«47»
— Roggie, despierta —lo movió suavemente.
— ¿¡Ah!? ¿¡Qué!? —preguntó exaltado despertándose.
— Te quedaste dormido —explicó Brian—. ¿Dormiste algo?
— Sí —se restregó un ojo enderezándose—. Dormí genial...
— ¿Cuánto dormiste?
— Dos horas... —respondió tras un bostezo—. Pero fueron geniales...
— ¿Dos horas? —se inquietó el mayor—. Bebé, tienes que dormir más.
— No... estoy bien durmiendo esa cantidad —volvió a acomodarse sobre la mesa y a cerrar los ojos.
— Dormir poco hace mal —repuso acariciando su cabello—. Y si duermes en los almuerzos no podrás comer nada.
— No tengo hambre —musitó Roger medio dormido. Brian levantó su rostro e hizo que lo mirara a los ojos.
— Prométeme que empezarás a dormir más —pidió.
— No puedo, Bri... no me alcanza el tiempo —repuso—. Empecé a estudiar demasiado tarde...
— Mi amor, quedan tres meses para esos exámenes.
— Dos y medio —repuso Roger tomando un poco de agua para despabilarse—. Solo será un tiempo más, los fines de semana los aprovecho al máximo y duermo un poco más —dijo.
— Cuánto.
— Depende...
Brian suspiró.
— Roger, tienes que dejar de forzarte tanto —dijo—. Tienes unas ojeras enormes y se te cierran los ojos solos.
— Claro que no... —se pasó las manos por el rostro como tratando de hacer que desaparecieran.
— Claro que sí, ahora yo mismo vendré hoy a tu casa y me aseguraré de que duermas —dijo—. A una hora decente.
— ¿Cuánto es eso? —preguntó.
— Con que te duermas a las once o a las diez y media estarás bien —dijo.
— ¿Qué? ¡Pero no me alcanzará el tiempo para estudiar! —exclamó.
— Lo siento, Rog, pero deberás dormirte temprano aunque sea tres veces a la semana.
— Llevo un mes así y estoy bien —dijo Roger—. Deveras, estoy bien.
— Rog...
— En serio... —suspiró—. ¿No quieres que estemos juntos en Oxford? Que paseemos por el campus... de la mano, que nos besemos en las pérgolas...
— Sí, pero...
— ¿Pero?
— No quiero que te dé un colapso nervioso antes —dijo—. Vas a quedar, eres un chico muy inteligente y responsable, ¿por qué no quedarías?
— No sé... porque siempre que pienso que algo va a salirme bien, me sale mal —dijo.
— Hey, yo no salí mal —repuso y Roger sonrió.
— Tú saliste fantástico —dijo y besó sus labios de forma corta—. Pero aún así me da miedo...
— No lo tengas —dijo—. Quedarás en Oxford y podremos estar juntos. Además te preocupas solo porque tú no puedas entrar, ¿quién dice que yo tengo el puesto asegurado?
— Tus calificaciones —respondió.
— Las tuyas también son buenas —dijo—. ¿Qué promedio tienes?
— noventa y siete...
— ¿Y te preocupas? ¡Rog, eres un genio!
— Claro que no... —dijo con las mejillas rosadas—. ¿Tú?
— Noventa y ocho o noventa y nueve —respondió—. Solo es una décima.
— Pero igual...
— Rog, vas a quedar, ¿sí? Solo mentalízate en estudiar de forma normal, concentrarte y dar lo mejor de ti durante el examen.
Roger asintió. Sabía que a fin de cuentas Brian tenía razón, ya no daba mucho más abasto sin dormir y su cuerpo lo tenía claro.
— Oye... —dijo tras un rato.
— ¿Qué sucede? —preguntó Brian.
— Yo... —suspiró—. Nunca te pedí perdón.
— ¿Por qué?
— No sé... ¿recuerdas cuando nos pusimos en la buena el mes pasado? —preguntó y Brian asintió—. Yo... siento que aminoré si sufriste el año pasado o no y... no creo que deba comparar lo que ambos vivimos. Yo... no puedo asegurar si no sufriste, a fin de cuentas no estaba tu familia, tus amigos...
— Tú —dijo Brian—. Eras a quien más extrañaba.
Roger sonrió.
— Por lo mismo, fue estúpido de mi parte decir eso... solamente intentaste ser romántico y como estaba molesto terminé arruinándolo, como siempre.
— Roggie...
— Que yo la haya pasado mal no significa que tú no —concluyó—. Así que... te pido perdón por eso... de verdad.
— No es problema, mi amor —sonrió Brian y tomó su mano—. Todos cometemos errores.
— Gracias... es que... estaba tan molesto que simplemente actué como imbécil, y...
— Ambos actuamos como imbéciles —repuso—. Pero ahora eso ya pasó y lo importante es que estamos bien.
Roger asintió agradecido y le dedicó una cálida sonrisa.
— Oye, ya no llevas puesto los lentes —observó.
— Oh, sí, mi mamá me llevó al oculista ayer —dijo—. Tuve que pedir permiso en el trabajo para llegar más tarde... la cosa es que el oculista dijo que mi vista ya estaba mejor y que ya no tenía que usarlos.
— Genial —sonrió Brian—. De todas formas me encantaba tu look con lentes, te veías adorable.
— N-No me veía adorable... —dijo con cierto sonrojo y colocándose el mechón corto tras la oreja.
— Sí, y ahora sigues viéndote adorable —se inclinó y le dio un beso corto—. Dígame señor Taylor, ¿cómo se siente ser tan adorable?
— No soy adorable —reiteró sin quitar el tono rojizo de sus mejillas.
— Sí lo es, señor Taylor, ¿la gente le hace sentir bien? ¿Su novio que lo ama muchísimo es bueno con usted?
— Es el mejor —sonrió y en ese momento sonó el timbre para volver a clases, por lo que Roger se levantó.
— ¡Señor Taylor, espere señor Taylor! ¡No ha terminado la entrevista! —exclamó Brian y salió tras él hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para abrazarlo desde atrás por la cintura—. ¿Ama a su novio, señor Taylor?
— Lo amo con todo mi ser —respondió y besó sus labios—. Pero ahora debo ir a clases.
— Señor Taylor, ¿no podemos continuar esta entrevista después?
— No, porque quiero a mi novio de vuelta —rió un poco.
— Pero señor Taylor, esta entrevista es fundamental para la revista... eh... —miró a su alrededor para buscar un nombre— basurero de casillero.
— ¿Qué? —rió Roger nuevamente.
— La revista más importante de Londres —dijo—. Estamos haciendo una columna de los chicos más bonitos del país.
— ¿Cómo se te ocurre tanta cosa? —preguntó Roger sin dejar de reír.
— No lo sé, señor Taylor, me aburro mucho a veces —dijo y besó su mejilla—. Bien, vamos a clases, señor Taylor.
Caminaron de la mano al salón, la última clase del día y los alumnos volverían a sus casas. Bueno, Roger iría a trabajar, pero el resto al lugar ya indicado.
(...)
— Claro, Roger, nos vemos.
— Adiós, Stuart.
Salió de la cafetería y sacó su celular para poder hablarle a Brian, sin embargo chocó con alguien.
— Oh, lo siento muchísimo... —se agachó a recogerlo y se asustó cuando una mano se posó sobre la suya, miró para ver quién era—. ¡Brian!
— Te dije que vendría, bebé —sonrió y una vez que Roger recogió el celular, lo ayudó a levantarse—. ¿Cómo te fue hoy?
— Genial —sonrió y lo abrazó—. Te eché de menos.
— Yo también, mi vida —lo abrazó devuelta y besó su cabeza—. Bien, lamento haber llegado tarde, te había dicho que iba a asegurarme que durmieras y eso haré. Tu papá volvió a salir, ¿no?
— Sí, su vuelo de vuelta es la próxima semana —respondió—. ¿Por?
— Porque te tengo una sorpresa en mi casa —dijo.
— ¿Una sorpresa? —preguntó Roger con los ojos iluminados—. ¿Qué tipo de sorpresa?
— Ya verás —sonrió—. Solo ten paciencia.
— Pero...
— ¿Serás mi bebé paciente?
— ¿Qué? —rió.
— Solo respóndeme —lo tomó por la cintura.
— Bueno, está bien —accedió sonriendo y abrazándolo por el cuello.
— Estupendo, ahora bésame —pidió, Roger sonrió y obedeció.
Caminaron hacia la casa del rizado, como siempre, de la mano, hasta que llegaron.
Brian abrió la puerta y lo dejó pasar. Todo parecía en orden, Roger saludó a los padres de Brian y este último le indicó que salieran al patio. Fueron y subieron a la casa del árbol. Roger sonrió con los ojos iluminados al ver lo que trataba.
Habían fotos de ellos pegadas por las paredes, Brian había hecho un pastel y puso sacos de dormir en el suelo, sobre un colchón inflable. También habían algunos libros sobre una mesa, junto con un estuche y una tableta.
— Bri... está... está hermoso —dijo sentándose sobre el colchón inflable, Brian le sonrió.
— Es lo menos que podía hacer por ti, bebé —dijo—. ¿Te sirvo pastel? Es de chocolate con crema y frambuesa.
— Siempre recuerdas que es mi sabor favorito —sonrió.
— Por supuesto que sí —lo abrazó por los hombros—. También traje tus libros, por si quieres estudiar.
Roger lo miró.
— No, no voy a estudiar hoy —dijo apoyando la cabeza en su hombro—. Voy a estar contigo. Un día menos no me hará daño.
— Está bien, bonito —respondió Brian besando su cabeza—. ¿Quieres ver una película?
— Claro —respondió.
Brian sacó la tableta y la desbloqueó para buscar una película.
— ¿Cuál quieres ver?
— Hm... no sé. Elige tú.
— ¿Quieres ver cars?
— No —rió—. Ya superé esa etapa.
— Entonces... suframos un poco, veamos la razón de estar contigo.
— ¿Por qué quieres que sufra, Brian? —preguntó Roger reprimiendo una risa—. Quieres verme sufrir, ¿no es así? ¡Qué malo!
— No, bebé, lo contrario —dijo—. Bueno, si no quieres verla... veamos Megalodón.
— ¿Y si vemos Anabelle tres? —propuso Roger con los ojos brillantes.
— No vas a poder dormir si la ves y quiero que duermas —repuso.
— Hm... si me abrazas podré dormir —repuso.
— Ah usted es todo un estratega, señor Taylor —dijo Brian, Roger volvió a reír—. En ese caso, está bien, veamos esa.
Comenzaron a ver la película comiendo el pastel que Brian había hecho, ambos se habían puesto sobre el colchón inflable con los sacos de dormir tapándolos. Brian hizo que estos pareciesen una carpa, y ambos estaban dentro. A medida que Roger se asustaba, Brian lo abrazaba y viceversa. Estaban contentos con la compañía del otro, definitivamente.
La película terminó y Roger se sentó.
— ¿Te gustó? —preguntó Brian mirándolo sin levantarse todavía.
— Oh sí, estuvo genial —respondió—. Aunque me gustó más la primera.
— Sí —concordó Brian—. Las secuelas siempre son malas.
— No estoy diciendo que haya sido mala —dijo—. Solo digo que era mejor la primera.
— Ya veo —respondió Brian.
— Ahora temo que alguien me mate mientras duermo —dijo el rubio y el de rizos rió.
— Te dije que iba a asustarte.
— ¡No me asusté, en serio! —exclamó Roger rápidamente.
— Sí, seguro —dijo Brian sentándose frente a él—. Por eso gritaste cada cinco minutos.
— No estaba gritando —se cruzó de brazos.
— ¿Ah no?
— Estaba... tosiendo —corrigió—. Estornudando.
Brian no le creyó y le hizo cosquillas en la nariz con el fin que estornudara. Lo logró.
— Aw... qué lindo como estornudas —dijo.
— ¡N-No estornudo lindo! —exclamó con las mejillas rojas de vergüenza.
— Sí, sí lo haces —rió acercándose un poco—. Estornudas como un gatito.
— C-Claro que no... —tartamudeó.
— Sí, lo haces —lo besó tomándolo por la cintura y él correspondió apoyando ambas manos en el suelo, que a fin de cuentas era el colchón inflable.
— ¿Qué hora es...? —preguntó Brian separándose.
— No sé, bésame —repuso tomando su rostro suavemente.
— Hey, en serio —dijo—. Prometí que iba a ayudarte a dormir —dijo sacando su celular para ver la hora—. Diablos, son más de las once, ya, a dormir.
— Vamos, Bri, no tengo sueño —repuso acercándose de rodillas y tomando su rostro con ambas manos para luego besarlo—. Quédate un rato conmigo.
— Te hará mal —dijo y dulcemente lo acostó sobre el colchón y lo tapó con el saco de dormir que ya había dejado de ser una carpa—. Duerme, mi amor.
— No tengo sueño... dijo bostezando.
— Yo diría que sí —sonrió y se acostó a su lado tapándose también con el otro saco de dormir.
— Hm... no digas nada... —murmuró acomodándose sobre la almohada. Brian sonrió y lo abrazó.
— Duerme bien, bebé —dijo posando sus labios sobre su cabeza. El contrario sonrió y sin darse cuenta terminó cayendo en brazos de Morfeo.
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