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Corriendo por los pasillos México sentía su corazón salir del pecho, apenas podía respirar, incluso por la prisa olvido que en había un ascensor en esa clínica particular. Tres pisos más tarde y con un cansancio palpable apenas se podía mantener de pie, perladas gotas de sudor caían de su rostro mientras que su flequillo se pegaba a la frente.

Se detuvo en un pasillo en un intento por recuperar el aire y también de buscar la habitación en la que su novio se encontraba.

ㅡ¡Tú! ㅡgritó al abrir la puerta, había fingido un tono de molestia pero, no pudo hacerlo por mucho tiempo.

ㅡ¡A-amor! ㅡdijo Estados Unidos con dulzura, aunque se notaba nervioso. México sintió su corazón romperse al ver el estado de su novio.

En una camilla, con una venda en la cabeza, otras tanto en sus manos como piernas y una de sus extremidades enyesadas pendiendo del techo. El pelinegro se lanzo sobre la cama de hospital, tomando el rostro del menor con sus temblorosas manos, miró el rostro de Estados Unidos para luego buscar cualquier clase de heridas que pudiese tener, ruidosos suspiros salían de sus labios y sus ojos se cristalizaron un poco.

ㅡMe preocupaste mucho ㅡsusurró abrazando con delicadeza al rubio, dejando un par de besos en las suaves mejillas.

ㅡPerdón taquito pero, estoy bien.

México frunció el ceño, formando un puchero de reproche:

ㅡ¿A esto llamas bien?

ㅡSolo es un yeso, amor...

ㅡ¿Solo un yeso? ㅡpreguntó tomando asiento en la orilla de la cama, cruzó sus brazos y entrecerro sus ojos, Estados Unidos sonrió nervioso, el mexicano siguió mirando a su pareja, notando un par de rasguños que se hizo en su hermosa caritaㅡ, casi te matas cabrón, te caíste del tercer piso.

ㅡPero fue un accidente.

El dueño de los ojos verdes negó, siempre es un accidente. A México realmente le preocupaba lo frecuente que Estados Unidos se solía lastimar, los ojitos del mexicano empezaron a derramar un par de lágrimas y sin darse cuenta ya estaba abranzando al menor otra vez, oculto su rostro en el hombro del rubio empapando sin querer su ropa.

ㅡGordis ㅡmasculló México apretando más su agarreㅡ, ¿me podrías decir las reglas de la casa?

El estadounidense asintió, acaricio la espalda de México con cariño, dejo un beso en la frente de pelinegro.

ㅡNúmero uno: no dejar a Estados Unidos cocinar algo por su cuenta ㅡempezó a decirㅡ, número dos: no dejar a Estados Unidos cocinar algo por su cuenta.

ㅡ¿Y la tercera? ㅡindagó, Estados Unidos solto una risa inocente.

ㅡRespetar las dos primeras.

El rubio sintió un beso rápido en sus labios, México se encontraba muy cerca de él y lo miraba como si fuera la cosa más hermosa del mundo, sua mejillas no tardaron en tornarse de color rojizo.

ㅡP-perdón taquito, solo quería hacer algo para ti, una sorpresa...

ㅡCallate y besame.

Con las mejillas sonrosadas el estadounidense no tardo en cumplir la petición de su pareja dejando un casto beso en los suaves labios del mayor, tal vez no había logrado cocinarle pero, si le dio una sorpresa de aniversario.

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