Michael
Después del año en el que Michael había contratado al investigador privado, éste logró descubrir el lugar en que las prostitutas habían sido vistas por última vez, le había informado que al parecer se trataba de un asesino en serie que nunca había sido encontrado. Michael fue a esa casa.
El dueño se llamaba James Clayton.
Llevaba deshabitada casi 3 años, los sillones seguían ahí pero llenos de telarañas; el lugar olía a marihuana y orines. La inspeccionó a detalle esperando no encontrarse con algún drogadicto o algo peor. En el cuarto que parecía del asesino encontró machetes y cuchillos debajo de la cama, todos llenos de polvo. Después fue al patio trasero en donde vio unos pequeños bultos en la arena, empezó a escarbar con las manos, sintió algo duro. Lo jaló con fuerza, cuando logró sacarlo, cayó hacia atrás por el esfuerzo. Cuando observó lo que había sujetado ahogó un grito mientras lo soltaba. Era un hueso humano. Llamó a la policía para informar lo que había encontrado. No soltaron a su padre y no lo harían hasta descubrir quiénes eran las personas enterradas y si no estaban involucradas con él.
Después de varios días, y gracias a las muestras de ADN, se descubrió que las víctimas eran todas prostitutas, salvo unas que eran niñas menores de 15 años. Uno de los cadáveres pertenecía al dueño de la casa, James, esto demostraba que él no era el asesino, ya que no había manera de que él pudiera haberse cortado las extremidades sólo y enterrarse. Según ellos el asesino seguía siendo Jason Corbet. Las autoridades ya tenían a quien culpar y no estaban dispuestos de dejarlo ir aunque fuese inocente. Michael sabía que su padre no era un asesino. Su investigador descubrió que la esposa de James era Lauren Brown, quien, actualmente, estaba casada con Jacob Miller, un hombre muy rico. Todo indicaba que Lauren pudo haber asesinado a las chicas y a su esposo, o que Jacob las asesinaba mientras James no estaba en casa y lo mató porque quería a Lauren para él sólo.
Hubo una joven la cual sus padres habían reportado como desaparecida, pero había vuelto a casa después de dos días, abusada y golpeada, claro que ella no quiso declarar quien le había hecho tal cosa. Michael fue a su hogar esperando convencerla de decirle algo, lo que fuese.
Tocó la puerta, una mujer, claramente latina, abrió.
— ¿Sí? —Lo miró de arriba a abajo—. ¿Qué necesita?
—Hola, soy Michael Corbet —se presentó—. Quisiera hablar con Emily Hunter sobre lo que le pasó hace un par de semanas...
— ¿Es policía? —Preguntó la mujer entrecerrando los ojos.
—Investigador privado —mintió—. ¿Puedo pasar?
—No contratamos a ningún investigador privado. —Empezaba a sospechar de las intenciones del joven. Se preguntó si él había sido el causante de lo que le había pasado a su hermosa hija o si sería alguna clase de novio secreto, o ambas.
—Un buen samaritano lo hizo. Alguien que no está dispuesto a que otro bastardo se salga con la suya mientras una pobre víctima sufre.
—De acuerdo. —Se hizo a un lado dejándolo pasar. La mujer llamó a su hija, después de un minuto de esperar, bajó. Le sorprendió ver a un desconocido veinteañero, bastante atractivo, en su casa, pero ya no volvería a confiar en los hombres, jamás.
—Hola, ¿qué tal? —El joven le sonrió—. Soy Michael Corbet. Me gustaría hablar contigo.
— ¿Sobre qué? —Preguntó Emily abrazándose a sí misma aunque ya sabía la respuesta. No era la primera vez que un reportero llegaba a su puerta esperando una exclusiva.
—Investigo el caso de un hombre (probablemente una mujer también) que desde hace 3 años han secuestrado y asesinado chicas. Y creo que —miró hacia todos lados, no sabía cómo tocar un tema tan delicado— usted pudo ser una de sus víctimas. —Los ojos de Emily se llenaron de lágrimas al recordar lo sucedido.
—No voy a decir nada. —Negó con la cabeza. No había olvidado la amenaza de aquellos hombres.
—Le prometo que la información que me dé será estrictamente confidencial.
—No puedo. —Se cubrió el rostro. Su madre se acercó a abrazarla.
—Creo que tienes que hablar con él —le dijo—, hablar podría ayudarte y tal vez a atraparlo —Emily la miró asintiendo lentamente entre lágrimas—. ¿Quieres que los deje solos? —La joven movió la cabeza de un lado a otro rápidamente. No quería volver a quedarse a solas con un hombre—. De acuerdo. —Sin soltar su abrazo ambas se sentaron un sillón, Michael se sentó en otro frente a ellas.
— ¿Qué quiere saber?
— ¿Conoce a sus atacantes? —Sacó una libreta y una pluma para escribir todo lo que ella dijera.
—No —sentía su garganta tan seca que no podía tragar saliva—. Jamás lo había visto.
— ¿Puede describirlo? —Asintió. Más lágrimas salieron de sus ojos.
—Tenía el cabello negro y ojos azules... Era alto... Quizás media poco más de 1.80.
— ¿Cree que si lo pueda ver podría identificarlo? —La joven abrió los ojos tanto como pudo.
— ¿Están aquí? —Miró hacia fuera de la casa— ¿Esto es una prueba? ¡No puedo identificarlo! ¡Lo juro!
—Tranquila, no están aquí, no es una prueba. Quiero atraparlos tanto como usted. ¿Si lo ve cree que pueda identificarlo? —Ella asintió. Michael sacó una fotografía de Jacob Miller—. ¿Es él? —Emily recordó que él era quien había prometido sacarla del lugar pero sólo para amenazarla de muerte, y a toda su familia, unos minutos después. Asintió con la cabeza muy lentamente—. Muy bien. Señorita Hunter, fue de mucha ayuda. —Michael se puso de pie y se dirigió a la puerta.
— ¡Espere! —Emily corrió hacia él y tomó su hombro haciendo que girara para verla—. Prométame que cuando lo encuentre lo matará.
—Lo prometo. —Nunca había hablado más en serio en toda su vida.
Regresó a su casa para tomar el arma que su padre guardaba en su estudio. Sabía que la policía nunca le haría justicia, así que él iba a tomar venganza del hombre que metió en prisión a su padre. Fue a la casa de Jacob Miller y tocó la puerta. El dueño del lugar abrió.
—Hola, eh... —Sintió sus manos temblar, nunca antes había disparado un arma—. ¿Puedo hablar con usted y con su esposa?
— ¿Para qué? —Jacob frunció el ceño.
—Es sobre las empresas de su hijo. —Sí, el investigador de Michael le había dado toda la información de aquel hombre. Sabía que hacía poco le había dejado cierto porcentaje de éstas al mayor y que en cuanto el menor tuviese más de 20 también le daría una parte.
— ¿Qué hizo? —Sabía que Thomas aún no era un experto manejándolas y que podía cometer un error.
— ¿Podemos hablar dentro?
— ¿Y usted es...?
—Agente Willsons. —Mintió.
—De acuerdo. —Jacob lo dejó pasar sospechando un poco de que él fuese agente a tan temprana edad. Michael se alegró de que no le pidiese ver alguna identificación.
Lauren salió de la cocina después de que su marido le explicó qué hacía aquel hombre en la casa. Jacob se sentó en el sillón mientras que su esposa y Michael quedaron de pie. El joven castaño sacó la pistola y la apuntó hacia Lauren.
Disparó.
— ¡Lauren! —Gritó Jacob poniéndose de pie para correr hacia su esposa, quien había recibido el disparo en el hombro y lloraba de dolor. El de ojos azules se giró hacia Michael— ¡¿Qué mie...?!
— ¡Quieto! —Michael apuntó el arma hacia Jacob y le disparó en la pierna haciendo que cayera al suelo.
— ¿Por qué lo haces? —Preguntó el hombre—. ¿Quieres robarnos? Hazlo, no diremos nada.
—Tú me quitaste todo lo que quería, ahora yo te quitaré todo lo que quieres. —Apuntó el arma hacia Lauren y le disparó en el muslo haciéndola gritar aún más fuerte.
— ¡Ni siquiera sé quién eres! —No podía soportar ver que un loco le disparaba a su esposa.
— ¿No? —Se ofendió, tanto él como su padre eran insignificantes para hombres como ese—. Sólo te diré que una vez dejaste el cadáver de Nathalie Smith fuera de la casa de mi padre, Jason Corbet. ¡Por tu culpa lo metieron a prisión! —Entonces fue cuando Jacob se dio cuenta que en realidad había sido su hijo quien hizo eso, y no estaba dispuesto a que fuera tras él, prefería dar su vida primero, pero también quería salvar a Lauren.
—Lo lamento... —Su mano apretaba con fuerza la herida en su pierna—. No quería meter a tu padre a prisión... Si quieres mátame, ¡pero, por favor no le hagas nada a mi esposa! —El joven le disparó en la otra pierna y en el estómago para que cayera al suelo, así fue.
— ¿Acaso tu no le hiciste nada a mi padre? —Apuntó de nuevo hacia Lauren. Se acercó a ella.
—No, por favor —suplicó Jacob—. No, por favor, por favor, no —repetía. Michael le apuntó a la cabeza a la mujer. Quería que aquel sujeto sufriera tanto como lo habían hecho él y su padre—. ¡NO! ¡LAUREN NO! ¡POR FAVOR, NO!
Jaló del gatillo.
Jacob lloraba como si jamás hubiese llorado en toda su vida y sus lágrimas hubieran estado esperado para salir justo en ese momento. Su esposa, la única persona a la que amó con todo su corazón había muerto y él no pudo hacer nada para evitarlo. Al girarse hacia el joven se dio cuenta de que ahora le apuntaba a él.
—Así me sentí yo. —Dijo Michael dejando sus lágrimas salir e hincándose enfrente al lastimado hombre. Jacob estaba destrozado, pero también enojado, le escupió a la cara. Michael se limpió con la manga de su camisa, se puso de nuevo de pie y le disparó al hombre en la cabeza, salpicándolo de sangre. Salió de la casa corriendo, subió a su auto y se dirigió a la suya antes de que llegara la policía.
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