¡THOMAS!
Christian escuchó los gritos de Lorena llamándolo incluso antes de entrar a la habitación.
— ¿Por qué mierda estoy amarrada? —Preguntó ella en cuanto lo vio abrir la puerta.
—Bueno... —Christian se acercó a ella y empezó a desatarla—. La última vez que dormiste aquí trataste de huir. —Aquella explicación pareció ser suficiente porque no dijo nada más. Cuando sus manos estuvieron libres, ambos bajaron a desayunar, después vieron una película en la sala. Al terminar, subieron de nuevo a su habitación sin abrir la boca. Lorena se iba a acostar de nuevo en la cama pero Christian la sostuvo por el brazo.
— ¿Qué? —Lorena lo miró de arriba abajo, internamente tenía miedo que el castaño fuese a abusar de ella una vez más. Christian se puso de rodillas, la rubia dio un paso hacia atrás pensando que querría quitarle la ropa interior. Él levantó la vista hacia sus ojos al mismo tiempo que tomaba la misma cuerda con la que había atado sus muñecas. Lorena supo lo que significaba. Tragó saliva antes de volver a acercarse a él. La amarró por el tobillo a una de las patas de la cama, haciendo un gran nudo para que ella no pudiese desatarlo o, al menos, que le fuera muy difícil hacerlo.
—Oye, hermano... —Christian entró a la habitación de Thomas.
—Christian —apretó los dientes—, ¿podrías tocar la puerta cada que quieras entrar? Por favor.
—Es verdad, se me olvida que podrías estar desnudo y dios no quiera que vea tus partes vergonzosas.
—Yo no me avergüenzo de ellas —sonrió de lado—, es más, estoy bastante orgulloso de su tamaño.
—Gracias, era información que no quería saber. —Hizo una mueca de asco que le sacó una carcajada al pelinegro.
— ¿Qué necesitas?
— ¿Ya supiste cuál es el problema de los trabajadores?
—Sí. Mira... —Tomó la laptop levantándose de la cama y caminó hasta situarse a lado de Christian. El castaño pensó que habría sido más fácil que él se sentara en la cama a su lado—. Quieren que les aumentemos el 25% del sueldo...
—Mándalos a la mierda...
—Eso harás...
— ¿A qué te refieres? —Lo miró sin comprender.
—Mañana, tú, mi querido hermano, le dirás que están despedidos si no quieren mantener el sueldo tal como está...
— ¿Y por qué no lo haces tú?
—Vamos, Chris, tú ya no prestas atención a nuestras empresas por culpa de esa chica tuya en la otra habitación —el menor sabía que tenía razón—. Haz esto, por mí...
— ¿Por ti? —Christian levantó una ceja.
—Si lo haces te doy un besito... —Le sonrió mostrando los dientes—. Después de todo, ¿quién no quisiera besar este hermoso rostro? —Se burló de lo que le había dicho el castaño la última vez que habían hablado.
—Hablaré con los empleados si no me besas.
—Me parece un trato justo. —Respondió regresando a su cama. Christian lo miró antes de salir del cuarto.
—Y no toques a Lorena mientras esté fuera. —Thomas levantó las manos a la defensiva.
—Sabes que jamás sería capaz de hacerle eso.
—Hablo en serio.
—Sí, señor. —Se llevó una mano a la frente como si fuese un soldado.
— ¿Hiciste algo de comer?
—Creí que tú prepararías la comida hoy.
— ¿Quieres pizza?
— ¿Harás pizza? —Christian estaba a punto de salir sin responder. El mayor lo llamó.
— ¡Espera! —El castaño se giró hacia él de nuevo, mostrándose aburrido—. Pídela de pepperoni.
—A Lorena le gusta hawaiiana...
— ¿Pregunté cuál le gustaba a ella? —Christian suspiró de manera ruidosa dejando a Thomas solo en la habitación.
— ¿Cómo te fue con los empleados? —Preguntó Thomas eligiendo el trozo de pizza que tuviese menos piña.
—Despedí a dos antes de que los demás se dieran cuenta de que hablaba en serio y decidieran retractar su petición. —Respondió el castaño. Lorena los miraba en silencio sin saber de qué hablaban.
—Chris —lo llamo Thomas metiendo la cabeza al refrigerador mientras se rascaba el trasero—, ve a la tienda. Ya no hay comida.
— ¡Por favor, Thomas! —Christian se tapó los ojos al verlo—. Deja de enseñarle al mundo tus desgracias...
—Bueno, pero si vas por la comida de la semana.
— ¡Con tal de no ver tu trasero siendo rascado de nuevo!
— ¿Quieres verme rascarme otra cosa? —Se giró hacia él sonriendo como tiburón.
—Eres asqueroso. —Thomas le mandó un beso por el aire viéndolo Christian salir de la cocina.
Tomó las llaves de la camioneta y se dirigió a una plaza que estaba a 20 minutos de su hogar. Viendo las tiendas, Christian decidió entrar a una a comprar ropa de mujer para Lorena. Al terminar con las prendas, fue por frutas, verduras, etc. Cuando salió del supermercado, vio a un pobre hombre en el suelo pidiendo dinero. Christian sacó 2 dólares y se los entregó en la mano.
— ¡Usted! —Gritó el hombre levantándose.
— ¿Qué? —Christian se giró hacia él, extrañado.
— ¡Usted me despidió hace una semana! ¡Por su culpa tengo que pedir dinero en la calle para darle de comer a mi esposa y a mis hijos! ¡Nadie quiere contratar a un hombre de 50 años!
—Lo lamento, yo no sabía eso. Es sólo que no podíamos aumentarles tanto el sueldo —sacó su cartera—. Tome 50 dólares. —Le extendió el dinero.
—Está lleno de billetes, ¿y no podían aumentarnos el sueldo? No pedíamos mucho...
— ¿No los quiere? —Movió el efectivo frente a él.
—Si no los necesitara con desesperación —le arrebató el dinero de la mano— juro que lo golpearía.
—Si no hubieses dicho nada, habrías seguido con un empleo —levantó la barbilla mostrándose imponente—, a veces es mejor quedarse callado. Suerte consiguiendo trabajo.
—Es un maldito hijo de perra. —Christian siguió su camino hasta la camioneta, prendió el estéreo, eligió una canción de The Beatles y regresó a casa sin volver a pensar en aquel hombre.
Al llegar, acomodó la comida en donde correspondía, subió a su habitación con la bolsa de ropa para Lorena en una mano. Trató de abrir la puerta pero no pudo; parecía tener el seguro puesto. De repente se escuchó un ruido muy fuerte proveniente de adentro.
— ¿Lorena? ¿Qué haces? —Preguntó Christian empezando a golpear la puerta con desesperación—, déjame entrar. —Logró abrirla después de varios intentos. Inspeccionó la habitación, ella no se encontraba ahí; la cuerda, sin nudos, estaba en el suelo. Christian volvió a escuchar los golpes, se dio cuenta de que provenían del baño, corrió e intentó abrir la puerta, pero ésta también estaba cerrada con llave. Escuchó un ruido aún más fuerte que los anteriores, de vidrios rompiéndose.
¿Qué estás haciendo? Se preguntó poniéndose nervioso. Probablemente ella intentaría utilizar los cristales como un arma contra él.
Cuando logró abrir la puerta, la buscó en una posición defensiva en caso de que fuese atacado. El espejo estaba roto. Ella se ubicaba en la bañera con los ojos cerrados, cubierta de sangre y con un pedazo de vidrio puntiagudo en la mano, el líquido rojo salía de sus muñecas en cantidades preocupantes.
— ¡THOMAS! —Christian corrió hacia Lorena—. ¡THOMAS! —Presionó las heridas con sus manos intentando disminuir el sangrado—. ¡LLAMA A UNA AMBULANCIA! —Al ver que su hermano no aparecía, decidió cargarla y sacarla del baño.
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