«37»
— ¿De qué escribirán el poema? —preguntó Freddie tras salir de clases.
— Algo se me ocurrirá —respondió Brian a pesar de que a penas la maestra dijo la actividad, el chico ya tenía claro lo que haría—. ¿Ustedes?
— Hm... ¿tostadas? —dijo John.
— Gatos —respondió Freddie—. ¿Roggie?
— Eh... —soltó él. Sabía de lo que escribiría, pero no quería comentarlo, así que decidió mentir—. Autos.
— Vaya —dijo el persa—. ¿Cuándo se entregaban?
— Mañana, creo —dijo John—. Debería empezar a escribirlo a penas llegue.
— Sí, yo también.
— ¿Tiene calificación?
— Sí, es un proyecto —respondió Brian a Freddie.
— Entonces debieron dar más tiempo y no hacerlo de un día para otro —bufó el azabache cruzado de brazos—. Espero que la vieja no se deje llevar por subjetividades y se dedique a buscar una calificación objetiva.
— Nunca hacen calificaciones objetivas en esas cosas —dijo John.
— Es como que te evalúan por darle en el gusto al profesor —comentó Brian.
— De seguro alguien hará un poema "oda al maestro" —se burló Freddie—. Los chupa medias nunca faltan.
— Qué te apuesto que esos serán Marty y Amanda —dijo Brian—. O quizás también Kennet.
— De seguro —dijo Freddie.
Siguieron hablando y en clases, hasta que llegó la hora de irse.
— ¿Quieres ir a mi casa a almorzar? —propuso Brian—. Podemos hacer el poema juntos y...
— Mi papá no me deja salir con tan poca anticipación —respondió Roger apenado mientras salían del recinto estudiantil—. Pero... quizás mañana o pasado pueda.
— Será fantástico, bebé —sonrió Brian y Roger lo hizo también—. Y... hey, ¿cuándo te mudas con tu mamá?
Roer guardó silencio un momento, sin dejar de caminar.
— ¿Sabías que el accidente de Chernóbil tiene una serie? Es súper buena...
— Rog...
— Empieza dos años después con uno de...
— Roggie —se detuvo para colocar una mano en su mejilla y entrelazar la restante con la del rubio—. ¿Sucede algo?
— Eh... no —respondió.
— ¿Y por qué me cambiaste el tema?
— Porque jamás volveré a vivir con mi mamá —dijo con una sonrisa triste—. Mi papá dijo que hasta que no terminara de pagar mi educación, y... ahora que lo pienso mejor... eso no será hasta que termine la universidad.
— Hey, en la universidad vivirás en el campus —intentó consolarlo—. Solo tendrás que aguantarlo en verano, y podrás irte a quedar con tu mamá o conmigo.
— No me da permiso.
— Roger, ya eres mayor de edad, ¿no? Ese monstruo no debería seguir controlándote.
— Sí, pero...
— Tranquilo, te aseguro que todo saldrá bien —besó su frente—. Lo prometo.
— Siempre prometes cosas —musitó Roger mirando al suelo.
— Pero esta vez no fallaré —respondió Brian acercándose a su rostro a medida que cerraba los ojos.
Y un nuevo beso se hizo presente entre ambos, como adoraban hacer.
(...)
— Subiré a hacer un proyecto de lengua —anunció.
— Me importa un rábano, vete —respondió su padre a medida que comía un plato de espagueti.
— ¿No me dejaste a mí? —preguntó algo nervioso por lo que acababa de decir él mismo, considerando que quizás su padre se enojara.
— ¿Por qué debo dejarle comida a un mariposón inútil y más encima malagradecido?
— Comprendo —suspiró tras un segundo de silencio—. Me cocinaré algo después.
— No, estás castigado, no comes hasta la cena —dijo.
— Pero no comí nada en la escuela y no me dejaste desayunar —repuso el rubio. Le aterraba reponerle algo, pero su estómago comenzaba a ser bastante demandante.
— Dije que no vas a comer —dijo aumentando el tono de voz—. La gente en África nunca come y los islamistas hacen este mismo régimen, no te vas a morir.
— Sí, papá —musitó.
— Te he dicho un millón de veces que es padre, maldito joto de porquería.
— Sí, padre —respondió cabizbajo y subió a su habitación a comenzar el proyecto.
Se encerró en la habitación. Sus tripas sonaban, pero decidió intentar restarle importancia. Simplemente se dirigió al baño y bebió agua del lavamanos. No le quedaba otra.
Volvió a la habitación y con ello a encerrarse, se sentó en su escritorio y dejó un papel y lápices sobre la mesa.
Pronto dejó que las palabras fluyeran, y no se detuvo hasta completar las dos planas de la hoja.
Miró la hora. Aún quedaban unas horas para la cena.
Suspiró.
Sería un día largo.
(...)
El día era agradable, no habían temperaturas bajas, pero tampoco demasiado altas. El sol fulguraba sobre el cielo y unas pocas nubes se atrevían a posarse sobre el firmamento.
Los alumnos se encontraban en el salón de clases, listos para su clase de lengua y entregar sus proyectos.
— ¡Déjame verlo! —exclamó Freddie contento.
— Eh... no, por algo es anónimo... ¿no? —intentó justificarse Roger.
— Agh, cierto... algún día lo leeré, rubia —le guiñó un ojo haciendo una mueca.
— Oigan, si son anónimos, ¿cómo nos calificarán? —preguntó Brian.
— Oh cierto... no me había percatado de eso... —respondió John.
— Quizás no es evaluado —dijo Freddie encogiéndose de hombros—. Debe ser solo un proyecto recreativo, no se den más rodeos.
La profesora llegó —nuevamente tarde, y haciendo pensar a los chicos que aquella mujer nunca era puntual— y pidió los proyectos.
Todos fueron uno a uno entregando su hoja de papel. Tras haber recolectado todo, la mujer los agrupó y sonrió.
— Bien, ahora pensé en una actividad —dijo—. Los leeré en voz alta y ustedes deberán adivinar quién es el autor.
Diablos.
— ¿Qué les parece? —la sonrisa de la mujer hacía que Roger quisiese vomitar de los nervios, aunque no tuviera mucho para hacerlo en el estómago. Sin embargo, no hizo ningún gesto y se mantuvo inexpresivo y callado en su asiento.
— Comenzaremos con... El amanecer llega mientras defeco... —hizo una mueca de disgusto—. No es gracioso, Jeremy.
— ¡Yo no fui! —exclamó este.
— ¿Quién creen que fue? —preguntó la profesora dirigiéndose a la clase.
— Jeremy... —respondieron todos en un tono de hastío.
— ¡Pero!
— Espera en la oficina del director —dijo y pasó a la siguiente hoja—. Este suena bien, "trigo sobre océano."
Acto seguido comenzó a leer.
«Vi trigo sobre el océano
una suave tarde de invierno.
«Vi trigo sobre el océano
un día cuya fecha no recuerdo.»
«Vi trigo sobre el océano y juré enamorarme.
Sí, enamorarme, enamorarme de todo de su persona.
Enamorarme del cuesco,
no del durazno.»
«Enamorarme de cada parte de ti.
Enamorarme incluso de lo que te gustaría cambiar.
Enamorarme de verte sonreír.
Y de verte seguir siendo igual.»
«Con abrazos me atrapaste,
con gestos simples me perduraste,
con besos me deleitaste
y con una simple mirada me hiciste amarte.»
«Porque sí, eso siento.
Eso siento cada vez que te veo.
Eso siento
cada vez que tu aroma a frambuesas huelo.
Eso siento cada vez que tus labios saben a pomelo.»
«Y a durazno, y a frambuesa.
Y a chocolate también quizás. A todo lo
Que se desea,
a todo lo que se ama y a todo
lo que me deleita.»
«Porque una tarde cálida,
aceptaste mi propuesta.
Aquella tarde cálida
aceptaste todo lo que de mí queda.
Aquella tarde cálida te diste cuenta
que te amaré siempre, aunque eso no quisieras.»
— ¿Quién escribió esto? —dijo la mujer sonriendo y limpiándose una lágrima que comenzaba a caer de su hijo izquierdo.
Por un momento nadie respondió, todos se miraron.
— Brian —dijo una primera voz.
— Brian.
— Sí, de seguro es Brian.
— Brian.
— ¡May!
— Brian.
Roger miró al nombrado con las mejillas enrojecidas, quien le sonrió y le dirigió un susurro.
— Son buenos con las adivinanzas aquí por lo que parece, mi amor.
Siguieron leyendo poemas, la mayoría fueron acertados sus autores, otros errados, pero siempre el responsable terminaba admitiendo que aquella obra era suya.
Como los chicos predijeron, Kennet y Amanda le escribieron a los profesores, hicieron una risa oculta mientras decían que eran ellos.
Cuando quedaban unas pocas hojas, el rubio se tensó.
— Rosas Negras —leyó.
Hervía en nervios, pero se mantenía inexpresivo. Solo dejó que la maestra siguiera hablando y esperó a que fuera un poema ajeno que compartía el nombre con el suyo.
«En medio de la noche,
una rosa negra me encontré.
Sus espinas me hirieron,
y sus pétalos también.»
«La luz que me amparaba
se encontraba a distancia.
El peligro inminente
estaba en mi mente.
El enemigo dañino
vivía conmigo.»
«No pensé.
No pensé cuando me desahogué.
Tampoco cuando aquella acción realicé.
Pero solo sé
que esas marcas jamás borraré.»
«Todo lo que viví,
todo lo que aguanté,
más que por mí,
lo hice por ti.
Para volver a verte sonreír.
Y con ello parte de mi tristeza destruí.»
«¿Sabes cuánto quise que este desastre terminara?
¿Sabes cuánto quise que esta desolación acabara?
Sí, mucho,
pero lamentablemente este eviterno
sigue y sigue, y fin no le encuentro.
Y por más que lo quiero,
sigo en el mismo agujero.»
«Desde que ella no está,
ya nada es igual.
Todo cambió
y no para mejor.»
«Se fue ella.
Se fue para no volver.
Se alejó de mí.
Se alejó para dejarme vivir.
Pero también para dejarme sufrir.»
«Comencé a añorar aquellos tiempos
en donde todo era fácil.
En donde todo era risueño.
En donde no comprendía.
No comprendía lo inicuo que el mundo era.»
«A veces me gustaría despertar
y saber que todo lo qué pasó
fue parte de mi soñar.
Pero no es así,
y aquello está lejos de la realidad.
Sin embargo, te conocí a ti.
Y con ello para mi felicidad bastará.»
«Me gustaría poder decir
"Adiós a todos, me debo ir"
y que todos me vean partir.
Para luego llegar como otra persona.
Para luego llegar de la forma en la que debería ser.
Para que la rosa negra deje de clavarme sus espinas.»
«Porque una rosa negra clavó sus espinas en mi corazón.
Una rosa negra dejó un profundo dolor.
Un dolor que no se arregló.»
— ¿Quién... quién lo escribió?
Demonios.
.-*•_
Poesía barata con Emily KAKDJS
Perdón por algo tan caca):
Les juro que he escrito mejores poemas, lean.
Había una vez, un perro
que meó al revés.
Y por mear así
quedó pasao a pichí.
Ven?
Bueno, eso.
Bai uwu
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