☕️Parte única☕️

Yoongi suspiró por décima vez al leer aquella carta. Las palabras escritas en el papel tenían aquel matiz cruel que él tanto despreciaba; nunca imaginó que su novio (ex novio ahora) decidiera terminar con su relación de una manera tan simple y cobarde, sin tener la valentía de dar la cara.

¿Debería entenderlo? La verdad es que no le interesaba comprender la complejidad de sus sentimientos; bastante tenía con aquella desagradable opresión en el pecho que le dificultaba la tarea simple de respirar, o al menos mantenerse concentrado en su trabajo.

Reprimió sus lágrimas de impotencia y con una sonrisa perfectamente ensayada retomó su labor del día. Su vida era bastante simple, se levantaba por las mañanas, hacía una hora de ejercicio en compañía de su (en ese entonces) novio, luego tomaba un baño y se alistaba con premura, con el objetivo de estar puntual en su trabajo de la editorial.

Dejó escapar una risa carente de gracia cuando se percató de algunos detalles que cambiarían a partir de ahora. Si es sincero consigo mismo no dolió tanto como tantas veces se había imaginado, simplemente había un sentimiento de soledad que le abrumaba y le hacía sentir incómodo. Aunque supuso que con el tiempo, ese sentimiento también desaparecería.

Entonces llegó a la conclusión de que simplemente se había acostumbrado. Su vida estaba tan perfectamente planeada y equilibrada envuelta en una capa de simplicidad y rutina, que el hecho de que algo de ella cambiara de manera tan repentina y radical le había afectado en demasía. Porque después de todo, los sentimientos fuertes y vivaces que alguna vez le pertenecieron, se habían convertido en monotonía sin siquiera preverlo.

Las horas pasaron lentas y agonizantes aumentando su tortura. Cuando por fin su hora de salida había llegado tomó sus cosas rápidamente y se marchó. Necesitaba aire y, sobre todo, necesitaba un tiempo para sí mismo sin la necesidad constante de sonreír y fingir estar bien.

Es por eso que decidió caminar por las calles en lugar de tomar un taxi como normalmente haría. Después de todo, un cambio más en su vida y rutina no podría afectarle.

Sus pasos eran lentos y perezosos y de vez en cuando levantaba la vista del pavimento para cerciorarse de no chocar accidentalmente con alguien, y fue en una de esas veces donde pudo ver aquel lugar por primera vez.

Meraki Coffee.

El nombre se le hizo curioso y hasta cómico. Apresuró el paso y cuando estuvo frente al lugar observó detenidamente la fachada. Paredes de un llamativo amarillo pastel en contraste con pequeños tonos de verde, hermosos y grandes ventanales de madera pintada de blanco, donde en el interior se observaban a personas conversar y reír amenamente.

Parecía ser un buen lugar para relajarse y olvidar todo por un efímero momento. Solo que había un pequeño detalle:

Era una cafetería, y Yoongi odiaba el café.

Observó su reloj y se dio cuenta de que tenía mucho tiempo y lo que menos quería era pasar solo en su apartamento consumido en su miseria. Es por eso, que decidió entrar a aquel lugar, aunque no tenía demasiadas expectativas en él, era mejor a su plan original.

El sonido clásico de la campanita que anunciaba la llegada de un nuevo cliente se dejó escuchar. Yoongi observó a su alrededor con expresión aburrida, y cuando sus ojos captaron una mesa vacía y alejada de las demás no dudó ni por un segundo en tomarla.

Esperó por algunos minutos y mientras lo hacía se dedicó a observar su entorno, sorprendiéndose al encontrarlo agradable y hasta reconfortante en cierto punto.

Los aromas dulces danzaban en el ambiente, el aroma del café colándose en sus fosas nasales mientras que la suave melodía de una guitarra ambientaba el momento. Se encontró a si mismo cerrando los ojos y disfrutando de aquella extraña paz que había encontrado, sonrió tenue al sentirse libre en aquel mágico instante que le pertenecía solo a él y quería que así siguiera sin un punto final.

—Buenas tardes, bienvenido a Meraki Coffee. ¿Qué desea ordenar? —una jovencita demasiado risueña para su propio bien le dio la bienvenida.

—Un americano sin azúcar, por favor —pidió con cortesía.

La verdad no le entusiasmaba la idea de consumir algo, pero sabía que debía hacerlo si quería continuar en aquel lugar que le había resultado encantador.

La chica sonrió amable. —En seguida traeré su orden.

El castaño asintió distraído mientras observaba nuevamente su entorno. Supo que un buen libro sería el contraste perfecto con aquel lugar y rápidamente buscó en su bolso el libro que actualmente estaba leyendo con la idea de tener una lectura amena y quizá de esa manera el café fuese más agradable de degustar.

Pero todos sus movimientos fueron repentinamente paralizados cuando en una eternidad de segundo lo miró, sintiendo como todo a su alrededor se detenía y guardaba silencio para darle el tiempo de apreciarlo mejor, sin la oportunidad de una distracción.

Cabello negro, piel clara y una sonrisa brillante, enérgica y feliz era todo lo que Yoongi veía en aquel joven que se encontraba del otro lado del mostrador. Sus ojos eran tan expresivos que el castaño temía caer en ellos, y la calidez que su mirar emanaba lo aturdió por unos instantes que le parecieron eternos.

De repente se sorprendió observándolo más de lo que debería. Trató de enfocar su mirada en algún punto de la cafetería, pero lo que antes le resultó atrayente e interesante, ahora solo era una trivialidad si lo comparaba con su nuevo descubrimiento.

Porque él era todo lo fantástico y la verdadera atracción que hacían de aquel lugar algo especial.

—Un americano sin azúcar.

El joven castaño se sobresaltó al escuchar aquella voz irrumpir en su silencio. Observó a la amable mesera y le sonrió con cortesía. Cuando la taza de café fue dejada en su mesa, la chica se retiró y Yoongi decidió darle el primer sorbo.

Frunció el ceño apenas el amargo sabor inundó su paladar, definitivamente el café nunca sería de sus grandes gustos. Decidió tomarlo poco a poco en pequeños sorbos, con la esperanza de poder terminarlo.

No pudo hacerlo. Al segundo sorbo se rindió y dejó la taza de café a medio terminar en la mesa, al igual que la paga y propina. Tomó su bolso y se puso de pie, ya había pasado bastante tiempo en aquel lugar y aunque no había consumido nada de su agrado, sí había pasado un momento agradable, y eso era lo que más le importaba.

Estaba dispuesto a irse, pero justo cuando estaba por cruzar la puerta, un suave agarre en su brazo derecho detuvo sus pasos.

—Disculpe... ¿Hubo algún problema, señor?

Yoongi volteó para dejar en claro que no había problema alguno, pero apenas lo hizo, todas las palabras que tenía para decir quedaron atascadas en algún rincón de su boca, sin saber que decir o cómo actuar ante el bonito pelinegro que le había cautivado.

Se aclaró la garganta, mientras su mente hacía un vago intento de encontrar las palabras correctas. Aunque dudaba mucho que sucediese, ya que cada centímetro de su sistema solo podía concentrarse en aquella brillante sonrisa.

La sonrisa en el pelinegro flaqueó al observar el silencio prolongado del contrario.

—¿Señor? —insistió, manteniendo una postura relajada y amable.

—Ningún problema —logró responder—. Es sólo que no soy fanático del café —sinceró, soltándose del agarre que el pelinegro había impuesto—. Ahora si me disculpa, debo retirarme.

Pero la risa tenue del chico le detuvo y le hizo fruncir el ceño. ¿Qué era tan divertido?

—Le ruego disculpe mi curiosidad —los ojos del pelinegro brillaban con un toque de diversión—. Pero ¿Qué haría una persona que no gusta del café en una cafetería?

Diferentes tonalidades de rojo pintaron el rostro de Yoongi, y hasta que le preguntaron de manera directa fue consciente de la ridícula situación. Era verdad, no le gustaba el café, entonces ¿Qué hacía ahí? Perfectamente podría justificarse con que la fachada del lugar había llamado lo suficiente su atención como para entrar, pero seguía siendo una excusa pobre y carente de eficacia. No supo cuánto tiempo había permanecido en silencio, pero nuevamente la voz del sonriente chico lo sacó de sus ensoñaciones.

—No puedo permitir que se vaya del local con ese semblante —dijo rotundo, el castaño alzó una ceja—, ¿Qué pensarían las personas si lo ven salir con el rostro tan decaído? La reputación de nuestra cafetería iría en picada y no puedo permitirlo —el pelinegro negó con la cabeza—. Es por eso que le haré una propuesta.

A Yoongi le ganó la curiosidad. —¿Qué propuesta?

El pelinegro sonrió satisfecho. —Primero permítame presentarme —pidió de manera amable—. Mi nombre es Park Jimin , y soy el propietario de Meraki Coffee.

—Interesante nombre —comentó Yoongi sonriendo levemente. Rehusándose a admitir que no solo el nombre le parecía interesante de aquel lugar.

El chico frente a él le sonrió tan hermosamente que tuvo miedo que sus emociones quedaran expuestas ante la mirada cálida del otro. Se aclaró la garganta, en un intento vago de ocultar lo apenado que estaba.

—¿Cuál es la propuesta? —volvió a preguntar.

Observó maravillado como las mejillas del pelinegro tomaban un adorable tono rosáceo.

—Oh, eso —jugó con sus manos—. B-bueno, hay un café que es el especial de la casa —comentó—. Lo preparo en una base de chocolate amargo y dulce de leche, creando un contraste magnífico —sus ojos brillaron con orgullo mientras contaba—. No es muy solicitado por nuestros clientes por su singular sabor. Sin embargo, creo fervientemente que será de su gusto.

—Y quieres que lo pruebe —dedujo el castaño.

—Sí —asintió—. La casa le invitará.

—¿Por qué haces esto? —preguntó con curiosidad.

—La felicidad de nuestros clientes es nuestra principal misión —se encogió de hombros—. No tiene nada que perder.

—¿Y si no me gusta el café? –preguntó con una sonrisa ladeada.

—Entonces puede irse, y ser libre de no volver.

El corazón de Yoongi latió con fuerza, sin saber por qué la idea de no volver a aquel lugar le provocaba tanto malestar.

—¿Y... si en cambio me gusta? —interrogó inseguro.

Y la sonrisa nuevamente apareció, creando miles de estragos y cosquilleos desconocidos en el interior del mayor.

—Entonces, espero verlo nuevamente en la mesa del fondo.

Un simple acuerdo entre dos desconocidos. Jimin no sabía a ciencia cierta el motivo de hacer aquella propuesta, Yoongi desconocía lo que le llevó a aceptar, pero de lo que ambos estaban seguros era que aquello era lo correcto, que todo sucedía por una razón y que a partir de ahora nada sería como antes.

Y Jimin supo que había sido la mejor decisión cuando al siguiente día y a la misma hora, cierto castaño yacía en la mesa del fondo de aquella acogedora cafetería, en espera de su (ahora favorito) café.







—¿Por qué nadie pide el Moon Dreams Coffee? —Jimin sonrió al escuchar aquella pregunta.

Llevaban conociéndose un mes aproximadamente, y entre más días pasaban se iban dando cuenta de que congeniaban a la perfección, llevándolos a tener extensas y profundas conversaciones, compartir secretos, sueños y devociones, volviéndose cada vez más cercanos, con sonrisas y el aroma del café presente en todas aquellas tardes en las que se reunían en aquella acogedora cafetería.

—El sabor es... —frunció el ceño sin saber cómo describirlo—. ¿Extraño? —dudó—. Los clientes no están acostumbrados a él, y quizá es por eso que no se animan a probarlo.

—No saben de lo que se pierden –comentó el castaño, con un toque de indignación.

—¿Eso crees? –cuestionó el pelinegro, sonriendo levemente.

Yoongi asintió. –Por supuesto, es el mejor café que he probado en mi vida.

—Es el único café que has probado en tu vida —refutó el menor con expresión divertida.

—Exacto —dijo el mayor—. Y por eso es el mejor café. No me contradigas.

Jimin no pudo evitar reír. Admite que se llevó una grata sorpresa con el mayor ya que la primera impresión que tuvo de él fue completamente equivocada. Yoongi era una persona sumamente fresca y dulce que llegaba a encantarle y convertir sus tardes en momentos únicos y divertidos. Conforme los días pasaban se iba acostumbrando y encariñando con su presencia, a tal punto de que no veía posible existiese un punto de retorno entre ellos.

Yoongi sonreía, y esta vez lo hacía de manera natural y hermosa. Todas las sonrisas mecánicas y perfectamente ensayadas habían desaparecido, al igual que su monótona vida. Sus tardes eran su momento favorito del día, donde podía sentirse libre y querido en medio del aroma del café y las paredes coloridas de aquella cafetería que en una tarde de desconsuelo había encontrado por casualidad.

Jimin le había enseñado que los cambios no siempre son malos, y que los errores forman parte del aprendizaje humano. Había aprendido lo bonito de la vida, y tomando su mano se dejó envolver por un mundo de colores que era completamente desconocido para él, pero que sin embargo lo había hecho suyo y ahora formaba parte de su esencia y verdadero ser.

Yoongi estaba seguro que los sentimientos que nacieron con él ese día habían crecido y que eran tan reales como los latidos acelerados de su corazón. Quería arriesgarse y vivir una nueva aventura, esta vez tomados de la mano sin querer soltarse, mientras se dejan envolver en la espesa bruma del inevitable amor que se había formado sin siquiera pedirlo, pero que ahora que estaba ahí no pensaban desaprovecharlo.

—No pensaba hacerlo —el susurro del menor le distrajo, encontrándose con un pelinegro tímido que jugueteaba torpemente con una taza vacía.

Y fue en ese preciso momento donde lo observó envuelto en hermosa timidez que Yoongi decidió arriesgarse. Esta vez por algo que sí valía la pena, y que sí quería vivir.

—Jimin —empezó suave, tomando las manos del menor entre las suyas—. Sé que llevamos poco tiempo de conocernos, pero ¿Desde cuándo el tiempo tiene que definir la veracidad de los sentimientos? —el pelinegro ahogó un suspiro—. Quiero ser sincero contigo, y hacer las cosas bien desde el principio —Yoongi tomó un profundo suspiro—. Me gustas —soltó, observándolo directamente a los ojos—, y creo que esa palabra sigue sin ser la correcta para expresar todo lo que mi corazón y mente sienten, pero es lo que puedo decir por el momento. Me gustas, Jimin, me gustas mucho y quisiera que salieras conmigo y me dieses la oportunidad de brindar nuevos y hermosos colores a nuestras vidas.

—¿S-salir contigo? —tartamudeó sin poder dar crédito a lo que sus oídos escuchaban.

—Sí —respondió el castaño sin dudar—. Quiero que salgas conmigo. No como amigo, sino como algo más que pueda significar el comienzo de una relación para nosotros —su mirada se iluminó—. Dime, pequeño, ¿Saldrías conmigo?

El menor sonrió hermosamente sintiendo como los latidos de su corazón aumentaban y como sus manos cosquilleaban ante el cálido contacto del mayor. Se puso de pie y rodeó la mesa para abrazar de manera fuerte a Yoongi, sintiendo como su felicidad se hacía infinita y el mundo entero se detenía para darle el completo protagónico a ellos, los cuales por fin habían dejado florecer sus verdaderos sentimientos con la firme certeza que serían correspondidos y valorados.

—¿Eso es un sí? –preguntó el castaño, sonriendo ampliamente y deleitándose con el aroma a café que su pequeño siempre llevaba consigo.

—Es un sí —susurró Jimin, saliendo de su escondite para encarar al mayor con sus ojos brillantes y rebosantes de alegría.

Ambos chicos tímidos y anhelantes fueron cortando la distancia. Sus corazones latían en una misma sincronía y los nervios se sentían a flor de piel. Yoongi tomó entre sus manos el delicado rostro del pelinegro, y con la yema de sus dedos brindó suaves caricias en las tiernas mejillas haciendo cerrar los ojitos al menor, queriendo grabar ese momento para siempre en su enamorado corazón.

—¿Qué me has hecho? —susurró cerca de sus labios—. No es normal que siempre quiera estar contigo, besarte y hacerte feliz —juntó sus frentes—. Mi corazón es tuyo, por favor cuida de él.

Y lo besó.

Un beso lento y pacífico, pero que en él iban todos aquellos sentimientos que no se habían expresado aún. Yoongi movía sus labios con parsimonia sin la necesidad de acelerar el proceso y solo disfrutando del momento. Jimin respondía con su timidez característica, siendo víctima de sus fuertes emociones y de aquel cálido sentimiento que siempre envolvía su pecho cada vez que tenía al castaño cerca.

Un beso que fue perfecto en todo el sentido de la palabra, y que selló el comienzo de una inusual historia llena de color, apego y unidad. Con los sentimientos viviendo en el latir de sus corazones, donde verían cada atardecer y amanecer juntos. Una bella historia que había empezado con una bonita casualidad y un nombre extraño.

Cuando el beso culminó ambos se separaron con una sonrisa brillando en sus rostros. Jimin se encaminó hacia detrás del mostrador y volvió a los pocos minutos con una humeante taza de aquel magnífico café que tanto había encantado al castaño.

—¿Un Moon Dreams Coffee? —preguntó el pelinegro con su preciosa sonrisa de ojos brillantes.

—¿Cómo decir no? —respondió Yoongi, sonriendo ampliamente cuando el exquisito aroma del café inundó sus fosas nasales.

Porque al final del día aquello era lo único que anhelaba y necesitaba. Un lugar que le brindaba paz y un amor puro que lo hacía suspirar. Las pequeñas cosas que encontró sin siquiera buscar y que ahora valoraba en lo más profundo de su corazón. Solo necesitaba de eso para conocer su verdadera felicidad. Un amor sincero y auténtico que le mostraría el verdadero valor de amar y con el que viviría muchas aventuras en su mundo nuevo de colores. Pero, sobre todo, la hermosa calidez que lo hacía inmensamente feliz cada vez que su amado le daba aquel sabor con lo que había iniciado todo.

Y sólo eso necesitaba. El calor y devoción de su amado, en conjunto con sus tiernas caricias y cálidos besos para saber que siempre habría un arcoíris en sus tormentas.

Porque su felicidad estuvo completa con él y solo con él. Tomados de la mano, permaneciendo juntos y en compañía siempre de chocolate y café.











Fin.☕️

Espero que este mini escrito les haya gustado. Muchas gracias por leer.





Yoon~

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