«7»
— Así que... ¿a donde irán? —preguntó John confundido.
— No sé —respondió Roger—. Melanie me agrada, quizás pueda ser su amigo.
— Ay cielo, eres demasiado inocente... —dijo Freddie colocando su mano en la cíen.
— ¿Por qué? Si me pidió salir es porque quiere ser mi amiga... ¿no? —preguntó el rubio bastante perplejo.
— No, tontito, es porque le gustas —respondió el azabache.
— Espera... ¿le gusto? —volvió a preguntar el de orbes azules cada vez más perplejo.
— Justamente —suspiró Freddie.
— Pero a mi me gusta Bri.
— Sabemos eso, pero ella no, querido —habló Freddie.
Roger estaba perplejo, no entendía bien el tema de las citas, él solo tenía planes de amistad con la castaña, nada más.
— ¿Y entonces qué hago? —preguntó tras un pequeño silencio.
— Déjale en claro tus intenciones —respondió el persa limándose las uñas.
— Pero eso va a lastimarla —reclamó el rubio haciendo un puchero.
— A veces hay que...
— Entonces puedes ser sutil y no darle falsas esperanzas —interrumpió John el mal consejo que Freddie iba a darle al chico—. Por ejemplo, si te toma la mano, sutilmente la corres.
Roger asintió.
— No quiero lastimarla, mi mamá me enseñó que no es bueno lastimar a las personas —dijo Roger—. Gracias, chicos.
— No hay de qué, querido —sonrió el persa—. Suerte.
— ¡Gracias!
Roger salió de la escuela en dirección a su casa para dejar su mochila.
Al llegar, saludó a su madre y subió las escaleras en dirección a su habitación, allí dejó sus cosas.
Luego bajó a la cocina y sacó un paquete de galletas para llevar, acto seguido, fue a despedirse de su madre, quien se extrañó, puesto que su hijo no tendía a salir.
— ¿A dónde vas, Roggie? —preguntó tras que el rubio besara su mejilla como medio de despido.
— Voy a salir con Melanie, la prima de Brian —respondió.
— ¿Pero... no que te gusta...? —preguntó la mujer, quien estaba enterada de todo.
— Sí, pero solo saldré como su amigo —el chico se encogió de hombros.
— Está bien, mi amor —respondió su madre y volvió a despedirse de él —. Que te vaya bien, cuídate ¿si?
Roger asintió dándole un último abrazo y salió por la puerta principal cerrándola tras él.
Caminó unas cuadras hasta llegar a la casa de Melanie, esta misma le abrió y se fueron.
— ¿A dónde vamos? —preguntó Roger inclinando ligeramente la cabeza.
— Al parque —respondió la chica—. Ven, vamos.
Caminaron mientras conversaban animadamente. A Roger le agradaba Melanie, pero solo eso, no sentía ningún tipo de atracción por la chica.
Melanie, por su parte, comenzaba a darse cuenta que Roger solo le atraía físicamente y que le caía bien, nada más.
Así que siguió la salida con tono amistoso.
Estuvieron unas horas conversando y comiendo las galletas que Roger había traído, para luego decidirse por volver a casa.
Roger fue a dejarla, quedándose un corto rato en la residencia, puesto que lo habían invitado a pasar, y luego siguió solo caminando hasta su casa.
Su dorada cabellera brillaba ante la luz de los faroles bajo la oscura noche otoñal cercana a invierno.
Finalmente llegó a su casa y entró.
— Roger, ¿dónde estabas? —preguntó su padre al verlo entrar mientras mantenía los brazos cruzados y el ceño fruncido.
— En el parque, con una amiga —respondió el chico—. ¿Cómo te fue en el trabajo, papi?
— No me digas así cuando estoy molesto contigo —respondió su padre aún con el mismo semblante mientras Roger comenzaba a asustarse—. ¿Sabes qué hora es?
— Las nueve y media —respondió Roger por lo bajo.
— Justamente —dijo el padre—. Sabes que cuando sales no puedes hacerlo sin mi permiso y mucho menos volver después de las ocho.
— M-Mamá me dio permiso —musitó el rubio cabizbajo.
— Me importa un rábano lo que diga tu madre—respondió el hombre—. Reglas son reglas, Roger.
— Sí, papá —musitó.
— Ahora sube —dijo.
— P-Pero quiero saludar a mamá.
— ¡Que subas! —gritó para luego tomarlo de la chaqueta y empujarlo hacia las escaleras.
Roger cayó al suelo comenzando a llorar, pero el hombre lo tomó del cabello y le susurró:
— No creas que voy a dejar que hagas lo que quieras.
— ¡Michael, ya para! —gritó la madre del rubio entrando a la habitación.
— Es mí hijo, yo decido cómo educarlo —respondió, levantando la mano para abofetear al chico, mas la mujer se interpuso y el golpe le llegó a ella.
— Eres un monstruo —masculló Roger viendo como su madre se encontraba botada en el suelo y comenzaba a llorar.
El chico se le acercó mientras el hombre seguía parado.
— Seré un monstruo, pero este monstruo tiene que educar a un idiota.
Acto seguido se retiró.
— Mamá, mami ¿estás bien? —preguntó Roger rápidamente mientras ayudaba a su madre a sentarse en el suelo y le secaba los ojos.
— Sí, Roggie, estoy bien —respondió ella sonriendo un poco—. ¿Y tú?
— Estoy bien.
— Perdón por no sacarlo de la casa, hijo... —se disculpó Winifred a tiempo que seguía llorando—. No alcanza solo con mi salario para pagar las cosas de la casa y el hospital de Clare... desde que todo ocurrió, tu padre...
— No te preocupes por eso, mami... —dijo Roger—. Buscaré yo un trabajo y cumpliré las reglas de papá...
— No, mi niño... no puedes trabajar tú... es algo por lo que nosotros los adultos debemos velar.
— P-Pero...
— No te preocupes, Roggie... solo subamos, ¿sí?
(...)
— ¿Entonces ya no te gusta Roger? —preguntó Brian estupefacto.
— No, me di cuenta que solo lo encontraba lindo —respondió la chica simplemente—. Aunque me gustaría ser su amiga, es agradable.
— De seguro logras serlo, Rog es bastante sociable —comentó Brian.
— Así lo noto —sonrió la castaña—. ¿Cómo cuanto tiene? ¿Mi edad? ¿14?
— No, tiene 16 —respondió Brian—. Igual que yo, igual que Freddie, igual que John.
— Ah... pensé que era menor —comentó la chica.
— Yo también, pero tiene 16.
— Se nota que es muy feliz —dijo la chica—. Debe ser genial ser como tú quieras y que no te importe la opinión del resto.
— Sí —respondió Brian.
No estaba seguro de por qué no quería contar lo que Roger le había contado.
Simplemente lo consideró como algo que el rubio debía contar si él quería hacerlo.
Roger se había abierto con él, y no podía traicionar aquella confianza.
— En fin, ¿quieres ayuda con Freddie?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top