Desesperación

Existe un dicho que reza así:

La curiosidad mató al gato.

Y en esta situación, no podría estar más de acuerdo.

Cada centímetro de su cuerpo le decía que no lo hiciera. Cada fibra de su ser le exigía detenerse. Incluso una parte de su cerebro le repetía constantemente que estar ahí era una mala idea.

Más sin embargo, ahí se encontraba.

Lori había decidido ir a la comisaria para poder encontrarse con su hermanito. No le importaban las órdenes que sus padres le había dado. No perdería la oportunidad de reencontrarse con Lincoln.

Y ahora lamentaba esa decisión.

Frente a ella se encontraba Luan. Ésta estaba sentada en una silla con las manos esposadas a la espalda, mientras lucía en su rostro una gran sonrisa.

-Dime que no es cierto Luan... Dime que tú no mataste a Lincoln-. Dijo Lori al borde de las lágrimas.

Luan no dijo nada, sólo se limitó a observar hacia la pared mientras mantenía aquella sonrisa, la cual juraría, se había hecho más grande.

-¡CONTÉSTAME!- Gritó Lori enojada por la actitud indiferente de su hermana.

Nuevamente, Luan no dijo nada, pero su sonrisa se había ensanchado aún más.

-¡CARAJO LUAN, HE DICHO QUE ME CONTESTES!- Gritó Lori aún más furiosa, mientras tomaba a Luan del cuello de su camisa y la levantaba. En su rostro se podía observar una gran ira, pero también una profunda tristeza.

Luan siguió mirando hacia la pared con una gran sonrisa, ignorando completamente la actitud de Lori.

Al ver que no conseguiría una respuesta de ella, Lori soltó a Luan y la lanzó a la silla en la que se encontraba. Se dio la vuelta y partió hacia la puerta con la intención de dejar abandonada a su hermana.

-Jajajaja-. Una pequeña risa se oía desde donde estaba Luan, la cual aún no dejaba de sonreír-. JaJaJaJa-. La risa de Luan comenzaba a hacerse más fuerte-. ¡JAJAJAJAJAJAJA!-. La risa de Luan se había vuelto más ruidosa.

No era la típica risa alegre de Luan; ésta era mas horrorosa, como si la estuviera produciendo un demonio. Era la risa de alguien que ya no estaba cuerda, la risa de un psicópata.

Lori, quien había estado a punto de salir de la habitación, se detuvo en seco en el marco de la puerta al escuchar la estruendosa risa de Luan.

-¿Quieres que te conteste hermana?-. Preguntó Luan entre risas.

Lori se quedó estática en el marco de la puerta mientras un sentimiento de terror invadía su cuerpo.

-¡Voltea y mírame cuando te hablo!-. Exclamó Luan aún conservando la misma actitud.

Lentamente Lori se dio la vuelta para encarar a Luan. Sus piernas estaban temblando, la respiración se le estaba dificultando, y le era imposible pasar la saliva que su boca había acumulado.

-Dime Luan... ¿T-tú lo hiciste?-. Preguntó Lori al mismo tiempo que pasaba la saliva a través de su garganta.

-Así es querida hermana. ¡YO MATÉ A LINCOLN!-. Le gritó Luan de manera euforica, mientras una sonrisa llena de cinismo se formaba en su rostro.

Lori rápidamente salió de la habitación después de escuchar la confesión de Luan. No podía creerlo; no quería creerlo. Realmente una de sus hermanas había asesinado a Lincoln.

Corrió hasta los baños de la estación de policía, y cuando entró, le colocó el seguro a la puerta y comenzó a llorar.

Afuera del lugar donde se hacían los interrogatorios se encontraban los señores Loud, los cuales habían pasado toda la noche abrazados, llorando por la horrible noticia que habian recibido.

-Señor Loud, lamento despertarlo, pero necesito que me acompañe-. Le dijo el oficial Fernández.

El señor Loud, quien hasta ese momento había permanecido dormido, despertó.

-¿Dónde estoy? ¿Quién es usted? ¿Que hora es?-. Preguntó el hombre bastante confundido.

-Se encuentra en la estación de policía. Soy el detective Fernández, y son las 9:00am. Necesito que me acompañe a la morgue para identificar un cadáver-. Decía el oficial sin mucho ánimo.

La últimas palabras que dijo el oficial provocaron un tremendo escalofrío en el señor Loud.

¿Un cadáver? ¿De quién?- Preguntó el señor Loud con miedo es su voz.

El oficial se quedó callado durante unos momentos.

-Será mejor que usted lo vea-. Respondió el detective sin muchos ánimos, mientras le hacía la seña para que lo siguiera.

El señor Loud se levantó lentamente para no despertar a su esposa, la cual aún seguía profundamente dormida, y siguió al oficial.

Antes de llegar a la morgue, el señor Loud se encontró a Lori, la cual acababa de salir del baño. Su cara estaba hecha un auténtico lío, y parecía haber estado llorando por horas, incluso días.

El señor Loud tenía varias cosas que preguntarle a Lori, pero al ver el estado en el que ella se encontraba, decidío dejarlo para después.

-Después hablaremos en la casa jovencita-. Dijo el señor Loud sin hacer contacto visual con su hija.

Ambos adultos empezaban su camino hacia la morgue, pero la voz de la adolescente los detuvo.

-Esperen... Q-quiero ir con ustedes-. Dijo Lori, quién parecía no poder hablar por haber llorado por mucho tiempo.

-Me temo que no puedes Lori. Eres menor de edad-. Respondió el señor Loud. -Tendrás que esperar afuera-. Habló con seriedad, mientras aún conservaba ese miedo en su voz.

-¿Estás segura de ésto chica?-. Le preguntó el oficial a Lori, lo que hizo que el señor Loud se pusiera confundido.

Lynn padre estuvo a punto de preguntar varias cosas, hasta que el oficial habló nuevamente.

-Ya estoy cometiendo un error al traerlo a la morgue sin ningún encargado, no se preocupe sobre las normas ahora-. El oficial le aclaró a Lynn padre, para luego voltear con la mayor de las hermanas Loud. -Ésto puede ser algo duro para ti. ¿Estás segura de querer venir con nosotros?-. Le preguntó Fernández, quien se veía completamente seguro de su decisión, a pesar de que eso pueda costarle una sanción.

-S-sí señor-. Respondió Lori, quien se limpiaba un poco las lágrimas.

-Bien, entonces síguenos-. El oficial suspiró. Sabía que no sería buena idea, pero ella tuvo la opción de negarse; cosa que no hizo.

Lori sólo asintió y comenzó a caminar detrás del detective. Caminaron por un pasillo largo y descuidado; era como si nadie hubiera pasado por ahí en años.

Los tres entraron por la única puerta que estaban ahí, la cual tenía un cartel que decía en letras mayúsculas:

MORGUE.

El cuerpo de el señor Loud se tensó. Había recuperado esos tristes recuerdos en el camino. Sabía que su hijo estaba muerto.

No se encontraba lo suficientemente preparado (tanto física como mentalmente) para ver el cadáver de su hijo.

El oficial empujó la pesada puerta de metal y caminó directamente hacia una mesa en la que se encontraba un cuerpo cubierto por una sábana de color blanca. Colocó su mano sobre la manta y la quitó.

Los ojos de señor Loud se abrieron de par en par. Efectivamente, ese era el cadáver de su desaparecido hijo. Se veía demacrado, y tenía una cicatriz en el ojo derecho.

-Hey Linky... Vamos, deja de jugar y despierta-. Dijo Lori al borde de las lágrimas-. Vamos, te tengo una sorpresa...-.

El señor Loud le puso una mano en el brazo y le habló.

-Lori, cariño... Déjalo, él está...- No pudo terminar ya que Lori lo interrumpió.

-¡NO! ¡CÁLLATE! ¡ÉL ESTÁ VIVO, YO LO SÉ, SÓLO ESTÁ HACIENDO UNA BROMA!- Gritó Lori con unas grandes lágrimas saliendo de sus ojos-. Vamos Lincoln, ésto ya no es gracioso... Levántate y te llevaré a la tienda de cómics-. Decía Lori en un vano intento de convencer al cadáver de Lincoln de despertar.

-Al carajo. No puedo soportar ésto-. Dijo el oficial Fernández, quien se sintió muy mal al escuchar esa voz que una vez estuvo detrás del teléfono llena de esperanza, ahora completamente destrozada. Parecía no importarle recibir una sanción por dejar a 2 personas sin autorización en una morgue, él simplemente no podría aguantar eso.

Los dejaría sólo por unos momentos; en esas circunstancias, era imposible que hicieran algo que no fuera seguir llorando.

Al ver que el cuerpo de su hermano no respondía, Lori cayó de rodillas al suelo, puso sus manos en su cara, y comenzó a llorar desconsoladamente.

El señor Loud, al ver tan triste escena, se agachó para estar a la altura de su hija; extendió sus brazos, y abrazo a Lori, mientras grandes lágrimas salían de su rostro.

Ninguno de los dos se dio cuenta de cuándo el detective Fernández salió de la morgue, sólo se quedaron ahí sentados en el frío suelo de la sala, mientras la desesperación los consumía.

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Pues, arreglé varias cosas. Agregué alguno que otro diálogo para arreglar esos problemas de "Fernández dejó entrar a una menor a la morgue", "Es imposible dejar a 2 personas solas en la morgue sin autorización".

La solución fue muy estúpida de mi parte, pero no se me ocurrió otra forma de arreglarlo.

Eso demuestra que no sé cómo escribir fanfics, pero en serio quería arreglar eso.

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