Christmas night is better when we fuck

Una suave melodía proveniente de un tocadiscos llenaba la calidez de todo el hogar mientras las llamas dentro de la chimenea crepitaban con suavidad y las luces del arbolito de navidad intercambiaban sus colores cada tantos segundos.

El artista se mecía tranquilamente mientras sus expertas manos le daban forma a una nueva pieza de barro. Su camisa y su rostro tenían pringas del material pero la obra estaba resultando exquisita como siempre, un jarrón de cuello alto con la perfecta simetría que le iba a permitir al artista llenar con la pintura de tallos largos de tulipanes. Era un pedido que debía entregar en la primera quincena de enero y dado que en esos días no iba a poder sentarse a trabajar cómodamente con su enorme vientre, prefería avanzar en ese momento, aunque fuese la víspera de navidad.

Para suerte de Gerard ya solo le quedaban 5 ejemplares más y por fin podría dedicarse al trabajo de pintura.

Gerard y su esposo agradecían mucho la fuerte tormenta que había azotado Jersey para la navidad, tenían casi veinte metros de nieve afuera de su puerta, así que por esa razón el artista estaba aprovechando el tiempo para trabajar mientras Frank trataba de limpiar un poco la nieve que estaba en la puerta. Por culpa del clima tampoco iban a poder reunirse con sus familiares pero todos se habían tomado el tiempo de enviar previamente sus regalos para el bebé. Yacían apiladas un montón de cajas al pie del arbolito, todos envueltos en papel de regalo y enormes moños.

—¿Cómo te fue con esa nieve, cariño? —preguntó Gerard al escuchar que la puerta se cerraba sutilmente.

—No fue un problema, caramelito, el puto frío, si —escuchó la voz de Frank, Gerard rió.

—Lamento no haber podido ayudarte, este bebé no me deja hacer mucho.

—Lo sé, Gee. Mira… Hice chocolate caliente para entrar en calor.

Gerard alzó rápidamente la vista para enfocarla en su marido. Conocía demasiado bien a Frank y es que después de ocho años de estar con él, era difícil olvidar hasta la más pequeña de las manías del castaño. Beber chocolate caliente en vísperas de navidad era de sus actividades favoritas, en especial cuando necesitaba entrar en calor.

—Necesito un poco de ayuda, no puedo usar mis manos —dijo Gerard alzando sus manos del barro y enseñándolas a Frank con una pequeña sonrisa.

Frank no dijo nada más, solo se acercó con la bandeja y se colocó detrás de Gerard. Había dos tazas de vidrio con líquido café y espumoso dentro, bebió un sorbo y después tomó la taza de Gee para llevarla a sus labios, Gerard giró su cabeza y entreabrió su boca para recibir la taza.

Los ojos de Frank examinaron con lentitud el rostro de su esposo, tan suave y liso que parecía de porcelana. Tenía una nariz perfectamente esculpida y unas pestañas largas y crispadas, Frank deseaba que su bebé se pareciera mucho a él. El castaño llevó un par de sus dedos a retirar unas cuantas hebras de cabello negro que estaban en el rostro de su Gerard y las colocó detrás de su oreja, tenía su cabello recogido en una coleta de caballo y por eso su rostro podía apreciarse con mayor ahínco.

Frank se perdió en la sensualidad de los labios de terciopelo de Gerard contra aquel líquido cremoso. El chocolate no había servido de mucho para que se deshiciera de aquel problemilla que le causaba el frío, siempre lo ponía demasiado cachondo y estar tan cerca de Gee en ese momento no era para nada bueno.

Sin darse cuenta, su olor dulce estaba volviéndolo más loco.

—Gracias, bebé —susurró Gerard sacándolo de su ensimismamiento. Tenía los labios cubiertos con espuma y Frank se relamió los propios—. ¿Cariño?

—Lo siento, es solo que tienes espuma.

—¡Oh!

Gerard rió y con inocencia trató de alcanzar la espuma con su lengua, haciendo que la polla de Frank pulsara con dureza dentro de sus pantalones.

—Ven, te ayudo —susurró con la voz profunda que hizo que los vellos de los brazos de Gerard se erizaran.

En una posición un poco incómoda para Gerard, Frank lo atrajo hacia él y lamió sensualmente la comisura de sus labios saboreando el rastro de chocolate y sintiendo lo delicioso del propio aroma de su esposo.

—Frankie… —musitó Gerard, con los ojos cerrados y suspirando sobre los labios ajenos—. Debo terminar esto.

—Tiene solución, amor…

Frank tomó lugar detrás de él, pegando su pecho a la espalda de Gerard mientras acariciaba con las palmas de sus manos el enorme vientre de su pareja. Las manos tatuadas de Frank continuaron su viaje hasta estar sobre las de Gerard, el barro los manchó a ambos y la forma se perdió en el momento en que los labios de Frank comenzaron a repartir besos sobre la nuca de Gerard. Suaves y delicados jadeos salían de sus labios mientras echaba la cabeza hacia atrás, dándole mejor acceso para que besara el lateral de su cuello.

—Frankie… el chocolate… —jadeó.

—Tengo una mejor forma de cómo disfrutarlo —respondió travieso Frank y sonrió contra la piel ajena—. Vamos al sofá, cariño…

Gerard asintió torpe, totalmente perdido en la locura caliente a la que Frank lo había arrastrado. Mientras buscaba un trapo para limpiarse las manos, vio como su obra yacía casi destruida pero no importaba. Nada importaba cuando se trataba de Frankie.

En menos de cinco minutos, Frank había llevado una de las tazas de chocolate a la mesita de centro en la sala y estaba despojando a Gerard de su overol. Lo tocaba con cariño y no se perdía de ninguno de los gestos en su rostro.

Gerard no dejó sus expertas manos quietas tampoco. Aprovechó cada segundo que tenía entre los besos y los roces para robarle toda la ropa a Frank y dejarlo en iguales condiciones que él. Sus pieles desnudas brillaban bajo las luces parpadeantes del árbol y gracias a la calefacción de su hogar sus cuerpos estaban cálidos.

—Gee… quiero verte sobre tus rodillas, bebé —pidió Frank, dejando un beso húmedo en los labios de Gerard—. Pon tus brazos en el respaldo del sofá, así estarás más cómodo.

Perdido en el éxtasis de la voz de Frank y sus caricias, Gerard obedeció. Subió al sofá y se apoyó sobre sus rodillas bien abiertas y sus antebrazos en el respaldo. Su vientre estaba a salvo de ser aplastado y su entrada, rosada y pequeña estaba libre para Frank.

Frank se mordió los labios ante la sensual vista que tenía, masajeo los globos suaves, grandes y redondos que eran los glúteos de Gerard, y echó de menos lo duro que lo follaba antes del embarazo. En esos meses el sexo había sido muy bueno y constante pero no habían habido juguetes ni azotes y en verdad lo extrañaba, sabía que Gerard también pero en unos meses más, cuando su pequeño bebé estuviera afuera, podrían volver a sus prácticas.

—Frankie… —gimió impaciente Gerard, sacudiendo el culo en el aire.

El castaño no dijo nada, por unos segundos solo apretó sus nalgas y deslizó una de sus manos a masajear las bolas de Gerard, haciendo que gimiera más desesperado. Cuando su polla goteó más pre semen supo que debía darse prisa con su jueguito.

Tomó la taza de chocolate, ya frío y dejó caer un pequeño chorro en la parte baja de la espalda de Gerard. Frank llevó su lengua a lamer aquella piel hasta dejarla limpia; volvió a verter más y repitió la acción, usando un poco más de sus dientes y labios a medida que bajaba peligrosamente hasta las nalgas del pelinegro.

Gerard sentía que las rodillas le temblaban mientras los labios de Frank hacían su trabajo. La garganta la sentía seca de tanto gemir pero quería más, necesitaba mucho más. Agitó un poco sus caderas pero las manos llenas de tatuajes de Frank detuvieron su movimiento.

Un grito lleno de placer salió de Gerard cuando los dedos de Frank descendieron y abrieron sus mejillas, luego sintió algo húmedo sobre su agujero. La lengua plana de Frank estaba sobre su entrada, caliente y pesada. El sabor de Gerard era dulce y adictivo; Frank tarareó mientras movía su lengua de arriba a abajo, jugueteando alrededor del apretado anillo de músculos, lo mordisqueo un poco cuando sintió a Gerard apretar y después, con sus labios abiertos, lo besó fuerte, obsceno.

—A-aaaah… ¡Fra-Frank! Que rico… —gimió Gerard a duras penas, la saliva se le escurría por un costado de la boca mientras empujaba las caderas más hacia Frank.

—Caramelito, tan rico —murmuró Frank con la voz gruesa. Se incorporó, con la respiración acelerada y los labios rojos y llenos de su propia saliva.

No pudo abstenerse de ver aquel culo que tanto le gustaba y dejó caer la palma de su mano abierta sobre la piel lechosa, dejando una marca rojiza. Gerard saltó pero su cuerpo recibió gustoso el golpe, su piel había añorado mucho ese delicioso picor que quedaba después de las bofetadas que Frank le daba.

—Frankie… te necesito… —pidió.

—¿Cuánto, bebé? —preguntó Frank, acomodándose de pie detrás de Gerard mientras bombeaba su polla para esparcir el pre semen por todo el largo.

—Mucho, amor.

—Mendigar —ordenó Frank con malicia. Su pulgar izquierdo se había colado dentro del agujero de Gerard, moviéndose en pequeños círculos, haciéndole perder la cabeza.

—P-por fav-favor, Frankie. N-necesito tu polla enorme, llenándome. Por favor… f-follame, bebé. Y-yo lo… ¡Aaaah! ¡Frank! ¡Siiii! A-así, justo ahí… ¡Aaaah!

Frank se había alineado a su entrada y había empujado, despacio, abriéndole con cada centímetro. Sus embestidas comenzaron lentas y con cada gemido complacido de Gerard, la velocidad aumentaba. El sudor les perlaba el cuerpo y los latidos erráticos en sus corazones iban en aumento.

La polla de Frank desaparecía por completo después de cada empuje, él echó su cabeza hacia atrás mientras sentía como todo su placer se aglomeraba en la base de su falo y sus bolas se contraían deliciosamente contra el culo de Gerard. Se sostuvo de las amplias caderas de su esposo para tener un mejor impulso y para cuando creyó que estaba disfrutando de una de las mejores experiencias, Gerard, con un poco de dificultad, alzó la pierna derecha, dejándole un mejor ángulo para que lo penetrara.

Gerard no necesitó tocarse para que su liberación se regara sobre la tela color rata del sofá, sintió que se apretó alrededor de la polla de Frank e inclinó su pecho un poco más adelante para que su esposo pudiera moverse mejor. Escuchó los jadeos de Frank más seguidos y prolongados, y después de un par de segundos lo apretó de las caderas y se quedó quieto, completamente dentro de él. Gerard sintió sus mejillas calentarse cuando el líquido de Frank lo llenó por completo.

Se quedaron un rato en  aquella posición mientras sus respiraciones agitadas volvían a su ritmo. Ambos gimieron cuando la polla medio suave de Frank abandonó el cálido interior de Gerard. El pelinegro apretó su agujero unas cuantas veces tratando de retener el semen de Frank pero al final se deslizó sobre sus bolas y los dos rieron.

Frank ayudó a Gerard a girarse sobre el sofá, limpió la mancha que había dejado su esposo y después los limpió a ambos con las camisas que habían estado usando, se acomodaron correctamente en el sofá. Gerard se acurrucó como un gatito sobre el pecho de Frank y este los tapó con la colcha que mantenían ahí para usar mientras veían películas.

—Creo que ya es navidad —murmuró Frank después de dejar un beso en la coronilla de Gerard.

Suaves campanadas resonaban cada tanto, apenas eran audibles pero anunciaban que la Navidad ya había llegado a cada cálido hogar.

—Es verdad. Feliz navidad, Frankie.

—Feliz navidad, vida mía.

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