«43»
El director había cumplido su palabra y tanto Roger como Marty estaban tratando la situación con el orientador escolar.
Este último se dedicaba a entrevistarlos y a anotar lo que considerara relevante, como cuando Marty dijo "se cree la gran cosa por ser lindo", o Roger masculló que ya tenía suficiente con lidiar con su padre como que también Marty lo molestara en la escuela.
El poema de Roger también ayudó. El director planeaba denunciar al padre de Roger y a Marty a la fiscalía. Quizás pudiesen sacarlo del infierno que vivía y aquello era lo que deseaban. Una orden de alejamiento parecía ser la mejor opción.
Mientras, Roger y Brian habían comenzado a estudiar para los exámenes que rendirían a fin de año para entrar a la universidad. Roger estaba sumamente preocupado, quedándose estudiando hasta altas horas de la noche. Brian también estudiaba mucho, pero no al nivel del rubio.
— ¿Por qué tanta desesperación con los exámenes finales? —le preguntó mientras revisaba su libro de historia nuevamente.
— Para asegurarme que me iré de la porquería a la que llamo hogar —respondió el rubio sin despegar la vista del suyo—. Oxford es mi única salida, y además es una oportunidad de estar contigo, así que... necesito quedar.
— Quedarás —aseguró el mayor—. Créeme que tu esfuerzo será premiado, pero... ¿No estás exigiéndote mucho? Ni siquiera estás durmiendo...
— Estoy bien —aseguró Roger—. Solo... solo un poco nervioso. Pero no te preocupes, Brimi, estudiaré lo que sea necesario para quedar en Oxford y estaremos juntos.
— Hacía tiempo no me decías Brimi —sonrió el mayor.
— Bueno, quise retomar el apodo —admitió Roger con las mejillas rosadas—. Te queda lindo...
— Y a ti te quedan lindos mis labios besándote —se inclinó y lo besó en los labios con un amor que Roger fue capaz de sentir.
Una pequeña seguidilla de besos y caricias en el cabello se hizo presente, el mayor besaba su rostro y labios repetidamente haciéndolo sonreír, sonrojar y corresponder. Roger no se quedó atrás y Brian logró admirarse con esos labios y esos ojos que tanto le fascinaban.
— Ya, mi amor, tengo que seguir estudiando —sonrió el menor mientras Brian seguía repartiendo besos en su rostro.
— Oh... qué pesado... —comentó el mayor con un puchero fingido. Roger colocó sus manos tras su cuello abrazándolo y besó su nariz suavemente.
— Te prometo compensártelo con muchos besos y abrazos —dijo.
— ¿Muchos? —lo tomó por la cintura.
— Muchos —aseguró y volvió a besarle—. Solo déjame estudiar un rato más, ¿sí?
— Hm... no, quédate conmigo —lo abrazó normalmente atrayéndolo a él y colocando la rubia cabeza apoyada en su pecho para acariciarle el cabello y besar su cabeza.
Roger no evitaba sonreír.
— Vamos, Brimi... tengo que estudiar —insistió cerrando los ojos y correspondiendo sin ser capaz de evitarlo.
— Tienes que besarme —repuso.
— Sí, y lo haré cuando termine —prometió—. Por favor...
— Bien —accedió el mayor y besó su mejilla—. Sigamos.
— Gracias —sonrió.
Siguieron estudiando en casa de Brian. Las horas pasaban y pasaban sin detenerse.
— Iré a traer café —dijo Brian poniéndose de pie y restregándose un ojo—. ¿Qué hora es?
— Eh... las cuatro y media —respondió Roger viendo el reloj de su celular.
— ¿Y si dormimos un poco y seguimos mañana? —propuso Brian—. Ya es tarde...
— Está bien, ve tú, yo te alcanzo en un rato —respondió Roger sin despegar la vista del libro.
— Rog, necesitas descansar.
— Necesito estudiar. Y entrar a Oxford, y para eso tengo que estudiar.
Brian suspiró.
— Está bien, te traeré un pijama que me queda pequeño para que uses —dijo y subió las escaleras.
Fue directamente a su cajón de ropa para dormir y rebuscó un rato hasta encontrar un pijama lo suficientemente pequeño como para que a Roger le quedase.
Bajó las escaleras nuevamente y sonrió negando al ver a Roger plácidamente dormido con el rostro sobre el libro abierto que se encontraba encima de la mesa.
— Sigues siendo un bebé —dijo sonriendo y con cuidado lo tomó en brazos afirmando con un brazo sus piernas y con otro su espalda superior.
Subió las escaleras con cuidado y abrió como pudo la cama, le sacó los zapatos, lo acostó y lo tapó. Finalmente besó su mejilla y una sonrisa iluminó el rostro dormido del chico.
Despertó cuando el sol ya había salido. Podía notar como unos rayos de luz se filtraban por las cortinas y comenzó a fijarse en el lugar por el que se encontraba. No era su habitación y se asustó un poco, pero mientras comenzaba a despertar totalmente, reconoció la habitación de Brian.
Con los ojos como platos, miró al lado, pero no encontró a nadie y suspiró un poco aliviado, ¿se había emborrachado? Pero nunca había consumido alcohol, ni siquiera para su cumpleaños.
Pronto, mientras comenzaba a intentar recordar la noche anterior, Brian entró con una bandeja en las manos. Un sándwich y un jugo de frambuesa estaban sobre el objeto. Del pan salía un agradable olor, por lo que Roger supuso que quizás lo había tostado o algo parecido.
— Ya despertaste, bello durmiente —le sonrió dejando la bandeja en la mesita de noche—. ¿Cómo dormiste?
— Increíble... —respondió Roger—. ¿Qué hora es?
— Las nueve respondió Brian.
— ¡Oh no! ¡Me quedé dormido! ¡Tengo que estudiar...!
— Rog, quedan como tres o cuatro meses para esos exámenes —dijo Brian—. Qué te parece si comes el desayuno que tu novio te hizo con tanto amor y esmero, estudiamos un rato y paseamos esta linda tarde de sábado.
— Está bien —sonrió Roger.
Y aquello hicieron, Roger se hizo al lado para darle espacio a Brian, quien se acostó a su lado y lo rodeó con un brazo. Comieron en la misma cama y tras terminar, volvieron a estudiar.
Roger almorzó allí con Brian y sus padres, quienes como siempre, estaban gustosos de tenerlo en la casa.
Luego de almuerzo, Roger cumplió su parte del trato y dejó que Brian lo llevara a una cafetería cercana a la casa del chico.
Se sentaron en una mesa disponible y comenzaron a conversar animadamente. Numerosas fueron las veces en las que Brian le robó un beso, y numerosas fueron las veces en las que Roger correspondió, puesto que muchos besos fueron tan fugaces, que el rubio solo atinó a sonrojarse cual amapola.
Brian iba por otro beso, cuando llegó la mesera interrumpiendo y pidiendo la orden. El mayor ordenó un café con unas medias lunas, mientras que Roger ordenó un jugo y un trozo de pastel de chocolate.
— ¿Mi amor? —preguntó una vez las órdenes llegaron.
— ¿Qué sucede? —preguntó a tiempo que le daba el primer sorbo a su jugo de frambuesa.
— ¿Por qué estás tan nervioso con los exámenes?
— Bueno... es básicamente mi boleto de salida de mi casa —dijo—. Necesito quedar, además quiero un buen futuro...
— Comprendo...
— Y no quiero arruinar nuestros planes —añadió—. Son perfectos.
— Lo son —sonrió Brian—. ¿Dame?
— ¿Hm?
Brian sacó un pedazo del trozo de pastel de Roger con el tenedor y se lo introdujo a la boca.
— ¡Hm! ¡Está delicioso!
— ¡Hey, era mío! —reclamó el rubio y en venganza tomó la media luna y le dio un mordisco.
— ¡Oye, yo no saqué tanto! —reclamó esta vez el rizado riendo.
— Arrepiéntete —dijo Roger fingiendo seriedad.
— No, prefiero hacer esto —sacó crema con el tenedor y puso un poco sobre la punta de la nariz del rubio, quien se sonrojó levemente—. Aw...
— ¡O-Oye!
Brian besó su nariz y luego volvió a sacar pastel del plato, pero esta vez se lo dio a Roger sonriendo con los ojos cerrados.
— Abra la boca que viene el avioncito —bromeó.
Roger rió y obedeció, Brian le dio más pastel y luego se decidió por besarle.
Tras terminar de comer, Brian se levantó a pagar y le dijo al rubio que esperara allí mismo. Obedeció y miró alrededor producto del aburrimiento.
Se fijó en un letrero con unas letras en él.
Se necesita mesero o mesera para el turno de la tarde. Hablar con el gerente o llamar al siguiente número
3777845688
Por leerlo, no se percató que Brian llegaba hasta que sintió sus brazos abrazándolo desde atrás por la cintura y sus labios besándole la mejilla.
Se dirigieron al parque caminando.
— Hey, me prometiste algo anoche —dijo Brian mientras caminaban por el lugar.
— ¿Ah sí? ¿Qué cosa? —preguntó haciéndose el tonto con una sonrisa.
— Prometiste que me besarías y mucho —dijo—. ¿Qué esperas?
Sonrió nuevamente y abrazándolo por el cuello lo besó en los labios, luego en el rostro y nuevamente en los labios repetidas veces. El contrario sonrió.
— ¿Feliz?
— Muchísimo.
Aquella fue una buena tarde para Roger. Sabía que la recordaría. Además, debía recordar cierto letrero que vio en la cafetería. Sabía que le hacía falta.
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