Mañana

     — ¿Qué hiciste mientras yo no estaba? —Le preguntó Thomas a su hermano mientras bajaban de la camioneta. Durante el trayecto de vuelta a casa había preferido no preguntar, pero no soportaba más fingir que nada había pasado. No le gustaba que su hermano lo apartara como lo estaba haciendo.

     —Nada. —Se limitó a decir el castaño.

     — ¿Qué hiciste mientras me estaba ligando a las colegialas? —Abrió la puerta de la casa.

     —Ya sabes —se encogió de hombros—, vigilé cada movimiento que hizo Lorena, incluso hablé con ella. —Entraron a la casa.

     — ¿Qué tú hiciste qué? —Thomas lo jaló por la camisa, lo golpeó contra la pared colocando su antebrazo sobre su cuello y cerró la puerta.

     — ¿Qué tiene? —Thomas lo miró con una mezcla de enojo y sorpresa, ¿cómo era posible que en serio no supiera el problema de la estupidez que había hecho?

     — ¿Cómo que qué tiene? —Lo regañó—. No seas idiota, si te ve siguiéndola va a reconocerte y arruinar todo.

     —Pero ella...

     —No —lo interrumpió, no estaba de humor para soportar sus excusas, siempre era lo mismo con él, ya estaba harto—. Christian, eres un imbécil.

     — ¡Basta! —Christian lo empujó apartándolo de él—. Lo hice porque quería, y si ella logra reconocerme adelantaremos todo, pero mientras tanto seguiremos así.

     — ¿Y por qué debería hacerte caso? ¿Qué te hace pensar que no iré en este momento a su casa y la secuestraré?

     —Porque me dijiste que eligiera a alguien —respondió con toda la calma del mundo—, la elegí a ella y por lo tanto ya es mía, así que haremos esto cuando yo quiera.

     — ¡Bien! —Thomas levantó las manos liberando por fin su cuello y sin decir más subió a su cuarto azotando la puerta detrás de él. Christian se sentó en el sillón y prendió la televisión en el canal donde se veía la habitación de Lorena.

    Justo salía de bañarse envuelta en una toalla y se secaba el cabello con otra. Sacó su pijama del armario y la puso en la cama, sacó también su ropa interior. Primero se puso las bragas por debajo de la toalla, pero para ponerse aquella camiseta de tirantes se tuvo que quitar la tela que rodeaba su cuerpo, dejando sus pechos desnudos al aire. Christian estaba seguro de que se le saldría el corazón. El cuerpo de aquella chica era perfecto, sus pechos, su abdomen, sus piernas, absolutamente todo. Sintió que su miembro se ponía duro, lo tocó sobre su pantalón, giró su cabeza en dirección a las escaleras, su hermano no volvería a bajar en un buen rato, lo sabía. Sacó su miembro del pantalón y empezó a masajearlo sin apartar sus ojos de Lorena.

     A la mañana siguiente, Christian volvió a prender la televisión para verla, ella estaba hablando por teléfono.

     —Ahorita veo la cartelera —abrió su laptop y empezó a teclear—. Sí, esa película está a las 11:30, 12:15, a la 1:45... Creo que es mejor a las 12:15 —esperó a que la persona con la que estaba hablando le respondiera—. Va, allá nos vemos, bye.

     Cuando dieron las 11:40 Lorena se vistió y salió al cine, lo mismo hizo Christian, se puso lentes oscuros y una gorra para que ella no lo reconociera en caso de que lo viera. No había mucha fila pero tuvo la suerte de que le tocara estar atrás de ella y sus dos amigas. ¡Oh Dios! Como deseaba estar detrás de Lorena sobre una cama.

     —Queremos tres entradas para La Caminata Zombie, por favor. —Una chica castaña a lado de Lorena era la que había hablado.

     —Claro, son 27 dólares. —Respondió el cajero. Las tres sacaron sus carteras para pagar cada quien su boleto. Christian pasó con otro chico quedando así al lado de las jóvenes.

     —Un boleto para La Caminata Zombie. —Pagó, se compró un refresco y siguió a las jóvenes, se sentó en la fila atrás de ellas.

     — ¿Creen que sobrevivirías a una invasión zombie? —Preguntó Sofía a sus amigas.

     —Yo sí. —Afirmó la castaña la cual Christian aún no sabía su nombre.

     —A mí no me engañas, Leila, tú serías la que nos contagiaría a todos. —Dijo Lorena haciendo que Christian riera por lo bajo.

     — ¿Ah sí? —Fingió indignarse—. Pues te aseguro que tú serías a la primera a la que mordería, Steel... —Las tres chicas rieron—. ¿Qué harían si Justin Bieber fuera un zombie? —Preguntó Leila poniendo una mano en su corazón como si el simple hecho de pensarlo la lastimara.

     — ¿Ese qué? —Lorena levantó una ceja sin prestarle demasiada atención.

     — ¿Disculpa? —Ahora sí se había indignado en serio—. Él es perfecto y no...

     —Leila —la rubia la interrumpió—. Ya va a empezar la película, así que sshh. —Puso su dedo índice en sus labios para indicarle que se callara.

     —No, no, no, acabas de ofender a mi novio y yo...

     —Leila —esa vez era Sofía quien la había interrumpido—, luego matas a Lorena, pero ahora quiero ver zombies en paz... —Leila puso los ojos en blanco, se cruzó de brazos y se acomodó en el asiento. Cuando la película terminó, las chicas salieron de la sala con Christian tras ellas.

     —Si Justin fuera zombie haría lo imposible para encontrar la cura... —Dijo Leila. Christian levantó una ceja sin poder creer que realmente siguiera hablando de un famoso que ni siquiera la conocía.

     —Honestamente, amiga —Lorena alzó una mano para callarla—. Está muy bien que te guste Justin Bieber, pero la verdad a mí no, así que, ¿podrías dejar de hablar sobre él por un minuto?

     — ¿Dejar de hablar de mi hermoso Justin? No, jamás en la vida. —A Christian ya le estaba cayendo mal la tal Leila, pues a él tampoco le gustaba Bieber, otra cosa en común con su amada. Entre más la conocía más se enamoraba de ella, esperaba que cuando por fin la tuviera en sus brazos le pasara lo mismo y se enamorara de él conforme lo fuese conociendo.



     Durante los siguientes tres meses Lorena hizo exactamente lo mismo, se la pasaba en su cuarto leyendo, escuchando música o en sus redes sociales; se preparaba ella la comida de lunes a viernes y los fines de semana era cuando comía con sus padres. Incluso a veces salía a desayunar a una pequeña cafetería que quedaba cerca de su casa.

     Una mañana la chica salió a la tienda de la esquina, por suerte ese día Christian había decidido esperar cerca de su casa por si se le ocurría salir. El castaño se acercó a ella y le dijo lo único que se le ocurrió al verla tomar una barra de chocolate: "Te gustan los chocolates, ¿eh?" Ante aquella extraña pregunta ella decidió no contestarle, sólo se alejó para pagar lo que llevaba. Escuchó que la rubia se quejaba por el alto precio de un chocolate. Hasta enojada se veía hermosa. Chris se ofreció a pagarlo colocándose a su lado, en un intento de parecer amable, pero Lorena no aceptó y se negó a comprar. Ella regresó la barra justo en donde la había tomado. Christian fue rápido a tomar el chocolate para comprárselo.

     —Me lo llevo —le dijo al señor detrás de la caja, pagó y salió tras la chica—. ¡Espera! —Lorena se giró para verlo—. Ten. —Se lo extendió con una ligera sonrisa. Para la sorpresa del castaño, ella se negó a tomarlo, pero él insistió. La chica dio media vuelta sin decir nada y se alejó dejando a Christian con la mano extendida. Él obviamente se molestó por su respuesta tan grosera, Christian todo lo que quería era ser amable y verla sonreír agradecida, pero lo único que obtuvo fue una mirada de ella que sintió como una bofetada.


     — ¿Cómo se atreve? —Exclamó furioso mientras entraba a casa—. Sólo quería ser amable con ella, es una malagradecida... No —se tranquilizó intentando pensar en sus razones para hacer lo que ella había hecho—, tiene sentido, no me conoce y nunca debes aceptar dulces de extraños... Sí, eso es...

     — ¿Qué pasa? —Preguntó Thomas bajando las escaleras.

     —Mañana. —Lo miró levantando la barbilla.

     — ¿Mañana? —Repitió sin entender a qué se refería.

     —Mañana la secuestraremos. —Soltó aire por la nariz de manera ruidosa. Thomas sonrió de oreja a oreja. ¡Por fin!

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