"Sólo aléjate de mi, ¿oíste?"

Antes de comenzar, advierto que éste capítulo es un poco más largo que los demás.

Sin mas preámbulos, disfruta la lectura. 💕

Estaba rígido y tenso como una roca. Se apreciaba a kilómetros, Hermione respiró y adoptó una mejor postura. La respuesta de él no llegaba, y eso la hizo dudar y comenzar a construir respuestas por ella misma.

Ese silencio era evidente y cada segundo que transcurría, sólo daba espacio a más intriga e inseguridad.

-No sabes lo que dices.-Por fin, pareció que su voz regresó.

Pero era como si no hubiera respondido. De nuevo, otra respuesta inservible.

Ya no hacía falta, Hermione dedujo algunas cosas, retrocedió un poco y su mirada se transformó, expresando la incredulidad y asombro.

-Quieres protegerme de los mortifagos...-Sus palabras se perdieron en medio de ese pasillo.-¿Estás involucrado con ellos?

De un momento a otro su tono de voz disminuyó notablemente, era opacado por la preocupación.

Draco parecía no parpadear ante nada, sus labios se veían secos. Permanecía estático.

-Sabes que mi padre si. Te enteraste cuando fuimos al ministerio.-Dijo.

-¿Y tú?-Preguntó, iniciando a exasperarse.-Tengo en claro que tú padre es un mortifago, en parte por eso está en Azkaban. Pero, ¿qué hay de ti?

Y esta vez, no recibió nada de parte del rubio, más que una mirada vacía y temerosa. Que parecía ser en base a un dolor profundo y aguerrido.

La expresión de la chica fue de puro horror.

-¿Eres un mortifago?-Sonó más como pregunta. Se llevó la palma sobre sus labios, soltando un jadeo de impresión.-Eres un mortifago.

Estaba casi segura de ello. Una parte de su ser se negaba a creerlo, necesita aferrarse a algo, lo que sea que probara que no lo era, al menos no aún. Pero no había nada, nada. El silencio de Draco era la evidencia suficiente.

-Te convertiste en uno de ellos.-Susurró con tristeza.

No era una exageración cuando sintió como su corazón se agrietaba, poco a poco. Luchaba porque sus ojos no se llenarán de lágrimas.

-A eso se debe tu comportamiento, por eso te apartaste de mi, ¿cierto?-Lo miraba a esos ojos grises que estaban más oscuros que la noche.-Para que estuviera a salvo...

Inconscientemente iba retrocediendo un poco más, y aunque estaba evitando a toda costa el llanto, éste llegó. Las pequeñas gotas se acumularon en sus ojos, volviéndose rojos, una a una, fueron cayendo a ritmo regular por su rostro.

Harry tenía razón...

Finalmente, Malfoy se movió, aproximándose a ella, sin embargo, Hermione seguía dando pasos hacia atrás. Él la alcanzo y tomó sus manos, acercándola a él hasta tener su cabeza en su pecho. La estaba abrazando, pero Granger no respondió.

Tenía sentimientos encontrados, trato de separarse del chico, pero éste la detuvo. Comenzó a forcejear en su contra para que la liberara, incluso dio leves golpes en su duro pecho, todo en vano. Draco logró controlarla y abrazarla nuevamente, sus manos y brazos estaban aún sobre el pecho del rubio.

Él le estaba ofreciendo un consuelo en medio de la oscuridad del pasillo, en secreto, a espaldas de millones de personas. Hermione sentía una temblorina horrorosa por todo su cuerpo, la noticia no le sentó para nada bien, y las lágrimas no paraban. Sollozó contra su cuerpo por unos segundos. Hasta que él la separó un poco, sólo para tomarla de las mejillas y acercar sus rostros.

Cada que veía sus ojos, esperaba que fueran los de antes. Tan brillantes, seductores y seguros. Pero no lo eran ahora, ya no.

Sin esperarlo, sus labios se estamparon en los suyos, sorprendiéndole al instante. Abrió los ojos ante el acto y sintió la boca de Draco, sus movimientos tan familiares. Y a pesar de la situación, a pesar de la circunstancia, permitió gozar de ese beso, apreciarlo y recordar cada segundo de el. Atrapó sus labios y correspondió.

Durante esa muestra tan hermosa de afecto, recobraron un poco de vida, se sintieron amados nuevamente. Lo necesitaban, ambos lo necesitaban. Se aferraron a el como si su vida dependiera de ello.

El aire existió otra vez cuando Malfoy se retiró de forma lenta, continuaba manteniendo una de sus manos en la mejilla de Hermione, unió sus frentes como le gustaba hacerlo y sus ojos se fundieron con los de la chica.

-Hermione.-Escuchó su nombre salir de esos finos labios.-Lo siento.

-¿Qué?-No entendió porque la disculpa que le estaba ofreciendo.

Enseguida, lo único que vio, sin darle tiempo a actuar siquiera, fue a Draco apuntarle con su varita.

A partir de eso, todo se volvió negro para Hermione Granger.

Sin darse cuenta, su respiración paro por completo. Sólo permanecía sentada allí sin mover un dedo, inerte. Sus ojos se negaban a ver al ser desalmado que tenía a un lado.

-Que gran noche, ¿no, Narcissa?-Esa voz se presenció en el área. El interés y elegancia sobraban, estaban de más, simplemente eran una cortina para ocultar sus despiadadas intenciones.

Ella no contestó, parecía perdida en su propio mundo, ya fuera imaginándose lo más atroz que podría sucederle o todo lo contrario, sumergida en sueños etéreos; los cuales no serían ni eran su realidad.

-Narcissa, te noto excesivamente angustiada. ¿Todo en orden?

Hasta que la taza donde estaba bebiendo té voló para terminar en pedacitos, fue que salió de la inopia.

-S-si, mi señor.-Recobró la compostura y volvió a respirar a ritmo constante.

-Muy bien.-Guardo silencio, mientras se paseaba por la gran sala de estar, con pasos silenciosos y la yema de sus dedos rozando la varita. Narcissa todavía inmóvil en su lugar.-Aprecia ese silencio, Narcissa. Escuchas. Es pacífico. La soledad es la mejor compañía, ¿tengo razón?

La mujer no quería hablar o mejor dicho, no se atrevía a hacerlo. Ninguna palabra salía de su boca. Pero su mente jamás dejaba de trabajar, la soledad era terrible compañera, no llevaba mucho así, y sentía que la carcomía por dentro.

Por ello, se quito la venda de los ojos, dándose cuenta que con Lucius o no, siempre se sintió de la misma manera. Aunque antes no quisiera aceptarlo y estuviera en completa abnegación.

La punta de la varita de Voldemort se posó en el mentón de la rubia, levantándole la mirada y así, obligando a verle, a ver esos terribles ojos rojizos, carentes de sentimientos humanos, sólo llenos de malicia y deseo. Implorando más y más.

Tragó duro y no parpadeó.

-¿Tengo razón?-Repitió, sin quitarle un ojo de encima. Intimidándola. La señora Malfoy sabía que lo estaba gozando.

-C-claro, mi señor.

Por fin, se alejó de ella. Permitiéndole volver a calmarse mínimamente. Soltó un suspiro.

-Debes estar preguntándote, el que hago aquí a estás horas de la noche. Sin duda, no es apropiado.

No dejaba de caminar por toda la sala, pero a Narcissa le importaba poco, mientras menos cerca estuviera de ella, mucho mejor.

-Está en lo correcto, mi señor.-Logro dejar de tartamudear y tomó un poco de control sobre si misma.

No debía permitir dejarse apoderar por él y que el terror la consumiera, la envolviera en un capullo de nervios y temblor incontrolable.

-Verás, he estado experimentando. Experimentando para darme cuenta quien es más susceptible a la marca tenebrosa.

-¿Susceptible?-No comprendía.

-Así es. ¿Te ha dado algún dolor o ardor en tu marca, Cissy?-Cuestionó, caminando directo a ella.

La forma en que la llamó le causó repulsión, nadie más le decía Cissy que Bellatrix y rara vez lo hacía Lucius. Recordó que cuando Draco era muy pequeño, él solía llamarla: Mami Cissy.

Pero cuando ese apodo salió de los labios de aquel endemoniado y mortífero individuo, lo distorsiono todo.

Negó con la cabeza, no hubo necesidad de abrir la boca. Tocó su marca por encima de su ropa. Era verdad, no había percibido nada, ningún dolor o incomodidad. Pero, ¿y Draco?

-Cissy... Así te llama tu esposo, ¿cierto?

-Lo hace con más frecuencia mi hermana, señor.

-¿Ella está aquí?-Él despegó su vista profunda y despiadada de la mujer.

-Se encuentra arriba.

-Iré unos momentos con ella. Ahora regreso.-Sin agregar más, comenzó a dirigirse a la planta alta.

Disfruto esos momentos lejos de él. Exhalo, soltando el aire por la boca. ¿Para qué estaría comprobando la susceptibilidad de sus aliados? No tenía sentido. Quiso comunicarse con Draco. Era cosa que debió haber hecho ya. En cuanto Voldemort se fuera de ahí, pondría manos a la obras para escribir una carta a su hijo y establecer una especie de contacto. Juntó sus manos, dándose cuenta que estaban igual de frías que un cubo de hielo. Las frotó para brindar algo de calor.

Con su varita limpió el desorden que ocasionó Voldemort al romper la taza. Los minutos e incluso segundos pasaban tan lentos, ¿porqué no se iba? Cuando él se encontraba allí, una sensación de lo más horripilante cubría toda la mansión Malfoy al igual que a ella.

-¡Cissy!-Su hermana la llamó con su característica voz.

Se alertó, el miedo corrió por sus venas. Poco a poco, se obligó a moverse para ir arriba. Se ayudaba a subir las escaleras con el barandal. Una vez llegó, trató de controlar el estremecimiento que invadía sus piernas y articulaciones.

-¿Dónde estás, Bellatrix?-Miro la habitación que solía compartir con su marido, pero ella no estaba allí y se extraño al ver todo completo e intacto.

-En la alcoba de mi sobrino Draco.-Cantó, la locura habitaba en su voz.

Abrió los ojos, ¿qué diantres hacían en la recámara de su hijo?

Se dirigió allí, más rápido de lo que subió las escaleras y entro. Ambos permanecían de pie, examinando unas cuantas cosas. En la cama de Draco se encontraban varias cartas, libros y golosinas. En el suelo, reposaba un artefacto peculiar, que Narcissa identifico como radio, si mal no recordaba.

No pudo controlar la histeria e incertidumbre al ver todo eso. Seguramente lo que vendría a continuación era severo.

-¿Qué sucede aquí?

-Querida Narcissa, ¿podrías explicarme que es todo esto?-Exigió Voldemort. No obstante, no le permitió decir ni una palabra, pues prosiguió.-Iniciando por decirme, ¿porqué rayos Draco tiene este objeto?

Él tomó la radio, observando atentamente todos y cada uno de sus ángulos. Narcissa ignoraba por completo la existencia de esa cosa. Pero su fin llegaría y el riesgo correría con Draco si vieran todas esas cartas. Estaba segura que serían de Hermione Granger.

-Yo...-Voldemort lanzó con furia la radio, por consiguiente ésta se rompió un poco.

Le apunto con su varita y un rayo de luz impacto en ella, destrozándola por completo, volviéndola inservible.

-¡¡Es un objeto muggle!!-En ese instante, el innombrable pareció perder el control. Su grito resonó en las cuatro paredes.

Narcissa no sabía que hacer, decir que estaba aterrada era poco.

-¿Y que significan todos estos libros? ¡Son libros del asqueroso mundo muggle!

Ella era la responsable de los diversos libros que poseía Draco, no iba a ocultarlo. Mientras menos fuera afectado su hijo, mucho mejor. No importaba lo demás, sólo Draco, era lo único que le quedaba y a quién más amaba con todo su corazón.

-Esos libros se deben a mi, señor.-Soltó armándose de valor que ni ella misma sabia de donde salio.

Él se dedico a mirarla, a juzgarla con sus despreciativos ojos rojos que solamente reflejaban adjetivos desagradables. Se sentía tan pequeña ante esa mirada.

-Vaya, Narcissa. Tengo que admitirlo, no me lo esperaba de ti.-Sus huesudas manos jugaban con su varita. Y la susodicha sólo podía ver eso.

Por segunda vez, el dolor incesable de un crucio la recorría entera, se doblo por esa causa. Voldemort aumentó la potencia, provocando que cayera de rodillas al duro y frío piso de madera. Se sacudia sin cesar y no podía evitar retorcerse como un maldito gusano.

Mientras tanto, Bellatrix buscaba cualquier otra cosa interesante o reveladora en el cuarto. Sin prestar atención suficiente a aquel acto desgraciado.

-¡Espero que después de esto, aprendas la lección, querida Cissy!.-Exclamó, sin parar un segundo.

De la varita seguía saliendo ese hilo de luz que aterrizaba en el cuerpo de la señora Malfoy. Cada vez, el dolor subía, no lo soporto y tuvo que gritar. Un par de lágrimas rebeldes escaparon de sus ojos. Maldita sea.

Era sorpréndete, como en un instante todo podía cambiar, todo se derrumbaba en millones de pedacitos sin esperanza de unirlos nuevamente. Cada que abría los ojos sólo veía un largo camino oscuro y con mil y un obstáculos que parecía no tener fin.

Comenzaba a no sentir su cuerpo, apretaba los dientes a más no poder. Y cuando creyó que no cesaría con aquel castigo, él lo hizo. Ahora, lo que se escuchaba en la habitación de su hijo era su respiración agitada y leves quejidos.

-Bien, Narcissa. No creo que haya sido suficiente, pero una idea mucho mejor se me ha ocurrido-Sonrió, era una sonrisa tan cínica que afectaba mirarla.-De pie.

Era una orden, e intentó acatarla. Inicio a incorporarse y al primer intento falló rotundamente. Principalmente sus piernas parecían ser de gelatina, no soportaron su propio peso y terminó en el suelo otra vez.

-¡De pie, Narcissa!

Insultos albergaba dentro de ella para ese asqueroso tipo. Y sabía perfectamente que eso la convertía en una cobarde y traidora.

Pero eso le importaba un comino ahora.

Al tercer intento, logro ponerse de pie, su corazón continuaba latiendo desbocado, pero su respiración estaba más calmada.

-Quema o destruye todos y cada uno de esos preciados libros de tu hijo.

Observó primero a los libros, luego a Voldemort, y esa mirada que poseía en ese momento demostraba que estaba loco, que no tenía moral ni le importaba su propio bando, aquellas personas que eran sus fieles seguidores. Él era egoísta, y se aprovechaba de los que le creían y lo apoyaban incondicionalmente. Gozaba ver a los demás sufrir, implorar, rogar, inclusive morir.

Se ahorro un suspiro y una protesta, no serviría de nada. Dio unos pasos más cerca a esos libros que eran tan importantes para ella y su hijo. Levantó su varita, con la mano completamente temblorosa, sin control en ella. El temor se reflejaba, pero más el dolor interno. Ya podía sentir la aflicción que Draco se llevaría al darse cuenta de que todo lo que amaba se estaba escapando de sus manos.

Absolutamente todo. Incluida la chica que amaba, aunque su madre no estuviera del todo enterada.

Madre e hijo estaban siendo consumidos de la peor manera posible, pagando el precio de los errores que cometieron, puede que el rubio pagando algo que no fuera su culpa, en absoluto.

Eso provocó que los ojos de la señora Malfoy se volvieran llorosos. Sin darle más vueltas, lanzo su hechizo, una llama aterrizo en la pila de libros, al segundo ésta comenzó a extenderse por todos los demás. En los ojos de los tres presentes, se proyectaba y reflejaba las alargadas mechas del anaranjado fuego. Entre el calor, las páginas se esfumaban, las letras se borraban y los sentimientos y cariño que se albergaban en ellos, era roto y arrancado de una.

-Bien hecho, Cissy.

Cerró los ojos con fuerza, al igual que sus puños, deseando que todo fuera diferente, deseando retroceder el tiempo y enmendar sus errores.

Típico, ¿verdad?

Pero, lo hecho hecho está. Punto final. Y todos tendrían que adaptarse y aceptar las consecuencias, por terribles que fueran.

-Me estoy llevando tremenda sorpresa con estos descubrimientos, entendiendo al fin que la familia Malfoy no era ni una pizca de aquello que aparentaba, ¿verdad?

Y esa sonrisa de superioridad no se borraba de su rostro pálido y grisáceo.

-Es algo inusual que tú hijo tenga tantas cartas, ¿no crees, Narcissa?

-Yo no le veo nada de malo a decir verdad. Son cartas de sus amigos, ya sabe, cosas que hacen los adolescentes.-Trató de sonar lo más convincente posible. No sabía con exactitud si funciono.

-¡O de algún interés amoroso! Tal vez Astoria Greengass.-Intervino en la plática la azabache rizada, componiendo una sonrisa tan similar a la de Voldemort.

-¿Greengass? ¿Tu hijo está interesado en esa chica?-Preguntó.

-No, no estoy enterada de eso. Mi hijo no suele hablarme de esas cosas.-Quiso evadirse.

Grave error.

-Muy bien. ¿Qué mejor que las cartas de tu hijo para investigar? Tenemos que ser inteligentes, Narcissa.

Tomó una carta, se veía algo vieja, y se la entregó a la señora Malfoy. Ésta un poco perpleja, la aceptó.

-Léela.-Ordenó.

Con delicadeza la abrió, siendo lenta en sus movimientos. Deseando que esa carta fuera de cualquier otra persona, pero no esa chica de cabellos castaños y alborotados. No ella.

Tuvo pánico, obligó a sus ojos a ver la escritura de la carta, y fue cuando pudo respirar y relajarse, liberando la tensión que fue armando. Esa carta era la suya, hecha a puño y letra de su propia mano. Draco había guardado una carta de su madre y estaba fervientemente agradecida por ello. Acababa de salvarse el pellejo al igual que el de su hijo y Hermione. Comenzó a leerla con energía, de un momento a otro paso de la inseguridad, angustia y preocupación a verse y actuar mejor.

-Es hecha por mi, señor.-Se la regreso, para que comprobara por él mismo.

-Entonces tu hijo es más blando e idiota de lo que creí.-Dijo.

La sangre le hervía, pero no dijo nada. Voldemort caminó de nueva cuenta.

Por segunda vez, otro dolor la embargó completamente, de la nada y claramente no lo esperaba. Él había lanzado otro crucio más por puro despecho y diversión.

Mientras Narcissa luchaba contra el ardor y dolor extremo, desgraciadamente no se percató de que Voldemort indicó a la mujer acreedora de tremenda demencia que tomara una carta del montón y la guardara hasta que él le ordenara sacarla.

Bellatrix obediente, no espero nada para tomarla. Simplemente, después de eso, se mantuvo intacta para ver lo que su señor le hacía a su hermana.

El sufrimiento no se detendría por ahora.

Lentamente fue abriendo los ojos, párpado por párpado y con una pesadez increíble. Se encontró con poca luz a su alrededor y descubrió que estaba acostada sobre una cómoda cama. Frunció el ceño y enseguida, unas punzadas se presentaron en su cabeza. Se quejó por ello.

Prestó más atención esta vez del lugar donde se encontraba, parecía ser una habitación acogedora, pero no había duda de que no era el dormitorio de Gryffindor. ¿Qué había sucedido? 

Se sentía débil, con un poco de dolor en el cuerpo, pero uno terrible en la cabeza.

¿Cómo llego allí?

Se incorporó, quedando sentada sobre el suave colchón de la cama desconocida. Un mareo la azotó de forma inesperada, pero este se fue tan rápido como llegó, se echó un vistazo y notó  que aún traía puesto el uniforme y túnica de Hogwarts.

Ella no debería estar ahí y en ese estado. Trato de recordar algo, cualquier cosa...

Recordaba que anoche le correspondía hacer patrulla con Draco y trataba de hablar con él a pesar de su actitud. Pero, a partir de eso, todo se distorsionaba un poco, era difícil seguir o encontrar consecutivamente la continuación, era como si sus recuerdos se rompieran y no encontrara las piezas correctas para armarlos. Un rompecabezas difícil.

Vagamente, recordaba algunas partes, ella preguntándole de quien quería protegerla, un beso, se habían besado... Y, misteriosamente, la palabra mortifago. También aparecía el rostro de Malfoy en su cabeza, sin expresión alguna, vacío y afligido, de cierta forma cabizbajo, por su parte; ella tampoco parecía encontrarse bien.

No conseguía recordar mucho y no conectaba los momentos. La inseguridad comenzó a llegar, no sabía con exactitud si todo eso había pasado en realidad o era un sueño, un producto de su imaginación.

Su dolor de cabeza aumentó y la confusión por igual. ¿Draco la había llevado hasta ahí?

Nuevamente se encontraba desventurada, como un excursionista sin su mapa, pérdida.

Se levantó, al hacerlo su abdomen replicó, un dolor le recorrió, siendo exactos del lado derecho, cerca de las costillas. ¿Qué diantres? Llevó su mano hasta ahí, no entendía absolutamente nada, ella no había realizado ejercicio o algo inusual para que después de horas sintiera dolor abdominal.

Trató de ignorarlo brevemente y dirigió su vista para examinar la habitación, ésta era sencilla y modesta: la cama en la que estaba recostada hace unos segundos era grande y con simples sábanas azul claro. Un sillón y una mesita negra de caoba adornaban el espacio.

Había muy pocas cosas en esa habitación, por lo cual sobraba gran parte de ella y se veía extraño. Al menos sabía una cosa con seguridad: que estaba en la sala de menesteres. Sospechaba que Draco fue quien la llevó hasta ahí, pero necesitaba entender el porqué.

Se pasó la mano por el cabello y buscó un reloj, por suerte reposaba uno en una de las paredes, eran las 4:57 de la mañana. No tendría porque estar despierta.

Masajeó sus sienes con delicadeza y se frotó los ojos. Optó por salir de la sala, ya no tenía nada que hacer en ese lugar. En cuanto abandono la habitación, el frío se sintió en su cuerpo, a pesar de que estaba vestida.

Respiró e inicio a caminar con precaución a su sala correspondiente. Los dolores no paraban, pero no eran tan fuertes hasta el momento. Sin embargo, prefería los dolores a que en su mente la palabra mortifago se repitiera una tras otra, constantemente y ella no lo podía evitar, era como si no pudiera controlarlo.

Mientras subía algunos peldaños de la escalera, ordenó los pensamientos que tenía claros y formados. Recapitulo.

Estaba segura de que ella hace unas horas, cumplía su turno de patrulla junto con Draco, y era obvio que habló con él, después de eso, sus recuerdos no tenían mucho sentido y todo perdía coherencia y unión. Parecía que el hilo que mantenía firme a su memoria había sido cortado.

No obstante, tenía en mente encontrar una solución a esa situación, y la única que parecía ser sólida y buena era hablar con el rubio.

Él era una pieza clave y quién sabe, inclusive el responsable.

Draco no era capaz de hacerle daño, pero quizá ella en la charla mientras patrullaban se le había escapado algo, o una cosa que no le gustara a Malfoy.

Tal vez, él provocó que sus recuerdos no tuvieran ni pies ni cabeza. 

Con toda su cabeza hecha un enredo, entró la sala común, la chimenea estaba apagada pero la calidez se percibía. Silenciosamente, avanzó directo a la escalera para entrar al dormitorio de chicas, sus párpados pensaban un poco, quería seguir durmiendo. Soltó un bostezo y cuando pasó al lado del sillón de una sola pieza que daba la espalda a la entrada se detuvo, no estaba sola.

¿O era su imaginación gastándole una broma?

Prestó suma atención, aunque no hizo falta ya que el chico que estaba sobre el sillón se levantó de inmediato para ir directo a ella, la tomó desprevenida y sus manos se posaron sobre sus hombros, se puso tensa, pero descubrió a los segundos que se trataba de Ronald Weasley, nuevamente.

-¿Ron?-Su voz salió entrecortada y amusgó los ojos para verlo mejor.

-¡Hermione! Estuve esperando, ¿dónde estabas? ¿estás bien? ¿Malfoy te hizo algo?-Sonaba alarmado y angustiado en exceso por la castaña y comenzó a revisarla por todos lados, en un momento colocó su mano en el estómago de Granger, justo donde sentía el dolor y ésta se quejó sin poder evitarlo.

Ronald enseguida se despegó de ella, como si la hubiera lastimado de gravedad.

-¿Estás herida?

-¿Qué? No, nada de eso.-Respondió elevando su mirada, sus manos estaban en el lugar adolorido.-Tengo dolor abdominal, es todo.

El pelirrojo no le creyó y se acercó de nuevo.

-¿Dolor abdominal? Por favor, Hermione, ambos sabemos que no eres amante del ejercicio. ¿Alguien te golpeó? ¿Alguien te lanzó un hechizo?

-¡No, claro que no!

-¿Fue ese imbécil de Malfoy? ¡Lo mataré!-Expresó, lleno de ira y furia.

El sueño que tenia hace unos instantes se había esfumado totalmente, Ron en verdad se veía molesto, más que eso. Estaba fuera de sus cabales.

-Ron, cálmate, tienes que hacerlo. Estoy bien.-Entrelazó sus manos para lograr relajarlo. Cuando lo notó mas estable, habló.-Estás apresurando las cosas, todo está en orden, nadie me hizo nada y menos Malfoy, no dejaría que me hicieran daño.

-Entonces, ¿a que se debe tu dolor? Además, sé que te duele la cabeza.

-¿Tú como sabes eso?-Estaba sorprendida, ¿acaso le leía la mente?

-Herms, digo, Hermione, te conozco hace casi 6 años, sé cuando te duele la cabeza por tus ligeras expresiones de rostro.

Por un minuto no dijo nada, jamás creyó que Ron se percatara y menos que pusiera atención en esos pequeños detalles que pasaban desapercibidos por los demás.

-Solamente es cansancio, Ron.-Contestó con voz suave. Subió su mano hasta su mejilla y le proporciono una ligera caricia mientras lo miraba.

-¿Por qué llegaste tan tarde?-Cuestionó.

¡Agh! Le irrito esa pregunta porque ni ella sabia la maldita respuesta, claro, recién despertó en la sala de menesteres con la mitad de acontecimientos de anoche revueltos o distorsionados en su memoria. Despegó el contacto físico y retomó su camino, pero esta vez, no iba a los dormitorios.

-¿Ahora a dónde vas?-El chico mantenía el tono de su voz neutra y miraba como la leona decía la contraseña para abrir la puerta.

-¡Quiero descansar!-Contestó y abandonó la estancia.

Sus pasos eran rápidos, necesitaba librarse de Ron, era precavida al andar, sentía la necesidad de quitarse el uniforme, estaba incomoda. Escuchó a su amigo pisarle los talones y se apresuró.

De nueva cuenta, ambos rompían las reglas de Hogwarts al salir a altas horas de la madrugada de su sala común, pero ese no era el mayor de sus problemas.

***

Draco tenia problemas aún mayores, eran varios, no sólo uno. Se empezaba a sentir sofocado y asfixiado, agobiado. Todos esos problemas se apilaban uno arriba de otro, una carga tan pesada para él que no se creía capaz de sostenerla por tanto tiempo, necesitaba encontrar una solución para que esa pila de problemas no estuviera al borde de caerse y aplastarlo.

A pesar de tantos problemas, uno más se sumaba a la montaña: lo que acababa de hacerle a Hermione Granger.

Mientras reposaba en su cama, porque no podía dormir ni un sólo segundo, su cabeza lo torturaba. Esa noche hizo lo que nunca creyó que le haría a esa chica que tanto quería. Y eso lo mataba por dentro, el sudor perlaba su frente y todo su rostro, él no era una persona que sudara, era extraño las veces que sucedía y en ese instante, estaba empapado. Empapado e incomodo, se levanto pensando en la basura que era y fue directo al baño de los dormitorios, eran las 5 de la madrugada, pero él se tomaría una ducha, una fría y larga ducha.

¿Obro mal? ¿No fue la mejor idea lanzarle un Desmaius y un Cofundus a Granger?

Fue lo único que se le vino a la mente en ese preciso momento para frenar todo lo que su chica había descubierto por si sola a causa de su estupidez y el ápice de flaqueza que tuvo, vaya que se arrepentía por ello. No la subestimaba, estaba seguro que ella estaba más que dispuesta a luchar por hacer que todo regresara a la normalidad, era necia y terca como una mula e inteligente, cualidades que lo enamoraban y volvían completamente loco, pero eso no favorecía nada en esta etapa. Debido a todo eso; decidió alejarse de ella tanto como pudiera.

Era su culpa, últimamente todo lo realizabavmal. Parecía que su juicio se nublaba, y la consciencia e inteligencia que poseía desaparecieron.

El agua recorría y abrazaba todo su cuerpo, cada parte, vivió nuevamente el minuto donde cometió el acto que seguramente recordaría toda su vida. Iba a lanzarle un Obliviate, era una opción apta y sencilla, pero su boca no articulaba palabra, tampoco su mente le permitía dejar salir el hechizo, y su mano parecía tener pulso propio. Reconoció que no pudo hacerlo, no tenia el valor ni coraje suficiente para borrar un sólo recuerdo de Hermione, eran de su pertenencia, y él no era nadie ni poseía el derecho de arrebatárselos.

Su segunda opción fue el encantamiento Confundus, gracias a que él ya podía lanzar encantamientos sin necesidad de hablar (lo estuvo practicando en vacaciones de fin de año y ahora estaba más que agradecido por ello) fue que pudo hacerlo sin que la chica se enterara de nada. Si bien, Confundus era totalmente diferente al Obliviate, le servía y cumplía el propósito de Draco: lograr confundir lo suficiente a Hermione para que no recordará algunas cosas, las más importantes y reveladoras, se podría decir que ese recuerdo la puso al revés por completo.

Claramente; el Desmaius fue primero, así ella ya se encontraba inconsciente cuando recibió el Confundus. Al recordar todo eso, la piel se le erizó como nunca. Sus ojos aterrizaron en la marca, estaba harto de verla todos los días, cada que se daba un baño, cada que se vestía, en cualquier momento, esa marca estaba ahí, y era espantoso. Una descarga de molestia se embargó del chico, sin pensarlo comenzó a tallar fuertemente aquella zona, creando más espuma, comenzó a sentir ardor y a los segundos su blanca y pálida piel blanquecina se torno roja, no se detuvo. Estaba desesperado. Cansado de sentir que estaba maldito, estaba fichado y le pertenecía a alguien que no quería ni adulaba. A alguien que daño e hirió a su madre.

Jadeó y se detuvo, observó como la espuma ahora era entre carmesí y blanca, alejó el estropajo dejándole ver lo que se había hecho a si mismo. Tanta fue la fricción y la fuerza que ejerció, que causo una herida un poco profunda en el lugar, era como un raspón pero más grave, la carne viva y rojiza acompañado de su sangre eran visibles.

No era algo agradable de ver.

Draco ni siquiera se quejó, la marca ahora lucía rara, pues faltaba la parte de la calavera, empero, estaba ahí todavía.

Tenia unas inmensas ganas de dejarse caer por la pared y terminar en el suelo, pero aún conservaba algo de fortaleza. Salió por fin del baño y se vistió. Deseaba que Hermione se encontrara bien a pesar de lo sucedido recientemente. Todos permanecían dormidos, el loco solamente era él, debería estar haciendo lo mismo. Pero no podía, el sueño no llegaba.

Escuchó un ulular, bastante suave y bajo, dio la vuelta para ver de que se trataba.

Kirlia se encontraba sobre el marco de la ventana que dejaba ver el lago, con una carta en su pico. Draco estaba en una especie de shock, paso tanto tiempo, últimamente sólo veía a Kirlia en vacaciones cuando iba a casa, pues decidió dejarla en la mansión, por eso eran pocos los encuentros, y hasta que la vio supo cuanto la extraño.

Se acercó hasta la lechuza, abrió la ventana y lo primero que hizo fue acariciarla con dulzura, jamás la alejaría de él, ahora podría serle gran compañía.

-Hey, Kirlia, estás aquí, no sabes la falta que me hiciste. No te volverás a ir, ¿de acuerdo?-Dijo, formando una pequeña sonrisa.

Kirlia ululo nuevamente y Draco tomó la carta que traía mientras le permitía posarse en su hombro.

La abrió y se decidió a ir hasta su sala común. Conforme bajaba las escaleras, fue leyendo la carta que no esperaba para nada.

Draco, mi sobrino preferido, es un gusto saludarte.

Por medio de esta carta, necesito avisarte que tu presencia será bien recibida en las vacaciones de Navidad, aquí nada menos que en tu acogedora casa. Es de vital importancia que vengas, de lo contario las consecuencias serán severas.

Espero que ya tengas avances respecto a las tareas que se te encomendaron, recuerda quien fue el que te lo ordeno, sigo repitiendo que debes sentirte orgulloso de eso, cariño.

Por cierto, él acaba de irse hace unos instante, su visita inesperada fue tan satisfactoria y agradable, se podría decir que hasta educativa.

No tengo nada más que decir, sigue esforzándote y trabajando cielo, nos veremos muy pronto. Sé que me extrañas.

Tu maltrecha madre te manda besos desde el suelo de la mansión.

¡Hasta luego!

Aquella hoja se convirtió en una bola comprimida por su puño, con furia la deposito en la chimenea y de su varita salió una chispa que hizo cenizas el papel y encendió la leña.

La osadía de Bellatrix al atreverse a enviar esa carta era gigantesca, se las había ingeniado para lograr que de alguna forma Kirlia no fuera vista y pasara desapercibida por los que se encargaban de revisar el correo. Pero estaba eufórico, porque se burlaba de tan despreciativa manera de su madre y de él, ¿creía que era estúpido?

Por un segundo se imagino a su madre siendo torturada por Voldemort al igual que la ocasión anterior y entró en un frenesí. Prefería mil veces tomar el lugar de su mamá, ella no se merecía lo que estaba atravesando y sufriendo.

Se dejó caer de rodillas y solamente miró la chimenea ardiendo, calentando la sala que acostumbraba estar siempre fría, el aroma a leña se percibía en el aire.

Volvió a la calma, lentamente, y se puso de pie. Debía tener claro sus objetivos, sus tareas a cumplir, pondría más empeño desde ahora. Dejaría de lamentarse y quejarse tanto. Daría todo de sí para lograr el horripilante cometido.

Como sabía que no lograba conciliar el sueño, aprovecho el tiempo, Snape estaba dándole lecciones para aprender Oclumancia, sin embargo, él precisaba la Legeremancia, ambas le serían de gran ayuda en la actualidad y futuro.

Pero necesitaría apoyo, no podría hacerlo solo.

Al instante, Hermione se coló como siempre en sus pensamientos, ella solía ayudarle en todo, estar ahí para él...
Negó con la cabeza, eliminándola, basta de flaquear. Necesitaba ponerle un alto a la debilidad. Eso no le serviría en absoluto.

Y aunque le costará el mundo, él tenía que transformarse e ignorar todo, centrarse únicamente en su objetivo, costara lo que costara.

Aunque eso implicaría dejar de lado a la chica que amaba con todo su alma.

Volvió con Kirlia, que estaba en el reposabrazos de uno de los sillones y retomó las caricias, se sentó e hizo aparecer un libro precisamente de Legeremancia. Habría que aprovechar todo el tiempo posible y eso haría, esperaría a qué Greengass despertara.

***

Una vez dijo la contraseña entró al baño de prefectos, hacia tiempo que no iba a ese lugar, cerró la puerta y sólo le quedaba esperar que Ron no la hubiera seguida hasta ahí. Suspiró y aspiró el aroma a jabón. Era pacífico.

Fue el primer sitio que se instalo en su mente para pasar el rato y tratar de relajarse lo más que pudiera, calmar su mente y tratar de acomodarla.

La gran bañera con profundidad se alzaba ante sus pies, anhelaba meterse en ella y nadar, reposar. Se mordió el labio, indecisa. No tenía ropa adecuada para entrar y existía la posibilidad de que Ron entrara.

Pero su cuerpo y mente se lo pedían a gritos.

-"Déjate fluir, Hermione."-Sonó su voz interior.

Basto con eso para que ella se quitara el uniforme y quedarse nada más con ropa interior, entró a la bañera sin esperar y se sorprendió al sentir el agua tibia, era una temperatura exquisita.

Eso era tan bueno. Nado un rato y luego se colocó en un extremo para cerrar los ojos y disfrutar.

Tenía tanto que no se daba un respiro, un momento para ella. Y sin duda, justo era lo que necesitaba.

Se mantuvo intacta por un buen tiempo, ni siquiera abrió los ojos. Estaba en paz como nunca lo había estado o al menos hace mucho.

Para su mala suerte, esa paz se vio frenada ya que una punzada enorme se instaló en su cabeza, taladrándola de manera enorme e inesperada. Abrió los ojos de golpe y soltó un ligero grito. Llevó sus manos a ambos lados de su cabeza con intención de que se detuviera.

Mortifago, mortifago, mortifago, mortifago, mortifago, mortifago.

Bellatrix, Bellatrix, Bellatrix, Bellatrix, Bellatrix, Bellatrix, Bellatrix, Bellatrix.

Protegerte, protegerte, protegerte, protegerte, protegerte, protegerte.

Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento.

Todas esas palabras estallaron dentro de su mente tan despiadadamente, parecía ser que esas pequeñeces quisieran acabarla. El dolor era fuerte, se revolvió en el agua provocando que ésta se agitara.

Ahhhh! ¡Para, para!-Imploro, no se dirigía a nadie exactamente.

También un mareo se apoderó de ella, de repente, todo daba vueltas. ¿Qué diablos?

-¡Que se detenga, por favor! ¡Basta!-Rogó con vigor.

Sumergida en el incesante suplicio y dolor que experimentaba, no se percató que Ron había entrado, enseguida reparo en los gritos de Granger y corrió hacia ella.

-¡Hermione!-La nombraba una y otra vez, pero ella parecía estar fuera de sí. Descontrolada.

Ron no espero ni perdió tiempo, tomó a Hermione como pudo y la saco de la bañera, uso todas sus fuerzas para no bajar su mirada más allá de su rostro.

-¡Hey, hey, Herms!-La estrechó contra su cuerpo.

No sabía que hacer ella estaba en una especie de trance sumamente extraño, sólo quería que se calmara, que acabará.

A los segundos, Hermione dejo de gritar y de moverse alocadamente, ahora lo único que se notaba eran los sollozos y sacudidas leves de llanto.

La castaña ni siquiera sabía con exactitud quien diantres la tenía entre sus brazos ni en que momento dejó de sentir el agua estamparse sobre ella y agradeció cuando todo ese dolor se detuvo. En cuanto termino, inconscientemente inicio a llorar. Ese dolor había sido tal vez el más fuerte que experimento en toda su vida, incluso superaba cuando Umbridge dañó su lengua y brazo.

Su corazón latía a mil por hora y las lágrimas salían y salían.

Una mano acariciaba su cabello mojado, como a una muñeca.

-¿R-Ron?-Articuló con dificultad.

-Por Merlín, Hermione. Me metiste un susto de muerte, ¿quieres matarme?

No respondió, lo jaló y abrazó.
Le importaba poco que estuviera semidesnuda, se sentía terriblemente mal.

A pesar de que quería calmarse, su pecho no dejaba de agitarse y contraerse al igual que sus sollozos. Ron no se despegó de ella ni por un segundo, y eso lo agradecía.

-¿Qué te sucede, Hermione?-Fue tan tenue esa pregunta, que la intención de ayudarla y esa preocupación era notoria.

-Ni yo lo sé.

Ignoraba el tiempo que se perdió, pero no se movió para nada. Nadie emitió palabra alguna después de eso. Ahora, se encontraba mejor, pero Hermione se sentía afectada. Jamás en su vida, ni siquiera con Umbridge o con el mismo Ron experimento un sentimiento como ese.

-Tenemos que volver a la sala común, Herms.-Le susurró en el oído.

Ella rápidamente negó con la cabeza y se apretó más al cuerpo masculino.

-No quiero. Ron, no me siento bien para hacer un sólo movimiento.

El pelirrojo la tomó del mentón e hizo que ambos conectarán sus miradas.

-Dime que fue lo que pasó. Así podré ayudarte. Me duele verte así.-Sus ojos expresaban más de lo que decía, eran tan intensos que Hermione le costó prestar atención a sus palabras.-¿Puedes confiar en mí y explicarme?

Paso saliva y se rindió. Bajo la vista. Le costaba tanto mantener la mirada de su amigo.

-Sólo estaba disfrutando del agua cuando me azotó un fuerte dolor en la cabeza. No exagero al decirte que creí que mi cabeza explotaría.

-¿A qué se debe?

-Quisiera saberlo.

Su dolor abdominal continuaba, pero la verdad no era nada en comparación como le dolía la cabeza. Aunque para su favor, paro momentáneamente.

Ron se puso de pie. No tardó en regresar y le extendió una bata de baño. Hermione la tomó y se la puso, la verdad es que no le incomodo estar así, quizá era porque estaba sumida en otras cosas. Pero lo más adecuado era mínimo estar en bata.

-Gracias.

Ron se sentó frente a ella.

-Quiero confesarte que me gustaría que te sintieras con toda la seguridad y confianza para contarme algo, lo que sea. Lo que quieras. Estaré para ayudarte, siempre.

Era tan poco común. Insólito. Escuchar a Ron decir algo como eso, y ahora que sucedió, le estrujó él corazón. Sin controlarlo, armó una sonrisa. Esas palabras la hicieron sentir mucho mejor.

Asintió con la cabeza sin dejar de sonreír y lo abrazo. Depósito un casto beso en su mejilla y se separó.

Ronald acercó su rostro, sin prisa. Y eso la tomó por sorpresa. Él no se detenía, sus ojos se habían cerrado.

Oh no...

Sus labios estaban a poco de unirse.

Tenía que detenerlo, pero por una rara razón su cuerpo no reaccionaba.

Apenas sus labios se rozaron, ella pudo sentirlos y se separó.

-¿Q-qué haces?-Costaba aceptarlo, pero se puso nerviosa.

Enseguida, Weasley se sonrojó sin control y se alejó.

-Lo siento. No quería hacerlo, sólo... Agh. No lo sé. Perdóname.

La vergüenza se apoderó de ambos y la chica se sentía culpable.

-¿Quieres ir hoy a Hogsmeade? Iremos los tres juntos, Harry, tu y yo. Hace mucho que no salimos.-Propuso el pelirrojo, cortando esa tensión que se creo en un desliz.

-Me parece una buena idea.

Le sonrió para alivianar el ambiente y decirle de esa forma, que no estaba molesta.

No lo estaba. Si era sincera consigo misma, una pequeña parte de su ser no quería moverse, quería sentir ese beso...

-Creo que debemos volver.-Dijo Hermione.

-¿Ya te sientes mejor?

-Sí.

Ella se levantó y tomó su túnica en manos. No pudo hacer nada cuando su amigo la tomó en brazos y comenzó a caminar a la salida.

-¿Que crees que haces, Ron? Bájame puedo caminar por mi cuenta.-Refunfuño, pero la verdad era que no le afectaba estar así.

-Te estoy ayudando mientras sostienes tu uniforme.

Hermione no se quejó más y no insistió. Sonrió otra vez y paso sus manos por el cuello de Ron. El sueño llegó a ella, antes de ir a Hogsmeade necesitaba dormir. Al fin y al cabo, era bastante temprano. Apenas amanecería.

Salieron ambos del baño y con cuidado se dirigieron a su sala común.

Weasley como Granger estaban anonados en lo suyo tan pérdidos que no se percataron de una chica mirándolos en la lejanía.

(...)

Luego de un buen sueño y que la mañana transcurriera, el trio de oro se encontraba en las tres escobas, Hogsmeade. Tomando una cerveza de mantequilla. Hermione estaba mucho mejor, después de la siesta, se recompuso.

No obstante, existía cierta incomodidad en su cabeza, algo que no se eliminaba. Pero le resultaba simple ignorarlo. Por ahora.

-¿Cómo te fue ayer con Dumbledore, Harry?-Ron le hizo la pregunta.

El azabache llevaba varios días teniendo reuniones con el director, según lo que Harry les contaba era para ver ciertos recuerdos, tanto de Voldemort como de personas cercanas o que tuvieron encuentros con él. Descubriendo así, que ese ser había creado algo llamado Horrocruxes y para asombro de los tres individuos, ya habían destruido uno e incluso Ginny fue controlada con el, así es, el diario de Tom Riddle era un horrocrux.

-Me mostró un recuerdo del profesor Slughorn. Él como saben, hace años manejaba el club de la Eminencias y quién ustedes saben formaba parte de él. Sin embargo, cuando parece revelar información, el recuerdo se corta o cambia drásticamente. Dumbledore me dijo que ese recuerdo estaba alterado por el mismo Slughorn.

-¿Él conoció a quien tú sabes?-Ron miró a Harry.

-Sí, el director me confesó que Slughorn le tenía gran estima.

-¿Crees que el recuerdo lo alteró para encubrir algo?-Esa sería la explicación obvia y objetiva.

-Dumbledore cree que sí y también yo. El asunto es que me encomendó a la tarea de conseguir el recuerdo auténtico.

-Eso será complicado.

-¿Tienes un plan?-Cuestionó Hermione.

-Aún no.

La mesa quedó en silencio y la castaña se llevó su tarro de cerveza de mantequilla a la boca. No se dio cuenta de que Malfoy había entrado al lugar e inmediatamente fue al baño. Aunque, Harry advirtió en ello y le resultó sumamente misterioso que entrara al baño de mujeres.

-¿Alguien más vio eso?-Habló Harry mirando al baño femenil.

-¿Qué cosa?-Ron parecía no haberse enterado de nada.

Granger dejo de beber y frunció el ceño. Negó con la cabeza ante la pregunta del chico.

-Malfoy acaba de entrar al baño de mujeres.

Malfoy.

Draco.

No sabía con exactitud si esa punzada, ese piquete que percibió en su corazón y mente fue real o locura propia.

-Él trama algo. Lo sé. Actúa extraño desde que comenzó el año escolar. Estoy seguro que es un mortifago, chicos.

-La verdad es que no se escucha lejos de la realidad. Podría serlo.-El pelirrojo coincidió con su amigo, sólo que al decir eso, no dejaba de mirar a la chica.

Mortifago.

Esa palabra apareció en su cabeza otra vez, vino a ella de manera fuerte, pero el dolor fue mucho menor. Una mueca se mostró en su rostro, pero por fortuna ninguno de sus dos amigos se enteró de eso. Seguían atentos al baño de las damas.

-De acuerdo, de acuerdo. Dejen de mirar hacia allá, por favor. Parecen acosadores.

Ambos voltearon su cabeza al mismo tiempo, fue algo gracioso. La Gryffindor río y volvió a darle un sorbo a su cerveza.

-Hermione, ¿tu tienes el mapa del merodeador?

-Sí. Ayer me lo entrego Ronald.

-Bien. Quiero pedirte un favor.-Dijo, sus dedos jugueteaban con el envase de cristal.

-¿De qué trata?

-Ya que tú lo tienes para estar atenta a Crookshanks. Necesito que por favor vigiles a Draco, quiero saber dónde está y que hace. De esa manera podemos descubrir que se trae entre manos. Puede ser un riesgo en algún instante.

Se quedó sin habla por segundos. Colocó ambas manos sobre la mesa y se inclinó más cerca.

-¿No crees que estás exagerando un poco, Harry?

-¿No crees que sea un mortifago o este involucrado en eso, Hermione?-Harry la probó.

Permaneció sin habla por unos segundos, todo pareció eclipsarse y congelar la escena, Hermione encogida en su lugar con su cerveza de mantequilla frente a ella sobre la mesa, Ron mirando a los dos, inaudito por como se habían tornado las cosas de un minuto a otro y Harry sosteniéndole la mirada, luciendo firme ante la chica. 

-¿Cómo podría saberlo, Harry?-Se encogió de hombros.

Y una vez más, llegaron varios recuerdos, mezclados, uno tras otro, con fuerza, veía pequeños fragmentos que pasaban rápidamente, algo fugaz y efímero. Apretó sus ojos y trato de tranquilizarse para no armar un escandalo y menos enfrente de sus amigos, no quería que Ron se preocupara más por ella.

-Es cosa obvia.-Harry calmó su voz y bebió un poco de su tarro.

El silencio volvió para instalarse, los tres bebían y hablaban poco, eso no le gustaba a Hermione, las cosas cada año eran mas difíciles y complicadas, como anhelaba volver a primer o segundo año. Donde todo era risas y diversión, menos obligaciones y responsabilidades, donde la inocencia prevalecía y uno verdaderamente disfrutaba de las pequeñas cosas, cuando no solía preocuparse tanto y tener diversos problemas.

Ahora se arrepentía de haber querido crecer con rapidez. La niñez e infancia son las etapas mas hermosas y que menos solemos valorar en el transcurso de la vida.

-Harry, hablando de otro tema. ¿Cómo te sientes al saber que te convertiste en cápitan del equipo de quidditch?-Ron rompió con ese molesto silencio y Hermione se lo agradeció con una bella sonrisa.

-No es algo que quiera ser o un puesto que deseo. Es otra responsabilidad que cae sobre mis hombros y no lo necesito, además soy pésimo líder, la verdad, no quisiera ser capitán del equipo. Pero es lo que toca.

-¿Participaras en las pruebas de mañana, Ron?-Se interesó la castaña.

Los ojos del pelirrojo brillaron y una sonrisa pequeña y nerviosa pintó su rostro puberto. 

-Estoy indeciso, pero quiero hacerlo. Amo el quidditch y siento que debí participar desde hace tiempo, lograr ser parte del equipo, pero temo mucho lo que puedan decir sobre mi o mejor dicho, lo que yo pueda dar. No soy tan bueno como lo es, Harry.

-¿Bromeas? -Harry rio.-Te he visto jugar con tus hermanos, Ron, eres igual de bueno que ellos. Tienes que participar, sin duda sé que podrás formar parte del equipo y serás de los mejores.

-Harry tiene razón. Tienes mucho potencial, Ron. Mañana iré a verte, estoy segura que lo harás excelente.-Hermione sonrió y el mencionado le devolvió el gesto.

Continuaron hablando por un rato más y se toco el tema sobre Lavender (gracias a Potter), Hermione se puso incómoda al instante pero una parte de su cuerpo necesitaba escuchar que tenia por decir su amigo sobre esa chica rubia.

-Ella es muy cariñosa y tierna conmigo. Cuando estoy con Lavender me hace sentir diferente.-Su mirada no se dirigía a nadie en específico y la leona quiso que sus ojos toparan con los suyos, así sólo se daría cuenta si estaba diciendo la verdad.

-¿Diferente?-Preguntó el de lentes.

-Es decir, en el buen sentido. Me siento querido cuando estoy con ella, simplemente transforma todo lo que hago en algo tan superior.

-¿Querido? Ronald, nosotros te queremos, tu familia te quiere, yo te q...-Cortó aquello que estaba a punto de salir de su boca con una tos meramente falsa.

-Lo sé, no sabría como explicarlo. Me consiente y dice tantas cosas... tengo toda su atención todo el tiempo, me tiene en un pedestal y en verdad es alguien linda.-Sus mejillas se tiñeron levemente de carmín.

Hermione se mordía la mejilla discretamente. Y sintió una cosa que no estaba segura de como describir. Era diferente y feroz. Se podría decir que sentía algo de molestia, como si en lo más profundo de ella hubiera alguien a quien no le gustara para nada como Ron se expresó de Lavender Brown.

-¿Sientes algo por ella?-Harry hizo la pregunta decisiva.

Un escalofrío horrendo la recorrió y sus piernas por si solas se levantaron, Hermione se sorprendió por sus propias acciones inconscientes.

-Iré al baño.

Era una simple excusa, no necesitaba escuchar aquella respuesta. Aunque una parte de ella lo deseara. Camino rumbo al baño y cuando entró, éste se encontraba desolado. Sin un alma en el, pero, a pesar de ello, la chica percibió una magia extraña y un poco fuerte, rozando lo peligroso, frunció el ceño pero decidió restarle importancia. Se lavó las manos y mojó su rostro.

-"Hermione."

Dio media vuelta rápidamente, creyendo haber escuchado la voz de alguien llamándola. Siendo específicos, de Draco Malfoy.

Absurdo, Malfoy no podría estar en el baño. Su mente le estaba jugando una muy mala pasada. Suspiró cansada y salió del baño.

Luego de que hubieran terminado con sus cervezas de mantequilla, salieron de las tres escobas, charlaban animadamente como si el tema de Lavender nunca hubiera salido a la luz. La castaña rio de una ocurrencia de Ronald cuando su risa melodiosa se vio opacada por un alarido atroz.
Sin dudarlo, fueron directo de donde había venido el grito, que era sólo un poco más adelante. Hermione se asombró y angustió al mismo tiempo al ver a Katie Bell flotando en el cielo, con brazos extendidos, su cabello ondeando y su boca abierta, los ojos estaban vacíos y llenos de completa oscuridad.

-Por Merlín.-Susurró quedándose sin aliento.

Y de forma abrupta y repentina, la chica cayó al suelo, estrellándose fuertemente. Lo único bueno era que tal vez la nieve amortiguo el golpe. Se acercaron a ella poco a poco mientras su amiga se hincaba para examinarla.

-¿Qué es eso?-Ron señaló una alargada caja negra

Harry fue el que se acercó aún más y prestó atención a esa caja, iba a tomarla pero gracias al cielo, Hagrid lo impidió.

-¡Aléjense de ella y no toquen nada, chicos!

(...)

-... Y cuando salimos de las tres escobas fue que le sucedió eso.-Terminó de relatar la amiga de Katie a McGonagall y Severus.

-Muy bien, gracias por la aportación. Puede retirarse.-Dijo Snape sin dejar de mirar aquel collar que venía dentro de la caja.

-¿Por qué siempre que pasa algo malo tienen que estar ustedes tres?

Era una pregunta que Hermione siempre se cuestionaba.

-Fue Malfoy.-Soltó Harry.

La castaña quiso darle un golpe, no era buen momento para mencionar a Draco. Ni siquiera venia al caso y tenían a Severus Snape frente a ellos, el mismo que prefería al rubio por encima de todos los miembros de Slytherin y con mayor razón del azabache.

-Señor Potter, no debería levantar falsos testimonios sin estar seguro.-Reprendió la mujer con anteojos.

-Es cierto.

-¿Tienes pruebas?-Snape dejó el collar en su correspondiente lugar y encaró a Potter.

-Cuando estábamos en las tres escobas lo vi entrar al baño de mujeres, se veía muy sospechoso, como si estuviera tramando algo.

-Eso no prueba nada en absoluto. No quiero que vuelvas a acusar a alguien, Potter.

-Pueden irse.-Indicó McGonagall.

Hermione no espero ni un minuto más y salió de allí.

Estaba molesta con Harry y no porque hubiera hablado sobre Draco, sino porque era tan imprudente y nunca pensaba nada de lo que sus palabras o acciones podrían traer como consecuencia.
Y cuando creyó que estaría con Ron y hablaría más tiempo con él, la rubia con cabellos de estropajo apareció y se lo llevó, así como así. Se amarró el cabello para después caminar sin rumbo alguno por el castillo. Metió sus manos en los bolsillos del pantalón y se mantenía atenta.

Cuando llevaba buen rato caminando, supo a que lugar podría ser conveniente ir. Sin perder más tiempo, comenzó a dirigirse a la sala de menesteres. Justo cuando le faltaba poco por llegar, presenció a Draco caminar por ahí. Quizá iría al mismo lugar que ella.
No le disgusto encontrárselo, en realidad sería útil. Apresuro sus pasos hasta que corrió para alcanzarlo.

Tocó su hombro cuando estuvo cerca. Él se volteó de manera ruda, sin cuidado.

-¿Qué quieres, Granger?

No emitió palabra al instante, puesto que el rubio sonó tan seco, como si no tuviera sentimientos. Su característica voz había quedado vacía y oscura, daba escalofríos al escucharla, sólo existía frialdad y crueldad.

-Mira, estuve contigo ayer haciendo patrulla y casualmente hoy tengo todo revuelto en mi memoria. Parece un rompecabezas.-Explicó.

-¿Debería importarme?-Lucia tan serio, como si no le importara un comino.

Hermione frunció el ceño y sintió como algo se removía dentro suyo.

-¿Qué estás diciendo? Si sabes quién soy, ¿verdad?

-Me estás haciendo perder mi valioso tiempo en estupideces.-Dijo y siguió con su camino.

Se quedó quieta sin saber que hacer, estupefacta totalmente. Draco jamás la trato de esa forma tan borde. Ni siquiera cuando no eran amigos. Volvió a reaccionar y fue tras él. Le exigiría una explicación.

-¡Hey! ¡No te iras sin darme una explicación!-Subió su voz con autoridad.

-Granger, lo que sea que este sucediendo en tu mente de ratón de biblioteca, no es mi problema y mucho menos culpa mía. Déjame en paz.

Mierda, mentiría si dijera que no le estaba doliendo.

-¡¿Te he hecho algo?!-El chico no le respondió, se quedo mirándola sin expresión alguna. Tan desinteresado.-¡¿Eh?!

-Sólo aléjate de mi, ¿oíste?-Advirtió.

Y volvió a irse la diferencia en esta ocasión fue que la chica no lo detuvo.

Además de quedarse igual de confundida y sin explicaciones, una estaca se había incrustado en su corazón, esa voz, esos ojos, esas expresiones calaban más que el fuego mismo.

Sin saberlo y sin quererlo, Hermione Granger con cierta lentitud iba quebrándose, torciéndose y agrietándose, todo dentro de ella y su mundo entero cayendo en pedazos.

Estaba consciente que habían pasado por varios momentos críticos a lo largo de su amistad y relación, sin embargo, ninguno como ese. Pareciera que Draco en realidad ya no sintiera más importancia por ella y le desesperaba sobremanera no saber con exactitud que ocurrió la noche anterior.

Todas esas palabras hirientes eran cristales enterrándose en su cuerpo, donde existía más sensibilidad.

Esas miradas tan indiferentes y desinteresadas eran como asesinos de medianoche, dispuestos a intimidarte y aterrorizarte a magnitudes asombrosas.

Sus expresiones eran tan tranquilas, muy en cambio de lo que su boca salía. Pareciera ser una cobra sigilosa recorriendo el camino, sutil, hasta su presa. 

Literalmente, su corazón estaba sensible y perceptible. Cualquiera podría tocarlo en ese momento y aplastarlo con fuerza hasta destrozarlo.

Lo único que pasó, fue que una pequeña y significativa lágrima resbaló por su mejilla. Sin duda, prefería millones de veces esos dolores de cabeza tan punzantes que sentir aquello.

Prefería no haber escuchado las palabras de Draco y que todo eso sólo fuera un sueño. Una terrible pesadilla.

¿Era una pesadilla?

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¡Hola melocotones! ¿Cómo se encuentran?

Deseo que a pesar de las circunstancias estén muy bien. Todos merecemos estar bien. 💕

La verdad es que este capítulo salió bastante largo y no avanza mucho jajajaja, literal sólo se narró prácticamente un día xD.
Espero que no les aburra, porque siendo sincera me esmeré en que el desarrollo de esto sea bueno, aunque la narración no sea tan buena. Siento eso.

Y tranquilas, poco a poco se vendrá la acción y el verdadero dolor and drama jsjsjs.

Tengo que agradecerles porque... ¡Este fanfic es acreedor de 1.8K de votos!

¡Eso es extraordinario! Y todo se lo debo a ustedes, a las/os fieles lectores que están aquí y prevalecen a pesar de que tardo en actualizar. Estaré siempre agradecida con ustedes por toda la paciencia que me tienen, el cariño y apoyo que le dan a este descabellado fanfic. (Que se, le falta mucho para ser una muy buena obra)

¡Gracias! 💚

Pido disculpas porque por un mes no actualice y es que, me saturaron de tareas. Literal que hacen festival jajaja. Así que he estado escribiendo este capítulo por partes, cuando puedo. Ojalá y les guste.

Entre otras noticias, esta historia casi cumple dos años y wow, ha pasado tanto y no he podido terminarla. 😂
Tal vez y se venga maratón por esto. O algún especial. 😼

En fin, me despido. Espero que este capítulo les alegre poquito su día/noche/tarde.

¡Las/os amo!

Dejare este apartado para quien quiera hacerme alguna pregunta. Puede ser sobre lo que sea, tanto del fanfic o cosas que quisieran saber de mí o preguntas tontas. Estoy abierta a todo jaja. 👉

Nos vemos.

¡Gracias por leer! 💚

Ale 💚🐍

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