningún momento dejó de sonreír provocando que estuvieras más relajada.
—¿Sabes dar masajes? —te preguntó.
—Podría intentarlo. —Sinceridad ante todo.
—En el baño de este tipo de hoteles suelen tener aceite para dar masajes.
Decidiste ir a por ella para calmar los nervios. No sé cuántas veces suspiraste para tranquilizarte. Aceptaste el trabajo para conseguir dinero fácil. Veamos, eso no lo tienen a la vista, así que abriste el pequeño armario, que es un espejo también, y ahí encontraste diferentes lociones. Cogiste el aceite de coco y volviste hacia el cuarto.
Te quedaste muda en tu sitio porque Rosinante tenía el pecho descubierto mostrando su musculatura, ya sea abdomen, pectorales y bíceps. Tu cara estaba ardiendo cual estufa humana. Rosinante se dio cuenta de tu presencia y esbozó una pequeña sonrisa, mientras se acercaba a la cama para acostarse boca abajo.
—Estoy un poco tocado de los hombros —comunicó—. Estoy ansioso de ver si eres buena.
«Solo es un masaje», pensaste para ti misma. Tus pies se movieron hasta la litera y decidiste sentarte encima, pero sin aplastarlo. Así te será más cómodo. Solo esperabas que Rosinante no se queje de tu peso. La falda de tu vestido se levantó, mostrando un poco más tus muslos. Menos mal que este hombre te estaba dando la espalda. Empezaste a untar tus manos de aquel aceite y comenzaste a realizar el masaje. Podrías notar los músculos de Rosinante relajarse poco a poco. Tus dedos paseaban por alguna cicatriz que recorría la espalda de este hombre. ¿Cómo era posible que aún seguía vivo?
Rosinante no paraba de suspirar o realizar sonidos de relax total. Esos ruidos te ponían un poco nerviosa. Tú apretaste los labios no queriendo emitir ningún sonido. Poco a poco empezaste a notar cierta tensión super extraña que nunca experimentaste. Te estabas sofocando. Este juego, de alguna manera, se volvía excitante. Entonces tomaste la decisión de levantarte y Rosinante se arrodilló y no te miró. Simplemente se puso detrás de ti a lo que te encogiste de tu sitio y tragaste saliva.
—Es mi turno —susurró. Su respiración es caliente capaz de derretirte—. Estate relajada, ¿sí?
Tú asentiste. Las manos de Rosinante se colocaron en tus hombros y empezó a realizar el masaje con suma delicadeza. Esos dedos eran ágiles y apretaban en zonas que tú desconocías. Tus párpados se cerraron automáticamente dejándote llevar por esa exquisita sensación. Suspiros soltabas. Ese ambiente que tanto conocías se volvía a remitir con más intensidad que antes. De repente, ese suspiro se transformó en gemido porque Rosinante tomó tus pechos sin vergüenza alguna.
—Perdona, mis manos resbalaron —se disculpó cerca de tu oído—. Son suaves y esponjosos.
—G-Gracias, Donquixote-san.
—Por favor, llámame Cora-san. Me gusta que la gente sienta que soy cercano a ellos —dijo. Él acercó más su rostro para ver sus manos masajear tus trozos de carne—. Son naturales. Las chicas de esta aplicación suelen tenerlas operadas o después de recibir una buena cantidad de dinero se operan.
Tu rostro estaba ardiendo porque los masajes se estaban volviendo eróticos. Ese hombre sabía bien donde tocar. Tu cuerpo arqueó un poco queriendo recibir más de ese trato. Te gustaba demasiado. No parabas de soltar gemidos tímidos y eso causaba que Rosinante aumentase los masajes. De pronto, notas un bulto rozarse entre tus nalgas. Eso tenía que ser el miembro viril de Rosinante. El hombre empezó a estimularse entre las ropas sin dejar de lado el labor de tocar tus pechos y lo combinó con besos calientes en tu cuello.
El calor se estaba volviendo inminente. Tu boca estaba abierta liberando todo tipo de sonidos que volvía a cualquier hombre. Rosinante rodeó con su brazo tus caderas presionando más el agarre porque las embestidas se volvían más intensas y más sexys. Tus gemidos ya son difíciles de ser callados.
—Mierda.
El abrazo fue profundo y casi asfixiante. Esos movimientos pararon y tú recuperas el aliento. Tu cuerpo se iba volteando como podía para ver al hombre. Rosinante también estaba exhalando aliento con los ojos puestos en sus pantalones. Tú lo imitaste y te diste cuenta de que esa punta estaba manchada. ¿Eso significaba que se corrió? Rosinante se quitó las prendas para estar más cómodo. Tu reacción fue voltear la cabeza con mucha vergüenza. Es la primera vez que veías uno.
—Perdona, estas son las consecuencias de la pastilla. Su efecto secundario causa que tenga más erecciones de lo habitual.
Oh, vaya. Y pensabas que no habría efectos secundarios, pero para bien. Con valentía miraste la hombría del hombre. Era grande, gruesa y tenía venas marcadas que antojaban tocarlas. No evitaste tragar saliva. Rosinante tomó tu mano con suavidad para guiarla hasta su pene. Tus dedos rozaron con sutileza el tronco a lo que él respondió con un leve gemido. Quitaste la mano con miedo, pero él insistió nuevamente y te hizo cogerlo. ¡Dios, está caliente!
—Leí que eres completamente virgen. Veo que no era mentira.
—L-Lo siento.
—No, es mejor así. Uno no sabe que trato hubieras recibido, si fuera otra persona.
Pues sí, estabas teniendo una gran suerte. Rosinante te dijo que movieras tu mano de arriba a abajo sin ningún miedo. Si, lo estabas haciendo. Estabas masturbando un pene. Mientras te centras en esa labor, el hombre aproximó sus labios hasta tu cuello para volver a dejar besos húmedos y calientes que te sacaban más de un suspiro. Y no hablemos de los masajes en tus pechos. Tú no tenías ningún problema con tu cuerpo, pero empiezas a dudar si a él le gustaba lo que estaba tocando. Bueno, cabe recalcar que su pene está erecto.
—Mueve un poco más fuerte —susurró. Tú obedeciste—. Eso es. No tengas miedo.
Cada palabra que te decía, era una llama que se incendiaba más y más en tu cuerpo. Los dedos de Rosinante tomaron el borde de tu vestido para quitártelo y estés semi desnuda ante él. Tú simplemente reaccionaste cubriendo tu cuerpo con tus brazos con suma vergüenza. La verdad que imponía muchísimo. Rosinante tomó tu rostro para posar sus labios en los tuyos. Es la primera vez que te daban un beso. Tu primer beso. Tus brazos se quedaron anclados en su cuello, mientras dejaba que esos besos ascendieran más y más, calentando el lugar.
Un clic escuchaste. Tus pechos fueron liberados. Rosinante los tomó sin ningún remordimiento. Con el pulgar acariciaba tus pezones ya endurecidos. Tu cuerpo reaccionaba con pequeños temblores y gemías durante el beso. Grave error. Él aprovechó ese momento para explorar tu boca con la lengua. Un beso muy caliente.
—Tienes un cuerpo muy bonito —dijo con el atrevimiento de acostarte en la cama para verte mejor—. Muy diferente al resto de mujeres.
—¿L-Le gusta? —preguntas con un poco de inseguridad.
—No me gusta decir groserías, pero mi polla dura lo dice perfectamente.
—Me alegra oír eso —comentas.
—Ahora entiendo estos estudios tan raros que le hacen a los hombres para ver su preferencia —iba hablando. Un dedo se colocó en tu esternón e iba descendiendo lentamente—. Una mujer con curvas, un poco más de carne. Que el hombre sienta el control de todo.
—C-Cora-san…
Él volvió a tomar tus pechos que ya estaban calientes ante sus caricias, pero añadió otra cosa más y son los besos que le dedicaba a una de tus pezones. No evitaste gemir por lo bajo porque estabas sensible en ese preciso instante. Él mordía y lamía con cierta devoción. Sus manos seguían recorriendo tu cuerpo explorando cada rincón de tu ser hasta que sus dedos tomaron tus bragas para quitarlas con lentitud. Tú reaccionaste con las piernas cerradas por la mera vergüenza que estabas pasando.
—Soy un hombre que no tiene tiempo de tener citas —iba hablando, mientras descendía para dejar besos por tu pequeña barriga. Quemaba demasiado—. Así que me alegra tener la gran oportunidad de compartir este momento contigo.
Con timidez agarraste la cabellera de este hombre que se había colado entre tus piernas. Te daba vergüenza que mirase esa zona.
—N-No mire…
—No debes tener pena —susurró—. Eres hermosa. Un hombre se queda embelesado ante tal cosa.
—Y-Yo…
—Voy a prepararte como es debido, ¿si? No quisiera lastimarte.
Volviste a asentir. La respiración caliente de Rosinante chocaba con tu intimidad hasta que su lengua tocó ese pedazo de carne. Tu cuerpo respondía con leves temblores y gemías sin control. Esa lengua se retorcía en tu feminidad, degustando cada rincón de esa zona. Una pequeña saliva salía de la comisura de tus labios. Tus manos no dejaban de agarrar con fuerza la cabellera del hombre, una forma de súplica a que continuase con su labor.
Tu primer cunnilingus era una delicia. Rosinante añadió esta situación candente un dedo en tu interior para estimular la zona y que estés sumamente preparada. Sentir el placer por toda tu alma era una sensación exquisita. Pensar que lo ibas a hacer con un hombre que te doblaba la edad y con experiencia, te excitaba aún más. Ese dedo no solo se dedicaba a moverse, sino también a retorcerse queriendo explorar cada rincón de tu ser. En tu mente se cruzó la idea de que alguien te estaba escuchando. Qué vergüenza. Tus gemidos fueron acallados por tu mano que amortiguaba los ruidos.
—No debes preocuparte. Las paredes de los hoteles de este tipo son insonorizadas. Puedes gritar algo. Nadie te escuchará. Solo yo puedo oír tus gemidos lascivos.
Mira que él dijo que no era de palabras groseras, pero eso le estaba calentando demasiado. Rosinante no sentía pudor en morder tu clítoris una y otra vez para sacarte más gemidos porque se volvieron música para sus oídos. Otro dedo añadió y asimiló tijeras para expandir más tu cavidad vaginal. Cierta quemazón empezabas a notar bajo tu vientre y explotó como nunca. Jadeaste sin control preguntándote qué fue aquello. ¿Un orgasmo tal vez?
—Mírate, eres muy linda. No paras de soltar más de tus fluidos.
—Cora-san…
—Me gusta que me llames con gemidos de por medio. —El hombre tocaba tus mejillas ardientes—. Tengo la polla bastante dura.
Eso causó que tu mano vagara y tomaras su miembro viril. A Rosinante se le escapó un gemido suave ante aquel acto. Definitivamente estaba duro, listo para penetrarte. Te mordiste el labio imaginándote su pene explorar tu cavidad. El hombre rio bajito viendo tu feminidad reaccionar liberando más fluidos de lo normal.
—Veo que hay ciertas urgencia. Eso significa que te está gustando mucho.
—N-No lo niego…
—Apriétalo fuerte —te dijo y tú obedeciste—. Usa tus dedos para tocar de vez en cuando la punta. Eso es… Lo estás haciendo muy bien, pequeña —te susurraba eróticamente, mientras Rosinante volvió a retomar en masturbar tu feminidad.
Estabas muy sensible, cual caramelo derritiéndose en sus manos. Aquel miembro cada vez se volvía más duro marcando las venas, como si estuviera a punto de explotar. Rosinante se aproximó a tu pecho derecho volviendo a besar o meterlo en su boca. Realmente lo estabas disfrutando mucho. El sexo era la mejor manera de calmar todos tus nervios y olvidarte de todo. El sexo es una droga más que puede volverse peligroso, si uno no lo controla a su debido tiempo.
Un gemido se le escapó a Rosinante liberando su esencia manchando tu vientre y un poco de tus pechos. Una imagen erótica para el hombre. Te estabas volviendo sucia ante todo lo que estaba sucediendo. Ese pene no flaqueó. Todo lo contrario. Cogió más fuerza que antes porque la excitación era inminente. Rosinante se colocó nuevamente en tus piernas porque estaba listo para lo que se venía. Tú te mordiste el labio, ansiosa de saber cómo se sentía una mujer cuando estaba completa.
—Debes estar completamente relajada —le aconsejó. Sus dedos se quedaron apoyados en tu pequeña barriga e hizo presión hacia abajo—. No es buena idea que estés tensa.
Lo intentarás. La punta de aquel miembro se quedó apoyada en tu cavidad e iba empujando lentamente. Un ardor empiezas a sentir e iba subiendo lentamente. Solo un empujón más y ya estaba dentro. Los dos gimieron al mismo tiempo. El pelirrubio no se movió en ningún momento esperando a que te acostumbraras a la nueva invasión. Solo unos segundos más y tus caderas se movieron por sí solas.
Rosinante inclinó más su cuerpo hacia adelante para profundizar esas estocadas suaves. Los gemidos empezaban a llenarse en aquella habitación. No tenías miedo en gritar todo lo posible. El dolor estaba disminuyéndose. El placer que notabas era curioso. Era una especie de hormigueo que recorría por todo tu cuerpo, deseando liberarlo en cualquier punto. El pene de Rosinante estaba tocando cada rincón de tu vagina y te estaba empezando a gustar muchísimo. En esa posición inclinada, tus manos tomaron sus cabellos para agarrarlos con firmeza. No estabas segura si eran cosas tuyas, pero ese pene estaba creciendo más y más en ti.
Y no hablar del vaivén erótico que se volvía más dominante. Rosinante estaba sacando su otro lado en cuanto al sexo. Él se volvió adicto a tus pechos porque no los dejaba tocar o pellizcar tus pezones. Eres su adicción. Los dedos de tus pies se curvaban a más no poder sentir ese placer que tanto hablabas. Tus piernas fueron elevadas para profundizar más las estocadas. Si, esto te estaba gustando demasiado. No quería que pasase en cualquier momento. O soltabas los gemidos o te mordías el dedo para amortiguar esos sonidos. Una bella imagen estaba viendo ese hombre. Eres sumamente adorable. No resistió ante tal cosa que liberó su semilla en tu interior.
«Caliente», esa es la primera palabra que se te cruzaba en la mente. Esto no había acabado aún. El pene de Rosinante todavía tiene suficiente resistencia para otra ronda. Este hombre te dejará seca. Ahora quién daba el control eras tú porque estabas encima de él y moviéndote como podías. Él tenía un gran espectáculo viendo tus pechos rebotar de arriba hacia abajo por cada embestida. Naturales. Ya lo dijo en su momento. Con otras mujeres no tenía el privilegio de ver ese vaivén tan sexy porque sus pechos eran fijos y sin movimiento. Esta vez es distinto. Lo estaba disfrutando y no quería desaprovechar el momento.
Los minutos pasaban y cada vez te volvías más loca queriendo más de aquel miembro. Tus paredes lo estaban exprimiendo cual cáscara de naranja para sacar su zumo. Ya no eras virgen. Ahora solo eres alguien inexperta que está cogiendo confianza poco a poco con un desconocido. La descarga eléctrica está volviendo indicándote que estás a punto de llegar al orgasmo. Tu cuerpo se movió con más rapidez queriendo llegar a esa sensación. Rosinante apretó los dedos en tus caderas queriendo liberarlo también. Ambos llegaron al orgasmo. Otra vez esa sensación caliente llenarse en tu interior.
No parabas de jadear recuperando el aliento. Te quitaste de encima de Rosinante, mientras el semen iba saliendo de tus entrañas. Menos mal que ellos se estaban tomando la pastilla para disminuir el número de espermatozoides. Esperabas que ese pene iba a recobrar vida, pero ya estaba k.o. Unas caricias sentiste en tu rostro y el hombre te estaba dedicando una sonrisa tierna. Tus mejillas arden ante tal acto.
—Gracias por esta velada.
—N-No hay que de que.
Rosinante se levantó para ir en busca del maletín y abrirlo. Un sobre tomó y te lo entregó. No ibas a mirar su interior porque sería de mala educación.
—Este es tu primer pago —te dijo—. Espero poder quedar contigo más veces.
Este trabajo te empezaba a gustar.
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