"Quería verte, ¿tu a mi no?"
Mini Maratón 2/3
Las vacaciones pasaban de forma lenta pero buenas para Hermione, estaba consciente de que el sexto año en Hogwarts no sería igual a los pasados y la diferencia era porque Voldemort había regresado, y había regresado para joderle la vida a Harry, pero al meterse con Harry, se metía con ellos.
Estaba sola en su casa, pues su madre había ido a comprar algunas cosas y su padre en el trabajo, estaba recostada en el sillón, mirando el techo, lanzando una pelota, atrapandola una y otra vez. No perdía comunicación con ninguno de sus amigos, pues con todos se mandaba cartas, hasta con Neville.
Él único que le hacía falta era Draco, no podía dejar de pensar en ese chico y en su última charla. En verdad se le veía afectado, y sabía muy bien que para él, las cosas también se complicarian, sólo esperaba que no se la pusieran tan difíciles, porque a pesar de todo, Draco no merecía nada malo, no merecía sufrir por algo que no era su culpa.
Dejo de lanzar la pelota, y se sentó en el sillón, se puso a pensar, ¿y si le mandaba una carta a Draco? Al fin y al cabo tenía lechuza, podía hacerlo. El problema era que existía la posibilidad de ser descubierta por su padre, se arriesgaba a eso, se mordió el labio debatiendose.
Sus ganas de enviarle una carta eran inmensas, pero la incertidumbre de no saber que podría pasar no estaban muy atrás.
Nego con la cabeza, no lo haría, era mucho que arriesgar. Se levanto del sillón y dejó la pelota sobre la mesita de centro que había en la sala, fue hacía la cocina y sacó del refrigerador una barra de chocolate, la cual era suya. Amaba con el alma el chocolate, era su favorito, sus ojos fueron directo a los brazaletes que Draco le había regalado, sonrió; a pesar de todo, jamás se los había quitado. El timbre la sacó de su mundo, desvió la mirada hacia la puerta.
Dejando el chocolate sobre la encimera fue directo a abrir, del otro lado estaba el cartero Sam, ese que no veía desde que tenía 11, casi 12 años, una sonrisa se formó en su rostro.
-Traigo su correspondencia.-Dijo el anciano, que ya estaba un poco más pequeño y su voz más baja, se le notaban más canas en su cabello, a decir verdad, todo su cabello era color blanco.-¿Damita?-Pregunto una vez que hubo levantado su vista.
Hermione aún con su sonrisa y una alegría en sus ojos, asintió.
-Hola Sam, ¿que tal?
-No puedo creerlo, tenía años que no te veía, ahora eres más alta que yo.-Soltó el cartero, con la correspondencia en mano.
-Y tu sigues siendo el mismo. Que gusto me da verte de nuevo.-Se animó a abrazarlo, pues de pequeña lo veía todos los días y se volvió muy amiga de él a pesar de la edad que tenía en ese entonces.
-Damita, ¿donde has estado? ¿porqué nunca te veía?-Preguntó Sam, separándose de la chica.
-Bueno, entré a una escuela que requiere que este casi todo el tiempo ahí, sólo vengo en navidad a veces y cuando se termina el año, como ahora.-Explicó con sencillez.
-Ya veo.-El anciano sonrió, una de esas sonrisas sinceras que hacían sonreir a cualquiera, le tendió las cartas a Hermione.
Ella las tomó.
-Fue un gusto verte de nuevo, damita.-Se despidió, sin embargo, Hermione no quería que se fuera.
-¿Qué? ¿Te vas ya?-Preguntó extrañada, quitando su sonrisa.
-Tengo que seguir entregando cartas, damita.
-Oh, es que quería charlar un rato contigo, como en los viejos tiempos.-Murmuró, sintiéndose algo apenada.
Él se quedó mirándola por unos segundos, como pensando su decisión final, armó una sonrisa que Hermione vio.
-De acuerdo, las cartas pueden esperar. Vamos, no te he visto en 4 años.-Hermione lo dejo entrar, y cerró la puerta.
Sam se sentó en el sillón, mientras que la castaña le ofrecía café, pronto la taza humeante estuvo lista y se la entregó.
-¿Tienes galletas?-Preguntó el cartero.
Ella en respuesta asintió y en un plato las llevo, se sentó a su lado, tenía una linda sonrisa en el rostro.
-¿Como has estado, Sam?
-Aquí estamos, no me quejo, es obvio que los años se me notan, pero continuamos con toda la actitud, damita. ¿Que me dices tú?-Acto seguido, se llevó una galleta a la boca.
-Estoy bien, gracias Sam.-Su respuesta fue sencilla.
-Estas galletas saben deliciosas, su sabor es parecido como las que hacía mi esposa.-Una sonrisa melancólica apareció en su rostro.
-L-las hice yo.-Hermione sabía que la esposa de Sam, Betty, había muerto hace ya 5 años.
-Tranquila damita, estoy bien. Sé que ella está en paz, y seguro me está esperando, pronto nos volveremos a encontrar.-Dijo el cartero, a pesar del tema, no se mostraba infeliz, estaba carente de tristeza.
-No, no me diga eso. Quiero que dure mucho años más, ¿quién dará la correspondencia?
-Otro suplira mi puesto.
-¿Y quién me dirá damita?
-Tal vez algún novio que tengas.-Bebió un poco de su café, mirando de reojo a Granger.
Ella en el interior río, era muy poco probable que Draco le dijera damita, si lo pensaba sería extremadamente gracioso oírlo salir de su boca.
-Para nada.-Negó divertida con la cabeza.
-¿Aún no ha habido ningún caballero para la damita?-Se interesó Sam.
Hermione no se sentía para nada incómoda con él, tenía una confianza muy sólida, era una linda amistad que ellos dos tenían, y aunque fuera algo inusual, era un lazo especial, pues fácilmente la castaña podía considerar a Sam como el abuelo que nunca tuvo.
-Describa caballero.-Quiso saber.
-Aquel chico que te trate debidamente como mereces, que se preocupe por ti, que este ahí para ti, que te demuestre su cariño de forma adecuada, que te cuide y ayude en lo que necesites. Es importante que tengas plena confianza con él y te sientas agusto.-Su voz fue lenta, pero lo explicó perfectamente.
Sin duda Hermione tenía un caballero, todo eso que Sam había dicho, Draco lo poseía, sin embargo no estaba con él, debido a una estupidez, que bien ella podría haberla dejado pasar.
-Te diré algo, damita.-El anciano la hizo volver al presente, se concentró en escucharlo con atención.-Betty y yo no éramos una pareja perfecta, eso no existe, ni siquiera en los libros hay algo parecido, cada pareja es diferente y su forma de amar es distinta y única. Yo siempre quise a Betty, supe eso por como me sentía cuando estaba con ella y me asegure de estar con esa mujer toda la vida, sin embargo teníamos nuestras discusiones, pero logramos afrontarlas, porque eso es lo que hacen dos personas que se aman y quieren seguir juntos, a pesar de las circunstancias, ambos se proponen contribuir para lograr una mejor relación. Con el tiempo se va aprendiendo y mejorando, como todo en la vida.
Las palabras de Sam se registraron en la mente de Granger, eso la dejo pensando, ella amaba a Malfoy, no podía negarlo, estaría mintiendose a si misma si dijera lo contrario, siendo tanto amigos como pareja han tenido sus discusiones y problemas. Hermione quiso tomar un descanso para que Draco pensara en sus errores y mejorará, pero ella, ¿que estaba haciendo? El rubio no era sólo el del problema.
Sam la hizo razonar, era cierto, tenían que trabajar ambos para que una relación funcionará y tal vez era eso lo que les faltaba, siempre culpaba a Draco en la mayoría de las veces por lo que llegaba a hacer, y nunca se echó el paquete de nada, eso no era correcto.
Era como si le hubieran quitado una venda de los ojos, ahora veía todo con claridad, estaba dispuesta a poner de su parte y entregar todo de ella. Inconscientemente una sonrisa apareció en su rostro, una linda sonrisa.
No tenía dudas, por fin había llegado el momento, lo sabía y quería hacerlo. Dejaría de hacer esperar a Draco.
Volvería con él.
Era lo que anhelaba, y aunque lo negara por mucho tiempo lo seguía queriendo, pero quería esperar un poco más. Al diablo la espera, Hermione amaba a Draco con locura a pesar de su corta edad, no estaría separada de él. Trabajarian juntos para hacer funcionar su relación.
-¿Alguien es dueño de esa sonrisa suya, damita?-Preguntó de nueva cuenta Sam.
Él también tenía una tierna sonrisa, Hermione se percató de que ya se había terminado el café y quedaban pocas galletas.
-Así es, Sam. Pero no le digas a mi madre.-Ella río, y tomó una galleta.
Quería contarle a su mamá sobre lo que estaba viviendo, pero... Era complicado.
-¿Que haré contigo damita?
Hermione río.
-¿Quieres más café?-Ofreció.
-Nop, tengo que seguir entregando cartas damita.-No quería que se fuera, pero entendía que tenía que hacerlo.
Se levanto, Hermione le ayudó en el proceso, lo acompañó hasta la puerta, ambos tenían una sonrisa. Y es que a la castaña con tan sólo ver al anciano le daba una tremenda ternura, pues su aspecto era tan tierno, ya que estaba algo chaparro y jorobado, su tez un poco morena, era algo así como café con leche, su cabello de color blanco y se vestía siempre con chaleco y moñito. Verdaderamente una persona adorable y agradable.
-Fue un verdadero gusto verte otra vez, Sam. Espero no tardar en volver a vernos.-Hermione sonrió.
-Digo lo mismo damita. Sé que nos veremos pronto, y tranquila estaré muchos años aquí todavía. Cuando necesites algo, no dudes en hacermelo saber.
Los dos se despidieron, y Hermione cerró la puerta, su sonrisa no podía quitarsela nadie, sentía una inmensa paz dentro de sí, soltó un suspiro de relajación y fue a recoger la taza de Sam y el plato con pocas galletas que habían sobrado.
Una vez terminó, vio el reloj, este marcaba las 11 con 22 minutos, su madre llegaría en una hora.
Cambio de planes y se dirigió a su habitación para escribir cartas, le escribiría a Harry, Ron, Ginny, Neville y a Draco. Si, estaba dispuesta a correr el riesgo, su alegría era mayor que la preocupación.
Puso empeñó en todas, pero más en la última, esperaba con todas sus fuerzas que Lucius no la viera, aunque lo dudaba mucho, ya que podría estar encerrado en Azkaban, no estaba segura aún de eso, tenía que recibir el profeta para saber las nuevas noticias. De todas maneras, en la carta de Draco puso un distintivo que siempre usaba cuando mandaba cartas para él, por si acaso.
Fue entregandoselas a su lechuza y rezando porque no sucediera nada malo, envío la de Draco.
Estaba siendo positiva, así que esperaba que todo saliera bien, y no quitó su sonrisa por el resto del día, lo que más quería era regresar a Hogwarts.
***
No tenía la suficiente madurez, la suficiente valentía ni el nivel de inteligencia para sobrellevar la situación que estaba viviendo en ese momento.
Lo que más quería era hacerse bolita y esconderse en su armario, esconderse de todo, desaparecer o que simplemente la tierra se lo tragara.
Como era obvio, su padre estaba en Azkaban, no le dolía que Lucius estuviera mereciendo lo que merece, lo que le dolía era que a su madre eso le efectaba, además de que era posible que su padre terminara sin sentido de la razón como su tía Bellatrix, quién ahora casi siempre estaba en la mansión Malfoy.
No tuvo la fuerza suficiente ni el valor para evitar que las piernas y literalmente todo su cuerpo le temblara cuando vio por primera vez y en persona al señor tenebroso, tenía pesadillas debido a eso.
Lo que le había dicho su padre, fue una realidad. Debido al mal trabajo que realizó Lucius, él tenía que pagar las consecuencias.
Como castigo para tanto su padre como su madre, Voldermort le pidió una tarea a Draco, consistía en asesinar al director de Hogwarts y lograr con éxito, que algunos mortifagos entrarán al colegio al final del año. ¿Cómo? Él tenía que arreglarselas.
Mierda, sentía que su vida se iba por un maldito agujero. Sentía impotencia, era injusto, sólo era un maldito chico de casi 16 años. ¿Cómo iba a asesinar al mejor mago de todos los tiempos?
Se sentó en su cama y se tomó de su rubio cabello con fuerza, quería llorar, quería soltar todo lo que llevaba cargando desde antes de salir de vacaciones.
-Bebecito Draco.-La burlesca voz de Bellatrix se hizo presente del otro lado de la puerta.-Baja a comer.
Soltó una risita demente y no se escuchó más, a decir verdad no tenía hambre. Últimamente no le daba casi apetito, a pesar de eso se levantó y se obligó a bajar para poder comer.
Descendió por las escaleras, su cabeza mirando los escalones, los cuales tenían ya algo de polvo, necesitaban aseo, eso nunca sucedía, pero esta vez al parecer si, lo menos importante en ese instante era hacer maldita limpieza. Llegó al comedor en esa misma posición, se sentó y miró el plato, en ningún momento levantó la mirada, parecía un robot.
-Cielo...-Fue su madre la que le habló, pero fue interrumpida.
-No piensas ver a la cara a tu señor, Draco.-Esa voz, era aquella que escuchaba todas las jodidas noches.
Poco a poco levantó su mirada hasta que observó a Voldemort, estaba sentado en la mesa, frente a él.
No, no quería verlo hoy, no podía.
-Es un completo honor tenerlo en la hora de la comida, mi señor.-Hablo Bellatrix, con esa voz chillona y supuestamente linda que ponía con él.
-¿Qué tal Draco?-Ignoró a Bellatrix, una sonrisa que daba escalofríos apareció en su horrible rostro.
Él se quedó callado, su boca se secó y por más que quería hablar, nada salía de su boca.
Los ojos del señor tenebroso no dejaban de acecharlo, eso lo hacía sentir diminuto, sentía un terror inigualable. Eran en momentos como ese que prefería ser invisible.
-Veo que no quieres hablar, esta bien. No me molesta en lo absoluto.-Prosiguió hablando, con ese tono tan superior que siempre usaba.-Creo yo que todos se han de preguntar a que he venido nuevamente.
-Si, mi señor.-Respondió su madre con temor en su voz, Draco pudo notarlo.
Comúnmente era su padre el que charlaba con el señor tenebroso, no su madre, pues ella misma se lo había platicado.
-Verán, usted señora Malfoy, puede decirme mi señor, sin embargo, Draco aún no, ¿cierto?-El mencionado no entendió, fruncio el ceño, obviamente confundido, pero al contrario de él, su madre compuso una cara de preocupación excesiva, mientras que Bellatrix una de disfruté.
-¿Q-que quiere decir?-Su voz sonó ronca, tenía horas sin hablar.
El señor tenebroso compuso una sonrisa que no le dio buena espina a Draco.
-Que tu aún no perteneces a nuestro bando, no eres portador de la honorífica marca que poseen todos aquellos fieles seguidores.-Explicó, visiblemente feliz.
Fue donde comprendió y abrió los ojos como platos, como reacción se llevó una mano a su antebrazo, sus ojos expresaban terror absoluto, no, tenía que ser una pesadilla.
Porque lo era, ¿verdad? Sólo una pesadilla. Tenía que despertar ya.
Se pellizco disimuladamente, llegó a hacerlo más de dos veces seguidas, nada sucedía. Muy dentro de él sabía que no era una pesadilla, nada de eso lo era, estaba pasando en realidad, pero no quería aceptarlo, no podia.
-Tal como tu madre y padre, Draco.-Ya era bastante con el hecho de que sus padres estuvieran metidos en todo eso, él no quería.
No había tocado su comida, sentía el estómago revuelto y el miedo creciendo dentro de él. Voldermort se levantó de su lugar, y dando zancadas se aproximó a Draco.
-Bien, levantate.-Le ordenó, de buena manera.
Sin embargo, a Malfoy se le pusieron los pelos de gallina y no reaccionó, sólo se quedó mirando a aquel hombre, si se le podía denominar así, con temor reflejado en sus ojos grises, opacos.
-No te quedes como idiota, vamos.
Justo parecia un idiota, pero no podía moverse, estaba estático. En ese instante sintió unas manos sujetarlo y de esa forma levantarlo, eso lo descoloco, era Bellatrix, quien lo miraba como una cínica con una sonrisa de psicopata.
-Alza la manga de tu camiseta, Draco.-Pidió el señor tenebroso, poniendo su varita en posición.
Mierda, mierda, mierda.
Quería echarse a correr lo más rápido que sus pies se lo permitieran y alejarse de ahí, lástima que su tía lo tenia bien sujeto de la parte de atrás, no podía moverse, con algo de esfuerzo miró a su madre, quien tenía un semblante de inquietud y angustia, le rogó con la mirada que impidiera aquello que estaban a punto de hacerle.
-Mi señor.-Narcissa habló, distrayendo al mencionado, que volteó a mirarla.-Y-yo, ¿creé necesario que en este momento posea su marca? E-es decir, ¿no es algo pronto?
Bellatrix soltó una exclamación que aturdio al rubio, mientras que Voldemort una carcajada, mostró una sonrisa con dientes, aún así, no quitaba el hecho de que se veía terrorífico en verdad.
-¿Porqué no sería el momento, Narcissa? ¿Tienes algún problema con que tu hijo porte la marca tenebrosa?-La voz hacia estremecer el cuerpo de Draco, no sabía cómo su madre podía soportar tal cosa.
Pero estaba más que seguro, que su madre tenía miedo, lo notaba en su semblante, y demonios, le dolía ver a su madre así, no le gustaba en absoluto. Presentía que Narcissa se sentía pequeñita al lado del señor tenebroso, siendo sinceros, ¿quién no?
-N-no, no es eso. Es que... sólo opino que aún es pequeño y...-Guardó silencio de repente.
Voldemort fue acercandose a paso lento hacía su madre, con varita en mano, listo para lanzar algún hechizo, Draco abrió los ojos asustado, no quería que su mamá sufriera daño y menos por defenderlo, prefería sufrir él. Aquel hombre seguía con su asquerosa sonrisa, mientras que la señora Malfoy se quedaba estática, con un terror en sus ojos. Su varita se acercaba a su cuello.
-Te volveré a preguntar, Narcissa. ¿No quieres que tu hijo sea parte de mi bando?-Su tono era de un demente, la varita no la despegaba de la posición, notó como su madre tragaba saliva y evitaba temblar.
Él intento de zafarse del agarre de su estúpida tía, en vano, pues lo tenia bien sujeto, en lugar de defender a su hermana, estaba contemplando todo con una gran sonrisa.
-A-aún es pequeño.-Contestó solamente, su voz un pequeño hilo.
La sonrisa de él se ensancho más y de su varita salió un halo de luz rojo, que dio directo en su madre, que en cuanto lo recibió, cayó al suelo y soltó un grito de dolor que para Draco, fue una completa tortura, ella estaba retorciendose en el suelo, luchando por soportar el gran dolor que recorría toda su anatomía, el hecho de escucharla y verla así, le rompió el corazón a Draco.
-¡Madre!-Grito, haciendo de nuevo el intento por soltarse.
Sin embargo su tía lo reprendió y lo sujeto aún más fuerte.
-Calla, tu madre se merece eso, jamás tiene que cuestionar al señor tenebroso. Aprende.-Le dijo, con su típica voz de psicopata.
La irá e impotencia corrían por todo su cuerpo, no podía creer que no pudiera hacer nada, era una completa tortura presenciar aquella escena y más oír como Voldemort disfrutaba y reía a costa del sufrimiento de su madre.
-¡Basta!-Fue como si no hubiera hablado, él continuó.-¡Hazme lo que quieras, pero déjala!
Con eso, su madre dejó de retorcerse y de gritar, Voldemort había parado la maldición, y ahora miraba un punto fijo, como si estuviera pensando o planeando algo.
-Que cautivador. El pequeño Malfoy quiere proteger a su madre, sin duda, algo ejemplar.-Dijo, en tono neutro, componiendo de nueva cuenta una sonrisa. Esta vez miró a Draco.
Trato de no temblar y alejar su miedo, pero le resultaba casi imposible. Poco a poco Voldemort fue aproximándose a él, cosa que aterraba más a Malfoy, no podía negarlo, por más que quisiera y aunque su ego estaba por los suelos, no podía decir que aquella persona no le provocaba escalofríos.
Miró de reojo a su madre, seguía tumbada en el suelo, boca arriba, tratando de calmar su respiración, tratando de tranquilizarse.
-Creí que serias como tu padre.-Eso lo hizo encarar a Voldemort, lo miró por primera vez a esos horribles ojos rojos.
-¿Perdón?-Se sorprendió al no haber tartamudeado, no supo de donde sacó las fuerzas para hablar de forma coherente.
Él sonrió, siempre sonreía, pero esas sonrisas eran tan repugnantes y cinicas que producía cualquier otro sentimiento menos felicidad.
-Tu padre, siempre estuvo dispuesto para mi. Él mismo me pidió mi marca en su antebrazo, por lo que veo, en tu caso es todo lo contrario.
-Narcissa lo volvió blando, mi señor. Pero de eso no se preocupe, yo lo recompondre. ¿Verdad, cariño?-Lo último lo susurro de forma "dulce" en su oído.
-Te lo agradecería, Bellatrix.-Respondió aquel ser.-Tu madre tendrá que ser castigada, Draco, me temo.
-No, dejela en paz. Haré lo que me pida, pero dejela tranquila. Ella no tiene la culpa de nada, yo... me ha costado adaptarme a este nuevo cambio, no es que sea blando por mi madre.-Aclaró, sólo quería que no le hiciera más daño a su madre.
-Draco...-Escuchó decir su nombre a Narcissa, quien estaba levantandose de a poco, su voz era débil.
-Pongame su marca.-Dijo decidido, pues sabía que Voldemort volvería a lanzarle un Crucius o algo a su madre.
-Esa es la actitud que quiero ver.
Sintió unas gotas de sudor escurrir por su frente, no sabía si hacía calor o era por el maldito miedo y nervios que sentía en ese instante, probablemente era por lo primero. Bellatrix le subió la manga de su camisa, dejando descubierto gran parte de su antebrazo, blanco como la nieve, y frío como el hielo.
No quiso voltear a ver a su madre, se negaba a ver el rostro que seguramente estaba poniendo.
Sintió la punta de la varita en su piel y fue donde el terror lo lleno por completo, como nunca había temido en su vida, no podía creer que en ese momento estaría por recibir la marca tenebrosa, una marca que jamás podría borrarse de su piel. Inmediatamente, se olvidó del terror, pues sintió un dolor tan intenso recorrer todo su antebrazo, se mordió la lengua para no gritar, pudo percibir el sabor de su propia sangre, había mordido muy fuerte. Sus ojos se cerraban con fuerza, y las carcajadas estruendosas de Bellatrix resonaban en sus oídos, como millones de cohetes estallando.
La espera le pareció eterna, el dolor era inmensurable, no sabía si su brazo estaba temblando o era sólo su imaginación.
-Abre los ojos, Draco.-Era Voldemort.
¿Había acabado ya? No parecía, pues el rubio aún sentía un ardor horrible en aquella zona, era como si le hubieran clavado millones de cuchillos, uno tras otro y al mismo tiempo, sentía la extraña sensación de que no podía mover ese brazo, estaba tan mal que no se había percatado de que su tía ya no lo sostenía.
-¡Abre los ojos!-Ordenó otra vez, pues Malfoy no había obedecido.
Le costó demasiado abrirlos, la poca luz que había le encandiló, podía jurar que estaba temblando, Voldemort estaba frente a él.
-Oficialmente, Draco. Ahora formas parte de este excelente bando.
Fue lo último que escuchó, su vista se nublo y cayó al suelo, desmayado. Todo se tornó negro para él y no supo nada más.
(...)
Al abrir sus ojos, no vio nada más que oscuridad, identificó el lugar en el que estaba como su cuarto, sólo que todo estaba cerrado, las cortinas grises estaban cubriendo toda la ventana, y la puerta estaba cerrada.
Parpadeo un par de veces, intentó incorporarse pero se sintió sumamente adolorido de todo el cuerpo, soltó un gruñido cuando un ardor le recorrió el antebrazo izquierdo, se obligó a mirar aquella área, ahí estaba, la marca tenebrosa en todo su esplendor, plasmada en la blanca piel de Draco.
Se daba asco así mismo, ¿como podia portar ese distintivo? ¿como era que las personas se dejaban ponérselo y se sentían orgullosas?
Miro con odio aquella marca, sin poder evitarlo sus ojos se enrojecieron por completo, dos lágrimas cayeron en su antebrazo, impactando justo en la serpiente que sobresalía de la boca de la calavera.
Ignoraba que hora era, lo que sabía era que tenía que ponerse a trabajar en lograr la misión que el señor tenebroso le había ordenado cumplir, no tenía ni idea de como lo haría y eso lo frustraba.
No podía sentirse el mismo, ya no, ahora tenía esa marca en su piel, y la tendría para siempre, y no estaba feliz con eso.
Como un niño, acercó sus dos piernas a su pecho y dejó reposar su rostro en ellas, escondiendolo, sin importarle mucho comenzó a llorar, las lágrimas no cesaban, no quería llorar, pero llevaba ya rato reteniendo muchos sentimientos, y lo que había sucedido hace poco, ese momento en el que Voldemort lo había marcado, como si fuera un maldito objeto, poniéndole una marca con la cual le obligaba a pertenecerle, fue la gota que derramó el vaso.
Lo único que quería era desaparecer.
Fue donde descubrió que no era para nada fuerte, él se creía invencible en ocasiones, insensible y difícil de romper, la mayoría de cosas que a los demás le afectaban a él no, en absoluto. Pero estaba equivocado, muy equivocado. Seguro era el que poseía menos fuerza que nadie.
Era débil.
Perdió la cuenta del tiempo que duró de esa manera, y se río sin ganas debido a la postura que estaba adoptando en ese momento, ni de pequeño se había puesto a llorar así. Levantó su cabeza y limpio todo rastro de lágrimas en su rostro, decidió levantarse de su cama e ir hacia su baño, poco a poco se enjuago su rostro.
Sus ojos estaban rojos e hinchados, clara prueba de que había estado llorando, apretó los puños. Si, la verdad era que se avergonzada de haber llorado como un niño pequeño de 5 años, pero claramente lo necesitaba, tenía que desahogarse y no sabía exactamente cuando podía surgir la oportunidad.
Salió del baño y se tapó su marca con la manga de la camisa, pues todos los movimientos que hacía implicaba verla, todavía no asimilaba que eso le duraría toda la vida. Como uno de esos tatuajes muggles, la diferencia era que el tatuaje las personas se lo hacían a su voluntad propia, a su elección. Él fue prácticamente obligado y tomó valor para decirlo, a pesar de que no quería, para proteger a su madre, que por cierto, no sabía dónde estaba ahora.
Quería darse una larga ducha con agua increíblemente fría, pero primero iría a ver a su mamá. Salió de su habitación, sorprendiendose al encontrarse con toda la mansión a oscuras, miró en dirección a las ventanas, la noche hacia presencia y la luna estaba en todo su esplendor, se podía notar una que otra estrella adornar el cielo. Bajo hasta el último escalón, no había nadie a la vista, probablemente su madre estaría dormida.
Estaba descalzo, y pudo sentir las frialdad en la planta de sus pies, pero no le afectó para nada. Caminaba de manera lenta hacia la cocina, necesitaba un poco de agua. El silencio que existía en esa mansión era terriblemente aterrador, pues debido a eso se podía escuchar la propia respiración de uno mismo, y eso a Draco le producía escalofríos en el interior.
-El pequeño Malfoy se ha despertado.-La voz escalofriante de su tía lo hizo parar.
Giró su cabeza al lugar de donde provenía la voz de Bellatrix, que según él, era en una parte del gran comedor que había en la sala, pero debido a la espesa oscuridad que había, no lo dejaba ver nada. Enfocó más sus ojos, y pudo distinguir una figura entre la negrura, ella estaba hasta el otro extremo de donde se encontraba.
-¿Sucede algo?-Preguntó, su voz sonó más fría y desinteresada de lo que creyó.
No podía ver sus expresiones, pero estaba seguro que estaría poniendo su sonrisa burlona en ese momento. Agradecía que estuviera tan oscuro para no poder verla.
-Nada, nada. Oh bueno, eso es lo que tu nos quieres hacer creer, ¿no?-La voz se iba acercando más, pues Bellatrix se aproximaba a Draco.
Él fruncio el ceño, ¿a que se refería?
-¿De que hablas?
-Deberías saberlo.-Su voz fue como un susurro que fue claro, como esos que producen los entes o fantasmas en las películas de terror.
De un de repente, las cortinas que estaban abiertas y dejaban ver la luz de la luna, se habían cerrado, impidiendo así que hubiera un mínimo de luz en ese lugar. Miró para todos lados, ¿que estaba pasando?
-Dime cielo, dile a tu tía algo, ¿quieres?-Se asusto al notar a su tía detrás de él, hablandole de forma peculiarmente tenebrosa.
¿Que era eso? ¿Alguna broma de mal gusto? ¿O era que su loca tía se dedicaba ya a asustar a las personas y actuar como personajes de terror?
-¿Que cosa?-Preguntó, sin moverse.
-¿De quién es esta carta que llegó?-Su pregunta fue un susurro.
Aún estando de espaldas a él, le entregó la carta y este la tomó. La sacó del sobre y la desdoblo, en cuanto vio la primera letra, sintió más terror que cuando Voldemort le colocó la marca tenebrosa, esa era la letra de Hermione. Si su tía se enteraba, estaría acabado.
-Ahora dime, ¿de quién es?-Volvió a preguntar.-Porque tu secreto se acabó Draco, no tienes porque ocultar algo así, esa chica se ve interesada en ti.
Mierda, si tan solo ella supiera de quien se trataba esa chica, seguramente no pensaría igual ni estuviera así de calmada.
-Tu adorada tía quiere saber quién se muere por ti, cielo.-Su cambio de voz había sido tan drástico.
Ahora sonaba emocionada, pero eso no le quitaba lo tétrica que era.
Se dio la vuelta y se pensó una respuesta creíble.
-De Astoria Greengass.
La mujer guardó silencio por unos segundos, mirando detenidamente a Draco a los ojos.
-¿Estas seguro?-Inquirió.
Él asintió, nervioso.
-De acuerdo, de acuerdo. De cualquier modo, sabré si mientes Draco.
-¿Cómo?-Cuestionó, confuso. No entendía ni un carajo.
-¿Has escuchado antes sobre la Legeremancia, Draco?-No le dio tiempo a responder.-La legeremancia es cuando un mago o bruja tiene la capacidad para ver hasta los pensamientos más profundos de las personas.
Antes había leído algo sobre eso, pero no había prestado tanta atención como debería, y por eso se regaño a sí mismo.
-El señor tenebroso me encargo enseñarte Legeremancia, Draco. Comenzaremos desde mañana mismo, o si quieres ahora.-Sonrió.
Tragó saliva, si ella se metía en sus pensamientos, vería sin duda los momentos que había vivido con Hermione, y se preguntaba si ahora mismo estaría viéndolos.
-Buenas noches, cariño.-Se despidió, y se alejó al fin del chico.
No se había percatado, de que estaba agitado, su respiración era entrecortada. No era posible que apenas saliera de una situación crítica cuando entraba rápidamente en otra.
El sonido que hizo el reloj al dar las 3 de la madrugada, provocó que diera un brinco. Cerró sus ojos.
El sueño se le había esfumado por completo.
(...)
Había estado estresado toda la noche, daba vueltas y vueltas en su cama, sin poder conciliar el sueño. En tan solo unas horas su tía descubriría todo lo que había pasado con Hermione, vería esos grandes momentos tan maravillosos que sólo le pertenecían a ellos dos, si ella se enteraba no sabría muy bien lo que pasaría, pero estaba cien por ciento seguro de que nada buena saldría de eso. Millones de cosas crueles había estado pensando en ese lapso de tiempo, que podría ser capaz de hacer su tía.
Vio la carta sobre su escritorio, no la había leído cuando se la dio Bellatrix, se levantó y fue a tomarla, para poder leerla, con la esperanza de que eso le diera tranquilidad.
¡Hey! ¿Como estas?
Tal vez mi carta te sorprenda y espero no te haya causado problemas, de verás.
Pero era necesario mandartela, porque te extraño más de lo que debería, estas vacaciones me han servido para aclarar mi mente y sólo te diré que te tengo una sorpresa para cuando te vea y sé que te agradara.
Deseo que estés teniendo unas buenas vacaciones a pesar de todo.
Te quiero. ❤
Atte: Bueno, ya sabes quién soy, hurón.
Por primera vez en el transcurso de las vacaciones, sonrió. Se había emocionado inconscientemente por lo que decía aquella carta, y ahora, no podía esperar para verla nuevamente.
Ese te quiero, le había dado vida, se sentía mejor, pero así de rápido como volvió la alegría, se le esfumó, pues tenía que evitar de cualquier manera que su tía le diera clases de Legeremancia. Sabía de la existencia de la Oclumancia, que era lo que evitaba que alguien viera tus pensamientos más profundos, pues cerraban tu mente para que nadie entrará, pero desgraciadamente no lo sabía aplicar, y dudaba mucho que en unas cuantas horas pudiera aprenderla.
Una idea vino a su cabeza, miro la hora en su reloj que tenía en la pared, faltaban 5 minutos para las siete de la mañana, y el cielo empezaba a aclararse. Podía ser que su madre ya estuviera despierta, esperaba que si, porque no quería despertarla, pero tenía que hacerlo.
Ella podía ayudarle a convencer a su tía de no darle esas clases, al menos no por ahora, tenía una esperanza sólida, existía una posibilidad.
Salió de su habitación y fue directo a la de Narcissa, dio dos toques en esta, esperando a que abriera, justo cuando iba a comprobar si no estaba asegurada, la puerta se abrió, dejando ver el rostro de su madre. Su semblante no era el mismo de siempre, su rostro lucia más pálido que de costumbre, y tenía ojeras, su mamá jamás había tenido ojeras, poseía un rostro algo cansado, y eso le dolió a Draco, ver a su madre de esa forma, era duro.
-Hijo, ¿estas bien?-Abrió por completo la puerta, para dejarlo entrar.
A pesar de que su madre estaba mal, no dejaba de preocuparse por él.
-Pues...
-¿Que sucede?
-Necesito hablar contigo sobre algo.-Dijo, entrando a la habitación.
-Te escuchó cariño.-Ella tomó asiento sobre su cama, invitando a Draco a hacer lo mismo.
-Verás, Bellatrix me dijo que iba a darme clases de Legeremancia hoy, bueno en unas cuantas horas. El problema es que no quiero que vea...-Su madre terminó la frase por él.
-Tu amistad con Granger.
Asintió como respuesta, hubo unos minutos de silencio, su madre parecía pensar.
-Puedo ayudarte, le diré a Bellatrix que Snape te dará clases, es un experto en la Legeremancia y Oclumancia, funcionará. Aunque, trataré de convencerlo para que primero te enseñe Oclumancia, es mejor.-Habló después de un rato.
-Gracias mamá.
-Hijo, lamentó mucho todo lo que estás pasando, no es justo y no deberías siquiera vivirlo.
No estaba preparado para que su madre hablará sobre ese tema, presentía que se desmoronaria nuevamente.
-Tampoco es justo que él te haya lanzado un crucius.-Soltó, con rencor.
-Estoy bien cariño, no te preocupes por eso. Deberías comenzar a ver como harás lo que el señor tenebroso te pidió.-Sintió la caricia de su madre sobre su rubio cabello.
-¿Estaremos así por un largo tiempo?-Preguntó.
-Espero que no hijo.
Sin embargo, sabía que eso no era verdad, sino una mentira disfrazada para hacerlo sentir mejor.
***
Pocos días faltaban para volver a Hogwarts, y justo en ese momento estaba en el callejón Diagon, siendo más específicos en la tienda de túnicas de Madame Malkin, pues tanto Harry como Hermione necesitaban hacer arreglos a sus uniformes, la chica estaba en un probador, viéndose al espejo por tercera vez, ya que había requerido ese número de arreglos para que por fin su túnica le quedará bien.
Cuando salió no visualizo a Harry cerca, tal vez seguiría en el probador, bajo las escaleras para decirle a Madame Malkin que le había quedado perfecta así como la había dejado, en el momento que pisó el último escalón, escuchó una voz que la hizo voltear de inmediato y localizar a aquel chico de cabello rubio, casi platicado.
-Mamá puedo hacer mis compras yo solo, no soy un niño. Deberías...
-Sigo siendo tu madre, y me dispuse a acompañarte, no pasa nada.
Con túnica en mano y mirada pérdida en él, perdió la cuenta de lo que llevaba mirándolo, tanto la madre como el mismo Draco no se habían percatado de la castaña, esta salió de su ensimismamiento debido a Ronald, que se acercó a ella.
-Hey, ¿que estas mirando?-Preguntó, para enseguida mirar hacia la misma dirección que seguían los ojos de la chica.-Es Malfoy.
El mencionado no tardó en verlos a ambos, pues se acercó dispuesto a verse en el espejo, ya que traía una túnica verde puesta, en la cual se veía bastante bien a decir verdad. Hermione se mordió el labio de forma inconsciente, luego los ojos grises de él miraron los de ella y los dos se perdieron un momento.
-Haganse a un lado, necesito verme en el espejo.-Habló, con su típico aire de superioridad y seguridad en él.
Hermione lo examinó, tenía ojeras, y su rostro se veía cansado, exhausto y podría decir que hasta triste. Como lo había supuesto, no debió de haberlo pasado bien en su casa.
Tampoco había recibido respuesta de su carta, se llevó un poco de decepción, pues pensaba que si le escribiría una respuesta, pero no fue así, de igual forma no pasaba nada, podía entenderlo, desde un inicio, ella no debió de haber mandado una carta.
Tanto Hermione y Ron decidieron alejarse un poco para darle espacio a Malfoy, este siguió con lo suyo, sin prestar demasiada atención al pelirrojo y castaña. Se moría de ganas de poder hablar con él, despegó su mirada del chico y miró a su madre que estaba aclarando algo sobre la túnica de su hijo con Madame Malkin, lucía más o menos igual a Draco.
Hizo una mueca de tristeza, al parecer los dos miembros de la familia Malfoy lo estaban pasando terrible.
Draco regresó de nuevo a un lado de su madre, enseguida, Madame Malkin comenzó a poner un par de alfileres en su túnica, pues necesitaba algunos arreglos, en ese momento bajo Harry ya con su túnica en mano, listo.
-Bien, vámonos.
En realidad, Hermione se sorprendió de que ninguno de los tres chicos hiciera un espectáculo ahí, por un instante, quiso que Malfoy la molestará, como acostumbraban hacerlo, pero al parecer al rubio no se le ocurrió hacerlo. Después de unos cinco minutos más, Narcissa y Draco salieron de la tienda, la castaña fue a pagar su túnica y Harry igual.
Debido a que ella fue la primera en ser atendida, salió discretamente de la tienda para tratar de localizar a Draco, esperaba que estuviera cerca, pero no pudo verlo por ningún lado, se desilusiono.
-¿Por qué no nos esperaste?-Cuestionó Harry, una vez Ron y él salieron de la tienda.
Dio un pequeñito brinco, pues no se esperaba a sus amigos llegar a un lado de ella. Pero actuó con naturalidad.
-Quería ver a donde se dirigía Malfoy, nada más.-Explicó, prefirió decir la verdad.
-De seguro fue a comprar sus cosas, no hay que tomarle tanta importancia.-Dijo Ron.
-Esta vez lo vi más apagado, ni siquiera nos molesto.-Fue Harry quien habló.
-También noté eso.-Concordo Hermione, quien interiormente estaba preocupada por el rubio.
-Puede ser porque estaba con su madre.-Argumentó Weasley, encogiendose de hombros.
-Lo dudo mucho.
Con eso último dicho por el azabache, los tres se dirigieron a la tienda recién abierta de los artilugios de bromas y demás, de los gemelos Weasley. Hermione quedó maravillada con todo lo que había en ese lugar, era magia verdaderamente increíble, y tenía que aceptar que todo era grandioso. Se encontraron a Ginny y la señora Weasley, y fueron hacia ellas.
Mientras que Ron y los gemelos hablaban con Ginny sobre su novio el cual había terminado hace poco, Hermione notaba que alguien no dejaba de mirarla, y era Cormac McLaggen, eso la comenzó a incomodar y prefirió acercarse un poco más a Ronald.
Lo único que esperaba era que dejará de mirarla, no se sentía para nada cómoda con su mirada fija en ella, lo miró de reojo y para su sorpresa vio que se iba acercando hacía donde estaba ella, quiso alejarse de ahí, pero era tarde.
-Hermione, hola. Que gusto encontrarnos.-El chico había llegado a su lado con una sonrisa simpática en su rostro.
-Hola.-Saludó, sonó un poco seca pero en realidad no quería hablar con él.
Se despegó un poco de Ron, para no estar tan junta con él.
-¿Como has estado?-Preguntó, amable.
-Eh... muy bien Cormac, gracias.
-Te ves muy linda hoy, ¿te lo habían dicho?-Oh no, estaba comenzando el coqueteo.
Era lo que quería evitar, para nada le atraía Cormac, pero tampoco quería ser grosera con él o herirlo de alguna forma.
-Gracias.
-¿Cormac?-Ese fue Ron, se había dado vuelta, y se involucró en la charla, lo cual Hermione agradeció.
-Weasley.-Dio un saludo con la cabeza y volteó a ver a Hermione de nuevo.-¿Vienes con él?
-Si.
-¿Por qué?-Preguntó Ron.
-Curiosidad.-Respondió sin más.
Se notaba un ápice de disgusto en el chico, y una mirada igual, pero inmediatamente la cambiaba cuando veía a Hermione.
-Te veré después, Hermione.-Se despidió con una sonrisa de oreja a oreja.
-Hasta luego, Cormac.
Él chico se alejó de ahí, y por fin la chica se sintió aliviada, soltó inconscientemente un pequeño suspiro, y recibió una mirada de confusión y tal vez de alteración por parte de su amigo pelirrojo.
-¿Qué?-Preguntó confundida.
-¿Te gusta McLaggen?-Le planteó una pregunta, parecía que no quería escuchar la respuesta.
-¿Por qué demonios siempre piensas que me gusta alguien? Primero es Malfoy, una locura absurda y luego Cormac, ¿en serio, Ron?-Lo miro un poco cansada, si dado fuera el remoto caso de que ella quisiera a McLaggen, ¿habia algún problema con eso? Aunque, jamás sucedería algo así para empezar.
-Yo sólo digo lo que parece.-Se encogió de hombros y cruzó sus brazos.
-Y si fuera ese el caso, que McLaggen me gustara, ¿tendrías algún problema?-Quería soltar esa pregunta, quería escuchar esa respuesta.
-Pues, no, pero... lo que quiero decir es que, bueno, no existiría problema pero, es decir, por favor es McLaggen, hay mejores.-Hermione se abstuvo de soltar una risita, pues Ron no había podido armar una frase coherente o sonar convincente, además había dicho decir dos veces.
-Tienes razón.-Se estaba divirtiendo con eso.-¿Que tal Malfoy entonces?
El rostro que puso Weasley no tenía comparación, inmediatamente Hermione estalló en carcajadas y más por el hecho de que era verdad, si tan solo supieran sus mejores amigos todos los secretos que guardaba...
-Hermione, con eso no se juega.-Dijo, muy serio para el gusto de la castaña.
-Vamos es broma. Hablamos de Malfoy, ¿recuerdas?
Ron no contestó nada y guardó silencio por unos minutos que fueron algo incómodos para Granger, pues el ambiente entre ellos dos había cambiado en ese instante.
-Lo que si sé, es que le gustas a Cormac.-Soltó el pelirrojo, dentro de un rato después.
Decidió no seguir esa plática, iba a acercarse con Ginny y la señora Weasley, pero alguien que se interesó más en ver paso por la calle que se podía apreciar por la larga ventana que había, ahora podía ver que usaba un traje totalmente negro y su cabello ya no lo dejaba caer de forma desordenada, ahora lo peinaba todo hacía un lado, para ser sincera, a Hermione le gustaba más con aquel aire despreocupado, que sus cabellos no tuvieran orden alguno.
-Lo invocamos.-No tardó Ron en darse cuenta de lo mismo que la castaña.
Pronto el pelirrojo llamo a Harry, quien insistió en seguir al rubio, usando la capa de invisibilidad, en la cual tenían que ir agachados, pues no los cubría por completo debido a la estatura que tenían, al principio Hermione no estaba del todo convencida de ir, pero la curiosidad la invadió completamente, quería saber que pasaba con Draco y porque no estaba con su madre.
Salieron del negocio de los gemelos y vieron que Draco se había perdido de vista, pronto lo localizaron al dar vuelta a la izquierda de la calle, y caminaba a paso rápido hacia el callejón nocturno. ¿Para qué iría ahí? Los tres lo siguieron.
Conforme entraban más al callejón, el lugar devoto de las Artes Oscuras, notaron que se encontraba completamente desierto, no había gente alrededor y eso sólo le produjo una mala sensación a Hermione.
-¡Está allí!-Susurró la chica cuando vio a Draco.
Habían llegado al único lugar al que su amigo Harry había visitado alguna vez en ese callejón, y era Borgin y Burkes, se especializaba por vender gran variedad de objetos siniestros. Y allí, a mitad de entre las cajas llenas de cráneos y viejas botellas estaba Draco Malfoy, de espaldas a ellos, quienes se habían escondido en una alta vitrina oscura que estaba cerca.
Malfoy hacia unos movimientos con los que se podía deducir que estaba charlando. El propietario era el señor Borgin, un hombre de pelo grasiento que estaba parado de frente al chico rubio, mostraba una curiosa expresión de resentimiento y miedo, todo mezclado.
-Si tan solo pudiéramos escuchar lo que dice.-Dijo Hermione.
-¡Podemos!-Se notó en la voz de Ron un poco de emoción.
De uno de los bolsillos de su pantalón, sacó unas orejas extensibles, sin duda una gran ayuda en ese momento, una vez las colocaron con cuidado cerca de donde se encontraba Draco, se dedicaron a escuchar con mucha atención, cada minucioso detalle.
-¿Sabes cómo arreglarlo?-Si, era su voz, la voz de Draco.
-Posiblemente.-Dijo Borgin, en un tono que sugirió que estaba poco dispuesto a comprometerse.-Tendré que verlo de todos modos, ¿por qué no lo dejas en el negocio?
-No puedo.-Respondió Malfoy.-Tiene que estar puesto. Sólo dime cómo.
Hermione vio cómo Borgin lamía sus labios nerviosamente, pero no podía ver ni descifrar de que estaban hablando y eso la estresaba.
-Bien, sin verlo, debo decir que es un trabajo muy difícil, quizás imposible. No puedo garantizar nada.
-¿No?-Dijo Malfoy, Granger sabía, por su tono, que Malfoy estaba burlándose.-Quizás esto te convenza.
Se movió hacia Borkin y se bloqueó la visión desde el gabinete. Harry, Ron y Hermione se movieron a un costado tratando de manterlo a la vista, pero todo lo que pudieron ver fue a Borgin con una mirada de pánico.
-No le digas a nadie, y habrá retribución. ¿Conoces a Fenrir Greyback? Es un amigo de la familia.
Pasará a visitarte pronto, para asegurarse de que le estás dedicando toda la atención a este problema.
-No habrá necesidad.
-Ya está decidido. Bien, mejor que me vaya. Y no olvides de mantenerlo a salvo, lo necesitaré.
-¿Quizás quieras llevarlo ahora?
-No, por supuesto que no, tu hombre estúpido y pequeño, ¿cómo llevaría eso por la calle? Solo abstente de
venderlo.-Ordenó Draco, y Hermione ante escuchar como llamo al señor se sorprendió, ¿desde cuando él insultaba así a las personas? Al menos ante los mayores, no era grosero.
-Por supuesto que no... señor.-Borgin hizo una reverencia algo exagerada.
-Ni una palabra a nadie, Borgin, y eso incluye a mi madre, ¿entendiste?-Dejó en claro, antes de irse.
-Naturalemente, naturalmente.-Murmuró Borgin, haciendo nuevamente una reverencia.
Un momento después, la campana de la puerta emitió un fuerte tintineo, cuando Malfoy abandonó el negocio con una mirada de estar satisfecho de sí mismo. Pasó tan cerca de Harry, Ron y Hermione, que sintieron que la capa aleteó por sobre sus rodillas. Dentro del negocio, Borgin había quedado congelado; su sonrisa se había desvanecido; se veía preocupado.
-¿Y qué era eso?-Susurró Ron, enrollando las Orejas Extensibles.
-No lo sé.-Dijo Harry, pensando.-Quería arreglar algo... y quería reservar algo allí... ¿Vieron qué selañó cuando dijo "ese"?
-No, estaba tras la vitrina.
Mientras ellos hablaban, a Hermione se le ocurrió una idea rápida para ver de que se trataba aquella cosa que Draco había dejado hace unos momentos en esa tienda.
-Ustedes dos permanezcan aquí.- Susurró Hermione.
-¿Qué vas a...?
Pero Hermione ya se había salido de la capa. Se miró su pelo por el reflejo del vidrio, y luego entró en el negocio, haciendo que la campanilla sonara nuevamente. Ron se precipitó a acercar las Orejas Extensibles bajo la puerta y pasó una de las cuerdas a Harry.
-Hola, horrible mañana, ¿verdad?-Comenzó a hablar Hermione radiante a Borgin, quien no respondió, pero encontró en él una mirada sospechosa.
Tarareando alegremente, Hermione se paseó entre el revoltijo de objetos en muestra, tratando de no ser obvia.
-¿Está este collar en venta?-Preguntó, pausándose al lado de una caja con el frente de vidrio.
-Si tienes mil quinientos Galeones.-Dijo el Señor Borgin fríamente.
-Oh, eh, no, no tengo tanto.-Hermione siguio caminando.-Y… ¿este tan amoroso cráneo?
-Dieciseis Galones.
-¿Está en venta entonces? No está… ¿encargado para alguien?-Fue donde cayo en la cuenta de que había arruinado su plan.
El Señor Borgin la miró con estrabismo. La chica tenía la desagradable sensación de que él sabía exactamente a qué iba específicamente.
-La cosa esa está encargada, estaba aquí hace un momento, Draco Malfoy, bien, es un amigo mío, y
quiero regalárselo para su cumpleaños, pero si ya ha reservado algo, obviamente no quiero darle lo mismo.-La mentira le salió convincente pero no del todo para el vendedor.
-Largo.
Eso era la última prueba que indicaba que el señor ya sabía más o menos a que iba Hermione, la alejó de su tienda y le cerró la puerta en sus narices. Soltó un gruñido, y tuvo que escuchar los comentarios de Ron que decían lo obvia que había sido por el resto del camino.
Pasaron los días y Harry no dejaba de insistir que Draco era un mortifago y que tenía la marca tenebrosa marcada ya en su brazo, eso comenzó a irritarle a Hermione y aunque no lo aceptara, le comenzaba a preocupar.
¿Sería cierto? Eso le daba escalofríos.
Al fin había llegado el día de volver a Hogwarts, y Hermione tenía una sonrisa en el rostro desde que había abierto los ojos. Lo que le provocaba tanta alegría e ilusión era poder ver a Draco nuevamente, se moría por hablar con él y ver en que estado se encontraba.
Con el equipaje listo, y una vez arriba en el tren, donde corresponde. Ella entró, y en ese instante tenía que ir junto con Ron al compartimento de prefectos, se olvidaba de eso. Aunque no quiso dejar a Harry solo, tenía que, la parte buena era que vería más rápido a Draco, por lo menos.
El pelirrojo y la castaña fueron los primeros en llegar, no le extrañaba, ambos tomaron asiento y Hermione se dedicó a leer un libro mientras Ron trataba de dormir, así paso el tiempo, y poco a poco los prefectos de otras casas hacían su aparición. Levantó su mirada y vio a Parkinson, al fin, vería a Malfoy, su mirada se iluminó sin quererlo.
Justo después de Parkinson, él entró. Hermione lo miró de reojo y evitó mostrar una sonrisa, ahí estaba al fin. Y lucía igual que en el callejón nocturno, con su traje negro y el mismo peinado.
Se sentó frente a ella y Pansy a su lado, nadie dijo palabra alguna, Hermione siguió leyendo su libro, impaciente por poder hablar con el rubio. A mitad de camino, los prefectos de Hufflepuff fueron a echar un vistazo por los corredores del tren.
-¿Quieres algo?-La pregunta de Ron la sacó de su lectura.
Vio el carrito de dulces que ya estaba cerca de su compartimento, la chica negó con la cabeza y compuso una sonrisa. Ron se encogió de hombros y se levantó para ir a comprar algo.
Ella se dispuso a echar un vistazo a Draco, tenía la mirada perdida, en algún punto de la ventana. En todo lo que llevaban de camino, no la había volteado a ver ni una sola vez y eso desconcertaba a la chica. Captó como la mano de Parkinson se acercó a la de Draco y trataba de rozarla, ¿en serio?
Él, gracias al cielo la alejó y las metió en sus bolsillos, recargo su cabeza en el asiento y cerró sus ojos. Hermione seguía notando su rostro cansado, ¿acaso le habría ido tan mal en su casa? Esperaba que no.
Al cabo de cinco minutos Ron regreso, y cuando llegó el turno de los Ravenclaw de ir a patrullar, Draco se levantó y salió del compartimento, sin decir nada, Parkinson parecía que quería pregúntale, pero al final no lo hizo y permaneció callada. Esa era su oportunidad, podía hablar con él.
Para que no se viera obvio, espero tres minutos, que le parecieron eternidades, cerró su libro y le dijo a Ron que iba al baño, abrió la puerta y salió. Pudo ver como Pansy le daba una mirada misteriosa y molesta, pero no le tomó importancia, en cuanto estuvo afuera se dirigió al baño, que era donde existían más posibilidades de encontrarse a Draco.
En el momento que ella llegó, él iba saliendo, no pudo evitar sonreir e ir corriendo hacia él. Rápidamente se abalanzó sobre el rubio, provocando que se tambaleara un poco hacía atrás. La primera reacción de Malfoy fue de completa sorpresa, que pudo haberse tomado como susto. Aún así, Hermione sintió los brazos del chico tomar su cintura.
-Wow, me has tomado desprevenido.-Fue el primero en decir algo, escuchar su voz fue el mejor de los obsequios.
-¿Que me queda decir? Eres muy lento.-Acercó su cabeza a su cuerpo para poder verlo a los ojos.
-¿Que haces aquí?-Preguntó, dejándola en el suelo.
-Quería verte, ¿tu a mi no?-Quiso tomar su mano, pero al instante Draco la alejó, y no se lo permitió.
Esa acción hizo crecer confusión en la chica.
-¿Sucede algo?-Sonó un poco preocupada.
-No.-Contestó.
-¿Seguro?-Insistió.
-Si, Hermione.
-¿Que tal tus vacaciones?-Quería divagar y obtener respuestas sinceras de aquel rubio, quien se estaba comportando algo misterioso.
-Hermione creo que no es momento de hablar, ¿si? Gracias al cielo no nos han visto, porque estamos en medio de los baños. Será en otro momento, ¿de acuerdo?
Sin decir o agregar más, el rubio se fue, pasando por su lado, sin mirarla o darle un beso en la frente que era mínimo lo que ella se esperaba. Dejo caer sus brazos, pues los había mantenido cruzados, y dio media vuelta para verlo.
Su voz había sonado muy distinta a lo que era habitual, y sus ojos estaban carentes de su brillo, eran fríos. No actuaba como ella creía que lo haría.
No quiso poner su mente a torturarse con explicaciones que tal vez no fueran ciertas, decidió regresar al compartimento con aquel sentimiento de desilusión al no haber recibido alguna caricia de parte del rubio, y sólo esperando encontrarle sentando en su lugar, pero se llevó la sorpresa de que no estaba ahí.
Draco aún no había vuelto, su asiento estaba vacío. Durante el resto del camino no hubo señal de él, y eso comenzó a angustiarle. Una vez el viaje en tren hubo terminado, todos salieron del compartimento, Ron y ella fueron los últimos. Hermione tomó su libro y salió después de Ron.
-¿Crees que Harry ya haya salido?
-Es lo más seguro, vámonos.-Ron comenzó a dirigirse a la salida.
Hermione giro su cabeza hacia la izquierda por pura inercia, y se encontró a Draco sentado en una de las áreas abiertas con sillones que había en el tren. Parecía pensar algo y su miraba estaba en la mesa, pero al instante la levantó, y los ojos grises de él se toparon con los de la chica.
Al escuchar el llamado de Ron, se movió y lo siguió por detrás, cortando las miradas, pero sin quitar un sentimiento de algo que no podía describir, y que no era considerablemente bueno.
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De acuerdo, se merecen sin duda alguna una explicación del porqué no he actualizado, pues este capítulo debió subirse al siguiente día del anterior.
Les ofrezco primero una disculpa, de todo corazón. No había podido terminar de completar el capítulo r diversas razones, una de ellas fue que estuve en exámenes y tenía que cumplir con proyectos, por ende, no tenía mucho tiempo para entrar en wattpad, y no había tenido la posibilidad de escribir. Otro fue que tenía un bloqueo de inspiración, y ustedes saben que no me gusta escribir cuando estoy así, porque si lo hago, se que me saldrá del asco y ustedes no se merecen algo así.
Espero y puedan comprenderme y al menos odiarme un poco menos. No saben lo mal que me he sentido por no poder cumplirles. :(
La ocasión que subí el capítulo, fue de nuevo, error de dedo, lo siento, fui tonta. :v
Espero que este capítulo les guste a pesar de la tardanza. No me queda más que agradecerles por su paciencia y apoyo incondicional, en serio lo aprecio bastante.
¡Gracias por leer! 🐍
Ale 💚🐍
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