🍤Primer plato🍤

- ¡Jin, ya está listo el pedido de la mesa tres!

Si los comensales que habían ordenado esas cuatro raciones de sopa Wan Tan llegaban a estar un poquito más lejos, hubiese perdido el brazo con el que llevaba la bandeja.

Definitivamente los dueños del restaurante no habían tenido en cuenta la salud de los camareros a la hora de elegir la vajilla, o eso era lo que me daba a entender los innecesariamente pesados cuencos donde yacían los humeantes caldos.

Era un día como cualquier otro, tan típico que resultaba aburrido. En ese instante, me hallaba cumpliendo mis funciones diarias en Dia Boa Lu, el restaurante especializado en comida china donde trabajaba como camarero desde que tenía 20 años.

Normalmente, mis jornadas se extendían de dos a seis, solo cuatro horas para poder ser productivo en el trabajo a la par que me dedicaba a los estudios, y algún que otro fin de semana realizaba horas extra para sacarme unos quilillos de más. Eso había cambiado desde hacía diez días, donde había rehecho mi contrato y ahora, en vez de ser un empleado a tiempo parcial, lo era de tiempo completo.

Esta modificación se debía básicamente a la finalización de mi carrera, y como ya no tenía que tratar de mantener un promedio ni que comerme los libros hasta altas horas de la madrugada para garantizar buenas notas, me sobraba el tiempo libre.

No era que aquellos fueran mis planes, de hecho, resultaba bastante decepcionante que ese fuera mi caso, pero por el momento no quedaba de otra, y de algo tenía que vivir mientras me planteaba qué hacer con mi futuro.

Luego del fatídico resultado de mi entrevista (no entrevista) de un mes atrás, las cosas no fueron mucho mejor.

Quién sabe si de haberme presentado hubiera tenido la suerte de ser elegido para el cargo, sin embargo, no tuve la dicha de llegar al punto de encuentro. No obstante, seguí intentándolo y entre esa fecha y la actual, debí haberme postulado aproximadamente a nueve puestos más en diferentes locaciones, y ni siquiera fui tomado en consideración en alguno de ellos.

"No das el perfil".

"Buscamos a alguien con experiencia".

"No creemos que tengas la edad suficiente".

"Con esa cara probablemente te iría mejor de modelo que de contador".

Y un largo número de etcéteras componía la extensa cantidad de rechazos.

Fue jodido.

Cuando me gradué, tenía todo el optimismo del mundo. Creí que sería fácil, sencillo, que simplemente por tener un título universitario podría arrasar con todo a mi paso; mas la realidad se presentó con tanta fuerza que metafóricamente sentí como si me hubiese dado un puñetazo.

Y sin darme cuenta, logré lo que estaba buscando.

La verdadera "vida de adulto".

Y ser adulto es una puta mierda.

Aún así, por supuesto que no dejaría de intentarlo, pero el entusiasmo inicial había menguado considerablemente.

En definitiva, en las últimas semanas solo había ganado viajes inútiles a diversos centros de trabajo, dolores de espalda de tanto cargar platos, olor casi repugnante a comida, una operación dental para sacar mis muelas del juicio y un horrendo tatuaje de hortaliza en mi nalga izquierda.

Porque sí, yo cumplo promesas, por muy absurdas que puedan parecer.

Ah, también obtuve el bullying de Jungkook por dicho tatuaje, quien a diferencia de mi persona lucía estar viviendo en las nubes ya que por fin había conseguido la "florecilla" de Yoongi.

Bien por ellos, mal por mí, por mi soltería y por mi lechuga mal pintada que nadie, a excepción de mi mejor amigo y el tatuador, había tenido el placer (o la desdicha) de ver.

Pero como si toda esta mala racha fuera poco, había un factor que me atormentaba cada vez que mi mente divagaba.

El maldito chico caliente del autobús.

No sabía la razón ni entendía el porqué, sin embargo, no podía dejar de recordarle constantemente. No todo el día ni todos ellos o alguna locura de esas, pero a veces, mayormente mientras fregaba los platos o limpiaba la casa, mi hilo de pensamientos desembocaba en el encuentro furtivo y vergonzoso que habíamos compartido, e involuntariamente terminaba trazando de manera mental sus atractivas facciones, proporcionado cuerpo y sonrisa encantadora.

Quizás el que conservara la fotografía de aquella ocasión tuviera algo que ver con que no pudiera sacarle de mi cabeza. Algunos puntos de la imagen se veían excesivamente luminosos por la fusión del flash y la propia iluminación de la mañana, no obstante, en su mayoría podía distinguirse bien su figura. Cuando se la enseñé a Jungkook, tuvo que darme la razón. Era realmente guapo, a pesar de que lo hubiese captado con expresión confundida y ojos enfurruñados.

Aún así, tras habérsela mostrado a mi galleta salvaje, no había vuelto a abrirla, lo juro, pues a pesar de los chistes sobre el acoso y todo ese rollo, realmente mis motivos para tomarla no habían sido enfermizos, más bien idiotas.

Muy idiotas.

Sin embargo, por una razón u otra, no la había borrado, y no sabía cuándo lo haría.

Ese sujeto, aparte de interés físico, me causaba mucha intriga. Preguntas como cuál sería su nombre o su edad me asaltaban constantemente, y mi imaginación podía volar y recrear disímiles escenarios diferentes con él involucrado.

Lastimosamente, esas dudas serían solo eso: dudas que nunca esclarecería. Por tanto, a mis metas futuras de encontrar nuevo empleo y hacer algo útil con mi patética existencia, les acompañaba la de tratar de olvidar al tipo con el que no había intercambiado más de diez palabras.

No debería ser difícil, ni siquiera lo conocía. Solo era cuestión de tiempo para que no pudiera ni acordarme de él.

Habían cosas más importantes para mí, y una de esas era terminar mis horas laborales sin una extremidad amputada por el peso.

- Jin - Llamó Minghao cuando vio que ya había servido los pedidos y me disponía a regresar a la zona de la cocina.

Este era un chico de mi edad, alto, delgado y rubio, con aires de diva y probablemente uno de mis mejores amigos dentro del restaurante. Trabajaba detrás de la barra, y, junto a otro gran número de empleados, era proveniente del gigante asiático. A veces ellos interactuaban con clientes en su idioma natal, y esto suponía algo digno de ver.

Éramos solo tres los coreanos empleados en el recinto, y uno de ellos laboraba de chef, así que no se encontraba en contacto directo con el público. Siendo sinceros, seguíamos ahí por el buen corazón del jefe, ya que no hablábamos casi nada de mandarín y la mayoría de visitantes provenían de tal país. Además, los otros dominaban a la perfección ambos idiomas, por lo que en ocasiones llegaba a ser un poco intimidante todo el asunto para Hoseok y para mí.

Nos llamaban los "Dos Seok", y juntos nos paniqueábamos cada vez que algún extranjero venía a hablarnos en su lengua materna.

Afortunadamente, teníamos carisma y don de gentes, de otra forma nos hubiesen puesto de patitas en la calle desde la primera semana.

- Dime, ¿qué pasa? - Cuestioné acercándome al bar y apoyando mis codos sobre la plana superficie, sosteniendo con una de mis manos la ahora ligera bandeja.

- Primero, toma - Extendió un vaso con un contenido amarillento que acepté inmediatamente, y bebí de él con tanto descontrol que un poco más y me hubiese atragantado. Era zumo de naranja natural y yo un chico sediento - No has parado en todo el día. Al menos tienes que tomar un poco de agua, hombre. Te vas a deshidratar - Dijo a modo de reproche, agarrando una copa de cristal y puliéndola con trapo blanco.

- Sí, lo sé, lo siento. Es que esto está lleno de gente, y si me detengo a descansar pierdo el impulso - Un sonido gutural fue emitido desde el fondo de su garganta, dándome a entender que continuaba en desacuerdo con mi comportamiento, pero afortunadamente no siguió tratando el tema - Gracias por el jugo.

- Ni lo digas - Hizo un gesto desdeñoso, en señal de que no era la gran cosa - YuQi te estaba buscando. Creo que hay una entrega a domicilio.

- Oh, vale, ¿dónde está ella?

- Justo detrás de ti, guapo - Esa voz no era la del barista, por el contrario, sonaba mucho más aguda y melodiosa, a pesar de que para ser una mujer, su tono era bastante grave.

Giré sobre mis pies, quedando a pocos pasos frente a una chica de estatura mediana, piel blanca y cabello largo y rojizo recogido en una cola de caballo. Si bien no era una belleza a toda la expresión de la palabra, para mí sin duda lucía preciosa. A lo mejor esta opinión se debía a su agradable personalidad.

Era rellenita, y eso, más sus mofletitos constantemente sonrosados por naturaleza, le hacían lucir extremadamente adorable. Ocupaba el puesto de gerente, pues era la hija de los dueños, sin embargo, aquello no interfería en lo absoluto con su capacidad para dirigir. A pesar de ser de las más jóvenes, era muy buena en lo que hacía, por ende nadie cuestionaba su posición.

Llevaba una bandeja similar a la mía debajo del brazo, y portaba la versión femenina del uniforme. No había mucha diferencia con la que usábamos los hombres; ellas llevaban falda y nosotros pantalón, no obstante, tales piezas eran negras y el resto de la indumentaria para ambos sexos consistía en un simple polo rojo con detalles en amarillo y el nombre del restaurante bordado en una esquina, de igual color.

- Hey - Saludé, correspondiendo a su sonrisa amistosa - Minghao ha dicho algo de una entrega - Señalé con el pulgar al individuo que ahora se encontraba detrás de mí.

No existían repartidores designados en el local. Esta función la cumplían los propios camareros mayormente, y nos turnábamos con frecuencia para ello. El único que no llevaba pedidos a domicilio era Hoseok porque no sabía manejar, y por supuesto, la chica con la que hablaba en esos instantes, pues tenía que controlar todo lo que pasaba y dejaba de pasar en el salón.

A mí me gustaba; la sensación del viento contra mi rostro era muy agradable, aislarme por un momento del bullicio de los comensales y perderme en el de las calles de Seúl también, y encima de eso, podría descansar por algunos minutos. Sí, seguía trabajando, pero no es lo mismo manejar y dejar una bolsa con comida, que caminar de un lado a otro cargándola.

Además, siempre me pagaban independientemente, lo que hacía que fuera como tener dos empleos en uno.

- Sí, pásate por la cocina, por favor. Junhui ya lo tiene todo listo. Toma, esta es la dirección - Arrancó de su pequeño blog para los pedidos una hoja, y la pegó (aparentemente era un post-it), sobre mi pecho. Luego, me guiñó un ojo juguetonamente y dio la vuelta, regresando a sus quehaceres.

- Está enamorada de ti - Aportó el rubio cuando la pelirroja no podía oírnos, en tono jocoso.

- No está enamorada de nadie - Respondí rodando los ojos, y girándome nuevamente - Solo es una maldita coqueta, además, sabe que soy gay.

- Y yo sé que David Bisbal es hetero y aún así es el amor de mi vida - Soltó en tono de obviedad.

- Cuida que Jun no te oiga, te meterás en un problema.

Junhui, el cocinero que antes había mencionado nuestra compañera, era su pareja sentimental y eran tan diferentes el uno del otro que aún después de tres años de verles de novios, no podía saber con exactitud cómo habían terminado juntos. De hecho, la mitad de los empleados andaban emparejados con algún compañero, o en su defecto, coladito por uno de ellos. Hoseok, sin ir más lejos, estaba babeando por YuQi, y habían tenido un par de citas, otra razón que me confirmaba que ella era una revoltosa y realmente no tenía interés en mi persona. Yupi por mí.

Uff, ahora que lo pienso, con tanto romance que había en el restaurante podría salir perfectamente una secuela de Pasión de Gavilanes.

- Cuando entres, ¿podrías decirle que es mi luna, mis estrellas y que quiero darle sexo salvaje toda la noche hasta que ambos alcancemos las inexploradas cúspides de la pasión? - Expresó con esa característica voz enamoradiza de las telenovelas, y yo, después de hacer una mueca de asco, mezclada con desconcierto y resignación, contesté:

- No, Minghao, basta. Las cochinadas a tu novio vas y se las dices tú.

Entonces di media vuelta y me fui.

En cuestión de pocos minutos, luego de que el chef al que aparentemente querían violar me entregara los pedidos, los guardara en algunas bolsas y sacara un comprobante con el precio de cada platillo, me encontraba en carretera siguiendo las instrucciones escritas en el papel.

Dichas instrucciones me llevaron hacia un edificio mediano, que no debía tener más de cinco pisos y cuya fachada que abarcaba tonos entre el blanco y el beige, se veía bastante conservada.

Aparqué la moto en la sección de estacionamiento, me bajé de ella y agarré la bolsa de plástico con los diversos contenedores de cartón y papel espumado, mientras que apoyaba el casco sobre el hueso de mi cadera y lo mantenía en esa posición con mi brazo.

Antes de avanzar, maniobré para darle un último vistazo a la ya arrugada hojita y una vez tuve claro cuál era el trayecto a seguir, emprendí rumbo.

- Uhmm, apartamento 3-B - Murmuré para mí mismo, situándome frente a las puertas cerradas del ascensor y presionando los botones de apertura.

La planta baja se encontraba totalmente desolada, y el sonido de mi pie repiqueteando impacientemente sobre el suelo hacía eco en el sitio por lo extremadamente silencioso que era.

"Quién tuviera la suerte de vivir en un lugar así de tranquilo. En mi barrio te enteras de ocho asaltos, tres embarazos, y de ancianas con prótesis en un lugar distinto todos los días", pensé a la par que tarareaba por lo bajo una canción que no sabía de dónde la había oído, pero que a pesar de ello resultaba extremadamente pegadiza.

- Dime si hay que ser torero, poner el alma en el ruedo. No importa lo que se venga pa' que sepas que te quiero. Como un buen torero, daría mi vida por ti... Oh, ya ha llegado - En cuanto escuché el "pib" y sentí la luz interior del elevador dar sobre mi rostro, entré al mismo y posteriormente, apreté los círculos que indicaban a qué piso me dirigía.

Fue un viaje bastante corto, por lo que en menos de lo esperado yacía parado delante de una puerta de madera maciza con el número del apartamento, a la que se anteponía una alfombra azul de un koala extremadamente adorable de igual color que me hizo pensar que en ese apartamento habitaría una chica, o, en su defecto, una familia con niños.

Sin embargo, por el silencio y la cantidad de comida, me quedaba con la primera opción.

Sacudí la cabeza, sin saber por qué estaba dándole vueltas a algo totalmente irrelevante, y sin más, toqué el timbre.

- ¡Un momento! ¡Enseguida salgo! -La respuesta provino del otro lado y por la barrera la voz quedó amortiguada. Era evidentemente masculina, así que la idea de muchacha encantadora y dulce fanática a los marsupiales australianos quedaba descartada.

"A no ser que esté con su novio. O su hermano. O un amigo. O la pubertad le haya jugado una mala pasada y le haya dejado semejante tono de macho alfa azotador. Uff, si es el último caso, pobre de ella".

Mis (para no variar) estúpidos pensamientos se vieron interrumpidos por el tintineo de un manojo de llaves y los ruidos sordos del cerrojo, alertándome de la próxima salida del cliente.

Y no pasaron muchos segundos después, cuando mis sospechas acerca de la identidad no femenina del individuo se vieron confirmadas.

Pero, como siempre, la vida me ponía pruebas.

Tal vez Dios me consideraba su mejor guerrero, y por eso me daba las peores batallas, no obstante, ni era guerrero, ni tenía ganas de continuar con esta existencia si tenía que seguir pasando por experiencias como esa.

-  Hola, perdón por la demora.

Yo JODIDAMENTE conocía ese hoyuelo.

Y yo, JODIDAMENTE, no quería volver a verlo ni en pintura. Bueno, a lo mejor en pintura sí, porque si a alguien se le ocurría hacer un dibujo de semejante belleza, saldría una obra de arte mejor que la Mona Lisa.

Joder, en serio, tengo que calmarme. Mis exageraciones se están saliendo de control.

Volviendo al tema, frente a mí, con el felpudo del puñetero koala azul como prueba de la escasa distancia de separación, y una sonrisa educada que no mostraba los dientes, yacía de pie cierto jovenzuelo de agraciadas facciones y porte de revista que, por lo que quedaba claro, era mi nuevo cliente y con quien, aproximadamente un mes atrás, había compartido una de las situaciones más bochornosas de mis veinticinco años. Y si la suerte no me acompañaba, tal situación podría verse superada por la actual.

¿Cuáles eran las posibilidades de que algo así ocurriera? No muchas la verdad, pero esto es Wattp- quiero decir, que los caminos que toma el destino son ciertamente inciertos, valga la redundancia.

Yo: okay, lo pasado, pasado está. Olvida que hiciste el ridículo frente al tipo más hot de todo Seúl, total, no lo volverás a ver.

Alguna fuerza celestial: ¿y si lo jodemos para echarnos unas risas?

El peligris llevaba unos pantalones de algodón grises y anchos, junto a una camiseta también holgada, negra y sin mangas.

¿Y sabéis qué significa SIN MANGAS?

Obviamente, que no tenía mangas. ¡Pero no me refiero a eso! Que no tuviera mangas implicaba que nada cubría ni en una pequeña fracción la piel sus brazos, por lo que dichas extremidades de color canela quedaban completamente expuestas a mis ojos. A eso, sumémosle el hecho de los pocos centímetros que nos alejaban. ¿Y qué nos queda? Un Seokjin que, aún siendo miope, podía apreciar en todo su esplendor la tersa piel de unos bicepsotes que despertaban lados oscuros en la mente humana.

Pude, recalco, pude haberme puesto a recrear mentalmente una nueva parte para Cincuenta Sombras de Grey con extrema facilidad, sin embargo, valoraba el diminuto ápice de orgullo que todavía me quedaba, por lo que las bombillas de alerta se prendieron en mi cerebro y velozmente traté de hallar una salida para el incómodo momento.

Mi brillante solución fue bajar la cabeza mirando fijamente mis vans (uy, uno tenía un huequito en la punta), pareciendo un desquiciado o una persona con problemas en el cuello, pues como hacía cuatro semanas atrás, el sudor, el rubor y el bombeo acelerado de mi corazón me inmovilizaron en el lugar.

Básicamente, me quedé atontado perdido. Más que de costumbre.

He de reconocer que no fue el movimiento más inteligente, y también asumo que bajo presión, no soy el epítome de quien toma buenas decisiones precisamente.

No obstante, quizás, y solo quizás, estaba exagerando (cosa que no sorprendería a nadie), porque no podía tener la certeza de que el peligris recordara un evento tan poco significativo.

Quiero decir, sí, para mí fue embarazoso y por eso nunca lo olvidaría. Helloooo, nadie olvida sus momentos vergonzosos, quedan marcados en el subconsciente de por vida. ¿Pero qué motivos tendría el chico para acordarse de mí? Ninguno, yo solo había sido el tipo raro que había babeado por él en un autobús de mala muerte, y teniendo en cuenta su aspecto, seguramente ya estaba acostumbrado a escuchar suspiros enamoradizos en todos los lugares a los que iba.

"Calma Seokjin, no tienes por qué temer. Aún no ha pasado nada, seguro que ni siquiera te reconoce".

De todas formas, como es mejor precaver que lamentar, solo levanté la cabeza en una mínima fracción y evité por todos los medios hacer contacto visual directo.

- Uhmm, hola, buenos días - Eran las 4:00 p.m - Tardes, quise decir tardes - Bárbaros tus intentos de actuar casual, Jinnie - Ehmm, esto, vengo de parte de Dia Boa Lu, para entregar un pedido.

- Sí, sospeché algo viendo tu uniforme y la bolsa que pone el nombre en grande del restaurante - Comentó con cierto sarcasmo, pero sin ser mordaz, en todo caso fue bastante divertido, como si quisiera amenizar el ambiente.

Yo, por otro lado, solo me puse más rojo, casi cual mi camiseta. Soy la personificación de normalidad, gente.

- Ehmm, sí, lo siento. Que despiste el mío, ja ja...

- Oye, ¿estás bien? - Preguntó, dejando escapar una risita baja que fue música para mis oídos.

"No, no estoy bien. Tú me pones nervioso, incómodo, asustado y caliente. Estoy de todo menos bien, porque no sé si quiero desmayarme, huir, gritar o lanzarme a tus brazos y que sea lo que Dios quiera".

- Sí, perfectamente - Contesté en su lugar, carraspeando para evitar que mi voz siguiera saliendo tan aguda. El único alivio que tenía era que aparentemente y gracias a todos los cielos, no me había identificado, por tanto, me dispuse a apresurar la interacción y largarme lo antes posible sin darle mucho tiempo a hacer memoria - Este, estoy un poco apresurado, así que aquí tiene - Le tendí su comida y automáticamente la tomó.

- Oh, sí, gracias. ¿Cuánto te debo?

- Aquí - Repetí la acción con el comprobante, y luego de echarle un vistazo rápido, él se dispuso a sacar su billetera y obtener de la misma un par de billetes.

Fue gracioso el cómo ese proceso que duró escasos segundos se me hizo eterno, y la prueba de ello fue el tamborileo ansioso de mis dedos encima de la dura superficie del casco.

Mis ojos se estancaron en el movimiento de su mano, sin embargo, el corazón casi se me sale porque en algún punto noté que se detuvo abruptamente, con dos rectángulos de papel moneda a medio sacar de la cartera.

- Espera un momento... - Ay no - Tu cara me suena - Planteó agachándose un poco para verme mejor, pero yo solo giré el rostro hacia la dirección de las escaleras, haciendo uso de la estupidez sobrehumana con la que había sido dotado.

- ¿La mía? Paff, tengo una cara muy común - Respondí a un volumen demasiado alto para una conversación que pretendía ser casual, sonando extremadamente desesperado y con una naturalidad que no podía ser más sobreactuada. No, no era sospechoso en lo absoluto, para nada, no, no, no.

- Lo dudo, ya quisieran muchos lucir como tú - ¿Eso fue un cumplido, o fue idea mía? No podía ser, ni siquiera me estaba observando bien - Pero en serio, me pareces conocido.

- Tal vez nos hemos encontrado de casualidad por ahí. Seúl es grande. Si has visitado antes el restaurante, igual me has visto trabajando - Aporté, tratando por todos los medios de no volverme loco en ese instante.

- Uhmm - Su ceño se frunció pensativamente, sin embargo, pareció aceptar con facilidad esa respuesta - Sí, a lo mejor es eso - Con disimulo, suspiré, satisfecho por haber logrado mi objetivo. Por fin sacó el dinero e hizo el amago de dármelo - Bueno, aquí tienes. Toma, puedes quedarte con el cambio.

- Gracias.

Y entonces la cagué bestialmente.

Porque, aparentemente, yo sí podía entablar diálogo sin mirar a la cara, pero a la hora de recoger dinero esa capacidad se esfumaba.

En otras palabras: en un gesto mecánico, alcé la cabeza y... ¡Pam Pem Pim Pom Pum! Contacto ocular directo.

¿Qué creéis que pasó entonces? ¿Que fue un momento mágico, encantador? ¿Que cuando nuestras miradas se conectaron el mundo se detuvo? ¿Que con solo eso supe que él era el indicado para mí?

A ver, siendo sinceros, un poco sí. Solo un poquito. Es que, Dios, en serio el peligris era espectacular.

Tenía ese no se qué, ese qué se yo, ese tú sabes, que me volvía loco. Y sí, por un segundo, qué digo un segundo, por una milésima de segundo, olvidé completamente las circunstancias y únicamente me centré en ese revoltijo extraño de sensaciones que se asentaban en mi estómago, como cuando en secundaria veía al muchacho que me gustaba en último curso y me volvía ciego, sordo y mudo tipo la Shakira. Bueno, ciego no. Sorry, solo quería hacer el chiste.

Sin embargo, la magia desapareció tan rápido como llegó, porque la realidad hizo acto de presencia a través de una preciosa sonrisa de dientes blancos y parejos.

Don papacito me observó fijamente, y en un tiempo tan corto que ni siquiera creo que pudiera ser cronometrado, la luz del reconocimiento brilló en esos profundos y afilados ojos oscuros.

Instantes después, la curva amplia, brillante y (para mi desgracia) burlona que se instauró en esa carnosa boca que no me hubiera molestado para nada besar, fue la única confirmación que hizo falta para saber que sí, en efecto, me habían pillado.

Mierda.

Por favor, multipliquemos la palabra anterior por mil.

- Oh, Dios. Lo sabía - Afirmó, denotando un tono rico de diversión.

- ¿Qué es lo que sabías, exactamente? - Mi nuez de Adán descendió de modo brusco cuando tragué grueso.

- Eres tú - Su sonrisa se expandió más si es que aquello era posible, y a ella se le sumó una pequeña carcajada.

- Ehmm, sí, soy yo mismo. Kim Seokjin, mucho gusto - Alegué haciéndome el desentendido, y velozmente traté de recoger el dinero que aún ofrecía, no obstante, y porque claramente Zeus no iba a dejar que yo tuviera un jodido minuto de paz, él se echó hacia atrás, bajando la mano y consiguiendo que en vez de atrapar los billetes, solo obtuviera un puñado de aire.

- Sabes bien de qué estoy hablando. Tú eres el chico del autobús.

- ¿Autobús? Nah, te equivocas, yo soy más de Uber - La voz me  temblaba tanto, que en vez de persona parecía una pandereta hablante.

- No, no, no - Negó divertido - Estoy seguro, eres tú. Reconocería ese rostro en cualquier parte.

- Que no, mijo. Te estás confundiendo. Jamás de los jamases jamasosos te he visto - Tomate no, remolacha me dirían.

- Ya, claro. Y por eso estás tan nervioso - Resaltó con humor.

- No estoy nervioso.

- La voz te tiembla.

- ¡Porque soy tartamudo de nacimiento!

- ¿Y por qué estás tan rojo?

- ¡¿Y tú por qué estás tan moreno?!

- Bronceado natural, bebé - Me guiñó un ojo.

Sí, confirmado, ese hombre quería matarme. Paff, no solo matarme, hasta sepultarme deseaba.

Ante esa descarada respuesta, me quedé sin habla. No supe qué decir, qué contestar, y únicamente pude abrir y cerrar la boca varias veces, tratando de decir algo pero sin encontrar las palabras. A su vez, mi organismo decidió seguir superándose en eso de buscar tonos de rojo superiores para mi cara.

Joder, esto se estaba volviendo costumbre.

Y aparentemente mi estado de idiotez aguda similar al de nuestro primer encuentro le resultaba divertidísimo, ya que al ver que me había quedado petrificado, comenzó a carcajearse escandalosamente, pareciendo que acababa de ver la mejor comedia del planeta.

- ¿Quién diría que tendría la suerte de encontrar a mi acosador personal en la puerta de mi propia casa? - Chilló entre risas. Quería enfadarme, sin embargo, ese tono burlón era taaannn sexy. Eso sí, no iba a admitir que me llamara de esa forma,  por ende, encontré la lengua y exclamé:

- ¡No soy un acosador!

- Oh, perdona. ¿Prefieres que te diga "fan poco discreto"? - Preferiría que dejáramos esto atrás y me llamaras el amor de tu vida - Dime, precioso, ¿aún tienes la foto?

- ¡No tomé ninguna foto! - Rechisté a la defensiva, solo por llevarle la contraria, pues no había manera de negar con argumentos sólidos esa aplastante realidad.

- Genial, reconoces que eras tú - Nos salió sabelotodo el chikibaby - Además, hombre, tu flash casi me deja ciego.

- ¡No era un flash! ¡Era la linterna del cel!

- ¡¿Linterna a las 10 de la mañana?! - La tupida ceja derecha contraria se curvó en un arco perfecto, y, por ya perdí la cuenta ocasión quedé desorientado, avergonzado y con el pánico extendiéndose por todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo.

Dios mío, solo quería despertar y que todo resultara ser un tedioso sueño donde existía un Seokjin 2.0 que era considerablemente más idiota que el real.

Desafortunadamente, claro estaba que no era un sueño, porque el Seokjin real sí era así de gilipollas.

Y los próximos segundos constituyeron una prueba inquebrantable de tal planteamiento.

Como se ha dicho y demostrado, mi capacidad de reacción dejaba mucho que desear. Si pensabas que yo actuaría de tal o cual forma, lo más probable era que me saliera con una gilipollez distinta, y obviamente, para no perder la tradición, este caso no fue diferente.

El moreno exudaba confianza, socarronería, seguridad y jocosidad. Probablemente, él había encontrado en mí su distracción de la tarde, y sí, si yo hubiese estado en su posición también me hubiera descojonado de la risa ante el giro tan drástico de los acontecimientos, mas, estando en el extremo receptor, la cosa no era tan bonis.

Encima de todo, obviamente el peligris tenía la seguridad de que podría entretenerse conmigo un poco más, debido a que, como no me había pagado, yo tendría que esperar a recibir el equivalente monetario a lo que le había llevado.

Y claro, así debía ser. Eso es lo que haría una persona normal, esperar.

Su error fue pensar que yo, Kim Seokjin, era una persona normal.

- ¡Cortesía de casa!

- ¿Eh?

Lo próximo que mis ojos vieron, fueron los peldaños por los que descendía a paso apresurado.

Situaciones desesperadas, requieren medidas desesperadas.

¿Y cuál era la alternativa más fácil? Huir, por supuesto. A mis patas flacas se les daba bastante bien correr.

Di gracias al cielo de que al menos esta vez sí tuviera amplias vías de escape, pues ya temía el tener que  sacrificar mi otra nalguita por un bien mayor.

"¿Que combina con una lechuga? ¿Espinacas? ¿Coles? ¡No! Mejor un agricultor con su pala, su rastrillo, su- ¡Seokjin, por lo que más tu quieras, estás en un momento crítico! ¡¿Crees que es hora de elegir algún elemento del mundo agrícola a juego con la verdura que tienes en el culo?!"

Las conversaciones conmigo mismo eran profundas, gente.

Ni Paulo Coelho plasmó tanta intensidad en sus escritos.

Retomando el asunto, básicamente mandé a la mierda todo y huí como preso en búsqueda y captura.

Cuando iba por las escaleras del segundo piso, una mujer de probablemente poco más de 40 años venía subiendo, interponiéndose en mi camino.

- ¡Quítese, escuincla! - Grité, logrando que la tipa pegara un salto y luego se hiciera a un lado, preocupada por que fuera a chocar con ella.

Hizo bien.

Rompiendo el récord de Usain Bolt, finalmente logré llegar al vestíbulo, y poco tiempo después, ya estaba en el estacionamiento.

Joder, pude jurar que tras tal carrerita, más de uno de mis órganos había cambiado de posición.

Pero eso era irrelevante, lo que importaba era que salir inmediatamente de ese edificio del demonio, de la ciudad y tal vez hasta del país. Sin embargo, como #pobreza, con largarme del complejo de apartamentos era suficiente.

Monté en la moto, me puse el casco e introduje las llaves, encendiendo el vehículo pocos segundos después.

Y, al ver a través del espejo retrovisor para asegurarme de que todo estuviera en orden y pudiera arrancar con seguridad, divisé a lo lejos la figura esbelta de un joven sonriente, recostado al portón de entrada y que hacía un gesto de despedida con su mano de manera provocadora, con el claro objetivo de molestarme.

Pues fíjate que le salió mal la jugada, porque más que enfadarme, esa actitud relajada y burlona solo consiguió excitarme.

Sí, me pareció caliente. Podéis condenarme.

Luego, sonrojado, con los latidos a mil y un millón de murciélagos enloquecidos revoloteando en mi estómago, me largué.

Al parecer, cada vez que me encontraba con ese hombre terminaba perdiendo algo.

En el autobús, la dignidad.

En su departamento, la propina... Y la dignidad de nuevo, puta vida.

No obstante, y a diferencia de la primera ocasión, ahora sí era completamente consciente de que no sería la última vez que nos encontraríamos.

Solo esperaba que en la próxima, mi cerebro también participara en el intercambio.


Ahhh seguro ya estabais pensando: Esta no va actualizar nada la semana que viene, seguro que deja el fic abandonado como siempre.

¡Pues no! 😎

Tengo inspiración para esta cosa, no sé, me entretiene escribirla 😩😩😩

Bueno, espero que os haya gustado. Soy taaaaaan cliché jajaja Nambre, nadie se esperaba que el tipo del pedido fuera Namjoon, no, no, para nada XD

Igual, espero que os haya gustado y que os haya dado algo de risa.

Como dije será actualización semanal, pero la semana que viene quizás lo suba el finde o algo así, pq empecé la uni y estoy llena de seminarios asquerosos.

Hubiese publicado esto la semana pesada pq lo escribí bastante rápido, pero por lo mismo de la escuela no pude. Que ironía, antes con tiempo libre me la pasaba #bloqueo, y ahora que estoy ocupada sí quiero escribir :'D

Otra cosa, lo más importante de todo. Jin se hizo una lechuga en su preciosa nalga, y aquí, vuestra servidora, se ha tomado la molestia de hacer una representación gráfica para que más o menos os hagáis una idea.

Aviso: Quien me diga que parece el culo de Jimin sentirá mi ira 👺🔨

Bueno, eso es todo, besazo y cuidaos mucho. Gracias por leer.

Loviu 💙

Pd: No creo en la gente que no se sabe la canción de mi poderosísimo Chayanne que cantó Jin.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top