T & T
Hola mis lok@s. Bueno, finalmente, después de más de una semana de andar escribiendo y escribiendo, mi querída amiga @SolGuariato y yo hemos terminado el capítulo especial en donde juntamos al pequeño demente de Thomas xD y al intimidante de Tavella (de Relato de una Obsesión). En fin, espero que lo disfruten y les guste, nos leemos cuando terminen el cap.
– ¿Por qué no? –Gritó a punto de llorar del enojo. Tenía las manos apretadas tratando de contener frases de las cuales sabía que se arrepentiría, por muy enojada que estuviera, era su madre.
– ¡Ya te dije que no! ¡Soy tu madre, Aline! –Le gritó en respuesta Carolina, desde el otro lado de la mesa.
– ¡Pero ya tengo 18 años, mamá! –Reprochó Aline.
– ¡Mientras vivas en mi casa harás lo que yo te diga! –Dijo.
Aline había perdido la cuenta de cuántas veces había escuchado decir aquello por parte de su madre.
– ¡Sólo es una fiesta a la que quiero ir con mis jodidos amigos! –Vociferó Aline, llenándose de más rabia cada vez, ya había pasado una hora en la cual solo había peleado con su mamá por lo mismo.
–Cállate o te castigaré otro mes –Amenazó la madre, bajando un poco la voz para sonar seria.
– ¡Te odio! –Gruñó la joven, caminando hacia la puerta.
– ¡VUELVE AQUÍ ALINE WELLS, O TE JURO QUE NO VOLVERÁS A PONER UN PIE EN ESTA CASA! –Dio una última amenaza alzando la voz para sonar dominante.
– ¡BIEN POR MÍ! ¡NO QUIERO SEGUIR EN ESTA ESTÚPIDA CASA, CON TUS ESTÚPIDOS PROBLEMAS CON EL ESTÚPIDO DE PAPÁ! –Salió cerrando la puerta de un golpe, corrió lejos de la casa antes de que su madre pudiera decir algo más.
Siguió corriendo hasta que los pies le dolieron, el corazón le latía con tanta fuerza que tenía la respiración igual de agitada. Ya estaba lista para ir a la fiesta, en la que estaría el chico que le gustaba. Tenía un vestido apretado que le llegaba a mitad de los muslos. Usaba los tacones más altos y sexys que tenía, solo para impresionar a Oscar. Y, por si acaso, tenía puesta una lencería violeta con encaje. Había planeado ir a esa fiesta desde hacía 2 meses. Era el cumpleaños de su amiga y no podía defraudarla. Ella quería ir principalmente por el chico de cabello rubio más deseado de toda la escuela, y con razón. Oscar era alto, con músculos, piel bronceada, simplemente perfecto.
¿Y solo porque su madre había recibido una llamada de su ex esposo, iba a prohibirle ir a Aline ir a esa grandiosa fiesta? No, ya nada le iba a quitar la única noche en la que, quizás, Oscar se fijaría en ella de una vez por todas.
La joven se quitó los tacones y suspiró mientras sentía como se aliviaba un poco el dolor que le estaba matando los pies. Pegada a una pared de la calle, se masajeó los pies y echó la cabeza para atrás para tomar aire fresco. La casa todavía estaba lejos. El plan era que su madre la llevara en auto, pero el imbécil de Marcus, su padre, le marcó esa misma noche para pedirle dinero porque había chocado el auto estando borracho. Otra vez.
Desde que su padre y su madre se habían divorciado, él no podía conseguir un trabajo por su obvio problema de alcoholismo. Era un adolescente en el cuerpo de un adulto, todos los años le había pasado por encima. Como decía el dicho, "La vida pasó por encima de ti, tu no por ella". Casi literalmente Carolina era la encargada de mantenerlo.
Pero ¿Qué culpa tenía Aline de que su madre siguiera dándole dinero a Marcus una y otra vez? Si ella aprendiera a decirle que 'No' alguna vez tal vez su padre dejaría de llamarla, o tal vez no, pero al menos ella ya no gastaría su dinero a lo loco. Su madre tenía muy poca fuerza de voluntad, y siempre se la pasaba diciendo que esa sería la última vez en la que le daría dinero a Marcus. Solo pasaban unas semanas hasta que él volviese con la cola entre las piernas y ella cediera a lo que él pedía.
Aline suspiró mientras caminaba descalza, meciendo sus tacones de un lado a otro en su mano. La calle estaba sola, lo normal para ser rondada las 11:30 pm, y el frío recorría todo su cuerpo muy poco cubierto.
¿Era verdad lo que su madre había dicho? ¿Ya no podría volver a su casa jamás? ¿En dónde viviría? ¿Debería volver y pedirle perdón por todo lo que le había dicho a Carolina? No, Aline tenía demasiado orgullo para pedirle perdón a su estúpida madre.
Y justo cuando llegó una esquina empezó a llorar con fuerza, de enojo, tristeza, mil y un emociones mezcladas en su interior que luchaban por salir. Si lo que su mamá había dicho era cierto, había sido una tonta al no volver y pedirle perdón, al ser egoísta y pensar nada más en ella y su fiesta. Se sentía irresponsable al solo pensar en una bendita fiesta, ¿Qué sería de ella y su futuro? Solo quería pensar que su amiga le diera alojo por un tiempo hasta que las cosas se arreglaran con su mamá, si es que llegaba a hacerlo.
Se pegó contra una pared y se dejó correr hasta llegar a piso, dejo sus tacones de un lado y soltó todo lo que su cuerpo albergaba.
– ¡Por Dios! ¿Estás bien? –La voz hombre la sacó de sus pensamientos, se limpió los mocos que escurrían por su nariz con su muñeca y sintió como este le ponía una mano en el hombro.
–Si. –Respondió sin verlo.
El hombre se puso de cuclillas frente a ella aun tocando su hombro.
– ¿Estás lastimada? —Insistió él.
–No, estoy bien, gracias. –Aline miraba al suelo avergonzada de que alguien la viera llorando como niña pequeña. Pero no era lo de menos, a pesar de la calle estar vacía y oscura, había visto pasar uno que otro auto mientras caminaba, pero por la oscuridad asumió que nadie la había visto hasta el momento.
– ¿Segura? Tal vez necesitas ver a un doctor, puedo llevarte si lo deseas... –Era raro que alguien fuese tan interesado en la calle, muchas veces la gente solo te miraba, comentaba cosas y pasaba de largo. Nunca ayudaba.
–No, en serio, estoy bien. –Repitió ella deseando que el hombre la dejara en paz, al menos ya su llanto se había ido casi por completo y su corazón latía a un ritmo normal.
El hombre puso su otra mano en la barbilla de Aline, haciendo que ella lo mirara.
Sus ojos, aún en la oscuridad, eran tremendamente oscuros, a la chica le sorprendió mucho eso, supo al instante que si veía esos ojos a la luz del sol éstos seguirían luciendo oscuros. ¿Eran café oscuro? No, estaba segura de que sus ojos eran negros. Un negro tan profundo como el abismo. Su cabello también era oscuro, negro también, tal vez. Tenía barba de unos días, su mandíbula era cuadrada y la tenía apretada ¿Por preocupación? ¿Por ella? No debía de pasar de 36 años, lucia joven, o al menos a la luz de la luna.
– ¿No te duele algo? –Dijo cortando el incómodo momento. Aline negó con la cabeza. – ¿Entonces por qué lloras? –indagó sonriendo un poco.
Aline detalló la pequeña línea que formaron sus labios no tan carnosos, no lo conocía, ¿Debía decirle algo, o solo irse de allí?
–Es... Solo un problema familiar –Sonrió al igual que él, para calmar la preocupación del otro.
El hombre, que aún desconocía, llevó su pulgar hasta la mejilla de Aline y se la limpió con delicadeza. Sin apartar sus oscuros ojos de los de ella color miel. La chica se percató del detalle, y por un segundo, solo por un segundo, supo que él no era malo, se dio cuenta que lo único que él quería era ayudarla.
– ¿Ves? Estoy bien. –Aline sonrió de nuevo y respiró entrecortadamente como resultado del llanto.
Mantuvo su mano en la mejilla de Ali, analizando con sus oscuros ojos cada parte de su rostro.
–Ta ¿Ya nos vamos? –Dijo otro hombre saliendo de un auto que estaba a unos metros de estos.
Al instante, Aline movió su rostro alejándolo de la mano del hombre de ojos negros y se limpió por completo las lágrimas. Lo último que quería era que otro hombre la viera llorando, parpadeó un par de veces y con sus manos se talló los ojos para disimular las lágrimas.
– ¿Quién es esa? –Preguntó el nuevo hombre. Caminó hasta ellos y se colocó de lado del hombre de ojos oscuros, la miraba desde arriba con prepotencia.
"Esa" nadie la había llamado "Esa" en su vida, ella no era un objeto. Aline levantó su mentón para hacer frente al hombre y mostrar su enojo ante su forma de hablarle.
–Ella es... –Empezó a hablar el hombre de ojos oscuros, pero el nuevo hombre lo interrumpió.
–Soy Christian –Se presentó el hombre, poniéndose de cuclillas a un lado para ver mejor a Aline.
Fue cuando lo pudo ver mejor, estaba oscuro, pero aun así se podía ver sus ojos. Tan azules como el mar, cabello negro y su blanca piel. Una combinación fascinante para muchas personas, pero que sin embargo para ella, le daba algo de temor. La palidez de su piel, hacía que resaltaran sus ojos y su cabello con la noche.
Christian sonrió ampliamente y extendió su mano a la chica, esperando que esta la aceptase.
–Al-Aline. –Tomó su mano presentándose.
– ¿Qué haces aquí, pequeña Al-Aline? –Preguntó Christian, levantando una ceja.
–Yo... –Pensó detenidamente en qué decir, Christian le provocaba un miedo que el otro hombre no, así que prefirió no informarlo sobre lo que le pasaba. –Nada.
–Un problema familiar. –Dijo el otro.
Si ella no le había dicho eso a Christian ¿No era demasiado obvio que no quería que el nuevo se enterara?
Inhaló hondo y trató de no ver al de ojos oscuros con cara de reproche, perfecto, ahora todos sabrían sobre el problema con su familia.
–Ven, te ayudo –El hombre de ojos negros la tomó por los brazos y la alzó con fuerza. Sin esperar respuesta de parte de esta, al cabo de un segundo ya estaba de pie. El hombre se percató de no chocar sus cuerpos en el proceso, lo que en parte Aline agradeció. Aunque la lastimó de la zona en la que la había tomado, pero Ali no dijo nada porque el hombre solo intentaba ser amable.
Ya de pie, la chica se acomodó el vestido con un gesto disimulado, pero pudo ver como el que se hacía llamar Christian la observó hacerlo sin intentar disimular.
–Gracias. –Aline empezó a limpiarse el vestido y las rodillas sucias por la tierra de la acera. Se bajó un poco el vestido incómoda ante la mirada del tal Christian. Quien ahora la miraba de arriba a abajo con una media sonrisa formada en su rostro.
– ¿Y qué haces aquí afuera, sola? –Le preguntó el de ojos oscuros, de quien aún no sabía su nombre.
Aline lo miró con desconfianza, no los conocía, y decirles que ahora la calle sería su posible hogar le resultaba peligroso, así que solo se encogió de hombros.
–Entiendo, soy un completo extraño y eso. –El de ojos oscuros se llevó una mano al pecho. –Puedes confiar en mí. –Dijo dejando a la vista sus blancos dientes cuando le sonrió.
– ¿Cómo? Ni siquiera se tu nombre. –Respondió ella, con el mejor tono que su garganta seca por el llanto anterior, le permitió.
– ¡Oh, claro! me llamo Thomas. –Sonrió aún más, se veía por su parte confiado, y solo algo más pasable que el otro chico.
Christian giró su cabeza para ver a su acompañante y le dedicó una mirada de odio.
– ¿Por qué lo miras así? –Examinó Aline con el entrecejo fruncido.
Algo se traían estos dos, ¿Qué podrían estar haciendo dos hombres solos a las 11:55 pm en una noche de viernes?
«Lo mismo que tú, tener vida social» pensó para ella misma.
Christian se hizo el que no entendía y no respondió a la pregunta.
–Chris. –Señaló al pelinegro a su lado. –Él odia mi nombre.
– ¿Enserio? –La mirada de Aline pasaba de uno al otro –A mí me gusta ese nombre.
– ¿De veras? –Christian se acercó un poco más a ella.
–Ajá. –Dijo dando un paso atrás y tratando de no notarse incómoda. –Es el nombre de un famoso que me gusta mucho.
–Vaya... –Christian sonrió. Los ojos azules de este, le detallaron cada parte de su rostro.
No entendió porqué al tal Christian se le hacía tan interesante que a ella le gustara el nombre Thomas, pues el interesado debía ser el que se llamaba así.
–Oye, tú te me haces conocido. –Comentó Aline para salir del incómodo silencio que se produjo, pero algo en él se le hacía peculiar, ¿Quién sabe? Quizás solo lo estaba confundiendo.
– ¿Qué? –Christian juntando las cejas, se notaba un poco preocupado.
–Si. Creo que... ¿No eres famoso? Me parece haberte visto en internet. –Dedujo la chica.
–Ah... –Solo pudo decir él los ojos claros pensando en que responder.
–Como sea. –Volvió a hablar la chica, le restó importancia al tema y miró a sus lados, estaban completamente solos en toda la calle. –Me tengo que ir. –Aline caminó lejos de ellos sintiendo sus miradas sobre ella hasta que dobló la esquina.
Al estar lejos de ello, algo dentro de ella se relajó, no sabía porqué. Los hombres no la habían hecho sentirse en peligro, excepto tal vez Christian, pero él solo la había hecho sentir incómoda. Si, había que admitir que la situación no era normal y menos en medio de la noche. Apretó sus tacones en la mano y fijó su vista hacia el camino que le tocaba recorrer para llegar a la fiesta, a la cual ya se le estaba haciendo tarde.
...
–Jamás vuelvas a llamarme Ta. –Dijo molesto cuando la chica desapareció de su vista. Era la enésima vez que le decía eso a su amigo, y este parecía no entenderlo, o hacerlo para molestarlo. Lo cual lograba hacer cada que lo llamaba por ese sobrenombre.
–Perdón, señor Tavella. –Respondió sarcásticamente llevándose la mano al pecho y haciendo una inclinación hacia él. – ¡Además! ¿Por qué dijiste que te llamabas Thomas? Sabes muy bien que ese es mi nombre...
Tavella giró sobre sus talones para ver de frente a su amigo, que tenía las manos en sus bolsillos del pantalón.
–Bueno, tú dijiste el de tu hermano ¿Y yo te dije algo? No. –Se defendió, además, no tenía ganas de discutir por algo tan estúpido como eso.
–Yo lo dije por qué no podía decir mi verdadero nombre ¿y si me reconocía? –Dijo retrocediendo para llegar al auto.
– ¡Vamos Thomas! –Lo interrumpió Tavella, siguiéndole el paso. – ¡Eres millonario y dueño de la mitad de las empresas del país! Esa chica te pudo reconocer si no fuera tan estúpida y llorona. –Rió al pensar en cómo la había encontrado.
Tom puso los ojos en blanco.
–Hay que llevárnosla. –Propuso Tavella con los ojos abierto de par en par.
– ¿Seguro? –Dijo Thomas dudando un segundo, aunque la idea le gustase, no estaba seguro pues él siempre investigaba a sus chicas, incluso las seguía por meses, además sabía que su hermano se molestaría si le llevaba una chica nueva sin ser investigada antes.
–Si, dijo que tenía problemas familiares, seguramente huyó de casa, sus padres tardarían en darse cuenta de que no desapareció porque quiso y si le dicen a la policía ellos no harán nada ya que es una típica adolescente que huyó de casa, no la reportarían como desaparecida. –Explico este, pasándose una mano por el cabello.
Además, tenían la ventaja de que Tavella trabajaba para la policía local, sabría cuando la chica fuese reportada, y no tardarían ni un día en desaparecer las pistas del caso. Era muy inteligente para hacer los trabajos y juntos, Thomas y él, había que decir que eran mejor. El hermano de Thomas, Christian, no le agradaba para nada.
–Vaya Ta, eres muy inteligente. –Asintió Thomas, una y otra vez, abriendo la puerta del auto y adentrándose en él.
– ¡Que no me digas Ta, maldición! –Tavella cerró con fuerza la puerta de su amigo y dio la vuelta a la camioneta para entrar, se acomodó en su asiento y negó ante la pesadez de su amigo.
Thomas rió ante el enojo de Tavella y encendió el motor del auto. A los pocos minutos, consiguieron ver de nuevo a Aline, caminando a paso rápido por una calle desierta. Thomas apagó las luces del auto y la siguieron a lo lejos lentamente para que no se diera cuenta. El corazón de Tavella latía acelerado, lleno de adrenalina ante un nuevo juguete. Y el de Thomas, feliz ante una nueva muñeca.
Por la calle en la que iban estaba completamente sola, nadie se daría cuenta si se la llevaban.
Cuando Aline llegó a la esquina de la calle en donde era la fiesta empezó a escuchar el ruido de la música. Al final de la calle estaba una casa abarrotada de adolescentes, contemporáneos con ellas. La música se escuchaba desde la distancia, ya el ambiente estaba formado. Eso la reanimó un poco, después pensaría en donde se iba a quedar a vivir, ahora era el momento de divertirse.
Caminó en línea recta mientras se limpiaba el rímel, estaba segura se le corrió por toda la cara, aunque tal vez Thomas le había limpiado un poco cuando le acarició la mejilla. Se detuvo un segundo para inspeccionar su aspecto, se bajó un poco el vestido y se agachó para ponerse los tacones. Debía llegar como si nada hubiera pasado, sabiendo que su maquillaje se había arruinado casi por completo ¿Y si solo por eso Oscar no se fijaba en ella? Bueno, aún tenía el mini vestido increíblemente provocador en su delgada figura.
A los segundos, ya se encontraba montada en sus altos tacones de aguja que tanto le encantaba. Era momentos de entrar a impresionar, y quizás, tener una noche de diva. Pero no le dio tiempo de reaccionar cuando sintió que alguien la abrazaba por atrás agarrando sus brazos en el acto. No era un abrazo amigable, la estaba lastimando.
No se sintió amenazada, pues creyó que era su amiga o alguien más de la fiesta, hasta que empezaron a arrastrarla hacía atrás, sus pies perdieron el equilibrio y cayó al suelo, siendo sostenida por sus brazos en el acto. Trató de girar la cabeza para ver quien la tomaba, un nudo se le atoraba en la garganta que no le permitía gritar por ayuda. Un gran forcejeo de parte de ambos, le dolía el cuerpo, el otro era mucho más fuerte que ella, claramente no podría pelear contra él. Se sentía muy débil y adolorida pero aun así intentó escabullirse de su abrazo.
Maldita sea el momento en el que se negó a ir a clases de defensa personal, maldita sea el momento en que llamó tonta a una de sus mejores amigas al entrar en dicha clase. Nunca pensó que alguien quisiera hacerle daño, y menos a minutos antes de entrar a la gran fiesta, y maldita sea ella, por decirle a su madre que la odiaba sin pensar en que podía ser la última vez que pudiera decirle algo, tal vez jamás la volvería a ver.
El cuerpo del enemigo, tomó sus brazos con una sola mano y la otra la puso sobre su cuello para sobreponer su poder sobre ella, esa maniobra dejó casi sin posibilidades de escape a Aline, pues le apretaba con fuerza la garganta dificultando que pudiera respirar. Abrió los ojos como platos al ver cómo, a lo lejos de la calle, nadie veía lo que pasaba. La música alta ocultaba todo a su alrededor, aunque gritara nadie se enteraría, se iba la oportunidad.
Cuando la metieron sintió un fuerte dolor en la espalda. La habían golpeado contra en suelo del auto. La cajuela era muy espaciosa. Entraban ella y el hombre que la había tomado. Pataleó con todas sus fuerzas para poder salir de ahí pero tenía todo el peso de aquella persona sobre ella. Evitando que se escapara de fines desconocidos.
Si, ella sabía para que se la llevaban, y era una idiota por no haber hecho caso a su mamá aquella noche. Aline sabía que la inseguridad por esos lados estaba mal, y aun así decidió irse caminando muchas cuadras para llegar a la dichosa fiesta. Ahora pagaría las consecuencias de su desobediencia.
– ¡Conduce! –Gruñó el hombre al conductor, poco después, el motor sonó como si se encendiese y el carro se puso en movimiento de manera veloz y salvaje.
– ¡Ayuda! –Logró gritar Aline, pero ya era muy tarde, ya nadie la ayudaría.
La chica siguió gritando y pataleando hasta que el hombre sobre ella puso una mano sobre su cuello apretándolo con fuerza y le dio un puñetazo tan fuerte que hizo que su cabeza cayera hacia atrás chocando contra el piso de la camioneta dejándola inconsciente al instante.
...
Tenía los ojos cerrados, llenos de pesadez. Sus párpados dejaban que sus ojos descansaran luego de tan horrendo momento. Quizás todo había sido una pesadilla, un mal sueño del que no quería volver a soñar. Decidida, Aline abrió sus ojos esperando ver el techo de madera de su habitación, ver a su mamá bajar las escaleras gritándole con dulzura para ir a desayunar. Esperando encontrar un día soleado y lleno de amigos con el cual compartir momentos inolvidables. En vez de eso, sus ojos se abrieron con dificultad y molestia.
Sobre ella, una luz intensa pegaba directo en su dirección. Entrecerró los ojos, escapando de la intensidad de la misma y se intentó levantar de lo que parecía ser el suelo. Un momento... ¿El suelo? ¿Por qué estaba tirada en el suelo?
Aline abrió los ojos con fuerza sin importarle ya la luz que le molestaba y miró a su alrededor, estaba sentada efectivamente en el frío suelo. Con la rapidez con la que se levantó, hizo que todo le diera vuelta en seguida, le costó un segundo volver a estar en su estado normal. Todo lo que la rodeaba eran paredes, en la habitación no había más que una colchoneta en una de las esquinas y un par de cadenas enganchadas a la pared.
Con miedo, y el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Aline llevó la vista desde el inicio de las cadenas, hasta su fin. Terminaba en un grillete alrededor de su tobillo, una lágrima de terror salió por su ojo y le recorrió la mejilla. La habitación tenia paredes blancas, o lo que en su tiempo fueron blancas, ahora se encontraban sucias y llenas de mugre. Olía a humedad, y el calor era significante.
No podía creer donde se encontraba, esta no era su habitación rosada, esta no era la habitación desastrosa de su amiga adolescente Alondra, donde pensaba pedirle que la dejara alojarse por unos días mientras encontraba donde vivir. Esta era la habitación del terror, el cual, ya estaba sintiendo desde el momento en que había abierto sus ojos pero no había querido admitir. Desesperada, Aline se levantó con mucho dolor en el cuerpo y dio unos pasos hacia la puerta al otro lado de la habitación pequeña.
La cadena resonaba con cada paso de daba, el sonido le ponía los pelos de punta, eso y la idea de estar encerrada en un sitio desconocido y sin saber quién o quiénes la tenían ahí. Cuando le faltaban menos de un metro para poder llegar a la manilla, la cadena le advirtió que no podía ir más allá. Se agachó he intentó romper la cadena con todas sus fuerzas, pero, además de que ella estaba extremadamente débil, la cadena parecía casi nueva. Buscó una ventana o algo, pero no había nada. Llena de frustración y rabia, Aline se llevó las manos hasta la cabeza y se las pasó por el cabello tratando de contener las lágrimas. Tenía miedo, quería salir de ese lugar del cual solo llevaba... ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había sido raptada aquella noche? No lo sabía, solo sabía que quería huir y volver con Carolina, su mamá.
–Ayuda, déjenme salir. –Dijo en un hilo de voz, la garganta de dolía y le ardía. Hasta tragar saliva se le hacía doloroso.
Sus palabras quedaron en el aire, al igual que sus esperanzas. Se jaló el cabello en busca de traer la realidad a su vida, pero esta era ahora su realidad. Solo no podía creerlo. Dejó caer sus manos hasta que llegaron a su cintura y se abrazó fuerte, dejándose caer en el suelo para llorar por lo que había dejado escapar.
–Yo solo quiero salir de aquí. –Dijo entre llanto, abrazando su cuerpo como protegiéndolo del mal a su alrededor. –Yo solo quiero volver a mi vida, por favor.
No se lo decía a nadie en específico, solo esperaba que alguien la escuchase y la ayudase. Que oyesen sus lamentos casi silenciosos y vinieran en su rescate. Ya no quedaba nada dentro de ella, las lágrimas se había secado ya. Había pasado una buena cantidad de tiempo como para tranquilizarse y aceptar su nueva realidad, ahora la cabeza le dolía por tanto llanto y el hambre se estaba empezando a hacer presente.
Los gruñidos producidos por su estómago vacío, la sacaron de sus pensamientos. Aline abrió los ojos con agotamiento físico y mental y observo la puerta, en la espera de que alguien apareciese. Ya sea el bueno o el malo de la película en la que se había convertido su vida.
Acostada en la colchoneta (que era el único objeto en la habitación), se encontraba Aline, con los ojos fijos en una sola cosa, la puerta, sin esperar más que el aparecimiento de un milagro. Su cuerpo estaba en un estado de tensión todo el tiempo, su columna dolía al tratar de ponerse recta, la batalla que había tenido que librar en un intento fallido de no ser raptada, la había dejado magullada.
Por debajo de la puerta, un pequeño espacio que quedaba entre el hierro y el suelo. Se vieron unos pies colocarse frente a esta. El corazón de Aline pareció racionar luego de tanto tiempo, y la mente de la chica, comenzó a divagar en lo que se encontraría, no se levantó ni se movió, no porque no quisiese sino porque no podía.
Lo que parecieron ser unos segundos eternos, la puerta se abrió. Lo primero que pudo ver Aline, fueron unos zapatos de vestir negros. La vista no le daba para ver más allá que eso, no quería moverse, la debilidad la dejaba en ruinas. Los pies se acercaron a ella, y se detuvieron al estar frente a su rostro, Aline hizo un esfuerzo por voltearse y ver quien la mantenía retenida de su libertad. Pero tanto tiempo sin moverse ni comer, la tenía mal.
Los pies se pusieron en cuclillas y unas manos le tomaron el rostro y se lo giraron, no de manera rustica como esperaba ella, sino con suavidad. Unos ojos oscuros que reconoció al instante, unos ojos que iban acompañados con la curiosidad e intriga. Aline no pudo ahogar un grito de sorpresa al ver quien la tenía privada de libertad, Thomas, el hombre que había conocido aquella noche. Aquel que se había ofrecido a ayudarla con mucha amabilidad y preocupación en sus gestos, ese mismo hombre la miraba con tranquilidad mientras ella temblaba de miedo ante sus ojos tan oscuros como el abismo.
–Buenas tardes, Aline. –Dijo Thomas.
La chica no podía salir de su asombro, él no se veía una persona a la que debe temer, por lo contrario, él a diferencia de su amigo Christian, le inspiraba tranquilidad. Que equivocada estaba, que idiota había sido al pensar que era una buena persona.
–No responder a un saludo, es de mala educación, Aline. –Volvió a hablar él, su mano sobre las mejillas de Ali eran suaves.
– ¿Por qué me tienes aquí? –Pudo pronunciar ella, apenas ponía hablar, el dolor de garganta era intenso. Sentía como su garganta se caía a pedazos. Todo gracias a que el hombre que estaba parada frente a ella la había ahorcado con muchísima fuerza.
–Piénsalo de esta manera. –Dijo acariciándole la mejilla con una de sus manos. –Ahora no tendrás que volver a ver a tu familia, y los problemas que habías dicho, desaparecerán.
Ali negó con la cabeza, podía tener mil y un problemas con su familia, pero prefería eso a un infierno como este. Thomas le soltó el agarre y esta se sentó, pegando su espalda contra la pared. El hombre se puso de pie y ella pudo detallarlo, iba con un pantalón de vestir negro y una camisa manga larga rosada claro, con rallas blancas, arremangadas a la altura de los codos. A un lado tenia lo que parecía una placa de la policía, ¿Este loco era policía y aun así la tenía secuestrada? No, un policía no podría hacerle eso a alguien, se supone que ellos deben proteger a las personas, no secuestrarlas, ¿no?
Ali se llevó una mano hasta la boca para taparse por la sorpresa y con la otra, señalo la placa. El hombre bajó la vista hasta donde la chica le señalaba y agarró la placa riéndose. Se la arrojó a las piernas. Ali sujetó la placa con las manos temblorosas y la observó, "Policía estatal" y por lo bajo se leía "Detective"
-¿De dónde la sacaste? -Preguntó la chica aun sin poder creer que podía ser realmente de él.
Thomas soltó una carcajada -No creas que asesiné a un policía para tenerla y lucir bien, es mía. —Examinó la reacción de la chica, se veía hermosa temblando en el suelo, mirando la placa con confusión –Linda, ¿No? –Dijo el que se hacía pasar por el defensor de la justicia.
La chica aclaró su garganta y se preparó para hablar, pero no conseguía las palabras para hacer expresar su asco por el hombre que tenía al frente de ella. Era un ser humano sin igual, uno que se hacía pasar ante todos por el defensor de los inocentes y el buscador de la verdad. Cuando en secreto mantenía a una joven indefensa secuestrada a su merced. Y nadie podía asegurarle a la chica que ella era a la única que tenía o la única que había tenido ahí. Pena, asco, rabia, era lo que sentía Aline en ese momento. Vergüenza que en un país, que decía ser respetable, pasaran esas clases de cosas. Ahora todos podían ser agentes de la policía y decir que contribuyen a la buena formación de la sociedad mientras hacen este tipo de cosas repulsivas.
–Me das asco. –Exclamó Aline, lanzándole la placa lejos.
Los ojos de Thomas se mantuvieron serenos, al igual que sus expresiones. No parecía enojado por lo que Aline había hecho, y eso le asusto mucho más "El que menos baila, baila una morena" Decía el dicho, y a Aline le aterraba que este hombre, con sus amabilidades y gestos serenos, fuese peor de lo que pensaba. Pero ya no sabía que esperar.
Este solo se agacho a su altura y la miró, sin rabia, sin morbosidad, solo la miro. Las manos de la chica se apretaron con fuerza la una a la otra, y se mantuvieron en su regazo, ella no apartó la mirada, en cambio solo lo miro también. Aunque tuviese miedo, no quería demostrárselo. Sin embargo, su cuerpo la traicionaba, todo este temblaba.
–No debiste hacer eso. –Habló él, luego de unos largos segundos de silencio. –Tus acciones, por pequeñas que sean, pueden lograr molestarme.
–No me interesa si no te gusta como soy. –Dijo Aline retándolo, su voz había subido ya unos tonos. –Solo déjame salir de este maldito cuarto y volver con mi familia.
Ella no suplico, solo exigió, y eso al hombre no le gustaba.
–Créeme que no te gustara hacerme enojar.— Recalcó el que se hacia llamar Thomas, llevó una de sus manos hasta el rostro de Aline, quien apartó la cara para que él no la tocara. –Puedo ser el demonio en persona, y ni contarte de Thomas.
Las palabras entraron por los oídos de Aline y ella las creyó, sus ojos se estaban tornando más oscuros y profundos de lo que jamás había visto, la seriedad con la que expresaba las palabra le hacían saber que debería tener miedo. Pero algo la confundía, si él no era Thomas, ¿quién era?.
–Pero, tú eres Thomas... –Dijo apenas la chica, algo confundida y aterrada.
–No cariño, yo soy Tavella. Detective Tavella. –Dijo levantándose y dirigiéndose a la puerta. –Tu peor pesadilla.
– ¿Qué quieres de mí? –Inquirió ella antes de que se fuera, llena de duda en la voz.
Tavella dio media vuelta para mirarla de nuevo.–Quiero divertirme un poco. –Respondió como si fuera normal decirle eso a alguien.
–No soy un juguete el cual puedes comprar o robar. –Le gritó ella a pesar de que sentía como la garganta se le desgarraba. –Soy un ser humano, no un maldito juguete. –Terminó dejando salir una que otra lágrima.
–A ver, mi niña. –Volvió a caminar hasta llegar a ella, se puso sobre sus rodillas y levantó la cara de la chica con una de sus manos. –Tienes que recordar algo, ya tu vida no pertenece a ti, por lo contrario. Ahora es mía, y mientras estés aquí. –Hizo referencia al lugar. –Serás y harás lo que Thomas y yo queramos. ¿Ok?
Ella sólo lo miró con ojos de odio y vio la oportunidad de su vida, la puerta todavía estaba abierta detrás de ellos. Controló los latidos de su corazón asustadizo y levantó la mano para estamparle un golpe en la cara y así alejarlo de ella el tiempo suficiente para correr en la búsqueda de su libertad. Solo le tomó un segundo volver a subir su mano y esta vez cerrarlo en un puño para golpear la mejilla de Tavella y tirarlo de trasero en el suelo.
La chica se arrastró e intentó ponerse de pie para correr a la puerta, pero Tavella la jaló por la cadena haciéndola caer al suelo y después la sujetó por el pie.
– ¡Auxilio! ¡Ayuda! –Gritó enterrando las uñas en el piso.
Solo le quedaban unos metros para llegar a la puerta, la chica se fue arrastrándose y luchando encontrar de las manos que jalaban sus piernas para traerla de vuelta y a la posible carga de golpes que le esperarían por su rebeldía. Se aferró con todas sus fuerzas al suelo, tratando de que las manos apretadas fuerte sobre sus talones no la llevaran atrás. Pero la fuerza de él era mucho más fuerte. Dejó varias líneas blancas en el suelo gracias a sus uñas.
El hombre, torciendo su cuello y haciéndolo tronar en el proceso, se puso de pie frente a ella y la detalló fijamente. Sus ojos eran negros como la noche y vacíos como su alma.
Aline inhalaba temblorosamente y llena de miedo, había cometido un error, un error de centímetros. Había tenido la oportunidad, pero había sido muy lenta. Se maldecía internamente por su error, a ella y a Tavella por ser un desgraciado que ahora la miraba como si la quisiese matar.
Le dio una patada en la espalda. La joven se dio media vuelta sobre el piso y recibió otra patada en el abdomen que le sacó todo el aire. Sintió como sus pulmones le ardían y exigían con fuerza que le dieran oxígeno, pero las patadas iban y venían con más fuerza cada vez. El dolor era insoportable, sin contar los jalones de cabello y los gritos de ayuda que quedaban perdidas en las cuatros mugrosas paredes a su alrededor.
Recibió tantos golpes en el cuerpo que ya ni siquiera se movía. Tavella realmente se había molestado por lo que esa niña le había hecho. La empujó contra la pared. Tomó su cara con delicadeza con sus dos manos y con un movimiento brusco empujó su cabeza una y otra vez contra la pared hasta que Aline quedó prácticamente inconsciente.
No lo suficiente como para ver cómo el hombre se acomodaba las mangas largas de su camisa de vestir, recogía su placa del suelo y se iba cerrando la puerta tras él, Aline tenía todo el cuerpo tensado, y por mucho. Cada palabra que había dicho el hombre que ahora se hacía llamar Tavella, la habían dejado helada. "Tu peor pesadilla" ¿Que podía ser peor que estar encerrada en 4 paredes? ¿Qué podía ser peor que la golpiza que había recibido? «Muchas cosas. » Se respondió a ella misma. Veía cómo su vida se hacía pedazos frente a sus ojos.
Dejó que su cabeza adolorida se posará sobre la pared y cerró los ojos llena de dolor, sentía como un líquido viscoso y caliente caía por su nariz y se metía en medio de sus labios. El sabor a óxido de la sangre le recordaba que tan viva aún estaba, pero que tan muerta quería estar. Fue cuando, luego de mucho tiempo Aline nunca se había sentido tan abandonada. Pese a que su mamá nunca estaba con ella y que había crecido prácticamente sola, pero siempre tenía a sus amigos, o alguien con quien hablar. Ahora se encontraba sola, fue cuando se dio cuenta de todo lo que había perdido. Si bien no era mucho, era algo.
...
No podía abrir los ojos de lo cansada que estaba sintiéndose tan mal, le dolía la cabeza y sin contar el ardor que se encendió en su garganta. Todo el cuerpo le dolía, incluso sufría al respirar. Carraspeo para quitar el dolor, pero todo lo que hizo fue empeorar, como su vida. Con poca fuerza de voluntad, abrió los ojos y miró a todos lados, seguía en la misma fría y sucia habitación, nada había mejorado, ni el hambre que tenía. Se pasó la mano por el cabello y se peinó la maraña que se hizo en su corto cabello negro. Sentía el pegoste del maquillaje, se pasó la mano por la cara y vio como esta se llenó de sombras de ojos y delineador, se sentía asqueada y mugrienta. El sudor cubría su cuerpo y la hacía sentirse ahogada, además de acalorada.
La puerta se abrió dejando pasar a un hombre, debía tener al menos 10 años menos que Tavella, no debía de pasar de 30. Tenía el cabello negro y los ojos oscuros. Era delgado y vestía una camiseta de algodón azul con unos jeans. Tenía unas bandejas en las manos, y por un momento Aline se ilusionó que viniera a salvarla y traerle comida. Pero el olor a alcohol que llenó la habitación, le dijo lo contrario.
La chica se puso erguida en su sitio y colocó las manos sobre su cara por precaución, no quería más golpes, no quería nada que no fuese irse a su casa y abrazar a su mamá. Por muy infantil o ridículo que eso sonara, solo necesitaba que ella le dijera el tan famoso "Te lo dije".
–No, no, tranquila, no te haré daño. –Dijo él mostrándole las palmas de las manos en modo de paz. Aline tragó saliva con dolor.
–A... Ayu... da. –Sentía como si tuviera alfileres en la garganta que se insertaban en esta cada que hablaba o tragaba saliva.
El hombre bajó la mirada hacia el suelo.
–Lo siento. –La miró. –No puedo.
El hombre se acercó a ella y dejó la bandeja de cosas en el suelo a su frente, una bandeja de metal con cosas para curar, unas cuantas gasas y un pote de alcohol y betadine. Se retorció a la idea de cuan mal estaba.
–Ayu... da. –Repitió.
–Lo único que puedo hacer por ti es curarte... –Dijo tomando las gasas, mojándola con alcohol y acercándolas a las piernas de la chica. –No tiene nada que temer, prometo que no te haré nada, no como los otros dos.
Aline dejó que el chico la curara, por mucho que eso doliera, él por encima de los otros dos se veía más bueno. Pero no debía confiar en su apariencia, los otros le habían enseñado en no confiar ni en su propia sombra.
Cuando él intentó limpiarle la zona entre la nariz y los labios, que estaban manchados de sangre, Aline se alejó por puro reflejo, así que el pelinregro le sonrió y le entregó la gasa para que ella se limpiara.
–Por cierto, me llamo Christian... –Mencionó él luego de largos minutos de silencio incómodo.
– ¿Christian? –Asintió –El otro... ¿Cuántos son? –Con él, ya iba unos tres, ¿Y si la lista se alargaba? No podía dejar de pensar en cuántas personas estaban a disposición de ella, como si fuese una puta. Quiso llorar, pero si lo haría, quería hacerlo sola, sin que nadie la viera como un perro herido y débil.
–3... –Respondió Christian sin mirarla a los ojos.
–Uno... –Pensó bien en si decirlo. –Me dijo que se llamaba Christian. –Hablaba lentamente por el intolerable malestar.
– ¿Tavella? –La chica negó con la cabeza. –Thomas. –Susurró más para él mismo que para ella.
Christian recogió con rapidez las cosas y se puso de pie para irse, sin mirar atrás o decir siquiera adiós. Salió de la habitación y cerró con fuerza la puerta, Aline se sobresaltó al pensar en que la puerta se caería del golpe. Se había ido con molestia, incluso pensó haberle visto como una vena sobresalía de su cuello.
Acomodó su cuerpo sobre la fina colchoneta y miró el techo, contó los tablones de madera, detalló las esquinas, pensó, canto, hasta rezo, pensó en su familia y amigos, en cómo salir de ahí, en lo que los hombres le harían, pensó en un millón de cosas. El tiempo simplemente parecía ir más lento, no sabía qué esperar, ni que hacer. Solo escuchaba el rugir de su estómago hambriento. Debían de haber pasado por mínimo un día entero desde su rapto, y día y medio desde que había comido. Por su mente solo pasaban fotos de comida, y las ganas que tenía de devorar todo lo que pusieran frente a ella.
De repente escuchó como detrás de la puerta mantenían una conversación, que por cierto no era muy discreta.
–Tom, en serio creo que Tavella es peligroso, deberíamos alejarnos. –Decía la voz de Christian, por más que tratara de ocultarlo, se podía notar cierto desagrado en su tono.
– ¿Estás bromeando? –Thomas soltó una carcajada –Secuestrar chicas con un policía es lo mejor, él nos mantendría alejado de sospechas.
– ¿Qué te hace pensar eso? ¿Cómo sabes que no nos va a traicionar? –Las preguntas de Christian eran muy adecuadas, pero a esta altura, Aline no creía que alguien como Tavella se echase para atrás. No después de todos los golpes a la cual la había sometido.
–Hermano, por favor... Déjala. – ¿Hermano? ¿Eran hermanos? Aline ya no sabía que más esperar del mundo, las cosas iban de mal en peor. Tres psicópatas y dos emparentados entre sí.
La manija de la puerta se abrió y dejando pasar al hombre de ojos azules como el cielo. Quien por cierto tenía una sonrisa de oreja a oreja como si viniese a visitar a una amiga o alguien querido, la emoción en sus ojos daba miedo. Más que los ojos oscuros del Detective Tavella.
–Buenas noches, dormilona. –Dijo cerrando la puerta con una mano, mientras que con la otra tenía una bandeja sobre la cual había comida, y el estómago de Aline lo sintió enseguida.
–Tengo despierta horas. –Espetó ella con molestia en la voz.
–Lo sé, te estuve viendo. –Caminó hasta estar a solo unos centímetros de ella y puso la bandeja en el suelo. –Solo me gusta hacerme esperar.
– Son hermanos ¿cómo pueden secuestrar chicas? –No pudo aguantarse y preguntó. Decía que el gato murió por curioso, pero al menos murió sabiendo. Thomas ignoró la pregunta como si no la hubiera escuchado.
Los ojos pardos de la chica se posaron solo en la comida, y aunque era poca y miserable, el hambre y el deseo la llevaron a tomar el mísero pan y morderlo sin esperar mucho. Un duro y frío pan, pero que no obstante le calmaba el león dentro de sí. No prestó atención a las carcajadas que daba el hombre, ni a los ojos que la veían como si fuera un payaso.
Al terminar el pan e ir por la botella de agua que estaba frente a ella, se percató de las palabras que había dejado pasar "Te estuve viendo" permitió que el agua pasara por su garganta y calmara el dolor que había en ella y que el duro pan había empeorado y se preparó para hablar.
–¿Qué quisiste decir con que me estuve viendo? –Preguntó con curiosidad, pero más con miedo a la respuesta.
El hombre se puso de cuclillas frente a ella y sonrió.
–Sí, linda A-Aline. –Sus palabras eran lentas y bien pronunciadas. –Te estuve viendo, veo cada movimiento, cada paso y cada respiro que das. –Agarró, con una mano, las mejillas de Aline sin darle tiempo de girar la cara.
La joven sentía como el corazón le latía con fuerza, llevó sus manos hasta la de él y trató de quitársela, no quería sus manos sobre ella. Ni las de él, ni las de ningún otro hombre.
–Vamos pequeña, no me gusta jugar, ya después puedes jugar con Tavellita todo lo que quieras. –Sus palabras le daban repulsión.
–Suéltame. –Dijo peleando con la mano del hombre. – ¡Que me sueltes!
–Yo te suelto cuando a mí me dé la gana. –Le indicó él acercando sus labios hasta el odio de la chica. –Además, solo te estoy agarrando los cachetes. Todavía falta. –Thomas sonrió mostrándole los dientes
Con la mano libre, la llevó hasta la cintura de ella y la posó allí. Apretó ligeramente donde la colocó y la echó para adelante, para que estuviera más cerca de él. El hombre se sentó sobre las piernas de Aline y la mantuvo abajo de él con la cara en su dominio. El escuchaba el agitado corazón de la joven latir con miedo y rapidez, y eso le gustaba, que le tuviera respeto, que le tuviera miedo. Sonrió aún más, acercando sus labios hasta el cuello de la chica y repartiendo besos sobre él.
– ¡No! ¡Suéltame, déjame por favor! –Pidió ella, su voz se mezcló con sus sollozos. –Déjame ir, prometo no decirle a nadie, lo prometo.
–Ay cariño, me da igual si le dices a alguien. –Comentó él, sin separar mucho sus labios de la piel. – De aquí no saldrás, ni mucho menos, alguien vendrá a tu rescate. –Continúo con su morboso trabajo.
Le soltó el rostro a la joven para tener más movilidad sobre ella, él no iba a abusar de ella, no todavía, estaba seguro de que Tavella se molestaría muchísimo si la tomaba primero que él. Quería "Probar la mercancía" antes de tiempo. Y unos simples besos y manoseo, no harían daño a nadie. El pecho de la chica subía y bajaba con desespero, y sus lágrimas caían por sus mejillas. Gritaba para que él la soltara, sentía sus manos meterse por su vestido y tocar su piel desnuda. Temblaba llena de terror mientras intentaba empujarlo lejos de ella sin éxito.
–Por favor, déjame. –Volvió a pedir llena de angustia. –Yo solo quiero irme, yo solo quiero...
–Y yo solo quiero divertirme, así que los dos queremos algo. –La interrumpió el hombre viéndole a la cara fijamente, sus ojos azules que parecían cielo, no mostraban precisamente belleza, sino maldad pura. —La diferencia es que yo conseguiré lo que quiero.
Se levantó un poco sobre las piernas de la chica y sin despegar sus labios del cuello de esta, le subió el corto vestido hasta quitárselo. Sonriente detalló la lencería de encaje morado que tenía ésta bajo el vestido y con las yemas de sus dedos rozó el suave encaje. Acarició la blanca piel de Aline y se tensó al llegar a sus senos, duros y en su sitio.
—Te pusiste esto para mí, pequeña Al-Aline?
La joven, llena de miedo y asco por ella misma y por lo que le hacían, cerró los ojos con fuerza y se concentró en un mundo alterno, donde ella no era la víctima de abusos sexuales, donde ella solo estaba en algún parque disfrutando con la única persona que considerable una familia. Su amiga Grecia. Pensar en cosas lindas era la única solución para no concentrarse en su propio infierno, estaba siendo manoseada y por cómo iban las cosas, violada por un total loco y desconocido si no es que también lo era por Tavella.
–Eres hermosa, simplemente hermosa. –Le susurró él en el oído, lleno de excitación y placer. Disfrutaban pasando sus manos llenar de morbo por su cintura y pegando sus intimidades. Estaban teniendo lo que se conocía como "Sexo con ropa" Pero era igual de detestable que la penetración. Aline lo único que podía hacer era llorar, llorar por lo usada que se sentía. Por lo idiota que había sido al irse así de su casa, y sobre todo de toparse con estos dos psicópatas a media noche.
Thomas se puso de pie y se desabrochó el pantalón sin poder aguantarse las ganas de penetrarla, ignorando la orden que Tavella le había dado anteriormente. Aline intentó arrastrarse lejos. Era muy feo saber por el horror por el que estás a punto de pasar y no poder hacer nada para evitarlo, lo único que pedía es que alguien apareciera en la habitación y detuviera aquello. Pero nadie apareció.
–Vamos a ver que ocultas aquí. –Dijo el tipo agarrándola por la cintura en su intento de escape, Aline iba gateando en dirección a la puerta pero el dolor no la dejaba ir rápido. Thomas llevó sus manos hasta el brassier de la chica y lo desabrochó.
—No, no, no. —Repetía la chica una y otra vez mientras pataleaba para librarse del peso que de nuevo tenía sobre la cintura. Thomas la agarró por las muñecas y las colocó sobre la cabeza su cabeza. Con una sola mano le quitó las bragas con habilidad.
La besó salvajemente luchando por introducir su lengua a la de ella. Aline se lo permitió y cuando sintió que la lengua estaba introducida completamente la mordió con fuerzas. Thomas se alejó al instante tapándose la boca. Aline giró su cabeza hacia un lado y escupió la sangre que le había quedado en la boca.
–Por eso nadie tiene compasión con las perras como tú. –Dijo dándole una bofetada en la mejilla izquierda a Aline. Sonrió y la volvió a besar haciendo que su propia sangre entrara de nuevo a la boca de la chica. Ali sacudió todo su cuerpo y reprimió un grito por el dolor de los moretones en su cadera causados por Tavella.
No podía casi respirar, el dolor y el peso sobre ella no dejaban espacio para que el aire circulara libremente. Sentía como las lágrimas caían a cada lado de su rostro, ella no quería que otro que no fuese alguien quien amara la besara, la tocara ni mucho menos, tuviera relaciones sexuales con ella. Aline no era virgen, ya tenía 18 y al cumplir los 16 años había perdido la virginidad con el primo de su amiga Grecia, quien le había insistido en que lo conociera, no había sido su mejor decisión, pero no se arrepentía.
A diferencia de ahorita, donde a ella solo la veían como un juguete sexual. De manera machista y sin pudor. Thomas agarró con las dos manos las caderas de la chica y las pego a él, olio el cuello de la chica e inhaló hondo, como si estuviese oliendo carne fresca. Thomas se quitó la única prenda que separaba a su miembro con la zona íntima de la chica.
Y cuando Aline supo que había llegado el momento, cuando ya no había vuelta atrás y ni un milagro podría salvarla. La puerta se abrió, y ambos voltearon para ver quien estaba en la puerta. Con cara seria, y brazos cruzados, estaba Tavella fulminándolo con la mirada
–Thomas. –Dijo seriamente. –Déjala.
–Ta... –Dejó lo que estaba haciendo y sonrió a su amigo, no le importó que los viera como estaban, lo único que le importaba era su momento con Ali. –Solo será un rato, luego será toda tuya.
–No me hagas repetirte las cosas. –Acotó Tavella sin apartar la seria mirada de él. –Quiero creer que cuando doy una orden, se cumple. Ahora, sal de mi vista.
–Ta... –Repitió mientras se ponía de pie. Empezó a vestirse.
– ¡Que salgas, maldita sea! –Espetó gritando molesto.
Thomas le hizo caso como si le temiera y salió de la habitación. Aline se acostó de lado tapándose sus partes íntimas con sus extremidades.
Sin expresión facial reconocible, Tavella se acercó a pasos lentos pero decididos al cuerpo semidesnudo de Ali.
– ¿Estás bien? –Tavella se puso de cuclillas frente a ella y tocó su mejilla haciendo que voltease a verlo.
No podía escapar de sus ojos, que aunque fuesen negros y su mandíbula estuviese tensada. Podía notar algo, muy poco, de consternación por ella. Ali no entendía nada, ni por qué luego de golpearla salvajemente y que Thomas la intentara violar, venía este a hablarle así y hacerla sentir un poco, sólo un poco, tranquila. Ali tenía miedo, sus músculos no dejaban de temblar y contraerse con cada segundo que la mano de Tavella se posaba en su rostro.
–No. –Solo respondió ella.
No estaba bien, ¿Cómo podía siquiera estarlo luego de casi dos días de infierno eterno? No iba a mentirle para que él se sintiera bien consigo mismo y la siguiera teniendo ahí metida.
–Disculpa a Thomas, suele ser muy impulsivo a veces. –Pasó uno de sus cabellos por detrás de la oreja de ella y le sonrió como si hubiese hecho un buen gesto.
–Pero tú no lo eres ¿verdad? –Reaccionó sarcásticamente Ali. Alejó su cara de las manos del hombre y se giró para darle la espalda, ahora veía de frente a la puerta cerrada. Y quizás su acción le costaría, pero en este encierro, hasta el respirar le costaría. Y ya lo sabía.
Sintió como la respiración de Tavella se hacía más pesada, sus inhalaciones y exhalaciones era fuertes.
–Thomas no lo hizo, pero yo lo haré, créeme. –Masculló Tavella, se puso de pies y la sombra de él la tapaba. –Vengo de un rato, y mejor que estés preparada. Las putas baratas me hacen estresar.
Ali se abrazó como pudo estando acostada, la puerta se cerró y como ella esperaba, el silencio de la habitación era casi absoluto. A excepción de sus sollozos que empezaban a salir. Apretó sus brazos sin importarle el dolor que eso producía, necesitaba sentirse por un momento, a salvo. Cerró los ojos y pensó en su anterior vida, y en lo mucho que se estaba perdiendo.
Se quedó dormida pensando en las palabras de Tavella.
...
Sus oídos captaron rápidamente como la puerta era abierta con un portazo, y se levantó de golpe. Se mareó al ponerse firme tan rápido, y un dolor recorrió su columna vertebral.
Buscó su ropa, estaba amontonada al otro lado del cuerpo, en donde ella no podría alcanzar jamás. Entrecerró los ojos para que se adaptaran a la luz y vio a el hombre de ojos oscuros pasar por la puerta y el de ojos azules quedarse en el umbral de la misma. Se tapó los pechos con sus brazos.
No, no podían ser los dos, eso la dejaría peor de lo que ya estaba. Ali negó con la cabeza ante la idea y vio como Thomas se reía recargado sobre la puerta. La veía como si fuese un pequeño ratón acorralado.
–Por última vez, Thomas. –Sentenció Tavella sin mirarlo. –Da la vuelta y vete, antes de que me moleste más y estrelle tu blanca cara contra la pared. –Sus palabras eran crudas y duras.
–Solo me quedare aquí. –Dijo Tom sin moverse.
Tavella volteó a verlo y lo señaló. –Que no digas que no te advertí.
Caminó hasta él y lo tomó por el cuello de la camisa de algodón negra que cargaba puesta, el rostro de Thomas se tensó al ver que su amigo no bromeaba. –A ti te gusta el respeto, a mí también. –Le dijo Tavella tan cerca de su rostro como para hacérselo entender. –Ahora vete, o te saco a golpes.
Thomas ronroneó como un gato. —¿Te han dicho que te ves realmente sexy cuando te enojas?
Tavella se acercó un poco más su cara a la de él. —Si vuelves a decirme algo así créeme que jamás volverás a sentir placer al violar a una chica en tu vida.
Thomas se dio la vuelta con los hombros bajos pero con una media sonrisa en el rostro, antes de cerrar la puerta, le dio un último vistazo a Aline y le mandó un beso.
Aline concentró su vista en Tavella y tragó saliva cuando lo vio caminando directamente hacia ella. Unió sus manos y trono sus dedos de un solo movimiento, ya no cargaba la camisa de rayas manga larga que cargaba antes, ni el pantalón negro. Ahora andaba vestido con un jean y una camisa blanca sencilla, miró a Ali con la rabia que le había hecho sentir Thomas y se quedó a poca distancia de ella.
Desde su sitio, sin poder ocultar su cuerpo lastimado y desnudo, Aline lo miró. Ella sabía que con este no se iba a poder escapar, él parecía tener el control sobre los otros dos hermanos. La forma en que les hablaba, les daba órdenes y aquellos por mucho le atendían. Debía ser la mente maestra, o el pez gordo.
– ¿Qué podemos hacer contigo? –Dijo llevándose la mano a los bolsillos.
La chica sintió como su cuerpo se contrajo ante la idea de sus manos sobre ella. Solo podía negar a las ideas y rogar con los ojos por libertad. Tavella dio un paso más y terminó por evadir la distancia entre ellos, puso una rodilla en el suelo y tomó entre sus manos el rostro de Ali.
– ¿Sabes algo que siempre he querido saber? –Preguntó poniendo su cabeza de lado como perrito confuso. – ¿No? ¿No adivinas? –Volvió a preguntar al ver que la chica no le respondía. – Pensé que eras más inteligente que eso.
Las gotas de sudor caían por la frente de Ali y llegaban a su pecho descubierto, el calor en la pequeña habitación era insoportable y en parte dificultaba el paso de aire. Y si a eso le sumabas el miedo que provocaba la presencia de Tavella, bueno, se hacía mucho más insoportable.
Tavella suspiró y se encogió de hombros. –Siempre he querido ver cuánto puede durar el cuerpo sin respirar, ¿quieres ayudarme con mi duda?
Los ojos pardos de Ali se llenaron de lágrimas y se empañaron. Negó con la cabeza tan rápido como pudo.
–Yo creo que sí, solo serán unos 2 minutos, no te preocupes. –Tenía una sonrisa amplia, a él le gustaba jugar, había dicho Thomas. Pero sus juegos podían ser dolorosos, o peor, mortales. –No dejaré que mueras, no aún –Explicó cómo si le hubiese leído la mente.
Puso las manos alrededor del cuello de la joven y apretó sin esperar un segundo, Ali no tuvo tiempo de tomar aire o de preparar sus pulmones, ni había tenido tiempo de razonar las palabras de Tavella cuando el juego había empezado. El agarre era intenso, las grandes manos del hombre abarcaban por mucho todo su cuello y lo apretaban con fuerza. La acostó boca arriba y se puso a horcajadas de ella sobre su cintura poniéndose más cómodo.
Los ojos de la chica parecían salirse de orbita, y su cara se estaba poniendo ya roja. El desespero que tenía le emocionaba a Tavella y no quería que se acabara, ver como llevaba sus manos hasta las de él para intentar zafarse de ellas y como, con derrota, las dejaba caer a sus lados le encantaba. No se sentía mal por herir a la gente, por lo contrario, había veces que le hacía sentir mejor. Él no era de lo que iba por la vida hiriendo y matando gente, solo le gustaba el respeto, y de vez en cuando, la diversión. Tenía su novia, tenía su vida y sus pasatiempos. Pero desde que había conocido a Thomas, la idea de tener a alguien prohibido por unos días, le parecía excitante.
El cabello negro de Ali le recordaba al cabello café oscuro de su novia, sus ojos también eran muy similares. Aunque podía apostar que los de Lucy eran más oscuros. La gente siempre decía "No hagas lo que no te gustaría que te hagan" pero él no era tan tonto como para dejar que alguien tomara control sobre él. Tavella se creía invencible, un todo poderoso en lo que hacía, y si alguien tenía problemas con eso, a él le daba igual. Ignoraba todo a su paso, con tal de ser feliz a su manera. Y ver a Ali, casi sin pulso, le pareció algo extraordinario.
Ver como tenía el control sobre la vida de otros, y saber cuándo parar. Si algo tenia Tavella, era que no se dejaba llevar, él sabia controlarse y mantenerse sereno ante las situaciones, a diferencia de sus amigos.
Vio que era momento de dejarla respirar, o si no moriría y no tendría el mismo placer de nuevo. Soltó con lentitud su agarre al ver que la cabeza de Ali se caía a un lado con los ojos idos casi por completo.
Los pulmones de la chica se llenaron con dificultad de aire y el corazón comenzó a bombear sangre por todo su cuerpo de nuevo, como si la vida le hubiese dado una nueva oportunidad, Ali volvió en sí, con dolor y tormento. Pero lo hizo, solo para ver los dientes blancos de Tavella, que mostraba luego de la sonrisa de satisfacción.
–Casi llegas a los 3 minutos, Aline. –Dijo lleno de orgullo. –Lástima que no pudieses durar un poco más sin sufrir daño permanentes en el cerebro.
La joven parpadeó un poco antes de que sus ojos se volvieran a enfocar en los de él, la muestra en persona de la demencia y la necesidad de ayuda profesional. No quería pensar en cuantos juegos igual de perverso tenía en mente, solo quería que todo esto acabase rápido.
–Por...favor, déjame ir. –Dijo ella con conflicto al hablar, aún no se recomponía por completo.
–No niña, aún queda mucho por hacer. –Acarició sus hombros y acomodó su corto cabello fuera de su rostro. –Será rápido, aunque me gustan los juegos, no tengo mucho tiempo.
Los acontecimientos pasaron muy rápidos, Ali se vio envuelta en una ola de golpes y agresiones sexuales a su débil cuerpo. Los gritos quedaban atorados en su adolorida garganta y las lágrimas rodaban por sus mejillas, la compasión no era sin duda la principal cualidad de este hombre. No cuando ella rogaba por que la dejara y él solo aumentaba con deseo de oír más suplicas. Le tomó unos minutos a Aline entender que, mientras más imploraba y pidiera piedad, no se la darían y eso le sobrexcitaba a Tavella.
La chica dejó caer su cabeza a un lado de la colchoneta y sus manos dejaron de luchar por algo que, se dio cuenta, era imposible. Sus oportunidades se habían reducido, y el dolor aumentado, tanto físico como mental. Cada centímetro de su cuerpo se contaría con cada movimiento brusco que él hacía. Cerró sus ojos y puso su mente en blanco, dejando la realidad de lado, se concentró en cosas fuera del infierno. Y así logró que pasara el tiempo sin que su mente notara el daño a su cuerpo, sin embargo algo dentro de ella, la parte inocente de su vida, lloraba inmensamente por lo que le hacían.
Pero por fuera, era una piedra, ya no le quedaban lágrimas, las había gastado todas al comienzo de la agresión, ni suplicas. Tavella no las escuchaba, solo deseaba adórnala con más. Aline vio cómo su agresor se levantó y se estiró como si estuviera recién amanecido, tenía una sonrisa de oreja a oreja y se sentía potente, fuerte.
Podía seguir por un rato más, pero la alarma en su teléfono le recordaba que tenía deberes del oficio por las cuales ocuparse. Así que tenía que dejar su momento de diversión para otra ocasión, ver a Aline tirada en el suelo, casi inerte y con la vista hacia la pared, le hacia sonreír. Nunca se divertía tanto como cuando la parte salvaje de su vida salía a la luz. Pero debía volver a la monotonía, donde todo era gris.
Agradecía el momento en que se había encontrado con el idiota de Thomas y este le había prendido la mecha para cosas fuera de lo comunes, él sabía que se estaban utilizando el uno al otro. Thomas no era una persona que diera las cosas de a gratis, pero Tavella se había hecho a respetar desde el primer momento. Su carácter serio y sus miradas asesinas, le había hecho entender a Thomas que un error y la pagaría más caro de lo que imaginase. La ley es la ley, y sólo el más audaz sobrevive a esta. Aunque Thomas no se quedaba atrás, le era muy útil que un detective del Estado fuera su cómplice en cosas como esas. Christian solo intentaba convencer a su hermano de alejarse de Tavella, pero obviamente estaba idiota si creía que eso pasaría.
Se acomodó el bóxer, se puso el pantalón y salió limpiándose los labios con la muñeca. Su felicidad duró poco. Afuera de la habitación, al final del pasillo, se encontraba Thomas sentado en el piso. Tavella puso los ojos en blanco y se acercó a él con molestia.
–Te dije que te quería lejos mientras yo estuviese dentro. –Se cruzó de brazos y lo miró desde arriba. Thomas se encogió de hombros y echó un vistazo a la puerta donde estaba Ali.
–Parece que te divertiste. –Contestó Thomas con una sonrisa señalando los pantalones a medio poner de su amigo. –Fue como una película, pero más divertida porque lo tenía todo más cerca, se escuchaba todo a la perfección. –Recargó su cabeza a la pared.
–Por Dios, Thomas. –Dijo Tavella asqueado, se llevó las manos hacia su cabello y lo peinó. –Eres repúgnate.
–Puedo demostrarte que no lo soy, ¿No quieres intentarlo? Ya te dije que te ves sexy cuando te enojas, yo fácilmente podría quitar ese enojo. –Dijo el pelinegro poniéndose de pie y dándole una sonrisa al otro.
–Estaba feliz hasta que me topé contigo. –Le dijo cruzándose de brazos. Thomas no pudo dejar de notar que el pantalón de Tavella seguía entreabierto, y sonrió pensando en muchas cosas. – ¡Maldita sea, Thomas! Compórtate como un jodido hombre. –Exclamó al notar lo que hacía el pelinegro, acomodó sus pantalones y se fue para no llegar más lejos con su rabia.
Thomas rió por lo bajo y caminó hacia la puerta de la habitación en donde se hallaba la chica.
–Tom. –Christian caminó hasta situarse frente a su hermano haciendo que éste se detuviera.
Puso los ojos en blanco. –¿Ahora que quieres Chris?
-Por favor, conociendo al policía me imagino como quedó la pobre chica, déjala, que se cure un poco.
–¿Y que Tavellita la tome de nuevo cuando regrese de trabajar? No gracias, ahora es mi oportunidad.
Christian cerró los ojos derrotado y suspiró –Pero no la vayas a matar o la vas a pasar muy mal hermano... Oye... ¿Por qué le dices Tavellita?
–Sé que lo hace enojar, es divertido.
–Yo no le veo lo divertido a hacer enojar a un policía que puede dispararte en la cabeza si está de buenas.
Caminó por su lado alejándose de él. Thomas sonrió antes de abrir la puerta de la habitación.
La vio tirada en el suelo intentando ponerse de pie sin éxito.
Entró y corrió hacia ella. –¿Estas bien? Déjame ayudarte. –La tomó por los codos.
–¡No! – Se sacudió alejándose de él.
–No seas tonta Al, déjame ayudarte. –Se acercó de nuevo a ella.
–¿Ayudarme? ¡Intentaste violarme!
Thomas puso los ojos en blanco. –¿Quieres escapar o no?
Se le quedó mirando sin saber que responder.
El hombre la tomó de nuevo por los codos y la ayudó a ponerse de pie.
De repente el pelinegro pateó con fuerza sus tobillos haciéndola caer de trasero. Soltó una carcajada al escucharla gritar por el dolor.
Gracias a aquel idiota ya tendría dos moretones más en su adolorido cuerpo.
–No puedo creer que seas tan tonta. –Se burló.
Aline se puso a cuatro patas y empezó a gatear lejos de él.
–¡Ay hermosa! –Exclamó. –Si quieres que te penetre solo tienes que decírmelo y no ponerte en esa posición.
–No. – Se sentó sobre su trasero y se pegó a la pared lo más alejada posible de Thomas.
Tom caminó hacia ella, la cargó por el hombro como si no pesara nada y fue hacia el colchón.
Cuando llegó ahí la soltó desde la altura de sus hombros. Cuando la espalda de Aline chocó contra el suelo todo el aire de sus pulmones escapó.
–Por... Por favor. –Suplicó tratando de respirar de nuevo.
–¿Si?
–No... Me hagas nada.
Thomas se quitó la ropa mientras reía por lo que la chica acababa de decir.
Se acostó sobre ella. Aline solo cerró los ojos con fuerza cuando el hombre la penetró, ya no quedaban lágrimas por sacar. Tom la tomó por el cabello con fuerza y le dio tantas cachetadas que ya no las sentía.
Mientras las violaba se quedó dormida.
De repente sintió agua helada cayendo directo a su cara metiéndose por su nariz. Tosió escupiendo el agua que se quedó atorada en su garganta y nariz.
–¡Ninguna puta se duerme cuando estoy con ella!
–Yo no soy una puta. –Dijo tratando de incorporarse y evitando que se viera su cuerpo temblando por el frío del agua.
–¡Eres mía perra!
La jaló por el cabello hacia la puerta. Aline gritó con fuerza cuando la cadena amarrada a su piel le impidió seguir el camino por el que la llevaba Thomas.
Su cabeza golpeó contra el suelo cuando el mechón que jalaba Tom se desprendió de su cabeza.
La arrastró de nuevo a la colchoneta y volvió a violarla.
...
Tavella iba a verla principalmente solo una vez al día para torturarla, pero Thomas, parecía que él no trabajaba porque siempre iba cada que le daban ganas.
–¿Qué otra posición haremos hoy? –Preguntó frotándose las palmas de las manos.
Los primeros días Aline pensó que Tom se había leído el libro del Kamasutra completo, porque cada que la violaba lo hacia en distinta posición, claro, siempre golpeándola y lastimándola.
–No voy a hacer nada contigo imbécil.
Thomas sonrió. –¿Apostamos?
El corazón de Aline empezó a latir de prisa por el miedo.
–Déjanos solos. –Interrumpió la voz de Tavella en la habitación.
–Ta –Tavella lo fulminó con la mirada. –Apenas acabo de entrar...
–No voy a volver a repetirlo Thomas, sal de aquí.
Tom suspiró ruidosamente pero hizo lo que le ordenaba, en cuanto salió de la habitación vio un balde de agua y una especie de cajita unida a dos palos de metal, parecía conducir la electricidad.
Volteó a ver a su amigo. –Enserio te vas a divertir, ¿No? ¿Puedo quedarme a ver?
–No.
–Solo observare, lo juro.
–Aléjate de esta habitación. –Se acercó a él furioso, le molestaba mucho tener que ordenar las cosas más de una vez.
–Me prendes cuando te enojas.
Tavella levantó el brazo con el puño listo para pegarle en la blanca cara a Thomas pero se detuvo centímetros antes de tocarlo. Tom sonrió retándolo.
–Si no te vas en los próximos 2 segundos te juro que te mato.
Thomas sonrió aún más, Tavella estuvo a punto de darle el puñetazo de verdad pero Tom se dio media vuelta y caminó por el pasillo lejos de él.
Tavella suspiró molesto y volteó a ver sus juguetitos. Sonrió.
Tomó con fuerza el cabello de Aline y lo introdujo en la bandeja, ella empezó a sacudirse luchando por salir del agua. Cuando la sacó ella empezó a toser y a respirar con fuerza, no pudo tomar aire suficiente cuando Tavella volvió a introducir su cabeza en el balde. Estaba muy enojado por lo que acababa de pasar con Thomas, le desesperaba que actuara como un niño y que siempre quisiera hacerlo enojar, porque lo lograba, no podía soportar que un hombre le dijera esas cosas como "Me prendes" o "Te ves sexy".
Aline había dejado de luchar tanto, se dio cuenta de que había mantenido mucho tiempo su cabeza bajo el agua. Cuando la sacó ella empezó a escupir mucha agua y a intentar respirar al mismo tiempo. Tavella la soltó y ella cayó de lado cerrando los ojos dándose por vencida.
–No preciosa, aun no terminamos, necesito que estés consciente. –Prendió el aparato que traía y pegó uno de los palitos de metal a la planta del pie de Aline haciéndola retorcerse al pasar la electricidad a través de todo su cuerpo.
...
El sonido de la puerta abriéndose la despertó.
–Niña levántate. – Dijo la voz de Tavella acercándose a ella. Aline estaba tan débil que ni siquiera podía abrir los ojos.
El hombre la acostó boca arriba y liberó su tobillo. Pasó sus brazos por las piernas de la chica y por su espalda levantándola del suelo.
Cuando salieron de la habitación Aline se forzó a abrir los ojos, cuando se dio cuenta que iban por un pasillo hacia otro lugar intentó sacudirse pero apenas y se movió. Volvió a cerrar los ojos cansada.
Abrió una puerta y la introdujo por ahí. La sentó sobre algo y se forzó a abrir los ojos de nuevo.
Estaban en un baño pequeño con regadera y lavamanos.
–¿Qué esperas? –Preguntó Tavella cruzándose de brazos.
Allí se levantó y subió la tapa del inodoro. Ya no tenía vergüenza por su cuerpo desnudo y lastimado, apenas y podía mantenerse consciente, tenía pesadillas de violaciones y torturas a manos de Thomas y Tavella, pero ya no sabía diferenciar entre las pesadillas y la vida real.
Hizo sus necesidades dejando caer su cabeza hacia enfrente con los ojos cerrados.
Cuando terminó Tavella se acercó a ella.
–Date un baño, apestas.
La chica no se movió. El hombre la tomó con fuerza del brazo y la obligó a caminar hacia la regadera.
–¿Lo haces tú o quieres que te ayude? –Le susurró Tavella al oído.
Aline lo ignoró y entró abriendo el agua caliente.
Hizo un gesto por el dolor que le provocó el agua sobre su herida piel. Se vio los brazos llenos de moretones, después su pecho que lucía igual de lastimado, su abdomen y sus piernas estaban llenas de cortadas que Thomas le había hecho con un cuchillo una de las veces que la violó.
Se sentó y cerró los ojos
–¿Estás lista para más? –Me preguntó alguien frente a mí. Abrí los ojos.
–No. –Susurré sintiendo como mis lágrimas se combinaban con las gotas de agua que caían sobre mi rostro.
Se acercó más a mí. Me puse de pie pegándome a la pared. Estaba desnudo y tenía un cuchillo en la mano como ya lo había visto muchas veces antes.
–No por favor. –Me tomó por el cabello y enterró el cuchillo en mi abdomen. –¡No! –Lo hizo hasta que sentí mis piernas tan débiles como para soportar más mi peso y me dejé caer sintiendo como unos brazos me sujetaban antes de tocar el suelo.
Tavella se sorprendió al escucharla suplicando en la regadera. La sostuvo antes de que ella se golpeara la cabeza.
–¿Qué rayos acaba de pasar? –Le preguntó el hombre.
Aline abrió los ojos lentamente para voltear a verlo y después señaló lentamente hacia la otra pared de la regadera.
–Thomas... –Susurró la chica antes de desmayarse.
Tavella volteó a ver hacia donde ella había señalado pero no había nada más que la pared azul.
...
–Así que pensabas en mí mientras te bañabas, ¿Eh? –Thomas entró riendo a la habitación.
–No, no –Aline temblaba en la esquina de la habitación. Volteó a verlo y empezó a gritar cuando vio que tenía dos brazos de más y estaba cubierto de sangre.
–Si quieres podemos regresar al baño y cumplimos tus fantasías. –Thomas se acercó a ella sin inmutarse en sus gritos.
–¡Eres un demonio! –Gritó señalándolo.
Thomas se encogió de hombros –Me han dicho de formas peores. –Se puso de cuclillas frente a ella.
Aline se lanzó sobre él y le rasguñó la cara.
Thomas le dio un puñetazo y se puso de pie llevándose una mano a la mejilla.
–Llevas una semana aquí y ya te estás volviendo loca, creo que eso es un récord, será divertido ver cuánto aguantas. –Tomó impulso y le dio una patada en el abdomen.
Aline cayó de lado y se cubrió la zona en la que la había golpeado. Se incorporó y volteó a verlo de nuevo.
–Otro cuchillo no por favor. –Suplicó mostrando una palma de la mano y manteniendo el otro brazo en su abdomen.
Thomas se rió mirando sus manos. –No tengo ningún cuchillo querida.
–¡No! –Empezó a arrastrarse lejos de él. –¡Mátame de una vez!
–Aún no pequeña. –De repente Aline empezó a gritar y a sacudir todo su cuerpo. –¿Pero que rayos?
Su cabeza empezó a tornarse de un tono morado. Thomas la miró con una ceja levantada.
Después de unos minutos volvió a respirar tosiendo.
–Aline tengo curiosidad... ¿Qué acaba de pasar?
–Un monstruo parecido a Tavella intentó ahorcarme hasta morir. –Contestó intentando incorporarse.
–Ajá... –Estaba a punto de reírse. –¿Estabas mal de la cabeza antes de que te trajeramos?
–Yo no estoy mal de la cabeza. –Dijo mirándolo con odio –¿No lo viste? Era gigante.
–Que ocurrente eres.– Se rió. – Sólo por eso te perdonaré el día de hoy. –Salió de la habitación.
Al cerrar la puerta, los gritos por parte de Aline comenzaron de nuevo. Se llevó la mano derecha hasta los ojos y se los restregó cansado, había sido un día largo en los negocios. Volvió, confiado en que se iría a la cama con broche de oro, y resulta que la niña está loca. Era lo único que le faltaba. Se dirigió al baño sin dejar de escuchar las súplicas de Ali, rogaba y suplicaba a nadie. Estaba sola físicamente pero no mental.
...
Los hombres se vieron a la cara, sin saber qué decir o hacer. Habían pasado por lo menos un día entero, y cada que trataban de acercarse a ella o solo llevarle algo de comer, ella gritaba y se sacudía. Habían llegado a un acuerdo, Aline se había vuelto loca, loca de verdad. No aguantaban más la situación, era desesperante volver cansados del trabajo, solo para tener algo de diversión con chica y encontrarla tirada en el suelo, como si su mente estuviera fuera de cuerpo, o peleando sola.
Decía ver a 5 Tavellas distintos, pero todos con la misma intención, violarla y golpearla. Decía también que un Thomas con dos cabezas iba por ella todas las noches, y le repetía lo sucia y puta que era. A lo cual, el verdadero Thomas se reía, no se alejaba mucho de la realidad esa última alucinación.
El caso era que se estaban estresando de lo que pasaba, Tavella miró fijamente su arma y la tomó decidido. Se puso de pie y se dirigió a la habitación, sintió como un brazo lo retuvo a unos metros de la puerta de Ali, se giró para ver a Thomas y lo enfrentó.
–Ya no aguanto más sus estúpidos gritos y ridiculeces. –Dijo molesto. Thomas vio como la vena de su frente sobresalía. –La callas tú, o yo mismo voy y le pegó un tiro entre las cejas.
Se veía claramente como Tavella seguía apretando el arma contra él y con decisión a acabar con esta locura que, desde un principio, él había sido el creador. No se arrepentía de haberla traído, pero sí dejar que las cosas fueran muy lejos. Ella era solo un trapo para usar y desechar, pero Thomas se había encariñado de más con la basura y había convencido a su amigo de retenerla por un poco más. Nunca pensaron, que se volvería a la final loca.
–Hey, cálmate. –Thomas le soltó el brazo y se pasó la mano por el cabello. –Sólo... Déjame ver qué hacer con ella.
– ¿Y qué es lo que piensas hacer con ella? –Le respondió Tavella, él sabía que Thomas no era el mejor ideando planes. –Digo, nunca has sido muy bueno usando la lógica, actúas sin pensar.
–Lo dice el que tiene el arma en la mano. –Ambos voltearon en dirección a la puerta, de donde salía un grito desgarrador por parte de la chica.
–Sólo... Haz que se calle. –Pidió cansado Tavella. –Cuando vuelva mañana, la quiero callada, o muerta.
Metió el arma de nuevo en su lugar y se fue de la pequeña cabaña en la que tenía a la chica, Thomas se quedó reflexionando en qué hacer. Nada parecía que iba a funcionar, hasta que solo se le ocurrió algo... No puedes hablar sino tienes buen funcionamiento de las cuerdas bucales, o si no tienes lengua. Lo que le recordaba sus tiempos de cortar chicas con su papá.
Tomó un cuchillo que estaba en la pequeña cocina y lo rodó entre sus manos con poder. El viejo Thomas había vuelto y le tendría una gran sorpresa a Tavella por la mañana.
Caminó lentamente hacia la habitación y abrió la puerta para ver a Ali encogida en ella misma temblando, de frío, de miedo, de horror.
Y lo que le viene. Pensó Tom.
...
Lo primero que vio Tavella al entrar, fue a un Thomas lleno de sangre y revisando su teléfono móvil con una sonrisa de oreja a oreja. El cuchillo descansaba en la mesa junto a ¿Era eso una lengua?
Las ganas de vomitar atacaron a Tavella al descubrir que, efectivamente, era una lengua.
– ¿Qué hiciste? –Pudo apenas decir sin que el estómago se le revolviera.
– ¿Qué? –Preguntó Thomas, riendo. – ¿Esto? –Señaló la parte mutilada. –Dijiste que la callara, así que lo hice. Solo seguí tus órdenes.
No sabía que era más perturbador, la cara de Thomas ante su pequeña travesura, o la aún fresca lengua. Vio por el pasillo y observó la puerta abierta de habitación en donde se encontraba Aline. Tavella abrió los ojos como platos al notar que no había cerrado la puerta, y corrió sin pensar a la habitación. Solo para verla vacía y llena de sangre por todos lados, las manos marcadas en las paredes.
– ¿Qué mierda? –Solo dijo, lleno de espanto.
–Además, mencionaste que terminarías dándole un balazo en la cabeza, así que te ahorré la molestia. –Resopló Thomas, colocándose a su lado. –La enterré partiendola en pequeños pedacitos. –¿Estaba... orgulloso?
La sangre se le estaba subiendo a la cabeza, Tavella sentía rabia, pero a la vez agradecía que fuese Thomas el que había acabado con todo. Pero se dio cuenta, él estaba más loco de lo que había pensado, y alejarse parecía la mejor manera. Así que sin dudarlo mucho, solo giró sobre sus talones y salió montándose en su auto para volver a su trabajo y poder alejarse de las locuras del pelinegro. Quería y planeaba no volver a verlo.
Solo recordaba y le asombraba la agilidad con la que el Thomas había acabado con todo, él estaba loco, y se lo repetía muchas veces. Pero su maldad tenía un límite, mientras que la del otro no parecía tenerlo.
Thomas solo se quedó riendo mientras limpiaba el cuchillo en su muy manchado de sangre pantalón.
¿Qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Qué opinan para ser la primera vez que colaboramos en un mismo cap?
No olviden dejar su comentario y visitar el perfil de @SolGuariato para leer sus novelas.
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