Un café, por favor
Bajaba medio dormida hacia el centro del pueblo, lista para ir a trabajar, cuando un gato se acercó a mí y empezó a ronronear en mi pierna. Me agaché para acariciarlo, ya que lo había reconocido desde el primer momento:
- Atenea. ¿Ya te has vuelto a escapar?
- No. Esta vez hemos salido a pasear antes de ir a trabajar. - Oí una voz cerca.
Levanté la vista y ahí estaba León. He de decir que a la luz del sol era más guapo todavía de lo que me había parecido la noche anterior. Tenía unos ojos verdes preciosos que por la noche no había podido apreciar bien.
- ¿Los gatos también salen a pasear? ¿Cómo los perros?
- Claro. - Rio él. - Por lo menos en Alemania lo hacen.
- ¿Cómo has pasado tu primera noche aquí? - Le pregunté con una sonrisa.
- La verdad es que me ha costado un poco dormir. No estoy acostumbrado a tanto silencio, y era muy raro.
- Bueno, eso solo es acostumbrarte.
- Supongo que sí. Pero las vistas que he tenido al despertarme lo han compensado todo.
- Sí, es una de las cosas que más me gustan de este pueblo. Y cuando se vaya toda esta nieve y regrese el verde, es más precioso todavía.
- Por ahora me cuesta imaginarme todo este manto blanco de otro color.
- Mira esta foto. La hice el primer día que llegué aquí.
Saqué el móvil para enseñarle algunas fotos de Val-sur-Vert a finales de verano, cuando me di cuenta de la hora que era.
- ¡Madre mía! Me tengo que ir o llegaré tarde. ¿Qué te parece ir al bar a tomar un café después de comer y te enseño las fotos?
- Genial. ¿Quedamos a las 15 aquí?
- Perfecto. Nos vemos.
Me despedí de León y Atenea, y como si de un cohete espacial se tratase, volé hasta la consulta.
La mañana resultó bastante tranquila, sin muchos pacientes de urgencias. En un momento que no había nadie decidí contarle a Doc mi encuentro con el nuevo vecino.
- Se dice que la primera impresión es lo que cuenta, y tú seguramente le pareciste el último grito. - Reía el doctor ante mi anécdota.
- Que gracioso eres. Esta mañana me lo he vuelto a encontrar y he quedado con él para tomar un café.
- ¡Dios mío! Mi pequeña ayudante tiene una cita. ¡Qué emoción!
- Primero de todo, no soy tu ayudante, soy tu compañera de trabajo. Y segundo, no es una cita, es solo que estoy ayudando a nuestro nuevo vecino a integrarse. - Respondí indignada.
- Perdón, compañera de trabajo, no es una cita. - Elías levantó una ceja de forma pícara.
Mi única respuesta fue un resoplido, el cuál tuvo una sonora carcajada por respuesta del doctor.
A las 15 me dirigí al lugar dónde había quedado esa mañana con León, justo al mismo tiempo que él llegaba también y bajamos charlando de como había ido su primer día en la carpintería.
- Ha ido muy bien, pero estoy empezando a plantearme poner un cartel que diga "El señor Hubert se ha jubilado, yo soy el nuevo jefe. Por favor no me lo preguntéis más."
- ¿Y cómo has acabado aquí? - Pregunté riéndome de sus ocurrencias.
- Los Huber son amigos de mis padres desde que yo tengo memoria. El año pasado vinieron a visitarnos y mi padre les contó que me había quedado en paro y que no encontraba trabajo.
- ¿En qué trabajabas antes?
- Hacía juguetes de madera en una fábrica.
- Oh, que guay. Perdón, continúa.
- No pasa nada. Cuando el señor Huber decidió que se iba a jubilar llamó a mi padre y aquí estoy.
- Serás bueno en tu trabajo, porque Huber no le dejaría su carpintería a cualquiera.
- El mejor, según mi madre. - Me respondió con una sonrisa.
Sin darnos cuenta habíamos llegado al bar. Abrí la puerta y, como si de un deja vú se tratase, solo por unos instantes parecía que hubiera vuelto al primer día que llegué. La única diferencia es que esta vez no era a mí a la que miraban como si tuviera tres ojos, sino a León.
- Mierda, me siento observado. - Me susurró.
- Vamos. - Reí y nos sentamos en la primera mesa vacía que encontramos.
- Bueno bueno, tú debes de ser León. - Apareció Lena.
- Sí, encantado. - León le tendió la mano a la camarera.
- Soy Lena, camarera y la mejor amiga de Victoria aquí. Un placer. - La chica le estrechó la mano. - ¿Qué quieres tomar?
- Un café solo por favor.
- Perfecto. ¿Un café con leche? - Me señaló Lena, sabiendo perfectamente lo que iba a pedir.
- Y una magdalena, plis.
- Enseguida vuelvo.
- Es muy agradable. - Dijo el chico cuando Lena se fue hacia la barra.
- ¿Lena? Sí, es una de las mejores personas que conozco.
- Y yo que pensaba que los suizos eran un poco huraños.
- A ver, los alemanes tampoco sois el alma de la fiesta eh.
- Oyee.
- Tomad chicos. Que aproveche. - Dijo Lena al traernos el pedido.
- Gracias Leni.
- Gracias.
León y yo hablamos de temas diversos durante algunas horas. Resulta que teníamos muchísimas cosas en común, a ambos nos gustaba viajar, compartíamos afición por el fútbol y por el mismo equipo, por la comida e incluso por las mismas series y películas. Me sentía muy cómoda hablando con él, además era muy gracioso.
- Mañana voy a cocinar chucrut. - Señaló León en un momento de la conversación.
- ¿Pero eso está bueno? - Pegunté interesada, porque siempre había oído hablar de ello pero nunca había comido ya que la col no está entre mis alimentos favoritos.
- Claro que está bueno. Te invito a cenar a mi casa mañana y lo pruebas, es increíble.
- No hace falta. Te creo.
- Que sí, claro que hace falta. No voy a aceptar un no por respuesta.
- De acuerdo. - Acepté con una sonrisa.
De repente oímos la puerta abrirse. Ya era tarde y casi que éramos los últimos en el bar, así que ambos miramos hacia la persona que había entrado. Johan.
El rubio, al vernos, se acercó a nuestra mesa.
- Ey Vic, te estaba buscando. - Me habló en castellano.
- Johan. - Me levanté para darle dos besos como saludo y le presenté a León, en francés. - Éste es León, mi nuevo vecino. León, éste es Johan, el dueño del bar.
- Un placer. - El alemán le tendió la mano, como había hecho con Lena.
- Lo mismo digo. - Imitó Johan.
- Bueno, ¿por qué me buscabas? - Seguí hablando en francés, ya que León no nos conocía y seguramente se habría sentido excluido.
- Ah si. Había pensado que mañana podríamos cenar juntos pizza con Pierre como la otra vez. Fue muy divertido y así celebraríamos tu regreso.
"Mierda", pensé, "sí quiero. No hay nada que quiera más."
- No puedo. - Rechacé con todo el dolor de mi corazón. - Ya he quedado con León para cenar.
- Ah, bueno. - El chico parecía triste. - Pues nada.
- Podríamos quedar pasado mañana. ¿Qué te parece?
- Pasado mañana no puedo, tengo cosas que hacer.
- Bueno, no pasa nada. Quedamos el fin de semana.
- Ya te diré, es que estoy liado esta semana. Ahora me tengo que ir a la granja, nos vemos. - Se despidió.
- Encantado de conocerte Johan. - Dijo León.
- Sí, yo igual. Adiós. - Y como si llegara tarde a algún lugar, Johan se esfumó.
- ¿Qué ha sido eso? - Lena se acercó a nuestra mesa.
- No tengo ni idea. Pero será mejor que nos cobres, ya es tarde.
- De acuerdo. Ahora vuelvo.
- Este chico, ¿es tu novio? - Preguntó León ante el extraño comportamiento de Johan.
- No. Es mi mejor amigo aquí, junto a Lena. - Dije sin apartar la mirada de la puerta por donde segundos antes se había marchado Johan.
"Mierda. ¿Por qué me siento tan mal?", fueron los únicos pensamientos que ocuparon mi mente hasta que volví a casa y me quedé dormida en el sofá.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top