Chocolate con nueces

Chocolate con nueces

A la hora del almuerzo, luego de la primera mitad de una ardua jornada de trabajo, los empleados de varios edificios de oficinas y los trabajadores de una construcción salieron a alinearse en una larga fila tras un camión de alimentos. Pero no era un camión de alimentos cualquiera, sino uno muy especial; pues sabían que sólo en este podían degustar ni más ni menos que la deliciosa comida del señor Lynn Loud padre, el mejor chef de todo Royal Woods.

–Aquí tiene –entregó el señor Loud el pedido a su próximo cliente–, son dieciséis dólares.

–¿Cómo?, ¿dieciséis dólares? Eso es muy caro.

–Si señor, todo es muy caro porque lo paga con un iPad –explicó Lynn sacando el mencionado aparato para emitir la factura–. Si quiere un descuento seleccione entre 60%, 90% y 200%.

–Eh... Supongo que 60%.

–Bien, gracias, ahora firme con su dedo en esta cosa que uso para masturbarme.

–Ah... Claro.

–Gracias, y asegúrese de golpear su cabeza con esa cosa que cuelga.

–¿De qué...? ¡AUCH! –quiso preguntar el cliente mientras se iba, cuando en eso se golpeó justo en la frente con el techo colgante del camión.

–Oh, derramó algo. ¿Quiere una servilleta?

–Si, gracias.

–Genial, aquí tiene cuarenta que se las lleva el viento.

Cuando el siguiente de los oficinistas pasó a tomar su turno en la fila, Lynn Sénior tuvo que avisar ante las protestas de todos que el negocio se cerraba por lo que quedaba del día, ya que los suministros se le habían agotado. Indicativo de que le había ido muy bien en las ventas.

Después devolvió el vehículo a la agencia de alquiler y regresó a casa para sumar sus ganancias al fondo para vacaciones familiares.

***

–Novecientos noventa y seis, novecientos noventa y siete –contaban su esposa y once hijos, centavo por centavo conforme los depositaba en un gran botellón–, novecientos noventa y ocho, novecientos noventa y nueve, mil...

–Es todo –dijo mostrándoles sus bolsillos completamente vacíos.

–¿Qué? –se extrañó Rita poniéndose a revisar las lineas marcadas en el botellón–, pero faltan como doscientos dólares.

–Mmm... Zegún mis cuentaz –informó Lisa revisando ella su libreta de bolsillo–, alguien aquí no ha contribuido con zu parte de la cuota.

–¿Y quién es el tacaño? –preguntó Lola molesta–, ¡¿acaso eres tu, Lincoln?!

–No Lola –se excusó este temeroso–, lo juro. Por favor no me pegues.

–Ez zierto –volvió a aclarar Lisa–. Quien no ha aportado al fondo...

–Fui yo –confesó apenada Luan levantando una mano, a lo que todos voltearon a verla.

–¿Qué pasó, sis? –reclamó Luna–. Quedamos que todos íbamos a aportar para el fondo.

–Lo siento, pero es que el negocio de las fiestas no ha marchado bien desde que empezó esa tonta moda de los avistamientos de payasos.

–Entiendo, cariño –asintió su madre tratando de ser comprensiva.

–Pero necesitamos ese dinero para ir de vacaciones –insistió Lana.

–Si, tienes que poner tu parte, Luan –la presionó Lori–. Literalmente todos colaboramos. Luna y yo trabajamos de noche.

Flashback.

En un callejón de un barrio no muy elegante, un auto se aparcó en una acera en la que se encontraban la primera y la tercera de las hermanas Loud, quienes llevaban puestas unas blusas subidas muy por arriba del ombligo, medias de red, tacones altos y minifaldas; aparte de que sus rostros aparecían obscenamente maquillados con bastante sombra de ojos y lápiz labial de un rojo muy chillón.

–Quiero a la de la derecha –les susurró el conductor asomándose por la ventanilla.

–Cliente recurrente –le avisó Lori a Luna–. Vuelvo en una hora.

Fin del Flashback.

–Y yo vendo rasca-nalgas en el estadio –agregó LJ sacando una vara de madera con dedos esculpidos en la punta, la cual acercó a Lucy con intención de vendérsela–. ¿Rasca-nalgas?

–Lynn, ahora no –repuso su hermana.

–¿Rasca-nalgas? –insistió la castaña sin embargo.

–Lynn, no.

–¿Rasca-nalgas?

–¡Que no! –bramó Lucy.

–Rasca-nalgas –suspiró Lynn agachando la cabeza con desanimo.

–Eso es, podrías vender algo –sugirió Leni–. Si quieres yo te ayudo ahora que tengo algo de tiempo libre en la tienda departamental.

–¿En serio? –le sonrió Luan–. Oh, gracias, eso hará todo un poco más fácil. Bueno, ¿ahora que podríamos vender? Mmm... Rápido, Leni, sin pensar, si pudieras tener cualquier cosa en el mundo ahora mismo, ¿qué sería?

–Eh... Más tiempo para pensar.

–No, algo de verdad, un articulo, algo por lo que pagarías.

–Una barra de chocolate.

–Es una gran idea, Leni, seremos vendedoras viajeras de barras de chocolate.

***

Al día siguiente, Luan y Leni regresaron a la Avenida Franklin con dos cajas de barras de chocolate que compraron en un supermercado al por mayor.

–Vacaciones, allá vamos –declaró Luan con toda la determinación del mundo de lograr su objetivo.

–Abran paso a un par de emprendedoras –igual hizo Leni.

–Bien –dijo la comediante encaminándose hacia la casa del señor Quejón–, empecemos aquí. Tu trata de seguirme.

Entonces Luan se adelantó a tocar el timbre de la residencia de su vecino y este salió a abrirles la puerta.

¡Ding Dong!

–¿Si?

–Buen día, señor Quejón –lo saludó Luan cortésmente–, ¿le interesaría comprar un poco de: chocolate?

–¿Chocolate? –repitió el anciano frunciendo el ceño–, ¿acabas de decir: chocolate?

–Si, señor Quejón –asintió Leni mostrándole dos barras de muestra–, ¿con o sin nueces?

–¿Chocolate? ¡Chocolate! ¡Chocolate! –se puso a vociferar como enloquecido, al tiempo que sus venas se marcaban en su frente y su cuello, sus ojos se eyectaban de sangre y de su boca empezaba a chorrear espuma–. ¡Chocolate!

Presas del pánico, las dos hermanas se empezaron a alejar retrocediendo un paso a la vez, hasta que llegaron a la carretera para ahí emprender una rápida huída.

–¡Chocolate! –gritó como todo un desquiciado el señor Quejón que inmediatamente salió corriendo de su casa a perseguirlas calle abajo–, ¡CHOCOLATE...!

***

Varias calles más adelante, cuando estuvieron seguras de que al fin lo habían perdido de vista, Leni y Luan tocaron en otra casa.

–Leni, el señor Quejón no cuenta –dijo Luan–. Este si es nuestro verdadero primer paso.

¡Ding Dong!

–¿Qué quieren? –les abrió esta vez Flip, el dependiente de la gasolinera.

–Buen día, Flip –lo saludó Luan –, ¿te gustaría comprar barras de chocolate?

–Barras de chocolate, ¿eh?

–Si, vendemos barras de chocolate.

–Pero se ven como unas vendedoras mediocres en mi opinión, esa no es forma de transportar su mercancía.

Luan miró los chocolates parcialmente derretidos que Leni llevaba metidos entre sus pechos.

–No, no, tampoco –dijo Flip–. Quieren ser buenas vendedoras, ¿verdad?

–Oh, por supuesto –respondieron las dos al unísono.

–Bien –Flip sacó una cartera de piel falsa y se las mostró–, ningún vendedor de golosinas que se respete saldría a la calle sin una de estas.

–Cielos –exclamó Luan impresionada–, ¿qué es eso?

–Es una bolsa para barras de chocolate, tontuelas –rió el viejo–. Está especialmente diseñada para albergar cada barra con la comodidad del terciopelo; pero, estoy perdiendo mi tiempo. No las necesitan.

–¡Las necesitamos, las necesitamos! –insistieron a gritos Luan y Leni, con lo que Flip sonrió victorioso.

***

–Adiós, chicas, buena suerte... –las despidió Flip poco después mientras contaba un gran fajo de billetes y ellas ya se marchaban cargando sus barras que ahora iban alojadas cada una en una bolsa distinta.

≪Ja ja, tontas≫, rió para sus adentros.

Vacaciones, allá vamos, la la la la la... –canturrearon entretanto Luan y Leni en lo que se aproximaban a la siguiente casa.

–Intentemos al lado –sugirió Luan adelantándose de nuevo a tocar el timbre de la siguiente casa con el pie.

¡Ding Dong!

–¿Si? –les abrió Flip de nueva cuenta, dejándolas totalmente sorprendidas.

–Ah... ¿Qué no nos abriste en la otra casa hace rato y nos vendiste todas estas bolsas para barras de chocolate? –preguntó Luan.

–No lo recuerdo –negó el viejo encogiéndose de hombros, tras lo cual sacó otras dos carteras de piel falsa más grandes a las anteriores–, pero me parece que tienen muchas bolsas de excelente calidad. Y además de ser unas hermosas damas, son demasiado listas para salir sin una de mis autenticas bolsas para llevar bolsas.

–Llevaremos veinte –accedió Leni a su oferta.

***

¡Ding Dong!

–Oh, hola, niñas –les abrió en la siguiente casa Kotaro, el amigo de su papá–, ¿que puedo hacer por ustedes?

–Hola, tío Kotaro –lo saludó Luan–. Vendemos barras de chocolate. ¿Quieres comprar una?

–Parece una buena idea, compraré una.

–Sale una barra de chocolate.

Luan saco una bolsa de la bolsa más grande y la abrió; pero dentro de esta había otra bolsa, por lo que tuvo que abrirla, solo para sacar otra bolsa más, y de esta sacó otra bolsa más, y así sucesivamente hasta que Kotaro empezó a impacientarse.

–Sé que están en alguna parte –se desesperó Luan sacando bolsa, tras bolsa, tras bolsa...

Entretanto, Leni se había desabrochado el sostén y lo esculcaba a ver si por casualidad se había dejado una barra ahí adentro.

–No tengo tiempo para esto –dijo Kotaro quien acabó por perder la paciencia y cerró la puerta sin mas.

–Lo tengo –exclamó Luan una vez sacó el chocolate de entre todas esas bolsas–, una barra para el tío...

–¡CHOCOLATE!

–¡Mierda, CORRE, LENI, CORRE!

–¡CHOCOLATE! ¡CHOCOLATE...!

***

Al medio día, las dos se detuvieron un rato en la Hamburguesa del Eructo para almorzar.

–No nos a ido muy bien, Leni –comentó Luan–, necesitamos un nuevo enfoque, una nueva técnica.

–Mmm... ¡Ya sé! Salgamos desnudas.

–No, eso guárdalo para cuando vendamos lencería. Tiene que haber algo. ¿Por qué razón compramos esas bolsas?

–Flip dijo que éramos mediocres.

–Eso es. Nos hizo sentir especiales.

–Tienes Razón. ¡Regresaré a comprar más bolsas!

–¡No, espera, Leni! –la detuvo Luan en la puerta del establecimiento–. ¿Por qué no intentamos ser amables?

–Oh, de acuerdo.

***

–... y recuerda, Leni –terminó de indicarle Luan al llegar a la casa siguiente–, halaga al cliente, haz que se sienta bien.

¡Ding Dong!

–Hola –les abrió Miguel de la tienda departamental al acudir al llamado del timbre.

–Te amo –dijo Leni, a lo que en respuesta les cerró la puerta en la cara.

¡Kapow!

–Creo que exageraste un poco esta vez, Leni –apuntó a decir Luan tocando otra vez–. Lo intentaré yo.

¡Ding Dong!

–Váyanse, por favor –pidió Miguel asomándose por la puerta medio abierta.

–¿Cómo te encuentras? –preguntó cortésmente Luan tras aclararse la garganta.

–¿Que cómo me encuentro?

–¿Quieres comprar chocolate?

–¡Ya lo tenemos! –exclamó Leni.

–Lo siento –se negó Miguel saliendo de su casa a hablar con ellas–, pero el chocolate tiene azúcar, y el azúcar se convierte en grasa. ¿No es cierto, jovencita?

–Me hace cosquillas –rió Leni mirando sus muslos, casi tan gordos como los de su madre.

–El chocolate y yo ya no somos amigos –explicó Miguel mostrándoles una foto de el mismo de preadolescente en la que era mórbidamente obeso–. Este soy yo a los trece años. Pueden quedarse con la foto por cinco dólares.

–Llevaré diez –dijo Leni sacando su billetera.

***

–No hemos vendido ni una sola barra aun –se aquejó Luan mientras se encaminaban por la carretera llevando sus barras en la bolsa grande–, presiento que nos distraemos muy fácilmente.

–¿Eh?

Por su lado, Leni no le prestó atención ya que iba muy concentrada en mirar las fotos del joven Miguel gordo.

–Hagamos un pacto ahora mismo –sugirió Luan–. Juremos concentrarnos en vender en la siguiente casa.

–¿Ah?

–Vamos, date prisa.

–Perdón, ¿dijiste algo?

–Recuerda, Leni, concéntrate –insistió al llegar a tocar en la próxima casa.

¡Ding Dong!

–¿Si? –les abrió en esta ocasión Carol Pingrey.

–Hola, Carol –la saludó Luan–, vendemos barras de chocolate y... Leni, así no.

–¿Por qué la rubia oxigenada me esta mirando? –exigió saber Carol cuando Leni se acercó a mirarla fijamente y sin parpadear haciendo que se sintiera totalmente incomoda.

–Me concentró –explicó Leni, cuyos ojos parecían estar a punto de saltar de sus órbitas.

–¡Atrás, loca! –dijo molesta Carol antes de azotarle la puerta en la cara, con tal fuerza que hizo atravesar la dura cabeza de Leni.

¡Kapow!

–Tu casa es muy bonita –comento esta mirando por los alrededores a través del agujero por el que tenía metida su cabeza.

***

–No entiendo porque nos va tan mal –volvió a quejarse Luan mientras seguían su camino.

–Yo no entiendo nada –dijo Leni, que a esa hora estaba terminando de comerse uno de los chocolates.

–Debe haber algo en el juego de las ventas que no manejamos bien. Otras personas lo hacen, mira eso.

Pruebe la nueva linea de bocadillos sanos de las Bluebell Scouts –leyó Leni el cartel que señaló Luan–, son Deliciosos.

–Lincoln asegura que no son deliciosos y tiene razón.

–No del modo que yo los uso.

–Igual venden millones de cajas al día.

–Como que, quizás si no adornaran la realidad, no venderían tantas.

–Eso es, Leni, tenemos que adornar la reali...

–¡CHOCOLATE!

–¡Rayos, corre, corre!

***

–Tendremos que trabajar en equipo –le dijo Luan a Leni en la siguiente casa–, déjame preparar este cliente y luego tú haces el remate.

–El remate –repitió Leni y Luan tocó el timbre.

¡Ding Dong!

–¿Si? –les abrió Scoots, a quien vieron de pie sin su usual motoneta.

–Hola, linda jovencita –la saludó Luan guiñándole un ojo con discreción a su hermana–. Estamos vendiendo chocolate. ¿Su madre esta en casa?

Sin mas, Scoots se encogió de hombros y se giró para llamar a gritos a su:

–¡MAMÁ!

–¿Qué pasa?, ¿por qué gritas tanto? –acudió al llamado lo que las dos perplejas Loud pudieron interpretar como una raquítica momia viviente en silla de ruedas–. Tú no puedes esperar a que me muera, ¿Verdad?

–Están vendiendo chocolate –le avisó Scoots a su cadavérica madre.

–¿Chocolate?

–Si.

–¿Qué están vendiendo?

–Chocolate.

–¿Qué?

–¡Chocolate!

–No puedo oírte.

–¡ESTÁN VENDIENDO CHOCOLATE!

–¿Venden chocolate?

–¡SI!

–Chocolate... –sonrió la momia con un dejo de nostalgia–. Recuerdo cuando inventaron el chocolate. Dulce, dulce chocolate...

Pero luego frunció el ceño y de manera tajante dijo:

–Siempre lo detesté.

–Pero este chocolate no es para comer –se apresuró Luan a inventar una mentira–, es para...

–Se lo frota en la piel –dijo Leni lo primero que se le vino a la cabeza–, y así vivirá eternamente.

–No, no –se puso a suplicarles una muy desesperada Scoots entre susurros asomándose por detrás de su madre.

–¿Cómo? –se interesó en cambió esta al oír semejante novedad–, ¿dicen que viviré eternamente? Compraré uno.

Dicho esto, la anciana menos vieja no tuvo de otra que recibir la barra y entregarle un billete de cinco a Luan.

–¡Vamos Scoots! –la llamó la momia que tenía por madre–, gran holgazana, comienza a frotarme con ese chocolate.

–Como las odio –les gruñó Scoots entre dientes a Luan y Leni antes de volver a cerrar su puerta.

–Si seguimos adornando la verdad –se dirigió muy contenta Luan a Leni–, conseguiremos el dinero muy pronto.

–¡Vivan las mentiras!

***

Y así, Luan y Leni recorrieron el pueblo inventando cada cosa con tal de vender las barras.

–Hará crecer su cabello –dijo Luan en una de estas.

–Genial –se animó el Señor Huggins a comprarles una barra–, mi secretaria está tratando de dejarse la barba.

–Te hará más atractivo con las chicas –dijo en otra.

–Compraré veinte –se convenció Rusty Spokes.

–Hará que tu cara no parezca más de retrasada de lo que ya parece –le dijo Leni a alguien más.

–Justo a tiempo –se alegró la doble suya que Luan había contratado para el día de los inocentes.

–Te hará volar.

–Te enamorarás.

–Conseguirás la paz mundial.

–Atravesarás las paredes.

–Dominarás el mundo...

***

Al final de la tarde, en la ultima casa prepararon una treta para la que Luan se había puesto unas vendas en la frente y un falso yeso en una pierna, mientras que Leni se puso uno igual en cada brazo y un cuello ortopédico.

–Este es el mejor truco de todos –rió la mayor.

–Si –rió igualmente Luan tocando el timbre con una de las muletas sobre las que simulaba apoyarse–, quien sea que viva aquí nos tendrá tanta lastima que querrá comprarnos todo el chocolate.

¡Ding Dong!

–¿Qué puedo hacer por ustedes? –preguntó el dueño de la casa a travez del buzón de la puerta, que por algún motivo se estaba tardando en abrir.

–Hola, señor –saludó Luan siguiendo adelante con su fachada–, ¿quiere comprar una barra de chocolate? Necesitamos una operación.

–¿De veras?

La puerta terminó de abrirse al fin y de aquella casa salió con dificultad un muy malherido hombre que tenía el cuerpo enteramente enyesado desde los hombros hasta los pies, un parche en el ojo y la cabeza vendada; además de que estaba conectado a un catéter, una maquina que le medía el ritmo cardiaco y un tanque de oxigeno al mismo tiempo.

–Que pequeño es este mundo –comentó–, ¿qué pasa con ustedes?

–Eh... –respondió Luan, ya no muy convencida de estar haciendo lo correcto–. Tenemos traumatismo cerebral y hemorragia perpetua.

–Señor, que suerte tienen algunos. Yo nací con huesos de vidrio y piel de papel. Cada mañana me fracturo las piernas y cada tarde me rompo los brazos.

Conforme contaba su historia, Luan y Leni escuchaban todo sumamente conmovidas.

–Por las noches me quedo despierto sufriendo hasta que mis paros cardiacos me hacen dormir... ¡Uoh!

Para empeorarlo todo, el infeliz resbaló con el primer escalón del porche y cayó de bruces sin poder volver a levantarse. Con cada golpe, por mínimo que fuese, se escuchaba claramente como los huesos de su frágil cuerpo se rompían.

–¡Rápido, Leni, ayudémoslo! –se apresuró a decir Luan dejando de lado las muletas y los yesos falsos.

En el acto entre las dos lo levantaron y llevaron a su sala a acostarlo en un sofá.

–Despacio, bájalo con cuidado.

¡Crash!

–¡Te dije que con cuidado! Bueno, ya que.

–Oh, pobre, pobre hombre –se compadeció Leni de el–. Si hay algo, lo que sea que podamos hacer para ayudarlo.

–Si, hay una cosa –gimió el sujeto adolorido–. Mensualmente gasto muchísimo dinero en médicos; pero por suerte puedo mantenerme vendiendo... Barras de chocolate.

***

Minutos después, las dos salieron de la casa de aquel hombre de delicada salud con una caja grande de madera cada una.

–Que buenas niñas –dijo el hombre mientras las veía alejarse por su ventana–, me hace sentir bien...

Una vez las perdió de vista, se volvió a incorporar correctamente del sillón y sin dificultad alguna se quitó las vendas y los yesos falsos para develar que no era otro más que Flip quien había vuelto a hacer de las suyas.

–Engañar a un par de grandísimas idiotas como esas dos –se echó a reír en lo que se ponía a contar el gran fajo de billetes con todo el dinero que les había quitado–. ¡Ja ja ja ja ja ja...!

***

Y en tanto el viejo se burlaba de ellas por haberlas estafado una vez más, Luan y Leni ya iban de regreso a su casa con cincuenta veces la cantidad de chocolate que habían salido a vender.

–No me malinterpretes, Leni –dijo Luan–, es genial haber ayudado a ese señor pero ya no queda nadie en la ciudad a quien venderle barras de chocolate... ¡Uy!

A medio camino, la comediante cayó de espaldas bajo la caja de gran tamaño que llevaba al sucumbir a su peso.

–Admitámoslo, somos un fracaso.

–Puedo vivir con eso –secundó Leni quien se aproximó a colocar su caja arriba de la que estaba aplastando a Luan para luego brincar a sentarse encima de ella.

–Cambiemos nuestros nombres a: Por qué y Molestarse.

–¡CHOCOLATE!

De pronto, las dos cajas salieron volando por la frecuencia del grito del señor Quejón, quien llegó a acorralar a ambas hermanas que sólo pudieron abrazarse muertas de miedo ante su presencia.

–¡No, Señor Quejón, por favor, no, no nos haga daño, por favor–suplicaron al tiempo las dos–, por favor no nos lastime, señor Quejón, no lo haga!

–¡MUA JA JA JA JA JA JA...! –rió eufórico su vecino cascarrabias–. ¡POR FIN! ¡HE ESTADO TRATANDO DE ENCONTRARLAS TODO EL DÍA! ¡AHORA QUE LAS TENGO AQUÍ DONDE QUERÍA TENERLAS QUISIERA...! Comprar todo su chocolate.

Al ver el gran fajo de billetes que sacó, a Leni se le cayeron las barras que llevaba sujetadas en sus pantaletas y se desmayó.

–Gracias por su preferencia –dijo Luan antes de hacer exactamente lo mismo.

***

–¡Mamá, papá! –avisaron cuando entraron muy contentas en la casa Loud al anochecer con todo el dinero que necesitaban y mucho más–, ¡ya lo conseguimos!

–Estoy muy orgulloso de ustedes, chicas –las felicitó su padre–, y ya saben que significa esto...

Destino vacaciones, al fin las vacaciones...

FIN

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