Ella es mía
Cuando Christian vio a Lorena duchándose quiso poseerla de nuevo, hacerla suya. No se contuvo; juntó sus labios con los de ella al momento que salió de la tina, por un momento estuvo seguro de que ella le devolvía el beso antes de separarse y decirle que no estaba de humor para hacerlo. Christian comprendía; Lorena acababa de hablar con su madre, lo que causó una mezcla de emociones que ni ella podía controlar. El castaño colocó un dedo en la barbilla de la chica obligándola a levantar la cabeza para mirar sus hermosos y húmedos ojos azules. Una lágrima resbaló por la mejilla de la joven, Christian la limpió con el pulgar antes de llevar la mano a su nuca.
—Lo lamento, debí entender, lo que acaba de pasar con Sofía, y acabas de llamar a tus padres... Perdóname... —Sin esperarlo, Lorena tocó su mejilla, lo que le causó gran confusión pero también una enorme felicidad.
—Gracias por dejarme hablar con mis padres una vez más... —La rubia le dio un beso rápido en los labios. Él se quedó sin aire incluso cuando Lorena ya se había alejado. Al recuperar el aliento, no pudo evitar sonreír; estaba muy contento de que su amada lo hubiese besado por cuenta propia, sin haberla forzado o amenazado para hacerlo, eso era una buena señal.
Como Thomas aún tenía la puerta de su habitación abierta, vio cuando su hermano y Lorena salieron del cuarto del castaño, también los observó abrir la puerta que estaba frente a la suya, la cual conducía a un pequeño espacio sin ocupar. La chica giró su cabeza hacia el dormitorio del pelinegro desviando la mirada hacia la computadora que tenía en las piernas. Thomas levantó una ceja; Lorena, al darse cuenta que él se había dado cuenta de la atención con la que miraba la laptop, se giró de nuevo hacia Christian quien le empujó levemente la espalda para que pasara a ver el regalo que le había preparado, Chris tocó la pared hasta que sintió el interruptor. La luz iluminó el pequeño lugar en donde aparecieron decenas de libros en estanterías. Lorena se acercó lentamente para examinar todos y cada uno de los libros. Thomas puso los ojos en blanco antes de regresar al trabajo que había estado haciendo.
—Estos libros... Amanda Hocking... James Dashner... J.K. Rowling... Amo a todos estos autores —ella se veía tan sorprendida como él quería verla—. Espera...
—Los compré para ti, para qué no te aburras ya que no saldrás en un tiempo —esperaba que entendiera que por el momento estaba "castigada"—. Compré los que ya has leído —continuó—. No quería comprar uno nuevo y que no te gustara. Bueno, sí compré unos del mismo género, incluso unos de Stephen King que me recomendó el hombre de la tienda en donde conseguí los libros. De hecho, creo que lo hice el empleado del año por la cantidad de libros que le compré —admitió—, también me dio una membresía, y me invitó a tomar un café —pensó unos segundos—, bueno, creo que eso fue más bien porque soy increíblemente atractivo, pero él no era mi tipo—bromeó—. Ve lo afortunada que eres, Lorena. —La chica le sonrió antes de voltear a ver los libros emocionada, agarró uno—. ¿Lazos de Sangre? —Leyó el título sobre su hombro—. ¿De qué trata? —Preguntó con curiosidad.
—De una chica que se enamora de dos hermanos, y los hermanos de ella... —Christian alzó una ceja sonriendo; era muy difícil creer que aquello fuese una simple coincidencia—. Será mejor que lo deje... —Christian sujetó su mano evitando que devolviera el libro a las estanterías.
—No, pero... ¿No es demasiada coincidencia que hayas elegido ese? —Dijo juguetonamente aun sonriendo. Lorena puso los ojos en blanco.
—Sabes que Thomas no está enamorado de mí, y yo no estoy enamorada de él, y jamás pasará. En el caso del libro, Alice sí se sentía atraída por ambos.
— ¿Entonces tengo más oportunidad? —Preguntó él bromeando, ella soltó una pequeña risa; escuchar aquella hermosa melodía hacia que Christian sintiera un satisfactorio escalofrío por todo su cuerpo.
Después de que Lorena eligiera aquel libro, ambos fueron al cuarto del castaño, ella se acostó en la cama y abrió la novela para comenzar a leer. Chris se recostó a su lado; podía observar a su chica leyendo todo el día.
— ¡Vaya! Ya son las ocho. —Dijo Christian viendo el reloj de su muñeca después de varias horas—. ¿Quieres hacer la cena conmigo?
—Pero Alice está a punto de entrar a la habitación de Peter... —Se quejó como si tuviese cinco años, lo que la hizo ver encantadora.
— ¿Van a coger? —Se interesó; si así era, le pediría que leyera en voz alta.
— ¿Qué? ¿Acaso solo piensas en eso? —Preguntó asqueada.
—No, también pienso en que tengo hambre y quiero que me ayudes a preparar la comida para que éste lista más rápido. —Cerró el libro.
—De acuerdo, ¿qué vamos a cenar?
—Ensalada.
—Bueno. —Bajó de la cama esperando que él hiciera lo mismo para bajar juntos a la cocina.
—Oye, hermano —Christian se acercó a Thomas con los brazos cruzados—, ¿es verdad que Lorena intentó escapar cuando los encontré en el cuarto de metal?
—Sí —el menor se vio extrañado ante su respuesta, pues pensaba que iba a negarlo—, ¿qué? —cuestionó al ver su reacción—, ¿crees que te estoy mintiendo?
— ¿Serías capaz de mentirme?
—Touché —sonrió antes de volver a ponerse serio—, pero ya en serio —comenzó a explicar—, yo estaba desayunando; cuando salí de la cocina la vi en la puerta y, en cuanto se dio cuenta de que la miraba, salió corriendo de la casa. Logró llegar hasta Beth y pedirle ayuda —Christian abrió bien los ojos—, no te preocupes —lo tranquilizó el pelinegro—, la anciana creyó que era una loquita más de las que "atendemos" —hizo comillas imaginarias en el aire—. Al regresarla a la casa decidí darle una lección, como constantemente te he repetido que hagas tú.
—No quiero lastimarla.
—Le di una lección... ¿Acaso ha intentado escapar de nuevo? —Thomas supo que había ganado la batalla porque su hermano hizo otra pegunta en vez de contestar la suya.
— ¿Y no podías lastimar a Sofía en vez de violar a Lorena?
—Sí, pero ya me había cansado de ella —alzó los hombros—, de cualquier manera, dijiste que podría acostarme con Lorena después de que tú lo hubieses hecho.
—No te acostumbres a estar con ella.
—Dijiste...
—Ella es mía, mi regalo de cumpleaños, ¿lo recuerdas?
—Sí, sí, me lo repites cada cinco minutos.
—Me alegra que no lo hayas olvidado. —Subió a su habitación para dormir a lado de su amada rubia.
Christian despertó, bajó al sótano, tomó una cuerda, subió de nuevo y amarró ambas manos de la chica a la cabecera antes de volver a dejarla sola. Al entrar a la sala encontró la laptop encendida, sin ninguna señal de su hermano. Se acercó pensando que había estado haciendo algo del trabajo.
— ¿Qué haces? —Preguntó Thomas saliendo de la cocina.
— ¿Estabas viendo porno? —Christian volteó a verlo riéndose.
— ¿Hay algo de malo en eso? —El hermano mayor puso sus manos en la cintura fingiendo indignación de que el castaño estuviera espiando lo que hacía en la computadora.
—No, nada. Es sólo que me parece extraño...
—Digamos que es una manera de resistirme a tu chica...
— ¿Y por qué no vas con una prostituta?
—No voy a pagar por sexo.
— ¿Entonces por qué no vas a un bar a conseguir a una chica?
— ¿Crees que es tan sencillo?
—Con tu rostro sí. —Se arrepintió de decir eso, pero ya era muy tarde.
— ¿Estás diciendo que me consideras alguien atractivo? —Se burló.
—Cierra la boca. —Dio media vuelta alejándose de él.
— ¡No, vuelve acá! Quiero darte unos besitos. —Siguió riendo incluso cuando su hermano ya había desaparecido de su vista.
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