CHOCOLATE

Aclaraciones:

❤El arte de la portada e imágenes así como este one-shot son autoría mía.
❤ Menciones de parejas: leve NorEmma, Gildon, NatAnna y Raybabs ( sip, Ray x Bárbara) jaja me perdonan pero es un ship medio culposo que tengo. Aun así, el fic es 100%RayEmma.

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Para describir a Emma solo se necesitaban dos adjetivos: risueña y antena, sí, antena. Al principio sonaba raro referirse a la chica de esta manera pero, su peculiar cabello anaranjado y rizado la hacían destacar del resto de sus compañeros en el instituto de Grace Field.

Gracias  a su carisma y belleza la convirtieron en la chica más popular de su colegio, dejando a más de un jovencito enamorado de Emma, entre ellos estaba su adorado Norman.

Norman y Emma eran demasiado cercanos. Desde que eran pequeños siempre existió una química y confianza increíble, pero, a veces la vida te arrebata lo que más amas.

Sin saber exactamente lo que era amor, ella lo perdió.

Fue hace aproximadamente dos años que Norman había perdido la vida, sufría de cáncer a los pulmones misma enfermedad heredada de su madre Rossana. Los avances tecnológicos en Japón permitieron detectar su enfermedad, pero no una cura, quizá, en aquella época noventera apenas se sabía que era cáncer.

Emma hizo la promesa de pasar junto con Norman por el resto de sus días y cuando supo que era el momento de partir, Norman se acercó a su oído y susurro:

"Vive, sonríe, y por sobre todas las cosas, ama... ama como me has amado hasta el día de hoy..."

Los ojos de Emma empezaron a cristalizarse y en un mar descontrolado de lágrimas se aferraba al cuerpo de aquel chico que, sin pensarlo se había enamorado perdidamente de él.

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El amor quema, el amor duele, pero, sobre todo, nutre el alma... ¿entonces esto es amor?

Se cuestionaba Emma ante la tumba de aquel primer amor que le marcó la vida para siempre.
Sin embargo, las palabras de Norman eran más fuertes que el dolor causado por su partida.

Y así ha vivido hasta el día de hoy, feliz, amable y con una hermosa sonrisa en su rostro teniendo el recuerdo de su amado en el fondo de su corazón.

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Como de costumbre, en los recreos del colegio, Emma, Anna y Gilda solían cotorrear cosas típicas de jovencitas como hablar de chicos o de compartir  su amor por el famoso cantante Oliver.

Una tarde cuando solían ir tomar el tren para su regreso a casa, observaron un letrero muy peculiar.

"Se dictan cursos de repostería"

Anna tomó aquel cartel y lo leyó en voz alta, llamando la atención de las chicas.

- ¿No les parecería interesante aprender? Además, estamos a vísperas del mes del amor y la amistad y sinceramente me gustaría hacer chocolate casero para ustedes y Natt.

- Tienes razón, así podríamos pasar más tiempo juntas y podríamos ir en nuestros ratos libres o después de la escuela, ¿qué opinas Emma?- preguntó Gilda.

- Hummp... no es mala idea chicas... pero tengo miedo de causar un incendio en la cocina, Jajaja como sabrán en lo único que no soy buena es cocinando peor postres caseros.

- Pero... ¡Es una perfecta oportunidad!- intervino la rubia-
así podrás mejorar tus habilidades culinarias y por qué no, una sorpresa para Diana y Yuugo san.

- Tienes razón, también me gustaría preparar chocolate a mis padres. Está bien, que les parece si mañana después de la escuela vamos a inscribirnos.

- ¿Mañana? Preguntó Gilda. Por qué no hacerlo ahora.

La chica tomó de las manos a sus amigas y fueron directamente al lugar donde se encontraba el curso.

Entraron al lugar y de inmediato se encontraron con un muchacho muy atractivo.

Él era alto, aproximadamente 1.85 de estatura, su piel tenía un ligero bronceado, sus labios finos y mentón pronunciado eran el complemento perfecto para su cabello de color oscuro y ojos esmeralda. Con solo verlo de perfil, las mejillas de las chicas empezaron a colorearse. Pero, aquel joven ni siquiera se percató de su presencia, es más parecía salir fastidiado del lugar.

Tomó su abrigo y salió tan pronto como pudiera de ahí. A Emma le llamo la atención y en tono de juego comentó a sus amigas:

-¿Será acaso el sensei?

-No lo creo, se ve muy joven para ser profesor, pero muy maduro para nosotras, pero bueno ya que estamos aquí veamos si podemos preguntar a alguien información. Respondió Anna.

En seguida, una voz femenina atendió a su llamado. Su tono sonaba un poco desquebrajado, como si hubiese estado a punto de llorar.

- Buenas... tardes chicas mi nombre es Bárbara ¿en que les puedo ayudar?

- Buenas tardes, estamos interesadas en asistir al curso de repostería, queremos saber cuáles son los requisitos y cuota para entrar.

Bárbara quien las había recibido, comenzó a explicarle a Gilda sobre los costos, materiales y demás información. Afortunadamente era un curso en el cual las chicas podían acceder sin problema alguno. Sin embargo, para los ojos de Emma, aquella bella mujer de cabellos castaños y rostro hermoso no se encontraba bien, a duras penas y podía hablar.

- ¿Disculpe Bárbara san, está usted bien?

- ¿Eh..?- la joven mujer se quedó en shock en unos breves segundos y finalmente pudo responder. Oh por supuesto, claro que estoy bien.

-¿ Segura? Si no es así podemos ayudarla en algo... cualquier cosa que necesite.

- No para nada querida niña... estoy bien. Por favor vayan con cuidado a casa.

Aquella última frase fue una manera sutil de deshacerse de las chicas, sus intenciones no eran malas pero lo único que deseaba Bárbara era llegar casa y reflexionar lo ocurrido hace unos pocos minutos.

Haciendo caso a las palabras de la mujer, las chicas salieron del lugar hasta finalmente despedirse en la estación del tren.

A Emma todavía le llamaba la atención aquel joven y su profesora, en su cabeza miles de cosas trascurrían llegando a la precipitada conclusión de que aquella pareja había terminado.


"Solo espero que cada uno de ellos pueda encontrar su verdadero amor"
susurraba mientras llegaba a casa.

Una vez reunida con su familia, Emma había comentado a sus padres sobre aquel curso de repostería, su madre Diana estaba más que de acuerdo, pero Yuugo, tenía sus reservas.


- Mira hija no quiero estar pagando costos si llegas a quemar una cocina, ya nos pasó con el viejo orfanato que decidiste ir a "reconstruir". ¡A este paso te vas a convertir en una pirómana! - retaba el hombre.

- Cariño no exageres, si Emma desea aprender debemos apoyarla.

- Bueno tienes razón, prefiero que Emma entre a una cocina que no sea nuestra, además por tu seguridad y de nuestro bebé que viene en camino.

- ¡Papá no soy pirómana! Y gracias mamá por confiar en mí. Les prometo que aprenderé a realizar postres deliciosos. Exclamó Emma enseñando su pulgar.

- ¿Cuándo empiezas querida?

- El viernes mamá.

- ¡Perfecto, tenemos dos días para comprar extintores! Dijo en son de burla su padre.

- ¡Papá!

- Es broma... es broma... sé que lo harás bien. Aquella noche para Emma tan solo era una más del montón... pero a solo unas cuadras más de su vecindario había alguien que no la estaba pasando bien...

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-¡Otra copa más!

- No creo que esté en condiciones de beber otro trago más joven.

-bastardo, crees que te estoy preguntando!

- Adam, llévate a este individuo.

- ¡Maldito Vincent! Si ese gordo de mierda se atreve a ponerme un dedo encima, jamás regresaré a este jodido bar.

- Me tiene sin cuidado joven, RAY.

Adam, un hombre muy robusto, tomó de un solo brazo a Ray y lo sacó a rastras de aquel bar que solía frecuentar; BOSS. Todo lo ocasionado aquella tarde lo había marcado para siempre, no quería regresar a casa temprano y decidió deambular por las calles de Tokio a sabiendas que tarde o temprano podrían asaltarlo, específicamente la banda de Yakuzas que rondaban por ahí, afortunadamente no se topó con esos tipos, pero sí, con el temperamento de su madre, Isabela.

- Llegas tarde- dijo secamente la mujer, su mirada fría era exactamente a la de su hijo.

- ¿Pero llegué no?... Ray apenas y podía pararse.

Isabela sin contemplación alguna, alzó la mano y abofeteó a su hijo. Si algo no toleraba era la rebeldía y prepotencia de Ray.

- En estos momentos vas a tomar un baño y luego vienes a cenar, no toleraré este comportamiento tuyo.

Ray bajó su mirada y fue directamente a su regadera. Su madre lo ayudó a preparar la bañera. Aquel golpe había regresado a la normalidad al chico. Una vez limpio y en sus cinco sentidos, tomo medicina para el dolor de cabeza.

- Necesito saber las razones por las cuales llegaste así a casa. Replicó Isabela.

- Antes que nada madre, discúlpame por levantarte la voz y llegar ebrio.

- Las disculpas guárdalas para después, ahora dime, te escucho soy todo oídos.

Ray suspiró y contestó:

- Bárbara se va a casar, me lo dijo hoy en la tarde.

- ¡Qué! Como que se va a casar...

- Sí así es, al fin y al cabo, solo fui un juguete para ella.

- Es ridículo esto, pensé que su relación finalmente había formalizado...

- Pues no es así ... de hecho madre, lo nuestro nunca fue verdadero.

- Entonces la manera para desahogar tus penas fue embriagándote, cuando sabes bien que, en casa, tu madre estará para escucharte. Lamento mucho esta decepción amorosa hijo mío.

- Lo sé y lo siento... por ahora ¿podría pedir permiso para tan siquiera prenderme un cigarrillo?

- Solo abre la ventana, sabes que detesto el olor a tabaco.

- Gracias así lo haré mamá. Por favor ve a descansar.

- Soy yo quien debería decir eso. Isabela acurruco a su hijo entre sus brazos y susurro a su oído: "Me duele verte así, pero recuerda hijo, solo el tiempo y la experiencia de vida son la mejor cura para el alma". Se separó de Ray y le depositó un beso en la frente, dejándolo a solas para que pueda aliviar su dolor. Con la mirada perdida, observando al cielo nocturno susurró:

Después de un par de cigarrillos más, decidió ir adormir. Sus ojos estaban tan pesados que lo único que deseaba era por lo menoscerrarlos un momento.

Bárbara por su parte, se encontraba con el corazón destrozado, se sentía culpable de haber menospreciado el amor de Ray, pero no tenía más opción ya que sus padres habían arreglado su propuesta de matrimonio, esto último jamás se lo comentó.

Pasaron los días y a toda costa Ray trataba de evadir a Bárbara ya sea en las clases teóricas o prácticas de la Universidad. Barbará se retiraba temprano para así poder alcanzar a dictar sus clases de repostería en la tarde. Luego de una semana, aquella profesora se despedía de sus alumnos.

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-Bárbara san porque nos abandona- preguntaba Gilda triste.

- Yo... me casaré en unos días y por eso no puedo continuar con las clases, les prometo que buscaré un buen reemplazo a más tardar mañana.

- Oh que hermoso una boda- exclamaba Anna emocionada, otros por su parte felicitaban a la maestra por tan grata noticia, pero Emma, podía notar su poca felicidad al pronunciar esas palabras.

Y antes de finalizar su clase, una voz conocida intervino.

- No necesitas buscar a alguien más, estoy dispuesto a ofrecerme como sacrificio para estos mocosos.

Todos regresaron a ver y en efecto, aquel muchacho de cabello negros y mirada fría estaba parado en la puerta del salón.

-¡Ray! - exclamó Barbará sorprendida ante su presencia.

Emma y las demás también quedaron cautivadas ante su presencia.

- Si la clase ha terminado, ¿podemos por favor hablar? Pregunto el joven. Bárbara tan solo acento su cabeza con timidez. Los chicos entendieron el mensaje e inmediatamente, tomaron sus implementos de cocina y se despidieron de la profesora.

Gilda estaba más que conmovida por la escena y junto con Anna empezaron a hacer especulaciones sobre la vida íntima de su maestra. Emma por su parte, se había quedado clavada ante la presencia del chico.

- ¿Ese joven era el del otro día no es así?

- Claro que lo era Emma, un rostro así no es fácil de olvidar, pero se nota que ambos están enamorados, lástima que no se vayan a quedar juntos, tan lindos que se ven- respondía Anna.

- Si... eso parece, contestó débilmente Emma, bajo las palabras de la rubia a su mente vino el recuerdo de Norman, sabía perfectamente que su amor nunca pudo concretarse, el ya no está más a su lado.

Anna se percató de inmediato de sus palabras y trato de disculparse con su amiga, pero esta, no acepto sus disculpas ya que le parecía algo innecesario.

- Prometí a Norman vivir feliz, sonreír y nunca más llorar y eso es lo que haré, así que no te preocupes Anna no es necesario que te disculpes por ello.

- ¡Así se habla! - intervino Gilda.

Las tres se abrazaron y cuando estaban a dos cuadras para llegar a la estación, Emma se había percatado que su pluma para decoración de pasteles la había dejado en su mesa. No podía darse el lujo de dejarla ahí ya que era un utensilio un poco caro, su padre de seguro sería capaz de volarle la antena que tiene.

- Debo regresar al curso, olvidé mi pluma, por favor vayan sin mí.

- ¿Estas segura Emma no deseas que te acompañemos?

- No.... para nada y por favor vayan con cuidado a casa. Emma salió corriendo inmediatamente, como era atlética y veloz, no se demoró en llegar al instituto y para su sorpresa escucho aquella conversación de su maestra con Ray.

- Ya no tengo rencor alguno hacia ti Bárbara... tal vez tú y yo jamás estuvimos predestinados a estar juntos, además creo que podría manejar este lugar mejor que tú. Respondió con un toque de soberbia típico gesto de él.

Bárbara no dijo nada y sin pensarlo corrió a sus brazos y susurro a su oído: "Gomenasai Ray" unas lágrimas cristalinas bajaban por su rostro, Ray solo la agarro de su cintura y respondió:

- Está bien... ya no podemos llorar más... pero al menos déjame tenerte entre mis brazos unos minutos más. Ambos con un tierno abrazo de despedida se dijeron "Sayonara".

Emma observaba tras la puerta aquella escena conmovedora, pero, como carajos iba a entrar si todavía seguían ahí. Espero a que ambos se separaran para poder tomar su pluma e irse casa, pero torpemente terminó por abrir la puerta con el peso de su cuerpo, cayéndose en la entrada del salón.

- Gomenasai... lo lamento mucho, no vi, ni oí nada- respondió torpemente. Yo... olvidé mi pluma de decoración y...

- Está bien querida Emma no des más explicaciones, por favor toma lo que te hayas olvidado y ve a casa, tranquila todo está bien. ¡Ray ayúdala a levantarse! Exclamó Bárbara.

Ray se acercó levemente a la chica y le extendió su mano. Emma se negó, pero ante la insistencia del muchacho aceptó.

- Bien creo que es hora de regresar a casa, mi padre vendrá a recogerme ya es tarde. Por favor Ray, cuida de ella.

- Eh? Y yo... por qué... respondió fastidiado.

- No es necesario, yo... puedo ir sola... a casa- intervino Emma.

- Ray- insistió la mujer. Es una jovencita, sabes lo peligroso que es la calle.

- Tsk... maldición! Ya que... aunque bueno... supongo que tienes razón.

Bárbara se despidió dejando a Ray y Emma solos, no sin antes darle algunas instrucciones y la llave del salón para que el pelinegro pudiese tener acceso. Cerraron con llave la puerta saliendo así del lugar. Por su parte, Emma estaba un poco incómoda con la presencia de Ray, sentía como si hubiese interrumpido la plática de unos amantes a punto de despedirse. Ambos caminaban en completo silencio hacia la estación del tren. El corazón de Emma comenzaba a latir a mil por hora y sus rodillas empezaron a flaquear. Muy en el fondo, aunque no tuviera la culpa, quería disculparse por la interrupción de hace unos minutos.

De verdad lamento haber interrumpido su plática con Barbará san, fue culpa mía haber olvidado mi pluma de decoración, yo... le pido perdón- dijo mientras daba una pequeña reverencia a Ray.

- Eh niña no hagas eso es muy vergonzoso, ya te dije que no pasa nada.

- Pero yo... interrumpí... es más si hay algo que pueda hacer por usted, puedo decírmelo y yo.

- ¡No seas tonta! - Ray tomo con sus manos el rostro de Emma mirándola fijamente.

- No es necesario que hagas esto, además en un caso hipotético que accediera a tu ayuda, no hay nada que puedas hacer. Yo la deje ir... y es mejor así.

- Acaso se rinde tan fácilmente? Cuestionó la pelirroja.

- Es un defecto muy mío y ¿tú eres así de intensa?

- Me lo dicen todo el tiempo jeje. Gomene...

Emma le regalo una cándida sonrisa Ray y este al observarla hizo lo mismo, apenas y se podía observar ese sutil gesto.

- Por cierto, ¿Dónde vives niña?

- Vivo por el sector de Akibahara y ¿usted señor?

- Oh vaya, al parecer somos vecinos, también vivo ahí... hummp... Emma no me trates de usted ni tampoco señor, maldición no soy un jodido viejo decrépito.

- Pero ya es un adulto, así debo referirme a mis mayores.

Ray empezaba a fastidiarse un poco con el trato de Emma, si bien es cierto él era mayor de edad, sin embargo, apenas y tenía 23 años. Su rostro y rasgos delicados no lo ayudaban a verse como alguien "adulto" pero para la pequeña chica lo era.

- Solo puedes decirme Ray y ya, no uses un lenguaje tan educado conmigo.

- ¿Puedo llamarte sensei? Después de todo a partir de mañana lo serás ¿no es así?

- Sensei...? eso es peor que llamarme señor. Niña apenas tengo 22 no es como para me que digas así, y tampoco no deseo sentirme viejo.

- ¡Qué... tiene 22 años! Contestó sorprendida.

- Sí, así es y supongo que tu... ¿aparentas unos 13 años?

- ¡Por supuesto que no!, ya soy una chica de 16. ¿acaso no luzco como una?

- No.- Respondió con una pequeña mueca de fastidio, muy propia de él.

-PORQUEEEEE- chilló la chica.

- Eres muy pequeña.

- No lo soy, para una chica de mi edad el 1.60 está bien!

- Ja! De seguro esos centímetros de más es por esa antena que tienes en la cabeza. - Respondió Ray mientras rascaba la cabeza de Emma-. Aun así, con ese peinado ridículo, me pareces una persona graciosa.

- ¡Oiga! - refunfuñó.

- Jaja...como sea venga ya, es hora de ir a casa.

- Hummp, sip. Emma nuevamente volvió a sonreír.

La atmósfera de aquel atardecer anaranjado y los primeros destellos oscuros que daban paso a la noche, eran el complemento perfecto para un paseo de enamorados, sin embargo, ninguno de los tenía idea de lo que el destino les depararía...

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- Adiós niña antena. ¡Nos vemos mañana!

Emma por su parte, respondió: ¡Adiós sensei! provocando de nuevo en él aquella mueca de fastidio, la pelirroja solo reía, después de todo había descubierto su punto débil, su edad.

Mientras tanto, Ray había llegado a casa sin novedad, aunque todavía le dolía decirle adiós al primer amor de su vida, pero bajo las enseñanzas de su padre Leslie había comprendido que guardar rencor no le hacía bien a su alma y corazón.

-¿Y bien hablaste con ella?

-Sip.

-Y como quedaron las cosas entre ustedes dos?

-Barbará estaba finalizando sus clases así que entré al salón, todos salieron y pudimos hablar como "personas adultas". Le dije que le amaba, que le amaba con tanta locura, que siempre estuve enamorado de ella desde que estábamos en la primaria y que, a pesar de haber salido, lo nuestro nunca pudo concretarse, no la odiaba porque en mi corazón no había cabida para hacerlo y al final... nos dimos un beso de despedida, no sin antes Bárbara se disculpó conmigo, lloramos, lloramos porque era nuestra cruel despedida. Ella se va a casar y no hay nada que yo pueda hacer.

- Lo lamento mucho cariño. Sé que debió haber sido difícil para ti renunciar a ella, pero era lo mejor. Tu padre estaría orgulloso por ser el hombre que eres.

- Lo sé después de todo, tanto tú como papá son mis mejores mentores.

- Vaya hace tanto tiempo no te había escuchado tan cariñoso ¿aparte de ser un hombre "maduro" jaja algo más pasó?

- Nada en especial... hummp bueno conocí a una chica muy extraña, tenía una antena un tanto ridícula en su cabeza, pero es muy chistosa creo que será mi alumna en el taller.

- ¿Vaya y te gustó?

- Por supuesto que NO. Es menor para mí, tiene 17 y no es mi tipo, bueno, aunque tenga el cabello medio raro no negaré es bonita, pero es muy quisquillosa y un tanto imprudente.

- Deberías ver tu cara de fastidio, jaja es toda cómica. Por cierto, ¿y cómo se llama? pregunto su madre mientras ponía los platos en la mesa.

- Antena... digo Emma.

-Bueno espero que algún día la traigas a casa a cenar - comentó Isabel en son de burla.

- ¡POR SUPUESTO QUE NO!

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A la tarde siguiente, Ray se presentó con el nuevo grupo. Emma y sus amigas escuchaban los murmullos de otras jovencitas que estaban más que encantadas con su presencia mientras que, el grupo de varones se encontraba molesto ya que uno de los pretextos era ir a las clases solo por Barbará. El pelinegro comenzaba a explicar técnicas de repostería que finalmente, habían dejado a más de uno con la boca abierta, el movimiento de sus manos al decorar los cups cakes era increíble, además demasiado rápido con la pluma de decoración, su precisión era perfecta y no se diga el sabor.

- Y bien ahora es su turno, tienen media hora para hacerlos, Iré a cada una de sus estaciones para evaluar sus cup cakes.

- entendido sensei! - gritaban los chicos emocionados. Nuevamente se había cabreado por utilizar honoríficos con él. Terminado el tiempo, pasó por cada una de las estaciones para revisar los productos y sinceramente no estaban tan mal para una primera vez, pero, cuando llego con Emma, tenía demasiadas observaciones que hacerle.

- Ingredientes- preguntó Ray mientras saboreaba el postre.

- Hice unos cups cakes de chocolate rellenos de frutilla y arandalos, la crema para decoración es de ron pasas.

Mientras Ray degustaba el pequeño pastelillo de Emma,  ella estaba más que satisfecha con su trabajo, pero... Ray no.

- ¿Qué le parece? preguntaba alegre.

- Están rehaceos- contestó secamente.

- Eh... como que rehaceos? lo dice solo para fastidiarme. - gritaba molesta.

Ray tomó el pastelillo y comentó: ¡Pruébalos por ti misma! Emma lo probó y en efecto más que rehaceos estaban desabridos, sabían horrible así que en su desesperación terminó por escupir en el mandil de Ray, causando controversia y risas por todo el salón.

- ¡Idiota, no me escupas a mí ANTENA!

- JAJAJA el sensei le dijo Antena a Emma- reían sus compañeros incluso Gilda y Anna.

- Gomene.... pero tiene razón esto sabe realmente mal.

- No entiendo cómo es que Barbará tenía que probar esto todos los días, de seguro nunca te hizo una buena crítica, con lo dócil que es ella. No llores, vamos aprender a hacerlos juntos desde cero, así me lleve toda la jodida tarde.

Dicho y hecho, todos los chicos del curso se retiraron a sus casas menos Emma que por 7ma vez seguida continuaba haciendo cup cakes. Ninguno le salía bien y Ray ya estaba perdiendo la poca paciencia que tenía, aun así, la apoyaba hasta que finalmente en el 8vo intento logró no un cup cake delicioso, pero si aceptable.

- Y bien sensei? que le parece este.

- Ya te dije que no me llames así y no tengo nada que decir.

- Salieron horrible verdad? noooooooo... maldición no puedo seguir así, prepararé de nuevo la masa y lo haré desde cero.

- No es necesario, si no te critiqué es porque está bien hecho.

- Eh de verdad?

- Sí, pero no me malinterpretes, están bien hechos, pero todavía le falta un poco de sabor. La mezcla está bien preparada, así como el horneado, tal vez si le ponías un poco de vino blanco, quedaba excelente.

- Pero soy menor de edad.

- Oh mierda, lo olvidaba... como sea están bien hechos. Buen trabajo Emma. Es hora de regresar de casa.

- ¡YAYYY! - gritaba llena de emoción.

Como de costumbre, ambos recogieron sus cosas y fueron caminando hacia la estación. Emma no paraba de ser parlanchina y Ray solo la escuchaba, en ocasiones reía de las imprudencias de la chica, nada fuera de la común. Pero al momento de despedirse, Emma le había dado uno de su cup cakes a Ray.

- ¿Esto es? Preguntó Ray mientras Emma depositaba el pastelillo en sus manos.

- Hice uno extra para ti sensei. por favor acéptalo, es lo menos que podía hacer por ti, después de todo hemos pasado la tarde juntos clavados en la cocina.

Ray sonrió y aceptó. Nos vemos mañana y por favor no hagas más desastres ni tengas más distracciones.

- Lo haré sensei, confíe en mí.

Ray se giró y continuó su camino mirando aquel cup cake que Emma le había preparado

"Esa chiquilla" pensó...

Cada tarde, Emma se empeñaba en esforzarse para realizar postres deliciosos, en algunas ocasiones lo lograba y en otras, fallaba, pero Ray siempre estaba ahí para ayudarla, guiarla y corregirla. Poco a poco sin darse cuenta, Emma empezaba a tener ese pequeño dolor en el pecho, cada vez que él se acercaba a su estación, su corazón latía, sus piernas le temblaban al igual que sus manos. Aquella promesa que le había hecho a Ray en no distraerse en cualquier cosa, no la estaba cumpliendo por que la distracción, era él.

Y casualmente, para aquel bello pelinegro, Emma se estaba adentrando en su corazón...

Por otra parte, Anna y Gilda se habían percatado de las actitudes de su amiga, y en una de sus pláticas de colegio las chicas no se aguantaron las ganas y comenzaron a preguntar a Emma sobre sus sentimientos con el sensei de repostería.

Por su puesto que Emma negaba todo lo que Anna y Gilda sabían, pero era difícil, la pelirroja no sabía mentir, eso se notaba fácilmente. Cuando lo miraba, sus ojos verdes se intensificaban, incluso sus mejillas se coloreaban al leve contacto del muchacho o peor aun cuando Ray había tomado de las manos a Emma y le enseñaba a mezclar correctamente, sentía que su cuerpo flotaba como una pluma.

Aprovechaba la ocasión para observar de reojo las largas pestañas de Ray y su hermoso perfil que ocultaba en medio de esos cabellos azabaches. Cada una de esas actitudes ella las comprendía, pero era terca para aceptarlas, al fin y al cabo, tenía miedo, miedo de que sus sentimientos jamás lo alcancen.

Anna y Gilda por su parte, tampoco se iban a quedar atrás, querían apoyar a su amiga de cualquier manera posible.

- Y si lo citas en algún lugar? sugería Anna. Digo el día de San Valentín está próximo a llegar y que mejor decirle tus sentimientos.

- Me parece Genial, comentaba Gilda- creo que de una buena vez por todas podrías decírselo.

- Me da recelo citar a mi maestro de cocina, eso suena raro, además estoy segura que me rechazará, ante sus ojos todavía soy una chiquilla.

- Emma, creo que Ray sensei no tendría malas intenciones contigo, en el tiempo que estaban solos en la cocina jamás ha tratado de hacerte algo. ¿no es así?

- Si, tienes razón aun así se me hace imprundente... después de todo creo que todavía ama a Bárbara san y ... yo también tengo en mi corazón a Norman... quiero hacerlo, pero no puedo... me siento mal.

- Emma, todos sabemos que amas a Norman y así estés con alguien más... el siempre estará en tu corazón, pero recuerda sus palabras, recuerda la promesa que le hiciste. ¡No vivas con un qué pasaría, ve y díselo maldita sea! Gritaba Gilda dando "apoyo" moral a su amiga. Anna por su parte era un poco más sutil.

- Si sucede algo, ahí estaremos, no te dejaremos sola.

- Lo harían por mí?

- Claro para eso están las amigas! las chicas se abrazaron y decidieron apoyar a Emma en lo que pudiesen.

San Valentín había llegado un sábado, y como de costumbre todos los lugares como centros comerciales, parques, restaurantes estaban saturados.

Emma había pensado en verse con Ray en el parque central de Tokio, pero sentía que ese lugar, no era adecuado ni mucho menos tendría la fluidez de confesarse. Entre tanto debate con sus amigas, la pelirroja llegó a la precipitada conclusión de tener una cita en la cocina del instituto, las chicas no estaban del todo convencidas, pero al final, es Emma y era de esperarse algo así de ella.

La última clase del viernes, habían preparado CHOCOLATE, Emma puso demasiado empeño en hacerlo bien, pero Gilda le aconsejó que fallará ocasionalmente para poder citar a Ray.

- Emma que demonios te sucedió... hoy día estábamos yendo bien pero no has atinado a ningún chocolate. Creo que podremos dejarlo para otro día. Debemos ir a casa a descansar, ya es tarde.

- Sensei... yo... quería pedirte si mañana podríamos vernos aquí.

- Eh mañana? pero es sábado y es San Valentín además de seguro has de pasar con tu novio o algún amigo... no sé

- No tengo novio, y mis amigas pasaran con sus enamorados, Ray - esta vez decidió llamarlo directamente por su nombre. Por favor, le espero aquí a las 11am. ¡No tarde!

- ¿Emma acaso tú?

- Le espero a las 11 am. adiós.

La chica salió corriendo del lugar y por esta ocasión los dos no fueron juntos a casa. Ray se había percatado de algo en todo este tiempo. Sus sentimientos hacia Emma y lo sentimientos de Emma hacia él.

Sin embargo, al llegar a casa, se encontraba conflictuado y efectivamente sus sospechas eran una realidad:

A Ray le gustaba Emma, amaba esa personalidad dulce y tierna que la chica poseía, ese cabello anaranjado y aquella antena traviesa que sobresalía de su cabeza... pero... no estaba bien, no estaba bien amarla, no se sentía digno de ella. Y para variar, partiría de Tokio en un par de semanas. No quería confesar aquel sentimiento que tenía hacía Emma.

- Soy un estúpido... como es que me fije en esa pequeña chica.

Ray caminaba por toda su habitación pensando que hacer, Sentía que estaba atrapado en un callejón sin salida. Su madre se había percatado de las actitudes de su querido hijo.

- Ray, ¿sucede algo? te noto demasiado extraño últimamente. ¿Acaso es por la oferta laboral que te llegó hace unos días? si no te estás listo deberías rechazarla.

- No es eso mamá... por supuesto que aceptaré. es solo que... creo... creo... que me enamoré...- contestó con cierta dificultad.

- ¿QUÉ...?

- Si... te acuerdas de la chica que te comenté, la pelirroja de secundaria. No está bien que haya puesto mis ojos en ella, me siento conflictuado.

- Cariño, sé que eres un buen muchacho, pero a veces es mejor escuchar a nuestro corazón, si sientes amor por ella, no pierdes nada en decirlo. Oh cielos, esto me recuerda cuando tu padre se me confesó yo tenía 17 y el 22 y en todo el tiempo que pasamos juntos, él fue un verdadero caballero conmigo y sé que tú lo eres, después de todo tu corazón es igual al de tu padre.

- Sabes madre, ella me citó mañana en el salón del taller.

- ¿Y piensas ir?

- Haré lo que sea correcto...

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Antes de la hora acordada, una asustada Emma se encontraba en el taller de cocina. Gilda le había pedido a su novio Don que tratara de acceder a ella. El chico se las había ingeniado para abrir la cerradura de la puerta y así poder ayudar a Emma a decorar el lugar. Anna y Natt por su parte, habían preparado unos hermosos adornos de flores. Todo estaba perfecto y listo para la cita, sin embargo, Emma temía que Ray no llegase.

Tan solo faltaban un par de minutos para las 11:00am. Gilda y los demás salieron rápidamente de la cocina dándole los mejores deseos a su amiga. Emma se despidió de sus amigos. Aquel día lucía más hermosa de lo habitual, en secreto le había contado a su madre que tendría una cita con el chico que le gusta, Diana la apoyaba incondicionalmente así que le obsequió un hermoso vestido de color blanco y unas sandalias de yute, como maquillaje apenas y se coloreó los labios con un tono rosa suave. Lucía como toda una hermosa señorita.

La chica empezaba a caminar de un lugar a otro, Ray no llegaba y sus nervios la traicionaban a tal punto que comenzó a hablar por si sola.

- Soy una tonta... y si no viene? ¿y si me odia?... Maldición... ¡solo a mí se me ocurre citarlo en una cocina!

- En efecto Emma, eres tonta... y solo a ti se te ocurre citarme en la cocina de nuestro taller, ¿por cierto como es que entraste?

Ray estaba parado en la puerta, había escuchado aquel pequeño monólogo de la pelirroja, pero para su sorpresa, Emma corrió hacia sus brazos dejándolo helado.

- Viniste.... Ray sensei... viniste....

Ray a sentir esa calidez de Emma, tan solo sonrió y contestó: - No podía dejarte sola...

Emma alzó su cabeza y pudo observar esa sonrisa tan bonita que tenía el pelinegro, sus ojos se entremezclaron perdiéndose en la mirada del otro y un breve sonrojo en las mejillas de Emma se podía observar. Sus corazones latían al mismo tiempo. Ray se agacho un poco más y la acurrucó en sus brazos.

- Estoy aquí porque hay muchas cosas que quiero contarte.... Emma.

- Antes de que me diga tales cosas, por favor... pruebe el chocolate que hice para usted.

Emma había preparado un chocolate casero en forma de corazón, además se las había ingeniado para hacer deliciosos postres, los mismos enseñados por su sensei. El pelinegro había quedado fascinado con la sazón de Emma, esta vez, ninguno de los chocolatitos y panecillos tenía falla alguna. Disfrutaron de varios deliciosos postres. Era tan hermosa esa atmósfera que se transmitía en aquella cocina. Era una cita tan única y especial como Ray y Emma lo eran.

- Ray sensei... sé que es demasiado inteligente, por lo tanto, usted sabe por qué lo cité aquí. Usted me gusta mucho... y no puedo negar los sentimientos que tengo hacia usted, pero... quisiera saber si mi amor es correspondido.

Ray tan solo observaba la fragilidad de Emma ante tal confesión, pero por desgracia no tenía buenas noticias. Tal y como lo comentó a su madre Isabela: "Haré lo correcto". Ray tomó de las manos a Emma y la miró fijamente:

- Emma.... querida Emma.... escucha bien lo que te voy a decir... yo no me siento digno de ti... solo mírame, soy mayor de edad y no puedo estar con alguien menor y aunque deseo tenerte en mi corazón, esto no está bien.

- Me está diciendo que por mi edad no quiere estar conmigo?

- No es que no quiera, no puedo... hacerlo. Hay muchas personas de tu edad con las que tú puedes estar, y si a lo mejor nuestro sentimiento es pasajero yo...

Ray no pudo terminar de hablar, Emma saltó hacia él y puso su cabeza contra la suya.

- No.... quiero volver a perder a alguien, no esta vez. Tomó la mano derecha de Ray y la llevó a su corazón.

-¿Lo siente? siente cada latido de mi corazón cada que estoy cerca de usted. No me puede decir que esto es simplemente algo platónico. Y si yo hago lo mismo, sé que Ray sensei me ama como yo a él. ¡Estoy segura de eso! Emma sin vacilación alguna, posó su mano en el pecho del pelinegro y en efecto, sentía como el corazón de Ray palpitaba a mil por hora.

- Emma.... no lo hagas más difícil... por favor. Ray retiró las manos de la chica e inmediatamente le dio la espalda. Le dolía la indiferencia que tenía que poner con Emma, pero como le podía decir que él se iría de Tokio por una excelente oferta laboral, además que también deseaba que Emma tuviera hermosos recuerdos de su secundaria y no el de un amargo amor.

- Usted me ama, lo sé. Su mirada lo delata, su forma de tratarme o incluso de tocarme con cierta delicadeza. Sé que puedo ser un poco impulsiva y testadura, pero jamás me doy por vencida.

- ¡No seas terca! - respondió.

- Dígame una razón VERDADERA entonces- contraatacó.

- POR QUE ME IRÉ DE TOKIO EN UN PAR DE DÍAS, NO ESTARÉ JUNTO A TÍ.

- Que-e....- respondió sorprendida.

- Me contrataron para ser el chef personal del idol Oliver, tú más que nadie deberías saber quién es. No estaré al menos un año.

Emma había caído de rodillas ante la noticia, sin embargo, aquella chispa de no rendirse nunca surgía nuevamente.

- Lo esperaré... esperaré el tiempo necesario hasta que nuevamente nos volvamos a encontrar. No me importa cuánto tiempo...

- Emma, ¿estás segura de lo que me acabas de decir? ¡yo no estoy de acuerdo, no puedes gastar tu hermosa juventud en alguien como yo, no te merezco... entiendes!

- Sensei, tú me amas como yo a tí. Emma se levantó de inmediato y se acercó al moreno tomó sus manos y respondió.

- NO ESTAS SOLO, YO ESPERARÉ POR TÍ Y SÉ QUE ALGÚN DÍA PODEMOS ESTAR JUNTOS LOS DOS SIN TEMOR ALGUNO.

Ray sonrió, si algo detestaba y amaba de ella, era su testarudez.

- Chiquilla, te has convertido en mi talón de aquiles ¿lo sabes? soy alguien que se rinde fácilmente y para colmo, me he rendido hacia ti.

Emma sonrió, se acercó de nueva cuenta hacia el joven, alzó sus puntillas y cuando estaba a punto de darle un beso en los labios, el bajo su cabeza y le dio un suave beso en la cabeza.

- Eres importante para mí, es por eso la razón de este beso. Gomene Emma, no quiero ir a la cárcel- contestó mientras le sacaba la lengua en señal de molestarla-

- ¡RAY! - chilló decepcionada.

- Eh? Ahora si soy Ray, vaya pensé que sería sensei...jaja.

- So-solo lo haces para fastidiarme- refunfuño con un puchero. Ray la observó nuevamente y la atrajo a su pecho.

- Regresaré pequeña idiota, tenlo por seguro.

Se quedaron abrazados unos minutos más hasta que por fin, se separaron. Habían disfrutado aquella cita tan inusual, aunque haya sido en una cocina, la compañía que se proporcionaban era única, mágica e irrepetible.

Al cerrar el lugar, Ray la tomó de las manos y susurro:

- Emma, vamos a casa. La peli naranja hizo lo mismo y respondió:

- Vamos a casa Ray.

Ray la tomaba de las manos como si fuera el tesoro más preciado para él. Una nueva promesa se había pactado entre ambos amantes, una que nunca podía romperse, ni con el pasar del tiempo... ni la distancia...

¿FIN?

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