Golpes
"Las personas poseen máscaras. Algunas son tan delgadas, que puedes ser capaz de ver a través de ellas. Otras tan gruesas, que la verdad puede ser inevitablemente opacada por sus mentiras".
—D. R.
I. Otomano:Oigan. ¿No creen que ya tardó mucho? — preguntó a los otros dos imperios que estaban con él, con un leve deje de preocupación.
I. Alemán:Ahora que lo dices. Si.
Era casi la medianoche. Imperio Otomano, Imperio Alemán y Austria-Hungría se encontraban ya en casa, los jóvenes también, Prusia también ya estaba ahí. Todos estaban dentro del lugar, a excepción de uno solo.
Zarist.
Nunca había llegado tan tarde, siempre se las arreglaba para llegar antes de las 10. Pero ahora, era casi la madrugada del día siguiente y no había llegado aún.
A. Hungría:¿Qué tanto estará haciendo?.
I. Otomano:¿Y si salimos a buscarlo?.
I. Alemán:Hay que esperar un poco más, puede que-
Antes de terminar, se escuchó la puerta principal ser abierta y cerrada. Los tres imperios fueron de inmediato a ver.
Imperio Ruso se encontraba de pie frente a la puerta, mirando hacia la misma. Su uniforme estaba algo arrugado, desarreglado y sucio, algo extraño si especificamos que siempre tenía su uniforme impecable.
I. Alemán:Zarist.
El nombrado levantó un poco la cabeza, pero nunca les dirigió la mirada, manteniéndola en la madera frente a él, aún dándoles la espalda.
I. Ruso:Um, si, hola. Lamento llegar tan tarde.
A. Hungría:¿En dónde estuviste?.
I. Otomano:Nos tuviste preocupados.
I. Ruso:Lo lamento, yo.. — se aclaró la garganta — tuve unos imprevistos.
I. Alemán:¿Imprevistos?.
El zarista asintió levemente, y finalmente se dio la vuelta. Los otros tres quedaron muy sorprendidos al verlo.
Imperio Ruso tenía grandes moretones en sus rostro, morados, contrastando con los colores de su piel. Su labio estaba roto, con una pequeña mancha en la comisura, signo de haberse limpiado algún hilo de sangre.
En su uniforme habían unas cuantas manchas de varias cosas que no sabían qué eran, pero pudieron reconocer lodo y sangre en él.
A. Hungría:¿Qué te pasó?.
I. Ruso:Yo...
Todo estaba oscuro, todos estaban ya dormidos en aquel palacio.
Aprovechando aquello, Imperio Ruso salió de aquella habitación que le pertenecía en aquel gran lugar, y se dirigió lo más sigiloso que pudo hacia un sitio en específico.
Llegó a la cocina, estaba vacía. Aprovechando, buscó algo rápidamente.
No tardó mucho en encontrar las sobras de la cena de ese día. Era mucho, ni siquiera sabía porqué los cocineros hacían tanto si tan solo comen no más de cinco personas.
Aun así, tomó todo en porciones individuales, y envolvió cada una en servilletas desechables. Con cuidado, guardó las raciones en una bolsa lo suficiente grande como para cargarla sin problema, y de la forma más cautelosa posible salió del palacio.
Se dirigió al pueblo, siendo ayudado por la oscuridad de la noche para continuar con su sigilo entre la casas y las vacías calles.
Caminó por un tiempo hasta que llegó a una construcción. Aún en lo oscuro de la noche, se podía ver lo deteriorada que estaba.
Sin dudar, se acercó a la pared trasera, la cual tenía un enorme agujero, y se asomó. Dentro de la construcción había una pequeña niña, vestida con ropa algo rota y sucia, jugando con una muñeca de trapo ya rota por el tiempo que tenía.
El imperio puso la bolsa en el suelo, y dio unos cuantos golpecitos en la pared al lado del agujero, en un ligero ritmo que llamó la atención de la niña.
I. Ruso:Privet.
La niña sonrió.
—:¡Señor Imperio Ruso!.
Zarist colocó uno de sus dedos en sus labios e hizo un suave sonido para guardar silencio.
I. Ruso:¿Qué habíamos hablado?.
—:No hablar muy alto.
I. Ruso:Que lista.
La pequeña rió un poco, se levantó de su lugar y se acercó al mayor, quien cruzó por el agujero y, sin temor o asco de ensuciarse la ropa, abrazó a la niña de forma cariñosa.
—:¿Nos trajo algo? — preguntó curiosa.
I. Ruso:Por supuesto, llama a los demás.
Ella asintió y salió de ahí rápidamente.
En menos de dos minutos, la niña volvió junto a varias personas más, niños, jóvenes y adultos. Todos saludaron con suaves sonrisas al imperio.
De ahí, Imperio Ruso comenzó a repartir las raciones de comida entre todas las personas que habían allí, quienes con sonrisas de alegría aceptaban las porciones.
Cuando terminó, observó con una leve sonrisita cómo disfrutaban de la comida, aún cuando fuera poco. Para varios, esa sería su única comida del día.
Le ponía muy mal conocer el estado de su pueblo. Ha hecho lo posible para solucionar todo, mejorar todo.
Pero... Con esa gente en el poder, ni él tiene la capacidad de hacer algo.
Sin poder durar más tiempo allí, las personas poco a poco se van después de agradecer a Imperio Ruso por la comida. La pequeña se volvió a quedar sola.
—:¿Nos volveremos a ver mañana? — preguntó la pequeña. Zarist acarició tiernamente su rostro.
I. Ruso:Por supuesto. Bueno. Nos vemos mañana en la noche.
La pequeña asintió, se dieron un abrazo, y al separarse el mayor le dio un besito en la frente.
I. Ruso:Nos vemos mañana, Irina.
La nombrada sonrió un poco más al escuchar su nombre salir de la boca del mayor, le devolvió la frase, y el zarista se fue de ahí.
Volvió al palacio para dejar la bolsa, pensando en lo que hizo.
I. Ruso:Hoy pude llevar más que los otros días. — se susurraba a si mismo — tal vez si continuo así pueda mejorar toda esta situación. Solo un poco más.
—:No creo que eso sea posible.
Se detuvo en seco y palideció en cuanto escucho esa voz.
Oh no.
I. Ruso:Señor.
—:Así que. ¿Llendo al pueblo sin mi permiso?.— se fue acercando al otro — ¿Entregando cosas del palacio a gente sucia?.
I. Ruso:Y-yo-
No pudo continuar para cuando el hombre le dio una bofetada, lo suficientemente fuerte como para tirarlo al suelo.
Zarista pudo ver una gota de sangre caer al piso bajo su rostro. Al tocar, pudo ver que provenía de su cara.
Su labio reventó.
—:Sabes que nadie puede hacer algo sin mi permiso. Y sabes que no me gusta que me desobedezcan.
El otro ruso lo miró con algo de miedo.
—:Sabes lo que ocurrirá.
Esto era muy malo.
I. Ruso:Yo-
—:Castiguenlo.
I. Ruso:No, alto, ¡¡Espere!!, ¡¡NO!!.
I. Ruso:Me caí.
Los otros imperios lo miraron expectantes.
A. Hungría:¿Te caíste?.
I. Ruso:Si, estaba en un sitio de mal camino, pisé mal, me caí y me golpeé. — agitó su mano para restar importancia — saben lo torpe que soy, que esto no les sorprenda.
I. Otomano:Pero-
I. Ruso:Oigan ya es muy tarde y estoy cansado así que me iré a dormir.
I. Alemán:Oye-
I. Ruso:Buenas noches nos vemos mañana.
Y rápidamente se fue de ahí.
Los tres imperios se mantuvieron en silencio.
A. Hungría:No se cayó.
I. Alemán:Absolutamente no.
Quise hacer algo serio.
Bueno ¿Qué tal me quedó?.
_Dany_
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top