Limbo

-¿Sabes lo que es el limbo muchacho?-. Preguntó una mujer de edad avanzada, la cual llevaba sobre su cabeza un sombrero que le cubría el rostro.

-No-. Contestó el niño sin mucho ánimo.

-El limbo es un lugar en el que las almas de las personas permanecen un tiempo, para poder despedirse de las personas que en vida fueron importantes-. Contestó la mujer mientras tomaba al jovencito por los hombros.

-¿Y dónde estamos?-. Preguntó el chico un poco asustado.

-Estamos en el Limbo, Lincoln Loud-. Contestó la anciana, haciendo énfasis en el nombre del muchacho.

-¿Como es que sabe mi nombre?-. Preguntó Lincoln bastante más asustado.

La anciana comenzó a reír, se quitó su sombrero, y dejó al descubierto su rostro.

-Soy Beatriz Loud, tu abuela-. Dijo la anciana con una sonrisa en su rostro.


-El Limbo, como ya te he dicho antes, es el lugar donde las almas de los difuntos permanecen un tiempo para poder despedirse de sus seres queridos; pero de igual forma, uno puede permanecer aquí todo el tiempo que quiera-. Dijo la anciana mientras señalaba todo lo que estaba a su alrededor.

-Éste mundo esta superpuesto con el mundo de los vivos-. Continuó la anciana. -Por lo tanto, nuestras acciones aún tienen cierto impacto sobre las personas-.

El Limbo en el que se encontraba es un lugar parecido al mundo "real". Todo es idéntico al mundo de los vivos, con la única diferencia de que el limbo no tiene ni un solo color; todo es blanco y negro.

-Todas las almas llegan aquí y permanecen un tiempo en éste espacio hasta que deciden retirarse. Lo que sucede después es un misterio para mí-. Dijo mientras caminaba con Lincoln a su lado.

Ambas personas caminaban mientras conversaban sobre el lugar. En general Lincoln permanecía callado, mientras Beatriz le contaba detalles sobre este mundo.

De repente, Beatriz se detuvo y señaló al frente.

-Ya llegamos-. Dijo la anciana.

-¿A donde?- Preguntó Lincoln.

-A tu casa, hijo-. Contestó la mujer.

Frente a ellos se encontraba la casa Loud, la cual parecía tener un aspecto lúgubre y sombrío.

-¿Y qué debo hacer?-. Preguntó Lincoln a su "guía".

-Eso es algo que tu debes averiguar-. Respondió. -Yo no te puedo decir que hacer-.

Lincoln se dirigió a la puerta de su hogar y tomó la perilla para abrirla, pero inmediatamente su mano atravesó el objeto.

-Las almas son intangibles, por lo tanto puedes atravesar las paredes-. Dijo la anciana detrás de Lincoln.

Al escuchar ésto, Lincoln se quedó quieto frente a la puerta. Hizo como si respirara profundamente, dio un par de pasos, y entró.

Normalmente la casa de los Loud, haciendo honor a su apellido, se encontraba en un estado de completo caos. El ruido plagaba cada rincón de la casa y el silencio era algo inexistente.

Pero éste día todo era diferente.

El lugar se encontraba en un silencio casi sepulcral; incluso las mascotas se encontraban en completo silencio.
La casa parecía estar abandonada. No había siquiera una sola persona en el primer piso.

-¿Dónde están todos?-. Hizo la pregunta al aire, como si esperara que alguien le contestara.

Lincoln miró en la sala, en la cocina, y en el comedor, pero no encontró a nadie. Al no encontrar a nadie, decidió salir al patio, donde se llevó una grata sorpresa.

Afuera en el patio se encontraba Charles, su perro, quien inmediatamente notó la presencia de Lincoln y fue corriendo hasta él.

-Hey, Charles ¿Cómo estás amigo?-. Preguntó Lincoln mientras se agachaba para poder acariciar al sabueso.

La mano de Lincoln sólo atravesó al canino.

-Lo siento amigo, pero parece que no te puedo acariciar-. Dijo Lincoln con un dejo de tristeza en su voz.

Charles no parecía entender lo que Lincoln decía, sólo continuo ladrando felizmente al lado del chico.

Repentinamente, el perro se alejó corriendo hacia unos arbustos, de donde saco una pequeña pelota.
Se acercó a Lincoln y la dejó a su píes.

Lincoln, al ver esto, se agachó, tomó la pelota, y la lanzó hacia los arbustos, mientras una sonrisa se formaba en su rostro.

Charles se alejó corriendo en busca de la pelota, mientras Lincoln se dirigía de nuevo a la casa. Al parecer no había notado que él fue quien lanzó la pelota.

Cuando el canino regreso con la pelota, Lincoln ya no se encontraba.

Lo único que pudo hacer el canino, fue aullar de tristeza por la desaparición de su amo.

Dentro de la casa, el joven se dirigió al cuarto de sus padres, atravesó la puerta, y pudo contemplar cómo sobre la cama se encontraba su madre, profundamente dormida.

Tenía enormes manchas negras bajo los ojos, producto de haber estado llorando todo el día.

Lincoln se acercó lentamente hasta su madre, se agachó, y lentamente depositó un beso de despedida sobre una de sus mejillas.

La mujer sintió este contacto y colocó su mano en su mejilla mientras una sonrisa se formaba en su rostro.

-Lincoln-. Fue lo único que la mujer dijo entre sueños.

El muchacho salió del cuarto de su madre, se dirigió a la escalera, y subió al segundo piso de su hogar.

Lentamente camino hasta la puerta del cuarto de sus hermanas mayores, atravesó la pared y lo que vio lo destrozo completamente.

Su hermana mayor Lori se encontraba tendida sobre su cama boca abajo, mientras lloraba de forma desgarradora. Su celular se encontraba vibrando sobre la mesa de noche que estaba a su lado, pero ella no le prestaba atención.

Al lado de ella se encontraba Leni, su segunda hermana mayor, quien estaba tejiendo un gorro de color negro mientras tenía una gran sonrisa en su rostro.

-Oye Lori-. La llamó Leni mientras le mostraba el gorro que hacía a su hermana. -¿Crees que a Lincoln le guste el gorro que le hice?-. Preguntó.

-Estoy segura de que le encantará-. Respondió.

- ¿Sabes cuándo regresará Lincoln?-. Preguntó Leni mientras pequeñas lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.

-El regresará pronto, no te preocupes Leni-. Respondió Lori nuevamente, mientras las lágrimas volvían a fluir de sus ojos.

-Ya quiero que regrese para poder jugar con él de nuevo-. Dijo Leni mientras comenzaba a llorar.

Rápidamente, Lori se levantó de su cama y abrazó a su hermana, que al igual que ella, había comenzado a llorar. Al ver ésto, Lincoln se acercó y colocó sus manos alrededor de sus hermanas para poder abrazarlas.
Ambas sintieron éste abrazo espectral, el cual se sentía extrañamente familiar.

Ninguna dijo nada, y sólo se quedaron ahí hasta que la extraña sensación se disipó.

Lincoln salió del cuarto de sus hermanas y se dirigió al cuarto de Luna y Luan. Quiso llorar, pero al parecer los fantasmas no pueden hacer eso.

Al entrar en la habitación de Luna se llevó una sorpresa. Su hermana estaba sentada mirando al vacío con una hoja de papel en sus manos.

Lincoln se acercó y observó el papel, el cual era una canción. La leyó detenidamente, y cuando finalizó, se acercó a su hermana y la abrazo.

Luna sintió éste contacto, pero no se movió. Su mente se encontraba en otro lugar. Lo único que hizo fue comenzar a llorar.

Lincoln salió el cuarto de Luna y se dirigió al cuarto de Lynn y Lucy. En dicho cuarto sólo se encontraba Lucy, quien estaba sobre su cama con un tablero de ouija frente a ella.

En el tablero había una par de velas, un poco de cabello blanco, y una foto de Lincoln.

-Lincoln Loud, si estás ahí, aparece ante mi-. Dijo Lucy mientras agitaba las manos sobre las velas.

-¡Dame una señal de que estás ahí!- Dijo mientras las lágrimas salían de su rostro.

Repentinamente Lucy se detuvo, levantó la mirada, y lo vio...

Frente a ella se encontraba el espíritu de su hermano. Parecía translúcido, pero aún así podía verlo a la perfección.

Lincoln se acercó a su hermana, la abrazó, y segundos después desapareció.

Lucy movió el cabello que le cubría la frente, revelando unos ojos completamente rojos. Ella había estado llorando desde que estaban en el cementerio, y ahora había comenzado a llorar con mayor fuerza.

El fantasma salió del cuarto de Lucy, y se dirigió al cuarto de Lola y Lana.

Ambas se encontraban sentadas en la cama de Lana sosteniendo una hoja de papel.

Lincoln se acercó, observó la hoja, e inmediatamente corrió a abrazar a sus hermanas.

La hoja contenía un dibujo, y en éste se encontraban ellos tres; Lincoln, Lola, y Lana tomados de la mano, jugando.

Las gemelas sintieron una cálida presencia que las rodeaba. Ambas levantaron la vista y pudieron observar por un segundo a su hermano mayor, quien las abrazaba mientras sonreía.

Ambas niñas comenzaron a llorar, mientras el espíritu desaparecía de su vista.

Lincoln se retiró, dejando a las gemelas abrazadas, y se dirigió al cuarto de Lisa y Lily.

Lisa se encontraba leyendo un gran tomo de física cuántica, y Lily se encontraba dormida en su cuna.

Repentinamente, una alarma sonó. El sonido provenía de Lisa, quien rápidamente volteó hacia sus espaldas, sólo para llevarse la sorpresa de que no había nadie detrás de ella.

Dicha alarma tenía la función de alertar cuando una persona se acercaba a Lisa desde atrás.

Al ver que no había nadie detrás de ella, Lisa se asustó, hasta que repentinamente sintió una cálida presencia que la rodeaba.
Ella no creía en los fantasmas, mucho menos en lo sobre natural, pero esa presencia que la envolvió no era de éste mundo.

Antes de salir de su habitación, escuchó como Lily decía su nombre mientras dormía.

Por último, Lincoln se dirigió a su habitación. Dentro encontró a Lynn, quien lloraba mientras abrazaba unas de sus camisas.

El fantasma se acercó, colocó su mano sobre la cabeza de su hermana, y comenzó a acariciarla, cosa que tranquilizó a Lynn, quien rápidamente cayo dormida.

Al finalizar ésto, Lincoln salió de su hogar. Afuera aún se encontraba su guía.

-Dime, hijo ¿Tienes algo más que hacer?-. Preguntó la anciana.

- Así es-. Contestó Lincoln. -Aún debo ir a dos lugares más-.


En la casa McBride, todo estaba más silencioso que lo habitual.

Los señores McBride se encontraban sentados en la sala, pensando en como ayudar a su hijo, quien había estado encerrado en su habitación desde que habían llegado.

El joven Clyde se encontraba en su habitación encerrado. Llevaba ya tres horas ahí con un walkie talkie en la mano, y un álbum de fotografías en la otra.

El álbum contenía algunos de sus más preciados recuerdos con su mejor y único amigo, Lincoln Loud.

Clyde se había quedado viendo el álbum, recordando todas las cosas increíbles que había hecho con su amigo.

Todas las veces que se había metido en problemas juntos, todas las veces en que Lincoln lo había defendido de algún niño que lo molestaba; incluso recordaba la ocasión en la que Lincoln le había presentado a Haiku.

Repentinamente, un sonido lo sacó de su ensoñamiento. El walkie talkie que tenía en su mano había comenzado a producir un sonido.

-Clyde... *Estática* Adiós... *Estática* Amigo... *Estática*

El chico se asustó, pero luego se dio cuenta que entre la estática que había producido el aparato, había un mensaje.

-Clyde... Adiós... Amigo-. Dijo Clyde, intentando entender el mensaje que el aparato le había dado.

En ese momento, el chico cayó de rodillas. Se había dado cuenta que había recibido un mensaje de su difunto amigo, en donde esté se estaba despidiendo de él.

-Adiós amigo-. Respondió Clyde, quien había tomado el walkie talkie.

No recibió respuesta, pero él sabía que su amigo lo había escuchado.


-¿Estás seguro de querer hacer esto?-. Le preguntó la anciana a Lincoln.

-Sí, sólo me falta despedirme de ella-. Contestó Lincoln, mientras entraba a la casa que estaba frente a él.

La casa a la que había ingresado se encontraba en un estado parecido al que tenía su casa. No había ni un solo sonido; el único ruido que se escuchaba en toda la casa era el sollozo de una persona.

Lincoln siguió el sonido de éste sollozó hasta el segundo piso, más específicamente, hasta la habitación de una niña.

Se quedó observando la puerta durante unos segundos, pensando en lo que haría. Quería hacer algo especial para ella, pero no estaba seguro de qué.

Exhaló profundamente y traspaso la puerta.
Dentro se encontraba Ronnie Anne tendida sobre su cama, llorando amargamente mientras sujetaba una foto.

El reconocía esa foto.

Era la foto que se sacaron el día de su última cita, el día en que le pidió a Ronnie Anne que fuera su novia...

El día en que su tormento comenzó.

Repentinamente, la niña se levantó de la cama, tomó otra fotografía que tenía al lado de su cama, y se dirigió a la sala de su hogar. Ahí, en una esquina de la vivienda, había un pequeño altar donde habían dos fotos.

La niña se acercó y dejó la fotografía que había tomado.

-Feliz día de los muertos patético-. Dijo Ronnie Anne mientras se dirigía de nuevo a su habitación.

Cuando ella entró en su habitación, sintió como un extraño calor la envolvía. Un calor que no provenía de ningún lugar; un calor que se sentía extrañamente familiar.

Dicho calor fue seguido por una sensación de tranquilidad y amor en su frente.

Cuando la sensación desapareció, Ronnie Anne comenzó a llorar profundamente. Ella sabía exactamente a quién pertenecía esa extraña aura que la envolvió.


- ¿Eso es todo?-. Preguntó amablemente Beatriz.

-Si-. Respondió Lincoln con una sonrisa en su rostro. -¿Y ahora qué?-. Preguntó.

-Ahora tú debes partir hacia arriba-. Respondió su abuela.

En ese momento el cielo se abrió, y de entre las nubes, un haz de luz apareció, posándose sobre Lincoln.

-¿Por qué no vienes conmigo?-. Preguntó Lincoln.

-No te preocupes por mí hijo. Cuando tú abuelo llegue aquí, él y yo subiremos juntos-. Finalizó la anciana.

Lincoln sonrió. Su abuelo le había contado historias de lo mucho que él y su abuela se querían. Él no había tenido el gusto de conocer a su abuela, pero por alguna razón, sabía que su abuela diría algo así.

-Bueno... Nos vemos luego, abuela-. Dijo Lincoln, despidiéndose de su abuela -Fue bueno conocerte-.

-Adiós hijo. Dale un saludo a todos de mi parte allá arriba-. Dijo la mujer, despidiéndose de Lincoln.

El haz de luz lentamente ascendió a Lincoln, quien desapareció entre las nubes del cielo.

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