Prefacio
En una tarde algo fría y lúgubre, donde las nubes grises anunciaban la eminente lluvia y envolvían el ambiente en un aura melancólica, los cabellos color naranja de un joven eran desordenados por el viento mientras caminaba a un paso veloz. No corría. Si el aguacero llegaba, se refugiaría; pero no podía permitir que el contenido del pequeño contenedor refrigerado perdiera su hermosa forma por los movimientos bruscos, o peor, por una caída inesperada. El resultado de años de esfuerzo y dedicación se encontraba ahí dentro. El símbolo de un nuevo comienzo y una perspectiva diferente descansaba ahí, con el nitrógeno líquido manteniendo su forma y refrigeración. Sus palabras de chocolate estaban ahí.
Jimin se detuvo por unos instantes y acurrucó en su pecho el recipiente, una sonrisa hermosa y complacida apareció en su rostro. Tras investigaciones, experimentos constantes e innumerables fracasos, había logrado mantener la forma tridimensional de una frase sin que se derritiera o endureciera demasiado rápido y se rompiera tras el atemperado. ¡Al fin había encontrado la fórmula correcta! Sonrió más amplio y una de sus manos tocó con suavidad sus recientemente decolorados cabellos. Su amigo Hoseok le había dicho que si quería comenzar a escribir una nueva etapa en su vida, el naranja era el color ideal, pues comunicaba energía, coraje y optimismo; justo lo que Jimin necesitaba para dejar todo atrás.
Su condición había generado demasiadas burlas y maltratos por parte de sus compañeros. No consideraba que ser mudo era motivo para que lo hostigaran y le echaran en cara su "defecto". Su madre siempre le había dicho que solo se trataba de inmadurez de adolescentes, que no les diera importancia. Para ella, él era perfecto; ya encontraría una forma de expresar lo que con palabras no podía. Jimin nunca pensó que la idea que había tenido para conseguir expresarse se iba a materializar. Al ser su familia la dueña de una de las chocolaterías de mayor renombre del país, había crecido rodeado de chocolate y lo amaba, ¿qué mejor manera de crear su estilo único que con él?
Justamente ese día gris, cuando habían ido de visita a casa de sus abuelos en Busan, Jimin había logrado completar su sueño en su pequeño estudio personal, situado en la casa a las afueras, donde vivían antes de fundar la sucursal en el centro de la ciudad, un lugar tranquilo en el que podía concentrarse.
En medio de su pequeña ensoñación y felicidad, vio pasar una ambulancia a gran velocidad y frenar unos cincuenta metros más adelante de donde él iba, una pequeña multitud se aglomeraba en el lugar, ¿tan distraído iba que no lo había notado? Al acercarse, vio dirigirse en dirección contraria un coche patrulla que se alejaba hacia la estación de policía, o eso suponía por el rumbo.
“Pobre chico, no puedo creer que le haya pasado esto”.
“Según sé, sucede desde hace mucho”.
“¡¿Cómo has dicho?! ¡Santo Cielo! No puedo creer que su propia madre le hiciera eso”.
“Esa mujer... ¡Se merece la pena máxima, espero no la dejen salir por falta de pruebas como siempre! Esta vez se ha pasado, casi lo mata”.
Jimin se escurría entre el grupo de personas mientras escuchaba los susurros de las amas de casa curiosas, haciéndose una idea de lo que pudo haber sucedido. Sus ojos casi salen de sus órbitas al ver cómo subían apresuradamente en la ambulancia a un joven que parecía tener una edad similar a la suya, lleno de moretones, golpes y sangrando por varios lugares. Los paramédicos parecían preocupados; uno de ellos se quedó mirando a Jimin, le preguntó rápidamente si era conocido del chico, y sin darle tiempo siquiera de contestar, lo llevó hacia la ambulancia con ellos.
Sin saber cómo, los planes del joven de cabellos naranja habían pasado de un tranquilo regreso a casa, a sostener la mano lastimada de aquel joven casi inerte en la camilla, esperar por el final de su tratamiento de urgencias, y sentarse a su lado en la habitación del hospital en espera de que despertase. Pero, ¿qué le diría? ¿Cómo justificaría su presencia allí? Había podido explicar a las enfermeras y médicos escribiéndolo en su celular, no le preguntaron nada más después de eso. Sin embargo, a pesar de poder retirarse, algo en su interior le decía que no era correcto, que algo faltaba. Fue cuando sus ojos se desviaron hacia su envase refrigerado, que se percató de lo que podía hacer, se sentía lo correcto. Abrió la tapa y vio la caligrafía intacta, sintiendo alivio inmediato.
«Todos luchamos contra demonios distintos... Tú las necesitas más que yo, Jeon Jungkook». Pensó en el nombre que había leído en la tablilla de la puerta.
Dejó el recipiente sobre la pequeña mesa al lado de la cama, hizo una reverencia invisible a los ojos del hermoso joven inconsciente, y se retiró.
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Los ojos de Jungkook se abrieron despacio, observando una habitación de iluminación tenue que no conocía, y que gritaba “hospital” por todos lados. Le dolía el cuerpo y sentía su consciencia en el borde de la obnubilación. Su madre se había excedido. Recordó los golpes y maltratos y un temblor mezclado con escalofrío recorrió su cuerpo, el miedo recorrió sus entrañas y lo paralizó. Cuando pensó que se ahogaría en la desesperación, vio un recipiente al lado de la cama junto a una nota que decía que era para él.
BE BRAVE.
Escrito con una hermosa caligrafía de chocolate, las palabras justas que necesitaba en esos momentos estaban frente a sus ojos, haciendo un par de lágrimas traicioneras correr por sus mejillas, a las cuales siguieron muchas más, cargadas de una mezcla de sentimientos imposibles de identificar para él en ese preciso instante.
Al preguntar más tarde a la enfermera solo obtuvo la descripción de un joven que no conocía en absoluto, pero a quien, a pesar del anonimato, agradecía profundamente por haberle dado un rayo de luz en medio de su oscuridad.
¡Hola! Bienvenidos a esta nueva idea. Espero me acompañen y disfruten lo que tengo planeado para esta historia.
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