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No, no ha vuelto. Pero cada día, a la misma hora, pasa por delante de la cafetería. No entra, simplemente se queda mirando un rato hacia dentro, y al cabo de escasos minutos se va.

Sin alterar su rostro.

Si pronunciar palabra.

Desesperándome más.

Repito:

Querido desconocido, te odio.

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