«46»
— ¡Me respondió!
Casi se cayó de la cama y se apresuró en abrir el mensaje. Entró al contacto que tenía de nombre "Roggie" y leyó lo que decía.
Por fin quería hablar tras cuatro días de no haber cruzado ni media palabra. Por la hora, supuso que Roger acababa de salir del trabajo. Quería verlo en su casa a las nueve y media. Su padre no estaría por un viaje de negocios. Agradeció.
Media hora más. Comenzó a prepararse, se peinó —pensó en lavarse el cabello, pero desechó la idea al percatarse que tardaría demasiado secándoselo—, se lavó los dientes, se cambió de ropa y salió de su casa en dirección a la de Roger. Compró una fina rosa blanca. Esperó que todo saliera bien.
Llegó cuando según su reloj, quedaba un minuto para la hora acordada, así que esperó tras la puerta, y cuando iba a tocar, Roger abrió.
— Hola —saludó nervioso.
— Hola —respondió Roger—. Quieres... ¿quieres pasar?
Brian asintió y el rubio le dejó un espacio para que entrara. Lo hizo.
Roger tomó asiento en el sillón de la sala de estar, Brian se sentó a su lado.
— Bueno...
— Perdóname —se apresuró en decir el mayor tomando su mano y apretándola ligeramente.
Roger miró al suelo.
— Yo... fui un imbécil —siguió—. No debí hacer lo que hice, yo... me puse celoso por nada.
— Lo hiciste —concordó Roger.
— Mira, Rog... te juro que si me pongo celoso... es porque te amo, y...
— Esa es la típica excusa —interrumpió Roger soltándose del agarre de manos de Brian—. Dirás lo mismo después.
— No, Rog, yo... —suspiró—. Fui un imbécil y tienes razón, nada lo justifica. Lo peor fue que no solo armé un drama innecesario, si no que también te ignoré todo el otro día y... te hice sentir mal.
Roger no respondió, solo desvió la mirada.
— No seguiré comportándome así —dijo—. No me permitiré arruinar la relación por unos estúpidos celos... yo... te amo demasiado como para eso. No quiero dejarte. No puedo, ni te imaginas el infierno que fue el año pasado y lo que fueron estos dos días sin ti.
— Sí, Brian, tú viviste un infierno el año pasado —masculló Roger.
— No quise decir eso, yo...
— No importa, no quiero seguir discutiendo y enfadándome —dijo.
— El punto... es que no sé cómo terminará esto —dijo—. Honestamente no lo sé. Pero algo sí sé, que actualmente te amo más que a nadie, que nunca había amado a alguien de la forma en la que te amo a ti... que eres lo mejor que tengo.
Roger lo miró a los ojos, Brian entrelazó sus dedos también mirándolo a los ojos.
— Todas las parejas discuten —siguió—. Y... espero que no lo hagamos más, pero sé que lamentablemente no será así, pero...
— ¿Pero? —susurró Roger.
— Pero puedo intentar lo más que pueda para evitar que sea recurrente y que se convierta en nuestra bomba —se acercó a su rostro.
Roger bajó la mirada.
— ¿Y cómo sé que no estás mintiendo?
— Porque... —suspiró—. Porque yo no te mentiría.
— Y yo tampoco —dijo—. Pero aún así no confiaste en mí.
Esta vez fue Brian quien evitó el contacto con los ojos azules que tenía en frente.
— Yo... no quise hacerte sentir eso.
— Lo hiciste.
— Sí confío en ti —aseguró.
— ¿Y en ese caso por qué actuaste así?
— Yo... no sé —suspiró—. Solo soy un tipo celoso.
— Eso lo dijo John Lennon —dijo Roger arrugando el entrecejo y enarcando una ceja.
— Lo sé —se inclinó a besarlo, pero Roger apartó el rostro.
— ¿Cómo sé que no volverás a hacerlo?
— Yo... te prometo que confiaré en ti —respondió Brian a su pregunta—. Y sé que dirás que muchas veces las promesas no se cumplen, pero... haré un esfuerzo. De verdad.
Roger miró al suelo y luego lo miró a él. Esta vez fue el primero quien comenzó acercarse.
— ¿Fue verdad lo que dijiste? —susurró a una distancia sumamente corta ente sus labios, al punto que estos se rozaban entre sí.
— Cada maldita palabra lo fue —respondió el mayor en otro susurro disponiéndose a romper la corta distancia entre sus rostros y formando un cálido y apasionado beso que ambos necesitaban.
Sus labios se movían al mismo ritmo, casi sin despegarse, solo haciéndolo en pocas y cortas ocasiones para lograr respirar, Roger pasó las manos tras su cuello y Brian las colocó en su cintura. Deseaban que aquel beso fuera eterno. Que fuera un eviterno, que durara por siempre y que perdurara así para no acabar. La sensación de tener los labios amados era simplemente mágica. Ideal. Como un sueño o una fantasía, como un paraíso donde la alegría es la única capaz de reinar.
Finalmente se separaron por una falta de aire que fue mayor que las anteriores, sin embargo, Brian lo abrazó y besó reiteradas veces su rubia cabeza, lo cual al receptor de estos besos lo hizo sonreír.
— I didn't mean to hurt you... I'm sorry that I made you cry. Oh my I didn't want to hurt you... I'm just a jealous guy... —le cantó el mayor mientras acariciaba su cabello sin soltarlo.
Roger sonrió. Amaba la voz de Brian. Amaba el olor de Brian. Amaba el calor que Brian le proporcionaba. Amaba los ojos de Brian. Amaba los labios de Brian. Amaba el carácter de Brian.
Simplemente amaba a Brian. Con todo su corazón.
Y Brian lo amaba a él. Sus ojos, su personalidad, sus labios, lo que lo hacía sentir. Todo.
¿Cómo todo parece tan fácil al estar con la persona amada? ¿Cómo podemos ser tan ingenuos respecto a nuestro alrededor? ¿Tan inocentes? Simplemente el amor es capaz de cegar, otras veces de enmudecer, otras incluso de matar. Sin dudas el Amor es un sentimiento extraño, muchas veces malvado y veleidoso. Pero a la vez hermoso, cálido y confortante. Extraño, ¿no?
— ¿Vas a estudiar? —le preguntó Brian.
— Hm... no, hoy no —contestó—. Estaré un rato con mi novio, recuperando los besos que no pude darle en este tiempo.
— Me parece perfecto —sonrió el mayor y lo tomó por la cintura para luego besarlo.
(...)
— Y... quiero un late con tres de azúcar —terminó de pedir.
— Claro, su orden estará lista en un rato, puede ir a tomar asiento —dijo Roger sonriendo.
El hombre fue a sentarse y Roger siguió trabajando, pronto notó como una voz conocida y amada lo saludaba.
— Hola, bebé —saludó Brian.
— Hola, Brimi —respondió él sonriendo—. ¿Vas a pedir?
— Justamente —respondió—. Quiero un café con dos de azúcar —pidió y Roger comenzó a anotar—. Ah, y un beso.
Sonrió.
— ¿Quiere el segundo pedido ahora? —dijo acercándose con una sonrisa dibujada en el rostro.
— Ahora y siempre —respondió.
Roger lo besó y tras separarse le dijo que se sentara y le entregaría el pedido. Brian obedeció.
— Señor Taylor, ¿podemos hablar? —lo llamó el gerente. Él asintió y se dirigió a su oficina—. Tome asiento.
Roger obedeció.
— ¿Qué sucede? —preguntó.
— Bueno, hemos estado recibiendo... ciertas quejas respecto a cómo usted se relaciona con su novio en el ambiente laboral —dijo—. A muchos no les parece.
— Oh... entiendo...
— Solo no esté besándolo todo el tiempo —dijo—. Lo que le pido es que lo realice en su descanso.
A Roger le pareció razonable. A fin de cuentas comprendía que era incómodo para los demás ver a una pareja besándose mientras uno de ellos está trabajando. Así que se disculpó por causar molestias y volvió a trabajar.
Le llevó el pedido a Brian y le explicó lo sucedido.
— ¿Entonces no puedo besarte? —preguntó con cierto aire de decepción.
— No... lo siento mucho, Bri —respondió con el mismo aire—. Bueno...
— ¿Bueno qué?
— Siempre puedo salir un poco... ya sabes, a la zona exterior...
— Roger, ¿no te meterías en problemas por eso? —dijo el mayor arqueando una ceja.
— Bueno, sí, pero... no quiero no poder estar contigo —repuso.
— Sí puedes estar conmigo cuando hago pedidos y cosas así —repuso—. Solo no podemos besarnos.
— Pero me gusta besarte —hizo un puchero.
— Lo sé, bebé, y a mi también me gusta, pero lamentablemente te riñeron por eso.
Roger chasqueó la lengua con cierta frustración.
— ¿No podrías acompañarme después del trabajo a veces? O antes... cuando puedas —habló rápidamente—. Así podemos ir caminando juntos...
— Claro que sí, mi amor —sonrió el mayor.
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