Capítulo 17. Día lluvioso

La mirada de Lucci es intensa. Te está devorando con ímpetu y tus ojos están clavados en el batido de fresa y plátano que pediste. Tus mejillas están rojas cual tomate. Él no pidió nada. A lo mejor no es una persona que consuma mucho en el exterior. Deseas que está tortura termine pronto.

—¿Qué tal le ha ido? —preguntas con timidez.

—Mejor que ahora estoy contigo —murmuró. Casi te atragantas.

—¿H-Ha tenido un mal día?

—Se podría decir que sí. —Él se quitó el sombrero a modo de cortesía—. Realmente… estaba aburrido.

—M-Me imagino… ¿No quiere nada en la carta? Me siento mal por ser la única que en beber.

—No debes preocuparte. Me satisface verte comer.

Los comentarios de Lucci no están ayudando mucho. Todo lo contrario. Tus ojos observan a tu alrededor viendo a la gente tranquila. Estás inquieta porque sabes que ese hombre le gusta tener sexo en público. Ya te lo demostró. Tal vez está analizando la posibilidad.

—¿No quiere un poco? —lo invitas.

Esos ojos negros, como la noche, miran fijamente a las dos pajitas. ¿Eso significa que sí? Acercas lentamente a la copa para ver si él da el paso. Lo hizo, pero tomó la pajita que tú usaste. Ninguna vergüenza tiene. Eso está clarísimo. Lucci se lamió los labios con mucho gusto.

—Le falta un toque de zumo de naranja.

—A mí me gusta como está —te sinceras, volviendo a atraer la copa. No obstante, casi se te escapa un grito cuando él agarró una de tus manos.

—Estás muy nerviosa. Entiendo que mi presencia es dominante. —Con sus dedos tocaba con suavidad tus nudillos—. Y estoy seguro que muchos pensamientos están pasando por tu cabeza.

—Es que… la otra vez…

—Lo entiendo —te interrumpió. Él tiró con suavidad para atraerte. Sus ojos oscuros se clavaron en tu escote—. Puede que haya sido… un poco brusco invitándote a algo que te avergonzaba. Pero bien que disfrutaste.

No lo niegas en absoluto. De hecho, cruzas las piernas sintiendo cierta incomodidad. Él se dio cuenta de tu reacción y esboza una pequeña sonrisa. Lucci no ha soltado tu mano para tocar tu dorso y tu muñeca. Sus toques son suaves, no posesivos. Es raro que se estuviera comportando de una manera pacífica y no comentara cosas lascivas. Es un hombre que es difícil saber cuáles son sus pensamientos.

Y por poco casi se te escapa un gemido de sorpresa. De reojo has visto entrar a Katakuri. ¿Qué hace él aquí? Te preguntas. Parece que no se ha percatado de tu presencia. Mejor porque si él te viera, tal vez te reclamaría para que dejases a Lucci. Tu corazón está latiendo demasiado rápido. En cada momento tú echabas un ojo para ver dónde se sentaría. Muy lejos de vosotros

Una caricia sientes en tu mejilla y sueltas un suspiro. Ese acto cariñoso te preocupa un poco. No es típico del comportamiento del moreno. Algo no cuadraba.

—¿Va todo bien? —preguntas.

—Solo te noto distraída. ¿Has visto un fantasma?

—... Un cliente —dices en bajito por si te escucha Katakuri.

—Uhm, hay miles de maneras de hacer voyeurismo.

No. No es una buena idea. Dudas mucho que Katakuri sea un hombre de compartir. Es muy difícil que ocurra eso. Katakuri es un hombre dominante al igual que Lucci. Ellos se pelearían para llamar tu atención o volverte loca en el sexo.

Desde esa distancia corta notas el perfume de Lucci. Uno suave que embriaga tus sentidos causando que entres en un mundo de ensueño. El dedo del moreno iba descendiendo hasta quedarse a tu barbilla. Lo acariciaba lentamente cual gato.

Tus ojos miraron hacia otra dirección. Oh, no. Katakuri se percató de tu presencia. ¡Ahora sí que te estás muriendo de vergüenza! Celos se perciben en la mirada del peli-granate. No le gustaba para nada que otro hombre que no sea él te esté tocando.

Ya estás imaginando de pedirte de quedar ahora interrumpiendo está velada. Te castigará. Es algo que no se puede evitar. Un suspiro sueltas porque esos dedos te están llevando a un mundo de paz y tranquilidad. Puede que Lucci sea un hombre serio y frío, pero sabe descifrar los puntos débiles de una mujer.

Y esa magia se interrumpió al recibir una notificación de tu móvil. ¡Katakuri te ha mandado un mensaje implorando a que te acercaras a él!

—Ignóralo —te ordenó Lucci—. Ahora estás conmigo.

¡El contrato! Está ese dichoso papel. Si no lo obedeces, el castigo será severo. Pero hay mucha gente y llamarías demasiado la atención. No sabes qué hacer. Estás atrapada. Quieres huir de la cafetería. Tu corazón está a punto de explotar.

Con la tensión en tu cuerpo, decides levantarte de la mesa. Lucci te miraba con cierta súplica a que te quedaras. Katakuri estaba sonriendo internamente; no obstante, se llevó la grata sorpresa de que te fuiste del lugar. No ibas a estar con ninguno de ellos.

Tus pasos eran acelerados. Entraste en pánico porque tu cabeza se dividió en dos. Deseas estar con uno y luego con otro. Ahora te das cuenta que este trabajo te está consumiendo. Los hombres te desean y no puedes hacer un clon para satisfacerlos al mismo tiempo.

Sin darte cuenta, has llegado a un parque grande de la ciudad. No hay mucha gente a tu alrededor. Claro, hoy se anunciaba un diluvio. Las nubes son la clara presencia en el cielo. Un banco viste y decidiste sentarte para calmar tus nervios. El sonido de los patos llama tu atención. El estanque de agua está repleto de ellos y también una gran fuente.

Ojalá estuviese tu madre para aconsejarte qué hacer. Es la primera vez que te sientes perdida. Las decisiones suelen ser difíciles. No estás muy segura de lo que estás haciendo. Son muchas las dudas que surgen en tu cabeza. Tú cierras los ojos lentamente dejándote llevar la sensación de escuchar tu entorno y a tu corazón. Huir no es una buena opción. Sí es cierto que faltan unos cuantos meses para que uno de ellos te reclame.

—Mamá, ¿qué hago?

Una pregunta al aire, mientras recibes un montón de mensajes en tu móvil. Son ellos. Ellos quieren quedar contigo o te están buscando.

Los truenos te avisan. Es mejor marcharse a tu casa para que no te pille la lluvia. Tus pasos vuelven a ser apresurados para llegar a la primera parada de autobús. De pronto, la lluvia hizo acto de aparición. Te estás mojando completamente. Llegas a un edificio para cubrirte. Estás hecha un desastre. Odias mojarte sin tener en mano un paraguas.

Tal vez sea tu madre quién te está mandando un mensaje. Sus lágrimas, ¿puede ser? Ella está llorando por ti. Agachas la mirada con los ojos puestos en el suelo. Tu reflejo en el agua. Por tu mente pasaron muchas imágenes de los hombres que te has acostado. Cada uno tenía algo que te llamaba la atención. Tú no niegas que todos son atractivos y cada uno tiene una virtud.

—Estás hecha un desastre.

Una voz desconocida llamó tu atención. Un hombre alto y musculado te estaba mirando, mientras fumaba un puro. Esos cabellos color gris y peinado hacia atrás gracias a la gomina le daba un toque de atractividad.

Oh, caíste en la cuenta que es ese policía de la otra vez. Te sonrojas de golpe.

—Me despisté y no traje paraguas —tú confiesas.

—¿No has oído en las noticias que estaba previsto llover hoy?

Parece que te está riñendo. Ese hombre llamado Smoker te hizo compañía poniéndose debajo del toldo. Te das cuenta que él sí porta un paraguas. Es un hombre que siempre está preparado.

—Sé quién eres —murmuró. Te cojines de tu sitio—. Eres la chica ya no novata de la empresa.

—¿Usted también es cliente?

—Sí, pero si yo quedo con una mujer no es para follar primero. Quiero conocerla y luego lo que surja.

Esa respuesta te sorprendió bastante. No es un hombre que va a lo que va. Él prefiere quedar con una mujer para escucharla y conocerla más a fondo. Muy pocos hombres hacen eso.

—¿Tuvo suerte?

—No —respondió cortante.

—Es difícil encontrar algo así, ¿eh?

—Y creo que lo vi en ti también. Estaba en la cafetería cuando te marchaste. Te vi incómoda. Un hombre contigo y el otro echando miradas fulminantes, mientras te mandaba mensajes. No sé cómo lo has soportado.

—... ¿Me ha estado observando? —preguntas con mucho temor.

—Soy policía. No me resisto en investigar lo que pasa a mi alrededor —confesó, mientras mira el cielo oscuro a causa de las nubes.

—Me sentí ahogada…

—Eres una mujer atractiva e interesante para cualquier cliente. —Smoker retiró el habano de su boca para soltar el humo con lentitud—. He visto muchas mujeres que cumplen con las expectativas del cliente. Están con uno y después se marchan con otro, dejando a medias a la primera cita. En cambio, tú has decidido irte. No es fácil, ¿verdad?

—Estoy perdida porque falleció mi madre —te vas abriendo con ese hombre—. Tengo dieciocho años con un objetivo de seguir estudiando, pero el dinero es un problema. Ahora… Tengo a miles de hombres detrás de mí.

El silencio reinó, salvo las gotas de agua caer en la acera. Smoker no sabe responder a eso. Solo está indagando en sus pensamientos; buscando las palabras adecuadas. El desplegó el paraguas para marcharse, pero antes te invitó a que tomaras su brazo. Te sorprendió un poco. Lentamente diriges tus brazos hacia su brazo robusto y te atrajo a su cuerpo. Va a caminar contigo bajo la lluvia; protegidos de aquellas telas impermeables.

No entiendes el comportamiento de Smoker. Se está comportando como un verdadero caballero. No le has mirado. Te daba mucha vergüenza porque es muy atractivo, aunque tenga un rostro duro. No hay nadie en la calle, salvo alguno que está resguardado. Os comportais como una pareja. Oh, eso causó que te sonrojaras aún más.

—Seguramente no me dirás dónde vives —habló.

—No quisiera meter a un loco en mi casa —te sinceras con voz temblorosa.

—Haces bien, pero se te olvida que soy policía —recalcó esa última palabra—. No pienses que soy posesivo, solo que me gusta indagar dónde viven las mujeres que desean ser mis clientas.

¿Por qué has sospechado de que te iba a decir? Es lógico. Él trabaja en una profesión que le indica estudiar a todo ser humano que viva en esta gran ciudad, sobre todo, para encontrar sospechosos o culpables de un crimen cometido.

—Déjame acompañarte a tu casa —recomendó. Smoker se paró enfrente de un vehículo. Es el mismo de la otra vez—. No pasará algo que tú no quieras.

—... Está bien.

Un policía te da la mayor seguridad del mundo. No le hará daño, salvo que sea un loco demente. Pero Smoker lleva consigo una placa. Es de verdad, ¿no? El peli-blanco abre la puerta del lado del copiloto para que puedas entrar en primer lugar y que no continúes mojándote. Luego se subió él.

Smoker te preguntó tu calle y tú contestas sin rechistar. El hombre nunca dejó de fumar. Parece que tiene cierta obsesión con el habano. No sólo te centras en ese olor, sino también el perfume que llevaba. Es bastante fuerte, pero tiene un toque aromático que te gusta muchísimo. ¿Por qué los perfumes de los hombres olían tan bien? Es una pregunta casi universal.

—Le agradezco que me lleve —susurras, interrumpiendo el silencio.

—Es lo menos que puedo hacer. Si yo fuese tú, me pondría en contacto con la empresa.

—¿Para qué?

—Para disminuir la cantidad de clientes. ¿Serías capaz de soportar a cien hombres al mismo tiempo? —te preguntó con serenidad.

—... Ahora que lo dice, no —respondes.

—Y es un problema. No creo que puedas aguantar tanta presión. Eres hermosa e inteligente.

—G-Gracias…

—No quisiera que te hicieran daño. —Smoker se paró enfrente de tu casa. Que rapidez—. Tu bienestar es muy importante.

—... ¿Lo veré de nuevo?

—Cuando tú quieras.

Un hombre que se preocupa de tu seguridad. Pocos hombres hacen eso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top